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Se han encontrado 88 poemas con la palabra vano

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Alberto Lista

A Filis

-- de Alberto Lista --

En vano, Filis bella, afectas ira,
que es dulce siendo tuya, y más en vano
nos insulta ese labio soberano
do entre claveles la verdad respira.

Un tierno pecho que por ti suspira
esa linda esquivez adora en vano,
y por ser tuyo se contenta insano
si, no pudiendo amor, desdén te inspira.

No esperes que ofendidos tus amores
huyan de tu halagüeño menosprecio
ni de sufrir se cansen tus rigores;

aun más esclavos los tendrás que amores,
pues vale más, oh Filis, tu desprecio
que de mil hermosuras mil favores.

Poema A Filis de Alberto Lista con fondo de libro

Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Dices bien, Margarita encantadora,
En tu régia mansión la paz serena
De dicha celestial el alma llena,
Nadie suspira, se lamenta ó llora.

Tesoro de bondad, la mediadora
Quisieras ser en la ciudad del Sena,
En el fatal instante en que resuena
De religión la lucha asoladora.

¡Mas ay! en vano tu divino acento
Calmar pretende á la iracunda y ciega
Turba, que ruge cual leon hambriento;

En vano, en vano tu piedad le ruega,
Que esa campana en su clamor violento
Grita que el pueblo á asesinar se entrega.

Poema Margarita (Sosa Escalante II) de Francisco Sosa Escalante con fondo de libro

Amado Nervo

al cristo

-- de Amado Nervo --

Para ezzequiel a. Chávez.
Señor, entre la sombra voy sin tino;
la fe de mis mayores ya no vierte
su apacible fulgor en mi camino:
¡mi espíritu está triste hasta la muerte!
busco en vano una estrella que me alumbre;
busco en vano un amor que me redima;
mi divino ideal está en la cumbre,
y yo, ¡pobre de mí!, yazgo en la sima...
La lira que me diste, entre las mofas
de los mundanos, vibra sin concierto;
¡se pierden en la noche mis estrofas,
como el grito de agar en el desierto!
y paria de la dicha y solitario,
siento hastío de todo cuanto existe...
Yo, maestro, cual tú, subo al calvario,
y no tuve tabor, cual lo tuviste...
Ten piedad de mi mal; dura es mi pena;
numerosas las lides en que lucho;
fija en mi tu mirada que serena,
y dame, como un tiempo a magdalena,
la calma: ¡yo también he amado mucho!

Poema al cristo de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

nadie conoce el bien

-- de Amado Nervo --

Había un ángel cerca de mí,
mas no le vi...
Posó las plantas maravillosas
entre las zarzas de mi erial, y
yo, en tanto, estaba viendo otras cosas.
Cuando, callado, tendió su vuelo
y quedó al irse torvo mi cielo,
mi vida huérfana, mi alma vacía,
comprendí todo lo que perdía.
Alcé los ojos despavorido,
llamé al ausente con un gemido,
plegó mis labios convulso gesto...
Mas pronto el ángel dejó traspuesto,
con vuelo de ímpetu soberano,
las lindes negras del mundo arcano,
y todo vano fué... ¡Todo vano!
¡quién del espacio devuelve un ave!
¡qué imán atrae a un dios ya ido!
dice el proloquio que nadie sabe
el bien que tiene... ¡Sino perdido!



Lope de Vega

Aquí cuelgo la lira que desamo

-- de Lope de Vega --

Aquí cuelgo la lira que desamo,
con que canté la verde primavera
de mis floridos años, y quisiera
romperla al tronco, y no colgarla en ramo.
Culpo mi error, y la ocasión infamo,
por quien canté lo que llorar debiera,
que el vano estudio vano premio espera,
ladrón del tiempo con disfraz le llamo.
En otra lira, a cuyo son recuerdas
dormida Musa, en este breve plazo
canta segura de que el tiempo pierdas.
Templóla amor con poderoso brazo,
que en tres clavijas le subió las cuerdas,
y le labró de una lanzada el lazo.



Lope de Vega

El Tiempo, a quien resiste el tiempo en vano

-- de Lope de Vega --

El tiempo, a quien resiste el tiempo en vano,
llevó tras sí los griegos valerosos,
los Augustos, los Césares famosos
después de las reliquias del troyano.

Llevóse con el griego y el romano
la gloria de los godos belicosos,
y aquellos españoles generosos,
origen claro del valor cristiano.

Apolo y Marte ociosos en la tierra,
íbanse al cielo, y vuestro abuelo santo,
por tenerlos, asioles de la ropa.

Dejáronle por irse en paz y en guerra
los dos Girones que hoy os honran tanto,
que dellos se vistió de gloria Europa.



Lope de Vega

Si culpa, el concebir; nacer tormento

-- de Lope de Vega --

Si culpa, el concebir; nacer tormento;
guerra, vivir, la muerte, fin humano;
si después de hombre, tierra y vil gusano,
y después de gusano, polvo y viento;
si viento nada, y nada el fundamento;
flor, la hermosura; la ambición, tirano;
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano, en cuanto piensa el pensamiento,
¿quién anda en este mar para anegarse?
¿De qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?
¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria habiendo de olvidarse,
y edificar habiendo de partirse?



Jorge Cuesta

no aquel que goza, frágil y ligero

-- de Jorge Cuesta --

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.



Jorge Isaacs

Duerme

-- de Jorge Isaacs --

—No duermas,— suplicante me decía
—escúchame... Despierta—.
Cuando haciendo cojín de su regazo,
Soñándome besarla, me dormía.

Más tarde... ¡Horror! En convulsivo abrazo
La oprimí el corazón... Rígida y yerta!
En vano la besé; —no sonreía;
En vano la llamaba; —no me oía;
¡La llamo en su sepulcro y no despierta!



