Definición de encruelecía

Existen varios significados para la palabra Encruelecía los podrás ver todos a continuación.

Acepciones de Encruelecía como conjugación de encruelecer

Categoría gramatical: verbo transitivo, verbo pronominal, 1ª persona singular del pretérito imperfecto de indicativo de encruelecer, verbo transitivo, verbo pronominal, 3ª persona singular del pretérito imperfecto de indicativo de encruelecer
Categorías gramaticales y tiempos verbales de encruelecía explicados

  1. Inducir a una persona a la crueldad. hacerse cruel, fiero, inhumano, airarse con exceso.

Ejemplos con la palabra Encruelecía

Poco tardó en serenarse y entregarse a gozar de su suerte, mudándose a espaciosa y señoril vivienda, admitiendo criados y montando casa según correspondía a su nuevo estado de fortuna. A fuer de rico, dedicose a pasarlo regalado y ocioso, y presto se hizo muy melindroso y exigente, poniendo a todo defectos y reparos, llamando bazofia a los platos exquisitos, y trapos a la holanda y al velludo. Dimanaba quizá la impertinencia y descontento del enriquecido bordador de una pequeñez, de una nadería en que tropezaba, pero que iba amargándole infinito los gustos: su calzado. Desde aquellos primeros zapatos que le trajo un vecino oficioso, cuantos ponía le molestaban y lastimaban, llegando gradualmente a producirle sufrimiento intolerable. Fuese que padeciese de gota, fuese que sus pies, cargados por el reposo y la vida sedentaria de bordador, no consintiesen opresión alguna, es lo cierto que pasaba Nolasco las penas del Purgatorio. Todo se le volvía zarandear al maestro de obra prima, encargarle pares y más pares, y últimamente docenas de pares, sin que, probados uno tras otro, advirtiesen algún alivio los pobres pies magullados y en tortura. Echose Nolasco a recorrer una por una las zapaterías de la villa y corte, que fue infructuosa diligencia. A cada salida, el dolor de los pies se encruelecía y redoblaba. Ya eran punzadas violentas, ya latidos sordos y desesperantes, ya un continuo roer como de can furioso, ya un estirar análogo al que da en el potro la cuerda del verdugo. Y así se pasaba el malaventurado Nolasco noches y días, en un puro ay, maldiciendo de su suerte, renegando de Dios y de los hombres. ¿No habría persona caritativa que le curase? De pronto clavósele en el magín una idea. Recordó que cuando le había caído de golpe y porrazo el fortunón, no le hacían los pies el menor daño, y tenía puestos unos zapatos infelices, viejísimos. Mandó que le trajesen sin tardanza de las ropavejerías, prenderías y puestos del Rastro los zapatos más llevados y traídos que se encontrasen. Presentáronle cestos de galochas, pero ninguna venía a su pie, unos por estrechos, otros por holgados en demasía, éste por torcido, aquél por arrugado y duro, los asquerosos zapatos, sobre revolverle el estómago y encalabrinarle los nervios, no remediaban su mal. Éste había llegado a ser intolerable. El ex bordador pedía a gritos la muerte. Sus porvidas, pesias y reniegos, de una legua se oían. Escandalizados tenía a los servidores, espantado al médico, que veía inútiles sus ungüentos y emplastos, y horrorizado al buen clérigo que le había traído la herencia. Y he aquí que de improviso Nolasco llama al vecino que le había descalzado en memorable ocasión, y le ofrece una porrada de dinero si le devolvía sus zapatos del tiempo de la miseria.
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Errores ortográficos comunes para encruelecía


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