Sinónimos de Sangrado

A continuación se muestran los Sinónimos de sangrado ordenados por sentidos. Si tienes duda sobre alguna palabra, puedes hacer clic sobre ella para conocer su significado.

Sinónimos de sangrado

Sangrado Como sustantivo.

1 En el sentido de Sangría

Ejemplo: yo le doy una sangría suelta.

Sinónimo de sangrado

Sangrado Como verbo, conjugación de sangrar, participio de sangrar.

1 En el sentido de Cortado

Ejemplo: El pobre joven se sentía delante de aquella hermosura más cortado que en la visita de más campanillas.

  • Cortado conjugación de cortar, participio de cortar, sustantivo masculino, adjetivo masculino, participio de cortar
  • Desaguado conjugación de desaguar, participio de desaguar, participio de desaguar, verbo transitivo, verbo intransitivo, verbo pronominal
  • Sajado conjugación de sajar, participio de sajar, participio de sajar, verbo transitivo

2 En el sentido de Robado

Ejemplo: ¿Quién la ha robado? ¡Ellos y solo ellos!.

  • Robado conjugación de robar, participio de robar, participio de robar
  • Escamoteado conjugación de escamotear, participio de escamotear, participio de escamotear, verbo transitivo
  • Hurtado conjugación de hurtar, participio de hurtar, participio de hurtar
  • Apandado conjugación de apandar, participio de apandar, participio de apandar, verbo transitivo