Jorge Luis Borges

soy

-- de Jorge Luis Borges --

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.



Jorge Luis Borges

alhambra

-- de Jorge Luis Borges --

Grata la voz del agua
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.



Diego Hurtado de Mendoza

Tráeme amor de pensamiento vano

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Tráeme amor de pensamiento vano
A ciudado y enojo verdadero,
Y muéstrame el comienzo hacedero
Y todo inconveniente muy liviano.

Y si con él me veo mano á mano,
Hállole ser de mí tan extranjero,
Que él, que parecía mas ligero,
Me parece pesado y inhumano.

Yo me ví tan metido en la celada,
Que deseé pagarlo con la vida;
Mas el alma, que fuera de sí estaba,

Como para la muerte no hay salida,
Volviese á comenzar otra jornada;
Mas esta para mí se acaba.



José María Blanco White

A la amistad (Blanco White)

-- de José María Blanco White --

¿Qué resta al infeliz que acongojado
en alma y cuerpo, ni una sola hora
espera de descanso o de mejora
cual malhechor a un poste aherrojado?

Por el dolor y la endeblez atado
me ofrece en vano en arrebola Aurora,
y el sol en vano el ancho mundo dora:
tal gozo inmole, en vida sepultado.

¡Infeliz! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no abrigo
del sepulcro una voz que dice: «Abierta
tienes la cárcel en que gimes: vente».

¿Por qué? pregunto. Porque en tierno amigo,
en imagen vivísima a la puerta
se alza, y llorando, dice: «No detente».



José Ángel Buesa

poema de una calle

-- de José Ángel Buesa --

Amo esta calle, y amo sus tristes casas
en las que se entristecen cumpleaños y bodas,
porque esta calle triste, se alegra cuando pasas
tú, mujer preferida entre todas.
Amo esta calle acaso porque en ella subsiste
no sé qué somnolencia de arrabal provinciano.
Pero a veces la odio, porque aunque siempre es triste
me parece más triste cuando te espero en vano.
Y yo bien sé que esta calle nunca podrá ser bella
con sus fachadas sucias y sus portales viejos.
Pero sé que es distinta cuando pasas por ella
y te miro pasar... Desde lejos.
Por eso amo esta calle de soledad y hastío
que ensancha sus aceras para alejar las casas.
Mientras te espera en vano mi corazón vacío,
¡que es una calle triste por donde nunca pasas!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Mi mal

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta,
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.

Puede esplicarse el ansia, la locura
con que el amor sus fuegos alimenta,
puede el dolor, la pena mas violenta
exhalar por el labio su amargura.

Mas de decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiendo medio,
y al indagar su origen me confundo;

Pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón... En fin, es tedio!



Gutierre de Cetina

por esta faz, por esta bella mano

-- de Gutierre de Cetina --

Que tan impresa está en el alma mía,
por estos ojos que hicieron vía
dentro en mi corazón a aquel tirano,
por esta boca que igualar en vano
a cosa terrenal presumiría,
y por este color que me desvía,
mirando su beldad, del ser humano,
por esta vaga frente que refrena,
ornada del color de estos cabellos,
el vano desear cuando más ciego,
juro que otra beldad no me da pena,
y llamo en testimonio de mí y de ellos,
el cielo, el aire, el mar, la tierra, el fuego.



Vicente García de la Huerta

Soneto tercero del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Bien sé que en vano mi dolor violento
lanza suspiros, lágrima derrama,
y que no resta a mi amorosa llama
más que sola mi pena, otro alimento.

Bien conozco el empleo a que me aliento,
y cuán en vano el corazón se inflama,
mas a un amor que heroico se llama,
ni aterra lo imposible ni el tormento.

Y si fuera mi amor menos altivo
por tu desdén, bien mío, sin segundo
desdijera de mí naturaleza;

que aunque parezca término excesivo,
solas tres cosas grandes tiene el mundo:
mi soberbia, mi amor, y tu belleza.



Antonio Machado

Hoy buscarás en vano

-- de Antonio Machado --

Hoy buscarás en vano
a tu dolor consuelo.
Lleváronse tus hadas
el lino de tus sueños.
Está la fuente muda,
y está marchito el huerto.
Hoy sólo quedan lágrimas
para llorar. No hay que llorar, ¡silencio!



Marilina Rébora

incomprensión

-- de Marilina Rébora --

Incomprensión
no comprendes, amor, cuál es mi sentimiento;
en vano lo traduzco y en vano te lo explico.
A veces me parece que ha llegado el momento
de aclarártelo igual que obramos con un chico.
No comprendes, amor, que todo lo que siento
y en esto, ya lo sabes, ni dudo ni claudico
es amor, todo amor, el dulce pensamiento
que instante por instante, por siempre te dedico.
Y... ¿Comprendes ahora? te quiero simplemente,
como si mi destino ya lo hubiese dispuesto
que nuestros corazones palpitaran iguales.
Es toda mi alegría el reposar la frente
sobre tu hombro, amor mío, ya que sólo con esto,
feliz, siento el resguardo de peligros y males.



Medardo Ángel Silva

Espera

-- de Medardo Ángel Silva --

Bajo el oro del sol, sedeña y pura
vendrás para curar mis hondos males,
trayendo en mil redomas, orientales
bálsamos de consuelo y de ventura.

Ungirás mi dolor con tu hermosura,
y con tus dedos finos y liliales;
derramarás en mí los manantiales
que guardas, de Piedad y de Dulzura

Al arrumbar feliz a mi ribera,
Tú serás en mis campos, Primavera,
y flor y aroma en mi jardín desierto.

Y en una noche tibia y perfumada
rodará por la alfombra empurpurada,
el negro monstruo de mis penas, muerto.

