Ejemplos con éforo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En un caso, un éforo soñó que las sillas de algunos de sus colegas eran retiradas del ágora, y que una voz gritaba que esto es mejor para Esparta.
Se ha perdido la obra de autores como Hecateo de Mileto, Ctesias, Éforo, Teopompo y un largo etcétera.
Entre el resto de historiadores destaca Éforo que, aunque su obra esté perdida, fue citado y plagiado por Diodoro y Estrabón entre otros.
Otros historiadores de este siglo son Teopompo, Éforo, Ctesias y los atidógrafos.
Entre los autores que han podido ser identificados figuran Hecateo, Ctesio de Cnido, Éforo, Teopompo, Jerónimo de Cardia, Duris de Samos, Diyllus, Filisto, Timeo, Polibio y Posidonio.
Era una ciudad de los sículos, pero según Estrabón es verosímil que fuera fundada por los morgetes, aunque la autoría de este dato pudiera corresponder a Éforo de Cime, autor en el que frecuentemente se basaba Estrabón.
Refieren algunos haber Antálcidas, que era a la sazón Éforo, enviado sus hijos a Citera, temeroso de aquel peligro, en el cual Agesilao, viendo que los enemigos intentaban pasar el río y penetrar en la población, abandonando todo lo demás formó delante del centro de la ciudad y al pie de las alturas.
Tampoco Éforo obra cuerdamente en alabar a Filisto, pues, sin embargo de mostrarse tan hábil en cubrir con motivos decentes las acciones injustas y las costumbres estragadas, y en encontrar al intento las más seductoras expresiones, por más esfuerzos que hace no puede evitar que de su relación misma resulte contra sí haber sido el hombre más adicto a la tiranía y el que más solicitó y más admiró el lujo, el poder, la riqueza y los enlaces de los tiranos.
Timeo, para hacer que este insulto aparezca mayor, refiere que los muchachos ataron el cadáver de Filisto con una cuerda de la pierna coja, y lo arrastraron por la ciudad, haciendo grande escarnio todos los Siracusanos al ver arrastrado por una pierna a aquel que había dicho a Dionisio que no debía salir huyendo de la tiranía en un veloz caballo, sino sólo tirado por una pierna, aunque Éforo refiere esta expresión como dicha a Dionisio por otro, y no por el mismo Filisto.
Pero la suerte hizo que aun se les acrecentó a aquellos soldados el orgullo con la buena suerte que tuvieron en el mar, donde, venciendo a Filisto, le trataron cruel y bárbaramente, aunque Éforo dice que, tomada su nave, se quitó él a sí mismo la vida, pero Timónides, que desde el principio se encontró en todos estos sucesos con Dion, escribiendo al filósofo Espeusipo, dice que Filisto quedó cautivo de resultas de haber encallado en tierra su galera, y que, habiéndole quitado los Siracusanos la coraza y mostrándole desnudo, le hicieron diferentes insultos, siendo ya viejo, que después le cortaron la cabeza, y entregaron su cadáver a los muchachos, diciéndoles que lo arrastraran por la Acradina y lo arrojaran a las canteras.
Refirió el Éforo esta visión a Cleómenes, y éste al principio se sobresaltó, pensando que esto podía dirigirse a sondearle por alguna sospecha, pero luego que se convenció de que el que hacía la relación no mentía, se tranquilizó, y tomando consigo a aquellos ciudadanos que le parecía habían de ser más contrarios a su designio, se apoderó de Herea y Alsea, ciudades sujetas a los Aqueos.
De los reyes manifestaba que al uno lo despreciaba enteramente, y que a Agis lo tenía en alguna estimación, más que por ser rey por ser su pariente, e hizo también correr la voz de que iba otra vez a ser Éforo.
“Tú mismo- le dijo- alabas a Écprepes, porque siendo Éforo cortó con la azuela dos de las nueve cuerdas del místico Frinis, y también a los que hicieron otro tanto después con, Timoteo, y de mí te ofendes porque quiero desterrar de Esparta para el regalo, el lujo y la vana ostentación, como si aquellos no se hubieran propuesto quitar en la música lo superfluo y excesivo, para que no llegáramos a este extremo de que el desorden y abandono en la conducta y usos de cada uno hayan hecho una república disonante y disconforme consigo misma.
