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Se han encontrado 91 poemas con la palabra viendo

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Lope de Vega

¿qué es esto , dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿qué es esto?», dijo el israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy cristo les responde en sacramento:
«éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo dios sustento.

Poema ¿qué es esto , dijo el israelita, viendo de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

¿Qué es esto?, dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿Qué es esto?», dijo el Israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy Cristo les responde en sacramento:
«Éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo Dios sustento.

Poema ¿Qué es esto?, dijo el israelita, viendo de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Celoso Apolo, en vuestra sacra frente

-- de Lope de Vega --

Celoso Apolo en vuestra sacra frente,
más bello que en su curso, el laurel mira,
culto escritor, cuya divina lira
merece ser estrella eternamente.

El Caistro jamás por su corriente
tan dulce ha visto cisne, cuando espira;
Dauro ensancha su margen y se admira
que su oro puro vuestro canto aumente.

Miran por quién sus náyades y drías,
y, viendo que es un extranjero, mueven
risa en las hojas y en las fuentes frías.

Yo viendo cuánto las del Tajo os deben,
digo que allá lo pagarán las mías
cuando en sus aguas vuestro nombre lleven.

Poema Celoso Apolo, en vuestra sacra frente de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Rosales

verte, qué visión tan clara.

-- de Luis Rosales --

La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fueresincero,todo tu cuerpo será luminoso.
San mateo, vi, 22
verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, abril, verte tan sólo!
tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.



Líber Falco

El viaje (Falco)

-- de Líber Falco --

Desde este tren de ensueño,
ferrocarril, humo negro, vía,
mirad a las gallinas picoteando en la tierra.
El rancho en la hondonada.
La vaca triste.
Y el alma mía que les canta.
La vaca triste. El rancho en la hondonada.
Desde este tren de ensueño,
nada...

He de cantarle entonces
a las tinas solas.
Se fueron las lavanderas
hacia una eterna siesta.

He de cantarle a las tinas solas.
Junto a las cachimbas,
las tinas solas.

Desde este ferrocarril de ensueño,
he de cantarle a las muchachas de las estaciones.
¿Quién dijo que las muchachas
en los andenes,
no lloran y ríen
viendo pasar los trenes,
en los andenes?
Yo he visto a Pancha Pérez,
secarse una lágrima con el puño de la bata,
y decir adiós con el pañuelo.
–Ah, no, muchacha, óyeme.
Este ferrocarril es un ferrocarril de hierro.
Este ferrocarril escupe un humo negro.
Y va hacia la ciudad,
y la ciudad tiene también
un corazón de hierro.

Ah, no.
Deja que te sueñe en los andenes.
Viendo pasar los trenes,
en los andenes.



Dulce María Loynaz

la sonrisa

-- de Dulce María Loynaz --

Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel cristo tan pálido yo estaba:

y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...

La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.

(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)

Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...

La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...

Indecisa,
sobre la faz del cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el cristo sonriendo en la repisa.

Y cuando el cristo se borró... Yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.



José Ángel Buesa

la enredadera

-- de José Ángel Buesa --

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.
Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.
Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.



Gutierre de Cetina

mientra con gran terror por cada parte

-- de Gutierre de Cetina --

De roma ardían las moradas bellas,
mientra que con el humo a las estrellas
subía el clamor del gran pueblo de marte,
alegre está nerón, subido en parte
do viendo el fuego, oía las querellas,
mirando entre las llamas cuáles de ellas
eran mayores, do su furia harte.
Así del alma mía la que gobierna
mi vida, mira el fuego, escucha el llanto
y tiene el mayor mal por mayor juego;
y, a guisa de nerón, se alegra tanto
cuanto más viendo en mí durar el fuego
piensa hacer su crueldad eterna.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 99

-- de Francisco de Quevedo --

Arde lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece,
cuanto crecen las llamas amarillas.
Las brasas multiplica en maravillas,
y el sol entre carbones amanece,
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio, sus costillas.
A cristo imita en darse en alimento
a su enemigo: esfuerzo soberano
y ardiente imitación del sacramento.
Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento,
menos abrasa que arde vil tirano.



Abraham Valdelomar

Cobardía (AV)

-- de Abraham Valdelomar --

Sobre la arena mórbida que inquieto el mar azota
sombreando la cabaña, vigila una palmera.
La «paraca» despeina su verde cabellera
y junto al pescador gira la alba gaviota.

La tortuga longeva pensando en la remota
malhadada aventura que la hizo prisionera
medita una evasión y realizarla espera
si el anciano se embriaga en el sopor que flota.

El asno bajo el viento abre y cierra los ojos.
El perro con desgano husmea los despojos
y enarcada la cola marcha a saciar su sed.

Duerme el viejo la siesta La tortuga resuelve
fugar y de puntitas se aleja pero vuelve
¡la estaba viendo huir, desde un rincón, la red!



Amado Nervo

nadie conoce el bien

-- de Amado Nervo --

Había un ángel cerca de mí,
mas no le vi...
Posó las plantas maravillosas
entre las zarzas de mi erial, y
yo, en tanto, estaba viendo otras cosas.
Cuando, callado, tendió su vuelo
y quedó al irse torvo mi cielo,
mi vida huérfana, mi alma vacía,
comprendí todo lo que perdía.
Alcé los ojos despavorido,
llamé al ausente con un gemido,
plegó mis labios convulso gesto...
Mas pronto el ángel dejó traspuesto,
con vuelo de ímpetu soberano,
las lindes negras del mundo arcano,
y todo vano fué... ¡Todo vano!
¡quién del espacio devuelve un ave!
¡qué imán atrae a un dios ya ido!
dice el proloquio que nadie sabe
el bien que tiene... ¡Sino perdido!



Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Lope de Vega

A Temis consultó Venus hermosa

-- de Lope de Vega --

A Temis consultó Venus hermosa,
viendo que el niño Amor no se aumentaba,
y que con otro, que esperando estaba,
se aumentaría, respondió la diosa.

Parió Venus a Anteros y, enfadosa,
también por lo bizarro greguizaba,
pues que correspondencia se llamaba,
y crecieron los dos edad dichosa.

