Buscar Poemas con Volar


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Se han encontrado 46 poemas con la palabra volar

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Pablo Neruda

soneto xcvii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Hay que volar en este tiempo, a dónde?
sin alas, sin avión, volar sin duda:
ya los pasos pasaron sin remedio,
no elevaron los pies del pasajero.
Hay que volar a cada instante como
las águilas, las moscas y los días,
hay que vencer los ojos de saturno
y establecer allí nuevas campanas.
Ya no bastan zapatos ni caminos,
ya no sirve la tierra a los errantes,
ya cruzaron la noche las raíces,
y tú aparecerás en otra estrella
determinadamente transitoria
convertida por fin en amapola.

Poema soneto xcvii cien sonetos de amor (1959) noche de Pablo Neruda con fondo de libro

Juan Gelman

necesidades

-- de Juan Gelman --

El individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad
suele ser calificado de insano acusado de enfermedad mental y
perseguido como enfermo
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
el individuo que ve piernas azules de mujer volar
arbolitos cantar el mundo heder
es encerrado golpeado con electricidad insulina médicos
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
¿necesidades del volar o cantar?
¿necesidades del individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es
calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como
enfermo?
¿otras necesidades?
¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares
que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad
que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni
perseguido como enfermo?
¿piernas azules de mujer volar no?
¿ni arbolitos cantar ni mundo heder?
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne

Poema necesidades de Juan Gelman con fondo de libro

Gutierre de Cetina

mientras las tiernas alas, pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Mi nuevo desear firmes hacía,
mientra de mí alejarse no podía,
por ser nueva la pluma, a mayor vuelo,
obediente me estaba, y al señuelo,
a la primera voz, luego acudía,
ni de volar tan alto presumía,
que con los pies no fuese por el suelo.
Hasta que con el tiempo ya crecida
la pluma, por su mal, de puro ufano,
sacándolo a volar mi mala suerte,
le lanzó a una esperanza tan perdida
que ni el deseo vuelve ya la mano,
ni parará hasta hallar la muerte.

Poema mientras las tiernas alas, pequeñuelo de Gutierre de Cetina con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Dos madrigales en uno

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo a Enriqueta le diría
que su gracia me subyuga,
que me encanta su talento,
y hasta su nombre me gusta...

Mas temo que Margarita,
al escucharme, presuma
que la agravio, y el respeto
me deja la lengua muda.

Yo también a Margarita,
en más feliz coyuntura,
de sus muchas perfecciones
pudiera elogiarle algunas...

Pero temo que Enriqueta
me diga con faz adusta,
que requiebros duplicados
no tienen gracia ninguna.

Niñas: ¿queréis que un momento,
para hablaros, os desuna?
Dos tórtolas en un árbol
están muy bonitas juntas...;
Pero, al volar, si son libres,
toman diferente ruta...

Y no es mucho mirar luego
cómo encuentra cada una
su dulce compaña, y cómo
se dan el pico y se arrullan.



Amado Nervo

impaciencia

-- de Amado Nervo --

Soy un viajero que tiene prisa
de partir.
Soy un alma impaciente e insumisa
que se quiere ir.
Soy un ala que trémula verbero...
¿Cuándo vas, oh destino, a quitar
de mi pie tu grillete de acero
y ¡por fin! a dejarme volar?



Lope de Vega

Encaneció las ondas con espuma

-- de Lope de Vega --

Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.



Manuel del Palacio

En el ferro-carril

-- de Manuel del Palacio --

Volar me siento por el ancho valle,
Y de la inmensidad rompo la valla;
De nubes mil la trasparente malla
Abre á mis ojos dilatada calle.

¿Qué mucho que mi sien ardiente estalle,
Si con nubes y vientos en batalla
Miro del hombre la gigante talla
Que casi deja á Dios corto de talle?

Do quier las flores inclinando el tallo
Saludan tiernas al prodigio bello
que es de la industria y del saber orgullo.

Feliz vive el Sultán en su Serrallo,
Y más yo cuando montes atropello
De una locomotora al dulce arrullo.



