Buscar Poemas con Voz


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 81 poemas con la palabra voz

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Hérib Campos Cervera

pequeña letanía en voz baja

-- de Hérib Campos Cervera --

Baja para el recuerdo de roque molinari
laurin.-Donde estuviere. Elegiré una piedra.Y un
árbol. Y una nube.Y gritaré tu nombrehasta que el aire
ciego que te llevame escuche.(En voz baja). Golpearé la
pequeña ventana del rocío;extenderé un cordaje de cáñamo y
resinas;levantaré tu lino marinerohasta el viento primero de tu
signo,para que el mar te nombre(en voz baja). Te lloran:
cuatro pájaros;un agobio de niños y de títeres;los jazmines nocturnos de
un patio paraguayo.Y una guitarra coplera.(En voz baja). Te
llaman:todo lo que es humilde bajo el cielo;la inocencia de un pedazo de
pan;el puñado de sal que se derrama sobre el mantel de un pobre;la
mirada sumisa de un caballo,y un perro abandonado.Y una carta.(En
voz baja). Yo también te he llamado,en mi noche de altura y de
azahares.(En voz baja). Sólo tu soledad de ahora y
siemprete llamará, en la noche y en el día.En voz alta.

Poema pequeña letanía en voz baja de Hérib Campos Cervera con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto lii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto lii
cantas y a sol y a cielo con tu canto
tu voz desgrana el cereal del día,
hablan los pinos con su lengua verde:
trinan todas las aves del invierno.
El mar llena sus sótanos de pasos,
de campanas, cadenas y gemidos,
tintinean metales y utensilios,
suenan las ruedas de la caravana.
Pero sólo tu voz escucho y sube
tu voz con vuelo y precisión de flecha,
baja tu voz con gravedad de lluvia,
tu voz esparce altísimas espadas,
vuelve tu voz cargada de violetas
y luego me acompaña por el cielo.

Poema soneto lii cien sonetos de amor (1959) mediodía de Pablo Neruda con fondo de libro

Ricardo Jaimes Freyre

siempre

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

¡tú no sabes cuánto sufro! ¡tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor.
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor...
¡Tú no sabes cuánto sufro! cómo aumenta mi martirio,
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! el fondo obscuro de la noche del olvido
donde guardan los cipreses el sepulcro del dolor.
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...

Poema siempre de Ricardo Jaimes Freyre con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

continuidad viii

-- de Jaime Torres Bodet --

Voz interior, palabra presentida
que, con promesas tácitas, resume
como en la gota última, el perfume
en su paciente formación, la vida.
Voz en ajenos labios no aprendida
¡ni siquiera en los tuyos! ; voz que asume
la realidad del alba estremecida
que alcanzaré cuando de ti me exhume.
Voz de perdón, en la que al fin despunta
esa bondad que me entregaste entera
y que yo, a trechos, voy reconquistando;
voz que afirma tan bien lo que pregunta
y que será la mía verdadera
aunque no sé decir cómo ni cuándo...



Jaime Torres Bodet

continuidad vii

-- de Jaime Torres Bodet --

Y sin embargo, entre la noche inmensa
con que me ciñe el luto en que te imploro,
aflora ya una luz en cuyo azoro
una ilusión de aurora se condensa.
No es el olvido. Es una paz más tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo -tal vez- como una voz que piensa
y que se aísla en la unidad de un coro.
Y esa voz es mi voz. No la que oíste,
viva, cuando te hablé, ni la que al fino
metal del eco ajustará en su engaste,
sino la voz de un ser que aún no existe
y al que habré de llegar por el camino
que con morir tan sólo me enseñaste.



A Jesús

-- de Vicenta Castro Cambón --

SEÑOR, aquel día llamaste a mi puerta;
descanso pedías con tierno clamor...
Había en mi casa un asiento vacío...
Mas, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Sefior, y aquel día venías hambriento...
Sediento venías; mas aunque licor
había en mi mesa y manjares había,
yo, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Señor, y aquel día venías herido...
Herido de pena ¡de pena de amor!
Buscabas un alma. Yo un alma tenía...
Mas, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Señor, y te fuiste por esos caminos...!
Señor, tus caminos se llaman Dolor.
¡Mírame en tu busca por esos caminos!
Señor, ¡Tú comprendes... Escucha mi voz!



Medardo Ángel Silva

Voces

-- de Medardo Ángel Silva --

Cuando retornas, divina Primavera,
solloza el alma presa en su dolor cobarde...
Y una voz fresca y pura dice en mi oído: ¡Espera!
Y una voz melancólica grita en mi pecho: ¡Es tarde!...

En piélagos de duda boga mi pensamiento.
¿Y qué hallaré —suspira— tras la dura jornada?
De la voz fresca y pura no percibo el acento
y la voz melancólica grita en mi pecho: ¡Nada!



Miguel Hernández

9

-- de Miguel Hernández --

9
fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera.
Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
miera, mi voz para la tuya miera.
Zarza es tu mano si la tiento, zarza,
ola tu cuerpo si la alcanzo, ola,
cerca una vez pero un millar no cerca.
Garza es mi pena, esbelta y triste garza,
sola como un suspiro y un ay, sola,
terca en su error y en su desgracia terca.



Federico García Lorca

el poeta habla por teléfono con el amor

-- de Federico García Lorca --

Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.
Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.
Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!
regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



José Joaquín de Olmedo

Oración de la infancia

-- de José Joaquín de Olmedo --

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.

Tú mandaste a tu sol que disipara
las sombras de la noche, y obediente
por la inflamada esfera
emprende su magnífica carrera.