Tus dientes fueron ya perlas de Oriente,
Filis, pero la edad (¡cruel sentencia!),
los de la encía superior desmiente.

No hay verdadero amor si hay diferencia;
porque aún para comer, de diente a diente,
es fuerza que ha de haber correspondencia.



Lope de Vega

Adonde quiera que su luz aplican

-- de Lope de Vega --

A donde quiera que su luz aplican,
hallan, Señor, mis ojos tu grandeza:
si miran de los cielos la belleza,
con voz eterna tu deidad publican;
si a la tierra se bajan, y se implican
en tanta variedad, Naturaleza
les muestra tu poder con la destreza,
que sus diversidades significan;
si al mar, Señor, o al aire, meditando
aves y peces, todo está diciendo,
que es Dios su autor, a quien está adorando.
Ni hay bárbaro antípoda, que viendo
tanta belleza, no te esté alabando:
yo sólo, conociéndola te ofendo.



Lope de Vega

Amor, no pienses que te pintan tierno

-- de Lope de Vega --

Amor, no pienses que te pintan tierno,
porque lo mismo que pareces eres,
ni así desnudo, porque ardiendo mueres,
que no hay Scitia cruel como tu invierno.

Tu pecho es roble, tu interés eterno,
loco tu ardor, prestados tus placeres;
fingida y breve gloria, cuando quieres;
cuando aborreces, verdadero infierno.

Si dios, siendo tan malo, te llamaron,
no ha sido porque tú lo merecieses,
mas porque tantos necios te adoraron.

Y viendo que era fuerza que debieses
a cuantos sus haciendas te fiaron,
las alas te pusieron porque huyeses.



Lope de Vega

Amor, no se engañaba el que decía

-- de Lope de Vega --

Amor, no se engañaba el que decía
que eres monstruo engendrado de la tierra,
que de los elementos eres guerra,
luz de la noche, escuridad del día,

dios por temor, y rey por tiranía,
hijo de Marte, que la paz destierra,
y de una errada, por quien siempre yerra,
vencida la razón de tu porfía.

No te espantes de ver que te adoramos:
que de gentiles a temor sujetos,
la Muerte fue adorada por dios fuerte.

Así como a la muerte, altar te damos,
pues todos dicen, viendo tus efetos,
que eres hijo del tiempo y de la muerte



Lope de Vega

En un arco de perlas una flecha

-- de Lope de Vega --

En un arco de perlas una flecha
puso el Amor, con un coral por mira
(si es que en los arcos por coral se mira),
vista que fue de dos corales hecha.

Ninguna de morir me dio sospecha
como esta de tu boca dulce vira,
entre cuantas de plomo y oro tira,
que se me vino al corazón derecha.

Viendo que el hurto a tantos obligara,
con lanza en ristre Amor os ha guardado,
Juana, las perlas, porque nadie osara.

Yo las codicio y veo el arco armado,
mas, ¿qué dicha mayor si yo quedara,
flechas de amor, a vuestro palo atado?



Lope de Vega

Oh gran Virgilio!, si sangrientas vieras

-- de Lope de Vega --

¡Oh gran Virgilio!, si sangrientas vieras
de tu primera cuna las pizarras,
y el águila imperial, con pico y garras,
morder murallas y romper banderas,

con trompa, y no con lira, interrumpieras
el ocio a sombra de hayas y de parras,
y la pluma de cisne en las bizarras
del intrépido Marte convirtieras.

Mejor (viendo que el César los soldados
germánicos de nuevo galardona)
hicieras versos de dolor bañados.

¡Ay del verde laurel de tu corona,
entre vestigios de ceniza helados!
¡Ay Mantua, la vecina de Cremona!



Lope de Vega

Quejósele una dama de un bofetón que le había dado su galán

-- de Lope de Vega --

Para que no compréis artificiales
rosas, señora Filis, Fabio os puso
las naturales, si el calor infuso
las puede conservar por naturales.

Ya que no os da regalos, da señales
de que os los ha de dar, galán al uso,
puesto que en la venganza estoy confuso,
viendo perlas en vos sobre corales.

¿Herir al sol en medio de su esfera?
¡Cruel temeridad! ¡Matad a Fabio!
Mas ¡ay, que vuestros brazos Fabio espera.

Y si amistades son el desagravio,
tantos celos me dais, que más quisiera
vengar las amistades que el agravio.



Lope de Vega

Viendo que iguala en su balanza Astrea

-- de Lope de Vega --

Viendo que iguala en su balanza Astrea
los rayos y las sombras desiguales,
Dauro no ha reparado en las señales
de la extranjera Vega que pasea.

Mas ya que el oro que le dais emplea,
en mis arenas a la Libia iguales,
florecerán mi Vega sus cristales,
y vos mi ingenio, de mi mundo idea.

A que sois primavera me resuelvo,
por quien las flores que perdí restauro:
tal abundancia vuestro ingenio cría.

Y así en tanto que al patrio Tajo vuelvo,
serán entre las márgenes del Dauro
las flores vuestras y la Vega mía.



Lope de Vega

No sabe qué es amor quien no te ama

-- de Lope de Vega --

No sabe qué es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello;
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama.

Tu boca como lirio que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el torno y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.

¡Ay, Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?

Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que una hora amando
venza los años que pasé fingiendo.



Luis Cañizal de la Fuente

el mirar de los ojos isósceles

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Se comprende lo que es la infelicidad de la vida humana viendo a schubert quitarse los espejuelos. La compasión que suscitan unos ojos miopes recién despojados de sus gafas. Empujan al suspiro. El suspiro empaña los espejuelos. Ante ese no ver absolutamente nada, los ojos se elevan al cielo, pacientes y súplices. Etcétera. ¡Y pensar que todo empezó con el gachoneo e insinuación de un minué!pero ya se vio que el siguiente paso iba a acabar en lágrimas:
...Cuando el suspiro de disnea
va cayendo en cadencia de minueto,
que te sientes morir la muerte chica
y nunca acabas de llegar al cielo.