Jaime Torres Bodet

...12 de junio

-- de Jaime Torres Bodet --

Amada, en estos versos que te escribo
quisiera que encontraras el color
de este pálido cielo pensativo
que estoy mirando, al recordar tu amor.
Que sintieras que ya julio se acerca
que el oro está naciendo de la mies,
y que oyeras zumbar la mosca terca
que oigo volar en el calor del mes...
Y pensaras: «¡qué año tan ardiente!
¡cuánto sol en las bardas!»... Y, quizás,
que un suspiro cerrara blandamente
tus ojos... Nada más... ¿Para qué más?



César Vallejo

deshojación sagrada

-- de César Vallejo --

Deshojación sagrada
¡luna! ¡corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
¡roja corona de un jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!
¡luna! alocado corazón celeste
¿porqué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?
¡luna! y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres tal vez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...



César Vallejo

Deshojacion sagrada

-- de César Vallejo --

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos...!



César Vallejo

En las tiendas griegas

-- de César Vallejo --

Y el Alma se asustó
a las cinco de aquella tarde azul desteñida.
El labio entre los linos la imploró
con pucheros de novio para su prometida.

El Pensamiento, el gran General se ciñó
de una lanza deicida.
El Corazón danzaba; más, luego sollozó:
la bayadera esclava estaba herida?

Nada! Fueron los tigres que la dan por correr
a apostarse en aquel rincón, y tristes ver
'los ocasos, que llegan desde Atenas.

No habrá remedio para este hospital de nervios,
para el gran campamento irritado de este atardecer! Y el General escruta volar siniestras penas
allá ................................
En el desfiladero de mis nervios!



Enrique Lihn

la desaparición de este lucero

-- de Enrique Lihn --

La desaparición de este lucero
lo puso ferozmente en evidencia
no era venus, la estrella vespertina
no era venus, la estrella matutina
era una lucecilla intermitente
no nacida del cielo ni del mar
y yo era sólo un náufrago en la tierra
no era siquiera una mujer fatal
bella, si, pero espuma del oleaje
un simulacro de la diosa ausente
ni de pie sobre el mar: en la bañera
ni espuma: algo de carne, algo de hueso
un pajarillo, y eso, de mujer
dócil al aire pero desalado
y desolado, pues volar podía
tan sólo cuando el viento lo soplaba
ni tuvo el mar por mítico escenario
en la ciudad más fea de la tierra
se hizo humo a la hora de los quiubos
era fulana, y eso, simplemente
y yo, el imbécil que escribió este libro.



Pablo Neruda

soneto xxxiii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxxiii
amor, ahora nos vamos a la casa
donde la enredadera sube por las escalas:
antes que llegues tú llegó a tu dormitorio
el verano desnudo con pies de madreselva.
Nuestros besos errantes recorrieron el mundo:
armenia, espesa gota de miel desenterrada,
ceylán, paloma verde, y el yang tsé separando
con antigua paciencia los días de las noches.
Y ahora, bienamada, por el mar crepitante
volvemos como dos aves ciegas al muro,
al nido de la lejana primavera,
porque el amor no puede volar sin detenerse:
al muro o a las piedras del mar van nuestras vidas,
a nuestro territorio regresaron los besos.



Pablo Neruda

soneto xciii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xciii
si alguna vez tu pecho se detiene,
si algo deja de andar ardiendo por tus venas,
si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,
si tus manos se olvidan de volar y se duermen,
matilde, amor, deja tus labios entreabiertos
porque ese último beso debe durar conmigo,
debe quedar inmóvil para siempre en tu boca
para que así también me acompañe en mi muerte.
Me moriré besando tu loca boca fría,
abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,
y buscando la luz de tus ojos cerrados.
Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo
iremos confundidos en una sola muerte
a vivir para siempre la eternidad de un beso.



Pedro Miguel Obligado

soledad

-- de Pedro Miguel Obligado --

Grabación em mp3 por
maría eugenia

¡soledad, soledad y siempre soledad!
palabras, ruidos, ecos; almas, tristezas, nada:
apenas un deseo de vivir y de amar.
Los días se deshacen como nubes ligeras;
y como todo pasa, ¿dónde está la verdad?
las ideas son chispas que descubren honduras,
y el placer más seguro, descansar, descansar.