En vano te he esperado, cada Aurora,
mudos los labios, triste el pensamiento,
me sorprendió mirando el pulimiento
de los senderos blancos, ¡Mi Señora!...

En vano te he esperado, hora tras hora;
me falta ya el valor... Y hasta el aliento,
y cada vez más desgarrante siento
el puñal del dolor que me devora...

... Ya nunca has de venir?... Nunca en tus labios
que son de todas las caricias sabios,
apagaré mi sed de peregrino?...

¡Oh, voz nefasta que mi ensueño trunca!
sólo el eco repite, en el camino
inmensamente triste: Nunca!... Nunca!...



Meira Delmar

muerte mía

-- de Meira Delmar --

La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices la tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro .
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber que pregunta
mi corazón en vano,
ya para siempre en vano,
por tu melancolía
otra cosa es la muerte.
!--Img



Juan Meléndez Valdés

La fuga inútil

-- de Juan Meléndez Valdés --

Tímido corzo, de cruel acero
el regalado pecho traspasado,
ya el seno de la yerba emponzoñado,
por demás huye del veloz montero;

en vano busca el agua y el ligero
cuerpo revuelve hacia el doliente lado;
cayó y se agita, y lanza congojado
la vida en un bramido lastimero.

Así la flecha al corazón clavada,
huyó en vano la muerte, revolviendo
el ánima a mil partes dolorida;

crece el veneno, y de la sangre helada
se va el herido corazón cubriendo,
y el fin se llega de mi triste vida.



Juan Nicasio Gallego

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano
de mi triste prisión fácil salida,
por generoso impulso dirigida
tú me tendiste protectora mano.

Por ti recobro, ilustre Soberano
cuanto me puede hacer grata la vida.
Familia tierna, libertad perdida,
el sol de España, el suelo carpetano.

Que admiras hoy benévolo confío,
de mi tosco buril escaso fruto,
estos humildes rasgos que te envío,

mientras exento ya de pena y luto
por tanto alto favor el pecho mío
te da en su gratitud mejor tributo.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 19

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Alano carniçero en un río andava,
una pieça de carne en la boca pasava,
con la sombra del agua dos tanto l' semejava,
cobdiçiola abarcar, cayósele la que levava.
Por la sombra mentirosa et por su coydar vano
la carne que tenía, perdiola el alano,
non ovo lo que quiso, non l' fue cobdiçiar sano,
coydó ganar, et perdió lo que tenía en su mano.
Cada día contesçe al cobdiçioso atal,
coyda ganar contigo, et pierde su cabdal,
de aquesta raís mala nasçe todo el mal,
es la mala cobdiçia un pecado mortal.
Lo más e lo mejor, lo qu'es más preçiado,
desque lo tiene omen çierto et ya ganado,
nunca debe dexarlo por un vano coydado:
quien dexa lo que tiene fase grand mal recabdo.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Fernando de Herrera

En vano error de dulce engaño espero

-- de Fernando de Herrera --

En vano error de dulce engaño espero,
y en la esperanza de mi bien porfío,
y aunque veo perderme, el desvarío
me lleva del Amor a donde muero.

Ojos de mi deseo, fin postrero,
sola ocasión del alto furor mío,
tended la luz, romped aqueste frío
temor, que me derriba en dolor fiero;

porque mi pena es tal que tanta gloria
en mí no cabe, y desespero cuando
veo que el mal no debo merecello,

pues venzo mi pasión con la memoria
y con la honra de saber penando,
que nunca a Troya ardió fuego tan bello.



Fernando de Herrera

Sufro llorando, en vano error perdido

-- de Fernando de Herrera --

Sufro llorando, en vano error perdido,
el miedo y el dolor de mi cuidado,
sin esperanza; ajeno y entregado
al imperio tirano del sentido.

Mueve la voz Amor de mi gemido
y esfuerza el triste corazón cansado,
porque siendo en mis cartas celebrado
de él se aproveche nunca el ciego olvido.

Quien sabe y ve el rigor de su tormento,
si alcanza sus hazañas en mi llanto,
muestre alegre semblante a mi memoria.

Quien no, huya y no escuche mi lamento,
que para libres almas no es el canto
de quien sus daños cuenta por victoria.



José Martí

señor: en vano intento

-- de José Martí --

señor: en vano intento
contener el león que me devora:
hasta a escribir mi amargo pensamiento
la pluma recia se me niega ahora.
Señor: mi frente fría
prenda clara te da de mi agonía.
Cual seiba desraigada
mi trémula armazón cruje espantada:
no dejes que así cimbre
como a recio huracán delgado mimbre:
¡señor, señor! yo siento
que esta alta torre se derrumba al viento.
A la pasión, al tigre que me muerde
el poder de embridar el alma pierde.
¡Señor, señor! noquieras
mi pobre corazón dar a las fieras.



Carlos Pellicer

recinto X

-- de Carlos Pellicer --

xi
la primera tristeza ha llegado. Tus ojos
fueron indiferentes a los míos. Tus manos
no estrecharon mis manos.
Yo te besé y tu rostro era la piedra seca
de las alturas vírgenes. Tus labios encerraron
en su prisión inútil mi primera amargura.
En vano tu cabeza puse en mi hombro y en vano
besé tus ojos. Eras el oasis cruel
que envenenó sus aguas y enloqueció a la sed.
Y se fue levantando del horizonte una
nube. Su tez morena voló a color. De nuevo
fue oscureciendo el tono de los días de antes.
Yo abandoné tu rostro y mis manos
ausentaron las tuyas. Mi voz se hizo silencio.
Era el silencio horrible de los frutos podridos.
Oí que en mi garganta tropezó la derrota
con las piedras fatales.
Yo me cubrí los ojos
para no ver mis lágrimas que huían hacia mí.
Luego tú me besaste, dijiste algo. Yo oía
llorar mis propias lágrimas en el primer silencio
de la primer tristeza. El alma de ese día
llegó de lejos tu alma y se quedó en mi pecho.



Clemente Althaus

A un cóndor enjaulado

-- de Clemente Althaus --

Un tiempo, allá en el suelo americano,
rey te aclamó la voladora plebe,
y de los Andes la más alta nieve
atrás dejabas en tu vuelo ufano:

el espacio sin fin del aire vano
era tu imperio; mas en cárcel breve
hoy en vano tus alas alza y mueve
tu no perdido instinto soberano.

¡Cuánto, al mirarte, oh cóndor, me apïadas
preso, y en suelo, como yo, extranjero!
Mas yo pronto a las playas adoradas

de mi dulce Perú tornar espero,
y tú, blanco curioso a las miradas,
ausente morirás y prisionero.



Clemente Althaus

Idea de Dios

-- de Clemente Althaus --

Cual del náufrago el ánimo desmaya,
que en vano mueve la mirada y mano
en medio del vastísimo océano,
lejos del puerto y de la dulce playa;

Como el que imprime el pie del Himalaya
en la más alta cima, o Ande cano,
que sólo mira en torno el aire vano,
por más que lejos con la vista vaya;

o como aquel que al cielo remontado
navega el aire en volador navío,
que mira por do quier espacio inmenso;

así todo me abismo y anonado,
sin que te alcance a comprender, Dios mío,
cuando en tus altas perfecciones pienso.



Ricardo Güiraldes

Xanto

-- de Ricardo Güiraldes --

Xanto era difícil. En vano los adoradores volcaban copas de amor sobre la frígida blancura de su belleza.

Nadie supo tocarla, ninguno fue capaz de romper el desprecio que escondía en corteses indiferencias.

En vano hicieron prodigios de ingenio, nunca la emoción irisó su cutis de pétalo.

Xanto fue adorada con un pedestal de respetos, y los deseos, tal hiedras impotentes, jamás llegaron a sus pies deificados.

Xanto, por mirar abajo, se olvidó de sí. Creyéndose de mármol eterno, transformose en su religión y contemplaba su persona, en los reflejos de las miradas, como un episodio de ánfora sagrada.

Buenos Aires, 1914.



Roberto Juarroz

mientras haces cualquier cosa

-- de Roberto Juarroz --

Mientras haces cualquier cosa,
alguien está muriendo.
Mientras te lustras los zapatos,
mientras odias,
mientras le escribes una carta prolija
a tu amor único o no único.
Y aunque pudieras llegar a no hacer nada,
alguien estaría muriendo,
tratando en vano de juntar todos los rincones,
tratando en vano de no mirar fijo a la pared.
Y aunque te estuvieras muriendo,
alguien más estaría muriendo,
a pesar de tu legítimo deseo
de morir un minuto con exclusividad.
Por eso, si te preguntan por el mundo,
responde simplemente: alguien está muriendo.



Abraham Valdelomar

El conjuro (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.

Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.

Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.

Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...



Adelardo López de Ayala

El sol y la noche

-- de Adelardo López de Ayala --

Encendido en sus propias llamaradas,
la sed devora al luminar del día,
y, eterno amante de la noche fría,
persigue sus espaldas enlutadas.

Ansioso de sus sombras regaladas,
en vano corre la abrasada vía:
que él mismo va poniendo el bien que ansía
donde nunca penetran sus miradas.

La dicha ausente, y el afán consigo,
arde y redobla su imposible instancia,
llevando en sus entrañas su enemigo...

¡Así corro con bárbara constancia,
y siempre encuentro mi ansiedad conmigo
y el bien ansiado a la mayor distancia!



Adelardo López de Ayala

Insulto

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo perdonara la traición artera,
huésped eterno de tu pecho ingrato,
si alguna vez en tu amoroso trato
me hubieses dicho una verdad siquiera.

¿Yo perdonarte, infame?... ¡Cuando adquiera
todos los bienes que te di insensato,
el ardor de mi cándido arrebato,
el noble arranque de mi edad primera!

¡Pido al cielo que, en cambio de tu calma,
te dé mi pena, y que tu pecho herido
llore con sangre la perdida palma!...

Mas ¡ay! en vano la venganza pido;
que estos males se sienten en el alma,
¡y tú, perversa, nunca la has tenido!



Alberto Lista

A Elisa

-- de Alberto Lista --

En vano, Elisa, describir intento
el dulce afecto que tu nombre inspira;
y aunque Apolo me dé su acorde lira,
lo que pienso diré, no lo que siento.

Puede pintarse el invisible viento,
la veloz llama que ante el trueno gira,
del cielo el esplendor, del mar la ira;
mas no alcanza al amor pincel ni acento.

De la amistad la plácida sonrisa,
y el puro fuego, que en las almas prende,
ni al labio, ni a la cítara confío.

Mas podrás conocerlo, bella Elisa,
si ese tu hermoso corazón entiende
la muda voz que le dirige el mío.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Alejandro Tapia y Rivera

Un rayo del cielo

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Tus ojos me miraron
y en bello oriente,
un astro me mostraron
resplandeciente.
Pagó tu labio bello
mi amor sumiso,
y el astro fue destello
del paraíso.
Más en vano encendiste
mi grato anhelo,
y a la tierra trajiste
la luz del cielo,
si en breve has apagado
mi sol querido
y en sombras me ha dejado
tu yerto olvido.



Alejandro Tapia y Rivera

Una ausencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible
risueña me corona,
y si arrulla mi frente
con deleitoso y perfumado ambiente,
me contristo también, porque mi alma
no halla sin ella la apacible calma.

¡Si la noche serena,
de paz y encanto llena,
me halaga cariñosa,
si luz vierten radiosa
los astros que se encumbran,
en vano piden luz mis tristes ojos,
sus ojos no me alumbran!

¡Cuán dichosos aquellos que en la ausencia
del hado hallan clemencia
y ven do quiera la mujer querida;
en tanto que a mi queja dolorida
responde soledad muda y eterna!
Su imagen pura, su memoria tierna
son recuerdo no más, ilusión vana...
Deliciosa mañana,
encantadora tarde, noche fría,
¡oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!



Alfonsina Storni

Amor

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonsina Storni

Amor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonsina Storni

Una mirada

-- de Alfonsina Storni --

La perdí de mi vida; en vano en los plurales
rostros, el fulgor busco de su fluído divino;
no hay copias de sus ojos; tan sólo un hombre vino
con ellas a la tierra; no hay pupilas iguales:

Redondo el globo blanco, mundo que anda despacio;
y la pupila aguda, cazadora y ceñida;
y la cuenca de sombras por rayos recorrida.
(Pretextos de que nazca la llama y logre espacio.)

No más bellas que tantas otras bellas pupilas.
Tantas. Si las prendieran en desusadas filas,
como collar del mundo, serían su atavío.

Pero lo que adoraba no es lo mejor: yo busco
un modo de asomarse; el luminoso y fusco
resplandor de dos únicos orbes: lo que era mío.



Alfonsina Storni

Piedra miserable

-- de Alfonsina Storni --

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra...



Alfonso Reyes

mariano, así nació la poesía

-- de Alfonso Reyes --

Mariano, así nació la poesía:
humo de sangre que la vida exhala
y luego se depura todavía
y asume voz al retomar el ala.
Sus raudos hijos la palabra cría,
risas y llantos en el trino iguala,
siendo victoría, vive de agonía
y se agota de austera siendo gala.
Dureza blanda, eternidad, ansiosa,
tesoro esquivo pero nunca vano,
fugitivo cristal, perenne rosa.
Tú lo sabes de sobra; tú, mariano,
que suele suspender la mariposa
con el encantamiento de su mano.



Amado Nervo

celoso

-- de Amado Nervo --

Bien sé, devota mujer,
cuando te contemplo en tus
fervores y celo arder,
que no me puedes querer
como quieres a jesús.
Bien sé que es vano soñar
con el edén entrevisto
de tu boca, sin cesar,
y tengo celos de cristo
cuando vas a comulgar.
Pero sé también que son,
por mi mal y por tu daño,
piedades y devoción,
caretas con que el engaño
te disfraza el corazón.
Y comprendo, no te asombre,
que hay en tu espíritu dos
cultos con un solo nombre,
que rezas al hombre-dios
y sueñas con el dios-hombre;
y el ardor de que me llenas
acabará por quemar
todo el jugo de mis venas;
y, por no quererme amar,
tú te vas a condenar
y a mí también me condenas.



Amado Nervo

hugueana

-- de Amado Nervo --

¡ay de mí! cuantas veces, arrobado
en la contemplación de una quimera,
me olvidé de la noble compañera
que dios puso a mi lado.
¡Siempre estás distraído! me decía;
y yo, tras mis fantasmas estelares,
por escrutar lejanos luminares
el íntimo lucero no veía.
Qué insensatos antojos
los de mirar, como en tus versos, hugo,
las estrellas en vez de ver sus ojos,
desdeñando, en mi triste desatino,
la cordial lucecita que a dios plugo
encenderme en la sombra del camino...
Hoy que partió por siempre del amor mío,
no me importan los astros, pues sin ella
para mí el universo está vacío.
Antes, era remota cada estrella:
hoy, su alma es la remota, porque en vano
lo buscan mi mirada y mi deseo.
Ella, que iba conmigo de la mano,
es hoy lo más lejano:
los astros están cerca, pues los veo.



Amado Nervo

todo inútil

-- de Amado Nervo --

Inútil es tu gemido:
no la mueve tu dolor.
La muerte cerró su oído
a todo vano rumor.
En balde tu boca loca,
la suya quiere buscar:
dios ha sellado su boca:
¡ya no te puede besar!
nunca volverás a ver
sus amorosas pupilas
en tus veladas arder
como lámparas tranquilas.
Ya sus miradas tan bellas
en ti no se posarán:
dios puso la noche en ellas
y llenas de noche están...
Las manos inmaculadas
le cruzaste en su ataúd,
y estarán siempre cruzadas:
¡ya es eterna su actitud!
al noble corazón tierno
que sólo por ti latió,
como a pájaro en invierno
la noche lo congeló.
¿Y su alma? ¿por qué no viene?
¡fue tan mía...! ¿Donde está?
dios la tiene, dios la tiene:
¡él te la devolverá quizá!



Amado Nervo

¡qué bien están los muertos!

-- de Amado Nervo --

¡qué bien están los muertos,
ya sin calor ni frío,
ya sin tedio ni hastío!
por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...
¡Qué bien están los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!
¡con los ojos abiertos,
para ver el arcano
que yo persigo en vano!
¡qué bien estás, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,
del verdugo dolor...;
Inmortalmente joven,
dejando que te troven
su trova cotidiana
los pájaros poetas
que moran en las quietas
tumbas, y en la mañana,
donde la muerte anida,
saludan a la vida!



Amado Nervo

delicta carnis

-- de Amado Nervo --

Carne, carne maldita que me apartas del cielo;
carne tibia y rosada que me impeles al vicio;
ya rasgué mis espaldas con cilicio y flagelo
por vencer tus impulsos, y es en vano, ¡te anhelo
a pesar del flagelo y a pesar del cilicio!
crucifico mi cuerpo con sagrados enojos,
y se abraza a mis plantas afrodita la impura;
me sumerjo en la nieve, mas la templan sus ojos;
me revuelco en un tálamo de punzantes abrojos,
y sus labios lo truecan en deleite y ventura.
Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la venus de milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. ..
¡Oh señor jesucristo, guíame por los rectos
derroteros del justo; ya no turben con locas
avideces la calma de mis puros afectos
ni el caliente alabastro de los senos erectos,
ni el marfil de los hombros, ni el coral de las bocas!