Vida, belleza, acción, todos los seres
recobran ya; la tierra se engalana
de flores, y presenta
una nueva creación cada mañana.

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.

El sol llena los cielos,
y del trono gobierna
los astros que su marcha
siguen cumpliendo con su ley eterna.

Así también, oh Dios, pues el Sol eres
verdadero del mundo, ocupa, enciende
todos los corazones,
y dirige a tu ley nuestras acciones.

Si te es grata la voz de la inocencia,
escúchanos, Señor, bajo tus alas
pon a los que te adoran
y tu luz, tu piedad, tu gracia imploran.

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.



Blas de Otero

en castellano en castellano (1959)

-- de Blas de Otero --

Aquí tenéis mi voz
alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz apedreando las puertas de la muerte
con cantos que son duras verdades como puños.
Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
hermosa como un viaje alrededor del mundo.
Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.
Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.



Amado Nervo

perlas negras viii

-- de Amado Nervo --

Al oír tu dulce acento
me subyuga la emoción,
y en un mudo arrobamiento
se arrodilla el pensamiento
y palpita el corazón...
Al oír tu dulce acento.
Canta, virgen, yo lo imploro;
que tu voz angelical
semeja el rumor sonoro
de leve lluvia de oro
sobre campo de cristal.
Canta, virgen, yo lo imploro:
es de alondra tu garganta,
¡canta!
¡qué vagas melancolías
hay en tu voz! bien se ve
que son amargos tus días.
Huyeron las alegrías,
tu corazón presa fue
de vagas melancolías.
¡Por piedad! ¡no cantes ya,
que tu voz al alma hiere!
nuestro amor, ¿en dónde está?
ya se fue... Todo se va...
Ya murió... Todo se muere...
Por piedad, no cantes ya,
que la pena me avasalla...
¡Calla!



Manuel del Cabral

camina

-- de Manuel del Cabral --

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.

-Lo sé.

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.

Y vuelve la voz y dice:
-jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.

-Lo sé.

Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:

-murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?

-que haga pronto el hoyo usted.

Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...

Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...



Manuel del Cabral

donde la voz parece más del árbol

-- de Manuel del Cabral --

Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...

Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.

Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.



Pedro Salinas

la voz a ti debida - si me llamaras, sí

-- de Pedro Salinas --

¡si me llamaras, sí;
si me llamaras!
lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «no te vayas».



José María Hinojosa

mi alegría

-- de José María Hinojosa --

Vino a mí en espiral,
con vuelo de mañana,
su voz hecha sonrisa
de lucero del alba.
Mi sangre baña el río
en aleteo de agallas;
queda el cuerpo sin sangre
y oye la voz del alba.
Está mi cuerpo frío
ya tendido en la playa,
y huyendo de la luz
desaparece el alba.
Su voz hecha sonrisa
vino a mí en espiral;
mi gesto sin aristas
fue a ella en espiral.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Primera voz
las ondas tienen vaga armonía,
las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo algo mejor:
¡yo tengo amor!
segunda voz
aura de aplausos, nube rabiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡Dulce embriaguez
la gloria es!
tercera voz
ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad,
todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la libertad!
así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción,
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
¿Te embarcas? , gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo
la ropa en la playa tendida a secar.



Hérib Campos Cervera

soledad sin recuerdo

-- de Hérib Campos Cervera --

Fuga ¡oh, voz de nube!¡oh, terciopelo!¿cómo nombrar tu
música de musgosin disipar las brumas que te velan? viene la
voz entre un aroma urgentede jazmines de luna y se derramasobre el
camino ciego de la noche. Baja por escaleras de tristeza,para
perderse entre remotos pinosy aliviarse de penas en los durosespejos de
la nieve desolada. Deja en el aire en llamas su cariciay al
recorrer los círculos del viento,un caracol incierto la recogey la
devuelve, al fin, yacente y pálida,muerta sobre un paisaje de
silencio. ¡Y no saber cómo nombrarte,para que vuelvas a llorar,
subiendolos senderos de luna y de jazmines!¡oh, voz de nube!¡oh,
inasible perfil de ausencia y lágrimas:verte moriry no saber cómo
nombrarte!¡oh, terciopelo!



Sor Juana Inés de la Cruz

Letras para cantar

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Hirió blandamente el aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los ecos
Por boca de las heridas.

De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.

Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el Móvil,
El Sol ser estrella fija.

Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.

Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la hermosura,
O en los ojos la armonía.

Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.

Quién podrá vivir seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.

El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida.



Teófilo V. Méndez Ramos

La voz del dolor

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Yo no sé lo que busco; mis anhelos son vagos,
descontento de todo cuanto existe en la vida,
pretendo hallar en vano la forma de los lagos;

Y sentir como sienten casi todos los hombres,
y pensar cómo piensan los que llámanse cuerdos,
para de esta manera sepultar los recuerdos,
no tejer esperanzas y olvidar dulces nombres.

Y el dolor, viejo hermano, me habla quedo al oído
con la voz de la noche, que es la voz del Arcano
interrogando al hombre de lo desconocido.

Familiar y sencillo su lenguaje es cauterio
para el mal de mi vida... Como es bueno mi hermano,
creo en todo lo que habla del país del misterio.



Vicente Huidobro

la vida es sueño

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
las princesas posan de rama en rama
como la sangre de los enanos
que cae igual que todas sobre las hojas
cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
son gemelas de voz dolorida
son la sangre de las princesas
y los ojos de rama en rama
que caen igual que los astros viejos
con las alas rotas como corbatas

la sangre cae de rama en rama
de ojo en ojo y de voz en voz
la sangre cae como corbatas
no puede huir saltando como los enanos
cuando las princesas pasan
hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
como los ojos de las olas
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
como la sangre
que quiere hablar.



