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Se han encontrado 75 poemas con la palabra vencido

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Amado Nervo

El torbellino

-- de Amado Nervo --

»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;

»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;

»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.

»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?

»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;

»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,

»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»

Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,

Y clamé, después de oír
«¡Oh mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»

Poema El torbellino de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Si ya después de Leviatán vencido

-- de Lope de Vega --

Si ya después de Leviatán vencido
y atravesado con la dura armella;
teñida en sangre Babilonia bella
la púrpura y el oro del vestido;
rota la copa, y el licor vertido,
que dio veneno a la mayor estrella,
en cítara suave, que con ella
cesara el llanto del eterno olvido,
el vencedor con dulce voz cantaba,
admirada de todas las naciones,
¿Quién no te teme, gran Señor, y alaba?
¡Oh cordero Divino, qué canciones
te cantará quien a sus pies estaba,
si en el sagrado de tu Cruz le pones!

Poema Si ya después de Leviatán vencido de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Isaacs

Tus ojos

-- de Jorge Isaacs --

Son mi ley vuestros antojos
E Infierno vuestros rigores,
Ojos negros soñadores
Más queridos que mis ojos.

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

Soñé que os encontraría
Y os hallé para perderos,
Ojos que negáis severos
Lo que implora el alma mía.

Bajo sus luengas pestañas
Vuestra luz sorprendí en vano,
¡Bellas noches de verano
De mis nativas montañas!

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

Poema Tus ojos de Jorge Isaacs con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Piu Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!



Rubén Darío

Catulle Mendés

-- de Rubén Darío --

Puede ajustarse al pecho coraza férrea y dura;
Puede regir la lanza, la rienda del corcel;
Sus músculos de atleta soportan la armadura...
Pero él busca en las bocas rosadas leche y miel.

Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura,
La carne femenina prefiere su pincel,
Y en el recinto oculto de tibia alcoba oscura,
Agrega mirto y rosas a su triunfal laurel.

Canta de los oarystis el delicioso instante,
Los besos y el delirio de la mujer amante;
Y en sus palabras tiene perfume, alma, color.

Su ave es la venusina, la tímida paloma.
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma.
En todos los combates del arte o del amor.



Alfonsina Storni

Pudiera ser

-- de Alfonsina Storni --

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente,
medido estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo



Amado Nervo

la bella del bosque durmiente

-- de Amado Nervo --

Tu amada muerta es como una princesa que duerme.
Su alma, en un total olvido de sí misma, flota en la noche.
Mas si tú persistes en quererla,
un día esta persistencia de tu amor la recordará.
Su espíritu tornará a la conciencia de su ser, ysentirás en lo íntimo de tu cerebro el suave latido de sudespertar y el influjo inconfundible de su vieja ternura que vuelve...
Comprenderás entonces, merced a estos signos misteriosos, queuna vez más el amor ha vencido a la muerte.



Amós de Escalante

Un dolmen

-- de Amós de Escalante --

Rústico altar que a un Dios desconocido
el religioso cántabro erigía;
sepulcro que los huesos escondía
del muerto capitán y no vencido.

Silla de excelso juez, cadalso erguido
donde la sangre criminal corría,
donde el bígaro ronco repetía,
llamando a guerra, su montés bramido,

rayendo el musgo que tus lomos viste,
en vano el arte codicioso indaga
señales que declaren lo que fuiste;

en ti la antorcha del saber se apaga,
yerto gigante de la cumbre triste,
envuelto en ondas de la niebla vaga.



Leandro Fernández de Moratín

A la capilla del Pilar de Zaragoza

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Estos que levantó de mármol duro
sacros altares la ciudad famosa,
a quien del Ebro la corriente undosa
baña los campos y el soberbio muro,

serán asombro en el girar futuro
de los siglos, basílica dichosa,
donde el Señor en majestad reposa,
y el culto admite reverendo y puro.

Don que la fe dictó, y erige, eterno,
religiosa nación a la divina
Madre que adora en simulacro santo:

por él, vencido el odio del Averno,
gloria inmortal el cielo la destina,
que tan alta piedad merece tanto.



León Felipe

vencidos

-- de León Felipe --

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, don quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡y cuántas veces te grito: hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar...



Lope de Vega

lucinda, el alma, pluma y lengua mía

-- de Lope de Vega --

Lucinda, el alma, pluma y lengua mía
en vuestras alabanzas ocupara
si en mil comparaciones una hallara
para satisfacción de su porfía.
Ni en el lucero, el alba, el sol, el día,
la perla, el oro ni el diamante para,
que desde el cielo hasta la fénix rara
mil veces discurrió con osadía.
Con esto el pensamiento ya vencido,
no hallando igual con vos, compara aquella
que de vos en mi pecho amor estampa.
Ríndese la razón, calla el sentido,
y vos, porque confieso que es tan bella,
celos tenéis de vuestra misma estampa.



