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Se han encontrado 45 poemas con la palabra vencer

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Gutierre de Cetina

hora podrás vencer, fiero recelo

-- de Gutierre de Cetina --

Hora te hartarás, furia rabiosa;
hora quedas fortuna victoriosa
que estoy puesto a tus pies ya por el suelo.
Ya no hay de qué temer, pues quiere el cielo
que, ausente de mi bien, tan trabajosa
vida viva, muriendo en sospechosa
congoja y en llorar mi desconsuelo.
Mas no harás, en ser movible y fiera,
con no estar en vencer un hora estable,
que no sea mi pasión lo que antes era.
Tan honroso es mi mal y tan loable,
que si puedes hacer que del yo muera,
yo sé que no harás que sea mudable.

Poema hora podrás vencer, fiero recelo de Gutierre de Cetina con fondo de libro

Manuel Machado

La Sonrisa de Franco resplandece

-- de Manuel Machado --

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de paz la tierra que conquista.

Sabe vencer y sonreír. Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y para hacer Historia
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana, que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!

Poema La Sonrisa de Franco resplandece de Manuel Machado con fondo de libro

Alberto Lista

Del amor

-- de Alberto Lista --

Alcino, quien los ásperos rigores
de una ingrata beldad vencer procura,
ni encantos a la tésela espesura,
ni a la remota Colcos pida flores.

Amar es el hechizo, que en amores
la victoria y las dichas asegura,
y somete el pudor y la hermosura,
y corona al amante de favores.

Mas si el vil seductor quiere que sea
una impura pasión amor hermoso,
no se admire de verla desdeñada.

Que no es amante el que gozar desea,
sino el que sacrifica generoso
su bien y su placer al de su amada.

Poema Del amor de Alberto Lista con fondo de libro

Amado Nervo

delicta carnis

-- de Amado Nervo --

Carne, carne maldita que me apartas del cielo;
carne tibia y rosada que me impeles al vicio;
ya rasgué mis espaldas con cilicio y flagelo
por vencer tus impulsos, y es en vano, ¡te anhelo
a pesar del flagelo y a pesar del cilicio!
crucifico mi cuerpo con sagrados enojos,
y se abraza a mis plantas afrodita la impura;
me sumerjo en la nieve, mas la templan sus ojos;
me revuelco en un tálamo de punzantes abrojos,
y sus labios lo truecan en deleite y ventura.
Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la venus de milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. ..
¡Oh señor jesucristo, guíame por los rectos
derroteros del justo; ya no turben con locas
avideces la calma de mis puros afectos
ni el caliente alabastro de los senos erectos,
ni el marfil de los hombros, ni el coral de las bocas!



Amado Nervo

impotencia

-- de Amado Nervo --

Señor, piedad de mí porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me sometí a tu ley porque eras fuerte:
¡el fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignación sólo impotencia
de vencer a la muerte, cuyo ácido
ósculo corrosivo,
royendo el corazón que me amó tanto,
royó también mi voluntad de acero...
¡La muerte era titánica; yo, átomo!
señor, no puedo resignarme, no!
¡si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a dios es insensato!
¡ten piedad de mi absurda rebeldía!
¡que te venza, señor, mi viril llanto!
¡que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a lázaro
o vuélveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.



Amado Nervo

perlas negras - ha mucho tiempo que te soñaba

-- de Amado Nervo --

Ha mucho tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que te buscaba,
ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía
tus ojos negros como los vi,
y que, en mis horas de nostalgia,
la hermana ana me respondía:
hay una virgen que viene a ti .
Y al vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a muerto,
tocaba a gloria mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada la musa triste,
y tú llegaste, viste y venciste
como el magnífico emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
hermana ana, ¿dime qué ves?
hoy en mi noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños sólo quisiera
enarbolarte como bandera,
y, a ti abrazado, por ti vencer.