El alma es como un pozo que contempla a una estrella
y que la siente dentro, sin tenerla jamás
las flores son tan bellas que duran un instante,
y el amor cuando nace, se alza a volar.
Y todo esto que digo, sólo son frases, humo
que el soplo de una noche de lluvia, apagará.
Hermano: estoy muy triste -¿me perdonas?- muy triste
- ¡soledad, soledad y siempre soledad ¡



José María Hinojosa

ambiente

-- de José María Hinojosa --

El barco es más barco
en alta mar,
entre las olas
y el huracán.
Y el águila, en el aire
sabe mejor mirar,
embistiendo a las nubes
que le impiden volar.
Rompe los zancos
y comienza a andar,
sobre la tierra,
sobre la tierra de verdad.



Gabriela Mistral

mientras baja la nieve

-- de Gabriela Mistral --

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémoslacaer!
viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémoslallegar!
ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de dios nuestro señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no mássu amor.



Gabriela Mistral

los que no danzan

-- de Gabriela Mistral --

Una niña que es inválida
dijo: «¿cómo danzo yo?»
le dijimos que pusiera
a danzar su corazón...
Luego dijo la quebrada:
«¿cómo cantaría yo?»
le dijimos que pusiera
a cantar su corazón...
Dijo el pobre cardo muerto:
«¿cómo danzaría yo?»
le dijimos: «pon al viento
a volar tu corazón...»
Dijo dios desde la altura:
«¿cómo bajo del azul?»
le dijimos que bajara
a danzarnos en la luz.
Todo el valle está danzando
en un corro bajo el sol,
y al que no entra se le hace
tierra, tierra el corazón.



Gutierre de Cetina

el cielo de sus altos pensamientos

-- de Gutierre de Cetina --

Con las alas de amor ledo subía
vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.
Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:
«si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de faetón el caso fiero,
»consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero».



Gutierre de Cetina

no por el cielo ver correr estrellas

-- de Gutierre de Cetina --

Ni por tranquilo mar navíos cargados,
ni en plaza tornear hombres armados,
ni a caza en bosque ver ninfas muy bellas;
ni en gran obscuridad volar estrellas,
ni llenos por abril de flor los prados,
ni galanes en sala aderezados,
ni en cabello bailar tiernas doncellas;
no el sol en el nacer de un claro día,
ni árboles de flor y fruta llenos,
ni fuego sobre nieve helada y fría;
ni todo cuanto hay más ni cuanto hay menos
de hermoso en el mundo, igualaría
vuestro dulce mirar, ojos serenos.



Humberto Megget

Yo mi sobretodo verde

-- de Humberto Megget --

Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
yo en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mii inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.



San Juan de la Cruz

Otras del mismo a lo divino

-- de San Juan de la Cruz --

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

1. Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

2. Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

3. Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

4. Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.



Vicente Huidobro

Me alejo en silencio

-- de Vicente Huidobro --

Me alejo en silencio como una cinta de seda
Paseante de arroyos
Todos los días me ahogo
En medio de plantaciones de plegarias
Las catedrales de mis ternuras cantan a la noche bajo el agua
Y esos cantos forman las islas del mar

Soy el paseante
El paseante que se parece a las cuatro estaciones

El bello pájaro navegante
Era como un reloj envuelto en algodón
Antes de volar me ha dicho tu nombre

El horizonte colonial está cubierto todo de cortinajes
Vamos a dormir bajo el árbol parecido a la lluvia



Vicente Huidobro

Viajero

-- de Vicente Huidobro --

Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas

Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre



Angel González

glosas en homenaje a j.g.

-- de Angel González --

i
sí:
la realidad propone siempre sueños,
mas sólo uno entre muchos elige la mirada.
De quien madruga a verla,
y no del sol,
procede
aunque él no se lo crea
la luz
que ordena y fija el mundo
en sus formas más bellas:
damas altas, calandrias...
Vistas así las cosas,
iluminadas por amor tan claro
¿cómo van a negarse?
dóciles, entregadas
a su más alto vuelo,
se demoran, esperan, se eternizan.
Ii
cazadoras al filo de la aurora.
Cobrar la plenitud, guardar el canto
como trofeo y ¡a volar las alas!
contra un mundo fugaz, esquivo y raudo,
que salta a su «seré» de el «ya he sido»,
pupilas aún más rápidas
lanzan dardos certeros.
Difícil blanco ofrece hoy la mañana:
escorzo de cristal que pasa huyendo
de no sé qué jaurías invisibles.
¿Un instante del iris?
rasga el silencio y...
¡Luz ilesa!
he ahí la eternidad, en dos palabras.