Lope de Vega

Como es la patria celestial colonia

-- de Lope de Vega --

Como es la patria celestial colonia,
bien que el camino a los mortales agro,
ilustrísimo Conde, a quien consagro
los árboles de Apolo y de Tritonia,

fuiste contra la fiera Babilonia,
aunque cordero tierno por milagro,
nuevo, divino, heroico Meleagro
de la escocesa silva Caledonia.

Ya muerto, otro Mercurio te contemplo,
que tomando las arnas y la espada,
despojos de tu noble mausoleo,

en defensa de Cristo, y de su templo,
Julián y Babilonia derribada,
confiesen que ha vencido el Galileo.



Lope de Vega

Con presunción de bélico soldado

-- de Lope de Vega --

Con presunción de bélico soldado,
galán sale y feroz Pablo atrevido,
que si agora en la cuenta no ha caído,
caerá muy presto del primero estado.
¿Adónde, Pablo, de soberbia armado
para quedar con una voz vencido?
Seguid las letras, ¿Dónde vais perdido,
que habéis de ser Dotor del mayor grado?.
Aunque valor vuestra persona encierra,
no es bien que nadie contra Dios presuma,
que dará con los ojos por la tierra.
La Iglesia espera vuestra docta suma,
mirad que no sois vos para la guerra,
dejad las armas y tomad la pluma.



Lope de Vega

La blanca en el valor, venida a España

-- de Lope de Vega --

La blanca en el valor, venida a España,
y en Francia y en el mundo, más preciosa,
vertiendo hielo marchitó la rosa
de las mejillas que llorando baña.

Del fuerte Pedro, armado en la campaña,
vencido de otro amor, está quejosa,
y aunque no la de oír con voz piadosa,
movió la lengua propia en lengua extraña:

«Amor, sangre conforme, estrella, trato,
faltando todo en mí, pudo hallar modo
que amase, y me olvidase Pedro ingrato».

«Amo, aborrece; pido, niega en todo;
su sombra adoro, y huye mi retrato;
yo tierna, él fuerte; yo francesa, él godo».



Lope de Vega

Por ver si queda en su furor deshecho

-- de Lope de Vega --

Por ver si queda en su furor deshecho,
Leandro arroja el fuego al mar de Abido,
que el estrecho del mar, al encendido
pecho, parece mucho más estrecho.

Rompió las sierras de agua largo trecho,
pero el fuego, en sus límites rendido,
del mayor elemento fue vencido,
más por la cantidad, que por el pecho.

El remedio fue cuerdo; el amor loco:
que como en agua remediar espera
el fuego que tuviera eterna calma,

bebióse todo el mar, y aún era poco:
que si bebiera menos, no pudiera
templar la sed desde la boca al alma.



Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.



Lope de Vega

Ardese Troya, y sube el humo escuro

-- de Lope de Vega --

Ardese Troya, y sube el humo escuro
al enemigo cielo, y entretanto,
alegre, Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!

El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye, cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto,
y viene a tierra el levantado muro.

Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.

Y la dura ocasión de tanto daño,
mientras vencido Paris muere ardiendo,
del griego vencedor duerme en los brazos.



Bien que sagrado incienso, bien que puede

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

«Bien que sagrado incienso, bien que puede
vencer ardiente víctima tu saña
esta corriente que tus basas baña,
lloroso soy, que en calidad le excede.

Este tierno pesar tu reino herede,
por culpa, ¡oh tiempo!, contra ti tamaña:
baste, pues, ya mi mal me desengaña
a que de él limpio y de su culpa quede».

Esto, tierno, lloré, y mi tierno acento
apenas alcanzó el divino oído,
cuando en brazos oí del manso viento:

«El poder restaurarte, ¡oh ya vencido,
Fabio, del tiempo, y de mi tiempo exento!,
será no perder más que lo perdido».



¿Caíste? Sí, si valeroso osaste

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

¿Caíste? Sí, si valeroso osaste.
Osaste, y cual osado en fin caíste;
si el cuerpo entre las nubes escondiste,
tu fama entre las nubes levantaste.

Nombre (¡oh terrible error!), mozo, dejaste
de que a estrella cruel obedeciste.
Lampecie gime tal, tal Febia triste,
una y otra a tu losa verde engaste.

Intentaste, ¡oh gran joven!, como osado;
seguiste al hado que te vio vencido;
caíste, mozo más que desdichado.

Y así, en mi mal gigante, te he excedido,
pues sin haber tus hechos heredado,
cual tú, menos tus llantos, he caído.



Escuadrones de estrellas temerosas

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Escuadrones de estrellas temerosas
desamparan el cielo, de corridas
en ver que solo no han de ser vencidas
del sol, cual antes, o de frescas rosas.

Ya las ligeras horas presurosas
oro crecen al carro, y encendidas
perlas les da el Oriente más subidas
por afrentar a las de Celia hermosas.