Lope de Vega

Desata el capirote, y las pigüelas

-- de Lope de Vega --

Desata el capirote y las pigüelas,
águila de Filipo soberano,
verá el antiguo y nuevo mundo hispano
que al sol te acercas y a su lado vuelas.

El aire dejen, cuando el aire impelas,
el pardo azor, belígero otomano,
y aquel sacre o sacrílego cristiano
que tiembla ya de que su nombre celas.

Muestra, subido al cielo, al bajo mundo
las nuevas uñas con que alzarle puedes,
ahora asidas a una débil caña.

Porque, tercero de tan gran segundo,
podrás, como su espada y cetro heredes,
vencer al mundo y gobernar España.



Lope de Vega

Hija del tiempo, que en el Siglo de oro

-- de Lope de Vega --

Hija del tiempo, que en siglo de oro
viviste hermosa y cándida en la tierra,
de donde la mentira te destierra
en esta fiera edad de hierro y lloro;

santa Verdad, dignísimo decoro
del mismo cielo, que tu sol encierra,
paz de nuestra mortal perpetua guerra
y de los hombres el mayor tesoro;

casta y desnuda virgen, que no pudo
vencer codicia, fuerza ni mudanza,
del sol de Dios ventana cristalina;

vida de la opinión, lengua del mundo.
Mas ¿qué puedo decir en tu alabanza
si eres el mismo Dios, Verdad divina?



Lope de Vega

Quien dice que fue Adonis convertido

-- de Lope de Vega --

Quien dice que fue Adonis convertido
en flor de lirio y venus en estrella,
no vio, señor don Juan, la imagen bella
que a España habéis de Génova traído.

Transformación, que no escultura, ha sido,
y porque no quedó beldad sin ella
ni amor sin él, a las espaldas de ella
también en piedra se mudó Cupido.

Los mismos son, que no pudiera el arte
vencer al cielo en perfección tan rara;
testigo son las piedras de Anaxarte.

Y si todas a sí las transformara,
yo os diera un mármol tan divino en parte
que el olvidado amor resucitara.



Lope de Vega

Rompe las conchas Hércules famoso

-- de Lope de Vega --

Rompe las conchas Hércules famoso
de la Hidra feroz, y el campo esmalta
de veneno y de sangre, el tronco salta
por la violencia del bastón ñudoso;

pero súbitamente el escamoso
cuello brota, en lugar de aquella falta,
siete cabezas de cerviz más alta,
temblando el eco al silbo temeroso.

Así yo, triste (que vencer deseo
esta sierpe cruel de mi fortuna
en tantas diferencias de batallas),

con mis desdichas sin cesar peleo;
mas donde quiero remediar alguna,
resultan tantas que es mejor dejallas.



Lope de Vega

Tanto mañana, y nunca ser mañana!

-- de Lope de Vega --

¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!
Amor se ha vuelto cuervo, o se me antoja.
¿En qué región el sol su carro aloja
desta imposible aurora tramontana?
Sígueme inútil la esperanza vana,
como nave zorrera o mula coja,
porque no me tratara Barbarroja
de la manera que me tratas, Juana.
Juntos Amor y yo buscando vamos
esta mañana. ¡Oh dulces desvaríos!
Siempre mañana, y nunca mañanamos.
Pues si vencer no puedo tus desvíos,
sáquente cuervos destos verdes ramos
los ojos. Pero no, ¡que son los míos!



Bien que sagrado incienso, bien que puede

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

«Bien que sagrado incienso, bien que puede
vencer ardiente víctima tu saña
esta corriente que tus basas baña,
lloroso soy, que en calidad le excede.

Este tierno pesar tu reino herede,
por culpa, ¡oh tiempo!, contra ti tamaña:
baste, pues, ya mi mal me desengaña
a que de él limpio y de su culpa quede».