3 En el sentido de Sainado

Ejemplo: –Era una obsesión indestructible la suya, cimentada sabe Dios por quién, para no caer nunca. Muchos decían: Está loco Palomino. ¡Loco! ¿Puede acaso estar loco quien en circunstancias normales, cuida de su existencia en peligro? ¿Y puede estarlo quien, sufriendo los zarpazos del odio, aun con la complicidad misma de la justicia, precave aquel peligro y trata de pararlo con todas sus fuerzas exacerbadas de hombre que lo cree posible todo, por propia experiencia de dolor? ¡Loco! ¡No! ¡Demasiado cuerdo quizá! ¿Quién, con qué formidable persuasión, sobre cuáles incuestionables visos de posibilidad, habíale infundido tal idea? A pesar de haberme expuesto Palomino muchas veces los torvos alambres ocultos que, según él, podrían vibrar desde fuera hasta el hilo de su existencia, difícil me era ver claramente aquel peligro. Como usted no conoce a esos malvados,... refunfuñaba impertérrito Palomino. Yo, luego de argumentarle cuanto podía, me callaba. Me escriben de mi casa –díjome otro día– y vuelven a dármelo a entender, puede venir pronto mi indulto, y pagarían cualquier precio por evitar mi salida. Sí. Hoy más que nunca, el peligro está a mi lado, amigo mío... Y sus últimas palabras ahogáronle en desgarradores sollozos. La verdad es que, ante la constante desesperación de Palomino, llegué a sufrir, a veces, sobre todo en los últimos tiempos, repentinas y profundas crisis de duda, admitiendo la posibilidad de cualquiera alevosía, aun de la más negra para su vida, y llegué hasta a asegurárselo, a mi vez, a los demás amigos de la prisión, alegándoles, probándoles por medio de no sé qué insospechados aportes de peso decisivo, la sensatez con que razonaba Palomino. Más todavía. Hubo ocasiones en que ya no era duda lo que yo sentía, sino seguridad incontrovertible del peligro, y yo mismo salíale al encuentro con nuevas sospechas y vehementes advertencias de mi parte, sobre el horror de lo que podía sobrevenir, y esto lo hacía precisamente cuando él se hallaba tranquilo, en algún olvido visionario. Diríase, que entonces era en mí en quien se había metido el terror más adentro que en él mismo. Yo le quería mucho, es cierto, yo me interesaba intensamente por su situación, siempre de pie a la cabecera de su espanto, y de tácito modo le ayudaba a escudriñar los cárabos de su pesadilla, en fin, yo llegué por último, a registrar de hecho los bolsillos y los menores actos de numerosos compañeros y empleados del establecimiento, tanteando el escondido pelo de su tragedia inminente... todo esto es verdad. Pero también verá usted, por cuanto le refiero, que, a fuerza de interesarme tanto por Palomino, iba convirtiéndome en su propio torturador, en un verdadero verdugo suyo. ¡Tenga usted cuidador– le decía yo con agorera angustia. Palomino daba un salto, y trémulo volvíase a todos lados y quería huir sin saber por donde. Y ambos experimentábamos entonces, acerba, terrible desesperación, vallados por los muros de piedra, invulnerables, implacables, absolutos, eternos. Palomino, desde luego, no comía casi. Cómo iba a comer. No bebía. No hubiera respirado. En cada migaja veía latente el veneno mortal. En cada gota de agua. En cada adarme de la atmósfera. Su tenaz escrupulosidad sutilizada hasta la hiperestesia, le hacía parecer los más triviales movimientos ajenos, relacionados con los alimentos. Alguien, cierta mañana, comía a su lado, pan del bolsillo. Palomino vióle llevarse a los labios el mendrugo, y, tras una enérgica mueca de repulsa, escupió varias veces y fue a enjuagarse. ¡Tenga usted siempre cuidado! –le repetía yo cada día con más frecuencia. Dos, cuatro veces diarias este alerta resonaba entre ambos. Yo me desahogaba, sabiendo que de este modo, Palomino se cuidaría más y alejaríase mejor del peligro. Me parecía, en fin, que cuando yo no le había recordado mucho rato la fatídica inquietud, él podría acaso olvidarla y entonces ¡ay de él!... ¿Dónde estaba Palomino?... Pues, llevado por mi vigilante fraternidad, de un salto llegábame a él, y le susurraba al oído atropelladamente: ¡Tenga usted cuidado!... Así me tranquilizaba yo, pues podía estar cierto de que en algunas horas no le sucedería nada a mi amigo. Un día se lo repetí más a menudo que nunca. Palomino oíame, y, luego de la conmoción consiguiente, de seguro me lo agradecía en su pensamiento y en su corazón. Mas, tengo que volver a recordárselo a usted, por este camino traspasaba las lindes del amor y del bien por Palomino y me convertía en su principal tormento, en su propio verdugo. Yo me daba cuenta de este doble valor de mi conducta. Pero –me decía yo allá en mi conciencia– sea lo que fuere: irrevocable imperativo de mi alma, me ha investido de guardián suyo, de curador de su seguridad, y no volveré atrás por nada. Mi voz de alerta palpitaría siempre al lado suyo, en su noche de zozobra, como un despertador para el escudo y la defensa. Sí. Yo no volvería atrás, por nada. Una media noche, desperté sobresaltado, a consecuencia de haber sentido en mitad del sueño, un vivo espanto misterioso. Tal una válvula abierta de golpe, que me arrojara en todo el pecho un golpe de agua fresca. Desperté, poseído de gran alegría, de una alada alegría, cual si de pronto me hubiera abandonado un formidable peso agobiador, o hubiera saltado de mi cuello una horca, hecha pedazos. Era una alegría ciega, de no se por qué, y a tientas desperezábase y aleteaba en mi corazón, diáfana, pura. Desperté bien. Hice conciencia. Cesó mi alegría: había soñado que Palomino era envenenado. A la mañana siguiente, el sueño aquel me tenía sobrecogido, con crecientes palpitaciones de encrucijada: la muerte – la vida. Sentíame en realidad totalmente embargado por él. Ásperos vientos de enervante fiebre, corríanme el pulso, las sienes, el pecho. Debía yo demostrar aire de enfermo, sin duda, pues harto me pesaban las sienes, la cabeza y velaban mi ánima graves pesares. Por la tarde, a Palomino y a mí toconos trabajar juntos en la Imprenta. Como ahora, los aceros negros rebullían, chocaban cual reprochándose, rozábanse y se salvaban a las ganadas, giraban quizás locamente, con más velocidad que nunca. Durante toda la mañana y hasta la tarde, el sueño aquel acompañóme terco, irreductible. Mas, ignoro por qué, yo no lo rehuía. Lo sentía a mi lado, riendo y llorando alternativamente, enseñándome, sin son ni ton, una de sus manos, la siniestra, negra, blanca, bien blanquísima la otra, y ambas entrelazándose siempre con extraño isocronismo, en impecable, aterradora encrucijada, ¡la muerte –la vida! ¡la vida– la muerte! Durante todo el día también– y también ignoro por qué– ni una sola vez acudió a mis labios el velador alerta de antes. Absolutamente. Mi sueño anterior parecía sellar mi boca para no verter tal palabra, por su propia diestra albicante y luminosa, de una luminosidad azul, esfumada, sin bordes. De repente, Palomino murmuró a mis oídos, con contenida explosión de lástima e impotencia: Tengo sed. Inmediatamente, empujado por mi solícita hermandad de siempre para con él, apresté una escudilla de greda rojiza, y en ella fui a traerle a que bebiese. El agradeció enternecido, asiéndose del asa de la vasija, y sació su sed hasta que ya no pudo... Y al crepúsculo, cuando esta vida de punzantes cuidados hacíase más insoportable, cuando Palomino habíase agujereado ya toda la cabeza, a punta de zozobras, cuando febril amarillez de un amarillo de nuevo viejo, aplácabale el rostro desorbitado de inquietud, cuando hasta el médico mismo declarado había que aquel mártir no tenía nada más que debilidad, motivada por malestar del estómago, cuando estaba ya añicos ese uniforme sainado de excesiva, cediza agonía, cuando hasta Palomino había esbozado ¡oh armonía secreta de los cielos! a la vera de las arrugas de su propia frente, fugitiva sonrisa alta, que no alcanzó a saltar a las bajas mejillas, ni a la humana tristeza de sus hombros, y cuando, como hoy, llovía y había neblina por los libres espacios inalcanzables, y arreciaba por aquí abajo un premioso y hosco augurio sin causa... al crepúsculo, acercóse él y me dijo, a sangrantes astillas de voz: ¡Solís... Solís... Ya... ya me mataron!... Solís... Al verle ambas manos sosteniéndose el vientre y retorciéndose de dolor, sentí, antes que en el fondo de mi corazón, caerme el golpe, en sensación de fuego devorador y crepitante, dentro de mis propias vísceras integrales. Sus quejas, apenas articuladas, como no queriendo fuesen percibidas más que por mí solo, soplaban hacia mi interior, como avivadas lenguas de una llama mucho tiempo atrás contenida entre los dos, en forma de invisibles comprimidos. ¡De tan seguro modo, con tan viva certidumbre habíamos ambos por igual, esperado aquel desenlace! Mas, luego de sentir como si el áspid hubiérase colado por las venas de mi propio cuerpo, invadióme instantánea, súbita, misteriosa satisfacción ¡Misteriosa satisfacción! ¡Si señor!...