Cual a su dueño el prado lisonjera
vitoria ofrece y esperanzas vanas
en su color y en el laurel que cría.

Salió mi bello Oriente a sus ventanas:
parose el sol vencido en su carrera,
y fue más largo por mi Celia el día.



Lupercio Leonardo de Argensola

No fueron tus divinos ojos, Ana

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

No fueron tus divinos ojos, Ana,
los que al yugo amoroso me han rendido;
ni los rosados labios, dulce nido
del ciego niño, donde néctar mana;

ni las mejillas de color de grana;
ni el cabello, que al oro es preferido;
ni las manos, que a tantos han vencido;
ni la voz, que está en duda si es humana.

Tu alma, que en todas tus obras se trasluce,
es la que sujetar pudo la mía,
porque fuese inmortal su cautiverio.

Así todo lo dicho se reduce
a solo su poder, porque tenía
por ella cada cual su ministerio.



Manuel de Zequeira

Contra la guerra

-- de Manuel de Zequeira --

De cóncavos metales disparada,
sale la muerta envuelta en estampido
y en torrentes de plomo repartido
brota el Etna su llama aprisionada.

El espanto, el dolor, la ruina airada,
al vencedor oprimen y al vencido,
huye esquivo el reposo apetecido,
solo esgrime el valor sangrienta espada.

El hombre contra el hombre se enfurece,
su propia destrucción forma su historia,
y de sangre teñido comparece

en el sagrado templo de la gloria.
Cese hombre tu furor, tu ambición cese,
si al destruirte a ti mismo es tu victoria.



Manuel del Palacio

En el aniversario de la batalla de Alcolea

-- de Manuel del Palacio --

Hoy hace un año que á la luz del día
Armados de furor y frente á frente,
Se vieron el pasado y el presente,
Gigante el uno, el otro en la agonía.

Como buenos lucharon á porfía,
Y el vencido lo fué como valiente;
Mientras medrosa, y cínica, y demente
Firmaba su baldón la dinastía.

¡Paz á los muertos! ¡á los vivos gloria!
Nunca manchada el universo vea
La página mejor de nuestra historia.

Al calor de la fé brote la idea,
Y si hace alguno estéril la victoria,
¡Caiga sobre él la sangre de Alcolea!



Jorge Luis Borges

a luis de camoens

-- de Jorge Luis Borges --

Sin lástima y sin ira el tiempo mella
las heroicas espadas. Pobre y triste
a tu patria nostálgica volviste,
oh capitán, para morir en ella
y con ella. En el mágico desierto
la flor de portugal se había perdido
y el áspero español, antes vencido,
amenazaba su costado abierto.
Quiero saber si aquende la ribera
última comprendiste humildemente
que todo lo perdido, el occidente
y el oriente, el acero y la bandera,
perduraría (ajeno a toda humana
mutación) en tu eneida lusitana.



Jorge Manrique

canción justa fue mi perdición

-- de Jorge Manrique --

I
justa fue mi perdición;
de mis males soy contento,
no se espeta galardón,
pues vuestro merecimiento
satisfizo mi pasión.
Ii
es victoria conocida
quien de vos queda vencido,
que en perder por vos la vida
es ganado lo perdido.
Pues lo consiente razón,
consiento mi perdimiento
,
pues vuestro merecimiento
satisfizo mi pasión.



Jorge Manrique

canción no sé por qué me fatigo

-- de Jorge Manrique --

I
no sé por qué me fatigo,
pues con razón me vencí,
no siendo nadie conmigo
y vos y yo contra mí.
Ii
vos por me haber desamado,
yo por haberos querido,
con vuestra fuerza y mi grado,
habemos a mí vencido;
pues yo fui mi enemigo
en darme como me di,
¿quién osará ser amigo
del enemigo de sí?



Jorge Manrique

esparza pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Manrique

Esparza: Pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa

a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



César Vallejo

La cena miserable

-- de César Vallejo --

Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!



Diego Hurtado de Mendoza

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo,
Que nos encubres tanta hermosura,
Véate yo perdida la verdura
Y esparcidas las hojas por el suelo.

Si la escondes movida con buen celo,
Porque no pueda verse tal figura
Sin muerte y conocida sepultura,
Aunque en miralla no falta consuelo.

El ser della vencido es la vitoria,
Y la muerte peor es el no vella;
Mas ya que porque no mueran los vivos

Acuerdas de engañarnos y escondella,
A los que somos muertos y cautivos
¿Por qué quieres quitarnos esta gloria?



Emilio Bobadilla

Ah, la Historia

-- de Emilio Bobadilla --

¡La Historia...! Abro la Historia: delirante desfile
de crímenes, de intrigas, de relatos de guerras;
heroico al que de un golpe más hombres aniquile
y viole más mujeres y se robe más tierras.