Manuel del Palacio

A los treinta años

-- de Manuel del Palacio --

Heme lanzado en la fatal pendiente
Donde á extinguirse va la vida humana,
Viendo la ancianidad en el mañana
Cuando aun la juventud está presente.

No lloro las arrugas de mi frente
Ni me estremece la indiscreta cana;
Lloro los sueños de mi edad lozana,
Lloro la fe que el corazón no siente.

Me estremece pensar cómo en un día
Trocóse el bien querido en humo vano
Y el alentado espíritu en cobarde:

¡Maldita edad razonadora y fría
En que para morir aun es temprano,
Y para ser dichoso acaso es tarde!



Jaime Sabines

te quiero porque tienes las partes de la mujer

-- de Jaime Sabines --

En el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.



Jaime Sabines

adán y eva xv

-- de Jaime Sabines --

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave,infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo;bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti,redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto,lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil.Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para quemadures en paz.



Jaime Sabines

la cojita está embarazada

-- de Jaime Sabines --

La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.

Se le agrandaron los ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio
a veces se queda viendo
quién sabe que cosas
que sus ojos blancos
se le vuelven rosas.

Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, a punto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.

La cojita embarazada
ahorita está en sus balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
cojita del pie derecho
y también del corazón .



Jaime Torres Bodet

ruptura

-- de Jaime Torres Bodet --

Nos hemos bruscamente desprendido
y nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiese ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido...
Como si nos hubiéramos perdido,
nuestros brazos
se buscan en la sombra... ¡Sin embargo,
ya no nos encontramos!
en la alcoba profunda
podríamos andar meses y años,
en pos uno del otro,
sin hallarnos...



Jaime Torres Bodet

final

-- de Jaime Torres Bodet --

Vuelvo de andar, a solas, por la orilla de un río.
Estoy lleno de músicas, como un árbol al viento.
He dejado correr mi pensamiento
viendo, en el agua, el paso de una nube de estío...
Traigo tejido al alma el olor de una rosa.
En lo blando del césped, puse, al andar, mi huella...
He vivido, ¡he vivido!... Y voy, como la estrella
a perderte en el mar de un alba silenciosa.



Jorge Luis Borges

milonga de dos hermanos

-- de Jorge Luis Borges --

Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la costa brava
y el camino de las tropas.
Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del sur los recuerdos.
Velay, señores, la historia
de los hermanos iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.
Cuando juan iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la costa brava.
Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.
Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de caín
que sigue matando a abel.



Jorge Luis Borges

despedida

-- de Jorge Luis Borges --

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.



Jorge Manrique

esparza mi temor ha sido tal

-- de Jorge Manrique --

Mi temor ha sido tal
que me ha tornado judío;
por esto el esfuerzo mío
manda que traiga señal:
pues viendo cuán poco gano
viviendo en ley que no es buena,
osándoos decir mi pena
me quiero tornar cristiano.



Jorge Manrique

Esparza: Mi temor ha sido tal

-- de Jorge Manrique --

Mi temor ha sido tal
que me ha tornado judío;
por esto el esfuerzo mío
manda que traiga señal:
pues viendo cuán poco gano
viviendo en ley que no es buena,
osándoos decir mi pena
me quiero tornar cristiano.



César Vallejo

Trilce: III

-- de César Vallejo --

Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.

Madre dijo que no demoraría.

Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.

Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.

Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros no pudiésemos partir.

Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.



César Vallejo

las personas mayores

-- de César Vallejo --

iii
las personas mayores
¿a qué hora volverán?
da las seis el ciego santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, nativa, miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, nativa, miguel?
llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.



Diego Hurtado de Mendoza

Como el hombre que huelga de soñar

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Como el hombre que huelga de soñar,
Y nace su holganza de locura,
Me viene á mi con este imaginar;
Que no hay en mi dolencia mejor cura.

Puso amor en mi mano mi ventura,
Mas puso lo peor, pues el penar
Me hace por razon desvariar,
Como el que viendo, vive en noche oscura.

Veo venir el mal, no sé huir;
Escojo lo peor cuando es llegado,
Cualquier tiempo me estorba la jornada.

¿Qué puedo yo esperar del porvenir,
Si el pasado es mejor, por ser pasado?
Que en mí siempre es mejor lo que no es nada.



Julián del Casal

la perla

-- de Julián del Casal --

balada
i
alrededor de una perla
que el mundo ostenta en su seno,
como divino presente
de las manos del eterno;
hay dos aves de rapiña
contemplando sus destellos:
una de plumaje áureo,
otra de plumaje negro.
Ii
viendo la perla romperse
entre su concha de cieno,
ya afilan los corvos picos,
para alcanzar sus fragmentos,
las dos aves de rapiña
que contemplan sus destellos:
una de plumaje áureo,
otra de plumaje negro.



Pablo Neruda

poema 3 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
en ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.



Pedro Antonio de Alarcón

La palma

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

La palma audaz que en el desierto crece
hospitalaria acoge al caminante:
grata sombra le presta, y abundante,
sabroso fruto pródiga le ofrece.

Al son del huracán fiera se mece,
y cuanto recia más, más arrogante
resiste, y más hermosa y elegante
en los azares de la lid parece.

Premio de la virtud es cada rama
del árbol inmortal, don a que aspira
el que trueca su paz por la victoria.

Y ese don eres tú, perfecta dama,
para el esposo que en tu amor se inspira,
viendo en ti misma a tu rival la Gloria.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



Pedro Calderón de la Barca

Hermosura

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mi beldad hermosa y pura;
ni al rey envidio, ni sus triunfos quiero,
pues más imperio ilustre considero
que es el que mi belleza me asegura.

Porque si el rey avasallar procura
las vidas, yo, las almas, luego infiero
con causa que mi imperio es el primero,
pues que reina en las almas la hermosura.

Pequeño mundo la filosofía
llamó la hombre; sin en él mi imperio fundo,
como el cielo lo tiene, como el suelo,

bien puede presumir la deidad mía
que al que al hombre llamó pequeño mundo,
llamará a la mujer pequeño cielo.