Amado Nervo

obsesión

-- de Amado Nervo --

Hay un fantasma que siempre viste
luctuosos paños, y con acento
cruel de hamlet a ofelia triste,
me dice: ¡mira, vete a un convento!
y me horroriza prestarle oídos,
pues al conjuro de su palabra
pueblan mi mente descoloridos
y enjutos frailes de faz macabra;
y dicen salmos penitenciales
y se flagelan con cadenillas,
y los repliegues de sus sayales
semejan antros de pesadillas...
En vano aquella visión resiste
el alma, loca de sufrimiento;
los frailes rondan, la voz persiste,
y como hamlet a ofelia triste,
me dice: ¡mira, vete a un convento!



Amado Nervo

impotencia

-- de Amado Nervo --

Señor, piedad de mí porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me sometí a tu ley porque eras fuerte:
¡el fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignación sólo impotencia
de vencer a la muerte, cuyo ácido
ósculo corrosivo,
royendo el corazón que me amó tanto,
royó también mi voluntad de acero...
¡La muerte era titánica; yo, átomo!
señor, no puedo resignarme, no!
¡si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a dios es insensato!
¡ten piedad de mi absurda rebeldía!
¡que te venza, señor, mi viril llanto!
¡que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a lázaro
o vuélveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.



Amado Nervo

¡oh cristo!

-- de Amado Nervo --

«ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh cristo!
»en vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh cristo!
»¡qué importan males o bienes! para mí todosson bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de pasión? ¡qué importa! rosas deceleste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh cristo!»



Amado Nervo

perlas negras - amiga, mi larario está vacío

-- de Amado Nervo --

Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huido...
¡Pobre jaula sin aves! ¡pobre nido!
¡misterioso ataúd de trinos muertos!
¡ah, si vieras tu huerto! ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡muerta!
el cierzo pasa, suspirando: ¡llora!



Amado Nervo

seis meses...

-- de Amado Nervo --

¡seis meses ya de muerta! y en vano he pretendido
un beso, una palabra, un hálito, un sonido...
Y, a pesar de mi fe, cada día evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vórtices, qué nieblas, qué cimas niqué abismos
burlaran mi deseo febril y omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de bajar, con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: ¡no te olvides de mí!
y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable, de suerte que no sé
sino dudar de todo, del alma, del destino,
¡y ponerme a llorar en medio del camino!
pues con desolación infinita evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...



Amado Nervo

El celaje

-- de Amado Nervo --

¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.



Amado Nervo

A Kempis

-- de Amado Nervo --

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,

Huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!



Amado Nervo

Exhalación

-- de Amado Nervo --

Cayó la tarde y el taimado anhelo
que noche a noche la extensión explora,
busca en vano la estrella donde mora
mi luminoso espíritu gemelo.

Como un ave de luz herida al vuelo,
que al caer bate el ala tembladora,
una blanca fotófuga desflora
la comba lapizlázuli del cielo.

¿Es lágrima de un dios ese astro errante?
¿Es «Ella» que dejó su edén distante
para buscarme en la existencia ingrata?

-Tú lo sabes, ¡oh luna dulce y fría,
que trazas, dividiendo noche y día,
tu divino paréntesis de plata!



Amado Nervo

Identidad

-- de Amado Nervo --

Tat tuam asi (Tú eres esto: es decir, tú eres uno
y lo mismo que cuanto te rodea;
tú eres la cosa en sí)

El que sabe que es uno con Dios, logra el Nirvana:
un Nirvana en que toda tiniebla se ilumina;
vertiginoso ensanche de la conciencia humana,
que es sólo proyección de la Idea Divina
en el Tiempo...

El fenómeno, lo exterior, vano fruto
de la ilusión, se extingue: ya no hay pluralidad,
y el yo, extasiado, abísmase por fin en lo absoluto,
y tiene como herencia toda la eternidad!



Amós de Escalante

Con ruda saña el padecer se encona

-- de Amós de Escalante --

Con ruda saña el padecer se encona
en el doliente pecho que fallece,
y mi lozana juventud parece,
marchita y deshojada su corona.

En vano altivo el corazón blasona
de ilusorio valor, su angustia crece
y el porvenir incierto se oscurece
y la esperanza amiga me abandona.

Si el alma mía decretaba el cielo
que en prematura ancianidad perdiera
su ardiente fuego y generoso brío,

que como planta de infecundo suelo
su triste amor sin florecer muriera,
¡por qué me hiciste amar, por qué, Dios mío!



Amós de Escalante

En San Pedro del Mar

-- de Amós de Escalante --

Súbito estalla el fiero galernazo,
las antes quietas aguas se embravecen,
y el mar y el viento y las tinieblas crecen,
y mengua el día, el corazón y el brazo.

Rota su lancha, del postrer pedazo
los náufragos en vano se guarecen,
cuando ya salvos de morir perecen,
sórbelos uno y otro maretazo.

Quédales Dios no más: su fe le implora;
y haciendo sacro altar de Peña Calva,
un sacerdote, al funeral testigo

las manos tiende al mar, y dice y llora:
del Dios el nombre, que persona y salva,
¡Mártires del trabajo, yo os bendigo!



Amós de Escalante

Un dolmen

-- de Amós de Escalante --

Rústico altar que a un Dios desconocido
el religioso cántabro erigía;
sepulcro que los huesos escondía
del muerto capitán y no vencido.