  • Sainado conjugación de sainar, participio de sainar, participio de sainar, verbo transitivo

4 En el sentido de Menstruado

  • Menstruado conjugación de menstruar, participio de menstruar, participio de menstruar, verbo intransitivo

5 En el sentido de Quitado

Ejemplo: ¡Ay, qué peso me has quitado de encima!.

  • Quitado conjugación de quitar, participio de quitar, adjetivo masculino, participio de quitar
  • Limpiado conjugación de limpiar, participio de limpiar, participio de limpiar, verbo transitivo, verbo pronominal
  • Soplado conjugación de soplar, participio de soplar, sustantivo masculino, adjetivo masculino, participio de soplar
  • Substraído conjugación de substraer, participio de substraer, participio de substraer

6 En el sentido de Abierto

Ejemplo: La casa de huéspedes es un libro abierto.

  • Abierto conjugación de abrir, participio de abrir, sustantivo masculino, adjetivo masculino, participio de abrir
  • Abusado conjugación de abusar, participio de abusar, adjetivo masculino, participio de abusar
  • Dolido conjugación de doler, participio de doler, sustantivo masculino, adjetivo masculino, participio de doler
  • Exprimido conjugación de exprimir, participio de exprimir, participio de exprimir, verbo transitivo
  • Destilado conjugación de destilar, participio de destilar, participio de destilar, verbo transitivo, verbo intransitivo
  • Desangrado conjugación de desangrar, participio de desangrar, participio de desangrar, verbo transitivo, verbo pronominal
  • Sisado conjugación de sisar, participio de sisar, participio de sisar, verbo transitivo
  • Escocido conjugación de escocer, participio de escocer, participio de escocer, verbo intransitivo, verbo pronominal
  • Gorroneado conjugación de gorronear, participio de gorronear, participio de gorronear, verbo intransitivo
  • Rapiñado conjugación de rapiñar, participio de rapiñar, participio de rapiñar, verbo transitivo
  • Rateado conjugación de ratear, participio de ratear, participio de ratear, verbo transitivo
  • Resinado conjugación de resinar, participio de resinar, participio de resinar, verbo transitivo
Sinónimo de sangrado

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba