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Se han encontrado 82 poemas con la palabra volver

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Amado Nervo

La puerta

-- de Amado Nervo --

Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!

Poema La puerta de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Albania yace aquí, Fabio suspira

-- de Lope de Vega --

Albania yace aquí, Fabio suspira,
matóla un parto sin sazón, dejando
la envidia alegre, y al Amor llorando;
pues ya cualquiera fuerza le retira.

El Tajo crece por mostrar su ira
y corre, de la Muerte murmurando;
párase el sol, el túmulo mirando,
temiendo en sí, lo que en Albania mira.

Mas él, si se eclipsare, volver puede,
y Albania no, que, de volver ajeno,
a Fabio deja en el postrero parto.

Venganza fue para que ejemplo quede
que quien fue basilisco en dar veneno,
muriese como víbora en el parto.

Poema Albania yace aquí, Fabio suspira de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Cernuda

peregrino

-- de Luis Cernuda --

¿volver? vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿volver? regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a ulises,
sin ítaca que aguarde y sin penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Poema peregrino de Luis Cernuda con fondo de libro

César Vallejo

algo te identifica con el que se aleja de ti

-- de César Vallejo --

Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultadcomún de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.
Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitudcomún de partir: de ahí tus más nimios regocijos.
Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto comoa las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras,yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el pasoinmóvil en el borde del mundo.
Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro,interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto,así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano ydel paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos yotros. Porque el objeto hurtado tiene también su pesoindiferente, y el órgano intervenido, también su grasatriste.
¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que laimposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y elhombre bueno, de ser malvado?
¡alejarse! ¡quedarse! ¡volver! ¡partir! toda lamecánica social cabe en estas palabras.



Gutierre de Cetina

huyendo baja el monte aquella fiera

-- de Gutierre de Cetina --

Que de pequeños canes es seguida,
y apenas en lo llano es ya venida,
que no puede volver donde partiera,
en otros da mayores, do cualquiera
la aprieta y le podría quitar la vida,
de estos es peligrosa la salida
de otros sin peligro se saliera.
Así huyendo yo los viejos males,
pequeños en respecto a los de ahora,
en otros más crueles he caído,
y tanto en el peligro desiguales
cuanto, siendo por vos, estoy, señora,
cierto de no volver donde he salido.



Antonio Machado

Renacimiento

-- de Antonio Machado --

Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
*
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.



Mario Benedetti

el barrio

-- de Mario Benedetti --

Volver al barrio siempre es una huida
casi como enfrentarse a dos espejos
uno que ve de cerca otro de lejos
en la torpe memoria repetida
la infancia la que fue sigue perdida
no eran así los patios son reflejos
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida
el barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga
si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado
volver al barrio siempre es una fuga



Nicanor Parra

yo jehová decreto

-- de Nicanor Parra --

Yo jehová decreto
que se termine todo de una vez
hago la cruz al sistema solar
hay que volver al útero materno
doy por finiquitada la cosa
que no se escape nadie
que se termine todo de golpe
para qué vamos a andar con rodeos
está muy bien la guerra de viet-nam
está muy bien la operación a la próstata
yo jehová decreto la vejez
ustedes me dan risa
ustedes me ponen los nervios de punta
sólo un cretino de nacimiento
se arrodilla a venerar una estatua
francamente no sé qué decirles
estamos al borde de la tercera guerra mundial
y nadie parece darse cuenta de nada
si destruyen el mundo
¿creen que yo voy a volver a crearlo?



Francisco Villaespesa

lucha

-- de Francisco Villaespesa --

A emilio fernández vaamonde
de la vida me lanzo en el combate
sin que me selle filiación alguna,
y atrás no he de volver, hasta que ate
a mi triunfante carro la fortuna!
contra mis enemigos, terco y rudo,
esgrimiré en la lid, que no me apoca,
por lanza mi razón y como escudo
mi carácter más firme que una roca!
ni el desengaño pertinaz me arredra,
ni ante los golpes del dolor me humillo:
¡la estatua surge de la tosca piedra
a fuerza de cincel y de martillo!
¡combatir es vivir!... La luz sublime
entre las sombras de la noche crece:
¡espada que en la lucha no se esgrime,
colgada en la panoplia se enmohece!
mi razón en peligros no repara.
O subir a la cúspide consigo,
o muero, sin volver atrás la cara,
despreciando, al caer, a mi enemigo!
ni la derrota en mi valor rehuyo...
Mas, antes de rendirme fatigado,
me encerraré en la torre de mi orgullo,
y en sus escombros moriré aplastado!...



Alejandro Tapia y Rivera

A monte Edén

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Porqué al trepar la colina
que de ti fiera me aparta,
¡oh grata mansión! mis ojos
se llenan de tristes lágrimas?
¿Será que, ay de mí, no vuelva
hacia ti, mansión amada?
Quién lo sabe, que la muerte
do quier al hombre acompaña,
y acaso de este adiós tierno
un adiós eterno haga;
o tal vez quieran los cielos,
dulce mansión de mi infancia,
que allá cuando fiero el tiempo
mi cabeza vuelva cana,
venga a buscar en tu seno
una tumba solitaria.
Entonces tú, hogar querido,
con tus seibas y tus palmas
darás apacible sombra
a mi fúnebre morada-.
O quizás la dura mano
de la mísera desgracia
te haga pasar de los míos
a las manos ¡ay! extrañas,
y al volver yo peregrino
de mi fatigosa marcha,
no encuentre en ti los semblantes
que en otra edad me halagaban;
quizá el huracán impío
o el tiempo que ruinas ama,
te trueque en dolientes ruinas,
sin piedad para mi alma.
¡Ah! que entonces quiera el cielo
ya que a tu seno me traiga,
que tu nuevo posesor
o del huracán la saña,
respeten del desterrado
los recuerdos de la infancia.