Vicente Huidobro

La vida es sueño (Huidobro)

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida
Son la sangre de las princesas
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas

La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar.



Marilina Rébora

el muñeco

-- de Marilina Rébora --

El muñeco
¡madre!, clama en voz queda mi ferviente mensaje;
¡madre, mi madre, acude porque te necesito!
la voz, primero tierna, va haciéndose salvaje:
si al comenzar fue ruego, termina siendo grito.
Todo ansias de amor el son de mi lenguaje,
salvando las alturas en pos del infinito,
desesperante, alcanza, tras impetuoso viaje,
acento de mandato para aquel ser bendito.
Sólo que a su momento la voz se pierde en eco;
el sonido se expande con angustia de ausencia,
y recuerdo, de pronto, el ¡mamá! del muñeco.
Yo también lo repito, como él lo repetía,
y me siento el muñeco de trágica presencia
ya que nadie responde, mi dulce madre mía.



Evaristo Carriego

La dulce voz que oímos todos los días

-- de Evaristo Carriego --

¡Tienes una voz tan dulce!...
Yo no sé por qué será:
te oímos y nos dan muchas
ganas de quererte más.
Tienes una voz tan dulce
y una manera de hablar,
que aunque a veces tú también
estés triste de verdad
haces reir a abuelita
cuando ella quiere llorar.
¡Y ninguno sabe en donde
encuentras tanta bondad
para poder decir unas
cosas que nos gustan más! — ...
¡Si vieras como nos gusta!
No te habrás de imaginar
lo mucho que sufriremos



Francisco Sosa Escalante

Tu voz

-- de Francisco Sosa Escalante --

Más dulce que la brisa que suspira
Al posarse en el cáliz de las flores,
Más grata que del prado los rumores
Cuando la luz en occidente espira;

Más tierna que los ecos de la lira
Con que cantan su amor los trovadores,
Melodiosa cual de tiernos ruiseñores
La triste queja que el amor inspira.

Llegó á mí tu voz; profunda pena
Mi desgraciado corazón sentía
Y el alma estaba de amargura llena.

De tu voz á la célica armonía
Volvió mi vida á trascurrir serena
"Como otros tiempos, cuando Dios quería."



Carlos Pellicer

recinto XV

-- de Carlos Pellicer --

x
ya nada tengo yo que sea mío:
mi voz y mi silencio son ya tuyos
y los dones sutiles y la gloria
de la resurrección de la ceniza
por las derrotas de otros días.
La nube
que me das en el agua de tu mano
es la sed que he deseado en todo estío,
la abrasadora desnudez de junio,
el sueño que dejaba pensativas
mis manos en la frente
del horizonte... Gracias por los cielos
de indiferencia y tierras de amargura
que tanto y mucho fueron. Gracias por
las desesperaciones, soledades.
Ahora me gobiernas por las manos
que saben oprimir las claras mías.
Por la voz que me nombra con el nombre
sin nombre... Por las ávidas miradas
que el inefable modo sólo tienen.
Al fin tengo tu voz por el acento
de saber responder a quien me llama
y me dice tu nombre
mientras en los pinares se oye el viento
y el sol quiere ser negro entre las ramas.



Carolina Coronado

improvisada en el liceo de madrid

-- de Carolina Coronado --

Del íntimo del alma agradecida
una voz exhalar sólo quisiera,
una voz tan profunda y tan sentida,
que cual yo me conmuevo, os conmoviera;
pero a bondad tan dulce sorprendida,
yo no puedo cantar por más que quiera;
y temblando y confusa en este instante
no encuentro ni una voz, ni un consonante.



Ramón María del Valle Inclán

rosa panida

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡cómo me hablaste en las rosas
cuando rosas segó mi hoz,
voz de las cosas,
lejana voz!

¡cuántas victorias me contaste,
con cuántas divinas batallas
mi alma alumbraste,
voz que callas!

¡cómo encendiste mis deseos,
cómo me hablaste del placer
con tus trofeos
de mujer!

¡verso dorado y pitagórico
como el verso que dice el mar!
¡verso eufórico!
¡verso solar!

¡rosa! ¡divina flor del rito
de amar, cantar y adormecer!
¡amor en grito!
¡boca de mujer!

flor tu enigma reminiscente
pasa el recuerdo venusino
del beso ardiente
como el vino.

Rosa ungida, ¿por qué no exuda
la carne que amamos, tu olor,
cuando es desnuda
para el amor?



Roberto Juarroz

desbautizar el mundo

-- de Roberto Juarroz --

Desbautizar el mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.
El mundo es un llamado desnudo,
una voz y no un nombre,
una voz con su propio eco a cuestas.
Y la palabra del hombre es una parte de esa voz,
no una señal con el dedo,
ni un rótulo de archivo,
ni un perfil de diccionario,
ni una cédula de identidad sonora,
ni un banderín indicativo
de la topografía del abismo.
El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor: crear presencia.
El oficio de la palabra
es la posibilidad de que el mundo diga al mundo,
la posibilidad de que el mundo diga al hombre.
La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.



Alejandro Tapia y Rivera

El ángel del amor

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Dios hizo el mundo; con su voz divina
del caos lo sacó,
y admirando su obra peregrina
se dice que la amó.

Su grandioso querer cumplido estaba
magnífico, inmortal;
pero amante, colmar aun le faltaba
su afecto celestial.

Y ante el dulce mirar de su ternura
la esfera se extasió,
y el ángel de la luz y la hermosura
en luna se trocó.

Y el grato aroma de su noble aliento
lanzó sobre el Abril,
y el ángel del perfume en el momento
fue rosa del pensil.

Y emanando su labio regalado
al ángel de la miel,
fue emblema de su néctar delicado
la dulce abeja fiel.

Y formó de su voz la simpatía,
un eco seductor,
y el ángel de la plácida armonía
trocose en ruiseñor.

Empero deseaba el Dios potente
formar un nuevo ser;
y un ángel de su Edén trajo clemente
y fuiste tú, mujer.

Y te ornó con diadema de hermosura,
te alzó como deidad;
dio a tus ojos mil perlas de ternura,
de gozo y de piedad.

Y emblema, oh Celia, del amor divino
te quiso el Hacedor
consagrar al benéfico destino
del ángel del amor.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Amado Nervo

poetas místicos

-- de Amado Nervo --

Para jesús e. Valenzuela.
Bardos de frente sombría
y de perfil desprendido
de alguna vieja medalla;
los de la gran señoría,
los de mirar distraído,
los de la voz que avasalla.
Teólogos graves e intensos,
vasos de amor desprovistos,
vasos henchidos de penas;
los de los ojos inmensos,
los de las caras de cristos,
los de las grandes melenas:
mi musa, la virgen fría
que vuela en pos del olvido,
tan sólo embelesos halla
en vuestra gran señoría,
vuestro mirar distraído
y vuestra voz que avasalla.
Mi alma que os busca entrevistos
tras de los leves inciensos,
bajo las naves serenas,
ama esas caras de cristos,
ama esos ojos inmensos
ama esas grandes melenas.



Amado Nervo

¡está bien!

-- de Amado Nervo --

Porque contemplo aún albas radiosas
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
en que tiembla el lucero de belén,
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
gracias, ¡está bien!
porque en las tardes, con sutil desmayo,
piadosamente besa el sol mi sien,
y aun la transfigura con su rayo:
gracias, ¡está bien!
porque en las noches una voz me nombra
voz de quien yo me sél), y hay un edén
escondido en los pliegues de mi sombra:
gracias, ¡está bien!
porque hasta el mal en mí don es del cielo,
pues que, al minarme va, con rudo celo,
desmoronando mi prisión también;
porque se acerca ya mi primer vuelo:
gracias, ¡está bien!



Amado Nervo

buscando

-- de Amado Nervo --

Entre el dudoso cortejo
de sombras, peregrinando
voy una sombra buscando.
En el místico reflejo
de la noche constelada
quiero hallar una mirada.
Asir anhela mi oído
una voz que se ha extingido
entre los ecos lejanos.
Al pasar por un jardín
finge el roce de un jazmín
la caricia de sus manos.
¡Oh sombra, mirada, voz,
manos!; el vórtice atroz
de la eternidad callada
os sorbió. ¡Triste de mí,
que no tengo nada, nada;
que ya todo lo perdí!



Amado Nervo

Increpación

-- de Amado Nervo --

Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...

En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!

Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...

Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.



Góngora

Tras la bermeja Aurora el Sol dorado

-- de Góngora --

Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
por las puertas salía, del oriente,
ella de flores la rosada frente,
él de encendidos rayos coronado;

sembraban su contento o su cuidado,
cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,
las tiernas aves con la luz presente,
en el fresco aire y en el verde prado,

cuando salió, bastante a dar, Leonora,
cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
cantando de su rico albergue, y luego,

ni oí las aves más, ni vi la Aurora,
porque al salir, o todo quedó en calma,
o yo, que es lo más cierto, sordo y ciego.



Luis Lloréns Torres

parió la luna

-- de Luis Lloréns Torres --

Altamar del mar caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:

-¡marineros! ¡a cubierta!

es el aullido del lobo
capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
su novia la luna nueva.

Y todos yen el lucero
que en el azul va tras ella:
ven el corderito blanco
detrás de la blanca oveja.

El piloto de la nave,
que a la baranda se acerca,
al ver el mar, todo espuma,
canta con voz de poeta:

-en sus azules hamacas
mece el mar sus azucenas.
Y entredice el sobrecargo:

-es que las marinas yeguas
van al escape y sus crines
se vuelven sartas de perlas.

Y otra vez aúlla el lobo
capitán de la goleta:

-no son espumas de olas,
ni albas crines, ni azucenas:
es que en el mar cae la leche
del pecho que saca afuera,
porque ha parido un lucero,
mi novia la luna nueva.



Líber Falco

Recuerdo (Falco)

-- de Líber Falco --

Aquellos árboles
hacia el poniente
en fila navegando
y una voz de mujer, de tarde desmayada,
una voz que me llama,
están llamando.

Un cerco de cinacinas,
una paloma muerta en el camino
y una risa que ría,
están llorando.

Oh paisaje viajero,
hacia el poniente huyendo,
me navegas la sangre
que te he dado.



Manuel de Zequeira

El motivo de mis versos

-- de Manuel de Zequeira --

Canta el forzado en su fatal tormento,
y al son del remo el marinero canta,
cantando, al sueño el pecador espanta,
y el cautivo cantando está contento:

al artesano en su entretenimiento
le divierte la voz de su garganta;
canta el herrero que el metal quebranta,
y canta el desvalido macilento.

El más infortunado entre sus penas
con la armónica voz mitiga el llanto,
y el peso de sus bárbaras caderas;

pues si el dulce cantar consuela tanto
al mísero mortal en sus faenas,
yo por burlar mis desventuras canto.