Esto, tierno, lloré, y mi tierno acento
apenas alcanzó el divino oído,
cuando en brazos oí del manso viento:

«El poder restaurarte, ¡oh ya vencido,
Fabio, del tiempo, y de mi tiempo exento!,
será no perder más que lo perdido».



Góngora

amarrado al duro banco

-- de Góngora --

Amarrado al duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de dragut
en la playa de marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«¡oh sagrado mar de españa,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!,
»pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
»tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
»porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del sur
vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua,
»pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado
a nadie matarán penas!»
en esto se descubrieron
de la religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.



Góngora

A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto

-- de Góngora --

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano,
que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones

le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?



Ignacio María de Acosta

Dolencia de Iselia

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho
y tu semblante virginal marchita:

Esa lucha fatal que se concita
del corazón en el recinto estrecho;
y te arranca suspiros de despecho
en continua aflicción y amarga cuita:

Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
que revelan un alma candorosa
que pugna por vencer un mal interno;

Esa delicia en fin que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del Amor, hermosa.



Jaime Torres Bodet

en abril. miedo

-- de Jaime Torres Bodet --

Hasta qué parte de mí mismo
tendré que ir para encontrar
el secreto de tu belleza
y la verdad de tu bondad?
¿qué fuerza oscura y tumultuosa
tendrá que vencer nuestro amor,
para dar el curso del mío
al río de tu corazón?...



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 27

-- de Jorge Manrique --

En ventura octaviano;
julio césar en vencer
y batallar;
en la virtud, africano;
aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un trajano;
tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, aureliano;
marco tulio en la verdad
que prometía.



Josefina Pla

soy

-- de Josefina Pla --

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
vaso que no ha sabido colmarse de pureza
ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte,
boca que no ha rendido su gran beso de amor!
manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte
que no consigue alzarse a zona de fulgor!

planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo,
reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel;
¡rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo,
mas que el remordimiento no ha logrado vencer!

garganta temerosa del entrañable grito
que desnuda la carne del último dolor:
¡lengua que es como piedra al dulzor infinito
de la verdad postrera dormida en la pasión!

haz de inútiles rosas, agostándose en sombra,
pozo oculto que nunca abrevó una gran sed;
prado que no ha podido amansarse en alfombra,
¡pedazo de la muerte, que no se sabe ver!



Diego Hurtado de Mendoza

Qué cuerpo yace en esta sepultura

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

¿Qué cuerpo yace en esta sepultura?
¿Quién eres tú, que encima estás sentada
Mesando tus cabellos, la figura,
Sangrienta de tus uñas, y rasgada?

Los huesos y ceniza consagrada
De Aníbal, que ha pagado á la natura
La deuda postrimera, y yo la armada
Diosa que en las batallas da ventura.

Quéjome de los hados inhumanos,
Que á tal varon hicieron tanto mal,
Y del miedo y vileza de Cartago;

Mas quédame un consuelo en lo que hago;
Que él mismo se mató, porque á Aníbal
No pudieran vencer sino sus manos.



Pablo Neruda

soneto xcvii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Hay que volar en este tiempo, a dónde?
sin alas, sin avión, volar sin duda:
ya los pasos pasaron sin remedio,
no elevaron los pies del pasajero.
Hay que volar a cada instante como
las águilas, las moscas y los días,
hay que vencer los ojos de saturno
y establecer allí nuevas campanas.
Ya no bastan zapatos ni caminos,
ya no sirve la tierra a los errantes,
ya cruzaron la noche las raíces,
y tú aparecerás en otra estrella
determinadamente transitoria
convertida por fin en amapola.