Pedro Calderón de la Barca

Cuentan de un sabio

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que otro iba sabio cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.



Pedro Salinas

versos 1237 a 1265

-- de Pedro Salinas --

Versos 1237 a 1265
lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.



José Ángel Buesa

poema para olvidarte

-- de José Ángel Buesa --

Amar nadie lo ignora viene a ser como un juego:
el juego de dos almas y el juego de dos vidas.
Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego,
si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo
sutil de detenerse mientras sigue adelante,
y una mujer bonita puede olvidarlo todo
menos su última cita con su primer amante.
Por eso, allá... Tan lejos... En tus tardes de hastío,
puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste
llenó de mariposas tu corazón vacío
y de fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no pasó todavía
tendrás que recordarme viendo en tu tocador
aquellos espejuelos oscuros con que un día
disimulaste un poco tus tijeras de amor.
Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros,
te dirán que me he muerto yo sé que será así
y te pondrás los mismos espejuelos oscuros
para que nadie sepa que lloraste por mí.



José Ángel Buesa

poema del olvido

-- de José Ángel Buesa --

Viendo pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como una nube, pasaste por mi hastío.
Y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.
Los últimos ensueños y las primeras canas
entristecen de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...
Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder olvidar...
Y miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito sordo de un viejo marinero
que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.



José Ángel Buesa

tercer poema de la despedida

-- de José Ángel Buesa --

Llamarada de ayer, ceniza ahora,
ya todo será en vano,
como fijar el tiempo en una hora
o retener el agua en una mano.
Ah, pobre amor tardío,
es tu sombra no más lo que regresa,
porque si el vaso se quedó vacío
nada importa que esté sobre la mesa.
Pero quizás mañana,
como este gran olvido es tan pequeño,
pensaré en ti, cerrando una ventana,
abriendo un libro o recordando un sueño...
Tu amor ya está en mi olvido,
pues, como un árbol en la primavera,
si florece después de haber caído,
no retoña después de ser hoguera;
pero el alma vacía
se complace evocando horas felices,
porque el árbol da sombra todavía,
después que se han secado sus raíces;
y una ternura nueva
me irá naciendo, como el pan del trigo:
pensar en ti una tarde, cuando llueva,
o hacer un gesto que aprendí contigo.
Y un día indiferente,
ya en olvido total sobre mi vida,
recordaré tus ojos de repente,
viendo pasar a una desconocida...



José Ángel Buesa

ah, si, ya abrí mi casa

-- de José Ángel Buesa --

Ah, sí, ya abrí mi casa
para todo el que llega, para todo el que pasa.
Sobran salud y pan, y, sin embargo,
hay algo en esta miel con sabor amargo.
Y desdeño mis bienes,
estos bienes ganados con sangre y con lamentos,
y envidio el hombre sucio que despide los trenes
viendo crecer sus hijos alegremente hambrientos.



Juan Boscán

Como aquel que en soñar gusto recibe

-- de Juan Boscán --

Como aquel que en soñar gusto recibe,
su gusto procediendo de locura,
así el imaginar con su figura
vanamente su gozo en mí concibe.

Otro bien en mí, triste, no se escribe,
si no es aquel que en mi pensar procura;
de cuanto ha sido hecho en mi ventura
lo sólo imaginado es lo que vive.

Teme mi corazón de ir adelante,
viendo estar su dolor puesto en celada;
y así revuelve atrás en un instante

a contemplar su gloria ya pasada.
¡Oh sombra de remedio inconstante,
ser en mí lo mejor lo que no es nada!



Juan de Arguijo

Júpiter a Ganimédes

-- de Juan de Arguijo --

No temas ¡oh bellísimo troyano!
Viendo que, arrebatado en nuevo vuelo,
Con corvas uñas te levanta al cielo
La feroz ave por al aire vano.

¿Nunca has oido el nombre soberano
Del alto olimpo, la piedad y el celo
De Júpiter, que da la pluvia al suelo
Y arma con rayos la tonante mano,

A cuyas sacras aras humillado,
Gruesos toros ofrece el teucro en Ida,
Implorando remedio á sus querellas?

El mismo soy; no al águila eres dado
En despojo; mi amor te trae, olvida
Tu amada Troya y sube á las estrellas.



Gabino Alejandro Carriedo

sonetos al bies

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

1. Todos los días nace un muerto
y en todo huerto habita un manco
y en todo banco duerme un tuerto.
En todo puerto hay un estanco
y en todo embuste hay algo cierto
y en todo negro hay mucho blanco.
Esto decía el rey arturo
dándoles de comer a sus prebostes
pasta de alpiste del mejor que había.
Y les decía que fumarse un puro
después de ese comer equivaldría
a un alza innecesaria de los costes.
2. Todos los días muere un poco
el fontanero de la esquina.
Todos los días sale un loco
de algún rincón de la cocina.
Esta es la realidad que toco
cuando trabajo en la oficina
viendo en la acera al que camina
sacándose y comiendo un moco.
Y es el misterio que yo invoco
que nadie ve ni lo adivina
ni lo resuelvo yo tampoco.
¡Así es la gente de cretina!



Gabriela Mistral

ronda de los colores

-- de Gabriela Mistral --

Del lino en rama y en flor.
Mareando de oleadas
baila el lindo azuleador.
Cuando el azul se deshoja,
sigue el verde danzador:
verde-trébol, verde-oliva
y el gayo verde-limón.
¡Vaya hermosura!
¡vaya el color!
rojo manso y rojo bravo
rosa y clavel reventón.
Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.
Bailan uno tras el otro,
no se sabe cuál mejor,
y los rojos bailan tanto
que se queman en su ardor.
¡Vaya locura!
¡vaya el color!
el amarillo se viene
grande y lleno de fervor
y le abren paso todos
como viendo a agamenón.
A lo humano y lo divino
baila el santo resplandor:
aromas gajos dorados
y el azafrán volador.
¡Vaya delirio!
¡vaya el color!
y por fin se van siguiendo
al pavo-real del sol,
que los recoge y los lleva
como un padre o un ladrón.
Mano a mano con nosotros
todos eran, ya no son:
¡el cuento del mundo muere
al morir el contador!