(Puerto-Rico, 1849.)



Alfonso Reyes

lailye

-- de Alfonso Reyes --

Lailye ¿cuándo vuelves a méxico y me buscas,
ya sea en cuernavaca, ya sea en tepoztlán?
juntos recordaríamos aquellas cosas bruscas
del asno, el indio, el loro, la araña, el alacrán . . .
A ti que te sorprendes aunque jamás te ofuscas
con nuestros usos y nuestra agua y nuestro pan
¿qué te parecería si vuelves y me buscas,
ya sea en cuernavaca, ya sea en tepoztlán?
¿te acuerdas? era entonces tu ser surco en amagos,
flor de capullo, germen de amores y pasiones.
Y ahora que te abriste al triunfo y los halagos
¡oh suma de los pueblos, compendio de naciones!,
dime: ¿a qué te sabría volver por estos pagos,
estrella de los rumbos y de las tentaciones?



Amado Nervo

renunciación

-- de Amado Nervo --

¡oh, siddharta gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
quien bebe como el cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
Y no hay paz comparable con su perenne paz!



Amado Nervo

regnum tuum

-- de Amado Nervo --

Fuera, sonrisas y saludos,
vals, esnobismo de los clubs,
mundanidad oropelesca.
Pero al volver a casa, tú.
En el balcón, en la penumbra,
vueltos a los ojos al azul,
te voy buscando en cada estrella
del misterioso cielo augur.
¿Desde qué mundo me contemplas?
¿de qué callada excelsitud
baja tu espíritu a besarme?
¿cuál el astro cuya luz
viene a traerme tus miradas?
¡oh qué divina es la virtud
con que la noche penetra
bajo su maternal capuz!
hasta mañana, salas frívolas,
trajín, ruidos, inquietud,
mundanidad oropelesca,
poligononales fracs, abur.
Y tú, mi muerta, ¡buenas noches!
¿cómo te va? ¿me amas aún?
vuelvo al encanto misterioso,
a la inefable beatitud
de tus lejanos besos místicos.
¡Aquí no reinas más que tú!



Leopoldo Lugones

valse noble

-- de Leopoldo Lugones --

En la tarde suave y cálida,
desde el diván carmesí,
alzas fielmente hasta mí
tus lentos ojos de pálida.

Con la espectral ilusión
de la hora que te importuna
un vago pavor de luna
te acerca a mi corazón.

Por el cielo angelical
se ahonda en místico ascenso
la soledad de un inmenso
plenilunio inmaterial;

que encantando los jardines
viene casi lastimero,
delirado en un ligero
frenesí de violines.

En escena baladí,
te infunde su poesía
tan dulce melancolía,
que quieres morir así.

Con el mimo de estar triste,
buscas mi arrullo más blando,
y te sorprendes llorando
lágrimas que no sentiste.

(....)

Algo eleva nuestro ser,
y la calma de la luna,
nos embarga como una
blanca nave ... A no volver.



Lope de Vega

Dejadme un rato, pensamientos tristes

-- de Lope de Vega --

Dejadme un rato, pensamientos tristes,
que no me he de rendir a vuestra fuerza.
Si es gran contrario Amor, amor me esfuerza;
penad y amad, pues que la causa fuistes.

No permitáis, si de mi amor nacistes,
que la costumbre, que a volver me fuerza,
de mi firme propósito me tuerza,
pues en los desengaños me pusistes.

No queráis más que amar, amar es gloria;
no la manchéis con apetitos viles;
vencedme, y venceréis mayor victoria.

Si en Troya no hay traidor, ¿qué importa Aquiles?
Mas, ¡ay!, que es mujer flaca la memoria,
y vosotros cobardes y sutiles.



Lope de Vega

Ocioso, Elena, fue vuestro presente

-- de Lope de Vega --

Ocioso, Elena, fue vuestro presente
para tanto marfil lustroso y liso;
que los bigotes del galán Narciso
sustenidos están naturalmente.

Si vos le presumís barbiponiente,
muy de mañana madrugó el aviso,
y si a la cara hacéis moldura, friso,
lo mismo es en la barba que en la frente.

Donde concurren tantos desengaños,
incrédula debéis de ser, Elena,
mas ¿quién ha de creer tales engaños?

El ámbar y el cairel no os causen pena;
que a poderlos vivir, de aquí a mil años
os la podrá volver tal y tan buena.



Luis Cañizal de la Fuente

definición

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Definición
también hay un silencio enamorado.
Existe entre las cosas. Existe entre nosotros.
En un patio con luz hipnotizada
(las dos del día) yendo hacia septiembre.
En el suspiro misericordioso
del pecho de un enfermo.
En lo que hablan en voz baja los amantes:
cuando callan
y no se oye ni pasar el viento,
silencio enamorado.
Silencio enamorado
el que dejan las horas del reloj
cuando verbera el toque entre suspiros.
Silencio enamorado el que azotan
las alas de un ave pinariega
si entre agüero y agüero de su canto agreste
penetran las aristas resinosas
de callar un perfume.
De callar... Y volver el aroma
como un dicho suertudo.
(Desde el río al pueblo, a pie. 29 De agosto 2001. Las doce



Luis Gálvez de Montalvo

Ojos que cuesta el reposo

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Ojos que cuesta el reposo
Volver á mirar con ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que saben prenderme,
Pero nunca rescatarme,
Osados á aventurarme,
Cobardes á socorrerme;
Pues no estiman el perderme,
En el menor gusto dellos
Mas valiera no tenellos.