Al que la paz propone o a la concordia induce,
cuatro tiros o al palo por traidor y cobarde;
honores, lauros, oro, al que a matar azuce
o en patriótica fiebre de latrocinios arde.

Retórica opulenta, tribunicios arranques,
sofismas y denuncias del odio y de la envidia
que en lagunas de púrpura convierten los estanques...

El déspota triunfante, vencido el inocente
y ambos al fin vencidos por la misma perfidia:
¡Robespierre asesino y Jesús impotente!



Emilio Bobadilla

El emperador: 2

-- de Emilio Bobadilla --

¿No fué Dios quien le dijo que dominase el mundo?
¿No fué Dios quien profuso le daba las victorias?
¿Por qué contra él de pronto se vuelve furibundo,
convirtiendo en derrotas humillantes sus glorias?

¿Qué pensará a sus solas de ese Dios tornadizo?
—gran río que la margen acrecienta o derrubia —.
Si lo que cae es granizo, ¡bendito sea el granizo!
Si es lluvia fecundante, ¡bendita sea la lluvia!

Megalómano y duro, horripiló al planeta
y revolvió los mares, y, a la postre vencido,
arroja acobardado la espada y la careta,

y en su fuga de liebre -imperial contrabando-
los huérfanos le siguen con lúgubre alarido
y las míseras madres que le insultan llorando!



Juan Bautista Arriaza

Católico monarca

-- de Juan Bautista Arriaza --

Católico monarca, que has vencido,
siendo escudo a la fe de tus mayores,
más que del fiero Marte los rigores,
las perfidias de un siglo corrompido.

Tú, que Fernando y español nacido,
colmaste nuestros votos y clamores,
doblando a sí la afrenta a los traidores
con dos títulos más de ser querido;

Hoy renueva, Señor, Madrid el gusto
de haberte visto regresar triunfante
de la opresión de un invasor injusto.

Cuánta gloria no encierra un solo instante,
pues da a tu sacra sien lauro el más justo,
y al pueblo libre palma de constante!



Juan de Tassis y Peralta

a un retrato

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Ofensas son, señora, las que veo,
hechas a vuestras grandes perfecciones,
porque donde acredita sus pasiones
sólo amor las escribe y yo las leo.
Vencido queda el arte del deseo,
los imposibles dando por razones,
y en esta fe tan libre de opiniones
fundo lo que de vos no alcanzo y creo.
Si en lo menos se pierde más el tino,
en lo más, ¿qué será de aquel traslado
que procura sacar el arte en vano?
sólo yo tengo aquel tan peregrino
en que el original no está agraviado,
hecho en mi corazón por vuestra mano.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIX

-- de Garcilaso de la Vega --

Pasando el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia muerte congojoso,

como pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
mas nunca fue su voz de ellas oída:

«Ondas, pues no se excusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor ejecutad en mi vida».



Garcilaso de la Vega

Pasando el mar Leandro el animoso

-- de Garcilaso de la Vega --

Pasando el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia vida congojoso,

como pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
(mas nunca fue su voz de ellas oída):

Ondas, pues no se escusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor esecutá en mi vida.



Gutierre de Cetina

si tantas partes hay por vuestra parte

-- de Gutierre de Cetina --

Para que os ame y que por vos sospire,
¿cómo queréis, mi bien, que me retire
de tal empresa y que de amar me aparte?
si el cielo en sola vos muestra y reparte
tal gracia y tal beldad que el mundo admire,
¿cómo queréis, mi bien, que el alma aspire
a nueva hermosura o con cuál arte?
si son nieve, oro, perlas y corales
los cabellos, la boca, el cuello, el pecho,
¿cómo queréis, mi bien, que no me encienda?
si vuestros modos más que naturales
me tienen tan vencido y tan estrecho,
¿cómo queréis, mi bien, que me defienda?



Gutierre de Cetina

en medio de mi mal vino cubierto

-- de Gutierre de Cetina --

Un tan hermoso bien, tan dulce engaño,
que el alma enamorada de su daño
fue luego con el seso de concierto.
A tiempo vi el peligro descubierto,
que pudiera valerme del engaño
si consintiera amor que en bien tamaño
tuviera la razón discurso cierto.
Si pudiera apartar del pensamiento
un temor peligroso, obscuro y triste,
¿con quién trocara yo mi buena suerte?
mas no quiere el vencido sentimiento,
porque el alma que tal hábito viste,
no lo puede dejar salvo por muerte.



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Gutierre de Cetina

cuál hombre fue jamás tan sin sentido

-- de Gutierre de Cetina --

Que si entiende de amor el duro estado,
viendo en claros ejemplos lo pasado,
quiera seguir su bando o su partido?
yo solo soy a quien el hado ha sido
tan contrario, que siendo destinado
a amar sabiendo el daño, soy forzado
quedar, si me defiendo, al fin vencido.
Si trabajo, tal vez por alegrarme,
como cosa contraria al mal que siento,
luego se ve lo falso descubierto.
Si en otro que en amor quiero ocuparme,
el hábito que ha hecho el pensamiento
hace lo más dudoso en mí más cierto.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de la cerda sobre un retrato

-- de Gutierre de Cetina --

Si por prueba mayor de su victoria
mostrando va perseo la peligrosa
cabeza de medusa, y por tal cosa
fue consagrado a la inmortal memoria,
¡cuánto sois digno vos de mayor gloria,
que otra nueva medusa y más hermosa
os ha vencido, y cuanto más honrosa
que fue su vencimiento, es vuestra historia!
estad, señor, con tal retrato ufano;
que si perseo lo viese, él trocaría
en vos su vencimiento y sus loores.
Pero no lo mostréis tan a la mano,
que si aquella mató mientras vivía,
la sombra de esta matará de amores.



Gutierre de Cetina

huyendo va la trabajosa vida

-- de Gutierre de Cetina --

Del cansado vivir, que no lo quiere,
y el alma, de contenta en ver que muere,
en sus males no acierta a dar salida.
La esperanza cansada, embobecida,
tras un bien que será más mal si fuere,
viendo que falta ya fuerza en que espere,
a los pies del dolor queda rendida.
Poco puede tardar el bien que espero:
si el curso natural se ha detenido,
acabará el dolor tantos enojos.
Ya siento yo la muerte, y si no muero,
es que quiere el dolor que me ha vencido
poco a poco gozar de los despojos.



Hernando de Acuña

Al Rey nuestro Señor

-- de Hernando de Acuña --

Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:

que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.



Hernando de Acuña

Pude partirme con pensar que fuera

-- de Hernando de Acuña --

Pude partirme con pensar que fuera
por ausencia menor la pena mía,
y ahora, en verme si el bien que veía,
no sé: quien me detiene que no muera;

mas sois, señora, vos, que tan entera,
en aquel mismo grado que solía,
os tiene esta alma como el mismo día
que me causaste la impresión primera.

Desde allí dais esfuerzo a lo vencido,
y pueden sustentarse entre mil males
el alma y corazón con sólo veros;

yo vivo sin temor, porque he sabido
que ya no me harán penas mortales
perder tan alto bien como quereros.



Teófilo V. Méndez Ramos

El ensueño triunfal

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

2561921
Para el alma heroica de José Ríos Godenzi.

El Cóndor, desde un pico de los Andes,
contempla cómo hiende la barquilla
los aires; y orgulloso por ser grandes
sus alas, cree en una pesadilla.

El ave gigantesca, temerosa,
intenta detener el raudo vuelo
del alado bajel que, en prodigiosa
hazaña, frágil, cruza por el cielo.

El cóndor, ya vencido, deja el barco
su ruta milagrosa ¡Vano empeño!...
En tanto que el navío traza un arco
de triunfo, en el confín para el ensueño.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Como los pájaros

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Ya se alzan los pájaros, tiéndeme la mano.
Nos iremos, juntos, tras el sol lejano;
nos iremos, juntos, cuando el bosque cante,
trémulos los labios, el pecho anhelante,
oyendo el albogue de los hontanares...
Serán tus penares mis viejos penares,
serán tus ensueños los ensueños míos;
huyendo de pueblos y de caseríos,
errantes y alegres, como los vencejos,
cuando el bosque cante nos iremos lejos,
tan lejos, que el viento, cual galgo cansino,
se echará vencido tras nuestro camino.
Nos iremos lejos de este mundo vano,
nos iremos, juntos, tras el sol lejano,
tu mano en mi mano.



Mario Benedetti

sonata para adiós y flauta

-- de Mario Benedetti --

Te vas tan sola como siempre
te echaremos de menos
yo y los abrazos de la tarde
yo y mi alma y mi cuerpo
tu larga sombra se resiste
a abandonarnos pero
has decidido que se fuera
contigo a todo riesgo
de todos modos no querría
que enterraras tu sueño
aquel en que tu amor de nadie
era como un estreno
te vas de nuevo no sé a dónde
y tu adiós es un eco
que se prolonga y nos alude
como un último gesto
nunca guardaste la ternura
como pan para luego
estoy seguro de encontrarla
liviana entre tus pechos
te vas con paso de derrota
pero no me lo creo
siempre has vencido en tu querella
contra el odio y el miedo
quién sabe allá lo que te aguarda
ese allá tan desierto
que se quedó sin golondrinas
todo erial todo invierno
mas si una tarde te extraviaras
entre el mar y el espejo
recuerda siempre que aquí estamos
yo y mi alma y mi cuerpo



Miguel Unamuno

El corazón del mundo

-- de Miguel Unamuno --

Reposa, corazón, que harto lidiaste
y reposando espéralo al reposo
postrero que no acaba; que te baste
lo ya vencido en este tormentoso

combatir, y curado del desgaste
en el descanso púrgate del poso
de aquella mala sangre que cobraste
en las arenas del ardiente coso.