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXVIII

-- de Garcilaso de la Vega --

Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con sospiros;
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;

que viéndome do estoy, y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;

y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía,
ejemplos tristes de los que han caído.

Sobre todo, me falta ya la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.



Garcilaso de la Vega

Estoy contino en lágrimas bañado

-- de Garcilaso de la Vega --

Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con sospiros;
y más me duele no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;

que viéndome do' estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;

y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía
ejemplos tristes de los que han caído;

Y sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la escura región de vuestro olvido.



Gutierre de Cetina

mientras que de sus canes rodeado

-- de Gutierre de Cetina --

El mísero acteón seguro andaba,
mientras con más amor los regalaba
por habérselos él mismo criado,
habiendo, por su mal, un día mirado
la beldad que a una fuente se bañaba,
de aquellos de quien él más se fiaba
se vio el triste, a la fin, despedazado.
Tal obra hace en mí mi pensamiento,
tan regalado mío y tan querido,
tan confiado yo de sus hazañas,
que en viendo la ocasión de mi tormento,
airado luego me ha desconocido
y así me despedaza las entrañas.



Gutierre de Cetina

con aquel recelar que amor nos muestra

-- de Gutierre de Cetina --

Mezclado el desear con gran cuidado,
viendo soberbio el mar, el cielo airado,
hero estaba esperando a la fenestra;
cuando fortuna, que hacer siniestra
quiso la fin de un bien tan deseado,
al pie de la alta torre, y ahogado,
del mísero leandro el cuerpo adiestra.
Ciega, pues, del dolor extraño, esquivo,
de la fenestra con furor se lanza
sobre leandro, en el caer diciendo:
«pues a mis brazos que llegase vivo
no quiso el hado, ¡oh sola mi esperanza!,
espera, que a do vas te voy siguiendo».



Gutierre de Cetina

un blanco, pequeñuelo y bel cordero

-- de Gutierre de Cetina --

Vandalio para dórida criaba,
cuando viendo que el lobo lo llevaba,
dijo alzando la voz, airado y fiero:
«¡al lobo, al lobo, canes, que os espero,
argo, trasileón, melampo y brava!
¡hélo!, brava lo alcanza y, ¡hélo!, traba.
Soltado lo ha el traidor, por ir ligero.
»Ya lo veo y lo alcanzo, ya lo tomo;
ya se embosca el traidor, ya deja el robo;
ya mis canes se vuelven victoriosos».
Así decía vandalio, y no sé cómo
por entre aquellos álamos ombrosos
eco resuena ahora: «¡al lobo, al lobo!»



Gutierre de Cetina

aquel nudo que ya debía ser suelto

-- de Gutierre de Cetina --

Después que pude ver claros mis daños,
llevándose tras sí los tristes años
en perpetua prisión me tiene envuelto.
¿Quién pensará jamás viendo tan vuelto,
tan mezclado un amor con mil engaños,
pudiera el corazón en tan extraños
lazos permanecer preso y revuelto?
mas si la voluntad de un firme amante
puede el tiempo mudar, si libre verme
puedo una vez de este enojoso nudo,
de aquel mismo valor, de aquel diamante
que es agora mi fe, pienso hacerme
a los ojos un yelmo, al alma escudo.



Gutierre de Cetina

como de duro entalle una figura

-- de Gutierre de Cetina --

Con gran facilidad se imprime en cera,
y como queda siempre aquélla entera
mientras que otra imprimir no se procura,
tal en mi alma vuestra hermosura
ha esculpido el amor cual en vos era,
y hala dejado siempre en la primera,
viendo que de alguna otra no se cura.
El cuerpo, que a seguir el alma aspira,
por no haber parte en él de vos ajena,
muestra en sí mil imágenes iguales:
como sala que esta de espejos llena,
que la imagen de aquél que en uno mira
en todos muestra siempre unas señales.



Gutierre de Cetina

sobre las ondas del helado ibero

-- de Gutierre de Cetina --

Sobre las ondas del helado ibero,
incauto niño, y sin saber, corría,
cuando el hielo, que fuerza no tenía,
quebrando, se mostró crudo y severo.
El río, que veloz iba ligero,
con el tributo el cuerpo al mar envía:
la cabeza que el hielo sostenía
por memoria quedó del caso fiero.
La madre que buscando al niño andaba
por la ribera, viendo el rostro luego
asió del y sacó lo que quedaba.
«¡Ay cruel hado dijo extraño y ciego!
pues de lo que parí no me tocaba
más parte que ésta, ésta consuma el fuego».



Gutierre de Cetina

como se turba el sol y se escuresce

-- de Gutierre de Cetina --

Si nube se interpone o turbio el cielo,
dejando oscuro y triste acá en el suelo
todo cuanto con él claro paresce;
y como estando así nos aparesce
fuera de aquella nube y de aquel velo,
y llevando lo obscuro el aire a vuelo,
la claridad del sol más resplandece;
tales me son a mí vuestros enojos,
que mirándoos airada o descontenta
se torna obscura noche el claro día;
mas, en viendo la luz de vuestros ojos,
alegre luego el alma os me presenta,
mil veces más hermosa que solía.



Gutierre de Cetina

cuál hombre fue jamás tan sin sentido

-- de Gutierre de Cetina --

Que si entiende de amor el duro estado,
viendo en claros ejemplos lo pasado,
quiera seguir su bando o su partido?
yo solo soy a quien el hado ha sido
tan contrario, que siendo destinado
a amar sabiendo el daño, soy forzado
quedar, si me defiendo, al fin vencido.
Si trabajo, tal vez por alegrarme,
como cosa contraria al mal que siento,
luego se ve lo falso descubierto.
Si en otro que en amor quiero ocuparme,
el hábito que ha hecho el pensamiento
hace lo más dudoso en mí más cierto.