Ojos de tan malas mañas
Que estando por veladores
Dan paso como traidores
A las banderas estrañas
Hasta las mismas entrañas,
Que en llanto salen por ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos con quien miro y veo,
Que aquí consiste mi daño,
Y si dicen que me engaño
Muero y digo que lo creo,
Pues llevan tras el deseo
La razon por los cabellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que cuanto se piensa,
En los males que se ofrecen
Por su deleite escarnecen
Sin dar otra recompensa;
Pues recibe el alma ofensa
Si quiero vengarme dellos,
Mas valiera no tenellos.



Lupercio Leonardo de Argensola

Si quiere Amor que siga sus antojos

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Si quiere Amor que siga sus antojos
y a sus hierros de nuevo rinda el cuello;
que por ídolo adore un rostro bello
y que vistan su templo mis despojos,

la flaca luz renueve de mis ojos,
restituya a mi frente su cabello,
a mis labios la rosa y primer vello,
que ya pendiente y yerto es dos manojos.

Y entonces, como sierpe renovada,
a la puerta de Filis inclemente
resistiré a la lluvia y a los vientos.

Mas si no ha de volver la edad pasada,
y todo con la edad es diferente,
¿por qué no lo han de ser mis pensamientos?



Líber Falco

Desgracia

-- de Líber Falco --

Perdona, pero tú no sabes.
¿Sabes lo que es estar solo, solo,
volver a casa a las dos de la mañana,
mojar un pan mohoso, triste y duro,
roerlo solo,
y sentado en una orilla del mundo
ver a los astros que rutilan
y no saber qué preguntar ni qué decir,
y confundir las hambres, y roer solo tú allá...
Un pan mohoso, triste y duro?

Perdona, yo anduve un día, mucho tiempo,
calles y calles junto a puertas y paredes,
nadie dijo mi nombre;
sólo tú una vez, y qué locura,
para tu frente de violetas
tuve una risa de dos dientes.



Líber Falco

Luna (Falco)

-- de Líber Falco --

Tan perfecta y blanca.
Tan alta!
Tan lejana y blanca.

Lejos de la muerte,
y de la vida lejos.
Lejos de los llantos.
De las risas, lejos.
Tanto!

No sabe esta luna
cómo todo es triste.
Cómo es bello el mundo
y la misma muerte acaso,
acaso, es volver sin irse.

Sola arriba, sola.
Tan perfecta y blanca.
Tan alta!
Tan tejos de todo!

Nada arriba, nada.
Ella sola y nada.



Manuel Acuña

la felicidad

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡esa es la felicidad...!



Manuel Acuña

La felicidad (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!



Manuel Gutiérrez Nájera

A un Triste

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¿Por qué de amor la barca voladora
con ágil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamándote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crótalos agitan las mujeres.

¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!



Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Jacinto de Salas y Quiroga

El soldado

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Caballito, caballito,
el de la cola rizada,
hoy me dijo el capitán
que me puedo ir a mi casa.
Hace ya más de ocho años
que no duermo en buena cama,
que vivo sin padre y madre,
sin hermanos, sin hermanas,
que no tengo quien me cosa,
ni quien me diga: ¿qué extrañas?
Ya se acaban mis trabajos...
A Dios, caballo del alma;
cuando mi madre me abrace
le diré: «Sólo me falta
mi caballo para ser
dichoso, madre adorada».

Así decía el Soldado,
luego con dolor y calma
fue a casa del Capitán
Y recibió sin tardanza
su licencia. ¡Pobrecillo!
Quiso volver a la cuadra
a dar el último abrazo
al de la cola rizada.
Ve al caballo, y sin querer
una lágrima se escapa
de sus ojos... «Caballito,
caballito de mi alma,
no veré más a mi madre,
dormiré sobre unas tablas,
llevaré palos del cabo,
más cuidaré tu cebada.
No, no te puedo dejar...
Vales tú más que mi casa».

Dijo, y rompió la licencia.
¡Pobre! Volvió a sentar plaza.



Jaime Torres Bodet

en abril. se vuelve

-- de Jaime Torres Bodet --

Regreso, otra vez y pienso...
Se piensa siempre, al volver.
Un árbol... Un cielo inmenso
y un corazón de mujer.
¿Un corazón o una cara?
¿quién pudiera responder?
¿un corazón o una cara?
tal vez, sólo, una mujer...



Jaime Torres Bodet

canción de las voces serenas

-- de Jaime Torres Bodet --

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...



Jorge Luis Borges

góngora

-- de Jorge Luis Borges --

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,
el mar que ya no pueden ver mis ojos
porque lo borra el dios. Tales despojos
han desterrado a dios, que es tres y es uno,
de mi despierto corazón. El hado
me impone esta curiosa idolatría.
Cercado estoy por la mitología.
Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.
Virgilio y el latín. Hice que cada
estrofa fuera un arduo laberinto
de entretejidas voces, un recinto
vedado al vulgo, que es apenas, nada.
Veo en el tiempo que huye una saeta
rígida y un cristal en la corriente
y perlas en la lágrima doliente.
Tal es mi extraño oficio de poeta.
¿Qué me importan las befas o el renombre?
troqué en oro el cabello, que está vivo.
¿Quién me dirá si en el secreto archivo
de dios están las letras de mi nombre?
quiero volver a las comunes cosas:
el agua, el pan, un cántaro, unas rosas...