Miguel Unamuno

La encina y el sauce

-- de Miguel Unamuno --

La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda
la copa prieta que ni cierzo fiero riza
mientra el sauce llorón en el agua huidiza
la cabellera tiende hundiéndola en la onda.

Van sus hojas de otoño del río en la ronda
hacia el mar en que el río vencido agoniza
y al llegar del invierno los cielos ceniza
menea su manojo de varas sin fronda.



A la sabiduría

-- de Juan Díaz Rengifo --

Pluguiera a Dios, que en ti, Sabiduría
(Guía del alma, y celestial lumbrera)
hubiera yo empleado el largo día,
la fría noche, el tiempo, que perdiera.

Tuviera con tu dulce compañía
alegría en lo adverso, y paz entera:
viera lo que no vi cuando creía,
que veía, lo que ver jamás quisiera.

Vencido de ignorancia, pobre, y ciego
entrego a ti el ingenio envejecido
despedido del ocio y vano juego,

ruégote le recibas, que aunque ha sido
perdido por su gran desasosiego,
sosiego ha de hallar a ti rendido.



Juan Meléndez Valdés

De Cíparis dejado el afligido

-- de Juan Meléndez Valdés --

De Cíparis dejado el afligido
Batilo yace en la desierta arena,
al cielo acusa y al amor condena
de sí olvidado y del dolor vencido.

Del triste caso a compasión movido
el viejo Tormes la corriente enfrena,
pero la esquiva ninfa aun huye ajena
a la piedad el pecho empedernido.

De helado mármol y templado acero
al encendido dardo un cerco priva
que abra al amor, por la piedad, entrada.

¡Ay mísero zagal!, rigor tan fiero
te va acabando y tu beldad esquiva,
viendo su fin, aún se complace airada.



Juan Ramón Jiménez

cuando tú quieras, muerte.

-- de Juan Ramón Jiménez --

Te he vencido.
¡Qué poquito
puedes ya contra mí!
juan ramón jiménez
la muerte (1918-1924)



Evaristo Carriego

Funerales báquicos

-- de Evaristo Carriego --

Ayer en la taberna, tristemente,
un borracho, pontífice del vino,
decía a otro borracho impenitente,
bebiendo el primer vaso matutino:

Yo llevo en mi interior un silencioso
Genio o Poder que nunca me abandona:
Enemigo ignorado y fastidioso
que mis heridas de placer encona,
volcando el agua fuerte
del Odio y del Pesar. (Esa agua abunda
en las foscas riberas de la Muerte
y es en el riego del dolor fecunda.)

Por eso mismo tengo indefinibles
rebeldías de lucha delirante
que sólo me hacen ver los imposibles
donde cae el Esfuerzo a cada instante,
torturado y vencido



Fernando de Herrera

A la derrota de Castelnovo

-- de Fernando de Herrera --

Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa y admirada
del temido furor la suerte dura.

Venció otomano al español ya muerto;
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la victoria.

Pero será testigo este desierto
que el español, muriendo no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria



Fernando de Herrera

Cante quejas y afán de justa pena

-- de Fernando de Herrera --

Cante quejas y afán de justa pena
que padecí cuitoso y ofendido,
a todas las desdichas ofrecido
en que el Amor a un mísero condena.

Fue el premio en tibia voluntad ajena
dolor con esperanza, a do perdido
deseo me inclinó, y al fin vencido
trajo a fuerza arrastrando la cadena.

Tú, a quien rinden sus glorias insignes ríos,
favorece, Tarteso padre, el canto
que tierno y simple en honra tuya espira;

que si me dan lugar los males míos,
no sólo oirás de amor gemido y llanto,
más hazañas que Marte airado inspira.



Fernando de Herrera

De la luz en que espira amor herido

-- de Fernando de Herrera --

De la luz en que espira amor herido
al corazón altivo y desdeñoso
paso, rompiendo el rayo glorioso
la sombra, en que dormía, del olvido.

Doliome entonces mucho haber perdido
un punto y vi, en mi mal dolor dudoso,
gloria cierta, afán breve, bien dichoso,
y el deseo en sus votos ya vencido.

De hoy más amo y adoro cuantos daños,
celoso de mi suerte, Amor procura,
bienes viendo exhalar sus ojos bellos.

Eternos corran mis felices años,
y a mi alma abrasada en llama pura
siempre enlace la red de sus cabellos.



Fernando de Herrera

El Sátiro qu' el fuego vio primero

-- de Fernando de Herrera --

El Sátiro qu' el fuego vio primero,
de su vivo esplendor todo vencido,
llegó a tocallo; mas provó, encendido,
qu' era, cuanto hermoso, ardiente y fiero.

