Buscar Poemas con Vértice


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra vértice

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Alfonsina Storni

Voluntad

-- de Alfonsina Storni --

Mariposa ebria,
la tarde,
giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos
de nubes blancas
hacia el vértice áspero
de tu boca
que se abría frente al mar.

Cielo y tierra
morían,
en la música verde de las aguas
que no conocían caminos.

Poema Voluntad de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonso Reyes

para un mordisco

-- de Alfonso Reyes --

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.
Así es que prefiriera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.
Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que stendhal.
Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)
se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de newton exhibe otras iguales.
Es muy de juan ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.
Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una primavera amarilla ,
con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de ulises.
¡Ulises yo, que apenas de caribdis a escila
de un vértice a un escollo saciaba la pupila!
porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,
y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.
Y se acabó la historia tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.

Poema para un mordisco de Alfonso Reyes con fondo de libro

Líber Falco

Paisaje y ruego

-- de Líber Falco --

Qué lindo allá en la colina
el arador y los bueyes.
Cielo y tierra: el horizonte
y el arador en el vértice.

¿Aras labrador en tierra
o abres surcos en el cielo?

Ara labrador en tierra.
Con reja de luna y bronce.
Ara labrador en tierra.
¡No olvides a tus hermanos!

Poema Paisaje y ruego de Líber Falco con fondo de libro

Pablo Neruda

poema 13 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 13
he ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.



Pedro Salinas

versos 2018 a 2046

-- de Pedro Salinas --

Versos 2018 a 2046
te busqué por la duda:
no te encontraba nunca.
Me fui a tu encuentro
por el dolor.
Tú no venías por allí.
Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
Por la angustia,
desgarradora, hiriéndome.
Tú no surgías nunca de la herida.
Y nadie me hizo señas
un jardín o tus labios,
con árboles, con besos;
nadie me dijo
por eso te perdí
que tú ibas por las últimas
terrazas de la risa,
del gozo, de lo cierto.
Que a ti se te encontraba
en las cimas del beso
sin duda y sin mañana.
En el vértice puro
de la alegría alta,
multiplicando júbilos
por júbilos, por risas,
por placeres.
Apuntando en el aire
las cifras fabulosas,
sin peso, de tu dicha.



Carlos Pellicer

recinto XVIII

-- de Carlos Pellicer --

vi
con cuánta luz camino
junto a la noche a fuego de los días.
Otros soles no dieron sino ocasos,
sino puertas sin dueño, soledades.
En ti está la destreza de mis actos
y la sabiduría de las voces
del buen nombrar; lo claro del acento
que nos conduce al vértice del ámbito
que gobierna las cosas.
Gracias a ti soy yo quien me descubre
a mi mismo, después de haber pasado
el serpentino límite que dios
puso a su gran izquierda. Sólo tú
has sabido decirme y escucharme.
Sólo tu voz es ave de la mía,
sólo en tu corazón hallé la gloria
de la batalla antigua.
¡Ten piedad
de nuestro amor y cuídalo, oh vida!



Ramón López Velarde

muerta

-- de Ramón López Velarde --

Muerta
por débil y pequeña,
oh flor de paraíso,
cabías en el vértice
del corazón en fiesta que te quiso.
Salíamos al campo
y tu cuerpo minúsculo
se destacaba airoso
en la grana y el oro del crepúsculo.
¡Oh noches enlunadas
oh provinciana orquesta,
oh, tu alma piadosa!
¡oh mi incansable corazón en fiesta!
y una noche moriste
con la paz de un lamento
que se va con la brisa
al brocado ideal del firmamento.
Se derramó tu espíritu
cual vaso de ambrosía,
y en tu mano difunta
puso mi amor una azucena pía.
Sorda estás para siempre,
el recuerdo me abrasa
y al tocar en la puerta
turba el ruido el silencio de la casa.
¡Oh ilusión fallecida
en abril! ¡oh alma presta
a todos los ensueños
del incansable corazón en fiesta!



Ramón López Velarde

Huerta

-- de Ramón López Velarde --

Por débil y pequeña,
oh flor de paraíso,
cabías en el vértice
del corazón en fiesta que te quiso.

Salíamos al campo
y tu cuerpo minúsculo
se destacaba airoso
en la grana y el oro del crepúsculo.

¡Oh noches enlunadas
oh provinciana orquesta,
oh tu alma piadosa!
¡Oh mi incansable corazón en fiesta!

Y una noche moriste
con la paz de un lamento
que se va con la brisa
al brocado ideal del firmamento.

Se derramó tu espíritu
cual vaso de ambrosía,
y en tu mano difunta
puso mi amor una azucena pía.

Sorda estás para siempre,
el recuerdo me abrasa
y al tocar en la puerta
turba el ruido el silencio de la casa.

¡Oh ilusión fallecida
en abril! ¡Oh alma presta
a todos los ensueños
del incansable corazón en fiesta!



Ramón López Velarde

La saltapared

-- de Ramón López Velarde --

Volando del vértice
del mal y del bien,
es independiente
la saltapared.

Y su principado,
la ermita que fue
granero después.

Sobre los tableros
de la ruina fiel
la saltapared
juega su ajedrez,
sin tumbar la reina,
sin tumbar al rey...

Ave matemática
nivelada es
como una ruleta
que baja y que sube
feliz, a cordel.

Su voz vergonzante
llora la doblez
con que el mercader
se llevó al canario
y al gorrión también
a la plaza pública,
a sacar la suerte
del señor burgués.

Del tejado bebe
agua olvidadiza
de los aguaceros,
porque transparente
su cuerpo albañil
gratuito nivel.

Y al ángel que quiere
reconstruir la ermita
del eterno Rey
sirve de plomada
la saltapared.



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