Antonio Machado

El casco roído y verdosol

-- de Antonio Machado --

El casco roído y verdoso
del viejo falucho
reposa en la arena...
La vela tronchada parece
que aun sueña en el sol y en el mar.
El mar hierve y canta...
El mar es un sueño sonoro
bajo el sol de abril.
El mar hierve y ríe
con olas azules y espumas de leche y de plata,
el mar hierve y ríe
bajo el cielo azul.
El mar lactescente,
el mar rutilante,
que ríe en sus liras de plata sus risas azules...
¡Hierve y ríe el mar!...
El aire parece que duerme encantado
en la fúlgida niebla de sol blanquecino.
La gaviota palpita en el aire dormido, y al lento
volar soñoliento, se aleja y se pierde en la bruma del sol.



Antonio Machado

Las moscas

-- de Antonio Machado --

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela
—que todo es volar—, sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada;
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.



Antonio Machado

¡Y esos niños en hilera...

-- de Antonio Machado --

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...
*
De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna, sobre la plaza!
*
Duro ceño.
Pirata, rubio africano,
barbitaheño.
Lleva un alfanje en la mano.
Estas figuras del sueño...
*
Donde las niñas cantan en corro,
en los jardines del limonar,
sobre la fuente, negro abejorro
pasa volando, zumba al volar.
Se oyó su bronco gruñir de abuelo
entre las claras voces sonar,
superflua nota de violoncelo
en los jardines del limonar.
Entre las cuatro blancas paredes,
cuando una mano cerró el balcón,
por los salones de sal-si-puedes
suena el rebato de su bordón.
Muda en el techo, quieta, ¿dormida?,
la negra nota de angustia está,
y en la pradera verdiflorida
de un sueño niño volando va...



Antonio Ros de Olano

Doloridas

-- de Antonio Ros de Olano --

Al nacer el día
de la Anunciación,
despierta la niña
de un beso al calor.

Con ser de su madre,
la niña tembló.

-¡Madre! madre mía
de mi corazón;
por si hace ya tiempo,
¿Te acuerdas que yo,
tras la primer noche
de mi comunión,
te dije aquel sueño
en que un ruiseñor,
sobre una azucena
parado cantó
la oración del Alba;
y al nacer el sol
sonreí mirándole
volar hacia Dios?-
Hoy he vuelto a oírle;
no en la misma flor,
ni es el que decía
aquella oración:
cantaba entre flores,
y oyendo su voz,
lloré... -Madre mía...
Los sueños ¿qué son?

-No cuentes tus sueños,
hija de mi amor...-
Cuando tu primera
santa comunión,
cumplías diez años...
¡Quince cumples hoy!



Medardo Ángel Silva

Danse d'Anitra

-- de Medardo Ángel Silva --

A Juan Verdesoto

Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyera.
Dios mío, esta adorable danzarina
se va a morir, se va a morir ... Se muere.

Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo un ala fina,
cual si el soplo de Dios lo sostuviere.

Sollozan perla a perla cristalina
las flautas en ambiguo miserere ...
Las arpas lloran y la guzla trina ...
¡Sostened a la leve danzarina,
porque se va a morir... Porque se muere!



Miguel Unamuno

en un cementerio de lugar castellano II

-- de Miguel Unamuno --

Refrescaban tus sienes al volar;
las mismas que, piadosas, hoy, teresa,
sobre tu tierra vuelan sin cesar.
Las mismas que al señor, de la corona
espinas le quitaron al azar;
las mismas que me arrancan las espinas
del corazón, que se me va a parar.
Golondrinas que vienen de tu campo
trayéndome recuerdos al pasar
y cuya sombra acarició la yerba
bajo que has ido al fin a descansar.



Miguel Unamuno

A la esperanza

-- de Miguel Unamuno --

Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
á tu hija la fé con siete llaves

y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mi no cabes,



Juan Gelman

opiniones

-- de Juan Gelman --

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.