Josefina Pla

invención de la muerte

-- de Josefina Pla --

Esa sombra
la veréis alargarse cada vez como un agua vertida
sin remedio
como un manto cayendo despacio de sus hombros
como si fuese él mismo arrepentido que quisiera
volver sobre sus pasos
-reptil de limpia muerte sin cadáver-

la veréis ahilar su arroyo
sobre un suelo
por siempre horizontal a la aventura

y será también la única10
que dormirá con él reconciliada
con la sombra total
de que se desgajó
enemiga de todos los espejos un día.



César Vallejo

Trilce: VI

-- de César Vallejo --

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado. Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede ¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.



César Vallejo

Trilce: XXXVII

-- de César Vallejo --

He conocido a una pobre muchacha
a quien conduje hasta la escena.
La madre, sus hermanas qué amables y también
aquel su infortunado “tú no vas a volver”.

Como en cierto negocio me iba admirablemente,
me rodeaban de un aire de dinasta florido.
La novia se volvía agua,
y cuán bien me solía llorar
su amor mal aprendido.

Me gustaba su tímida marinera
de humildes aderezos al dar las vueltas,
y cómo su pañuelo trazaba puntos,
tildes, a la melografía de su bailar de juncia.

Y cuando ambos burlamos al párroco,
quebróse mi negocio y el suyo
y la esfera barrida.



César Vallejo

Trilce: XLIX

-- de César Vallejo --

Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
de cada candelabro
ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes
de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
del conocido.

Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas:
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!



César Vallejo

el traje que vestí mañana

-- de César Vallejo --

Vi
el traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.
A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡cómo no va a poder!
azular y planchar todos los caos.



César Vallejo

vusco volvvver de golpe el golpe

-- de César Vallejo --

ix
vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.
Busco volver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.
Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!
y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.



César Vallejo

esto

-- de César Vallejo --

Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.
Resbalón alcalino, voy diciendo,
más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,
más adentro, muy más, de las herrumbres,
al ir el agua y al volver la ola.
Resbalón alcalino
también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.
¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero
en mi vayna; daré en hojas de plátano sagrado
mis cinco huesecillos subalternos,
y en la mirada, la mirada misma!
(dicen que en los suspiros se edifican
entonces acordeones óseos, táctiles;
dicen que cuando mueren así los que se acaban,
¡ay! mueren fuera del reloj, la mano
agarrada a un zapato solitario).
Comprendiéndolo y todo, coronel
y todo, en el sentido llorante de esta voz,
me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,
por la noche, mis uñas;
luego no tengo nada y hablo solo,
reviso mis semestres
y para henchir mi vértebra, me toco.



César Vallejo

la punta del hombre

-- de César Vallejo --

La punta del hombre,
el ludibrio pequeño de encojerse
tras de fumar su universal ceniza;
punta al darse en secretos caracoles,
punta donde se agarra uno con guantes,
punta el lunes sujeto por seis frenos,
punta saliendo de escuchar a su alma.
De otra manera,
fueran lluvia menuda los soldados
y ni cuadrada pólvora, al volver de los bravos desatinos,
y ni letales plátanos; tan sólo
un poco de patilla en la silueta.
De otra manera, caminantes suegros,
cuñados en misión sonora,
yernos por la vía ingratísima del jebe,
toda la gracia caballar andando
puede fulgir esplendorosamente!
¡oh pensar geométrico al trasluz!
i oh no morir bajamente
de majestad tan rauda y tan fragante!
¡oh no cantar; apenas
escribir y escribir con un palito
o con el filo de la oreja inquieta!
acorde de lápiz, tímpano sordísimo,
dondoneo en mitades robustas
y comer de memoria buena carne,
jamón, si falta carne,
y un pedazo de queso con gusanos hembras,
gusanos machos y gusanos muertos.



César Vallejo

he conocido a una pobre muchacha

-- de César Vallejo --

xxxvii
he conocido a una pobre muchacha
a quien conduje hasta la escena.
La madre, sus hermanas qué amables y también
aquel su infortunado «tú no vas a volver».
Como en cierto negocio me iba admirablemente,
me rodeaban de un aire de dinasta florido.
La novia se volvía agua,
y cuán bien me solía llorar
su amor mal aprendido.
Me gustaba su tímida marinera
de humildes aderezos al dar las vueltas,
y cómo su pañuelo trazaba puntos,
tildes, a la melografía de su bailar de juncia.
Y cuando ambos burlamos al párroco,
quebróse mi negocio y el suyo
y la esfera barrida.



César Vallejo

un hombre está mirando a una mujer

-- de César Vallejo --

Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres.
Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿ y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo?
puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio.
Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡felicidad seguida
tardíamente del padre,
del hijo y de la madre!
¡instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡de qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡de qué tronco, el florido carpintero!
¡de qué perfecta axila, el frágil remo!
¡de qué casco, ambos cascos delanteros!



César Vallejo

Avestruz

-- de César Vallejo --

Melancolía, saca tu dulce pico ya;
no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;
yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;
hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...
Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer...!



César Vallejo

La copa negra

-- de César Vallejo --

La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?

La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.

A carne nada, nada
en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.

Ascua astral... He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.

Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah mujer!

Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo;
y piafan en mis carnes más ganas de beber!



César Vallejo

Los anillos fatigados

-- de César Vallejo --

Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y hay ganas de morir, combatido por dos
aguas encontradas que jamás- han de istmarse.

Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
suicida!

Hay ganas de... No tener ganas. Señor;
a ti yo te señalo. Con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
curvado en tiempo, se repite, y pasa:, pasa
:a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando, las sienes tocan su lúgubre .Tambor...
Cuando me- duele el sueño grabado en un puñal,
hay ganas de quedarse plantado en .Este verso!



Diego de Torres Villarroel

el amor perdido

-- de Diego de Torres Villarroel --

Salió el niño de venus más querido
a su blanda conquista acostumbrada
y tardando en volver a su morada
diole la bella madre por perdido.
Sale, corre, pregunta por cupido
impaciente solicita asustada
mustio el color, el pelo desgreñada,
en chipre le buscó pafos y gnido.
Búscale entre las ninfas que venera
más hermosas, la selva, el río, el prado,
búscale entre las ninfas que el mar cría
toco del padre tormes la ribera
y hállole aquí pendiente del nevado
cuello de la hermosísima maría.



José Agustín Goytisolo

el aire huele a humo

-- de José Agustín Goytisolo --

A gabriel celaya y a amparo gastón,
que tanto le quiso y le quiere todavía.
J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿qué hacer?¿qué hará? preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.



Julián del Casal

introducción

-- de Julián del Casal --

A ricardo del monte
al muy querido y muy venerado maestro,dedica sus primeros versos
julián del casal
árbol de mi pensamiento
lanza tus hojas al viento
del olvido,
que, al volver las primaveras,
harán en ti las quimeras
nuevo nido;
y saldrán de entre tus hojas,
en vez de amargas congojas,
las canciones
que en otro mayo tuvistes,
para consuelo de tristes
corazones.



Octavio Paz

nuevo rostro

-- de Octavio Paz --

La noche borra noches en tu rostro,
derrama aceites en tus secos párpados,
quema en tu frente el pensamiento
y atrás del pensamiento la memoria.
Entre las sombras que te anegan
otro rostro amanece.
Y siento que a mi lado
no eres tú la que duerme,
sino la niña aquella que fuiste
y que esperaba que durmieras
para volver y conocerme.



Octavio Paz

hermosura que vuelve

-- de Octavio Paz --

En un rincón del salón crepuscular
o al volver una esquina en la hora indecisa y blasfema,
o una mañana parecida a un navío atado al horizonte,
o en morelia, bajo los arcos rosados del antiguo acueducto,
ni desdeñosa ni entregada, centelleas.
El telón de este mundo se abre en dos.
Cesa la vieja oposición entre verdad y fábula,
apariencia y realidad celebran al fin sus bodas,
sobre las cenizas de las mentirosas evidencias
se levanta una columna de seda y electricidad,
un pausado chorro de belleza.
Tú sonríes, arma blanca a medias desenvainada.
Niegas al sueño en pleno sueño,
desmientes al tacto y a los ojos en pleno día.
Tú existes de otro modo que nosotros,
no eres la vida pero tampoco la muerte.
Tú nada más estás,
nada más fulges, engastada en la noche.



Rafael Obligado

sombra

-- de Rafael Obligado --

¿has podido dudar del alma mía?
¿de mí que nunca de tu amor dudé?
¡dudar! ¡cuando eres mi naciente día,
mi solo orgullo, mi soñado bien!

¡dudar! ¡sabiendo que en tu ser reposa
cuanta esperanza palpitó en mi ser,
y que mis sueños de color de rosa
el ala inclinan a besar tu sien!

por eso, lleno de profundo anhelo,
me oyó la tarde, divagando ayer,
decir al valle, preguntar al cielo:
¿por qué ha dudado de mi amor, por qué?

la luz rosada de la tarde bella,
huyó a mis pasos para no volver;
y la naciente, luminosa estrella,
veló sus rayos para huir también.

Y mudo, triste, solitario, errante,
el alma enferma, por primera vez,
hundí en la sombra, y se apagó un instante
la luz celeste de mi antigua fe.

Perdido en medio de la noche en calma,
brumoso el río que nos vio nacer,
de alzar el vuelo a la región del alma
sentí la viva, la profunda sed.

¡Fugaz deseo! tu inmortal cariño
ardió en la noche, y en su llama cruel
la mariposa de mi amor de niño
quemó sus alas y cayó a tus pies.



Oliverio Girondo

habría

-- de Oliverio Girondo --

Habría
con cresta
o candor niño
o envión varón habría que osar izar un yo flamanteen gozo
o autoengendrar hundido en el propio ego pozo
un nimio virgo vicio
un semi tic o trauma o trac o toc novicios
un novococo inédito por poco
un mero medio huevo al menos de algo nuevo
e inmerso en el subyo intimísimo
volver a ver reverdecer la fe de ser
y creer en crear
y croar y croar
ante todo ende o duende visiblemente real o inexistente
o hacer hacer
dentro de un nido umbrío y tibio
un hijo mito
mixto de silbo ido y de hipo divo de ídolo
o en rancia última instancia del cotidiano entreasco
a escoplo y soplo mago
remodelar habría los orificios psíquicos y físicoscorrientes
de tanto espectro diario que desnutre la mecha
o un lazariento anhelo que todavía se yerga
como si pudiera
y darle con la proa de la lengua
y darle con las olas de la lengua
y furias y reflujos y mareas
al todo cráter cosmos
sin cráter
de la nada



Pablo Neruda

soneto lxviii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

(mascarón de proa)
la niña de madera no llegó caminando:
allí de pronto estuvo sentada en los ladrillos,
viejas flores del mar cubrían su cabeza,
su mirada tenía tristeza de raíces.
Allí quedó mirando nuestras vidas abiertas,
el ir y ser y andar y volver por la tierra,
el día destiñendo sus pétalos graduales.
Vigilaba sin vernos la niña de madera.
La niña coronada por las antiguas olas,
allí miraba con sus ojos derrotados:
sabía que vivimos en una red remota
de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia,
sin saber si existimos o si somos su sueño.
Ésta es la historia de la muchacha de madera.