Yo, que la pura luz do ardiendo muero,
mísero vi, engañado y ofrecido
a mi dolor, en llanto convertido
acabar no pensé, como ya espero.

Belleza, y claridad antes no vista,
dieron principio al mal de mi deseo,
dura pena y afán a un rudo pecho.

Padesco el dulce engaño de la vista;
mas si me pierdo con el bien que veo,
¿cómo no estoy ceniza todo hecho?



Fernando de Herrera

Qué bello nudo y fuerte me encadena

-- de Fernando de Herrera --

¿Qué bello nudo y fuerte me encadena
con tierno ardor, en quien amor airado
me enciende el corazón, y en un cuidado
duro y terrible siempre me enajena?

El oro que al Gange indo en su ancha vena
luciente orna, y en hebras dilatado,
con luengo cerco y terso ensortijado,
gentil corona en blanca frente ordena.

¡Oh vos, que al sol vencido, prestáis fuego,
en quien mi pensamiento no medroso
las alas metió libre, y perdió el vuelo!

Lazos que me estrecháis, mi pecho ciego
abrasad, porque en prez del mal penoso
segura mi fe rinda su recelo.



Fernando de Herrera

Viví gran tiempo en confusión perdido

-- de Fernando de Herrera --

Viví gran tiempo en confusión perdido
y todo de mi mismo enajenado;
desesperé de bien, que en tal estado
perdí la mejor luz de mi sentido.

Mas cuando de mí tuve más olvido,
rompió los duros lazos al cuidado
de Amor el enemigo más honrado,
y ante mis pies lo derribó vencido.

Ahora que procuro mi provecho
puedo decir que vivo, pues soy mío,
libre, ajeno de Amor y de tus daños.

Pueda el desdén, Antonio, en vuestro pecho
acabar semejante desvarío
antes que prevalezcan sus engaños.



Fernando de Herrera

Voy por esta desierta, estéril tierra

-- de Fernando de Herrera --

Voy por esta desierta, estéril tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra,
de una ardua cumbre a un cerro do enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, sólo principio de mi guerra.

Tanto bien representa la memoria
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crueles despojos de mi gloria!
desconfianza, olvido, celo, ausencia,
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Fernando de Herrera

Yo voy por esta solitaria tierra

-- de Fernando de Herrera --

Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.

Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 27

-- de Francisco de Quevedo --

Lisi, en la sombra no hallarás frescura,
tú, que con dos ardientes luminares
a la sombra la traes caniculares
que dieran a los alpes calentura.
Del antiguo recato y compostura
han olvidado a dafne estos lugares,
pues de dos soles tuyos, singulares,
quien huyó de uno solo se asegura.
Mas viéndole en tus ojos dividido,
para poder estar en ti dos veces,
otras tantas le mira en ti vencido.
Y siente que, como ella, le aborreces,
pues a su sombra y tronco has retraído
los rayos que le niegas y le ofreces.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 13

-- de Francisco de Quevedo --

¿no ves, piramidal y sin sosiego,
en esta vela arder inquieta llama,
y cuán pequeño soplo la derrama
en cadáver de luz, en humo ciego?
¿no ves, sonoro y animoso, el fuego
arder voraz en una y otra rama,
a quien, ya poderoso, el soplo inflama
que a la centella dio la muerte luego?
así pequeño amor recién nacido
muere, alexi, con poca resistencia,
y le apaga una ausencia y un olvido;
mas si crece en las venas su dolencia,
vence con los que pudo ser vencido
y vuelve en alimento la violencia.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 11

-- de Francisco de Quevedo --

¿ves gemir tus afrentas al vencido
toro, y que tiene, ausente y afrentado,
menos pacido el soto que escarbado,
y de sus celos todo el mundo herido?
¿vesle ensayar venganzas con bramido,
y en el viento gastar ímpetu armado?
¿ves que sabe sentir ser desdeñado,
y que su vaca tenga otro marido?
pues considera, flor, la pena mía,
cuando por coridón, pastor ausente,
desprecias en mi amor mi compañía.
Ofreciose la vaca al más valiente,
y con razón premió la valentía:
tú me desprecias, flor, injustamente.



Francisco Sosa Escalante

A Hidalgo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Ay del que osado á proclamar se atreve
La santa libertad de un pueblo hundido
En dura esclavitud! Ay si vencido
Al fin se mira por tirano aleve!

Que no basta cortar el hilo breve
De la vida del héroe aborrecido:
Por empañar su nombre esclarecido
Su lengua de áspid la calumnia mueve.

¡Oh grande Hidalgo! tu inmortal renombre
Hundir quisieran en la noche oscura
Los que del hombre hacen lobo del hombre.

Y en vano te denigran; que á la altura
En que supiste colocar tu nombre,
No llega el fango de la tierra impura!