Gutierre de Cetina

para ver si sus ojos eran cuales

-- de Gutierre de Cetina --

La fama entre pastores extendía,
en una fuente los miraba un día
dórida, y dice así, viéndolos tales:
«ojos, cuya beldad entre mortales
hace inmortal la hermosura mía,
¿cuáles bienes el mundo perdería
que a los males que dais fuesen iguales?
»tenía, antes de os ver, por atrevidos,
por locos temerarios los pastores
que se osaban llamar vuestros vencidos;
»mas hora viendo en vos tantos primores,
por más locos los tengo y perdidos
los que os vieron si no mueren de amores».



Gutierre de Cetina

cuando a contemplar vengo el curso breve

-- de Gutierre de Cetina --

De esta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquél que morir debe,
viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.
Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,
que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.



Gutierre de Cetina

corre con tempestad furiosa y fuerte

-- de Gutierre de Cetina --

El más cuerdo piloto, el más experto,
y en viendo cerca el deseado puerto,
el miedo en esperanza se convierte;
mas queriendo surgir la mala suerte,
lo torna con extraño desconcierto;
sale un viento cruel, contrario, incierto,
que atrás lo vuelve a recelar la muerte.
Así yo, en la fortuna del deseo
a vos vengo, que sois el puerto mío,
donde de tanto mal pienso salvarme;
mas, ¡ay, hado cruel!, que apena os veo,
cuando un contrario viento de un desvío
hace que en el dolor vuelva a engolfarme.



Gutierre de Cetina

mirando cómo va soberbio, airado

-- de Gutierre de Cetina --

A pagar su tributo al mar el reno,
de su propia alma y de su bien ajeno,
vandalio está cuidoso, recostado
a la sombra de un olmo, y descansado
ya de llorar, de mil congojas lleno,
viendo partir de sí el pastor tirreno,
dijo con un suspiro apasionado:
«¡dichoso tú, tú sólo eres dichoso,
que vuelves do verás tan presto el tago
y el bien que te hace ir tan presuroso!
»yo, mísero, llorando me deshago
de sólo ver pisuerga deseoso.
¡Mira cuál es de amor, tirreno, el pago!».



Gutierre de Cetina

leandro que de amor en fuego ardía

-- de Gutierre de Cetina --

Puesto que a su deseo contrastaba
el fortunoso mar que no cesaba,
nadando a su pesar, pasar quería.
Mas viendo ya que el fin de su osadía
a la rabiosa muerte lo tiraba,
mirando aquella torre donde estaba
hero, a las fieras ondas se volvía;
a las cuales con ansia enamorada
dijo: «pues aplacar furor divino
enamorado ardor no puede nada,
»dejadme al fin llegar de este camino
pues poco ha de tardar, y a la tornada
secutad vuestra saña y mi destino».



Gutierre de Cetina

huyendo va la trabajosa vida

-- de Gutierre de Cetina --

Del cansado vivir, que no lo quiere,
y el alma, de contenta en ver que muere,
en sus males no acierta a dar salida.
La esperanza cansada, embobecida,
tras un bien que será más mal si fuere,
viendo que falta ya fuerza en que espere,
a los pies del dolor queda rendida.
Poco puede tardar el bien que espero:
si el curso natural se ha detenido,
acabará el dolor tantos enojos.
Ya siento yo la muerte, y si no muero,
es que quiere el dolor que me ha vencido
poco a poco gozar de los despojos.



Gutierre de Cetina

como garza real alta en el cielo

-- de Gutierre de Cetina --

Entre halcones puesta y rodeada,
que siendo de los unos remontada,
de los otros seguirse deja a vuelo,
viendo su muerte acá bajo en el suelo,
por oculta virtud manifestada,
no tan presto será del aquejada
que a voces mostrará su desconsuelo.
Las pasadas locuras, los ardores
que por otras sentí, fueron, señora,
para me levantar, remontadores;
pero viéndoos a vos, mi matadora,
el alma dio señal en sus temores
de la muerte que paso cada hora.



Hernando de Acuña

Como al tiempo al llover aparejado

-- de Hernando de Acuña --

Como al tiempo al llover aparejado
se conforman con él la tierra y viento,
así todo dolor, todo tormento,
halla conformidad en mi cuidado.

Que en tanto el mal de amor es extremado,
en cuanto se parece al que yo siento,
y en tanto es congojoso el pensamiento,
en cuanto con el mío es comparado.

Por do, viendo en cualquiera que padece
dolor conforme por alguna vía,
es fuerza que de entrambos sienta pena.

Así descanso nuca se me ofrece,
que si acaso se alivia el ansia mía,
Amor me la renueva con la ajena.



Hernando de Acuña

Como aquél que a la muerte está presente

-- de Hernando de Acuña --

Como aquél que a la muerte está presente
de su señor, a quien ponzoña ha dado,
y, ya que remediarle es excusado,
procúralo y del hecho se arrepiente;

así mi voluntad, ahora que siente
no poder ya mi mal ser remediado,
muestra dolerse de lo que ha causado,
y el remedio procura vanamente.

Bien simple y vanamente lo procura,
que, aunque en algo pudiera aprovecharse,
Amor, que puede, lo contradiría.

Aquí pondría sus fuerzas la ventura
y, viendo que el efecto era dañarme,
mi señora también se esforzaría.



Hernando de Acuña

Con la razón en su verdad envuelta

-- de Hernando de Acuña --

Con la razón en su verdad envuelta
combate de atrevido mi querer,
armado de esperanza, y sin temer
que Amor le engañe o pueda dar la vuelta.

Acomete animoso a rienda suelta,
mi razón, débil contra tal poder,
resiste, mas en fin viene a perder,
y a parar en mi daño esta revuelta.

Que entonces sin sospecha, este cruel
de mí triunfa y sin temor se extiende,
viendo tan suya toda parte mía;

mas no me acaba, porque está con él
memoria de un gran bien, y me defiende
quien otras mil partes me ofendía.



Hernando de Acuña

Demóclito y Heráclito

-- de Hernando de Acuña --

De tu tristeza, Heráclito, me espanto,
y de nuevo me admiro cada hora
que, viendo el mundo y lo que pasa ahora,
ya no hayas convertido en risa el llanto.