Pablo Neruda

el amor del soldado

-- de Pablo Neruda --

El amor del soldado
en plena guerra te llevó la vida
a ser el amor del soldado.
Con tu pobre vestido de seda,
tus uñas de piedra falsa,
te tocó caminar por el fuego.
Ven acá, vagabunda,
ven a beber sobre mi pecho
rojo rocío.
No querías saber dónde andabas,
eras la compañera de baile,
no tenías partido ni patria.
Y ahora a mi lado caminando
ves que conmigo va la vida
y que detrás está la muerte.
Ya no puedes volver a bailar
con tu traje de seda en la sala.
Te vas a romper los zapatos,
pero vas a crecer en la marcha.
Tienes que andar sobre las espinas
dejando gotitas de sangre.
Bésame de nuevo, querida.
Limpia ese fusil, camarada.



Pablo Neruda

el pozo

-- de Pablo Neruda --

A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
algas, ciénagas, rocas?
qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mi porque te hieres.



Pablo Neruda

la pobreza

-- de Pablo Neruda --

La pobreza
ay no quieres,
te asusta
la pobreza,
no quieres
ir con zapatos rotos al mercado
y volver con el viejo vestido.
Amor, no amamos,
como quieren los ricos,
la miseria. Nosotros
la extirparemos como diente maligno
que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.
Pero no quiero
que la temas.
Si llega por mi culpa a tu morada,
si la pobreza expulsa
tus zapatos dorados,
que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.
Si no puedes pagar el alquiler
sal al trabajo con paso orgulloso,
y piensa, amor, que yo te estoy mirando
y somos juntos la mayor riqueza
que jamás se reunió sobre la tierra.



José María Eguren

la pensativa

-- de José María Eguren --

En los jardines otoñales,
bajo palmeras virginales,
miré pasar muda y esquiva
la pensativa.

La vi en azul de la mañana,
con su mirada tan lejana;
que en el misterio se perdía
de la borrosa celestía.

La vi en rosados barandales
donde lucía sus briales;
y su faz bella vespertina
era un pesar en la neblina...

Luego marchaba silenciosa
a la penumbra candorosa;
y un triste orgullo la encendía,
¿qué pensaría?

¡oh su semblante nacarado
con la inocencia y el pecado!
¡oh, sus miradas peregrinas
de las llanuras mortecinas!

era beldad hechizadora;
era el dolor que nunca llora;
¿sin la virtud y la ironía
qué sentiría?

en la serena madrugada,
la vi volver apesarada,
rumbo al poniente, muda, esquiva
¡la pensativa!



José Ángel Buesa

la sed insaciable

-- de José Ángel Buesa --

Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.
Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...
Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.
Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre durarera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.
Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.
Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.
Y en esa angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...



José Ángel Buesa

poema del secreto

-- de José Ángel Buesa --

Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día...
Y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo decir tu nombre con voz indiferente...
Y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así como al azar...
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.
Ya vez: tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar...
Porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
¡No te puedo olvidar!



José Ángel Buesa

lied

-- de José Ángel Buesa --

Mi corazón se queda aunque mi amor se vaya,
porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una playa;
mi amor es inestable como el viento y el mar.
Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz que encendí:
tu amor es una playa , mi amor es una ola,
y necesariamente yo he de volver a ti...



José Ángel Buesa

soneto i

-- de José Ángel Buesa --

Como quien boga contra la corriente,
aun comprendiendo que su afán es vano,
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,
así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano,
y regresa mi sed hacia tu fuente.
Y, andando y desandando este sendero,
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por entero,
no sé por qué renaces de mi olvido,
ni sé por qué me voy, si es que te quiero,
ni qué me hace volver cuando me he ido.



José Ángel Buesa

de muerte en flor

-- de José Ángel Buesa --

Morir de muerte en flor toda la vida,
en este sueño vertical, en este
fugaz contacto azul con lo celeste,
en esta vieja sed recién nacida...
Y volver luego con el alma erguida,
a la vez norte y sur, este y oeste,
de la propia emoción, ya en ansia agreste.
En inquietud sutil o en paz pulida.
Y resurgir de cada muerte diaria
más dueño de la vida, al ser más dueño
de esta muerte parcial y necesaria.
Y con esa cordial melancolía
de los pocos que saben cada día
morir y renacer dentro de un sueño.



José Ángel Buesa

así, verte de lejos

-- de José Ángel Buesa --

Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Así, como el agua que brota de una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden volver.
Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.
Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.
Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.



José Ángel Buesa

poema del fracaso

-- de José Ángel Buesa --

Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, soñó un sueñosonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para él solo... Pero no pudo ser.
Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.
Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
quisiera retenerte para toda la vida...
¡Pero no puede ser! ¡pero no puede ser!



José Ángel Buesa

símil del viento

-- de José Ángel Buesa --

Te sentí, como el viento, cuando pasabas ya;
como el viento, que ignora si llega o si se va...
Fuiste como una fuente que brotó junto a mí.
Y yo, naturalmente, sentí sed y bebí.
Llegaste como el viento, náufraga del azar,
con tus ojos alegres entristeciendo el mar.
Y, para que la tarde pudiera anochecer,
te fuiste como el viento, que no sabe volver.



José Ángel Buesa

la fuga infinita

-- de José Ángel Buesa --

Se fue mi niñez...
Batiendo sus alas de rosa partió...
Le rogué, llorando: «¡vuelve a mí otra vez!»
volveré me dijo... Pero no volvió...
Después, mi inocencia, cual mística flor,
se mustió entre las
llamaradas locas del pagano amor,
y a mi alma su aroma no tornó jamás...
Y, al llegar mis dudas, se marchó mi fe...
«¿Volverás?» le dije... No sé si me oyó:
hizo un gesto vago me miró y se fue.
Luego, acurrucada, sufrió mi ilusión
de los desengaños el flagelo cruel:
me miró con húmedos ojos de lebrel
y se fue en silencio de mi corazón...
Y yo sé que un día también tú te irás,
sin que mis caricias puedan retenerte,
pues ya hacia otros brazos, o ya hacia la muerte,
no te detendrás...
Porque sé que un día llegará el olvido,
y sé que ese día te me irás, mujer,
como tantas cosas que ya se me han ido:
¡para no volver!...



Juan de Arguijo

La recaida

-- de Juan de Arguijo --

Otras dos veces del furioso noto
Probé las iras en el mar turbado,
Y no volver jamás á tal estado,
Arrepentido, prometí y devoto.

De la deshecha jarcia y leño roto
Dí los despojos al altar sagrado,
Y apenas pisé el puerto deseado,
Cuando olvidé el peligro y rompí el voto;

Y ahora, que continua y fiera lucha,
Mar y vientos se esfuerzan en mi daño,
Y sus enojos aplacar porfía,

Mis sordas voces sin piedad escucha
El justo cielo. ¡Oh inútil desengaño,
Cuán tarde llegas al remedio mío!



Gabriela Mistral

la tierra

-- de Gabriela Mistral --

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...
Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
el tambor indio de la tierra.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.



Gabriela Mistral

agua

-- de Gabriela Mistral --

Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
de pastales, de vegas y aguas.
Aldea mía sobre el ródano,
rendida en río y en cigarras;
antilla en palmas verdi-negras
que a medio mar está y me llama;
¡roca lígure de portofino,
mar italiana, mar italiana!
me han traído a país sin río,
tierras-agar, tierras sin agua;
saras blancas y saras rojas,
donde pecaron otras razas,
de pecado rojo de atridas
que cuentan gredas tajeadas;
que no nacieron como un niño
con unas carnazones grasas,
cuando las oigo, sin un silbo,
cuando las cruzo, sin mirada.
Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera.
Me venza y pare los alientos
el agua acérrima y helada.
¡Rompa mi vaso y al beberla
me vuelva niñas las entrañas!



Garcilaso de la Vega

SONETO III

-- de Garcilaso de la Vega --

La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.



Garcilaso de la Vega

La mar en medio y tierras he dejado

-- de Garcilaso de la Vega --

La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.



Gerardo Diego

un día y otro día y otro día.

-- de Gerardo Diego --

no verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En la muerte del laureado poeta señor don Manuel José Quintana

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Cantos de regocijo y de victoria
Nuestras voces alzaron aquel día
Que regia mortal mano te ceñía
Mezquino lauro de terrestre gloria:

Y hoy que a la voz de tu Hacedor acudes,
A recibir la fúlgida diadema
Que la inmutable Majestad Suprema
Guarda en la eterna patria a las virtudes

Hoy nuestra flaca condición humana
Su aliento en vano a remontar aspira
¡No le es dado arrancar, noble Quintana,
Ni un tierno adiós de la enlutada ¡ira!

Que aunque la Fe con resplandor divino
La densa noche del sepulcro alumbre,
Y la Esperanza hasta la excelsa cumbre
Vuele, mostrando tu triunfal camino;

Aquí -al mirar tus fúnebres despojos
A la tierra volver- sólo nos queda,
Con tu corona, que la España hereda,
¡Duelo en el corazón llanto en los ojos!



Gutierre de Cetina

ojos, rayos del sol, luces del cielo

-- de Gutierre de Cetina --

Que con un volver manso y piadoso,
en el trance más fuerte y peligroso
me solías de dar mayor consuelo,
¿qué ceño tan cruel, que oscuro velo
es el que mostráis tan temeroso?
¿qué es del blando mirar, grave, amoroso,
que apartaba de mí cualquier recelo?
¿qué es esto? ¿no sois vos aquellos ojos
que me suelen valer y asegurarme?
¿no me habéis dado vos mil desengaños?
pues, ojos, ocasión de mi enojos,
¿por qué agora miráis para matarme?
¿cabe en tanta beldad tales engaños?



Gutierre de Cetina

luz de estos ojos tristes que solía

-- de Gutierre de Cetina --

Alegrarlos mirando alegremente,
vida por quien la mía ahora siente
harto más que el morir vuestra porfía,
¿por cual razón, ¡ay, bien del alma mía!
turbado por un súbito accidente
luego a mi verdad no se consiente?
¿cual injusta ocasión de mí os desvía?
si mi vivir, señora, os desagrada,
si dura mucho ya una buena suerte,
si privarme queréis del bien pasado,
no os me enojéis, no os me mostréis airada:
que como me quitasteis de la muerte,
me la podéis volver de vuestro grado.