A pesar de esto, habiendo proporcionado Agis, que Lisandro fuese nombrado Éforo, pasó inmediatamente una retra suya a los ancianos, cuyos capítulos eran: que los deudores quedarían libres de sus deudas, que se dividiría el territorio, y de la tierra que hay desde el barranco de Pelena al Taígeto, a Malea y a Selasia, se formarían cuatro mil quinientas suertes, y de la que cae fuera de esta línea, quince mil, y ésta se repartiría entre los colonos que pudieran llevar armas, y la de dentro de la línea entre los mismos Espartanos, que el número de éstos se completaría con aquellos colonos y forasteros que se recomendasen por su figura y su educación liberal, y que estando en buena edad tuviesen la conveniente robustez, y, finalmente, que estos nuevos Espartanos se dividirían en quince mesas o banquetes de doscientos a cuatrocientos, observando el mismo método de vida que sus progenitores.
Con todo, habiendo establecido Licurgo que no se introdujese confusión en la sucesión de las casas, y dejando en consecuencia el padre al hijo su suerte, puede decirse que esta disposición y la igualdad que ella mantuvo preservaron a la república de otros males, pero siendo Éforo un hombre poderoso y de carácter obstinado y duro, llamado Epitadeo, por disensiones que había tenido con su hijo, escribió una retra, por la cual era permitido a todo ciudadano dar su suerte en vida a quien quisiese, o dejársela por testamento.
Sin embargo de haber templado así Licurgo su gobierno, viendo todavía sus sucesores una oligarquía inmoderada y demasiado fuerte, o, según la expresión de Platón, hinchada y ambiciosa, la contuvieron como con un freno con la autoridad de los Éforos unos ciento y treinta años después de Licurgo, habiendo sido el primero que fue nombrado Éforo Élato, en tiempo del rey Teopompo, de quien se cuenta que, motejado por su mujer de que dejaba a sus hijos menor autoridad de la que había recibido le respondió: “Antes mayor cuanto más duradera”, porque, en realidad, con perder lo que en ella había de exceso, se libró de peligro, tanto, que no le sobrevinieron los males que los Mesenios y Argivos causaron a sus reyes, por no haber querido éstos ceder o relajar en favor del pueblo ni un punto de su autoridad: lo que hizo del todo patente la sabiduría y previsión de Licurgo a los que pusieron la vista, en las sediciones y desastrados gobiernos de los Mesenios y Argivos, pueblos vecinos suyos, y enlazados en parentesco, como lo eran sus reyes, pues habiendo sido al principio iguales, y aun, al parecer, mejor librados en el repartimiento, con todo les duró el bienestar muy poco tiempo, trastornada su constitución, de parte de los reyes por su altanería, y de parte de los pueblos por su inobediencia, manifestándose de este modo que fue una felicidad casi divina para Esparta haber tenido quien así concertase y templase su gobierno, pero esto fue más adelante.
Alcanzóle allí el éforo Dífridas, que le traía la orden de invadir inmediatamente la Beocia, aunque él tenía determinado ejecutar después esto mismo más bien preparado, no creyó que debía apartarse en nada de lo que las autoridades le prescribían, y vuelto hacia sus gentes les dijo estar cerca el día por el que habían venido del Asia y envió a pedir dos cohortes de las tropas que militaban en las inmediaciones de Corinto.
Al principio éstos, para no ser precisados, se entraron río adentro, pero, siguiéndolos los Atenienses, hubieron de hacer frente, según Fanodemo, con seiscientas naves, y según Éforo, con trescientas cincuenta.
Éforo dice que era Titraustes el que mandaba la armada del Rey, y Ferendates el ejército, mas Calístenes es de opinión que Ariomandes, hijo de Gobrias, tenía el mando de todas las fuerzas, y que con las naves marchó hacía el Eurimedonte, no estando dispuesto a pelear todavía con los Griegos, porque esperaba otras ochenta naves fenicias, que habían salido de Chipre.