Manuel del Cabral

hombre y perro

-- de Manuel del Cabral --

Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.

Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.

Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.

Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.

Mira que soy hombre, pero ..,
Con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.

Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?

Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.

¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡estoy flaco porque tengo
gorda la voz!



Manuel del Cabral

¿a quién viene a ver usted

-- de Manuel del Cabral --

Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
Y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿para qué?

aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿No ve el hambre?
¿no la ve?

tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?



Manuel del Cabral

aire durando

-- de Manuel del Cabral --

¿quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿Por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?

¿quién ha matado estas manos?
¡no cabe en la muerte un hombre!

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

hay muertos como raíces
que hundidas... Dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..



Ignacio María de Acosta

Hay una alondra

-- de Ignacio María de Acosta --

Hay una Alondra en nuestro hermoso valle
que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
al coro manda volador que calle.

Y calla, y se suspende el escuchalle...
Que de la Alondra al divinal concento
plega sus alas de placer el viento,
y no hay ave ni flor que no avasalle.

Triunfante su expresión desde su nido
el valle todo con su voz encanta,
y está el amor ante sus pies rendido.

Nada turba el trinar de su garganta,
y si suena en el bosque algún gemido
es de la voz del cazador que canta.



Jaime Torres Bodet

continuidad ii

-- de Jaime Torres Bodet --

Me toco... Y eres tú. Palpo en mi frente
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca,
es tu palabra aún la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
Me toco... Y eres tú la que me toca.
Es tu memoria en mí la que te siente;
ella quien, con mis lágrimas, te evoca;
tú la que sobrevives; yo, el ausente.
Me toco... Y eres tú. Es tu esqueleto
que yergue todavía el tiempo vano
de una presencia que parece mía.
Y nada queda en mí sino el secreto
de este inmóvil crepúsculo inhumano
que al par augura y desintegra el día.



Jaime Torres Bodet

música

-- de Jaime Torres Bodet --

Amanecía tu voz
tan perezosa, tan blanda,
como si el día anterior
hubiera
llovido sobre tu alma...
Era, primero, un temblor
confuso del corazón,
una duda de poner
sobre los hielos del agua
el pie
desnudo de la palabra.
Después,
iba quedando la flor
de la emoción, enredada
a los hilos de la voz
con esos garfios de escarcha
que el sol
desfleca en cintillos de agua.
Y se apagaba y se iba
poniendo blanca,
hasta dejar traslucir,
como la luna del alba,
la luz
tierna de la madrugada.
Y se apagaba y se iba,
¡ay! haciendo tan delgada
como la espuma de plata
de la playa,
como la espuma de plata
que deja ver, en la arena,
la forma de una pisada.



Jaime Torres Bodet

voz

-- de Jaime Torres Bodet --

Tú me llamaste al íntimo rebaño
única voz que manda cuando implora
mientras la burla despreciaba el daño
y florecía, en el cardal, la aurora.
Era la intacta juventud del año.
Principiaban el mes, el día, la hora...
Y el corazón, intrépido y huraño,
te oía sin creerte, como ahora.
Ay, porque desde entonces ya disperso
sobre la vanidad del universo,
a cada paso, infiel, te abandonaba
y con cada promesa te mentía
y con cada recuerdo te olvidaba
¡y con cada victoria te perdía!



César Vallejo

¡de puro calor tengo frío

-- de César Vallejo --

¡de puro calor tengo frío,
hermana envidia!
lamen mi sombra leones
y el ratón me muerde el nombre,
¡madre alma mía!
¡al borde del fondo voy,
cuñado vicio!
la oruga tañe su voz,
y la voz tañe su oruga,
¡padre cuerpo mío!
¡está de frente mi amor,
nieta paloma!
de rodillas, mi terror
y de cabeza, mi angustia,
¡madre alma mía!
hasta que un día sin dos,
esposa tumba,
mi último hierro dé el son
de una víbora que duerme,
¡padre cuerpo mío!



Diego de Torres Villarroel

a antonia mejía célebre cómica y cantora, apludida en malas coplas de ruines poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

De esos sucios poetas malandrines
que con puercos y rudos jeringones
tiran agua de charcos y pilones
en vez de agua de rosas y jazmines.
Antonia mía no te determines
a escuchar los conceptos garañones
porque se comparan en las funciones
como perros de falda los mastines.
Tu voz han confundido con su bulla
siendo tú la más blanda trompetilla
que de apolo en el órgano se halla.
Siendo tu voz la que el sentido arrulla
la más suave y dulce mantequilla
con que si llora amor venus le acalla.



Ernesto Noboa y Caamaño

Vox Clamans

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

Oigo en la sombra, a veces, una voz que me advierte:
Poeta, entre tus ruinas, yérguete vencedor:
deja la flauta débil de tu canción inerte,
y alza el himno a la vida, al orgullo, al vigor.

Acalla tu secreto, sé fuerte con la muerte,
Y oigo otra voz que clama: fuerte como el amor.
(En mi conciencia íntima no sé cuál es más fuerte,
si el gesto de la vida o el gesto destructor).

De súbito, en tumulto, cual luminosas teas,
en el cerebro atónito se encienden las ideas,
mas, cuando de su foco, como de ardiente pira,

va a levantar las notas del vigoroso canto,
como una flauta débil el corazón suspira;
y la canción se trueca por un raudal de llanto.



