Definición de agobió

Acepciones de Agobió como conjugación de agobiar

Categoría gramatical: verbo transitivo, 3ª persona singular del pretérito perfecto de indicativo de agobiar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de agobió explicados

  1. Causar agobio
  2. Cargar (especialmente de responsabilidad).
  3. Causar alguien o algo mucha molestia o fatiga a una persona. causar gran fatiga. causar gran sufrimiento o preocupar mucho

Ejemplos con la palabra Agobió

muy irritado con él, y en esta situación, me agobió más con sus palabras.
Lo que agobió su ánimo valeroso fue que aquellas mentiras entraron fácilmente en los cerebros de todos los que le rodeaban, que el vecindario de Vitoria les dio fácil crédito, y las aceptó hasta con gozo, viendo en ellas el mejor pretexto para dar término rápido a la insurrección, y librarse de los desastres y apreturas de un sitio.
Semejante a los héroes de un cuento infantil, se obstinaba Montes de Oca, falto de todo recurso y amenazado de una deserción total de su gente, en defenderse dentro de Vitoria, sacrificando la vida de esta ciudad al orgullo de una causa que no debía interesar grandemente a los hijos de Álava. Ya que la victoria se presentaba difícil por el momento, quería el caballero un poco de leyenda, y si Dios disponía que él y sus fieles pereciesen ante un enemigo superior, se enorgullecía pensando concluir a la numantina. Pero las nubes que ennegrecían el horizonte eran cada vez más temerosas, y aunque el hombre continuaba insensible al miedo, confiado siempre en los auxilios imaginarios que había de recibir de nuevas sublevaciones, por fin le determinó al abandono de la plaza un hecho que hubo de abatirle los ánimos más que el aluvión de tropas enemigas y la merma creciente de las suyas. Fue que los generales que iban contra Vitoria agregaron a la orden del día un papel enviado de Madrid, dando cuenta de la comunicación de nuestro Embajador en París, D. Salustiano de Olózaga, el cual venía con el cuento de que la propia cosechera, Doña María Cristina, le había dicho, mutatis mutandis: «¡Pero si yo no sé nada de esa insurrección, ni tengo nada que ver con esos locos! No sólo soy extraña al movimiento, sino que lo repruebo terminantemente». El efecto que esto hizo en el valeroso paladín ya puede suponerse: no creía que el cuento del diplomático fuese verdad, teníalo por una de tantas mentiras diplomáticas, empleadas como resorte político, no le cabía en la cabeza que habiendo Cristina puesto en manos de los sublevados armas y bandera, renegase de sí misma y de su causa cuando la conceptuaba perdida, y llamase locos a los que por ella daban su sangre y su honor. Esto no podía ser: tales villanías, cosa corriente en el carácter falaz de Fernando VII, no cabían en la nobilísima condición de la Reina, toda rectitud, lealtad y entereza, según Montes de Oca. Sobre esto no tenía duda el exaltado caballero, y la ideal Soberana no desmerecía en su pensamiento por las malicias de Olózaga. Lo que agobió su ánimo valeroso fue que aquellas mentiras entraron fácilmente en los cerebros de todos los que le rodeaban, que el vecindario de Vitoria les dio fácil crédito, y las aceptó hasta con gozo, viendo en ellas el mejor pretexto para dar término rápido a la insurrección, y librarse de los desastres y apreturas de un sitio. Ya no podía Montes de Oca sostener la moral de la plaza, ni menos el entusiasmo, harto ficticio y ocasional, por la que fue Gobernadora, cayó de golpe desde la cumbre de la poesía política a una realidad miserable. Llegaba el momento de huir, exponiéndose a una muerte ignominiosa, la del pirata o bandido. Salió, pues, de la plaza, acompañado de Piquero y de los militares y paisanos comprometidos, sin más tropas que los miñones y algunas compañías de Borbón. Muy distante ¡ay!, se hallaba de la ocasión en que puso a precio la cabeza de Zurbano, nadie pensaba en traérsela, y en cambio, Rodil pregonaba la de Montes de Oca, ofreciendo por ella diez mil duros... Vamos, no era mal precio, dado el escaso valor que ordinariamente tenían en el mercado de nuestras guerras civiles las cabezas humanas, aun siendo de las mejor provistas de sólidos tornillos.
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Errores ortográficos comunes para agobió


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