José Ángel Buesa

viejo lobo de mar

-- de José Ángel Buesa --

Viejo lobo de mar, de sed sorda y violenta:
el humo de tu pipa tiene olor a tormenta.
Si relatas tus viajes ya nadie te hace caso,
porque siempre naufragas en el fondo de un vaso,
y cada travesía concluye como empieza:
en espuma de mar o espuma de cerveza.
Viejo lobo de mar: quédate en tu navío,
y escupe hacia la noche tu rencor y tu hastío.
La tierra te rechaza, viejo lobo sediento,
pues ya, como las velas, perteneces al viento;
y la mujer desnuda que adorna tu tatuaje
hoy duerme con un hombre que no se va de viaje.
El amor es un surco que florece o se cierra,
y tú, al vencer el mar, naufragaste en la tierra.
No, viejo navegante: quédate en tu navío,
y llena de humo amargo tu corazón vacío,
y esconde, en una risa de dientes incompletos,
la pesadumbre inmensa de tu vejez sin nietos.
Vuélvete a tu guarida, lobo de pelo cano,
para morir la muerte del que ha vivido en vano;
¡y córtate esa mano que no supo sembrar,
porque ya, para siempre, perteneces al mar!



Juan Bautista Arriaza

Venus burlada

-- de Juan Bautista Arriaza --

Vio Venus en la alfombra de esmeralda
de un prado a mi adorado bien dormido,
y engañada, creyendo ser Cupido,
alegremente le acogió en su falda.

La frente le ciñó de una guirnalda
y por hacer terrible su descuido,
puso en sus manos un arpón bruñido
y la aljaba le cuelga de la espalda.

¡Hijo!, le iba a decir, mas despertando
mi Silvia le responde con enojos,
la aljaba y el arpón de sí arrojando:

«¡Toma, madre engañosa, esos despojos,
porque me son inútiles, estando
sin ellos hechos a vencer mis ojos!»



Juan de Arguijo

Orfeo (1-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

«Desiertas selvas, monte yerto y frío,
Ródope, que en el cielo tocar osas;
Vosotras, de Estrimon ondas hermosas,
A quien vencer presume el llanto mio,

»Seréis testigos largo tiempo, fio,
De mi dolor y quejas lastimosas,
Que en vano esparzo al aire, y con piadosas
Voces al rey del lago obscuro envio.»

Así cantando llora el tracio amante;
Y á sus blandos acentos enmudece
El viento, y la agua su corriente enfrena;

Y enternecidas truecan el semblante
Las fieras ¡corto alivio! mientras crece
Del ya perdido bien la justa pena.



Juan de Arguijo

Ulises

-- de Juan de Arguijo --

El griego vencedor que tantos años
Vió contra sí constante la fortuna;
El que pudo sagaz de la importuna
Circe vencer los mágicos engaños;

El que en nuevas regiones y en extraños
Mares temer no supo vez alguna;
El que, bajando á la infernal laguna
Libre volvió de los eternos daños,

Los ojos cubre y cierra los oídos
De las sirenas á la vista y canto,
Y se manda ligar á un mástil duro;

Y negando al objeto los sentidos,
La engañosa belleza y fuerte encanto
Huyendo vence, y corta el mar seguro.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXX

-- de Garcilaso de la Vega --

Sospechas, que en mi triste fantasía
puestas, hacéis la guerra a mi sentido,
volviendo y revolviendo el afligido
pecho, con dura mano noche y día;

ya se acabó la resistencia mía
y la fuerza del alma; ya rendido
vencer de vos me dejo, arrepentido
de haberos contrastado en tal porfía.

Llevadme a aquel lugar tan espantable,
que, por no ver mi muerte allí esculpida,
cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya, que concedida
no es tan larga defensa al miserable;
colgad en vuestro carro mis despojos.



Garcilaso de la Vega

Sospechas que en mi triste fantasía

-- de Garcilaso de la Vega --

Sospechas, que, en mi triste fantasía
puestas, hacéis la guerra a mi sentido,
volviendo y revolviendo el afligido
pecho con dura mano, noche y día;

ya se acabó la resistencia mía
y la fuerza del alma; ya rendido,
vencer de vos me dejo, arrepentido
de haberos contrastado en tal porfía.

Llevadme a aquel lugar tan espantable
que, por no ver mi muerte allí esculpida,
cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya, que concedida
no es tan larga defensa al miserable;
colgad en vuestro carro mis despojos.



Gutierre de Cetina

a don juan de guevara

-- de Gutierre de Cetina --

Ejemplo del valor de las españas,
don juan, si así supiese ahora alabarte,
cuanto tus obras dan de gloria a marte
darían a mi pluma tus hazañas.
Las francesas insidias y las mañas
que en falta de virtud sufren con arte,
acrecen en la tuya y de tu parte
cosas de admiración muy más extrañas.
Gloriosa nación, pues que venciendo
el enemigo, su vencer os honra
mucho más que os pudiera honrar perdiendo.
De ellos fue la victoria y la deshonra.
¡Dichosas vidas que ganáis muriendo
do se suelen perder la vida y honra!



Gutierre de Cetina

al emperador

-- de Gutierre de Cetina --

No fuera alcides, no, famoso tanto,
ni durara en el mundo hoy su memoria,
si menos cara hubiera la victoria
de los monstruos que aún hoy causan espanto.
La fuerte emulación con todo cuanto
contrasta casi al par con vuestra gloria,
harán al fin, señor, que vuestra historia
nos ture con eterno e inmortal canto.
El vencer tan soberbios enemigos,
sujetar tantos monstruos, tanta gente,
con el valor que el cielo en vos derrama,
al siglo por venir serán testigos
del honor que dará perpetuamente
a carlo quinto máximo la fama.



Hernando de Acuña

En su fiera grandeza confiando

-- de Hernando de Acuña --

En su fiera grandeza confiando,
los ánimos tan altos levantaban
los gigantes de Flegra, que esperaban
de vencer a los dioses guerreando;

y contra el alto cielo, no dudando,
las belicosas máquinas alzaban,
y a comenzar el hecho ya se estaban
con superbo furor aparejando;

cuando Júpiter, esto conociendo,
luego quiso que fuesen castigados
del bestial movimiento de su guerra,

y con rayos el aire oscureciendo,
después de todos ser despedazados,
con ellos abrasó toda la tierra.



Hernando de Acuña

Sobre la red de amor

-- de Hernando de Acuña --

Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?

¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?

Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?

Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?



Vicente García de la Huerta

A un disgusto de Filis

-- de Vicente García de la Huerta --

Como si amor por sí, Filis, no fuera
bastante a ejercitar mi sufrimiento,
la malicia con ímpetu violento
en hacerme infeliz también se esmera.

Vierte la envidia su ponzoña fiera,
atosigando el alma con su aliento,
y la astucia a favor del valimiento
me calumnia, mi bien y me impropera.

Todos los males, Filis, mi constancia
podrá vencer; podré con mi paciencia
rendir del hado el proceder injusto.

Contrastará al rencor mi tolerancia
pero, ¿quién tendrá, Filis, resistencia
al verte, ay Dios, con el menor disgusto?



Manuel Machado

Al mariscal Joffre, vencedor del Marne

-- de Manuel Machado --

Este que veis aquí, grave y sereno,
Con la tranquila majestad del roble,
Fue el paladín más noble de lo noble,
Como otro Alonso de Quijano, el Bueno.

Por los eternos bárbaros hollada,
Francia inmortal le dio su espada un día,
Y él escribió aquel día con su espada
“vivir”, “vencer”, donde “morir” decía.

Salva a orillas del Marne fue la Tierra,
Y alzó el caudillo la divisa fuerte
Que en tres palabras toda gloria encierra:

Titán feliz, porque domó a la Suerte.
Gran capitán, porque venció a la Guerra.
Héroe inmortal, porque mató a la Muerte.



Manuel Machado

Al sable del Caudillo

-- de Manuel Machado --

¡Bienvenido, Capitán!
Bienvenido a tu Madrid,
con la palma de la lid
y con la espiga del pan.
Dios bendice el santo afán
que tu espada desnudó
y la victoria te dio,
poniendo en esa victoria
toda la luz de la gloria
de un mundo que se salvó.