Heráclito

Yo me admiro, Demócrito, que cuanto
en este triste siglo que empeora
crecen más las miserias de hora en hora,
más crece tu placer tu risa y canto.

Demócrito

¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra,
el gobierno del mundo y del consejo
es todo desconciertos y locura?

Heráclito

Lo que a ti te da risa a mí me aterra,
eso me tienen ya doliente y viejo,
y eso me llevará a la sepultura.



Hernando de Acuña

Pareciéndome flores los abrojos

-- de Hernando de Acuña --

Pareciéndome flores los abrojos,
teniendo por atajo un gran rodeo,
corrí tras la esperanza y el deseo,
dejada la razón por los antojos;

mas la miseria humana y sus enojos
me mostraron en fin mi devaneo
de suerte que, no viendo, ahora veo,
que, yendo a despeñarme, abrí los ojos.

Desde entonces quedé considerando
de cuán débil materia era el cimiento
donde fundé mil pensamientos vanos;

y esfuerza mi flaqueza, procurando
seguir con obras al entendimiento,
mas, señor don Martín, somos humanos.



Hernando de Acuña

Siendo por Alejandro ya ordenado

-- de Hernando de Acuña --

Siendo por Alejandro ya ordenado
que Lausato ciudad se deshiciese,
como venir su buen maestro viese
a suplicar por ella apresurado,

en viéndole, juró determinado
de no le conceder lo que pidiese;
él pidió entonces que la destruyera,
por do el mísero pueblo fue librado.

Así, viendo por vos determinada
mi perdición, señora, conocida,
estilo mudaré por mudar suerte,

pidiéndoos contra la costumbre usada,
o que para morir me deis la vida
o que para vivir me deis la muerte.



Hernando de Acuña

Viendo su bien tan lejos mi deseo

-- de Hernando de Acuña --

Viendo su bien tan lejos mi deseo,
alejóseme tanto por seguirle,
que tuve por difícil reducirle
al derecho camino sin rodeo.

Y ahora tan mal me tiene, que me veo
sin fuerza con que pueda resistirle,
tan forzado me tiene a consentirle,
que soy el que de mí menos poseo.

Ninguna novedad hay que me aparte
de tal congoja, ni que yo la crea,
sino para mayor inconveniente;

pues siendo yo de mí la menor parte,
por fuerza hace Amor que el todo sea,
sólo para sentir lo que él consiente.



Hernando de Acuña

Viendo Tirsi a Damón por Galatea

-- de Hernando de Acuña --

Viendo Tirsi a Damón por Galatea
en un continuo llanto dolorido,
que con ansia mortal, cual nunca ha sido,
campos y montes sin parar rodea,

porque el alto poder de Amor se vea,
como levanta un pastoral sentido,
seis versos en un mármol ha esculpido
do pena y nombre de Damón se lea:

«Contra el poder del tiempo, señalado
quede este nombre y alto atrevimiento,
y permanezca aquí después que muera.

Damón, que, pastor siendo de ganado,
a poner se atrevió su pensamiento
donde por premio sola muerte espera».



Teófilo V. Méndez Ramos

Hilo de Plata

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Hoy, de mañana,
me he mirado en el espejo,
y me he sentido muy viejo
en viendo la primer cana.

Y en fuga loca han pasado
dulces recuerdos de infancia,
tardes de hastío, horas de ansia,
sedes que no he mitigado.

En la mitad del sendero
lo tengo recorrido...
¿Mañana?... Será el olvido
piadoso, que tanto espero.

Miro
En el cristal se retrata
un hilo tenue de plata...
Corazón, ¿porqué suspiro?.



Teófilo V. Méndez Ramos

Los libros

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Libros devorados llenos de ansia
allá por los años ya corridos.
¡Tomos diminutos por siempre idos!
¡Páginas dilectas de mi infancia!

Libros predilectos. Libros viejos.
Libros delirantes de ternura.
Páginas henchidas de locura
de interrogaciones y consejos.

Sangran todavía las heridas
viejas, que dejara el libro triste;
siguen nuestras almas doloridas,

viendo que el infolio grave, serio,
lleno de tristeza se resiste
a desencantarnos del misterio.



Tirso de Molina

Al molino del amor

-- de Tirso de Molina --

Al molino del amor
alegre la niña va
a moler sus esperanzas;
quiera Dios que vuelva en paz;
en la rueda de los celos
el amor muele su pan,
que desmenuzan la harina,
y la sacan candeal.
Río con sus pensamientos,
que unos vienen y otros van,
y apenas llego a la orilla,
cuando ansí escucho cantar:
Borbollicos hacen las aguas
cuando ven a mi bien pasar;
cantan, brinca, bullen, corren
entre conchas de coral;
y los pájaros dejan sus nidos,
y en las ramas del arrayán
vuelan, cruzan, saltan, pican
toronjil, murta y azahar.

Los bueyes de las sospechas
el río agotando van;
que donde ellas se confirman,
pocas esperanzas hay;
y viendo que a falta de agua
parado el molino está,
desta suerte le pregunta
la niña que empieza a amar:

-Molinico, ¿por qué no mueles?

-Porque me beben el agua los bueyes.

Vió el amor lleno de harina
moliendo la libertad
de las almas que atormenta,
y ansí le cantó al llegar:

-Molinero sois, amor,
y sois moledor.

-Sí lo soy, apártense,
que le enharinaré.



Antonio Ros de Olano

La pajarera

-- de Antonio Ros de Olano --

EL POETA. No vuelvas a la líquida morada
virgen del lago que a los aires subes...
Sigue sobre la niebla reclinada:
nunca te arropen las flotantes nubes...

LA VISIÓN.Mi viaje es a la nada.

EL POETA.Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo...

LA VISIÓN. Es la mayor caída.

EL POETA.Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío...

LA VISIÓN.El hada de los sueños.

EL POETA.¡Ah! yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda...-
¿Huyendo vas la sensación humana?-
¿Teme tal vez tu corazón la duda?...

LA VISIÓN.El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos:
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate! se quebrará en tus manos
la lira del poeta.