Fray Diego González

A un orador contrahecho, zazoso y satírico

-- de Fray Diego González --

Botijo con bonete clerical,
que viertes la doctrina a borbollón,
falto de voz, de efectos, de emoción,
lleno de furia, ardor y odio fatal;

la cólera y despique por igual
dividen en dos partes tu sermón,
que, por tosco, punzante y sin razón,
debieras predicárselo a un zarzal.

¿Qué prendas de orador en ti se ven?
Zazoso acento, gesto pastoril,
el metal de la voz cual de sartén,

tono uniforme cual de tamboril.
Para orador te faltan más de cien;
para arador te sobran más de mil.



Manuel José Othón

angelus domini

-- de Manuel José Othón --

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

Ii

ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.

Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.



Pablo Neruda

poema 6 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 6
te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.



Pablo Neruda

las vidas

-- de Pablo Neruda --

Las vidas
ay qué incómoda a veces
te siento
conmigo, vencedor entre los hombres!
porque no sabes
que conmigo vencieron
miles de rostros que no puedes ver,
miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
que no soy,
que no existo,
que sólo soy la frente de los que van conmigo,
que soy más fuerte
porque llevo en mí
no mi pequeña vida
sino todas las vidas,
y ando seguro hacia delante
porque tengo mil ojos,
golpeo con peso de piedra
porque tengo mil manos
y mi voz se oye en las orillas
de todas las tierras
porque es la voz de todos
los que no hablaron,
de los que no cantaron
y cantan hoy con esta boca
que a ti te besa.



Pablo Neruda

la muerta

-- de Pablo Neruda --

Si de pronto no existes,
si de pronto no vives,
yo seguiré viviendo.
No me atrevo,
no me atrevo a escribirlo,
si te mueres.
Yo seguiré viviendo.
Porque donde no tiene voz un hombre
allí, mi voz.
Donde los negros sean apaleados,
yo no puedo estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos
entraré yo con ellos.
Cuando la victoria,
no mi victoria,
sino la gran victoria
llegue,
aunque esté mudo debo hablar:
yo la veré llegar aunque esté ciego.
No, perdóname.
Si tú no vives,
si tú, querida, amor mío,
si tú
te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho,
lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón,
andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero
seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas
indomable,
y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
sino todos los hombres.



Pablo Neruda

grita

-- de Pablo Neruda --

Amor, llegado que hayas a mi fuente lejana,
cuida de no morderme con tu voz de ilusión:
que mi dolor oscuro no se muera en tus alas,
que en tu garganta de oro no se ahogue mi voz.
Amor llegado que hayas
a mi fuente lejana,
sé turbión que desuella,
sé rompiente que clava.
Amor, deshace el ritmo
de mis aguas tranquilas:
sabe ser el dolor que retiembla y que sufre,
sábeme ser la angustia que se retuerce y grita.
No me des el olvido.
No me des la ilusión.
Porque todas las hojas que a la tierra han caído
me tienen amarillo de oro el corazón.
Amor llegado que hayas
a mi fuente lejana,
tuérceme las vertientes,
críspame las entrañas.
Y así una tarde amor de manos crueles,
arrodillado, te daré las gracias.



Pablo Neruda

soneto xcix cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Otros días vendrán, será entendido
el silencio de plantas y planetas
y cuántas cosas puras pasarán!
tendrán olor a luna los violines!
el pan será tal vez como tú eres:
tendrá tu voz, tu condición de trigo,
y hablarán otras cosas con tu voz:
los caballos perdidos del otoño.
Aunque no sea como está dispuesto
el amor llenará grandes barricas
como la antigua miel de los pastores,
y tú en el polvo de mi corazón
(en donde habrán inmensos almacenes)
irás y volverás entre sandías.



Pablo Neruda

poema 15 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



Pablo Neruda

soneto xxxviii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Tu casa suena como un tren a mediodía,
zumban las avispas, cantan las cacerolas,
la cascada enumera los hechos del rocío,
tu risa desarrolla su trino de palmera.
La luz azul del muro conversa con la piedra,
llega como un pastor silbando un telegrama
y entre las dos higueras de voz verde
homero sube con zapatos sigilosos.
Sólo aquí la ciudad no tiene voz ni llanto,
ni sin fin, ni sonatas, ni labios, ni bocina
sino un discurso de cascada y de leones,
y tú que subes, cantas, corres, caminas, bajas,
plantas, coses, cocinas, clavas, escribes, vuelves,
o te has ido y se sabe que comenzó el invierno.



Pedro Salinas

la difícil

-- de Pedro Salinas --

En los extremos estás
de ti, por ellos te busco.
Amarte: ¡qué ir y venir
a ti misma de ti misma!
para dar contigo, cerca,
¡qué lejos habrá que ir!
amor: distancias, vaivén
sin parar.
En medio del camino, nada.
No, tu voz no, tu silencio.
Redondo, terso, sin quiebra,
como aire, las preguntas
apenas le rizan,
como piedras, las preguntas
en el fondo se las guarda.
Superficie del silencio
y yo mirándome en ella.
Nada, tu silencio, sí.
O todo tu grito, sí.
Afilado en el callar,
acero, rayo, saeta,
rasgador, desgarrador,
¡qué exactitud repentina
rompiendo al mundo la entraña,
y el fondo del mundo arriba,
donde él llega, fugacísimo!
todo, sí, tu grito, sí.
Pero tu voz no la quiero.



