I yo soy quien libre me vi, yo, quien pudiera olvidaros: yo soy el que, por amaros, estoy, desque os conocí, sin dios y sin vos y mí. Ii sin dios, porque en vos adoro: sin vos, pues no me queréis; pues sin mí, ya está de coro que vos sois quien me tenéis. Así que triste nací, pues que pudiera olvidaros yo soy el que por amaros estoy, desque os conocí, sin dios y sin vos y mí.
Estando triste, seguro, mi voluntad reposaba, cuando escalaron el muro do mi libertad estaba. A escala vista subieron vuestra beldad y mesura, y tan de recio hirieron, que vencieron mi cordura.
Luego, todos mis sentidos huyeron a lo más fuerte, mas iban ya mal heridos con sendas llagas de muerte; y mi libertad quedó en vuestro poder cautiva; mas gran placer hube yo desque supe que era viva.
Mis ojos fueron traidores, ellos fueron consintientes, ellos fueron causadores que entrasen aquestas gentes; que el atalaya tenían, y nunca dijeron nada de la batalla que vían, ni hicieron ahumada.
Después que hubieron entrado, aquestos escaladores abrieron el mi costado y entraron vuestros amores; y mi firmeza tomaron, y mi corazón prendieron, y mis sentidos robaron, y a mí sólo no quisieron.
FIN
¡Qué gran aleve hicieron mis ojos y qué traición: por una vista que os vieron, venderos mi corazón!
Pues traición tan conocida ya les placía hacer, vendieron mi triste vida y hubiera de ello placer; mas al mal que cometieron no tienen excusación: ¡Por una vista que os vieron, venderos mi corazón!
¡qué amador tan desdichado, que gané -en la gloria de amadores- el más alto y mejor grado, por la fe que tuve con mis amores! y así como lucifer se perdió por se pensar igualar con su señor, así me vine a perder por me querer igualar en amor con el amor.