Con esa hueste triunfal
que tras tu enseña desfila
-y que lleva en la mochila
estrellas de general-,
de la barbarie oriental
vencer supiste el espanto,
y alcanza tu gloria tanto
que con tu invencible tropa
fue España escudo de Europa
como en Granada y Lepanto.

De tu soberbia campaña,
Caudillo noble y valiente,
ha resurgido esplendente
una y grande y libre España.
Que hoy sean tu nueva hazaña
estas paces que unirán
en un mismo y puro afán
al hermano y el hermano...
Con la sombra de tu mano
es bastante, ¡Capitán!



Meira Delmar

el llamado

-- de Meira Delmar --

Tú estarás lejos.
Yo dejaré la vida
como un ramo de rosas
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.
Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
amadas, el silencio
que nos uniera, el arduo
amor que nunca pudo
vencer el tiempo, el roce
de tus manos, las tardes
junto al mar, tus palabras.
Si donde estés tú oyes
que alguna voz te nombra,
seré yo que en el viaje
te recuerdo.
!--Img



Nicolás Fernández de Moratín

Aplauso a Dorisa

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Bendita sea la hora, el año, el día
y la ocasión y el venturoso instante
en que rendí mi corazón amante
a aquellos ojos donde Febo ardía.

Bendito el esperar y la porfía
y el alto empeño de mi fe constante
y las saetas y arco fulminante
con que abrasó Cupido el alma mía.

Bendita la aflicción que he tolerado
en las cadenas de mi dulce dueño
y los suspiros, llantos y esquiveces,

los versos que a su gloria he consagrado
y han de vencer del duro tiempo el ceño,
y ella bendita innumerables veces.



Nicolás Fernández de Moratín

Bendita sea la hora

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Bendita sea la hora, el año, el día
y la ocasión y el venturoso instante
en que rendí mi corazón amante
a aquellos ojos donde Febo ardía.

Bendito el esperar y la porfía
y el alto empeño de mi fe constante
y las saetas y arco fulminante
con que abrasó Cupido el alma mía.

Bendita la aflicción que he tolerado
en las cadenas de mi dulce dueño
y los suspiros, llantos y esquiveces,

los versos que a su gloria he consagrado
y han de vencer del duro tiempo el ceño,
y ella bendita innumerables veces.



Juan Gelman

xci

-- de Juan Gelman --

Toda poesía es hostil al capitalismo
puede volverse seca y dura pero no
porque sea pobre sino
para no contribuir a la riqueza oficial

puede ser su manera de protestar de
volverse flaca ya que hay hambre
amarilla de sed y penosa
de puro dolor que hay puede ser que

en cambio abra los callejones del delirio y las bestias
canten atropellándose vivas de
furia de calor sin destino puede
ser que se niegue a sí misma como otra

manera de vencer a la muerte
así como se llora en los velorios
poetas de hoy
poetas de este tiempo

nos separaron de la grey no sé que será de nosotros
conservadores comunistas apolíticos cuando
suceda lo que sucederá pero
toda poesía es hostil al capitalismo



Evaristo Carriego

La enferma que trageron anoche

-- de Evaristo Carriego --

La enferma abrió los ojos cuando la hermana,
que aún no ha descansado ni un solo instante,
decía sus temores al practicante
que pasa la visita de la mañana.

Desde que la trageron ha rechazado
sin contestar palabra, todo remedio,
y por más que se hizo no hubo medio
de vencer un mutismo tan obstinado.

Y ahora, en la pesada semi-inconciencia
del último momento, su indiferencia
silenciosa parece ceder, por fin,

pero en los labios secos y en la mirada
sólo tiene un reproche de abandonada
para las compañeras del cafetín.



