Buscar Poemas con Yelmo


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra yelmo

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León Felipe

pie para el niño de vallecas, de velázquez

-- de León Felipe --

Bacía, yelmo, halo.
Este es el orden, sancho.
De aquí no se va nadie.
Mientras esta cabeza rota
del niño de vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Y es inútil,
inútil toda huida
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de mambrino
halo ya, no yelmo ni bacía
se acomode a las sienes de sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y sancho, y el niño de vallecas,
y el místico, y el suicida.

Poema pie para el niño de vallecas, de velázquez de León Felipe con fondo de libro

Alberti

ELEGÍA A GARCILASO

-- de Alberti --

... antes de tiempo y casi en flor cortada.

G.DE LA V.

Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.

Poema ELEGÍA A GARCILASO de Alberti con fondo de libro

Lope de Vega

La clara luz, en las estrellas puesta

-- de Lope de Vega --

La clara luz en las estrellas puesta
del fogoso León por alta parte
bañaba el sol, cuando Acidalia y Marte
en Chipre estaban una ardiente siesta.

La diosa por hacerle gusto y fiesta
la túnica y el velo deja aparte,
sus armas toma y de la selva parte,
del yelmo y plumas y el arnés compuesta.

Pasó por Grecia, y Palas viola en Tebas
y díjole: «Esta vez tendrá mi espada
mejores filos en tu blanco acero».

Venus le respondió: «Cuando te atrevas
verás cuanto mejor te vence armada
la que desnuda te venció primero».

Poema La clara luz, en las estrellas puesta de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: VIII

-- de Manuel del Palacio --

Le odié ministro y le admiré poeta;
Hoy que la unión le engancha en sus pendones,
Su lira, sus discursos, sus blasones
No valen para mí ni una peseta.

El yelmo de su escudo es ya veleta;
Huelen á memorial sus producciones,
Y á través de su alcurnia y sus doblones
Se descubre el amor á la chuleta.

Si respeto le tuve de polaco,
Hoy al mirarle vuelta la casaca
Me parece un solemne monicaco:

Y á pesar de sus cruces y su placa,
No le doy más altura que á un macaco
Ni más entendimiento que á una jaca.



Jorge Isaacs

Colombia

-- de Jorge Isaacs --

Colombia, que de América es el faro ...
Juan de Arona

En las noches azules de verano
Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
Huella no más de su divina planta!.

Raudales y torrentes abrillanta,
Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.

De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre
Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;

El mundo de Colón es tu horizonte
Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xlv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

En la clave del arco ruinoso
cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra de un cincel rudo campeaba
el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
la yedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo en que una mano
tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos:
y, “ése, me dijo, es el cabal emblema
de mi constante amor”.
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:
verdad que el corazón
lo llevará en la mano..., En cualquier parte....
Pero en el pecho, no.



Gutierre de Cetina

aquel nudo que ya debía ser suelto

-- de Gutierre de Cetina --

Después que pude ver claros mis daños,
llevándose tras sí los tristes años
en perpetua prisión me tiene envuelto.
¿Quién pensará jamás viendo tan vuelto,
tan mezclado un amor con mil engaños,
pudiera el corazón en tan extraños
lazos permanecer preso y revuelto?
mas si la voluntad de un firme amante
puede el tiempo mudar, si libre verme
puedo una vez de este enojoso nudo,
de aquel mismo valor, de aquel diamante
que es agora mi fe, pienso hacerme
a los ojos un yelmo, al alma escudo.



Marqués de Santillana

Menga de Manzanares

-- de Marqués de Santillana --

Por todos estos pinares
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.
Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso,
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".
Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.
Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".
Desque vi que non podía,
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía,
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad ii

-- de Claudio Rodríguez --

ii
yo me pregunto a veces si la noche
se cierra al mundo para abrirse o si algo
la abre tan de repente que nosotros
no llegamos a su alba, al alba al raso
que no desaparece porque nadie
la crea: ni la luna, ni el sol claro.
Mi tristeza tampoco llega a verla
tal como es, quedándose en los astros
cuando en ellos el día es manifiesto
y no revela que en la noche hay campos
de intensa amanecida apresurada
no en germen, en luz plena, en albos pájaros.
Algún vuelo estar quemando el aire,
no por ardiente sino por lejano.
Alguna limpidez de estrella bruñe
los pinos, bruñir mi cuerpo al cabo.
¿Qué puedo hacer sino seguir poniendo
la vida a mil lanzadas del espacio?
y es que en la noche hay siempre un fuego oculto,
un resplandor areo, un día vano
para nuestros sentidos, que gravitan
hacia arriba y no ven ni oyen abajo.
Como es la calma un yelmo para el río
así el dolor es brisa para el lamo.
Así yo estoy sintiendo que las sombras
abren su luz, la abren tanto,
que la mañana surge sin principio
ni fin, eterna ya desde el ocaso.



Rubén Darío

A Cervantes

-- de Rubén Darío --

HORAS de pesadumbre y de tristeza
Paso en mi soledad. Pero Cervantes
Es buen amigo. Endulza mis instantes
Ásperos, y reposa mi cabeza.

Él es la vida y la naturaleza;
Regala un yelmo de oro y de diamantes
A mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso y caballero
Parla como un arroyo cristalino.
Así le admiro y quiero.

Viendo cómo el destino
Hace que regocije al mundo entero
¡La tristeza inmortal de ser divino!



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