Pedro Salinas

versos 1946 a 1981

-- de Pedro Salinas --

Versos 1946 a 1981
me estoy labrando tu sombra.
La tengo ya sin los labios,
rojos y duros: ardían.
Te los habría besado
aún mucho más.
Luego te paro los brazos,
rápidos, largos, nerviosos.
Me ofrecían el camino
para que yo te estrechara.
Te arranco el color, el bulto.
Te mato el paso. Venías
derecha a mí. Lo que más
pena me ha dado, al callártela,
es tu voz. Densa, tan cálida,
más palpable que tu cuerpo.
Pero ya iba a traicionarnos.
Así
mi amor está libre, suelto,
con tu sombra descarnada.
Y puedo vivir en ti
sin temor
a lo que yo más deseo,
a tu beso, a tus abrazos.
Estar ya siempre pensando
en los labios, en la voz,
en el cuerpo,
que yo mismo te arranqué
para poder, ya sin ellos,
quererte.
¡Yo que los quería tanto!
y estrechar sin fin, sin pena
mientras se va inasidera,
con mi gran amor detrás,
la carne por su camino
tu solo cuerpo posible:
tu dulce cuerpo pensado.



Pedro Soto de Rojas

Envidia dulce

-- de Pedro Soto de Rojas --

Tras el desdén de las que argenta escamas,
goza el amante del vellón que dora;
pasó el rigor del yelo y ya de Flora
es el campo galán en mil retamas.

El pajarillo entre las dulces ramas
corresponde a la voz que le enamora;
el tierno amante, aljófar del aurora,
blancas flores abraza y verdes gramas.

¡Oh, todos venturosos amadores,
a quien asignan los piadosos cielos,
para un rigor, sin número favores!

¿Cuándo saldrá mi sol de tantos yelos?
¿Cuándo se oirá esta voz? ¿Cuándo habrá flores?
¿Cuándo tendrán reposo mis desvelos?



José Tomás de Cuellar

Jesucristo en la cruz

-- de José Tomás de Cuellar --

El que ha podido hacer adorar una
cruz, el que ha ofrecido por culto á
los hombres la humanidad doliente y
la virtud perseguida, éste, lo juramos,
no puede menos de ser un Dios.

CHATEAUBRIAND.

¡Calle el mundo á mi voz! El arpa mía
Va á repetir el eco del Calvario
Con mágico concento,
Que en alas de la mística poesía
Se eleve presuroso y solitario
Hasta tocar el alto firmamento.

¡Calle el mundo á mi voz! Altivos reyes,
Pueblos que venerais la augusta enseña
Con júbilo infinito,



José Ángel Buesa

poema crepuscular

-- de José Ángel Buesa --

En el recogimiento de la tarde que muere,
entre las imprecisas brumas crepusculares,
cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere
vaporosas siluetas familiares.
En la brisa que pasa, parece que suspira
la virgen de ojos claros que aún sueña en mi regreso;
el rumor de las frondas abre el ala de un beso,
y desde aquella estrella, alguien me mira
allá, entre la alameda, se perfila la sombra
grácil de la mujer que amé más en la vida,
y en la voz de la fuente vibra una voz querida,
que en su canción de oro y cristal me nombra
todo canta, a esa hora, la canción olvidada,
todo sueña el ensueño que quedó trunco undía,
y verdece de nuevo la ilusión agostada,
ebria de fe, de ardor y de armonía
y entre la sutil bruma de prestigios de incienso
que exalta mis recuerdos y mi melancolía,
en la paz de este parque abandonado, pienso
en la mujer que nunca será mía



Juan Bautista Arriaza

Sentimientos de la España

-- de Juan Bautista Arriaza --

Triste la España, «¿adónde vas, Fernando?»
al hijo fugitivo dice ansiosa;
y él sigue, y deja de su madre hermosa
llevar los vientos el acento blando.

Ya la materna falda abandonando
pisa de Francia la ribera odiosa;
y aún está oyendo aquella voz piadosa
que le repite, «¿adónde vas?» llorando.

No ve ya al hijo la infeliz matrona:
mas su voz oye, que con regio brío
dice: Tirano, es mía esa corona.

Ella, al primer dolor, gritó ¡hijo mío!
mas luego, vuelta al déspota en Bayona,
dame a Fernando, exclama, oh tiempo impío!



Gabriel García Tassara

A Dante

-- de Gabriel García Tassara --

Sagrado Homero de la antigua Europa
Que apuraste en tu ardor hasta las heces
De la suprema inspiración la copa;

Dante inmortal que con los siglos creces
Y al rudo son de tu salvaje canto
A las generaciones estremeces;

Tú, que en las alas de tu genio santo
El Cielo recorriste y el Infierno,
Mansiones de la luz y del espanto;

¿Por qué la voz del hombre es ese interno
Lamento de dolor, hondo, infinito,
Inenarrable, inacabable, eterno?

¿Por qué la voz del genio es ese grito
Que resuena del mundo en la memoria
Como el ¡ay! de Luzbel al ser maldito?



Gabriel García Tassara

A Quintana

-- de Gabriel García Tassara --

Cuando al rayar el dia,
Allá de mi lejana adolescencia,
El dios de la armonía,
Que es el dios de la humana inteligencia,
Su inspiración ardiente
Vertió en mi corazón, vertió en mi frente;

Sonó, sonó en mi oido
De patria y libertad un eco santo
De insólito sonido;
La voz del vate, del profeta el canto,
Que al ruido de tus olas
¡Patrio Guadalquivir! canté á mis solas.

No era, no, ya la Musa
Que triscando por riscos y por faldas
Tonos femíneos usa,
Y del dios del placer entre guirnaldas
Frívola adoradora,
Dios, hombre, mundo, humanidad ignora.