Silla de excelso juez, cadalso erguido
donde la sangre criminal corría,
donde el bígaro ronco repetía,
llamando a guerra, su montés bramido,

rayendo el musgo que tus lomos viste,
en vano el arte codicioso indaga
señales que declaren lo que fuiste;

en ti la antorcha del saber se apaga,
yerto gigante de la cumbre triste,
envuelto en ondas de la niebla vaga.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la noche de montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿adónde adónde está, dice el infante,
ese feroz tirano de castilla?
pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.
Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla
beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados el temido instante.
Herido el rey por la fraterna mano,
joven espira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.
No aguarde premios en el mundo vano
la inocente virtud; si da la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori histrionisa, en coche simón

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ésa que veis llegar máquina lenta,
de fatigados brutos arrastrada,
que en vano de rigor la diestra armada
vinoso auriga acelerar intenta:
no menos va dichosa y opulenta,
que la de cisnes cándidos tirada
concha de venus, cuando en la morada
celeste al padre ufana se presenta.
Clori es esta: mirad las poderosas
luces, el seno de alabastro, el breve
labio que aromas del oriente espira.
Flores al viento esparcen las hermosas
gracias, y el virgen coro de las nueve
y entorno de ella amor vuela, y suspira.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leandro Fernández de Moratín

La noche de Montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿Adónde, adónde está, dice el Infante
ese feroz tirano de Castilla?
Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.

Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla:
Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados del temido instante.

Herido el rey por la fraterna mano,
joven expira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.

No aguardes premios en el Mundo vano
la inocente virtud; si das la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leopoldo Lugones

La garza

-- de Leopoldo Lugones --

En su abstracto candor, el tiempo vano
Inmoviliza eterno, hondo, distante,
La soledad obscura del pantano
Y una línea de tiza interrogante ...



Leopoldo Lugones

La torcaz

-- de Leopoldo Lugones --

El pleno sol goza enhiesta
Sobre un seco y alto tronco.
Desgrana en su arrullo ronco
Su áurea mazorca la siesta.

El follaje, más umbrío,
Le ofrece en vano su toldo,
Y en palpitante rescoldo
Mulle su pluma el estío...



Lope de Vega

no tiene tanta miel ática hermosa

-- de Lope de Vega --

No tiene tanta miel ática hermosa,
algas la orilla de la mar, ni encierra
tantas encinas la montaña y sierra,
flores la primavera deleitosa,
lluvias el triste invierno, y la copiosa
mano del seco otoño por la tierra
graves racimos, ni en la fiera guerra
más flechas media en arcos belicosa,
ni con más ojos mira el firmamento
cuando la noche calla más serena,
ni más olas levanta el oceano,
peces sustenta el mar, aves el viento,
ni en libia hay granos de menuda arena,
que doy suspiros por lucinda en vano.



Lope de Vega

Aquí del rey, señores. ¿Por ventura

-- de Lope de Vega --

Aquí del rey, señores. ¿Por ventura
fui yo Caín de mi inocente hermano?
¿Maté yo al rey don Sancho el castellano,
o sin alma signé falsa escritura?

¿Púsome acaso en la tablilla el cura?
¿No soy hidalgo y montañés cristiano?
¿Por qué razón, con maldecirme en vano,
no tengo vida ni ocasión segura?

De oír decir a todos me desmayo
«sin que haya lluvia o trueno resonante
que vaya a dar en casa de Tamayo».

Vuesamerced, rey mío, no se espante,
ni tenga pena que le mate el rayo:
que sólo va a buscar su consonante.



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



Lope de Vega

El tierno niño, el nuevo Isac Cristiano

-- de Lope de Vega --

El tierno niño, el nuevo Isac cristiano,
en el arena de Tarifa mira
el mejor padre, con piadosa ira
la lealtad y el amor luchando en vano;

alta la daga en la temida mano,
glorioso vence, intrépido la tira,
ciega el sol, nace Roma, amor suspira,
triunfa España, enmudece el africano.

Bajó la frente Italia, y de la suya
quitó a Torcato el lauro en oro y bronces,
porque ninguno ser Guzmán presuma.

Y la fama principio de la tuya,
Guzmán el Bueno escribe, siendo entonces
la tinta sangre y el cuchillo pluma.



Lope de Vega

La antigua edad juzgó por imposibles

-- de Lope de Vega --

La antigua edad juzgó por imposibles
tres cosas celebradas en el mundo,
o hallar jamás artífice segundo
a quien segunda vez fuesen posibles:

la clava, con que Alcides tan horribles
mostros venció en la tierra y el profundo,
de Júpiter el rayo furibundo
y los versos de Homero inaccesibles.

Otras tres hay en nuestra edad presente:
las hazañas de Carlos soberano;
del nuevo Salomón, el nuevo templo;

y vuestros versos, Conde, en cuya fuente
resplandece el laurel ingrato en vano:
que no teniendo igual, sirven de ejemplo.



Lope de Vega

Paso, Amadís, que el reino del espanto

-- de Lope de Vega --

Paso, Amadís, que el reino del espanto
tiene perro a la puerta, que no el cielo,
porque las dos figuras de su velo
si muerden con calor, no ladran tanto.

Dejad la mano, suspended el llanto,
que más parece invidia que buen celo;
de lo que no coméis, menos desvelo:
o sois perro, Amadís, o sois encanto.

Con ser melindre, presumís de alano,
o en vuestra lana Júpiter se muda,
que si es de celos no ladráis en vano.

Si a mi fuego ponéis su nieve en duda,
basta que tenga su desdén la mano:
que sois muy chico para ser de ayuda.



Lope de Vega

Si verse aborrecido el que era amado

-- de Lope de Vega --

Si verse aborrecido el que era amado
es de amor la postrera desventura,
¿qué espera en vos, señora, que procura
el que cayó de tan dichoso estado?

En vano enciendo vuestro pecho helado,
pues lo que ahora con violencia dura
ya no es amor, es natural blandura
con tibio gusto de un amor forzado.