Éforo dice que más adelante, habiéndose promovido en Esparta cierta disputa relativa a los aliados, y siendo necesario acudir a los documentos que reservó en su poder Lisandro, pasó a su casa Agesilao, y que, habiendo encontrado el cuaderno en que estaba escrito el discurso sobre la forma de la república, y en razón de que debía hacerse común la autoridad real, sacándola de manos de los Euripóntidas y los Agíadas, y elegirse el rey entre los ciudadanos de mayor probidad, era la intención de Agesilao mostrar el discurso a los ciudadanos, y hacerles ver qué hombre era Lisandro y cuán errados habían andado acerca de él, pero que Lacrátidas, varón prudente y el primero entonces de los Éforos, se había opuesto a Agesilao, diciéndole que no convenía desenterrar a Lisandro, sino más bien enterrar con él el discurso.
Éforo dice que, habiendo intentado sobornar a la Pitia, y después ganar, por medio de Ferecles, a las Dodónidas, como hubiese salido mal en una y otra tentativa, partió al templo de Amón y quiso también corromper con grandes dádivas a aquellos ciudadanos, los cuales, ofendidos de ello, enviaron a Esparta algunos que le acusasen, y que, como fuese absuelto, dijeron los Africanos al tiempo de retirarse a su país: “Mejor juzgaremos nosotros ¡oh Espartanos! cuando vengáis a habitar entre nosotros en el África”, porque se suponía haber un oráculo antiguo sobre que habían de trasladar su residencia al África los Lacedemonios.
La otra causa que asigna Éforo a esta peregrinación la referiremos más adelante.
Propusiéronlo los Éforos al pueblo, y Esquiráfidas, según Teopompo, o Flógidas, según Éforo, fue de dictamen de que no debía admitirse dinero ni moneda alguna de oro o plata en la ciudad, sino usarse sólo de la moneda patria.
Eran los Lacedemonios dos de sus moras o batallones, Éforo dice que cada mora era de quinientos hombres, Calístenes de setecientos, y otros, de novecientos, entre ellos Polibio.
Oyóle aquel con indignación y desprecio, y él, entonces, tomando consigo de los de la familia a Esquilo, que era hermano de la mujer de Timófanes, y de los amigos a un agorero, llamado Sátiro, según Teopompo, y Ortágoras, según Éforo y Timeo, después de haber pasado algunos días, subió de nuevo a ver al hermano, y rodeándole los tres, le rogaban, y con razones le persuadían, a que se arrepintiera de su propósito, mas como Timófanes al principio les respondiese con mofa, y después se irritase y enfadase con ellos, Timoleón se retiró a un lado, y cubriéndose con su ropa, lloraba su desgracia, pero los otros, desenvainando las espadas, dieron muy pronto cuenta de él.
Mas lo que añade a esto Duris de Samo, que se da por descendiente de Alcibíades, diciendo que Crisógono, coronado en los juegos píticos, les llevaba la cadencia a los remeros con la flauta, que daba las órdenes Calípides, actor de tragedias, adornado de un rico vestido, con el manto real y todo el demás aparato de teatro, y que la capitana entró en el puerto con una vela de púrpura, como si viniera de un convite bacanal, no lo refiere ni Teopompo, ni Éforo, ni Jenofonte, además de que no es de creer que se presentara a los Atenienses con tan insolente lujo, volviendo del destierro, y después de haber pasado tantos trabajos.
Duris de Samo habla de estos sucesos en sus tragedias, acusando de gran crueldad a los Atenienses y a Pericles, cuando nada han dicho de tal crueldad ni Tucídides, ni Éforo, ni Aristóteles, y aun parece que no se ajusta a la verdad cuando dice que a los comandantes y marineros de los Samios los condujo a la plaza pública de Mileto, y los tuvo atados a unos maderos por diez días, y al cabo de ellos, hallándoles ya en malísimo estado, los hizo matar, rompiéndoles a palos la cabeza y sus cadáveres los arrojó insepultos.
Éforo dice que Pericles usó de máquinas, admirando él mismo esta novedad, y que se halló en este sitio Artemón el maquinista, al cual, porque siendo cojo se hacía llevar en litera adonde se disponían las obras, se le dio el sobrenombre de Periforeto.
Tucídides y Carón de Lámpsaco escriben que, muerto ya Jerjes, fue al hijo a quien Temístocles se presentó: pero Éforo, Dinón, Clitarco, Heraclides y otros muchos sostienen que se presentó al mismo Jerjes.

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