Juan Zorrilla de San Martín

Tu y yo (Zorrilla)

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Perfume de una flor que, al desprenderse,
ni una hoja de sus pétalos lastima;
tibio efluvio de luna de verano
que en el disco plateado se destila;
calor de una mirada de ternura
que atraviesa inocente unas pupilas;
roce de un alma que, buscando otra alma,
en sí misma sin ruido se desliza:

Lágrima que oscilando sobre el alma,
se evapora al color del dolor mío;
rumor de oleaje que, en desierta orilla,
rueda mugiendo entre escarpados riscos;
ave que huye y, al volar llorando,
quiebra la rama en que dejó a sus hijos;
nota que, al desprenderse de una cuerda
deja al pobre laúd, temblando, herido:



Francisco Martínez de la Rosa

La muerte (Martínez de la Rosa)

-- de Francisco Martínez de la Rosa --

Al borde está de una tumba
La inexorable deidad,
Mal ceñido el negro manto,
Lívida la horrenda faz,
Y la planta descarnada
Sobre una corona real:
En tablas de bronce y mármol,
Carcomidas por la edad,
Apoya el brazo siniestro
Con terrible majestad,
Y la historia de cien siglos
Debajo borrada está.
Reina en torno hondo silencio,
Destrucción y soledad,
Como en el Averno lago
En que hasta el aire es letal;
Ni alrededor nace yerba,
Ni osan las aves volar.
Ante sus ojos perenne
Arde una luz funeral,
Cual si la densa tiniebla
Luchase por disipar;
Mas apenas la vislumbra
Entre sombras el mortal,
Cuando su débil reflejo
¡Se pierde en la eternidad!



Francisco Sosa Escalante

A un niño (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Mezcla indefinible de tristeza
Y de íntimo placer, al verte, siento
Cuando sigues feliz el movimiento
De ave pintada que á volar empieza.

Si de la flor en la gentil belleza,
¡0h niño! encuentras plácido contento,
Henchido de temor mi pensamiento
Al porvenir oscuro se endereza

En el ave y la flor encantadora
La fiel imagen de tu vida miro
Hoy que disfrutas de la edad temprana:

Artero cazador, mano traidora
La muerte les dará; y á ti en su giro
Las tristes penas de la vida humana.



José Asunción Silva

Adriana

-- de José Asunción Silva --

Noble como la cándida adorada
del inmortal poeta florentino,
corona de la frente inmaculada
el dorado cabello
que sobre el hombro flota en blondos rizos,
perdida en el espacio la mirada
como se pierde en su conjunto bello
la de aquél que contempla sus hechizos.

Hay infinita luz que reverbera
en el azul de sus divinos ojos
cual de limpio zafiro en los cristales.
Una expresión de majestad serena
de pudor y recato virginales
vela la gracia de sus labios rojos,
¡y es a la vez misterïoso encanto,
lumbre, murmullo, vibración y canto!

Su voz tiene las notas armoniosas
de la del ave que en blando nido
de su impotencia de volar se queja,
llena de suavidad, llena de calma
su cariñosa frase siempre deja
una estela de perlas en el alma.

Tiene la delicada transparencia
de las húmedas hojas de las lilas
y ni una leve mancha en la conciencia
y ni una leve sombra en las pupilas.

Es una reunión encantadora
de lo más dulce que la vida encierra
a los rosados rayos de la aurora
hecha, del aire en los azules velos,
¡con lo más delicado de la tierra
y lo más delicado de los cielos!



Abate Marchena

La primavera

-- de Abate Marchena --

¿Ves, hermosa, la fuente que bullendo
el céfiro menea blandamente?
Amor la agita: mira su corriente
hacia el amado arroyo huir riendo.

Mira volar la abeja susurrante
en torno de las violas olorosas,
y su néctar le ofrecen amorosas,
zagala; que es la flor también amante.

¿No escuchas gorgear los ruiseñores,
de aguda flecha el tierno pecho heridos,
y en melodiosos trinos no aprendidos
explicar sus dulcísimos amores?

¿No ves las palomillas amorosas
exhalar sus arrullos inflamados?
¿Los pichones no ves enamorados
responder en querellas cariñosas?

Todo es amor; la alegre primavera,
al universo nueva vida dando,
naturaleza yerta va inflamando,
que Enero con su escarcha entorpeciera.

Y tú, por más que lo rehuyas dura,
has de rendir a Amor el cuello erguido,
que todo se avasalla ¡ay! a Cupido:
tal es la ley eterna de natura.