Francisco Sosa Escalante

Al gral. D. Nicolás Bravo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Quién noble como tú? ¿quién tan sublime
En el perdon del enemigo pudo
Contra el olvido fiero hallar escudo?
¿Quién cual tú en bronces su grandeza imprime?

¿Del libro de la Historia, en dónde, dime,
A vencer aprendiste el torpe y rudo
Instinto vengador que en grito agudo
Sangre demanda á quien el hierro esgrime?

Hundieron de la muerte en el abismo
Al autor de tus dias los arteros
Defensores del negro absolutismo;

Y ya en tus manos sus verdugos fieros
Libres se ven por tí. ¡Excelso heroísmo!
¡El perdon enaltece á los guerreros!



Francisco Sosa Escalante

Júpiter y Leda

-- de Francisco Sosa Escalante --

De Leda, ninfa de hechicero encanto,
Quiso el rey de los dioses, cierto dia,
Alcanzar el amor; mas ella, fría
Oyó del dios el amoroso canto.

Ni los ruegos de Júpiter, ni el llanto,
Vencer lograron á la ninfa impía
Que, fuerte, su pureza defendía
Y no dejaba del pudor el manto.

De cisne entonces Júpiter vestido
A la ninfa llegó; de su blancura
Prendóse Leda y le abrigó en su seno...

¡Oh niña encantadora! no en olvido
Pongas, que infame el seductor procura
Llegar á la beldad con manto ajeno.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante IV)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hubo en Thule, ¿te acuerdas, Margarita?
Un rey á quien su dama en el instante
Postrero de la vida, dióle amante
Copa áurea en prenda de pasion bendita.

El tiempo que á la nada precipita
Cuanto ilumina el sol con luz brillante,
Vencer no pudo la pasion constante
Ni disipar del rey la amarga cuita.

Al entregar el trono á su heredero
A la hora de morir, la copa de oro
Lanzó del mar hasta el abismo fiero....

Cuando te alejes, ruiseñor canoro,
Y triste escuche tu cantar postrero,
Arrojaré mi lira al mar sonoro.



José Martí

siempre que hundo la mente...

-- de José Martí --

Siempre que hundo la mente en libros graves
la saco con un haz de luz de aurora:
yo percibo los hilos, la juntura,
la flor del universo: yo pronuncio
pronta a nacer una inmortal poesía.
No de dioses de altar ni libros viejos
no de flores de grecia, repintadas
con menjurjes de moda, no con rastros
de rastros, no con lívidos despojos
se amansará de las edades muertas:
sino de las entrañas exploradas
del universo, surgirá radiante
con la luz y las gracias de la vida.
Para vencer, combatirá primero:
e inundará de luz, como la aurora.



Baltasar del Alcázar

Job (Epigrama)

-- de Baltasar del Alcázar --

A Job el diablo tentó
con tanta solicitud,
que los bienes, la salud
y los hijos le quitó.
Más no pudiendo vencer
su virtud, por inquietarle,
trató de desesperarle
y le dejó... La mujer.



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Clemente Althaus

Imitado del quichua

-- de Clemente Althaus --

No más respondas incierto,
y pues que tus padres crudos
se oponen a nuestros nudos,
huye conmigo al desierto.
¡Eres hombre y del temor
te dejas así vencer!
Yo no temo, y soy mujer,
que audacia me da el amor.
A la hora en que el sol más arde
yo tenderé mis cabellos,
toldo formando con ellos
que de sus rayos te guarde.
Cuando el cansancio prolijo
mover no te deje el pie,
yo en brazos te llevaré,
cual madre amorosa al hijo.
Si sed te abrasa encendida,
yo lloraré tanto y tanto,
que pueda mi triste llanto
darte copiosa bebida;
y serán los ojos míos
dos inagotables fuentes,
donde tus labios ardientes
beban del dolor los ríos.
Y, si te empieza a acosar
del hambre el fiero aguijón,
mi arrancado corazón
te ofreceré por manjar.



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