Sinónimos de Acatadísimo

A continuación se muestran los Sinónimos de acatadísimo ordenados por sentidos. Si tienes duda sobre alguna palabra, puedes hacer clic sobre ella para conocer su significado.

Sinónimos de acatadísimo

Acatadísimo Como verbo, superlativo de acatado.

1 En el sentido de Advertidísimo

  • Advertidísimo superlativo de advertido, adjetivo superlativo masculino

2 En el sentido de Consideradísimo

  • Consideradísimo superlativo de considerado, adjetivo superlativo masculino
  • Celebradísimo superlativo de celebrado, adjetivo superlativo masculino
  • Admiradísimo superlativo de admirado, verbo transitivo, verbo pronominal, adjetivo masculino superlativo
  • Honradísimo superlativo de honrado, adjetivo superlativo masculino
  • Veneradísimo superlativo de venerado, verbo transitivo, adjetivo masculino superlativo

3 En el sentido de Resignadísimo

  • Resignadísimo superlativo de resignado, verbo transitivo, verbo pronominal, adjetivo masculino superlativo

4 En el sentido de Respetadísimo

Ejemplo: Durante el acto, inclinado sobre el antepecho o sobre el hombro del prójimo, con los ojos entornados, a fuer de dilettante cabal, me dejaba penetrar por el goce exquisito de la música, cuyas ondas me envolvían en una atmósfera encantada. Había óperas que eran para mí un continuo transporte: Hugonotes, Africana, Puritanos, Fausto, y cuando fue refinándose mi inteligencia musical, El Profeta, Roberto, Don Juan y Lohengrin. Digo que cuando se fue refinando mi inteligencia, porque en los primeros tiempos era yo un porro que disfrutaba de la música neciamente, a la buena de Dios, ignorando las sutiles e intrincadas razones en virtud de las cuales debía gustarme o disgustarme la ópera que estaba oyendo. Hasta confieso con rubor que empecé por encontrar sumamente agradables las partituras italianas, que preferí lo que se pega al oído, que fui admirador de Donizetti, amigo de Bellini, y aun me dejé cazar en las redes de Verdi. Pero no podía durar mucho mi insipiencia, en el paraíso me rodeaba de un claustro pleno de doctores que ponían cátedra gratis, pereciéndose por abrir los ojos y enseñar y convencer a todo bicho viviente. Mi rincón favorito y acostumbrado, hacia el extremo de la derecha, era, por casualidad, el más frecuentado de sabios, la facultad salmantina, digámoslo así, del paraíso. Allí se derramaba ciencia a borbotones y, al calor de las encarnizadas disputas, se desasnaban en seguida los novatos. Detrás de mí solía sentarse Magrujo, revistero de El Harpa -periódico semiclandestino-, cuyo suspirado y jamás cumplido ideal era una butaca de favor, para darse tono y lucir cierto frac picado de polilla y asaz anticuado de corte. A este Magrujo competía ilustrarnos acerca de si las «entradas» y «salidas» de los cantantes iban como Dios manda, y desempeñaba su cometido como un gerifalte, por más que una noche le pusieron en visible apuro preguntándole qué cosa era un semitono y en qué consistía el intríngulis de cantar sfogatto. A mi izquierda estaba Dóriga, un chico flaco, ayudante de una cátedra de Medicina, el cual tenía el raro mérito de no oír nunca a los cantantes, sino a la orquesta, y para eso, de no oírla en conjunto, sino a cada instrumento por su lado, de manera que, al caer el telón, nos tarareaba pianísimo, con entusiasmo loco, los compases, ¡morrocotudos! de los violines antes del aria del tenor, o las notas ¡de buten!, que tiene el corno inglés después del coro de sacerdotes, verbigracia. Un poco más lejos, silencioso y mamando el puño de su bastón, que era una esfera de níquel, veíamos a don Saturnino Armero, oráculo respetadísimo, ya porque sólo hablaba en contadas ocasiones y para resolver las disputas de mayor cuantía, ya porque era uno de esos maniáticos de arte que tienen la habilidad de meterse por el ojo de una aguja en casa de las eminencias más ariscas e inaccesibles, y ahí le tienen ustedes íntimo amigo de Arrieta, y de Sarasate, y de Gayarre y de Uetam y de Monasterio, y él sabía antes que nadie el tren por que llegaba la Patti a Madrid, y esperaba a la diva en el andén, y a él le confiaba la Reszké la cartera de viaje, para que hiciese el favor de llevársela hasta su domicilio, y él asistía a las conversaciones más privadas, siempre silencioso y mamando el puño del bastón, pero oyendo con toda su alma, sin pestañear siquiera, adquiriendo conocimientos profundos y erudición peregrina y datos siempre nuevos. Este mortal iniciado podía disfrutar butaca gratis, pues desde el empresario hasta el último tramoyista, todo el mundo era amigo de don Saturnino Armero, pero iba al paraíso por no mudarse camisa después de embaular el garbanzo.

  • Respetadísimo superlativo de respetado, verbo transitivo, adjetivo masculino superlativo
  • Cuidadísimo superlativo de cuidado, verbo transitivo, verbo intransitivo, verbo pronominal, adjetivo masculino superlativo

5 En el sentido de Satisfechísimo

Ejemplo: Cuando oyó el jeique estas palabras, declarose satisfechísimo, pero quiso interrogarla todavía.

6 En el sentido de Cumplidísimo

Ejemplo: Lequich, que tiene de español el rumbo caballeresco y de inglés la exquisita circunspección, echaba por la ventana su elegante y confortable Royal Hotel para obsequiar a otro caballero cumplidísimo, el Sr.

  • Cumplidísimo superlativo de cumplido, adjetivo superlativo masculino
  • Aceptadísimo superlativo de aceptado, verbo transitivo, adjetivo masculino superlativo
  • Reconocidísimo superlativo de reconocido, adjetivo superlativo masculino
Sinónimo de acatadísimo

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