Definición de cebándolos

Acepciones de Cebándolos como conjugación de cebar

Categoría gramatical: verbo transitivo, verbo pronominal, verbo intransitivo, gerundio de cebar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de cebándolos explicados

  1. Dar o echar cebo a los animales para alimentarlos, engordarlos o atraerlos.
  2. Alimentar, fomentar, como echar aceite a la luz, leña al fuego, mineral al horno, etc.
  3. Poner en las armas y proyectiles que tienen carga explosiva, el cebo necesario para inflamarla.
  4. Poner fuego al cohete u otro artificio de pólvora.
  5. Hablando de máquinas o aparatos, ponerlos en condiciones de empezar a funcionar, como un sifón de líquido, una máquina de vapor dando vueltas con la mano al volante, etc.
  6. Tratándose de la aguja magnética, tocarla a un imán para darle o renovarle la fuerza.
  7. Fomentar o alimentar un afecto o pasión.
  8. Dar comida a un animal para engordarlo y aprovechar su carne o para atraerlo. fomentar [en una persona] un afecto o pasión. engordar un animal para aprovechar su carne
  9. Poner combustible en una lámpara, un horno u otro aparato. penetrar, agarrar [el clavo] en la madera [el tornillo] en la tuerca, etc. poner una máquina en condiciones de comenzar echándole combustible
  10. Hacer que una máquina o un utensilio empiece a funcionar haciendo una operación previa en ellos. encarnizarse, ensañarse, producir estragos.

Ejemplos con la palabra Cebándolos

Empecé cuidando cerdos y gallinas con particular esmero: ya que no podía ser caritativo con el prójimo, quise tratar bien a los animales, cebándolos a cuerpo de rey.
Él era maestro de todos, poniéndoles a la vista como un ejemplo de sobriedad su propio tenor de vida, en la que nada había de exquisito, de artificioso o de extraordinario que le distinguiese de los demás, lo que le dio grande influjo en los asuntos de la Grecia. Porque los que tenían que negociar con los otros reyes, no tanto se maravillaban de su riqueza y su lujo como se incomodaban con su altanería y orgullo, recibiendo con gravedad y aspereza a los que a ellos acudían. Mas los que se presentaban a Cleómenes, que en realidad era y se llamaba rey, al ver que no tenía para el servicio de su persona ni púrpura ni preciosas ropas, ni ricos escaños, ni muebles, y que para conseguir su audiencia no había que vencer dificultades, ni el obstáculo de muchedumbre de pajes, de porteros y secretarios, sino que él mismo salía en persona a que le saludasen, vestido como cualquiera particular, hablando a los que tenían negocios y entreteniéndose con ellos festiva y humanamente, todos le aplaudían y amaban, diciendo que él solo era el verdadero descendiente de Heracles. Para su cena cotidiana no había más de tres escaños, y era muy parca y muy espartana, pero si convidaba a embajadores o tenía huéspedes, entonces se ponían otros dos escaños, y los sirvientes usaban para las mesas algún aparato, mas no en exquisitos guisados, ni tampoco en pastas, sino en cuidar de que los manjares estuviesen más abundantes y el vino fuese de mejor calidad, así es que afeó a un amigo el que, habiendo dado de comer a unos huéspedes, les hubiese puesto el caldo negro y la torta de que en sus banquetes cívicos usaban: porque decía que se había de cuidar de no ser con los huéspedes tan rigurosamente espartanos. Levantada la mesa, se traía un trípode, en que había un lebrillo de bronce lleno de vino, dos ampollas de plata de cabida de dos cótilas y algunos vasos de plata, en muy corto número, con lo que bebía el que quería, y al que lo repugnaba no se le alargaba el vaso. No había música ni hacía falta, porque él mismo alegraba aquel rato con su conversación, ya haciendo preguntas o ya refiriendo acaecimientos, sin que en sus discursos se notase una solicitud desagradable, sino más bien cierta festividad graciosa y urbana. Porque el modo con que los otros reyes cazaban a los hombres, cebándolos y corrompiéndolos con dinero y con dádivas, creía que, sobre ser injusto, era mal entendido, y al revés, el atraerlos y ganarlos con pláticas y discursos sencillos y graciosos le parecía lo más honesto y lo más digno de un rey, pues en nada se diferencia el jornalero del amigo, sino en que éste se adquiere con la conducta y el trato y el otro por dinero.
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Errores ortográficos comunes para cebándolos

Palabras más comunes que riman con cebándolos


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Palabras que riman con cebándolos


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