Cuando vos me seguisteis, iba huyendo;
huir ahora vos, cuando yo os sigo:
si es amor, ya le tengo y no le entiendo.

Ya huyo como esclavo del castigo;
guardaos que ya me voy y, al fin partiendo,
no sé qué haré de vos pues vais conmigo.



Lope de Vega

Sosiega un poco, airado temeroso

-- de Lope de Vega --

Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.

Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.

Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,

en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.



Lope de Vega

Suspenso está Absalón entre la ramas

-- de Lope de Vega --

Suspenso está Absalón entre las ramas
que entretejen sus hojas y cabellos,
que los que tienen la soberbia en ellos
jamás espiran en bordadas camas.

Cubre de nieve las hermosas llamas
al eclipsar de aquellos ojos bellos,
que así quebrantan los altivos cuellos
las ambiciones de mayores famas.

¿Qué es de la tierra que usurpar quisiste?
pues apenas la tocas de liviano,
bello Absalón, famoso ejemplo al suelo.

Esperanza, ambición, cabellos diste,
al viento, al cielo, a la ocasión tan vano,
que te quedaste entre la tierra y cielo.



Lope de Vega

Yo soy la casta Dido celebrada

-- de Lope de Vega --

Yo soy la casta Dido celebrada,
y no la que Virgilio infama en vano,
porque jamás me vio Eneas Troyano,
ni a Libia descendió su Teucra armada.

No fue lascivo amor, fue casta espada
la que me hirió por Jarbas el tirano;
viví y matéme con mi propia mano,
mis muros levantados, y vengada.

Pues yo viví sin ofender las glorias
de mi fama y hazañas, ¿por qué inflamas
mi castidad, Virgilio, en versos tales?

Pero creed los que leéis historias
que no es mucho disfame humanas famas
quien se atreve a los dioses celestiales.



Lope de Vega

Al triunfo de Judit

-- de Lope de Vega --

Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Betulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.

Revuelto con el ansia el rojo velo
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible, convertido en hielo.

Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,
duermen las guardas, que tan mal emplea;

y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.



¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!
¡Oh cómo te me ausentas, tiempo vano!
¡Ay, de mi bien, y de mi ser tirano,
cómo tu altivo brazo voy siguiendo!

Detenerte pensé, pasaste huyendo;
seguíte, y ausentástete liviano;
gastéte a ti en buscarte, ¡oh inhumano!:
mientras más te busqué, te fui perdiendo.

Ya conozco tu furia, ya, humillado,
de tu guadaña pueblo los despojos;
¡oh amargo desengaño no admitido!

Ciego viví, y al fin, desengañado,
hecho Argos de mi mal con tristes ojos
huir te veo, y veo te he perdido.



Enmudeció el Amor la pluma y mano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Enmudeció el Amor la pluma y mano;
volvió el Amor a pluma y mano, lengua,
¡ay de mí!, quiere llore, por mi mengua,
agravios de sus manos con mi mano.

Tal Guadarrama, por su escarcha cano,
agravios del sol llora cuando mengua
sus nevados tesoros; tal, sin mengua
mis ojos trata Amor, Amor tirano.

Llorad, ojos, llorar, pues desatando
parte del mal, por quien estoy muriendo
irá en mi pecho su furor menguando.

En vano alivio con llorar pretendo,
si vuelve al pecho, por su mal, volando,
lo que de él sale, por su bien, corriendo.



Vese: duda Sansón, y duda el lazo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Vese: duda Sansón, y duda el lazo
lo que él; duda Sansón, duda y procura
hurtarse fuerte en vano a la atadura,
ella tiembla temor y fuerza el brazo.

Aquel valiente, aquel que de un abrazo
puso puertas a un monte y su espesura,
flaca para él, un tiempo, ligadura
es a su libertad fuerte embarazo.

Llega el fiero juez, condena a muerte
los ojos. Y él, risueño y sosegado,
dijo (más que su fuerte brazo, fuerte):

«Si tres veces de Dálila burlado
sus engaños no vi, juez, advierte
que ya de ellos estaba despojado».



Luis Cernuda

escondido en los muros

-- de Luis Cernuda --

Este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
el mundo?... Cruz al cielo
desfilando paisajes,
risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora;
madura su medida,
escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.



Góngora

A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto

-- de Góngora --

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano,
que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones

le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?



Góngora

De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler

-- de Góngora --

Prisión del nácar era articulado
de mi firmeza un émulo luciente,
un dïamante, ingenïosamente
en oro también él aprisionado.

Clori, pues que a su dedo apremïado
de metal, aun precioso, no consiente,
gallarda un día, sobre impacïente,
lo redimió del vínculo dorado.

Mas ¡ay!, que insidïoso latón breve
en los cristales de su bella mano
sacrílego divina sangre bebe:

púrpura ilustró menos indïano
marfil, invidïosa sobre nieve
claveles deshojó la Aurora en vano.



Góngora

En la capilla estoy, y condenado

-- de Góngora --

En la capilla estoy, y condenado
a partir sin remedio desta vida;
siento la causa aun más que la partida,
por hambre expulso como sitïado.

Culpa sin duda es ser desdichado;
mayor, de condición ser encogida.
De ellas me acuso en esta despedida,
y partiré a lo menos confesado.

Examine mi suerte el hierro agudo,
que a pesar de sus filos me prometo
alta piedad de vuestra excelsa mano.

Ya que el encogimiento ha sido mudo,
los números, Señor, deste soneto
lenguas sean y lágrimas no en vano.



Góngora

Mientras por competir con tu cabello

-- de Góngora --

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio, y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.



Góngora

Suspiros tristes, lágrimas cansadas

-- de Góngora --

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a Alcides consagradas;

más del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.



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