Francisco Sosa Escalante

A Morelos

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Mártir de Ecatepec, sin par Morelos!
Llegue hasta el sólio de tu excelsa gloria
El himno que consagra á tu memoria
La patria de tu amor y tus anhelos.

Anáhuac te bendice, y en sus duelos
Y en sus horas de paz, mira en la historia
Que á tí es debida su mejor victoria;
A tu génio feliz, á tus desvelos.

Miraba el orbe con desden profundo
El rudo batallar del pueblo indiano;
Vencido le juzgaba, moribundo.

De Cuautla el nombre traspasó el océano
Con tu nombre inmortal, y entonce el mundo
La gloria proclamó del mexicano.



Francisco Sosa Escalante

Tetlepanquetzal

-- de Francisco Sosa Escalante --

Monarca de Tlacópam! no perdido
Quede tu nombre que esplendente brilla
De Anáhuac en los fastos, sin mancilla;
Salve tu gloria el implacable olvido.

Los hados fieros, por tu mal, vencido
Te dieron al soldado de Castilla;
Mas nada importa; sucumbir no humilla
Cual cae el roble por el rayo herido.

Al ver el suelo de la patria hollado,
Latió tu noble corazón ardiente
Y al combate corriste denodado.

Ciñó el martirio tu radiosa frente
Y tu nombre inmortal quedó grabado
De México en la historia refulgente.



Francisco Sosa Escalante

Xicotencatl

-- de Francisco Sosa Escalante --

La nieve de los años todavía
Estaba léjos de su altiva frente;
De sangre juvenil la lava ardiente
En su esforzado corazon corría:

Mas, prudente y sagaz, miró la impía
Invasion castellana, cual torrente
A arrebatar dispuesto en su corriente
La vida y honra de la patria un día.

Entónces dando su rencor á olvido
Se lanza con ardor á la pelea,
Al lado del azteca aborrecido.

Así con gloria su pendon pasea,
Y Xicotencatl al caer vencido,
En morir por la patria se recrea.



José Lezama Lima

una batalla china

-- de José Lezama Lima --

Separados por la colina ondulante,
dos ejércitos enmascarados
lanzan interminables aleluyas de combate.
El jefe, en su tienda de campaña,
interpreta las ancestrales furias de su pueblo.
El otro, fijándose en la línea del río,
ve su sombra en otro cuerpo, desconociéndose.
Las músicas creciendo con la sangre
precipitan la marcha hacia la muerte.
Los dos ejércitos, como envueltos por las nubes,
se adormecen borrando los escarceos temporales.
Los dos jefes se han quedado como petrificados.
Después cuentan las sombras que huyeron del cuerpo,
cuentan los cuerpos que huyeron por el río.
Uno de los ejércitos logró mantener
unida su sombra con su cuerpo,
su cuerpo con la fugacidad del río.
El otro fue vencido por un inmenso desierto somnoliento.
Su jefe rinde su espada con orgullo.



Bartolomé de Argensola

romances 1

-- de Bartolomé de Argensola --

¿qués de ti, rey de granada?
¿qués de tu tierra y tus moros?
¿dónde tienes tu morada?

reniega ya de mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

2



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de saulo

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Fue mi grito de amor brama guerrera,
fue de heracles mi furia redentora.
¡Sobre los hombros pieles de pantera!
¡sobre la frente rosas de la aurora!

amé el gladio y el salto cuando era
en el comienzo de la vida.
Ahora el délfico laurel de mi cimera
bajo la tempestad se dobla y llora.

En mi frente era luz el áureo casco
helénico. Al vencido prometeo
fui a dar la libertad sobre el peñasco,

y alzando sus cadenas por trofeo
vi a cristo en el camino de damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!



Rosario Castellanos

parábola de la inconstante

-- de Rosario Castellanos --

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
si yo soy lo que soy
y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
suceda ese proceso
que la semilla le permite al árbol
y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
a asirme a una pared como el enamorado
se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
en solidez de roble,
la rumorosa soledad, la sombra
hospitalaria y daba al caminante
- a su cuchillo agudo de memoria -
el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
y otras el arrebato,
la gracia o el furor, siempre los dos contrarios
prontos a aniquilarse
y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
me iba de algún mesón desmantelado
en el que no encontré ni una mala bujía
y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
no sé qué cara le daré a la muerte.



Rubén Bonifaz Nuño

tú das la vista a mis pupilas ciegas

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Tú das la vista a mis pupilas ciegas
y a mi voz la ternura que te nombra;
amor, cuánta amargura, cuánta sombra
se destruye en la luz en que me anegas.

En hoces claras a mi pecho llegas
y la esperanza al corazón asombra,
por ti la mano del olvido escombra
los restos tristes del dolor que siegas.

Por ti vencido, el peso de la angustia
inútilmente ya su fuerza mustia
contra tus simples luces abre inerte.

Amor, ardiente lámpara en la oscura
soledad, segador de la amargura.
Está lejano el miedo de perderte.



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