Gutierre de Cetina

tras lo que temo más voy rastreando

-- de Gutierre de Cetina --

Sin que espere hallar lo que quería,
y es de tal calidad la pena mía
que lo que huye más, anda buscando.
Se me va la verdad manifestando;
yo, por no la topar, busco otra vía;
si entendiese su mal mi fantasía
tendría por mejor vivir dudando.
Ha dado fe el temor a una sospecha
que no puede parar sino en mi daño,
y seguiréla hasta ver do para.
Querríala volver, más ¿qué aprovecha?
que aunque sea en su favor el desengaño,
sola la duda ya le cuesta cara.



Gutierre de Cetina

al duque de sessa II

-- de Gutierre de Cetina --

Como al salir del sol se muestra el cielo
más claro y más alegre y más gozoso,
y como en el venir de abril hermoso
de flores se matiza y lustra el suelo,
tal, movido por vos de honesto celo,
se muestra ufano el mundo, deseoso
de veros ya llegar al glorioso
término que llegó el único abuelo.
Sólo en veros salir, sólo del nombre
de gonzalo hernández tiene espanto
cuanto ciñe apenín, adria y tirreno.
¿Cuál será, pues, señor, que no se asombre
viéndoos volver con el honrado manto
de palmas, de trofeos, de glorias lleno?



Gutierre de Cetina

a don luis de cotes, obispo de empurias

-- de Gutierre de Cetina --

Ando siempre, señor, de pena en pena,
de llanto en llanto y de uno en otro fuego;
ni por andar ni por tener sosiego
dolor afloja o mi fortuna es buena.
El alma de años ya y de daños llena,
que ciega nuestros apetitos ciego
debría volver de tan dañoso juego
a vida más tranquila y más serena.
Si el alma misma es causa de su daño,
¿por qué la causa? y si la fuerza el hado,
el arbitrio ¿qué es del?, ¿qué libre tiene?
pues yo no sé entender mal tan extraño,
suplícoos me digáis de este pecado
quién es primera causa o dónde viene.



Gutierre de Cetina

traducción de un soneto toscano

-- de Gutierre de Cetina --

Querría saber, amantes, cómo es hecha
esta amorosa red que a tantos prende,
cómo su fuerza en todo el mundo extiende
o cómo el tiempo ya no la desecha.
Si amor es ciego, ¿cómo se aprovecha
a hacer las saetas con que ofende?
si no las hace amor, ¿qué se las vende?
¿con cuál tesoro compra tanta flecha?
si tiene, como escriben los poetas,
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿las saetas, la red, con qué las tira?
las armas del amor, tirano ciego,
un volver de ojos es que alegre os mira,
no el arco ni la red, fuego y saetas.



Hernando de Acuña

De Endimión

-- de Hernando de Acuña --

En una selva, al parecer del día,
se estaba Endimión, triste y lloroso,
vuelto al rayo de sol que presuroso
de la cumbre de un monte descendía.

Mirando el turbador de su alegría,
contrario de su bien y su reposo,
tras un grave suspiro doloroso,
tales palabras contra el sol decía:

«Luz clara, para mí triste y oscura,
que con furioso curso apresurado
mi sol con tu tiniebla oscureciste,

si te pueden mover en tanta altura
las quejas de un pastor apasionado,
no tarde en volver donde saliste».



Humberto Megget

Yo mi sobretodo verde

-- de Humberto Megget --

Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
yo en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mii inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.



Santiago Montobbio

historia verdadera

-- de Santiago Montobbio --

Historia verdadera
bajé del sueño, del sol y el miedo.
Bajé y seguí bajando. No había nada.
Deseé volver. Pero en el descenso
había olvidado cómo a la infancia
del primer verso trepar de nuevo.
Y así (niños y niñas) me quedé solo,
de ninguna parte rey y en mi noche
por nadie abandonado. Y esta sola
historia verdadera es el poeta.



Santiago Montobbio

et labora

-- de Santiago Montobbio --

Et labora
guardar memoria de lo que para otra persona
nunca fue recuerdo, creer haber hundido un rostro
y al volver de una mañana darse cuenta
de que sigue inundando nuestro adentro;
aventurarse ingenuo en las piruetas
por fingir que puede desterrarse
la espantosa verdad de los sonidos
u otra vez descubrir, en el envés del tiempo,
que todo lo que pude ser tan sólo era
ser contigo:
estosson
los trabajos del amor, aquel extraño mar
que vivir nos fue haciendo lejanísimo.



Vicente Huidobro

puede venir

-- de Vicente Huidobro --

Y ahora vamos al minuto unánime
tras la gran cortina sacada de las olas
para las formaciones del corazón y su progreso
algo del cielo y sus interiores
algo de la partida hacia el lado opuesto
el doble tráfico en púrpura o sudario
despojado el aire de su océano
parecía saber lo que venía
como el hormiguero en marcha por la selva
en un ruido de arenas que se profanan
despojado el océano de sus olas
lloraba contra la lluvia
silbaba sus carbones para agrandarlos
y volver al origen autorizado a andar
cinco personas muertas y veinte heridas
dijo la catástrofe y se cubrió los ojos
el minuto unánime buscaba el corazón
tras la cortina sacada del océano
alguien miró el hogar que se alejaba
también el cielo al aire y sus interioridades
el problema es sencillo
las olas se separan
el avión se vuelca el aire canta
de un modo irremediable
el volcán suspira sus más viejos sueños
o sólo el corazón que dice ya está bueno
las olas se dan la mano y se despiden



Vicente Huidobro

Solitario invencible

-- de Vicente Huidobro --

Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza

La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje



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