Era la gran Poesía;
La que del mundo en las remotas partes,
Como en la Grecia un dia,
Fué madre de las ciencias y las artes,
Voz del cielo en la tierra,
El himno de la paz y de la guerra.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIX

-- de Garcilaso de la Vega --

Pasando el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia muerte congojoso,

como pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
mas nunca fue su voz de ellas oída:

«Ondas, pues no se excusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor ejecutad en mi vida».



Garcilaso de la Vega

Pasando el mar Leandro el animoso

-- de Garcilaso de la Vega --

Pasando el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia vida congojoso,

como pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
(mas nunca fue su voz de ellas oída):

Ondas, pues no se escusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor esecutá en mi vida.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Mi mal

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta,
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.

Puede esplicarse el ansia, la locura
con que el amor sus fuegos alimenta,
puede el dolor, la pena mas violenta
exhalar por el labio su amargura.

Mas de decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiendo medio,
y al indagar su origen me confundo;

Pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón... En fin, es tedio!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Errante por el mundo fui gritando:
la gloria, ¿dónde está?
y una voz misteriosa contestóme:
más allá..., Más allá...
En pos de ella seguí por el camino
que la voz me marcó.
Hállela al fin, pero en aquel instante
el humo se trocó.
Mas el humo, formando denso velo,
se empezó a remontar
y, penetrando en la azulada esfera,
al cielo fue a parar



Salvador Díaz Mirón

A Blanca (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

¡Tu belleza mirífica no asoma
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardín cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!

¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almíbar,
pero cual un almíbar que cantara!



Salvador Novo

junto a tu cuerpo

-- de Salvador Novo --

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
junto a tus hombros tersos
de que nacen las rutas de tu abrazo,
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.

Si todos estos años que me falta
como una planta trepadora que se coge del viento
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y ávidamente rasgo todos los días un mensaje
que nada contiene sino una fecha
y su nombre se agranda
y vibra cada vez más profundamente
porque su voz no era más que para mí oído,
porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos
y mi alma es como un gran templo deshabitado.

Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
suave de mi tersura, grande por mis deseos,
máscara, estatua que he erigido a su memoria.



Desafinación

-- de Vicenta Castro Cambón --

OH tú que mis cantos sigues,
tal vez hallando mi voz
distinta en estas canciones
dirás: “desafinación”.
¡No! De cajita de música
de cristal las notas son,
y el alma que ellas reflejan
sabe su propio dolor
cantar con la mansedumbre
del pajarillo en prisión,
mas, cuando el dolor ajeno
hiere sus fibras cual hoy,
de la cajita de música
se vuelve grave la voz
y entonces... Óyela: canta
corazón a corazón.



La culpa es mía

-- de Vicenta Castro Cambón --

PARECIÓME sentir que me llamaban.
No me engañaba: era una voz divina
la que mi alma escuchó; guiada por ella
llegué a un rosal: de aquel rosal venía.
Toqué una flor, mas, antes que sus pétalos
encontraron mis manos las espinas
que en mi carne clavándose quedaron
por gotas de mi sangre humedecidas.
¿Fué traición de la rosa? No. Las rosas
no saben de traición ni de perfidia,
las rosas del rosal, las rosas bellas,
que hablarme saben con su voz divina,
al alma y no a las manos de la ciega
llaman. Me hirió el rosal... La culpa es mía.



Angel González

voz que soledad sonando

-- de Angel González --

Por todo el ámbito asola,
de tan triste, de tan sola,
todo lo que va tocando.
Así es mi voz cuando digo
de tan solo, de tan triste
mi lamento, que persiste
bajo el cielo y sobre el trigo.
¿Qué es eso que va volando?
sólo soledad sonando.



Antonio Machado

A Juan Ramón Jimenez

-- de Antonio Machado --

Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un ocultó ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.



Antonio Machado

Desde el umbral de un sueño me llamaron

-- de Antonio Machado --

Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?....
Llegó a mi corazón una caricia.
-Contigo siempre....Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.



Antonio Machado

Soñé que tu me llevabas

-- de Antonio Machado --

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!



Marilina Rébora

no me llames poeta...

-- de Marilina Rébora --

No me llames poeta un nombre con laurel
porque mi voz apenas para cantar acierta;
acaso suavizada por amorosa miel,
tal vez unos acentos armoniosos concierta.
Puede sí que me escurra por el alto dintel
hacia regiones mágicas tras mi azulada puerta,
o que salve los mares en barco de papel
para poblar de trinos la comarca desierta.
Mi voz no fuera el tono para belleza tanta
ni tienen mis adentros un germen de tal genio,
el prodigio se opera por la fe simplemente,
lo mismo que madura la minúscula planta
a los rayos del sol, milagroso convenio
de la abeja y la flor, del ave con la fuente.



Medardo Ángel Silva

Votos

-- de Medardo Ángel Silva --

Al verte, sin pensar, se dice ¡Ave María...!
Y pues es tuyo el reino de la estrella y la rosa
y está en tu corazón la sacra Poesía
por gracia de una antigua virtud maravillosa;

que suenen tiorbas y arpas; y Psalmo y Letanía
se digan en tu elogio; que la lira y la rosa
y el ciego ruiseñor, al expirar el día,
unánimes saluden tu aparición gloriosa.

Que con voz auroral de fuente diamantina,
y con luz vesperal de estrella cristalina
y con apasionada voz de brisas y mares.

Cielo y Tierra consagren tu venusino imperio...
¡O sonaré en tu gloria mi místico salterio
en otro salomónico Cantar de los Cantares!



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba