Buscar Poemas con Vocablos


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra vocablos

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Octavio Paz

nocturno

-- de Octavio Paz --

Nada me desengaña
el mundo me ha hechizado
quevedonocturno
sombra, trémula sombra de las voces.
Arrastra el río negro mármoles ahogados.
¿Cómo decir del aire asesinado,
de los vocablos huérfanos,
cómo decir del sueño?
sombra, trémula sombra de las voces.
Negra escala de lirios llameantes.
¿Cómo decir los nombres, las estrellas,
los albos pájaros de los pianos nocturnos
y el obelisco del silencio?
sombra, trémula sombra de las voces.
Estatuas derribadas en la luna.
¿Cómo decir, camelia,
la menos flor entre las flores,
cómo decir tus blancas geometrías?
¿cómo decir, oh sueño, tu silencio en voces?

Poema nocturno de Octavio Paz con fondo de libro

Julio Herrera Reissig

el domingo

-- de Julio Herrera Reissig --

Te anuncia un ecuménico amasijo de hogaza,
que el instinto del gato incuba antes que el horno.
La grey que se empavesa de sacrílego adorno
te sustancia en un módico pavo real de zaraza...

Un rezongo de abejas beatifica y solaza
tu sopor, que no turban ni la rueca ni el torno...
Tú irritas a los sapos líricos del contorno;
y plebeyo te insulta doble sol en la plaza...

¡Oh domingo! la infancia de espíritu te sueña,
y el pobre mendicante que es el que más te ordeña...
Tu genio bueno a todos cura de los ayunos,

la misa te prestigia con insignes vocablos,
¡ y te bendice el beato rumiar de los vacunos
que sueñan en el tímido bethlem de los establos!...

Poema el domingo de Julio Herrera Reissig con fondo de libro

Evaristo Carriego

El amasijo

-- de Evaristo Carriego --

Dejó de castigarla, por fin cansado
de repetir el diario brutal ultraje,
que habrá de contar luego, felicitado,
en la rueda insolente del compadraje.

— Hoy, como ayer, la causa del amasijo
es, acaso, la misma que le obligara
hace poco, a imponerse con un barbijo
que enrojeció un recuerdo sobre la cara. —

Y se alejó escupiendo, rudo, insultante,
los vocablos más torpes del caló hediondo
que como una asquerosa náusea incesante
vomita la cloaca del bajo fondo.

En el cafetín crece la algarabía,
pues se está discutiendo lo sucedido,
y, contestando a todos, alguien porfía
que ese derecho tiene sólo el marido...

Poema El amasijo de Evaristo Carriego con fondo de libro

Evaristo Ribera Chevremont

lengua castellana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La lengua que arropara de vocablos mi cuna
es la lengua brotada del solar de castilla.
Del romancero a lope, sin dejadez ninguna,
ofrécese en romance, soneto y redondilla.

Ni un átomo en mi forma corporal es reacio
al toque rutilante, musical y perfecto
de la lengua que en libro, cuartilla o cartapacio
le da, por su pureza, vigores al concepto.

Levántase la lengua de clásicos sabores
en los pergeñadores ciertos de la belleza.
Los doctores del canto, los puristas mayores,
me la sirven en cláusulas de altitud y justeza.

La lengua -voz de siglos-. A mi verbo se enlaza.
No habrán de destruirla, porque es la mejor parte
-lo substancial, lo eterno- del todo de mi raza.
Y mi raza es, en todo, fe, dolor, amor, arte.



Rubén Darío

rima xi

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? agravio.
¿Me han hablado? zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
yo soy así. ¡Qué se hace! ¡boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿quieres saber acaso
la causa del misterio?
una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



Rubén Darío

rima i

-- de Rubén Darío --

En el libro lujoso se advierten
las rimas triunfales:
bizantinos mozaicos, pulidos
y raros esmaltes,
fino estuche de artísticas joyas,
ideas brillantes;
los vocablos unidos a modo
de ricos collares;
las ideas formando en el ritmo
sus bellos engarces,
y los versos como hilos de oro
do irisadas tiemblan
perlas orientales.
¡Y mirad! en las mil filigranas
hallaréis alfileres punzantes;
y, en la pedrería,
trémulas facetas
de color de sangre.



Rubén Darío

Rima I (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

En el libro lujoso se advierten
las rimas triunfales:
bizantinos mozaicos, pulidos
y raros esmaltes,
fino estuche de artísticas joyas,
ideas brillantes;
los vocablos unidos a modo
de ricos collares;
las ideas formando en el ritmo
sus bellos engarces,
y los versos como hilos de oro
do irisadas tiemblan
perlas orientales.
¡Y mirad! En las mil filigranas
hallaréis alfileres punzantes;
y, en la pedrería,
trémulas facetas
de color de sangre.



Rubén Darío

Rima XI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? Agravio.
¿Me han hablado? Zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡Y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
Yo soy así. ¡Qué se hace! ¡Boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿Quieres saber acaso
la causa del misterio?
Una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



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