José Martí

con la primavera

-- de José Martí --

Con la primavera
viene la canción,
la tristeza dulce
y el galante amor.
Con la primavera
viene una ansiedad
de pájaro preso
que quiere volar.
No hay cetro más noble
que el de padecer:
sólo un rey existe:
el muerto es el rey.



José Martí

envilece, devora...

-- de José Martí --

Envilece, devora, enferma, embriaga
la vida de ciudad: se come el ruido,
como un corcel la yerba, la poesía.
Estréchanse en las casas la apretada
gente, como un cadáver en su nicho:
y con penoso paso por las calles
pardas, se arrastran hombres y mujeres
tal como sobre el fango los insectos,
secos, airados, pálidos, canijos.
Cuando los ojos, del astral palacio
de su interior, a la ciudad convierte
el alma heroica, no en batallas grandes
piensa, ni en templos cóncavos, ni en lides
de la palabra centelleante: piensa
en abrazar, como un haz, los pobres
y adonde el aire es puro, y el sol claro
y el corazón no es vil, volar con ellos.



José Martí

era sol

-- de José Martí --

Era sol: caballero en un potro,
con la rienda tendida al acaso,
fui testigo de un drama de amores:
¡qué volar! ¡qué caer! ¡quédolores!....
Aprieto el paso...
Era sol. El fragor de la tierra
celebrar tanto amor parecía:
y el potente amador fulguraba
como un astro encendido, y volaba,
y los aires hendía.
El amor, como un águila, vuela
sobre el cráneo poblado del hombre,
y tal aire en sus alas encierra
que lo empuja por sobre la tierra
con vuelo sin nombre.
Y a tal punto el amor transfigura
que la atónita tierra no sabe
si aquel astro que vuela es ave
o humana criatura.



Carlos Pellicer

soneto

-- de Carlos Pellicer --

A un amigo incomparable, regalándole un reloj
el tiempo que nos une y nos divide
frutal nocturno y floreciente día
hoy junto a ti, mañana lejanía,
devora lo que olvida y lo que pide.
Cuidar en él lo que al volar descuide
será internarse en su relojería;
y minuto a minuto y día a día,
sin quererlo, aunque poco, nos olvide.
Olvidados del tiempo, esos instantes,
serán de eternidad; los deslumbrantes
momentos del instante de lo eterno.
Junio en tus manos su belleza afina;
el otoño es su dócil subalterno.
Tiempo y eternidad tu alma combina.



Clemente Althaus

Recorriendo las campiñas de Baden

-- de Clemente Althaus --

Volar parece nuestro leve coche,
y huir veloces al opuesto lado
montes, árboles, quintas; y el plateado
luminar de la noche
presuroso nos sigue por el cielo:
¡oh! ¡qué placer! mi descubierta frente
azota el aura fresca blandamente
en su contrario vuelo.
¿Dónde vamos? no sé, mas imagino
que a una encantada celestial morada
a donde nos espera cortés hada
va a dar nuestro camino.
En vuestra tan querida compañía,
con vuestra dulce plática sabrosa,
y en noche recorriendo tan hermosa,
clara rival del día,
esta amena región, Edén segundo,
quisiera que este viaje eterno fuera,
y nos llevara tan veloz carrera
al término del mundo.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de job

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡todo hacia la muerte avanza
de concierto,
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!

¡quién vio por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!

¡mi existir se cambia y muda
todo entero,
como árbol que se desnuda
en el enero!

¡fueron mis goces auroras
de alegrías,
más fugaces que las horas
de los días!

¡y más que la lanzadera
en el telar,
y la alondra, tan ligera
en el volar!

¡alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!

¡levántate, corazón,
que estás muerto!
¡esqueleto de león
en el desierto!

¡pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!

1la vida!... Polvo en el viento
volador.
¡Sólo no muda el cimiento
del dolor!



Rubén Darío

venus

-- de Rubén Darío --

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.
¡Oh, reina rubia! -díjele, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar .
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.



Rubén Darío

Venus (Darío)

-- de Rubén Darío --

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.

En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.

En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,

como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,

que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,

o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,

triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

"¡Oh, reina rubia! -díjele, mi alma quiere dejar su crisálida

y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;

y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".

El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.

Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.



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