Rosalía de Castro

Desde los cuatro puntos cardinales

-- de Rosalía de Castro --

Desde los cuatro puntos cardinales
De nuestro buen planeta
— Joven, pese a sus múltiples arrugas —
Miles de inteligencias
Poderosas y activas,
Para ensanchar los campos de la ciencia,
Tan vastos ya que la razón se pierde
En sus frondas inmensas,
Acuden a la cita que el Progreso
Les da desde su templo de cien puertas.

Obreros incansables, ¡yo os saludo!
Llena de asombro y de respeto llena,
Viendo cómo la Fe que guió un día
Hacia el desierto al santo anacoreta,
Hoy con la misma venda transparente
Hasta el umbral de lo imposible os lleva.
¡Esperad y creed!, crea el que cree,
Y ama con doble ardor aquel que espera.



Rosalía de Castro

Viendo que, semejantes a las flores

-- de Rosalía de Castro --

Viendo que, semejantes a las flores
Que el huracán en su furor deshace,
Éstos, después de aquéllos,
Llenos de vida y de esperanzas caen
Al entrar en la lid donde con gloria
Por la patria combaten,

Tal como el pobre abuelo que contempla
Del nietezuelo amado los despojos,
Exclamó alzando la mirada al cielo
De angustia lleno y doloroso asombro:
— ¡Pero es verdad, Dios mío, que ellos mueren
Y quedamos nosotros!

En la Corona fúnebre de Andrés Muñíais, 1883.



Medardo Ángel Silva

Vesper marino

-- de Medardo Ángel Silva --

Rugió el lascivo mar a la manera
de un sátiro de barbas temblorosas,
al poner tu presencia en la ribera
su gracia peculiar sobre las cosas.

Joyas raras y sedas olorosas
prestigiaban tu dulce primavera
y al deshojarse tus palabras era
cual si estuvieran deshojando rosas.

Hubo un silencio de éxtasis en todo...
El mar violento suspiró a su modo...
Lloraron en la niebla las esquillas...

Y me halló de rodillas el Poniente
viendo abrirse los astros dulcemente
en el cielo otoñal de tus pupilas.



Miguel Unamuno

Sombra de humo

-- de Miguel Unamuno --

¡Sombra de humo cruza el prado!
¡Y que se va tan de prisa!
¡No da tiempo a la pesquisa
de retener lo pasado!

Terrible sombra de mito
que de mi propio me arranca,
¿es acaso una palanca
para hundirse en lo infinito?

Espejo que me deshace
mientras en él me estoy viendo,
el hombre empieza muriendo
desde el momento en que nace.

El haz del alma te ahuma
del humo al irse a la sombra,
con su secreto te asombra
y con su asombro te abruma.



Nicolás Guillén

rosa tú melancolía

-- de Nicolás Guillén --

El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
va el campo humedeciendo,
y el día es como un niño
que despierta en el cielo,
rosa tú, melancólica,
ojos de sombra llenos,
desde mi estrecha sábana
toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
ardió con su alto fuego,
cuando la tarde cae
del ocaso deshecho,
yo en mi lejana mesa
tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
de ardoroso silencio,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo,
dorada, viva y húmeda,
bajando vas del techo,
tomas mi mano fría
y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
pero siempre te veo
clavada allí, clavando
tu mirada en mi pecho,
larga mirada fija,
como un puñal de sueño.



Juan Meléndez Valdés

Cuando de mi camino atrás volviendo

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cuando de mi camino atrás volviendo
miro, señora, en mi preciso daño,
tal es mi pena y mi dolor tamaño
que me siento en angustias feneciendo.

Mas cuando vuelvo a vos, alegre viendo
la dulce causa de mi dulce engaño,
luego en mi pecho siento un bien extraño
y con gusto mis males voy sufriendo.

Con vos se alivia mi dolor crecido
y en vos todo mi bien miro cifrado,
cuanto puedo esperar y cuanto espero;

y aunque ni el mal acaba ni el gemido,
me miro en la aflicción tan consolado
que no siento morir si por vos muero.



Juan Meléndez Valdés

De Cíparis dejado el afligido

-- de Juan Meléndez Valdés --

De Cíparis dejado el afligido
Batilo yace en la desierta arena,
al cielo acusa y al amor condena
de sí olvidado y del dolor vencido.

Del triste caso a compasión movido
el viejo Tormes la corriente enfrena,
pero la esquiva ninfa aun huye ajena
a la piedad el pecho empedernido.

De helado mármol y templado acero
al encendido dardo un cerco priva
que abra al amor, por la piedad, entrada.

¡Ay mísero zagal!, rigor tan fiero
te va acabando y tu beldad esquiva,
viendo su fin, aún se complace airada.



Juan Nicasio Gallego

A la Sra. Duquesa de Frías en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando improvisa mi prisión oscura
tornó en vergel tu planta bienhechora,
y vio asombrada la naciente aurora
en tus ojos su luz brillar más pura;

no bastando mi pecho a tal ventura,
las gracias viendo do el espanto mora,
así al perderte prorrumpí, señora,
bañado el rostro en llanto de ternura.

«¡Ángel celeste, hechizo y ornamento
del mundo, vete en paz, y el cielo pío
sin fin te colme del placer que siento!»

Este fue, dulce amiga, el voto mío:
hoy le renueva el alma y el acento,
y en pobres versos a tus pies le envío.



Juan Nicasio Gallego

A Zaragoza

-- de Juan Nicasio Gallego --

Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

y juró cruel venganza, y de repente
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora
fiebre salieron y el contagio inmundo.

Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!



Juan Ramón Molina

Anhelo (Molina)

-- de Juan Ramón Molina --

¡Viviese yo en los tiempos esforzados
de amores, de conquistas y de guerras,
en que frailes, bandidos y soldados
a través de los mares irritados
iban en busca de remotas tierras.

No en esta triste edad en que desmaya
todo anhelo –encumbrado como un monte–
y en que poniendo mi ambición a raya
herido y solo me quedé en la playa
viendo el límite azul del horizonte!



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



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