Buscar Poemas con Urna


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Se han encontrado 18 poemas con la palabra urna

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Amado Nervo

Triste (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Mano experta en las caricias,
labios, urna de delicias,
blancos senos, cabezal
para todos los soñares,
ojos glaucos, verdes mares,
verdes mares de cristal...

Ya sois idas, ya estáis yertas,
manos pálidas y expertas,
largas manos de marfil;
Ya estáis yertos, ya sois idos,
ojos glaucos y dormidos,
de narcótico sutil.

Cabecita auri-rizada,
hay un hueco en la almohada
de mi tálamo de amor;
cabecita de oro intenso,
¡qué vacío tan inmenso,
tan inmenso! en derredor...

Poema Triste (Nervo) de Amado Nervo con fondo de libro

Góngora

Inscripción para el sepulcro del Greco

-- de Góngora --

Esta, en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave
que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave;
venérale, y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.

Poema Inscripción para el sepulcro del Greco de Góngora con fondo de libro

Góngora

A Don Antonio Venegas, obispo de Pamplona

-- de Góngora --

¡Oh, de alto valor, de virtud rara,
sacro esplendor, en toda edad luciente,
cuya fama los términos de Oriente
ecos los hace de su trompa clara!

Vuestro cayado pastoral, hoy vara,
dará flores, y vos gloriosamente,
del pellico a la púrpura ascendiente,
subiréis de la mitra a la tiara.

No es voz de fabulosa deidad ésta,
consultada en oráculo profano,
sino de la razón muda respuesta.

Deja su urna el Betis, y lozano,
cuantos engendra toros la floresta
por vos fatiga el hábito africano.

Poema A Don Antonio Venegas, obispo de Pamplona de Góngora con fondo de libro

Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Julián del Casal

flor de cieno

-- de Julián del Casal --

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.
Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.
Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,
no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.



Gerardo Diego

romance del júcar

-- de Gerardo Diego --

A mi primo rosendo
agua verde, verde, verde,
agua encantada del júcar,
verde del pinar serrano
que casi te vio en la cuna
bosques de san sebastianes
en la serranía oscura,
que por el costado herido
resinas de oro rezuman;
verde de corpiños verdes,
ojos verdes, verdes lunas,
de las colmenas, palacios
menores de la dulzura,
y verde rubor temprano
que te asoma a las espumas
de soñar, soñar tan niña
con mediterráneas nupcias.
Álamos, y cuántos álamos
se suicidan por tu culpa,
rompiendo cristales verdes
de tu verde, verde urna.
Cuenca, toda de plata,
quiere en ti verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre sus treinta columnas.
No pienses tanto en tus bodas,
no pienses, agua del júcar,
que de tan verde te añilas,
te amoratas y te azulas.
No te pintes ya tan pronto
colores que no son tuyas.
Tus labios sabrán a sal,
tus pechos sabrán a azúcar
cuando de tan verde, verde,
¿dónde corpiños y lunas,
pinos, álamos y torres
y sueños del alto júcar?



Ayer, cuando leías

-- de Vicenta Castro Cambón --

¿SIENTES frío? me dijiste.
No te lo pude negar:
lo leías en mi rostro
y hasta en mi acento quizás.

Tú también sentías frío.
Pude verlo no en tu faz:
tu alma está para la mía
como en urna de cristal.

¡Cierren la puerta! ordenaste.
Yo pensé: lo que cerrar
debiéramos es el libro...
Era aquel libro el glacial.



Vicente Huidobro

18

-- de Vicente Huidobro --

Heme aquí al borde del espacio y lejos de las circunstancias
me voy tiernamente como una luz
hacia el camino de las apariencias
volveré a sentarme en las rodillas de mi padre
una hermosa primavera refrescada por el abanico de las alas
cuando los peces deshacen la cortina del mar
y el vacío se hincha por una mirada posible

volveré sobre las aguas del cielo

me gusta viajar como el barco del ojo
que va y viene en cada parpadeo
he tocado ya seis veces el umbral
del infinito que encierra el viento

nada en la vida
salvo un grito de antesala
nerviosas oceánicas qué desgracia nos persigue
en la urna de las flores impacientes
se encuentran las emociones en ritmo definido



Vicente Huidobro

Heme aquí

-- de Vicente Huidobro --

Heme aquí al borde del espacio y lejos de las circunstancias
Me voy tiernamente como una luz
Hacia el camino de las apariencias
Volveré a sentarme en las rodillas de mi padre
Una hermosa primavera refrescada por el abanico de las alas
Cuando los peces deshacen la cortina del mar
Y el vacío se hincha por una mirada posible

Volveré sobre las aguas del cielo

Me gusta viajar como el barco del ojo
Que va y viene en cada parpadeo
He tocado ya seis veces el umbral
Del infinito que encierra el viento

Nada en la vida
Salvo un grito de antesala
Nerviosas oceánicas qué desgracia nos persigue
En la urna de las flores impacientes
Se encuentran las emociones en ritmo definido



Julio Flórez

Canción nocturna

-- de Julio Flórez --

Poem

Oye: cuando en las sombras del vacío, en la noche, a lo lejos, oigo un canto; algún canto de amor, a veces mío, de esos que ha tiempos escribí con llanto,

mi memoria despiértase y se aclara; y al sentir que resurge mi tristeza, por los áridos surcos de mi cara el viejo lloro a resbalar empieza.

Y es porque mi recuerdo ávido evoca tus manos, tu mirada taciturna, los ósculos quemantes de tu boca.

Tu garganta, tu cuerpo frágil urna de marfil que mi mano ya no toca ¡Todo lo aviva la canción nocturna!



Julio Herrera Reissig

Epitalamio ancestral

-- de Julio Herrera Reissig --

Con la pompa de brahmánicas unciones,
abrióse el lecho de sus primaveras,
ante un lúbrico rito de panteras,
y una erección de símbolos varones...

Al trágico fulgor de los hachones,
ondeó la danza de las bayaderas
por entre una apoteosis de banderas
y de un siniestro trueno de leones.

Ardió al epitalamio de tu paso,
un himno de trompetas fulgurantes...
Sobre mi corazón, los hierofantes

ungieron tu sandalia, urna de raso,
a tiempo que cien blancos elefantes,
enroscaron su trompa hacia el ocaso.



Julio Herrera Reissig

las madres

-- de Julio Herrera Reissig --

Verde luz y heliotropo en los amplios confines...
El cielo, paso a paso, deviénese incoloro;
en la fuente decrépita iza un iris canoro
la escultura musgosa de los cuatro delfines.

Suena, de roca en roca, sus cándidos trintrines
la vagabunda esquila del rebaño, y en coro,
ante dios que retumba en la tarde, urna de oro,
los charcos panteístas entonan sus maitines.

Y a grave paso acuden, por los senderos todos,
gentes que rememoran los antiguos éxodos:
mujeres matronales de perfiles oscuros,

cuyas carnes a trébol y a tomillo trascienden,
ostentando el pletórico seno de donde penden
sonrosados infantes, como frutos maduros.



Julio Zaldumbide Gangotena

La tumba de Bolívar

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

De lauros coronadas y de olivas,
de una tumba al redor cinco matronas
cubren el frío mármol de coronas,
y en la urna vierten lágrimas votivas.

Y tú, Iris de paz, arrancas vivas
de esa tumba tus gayas siete zonas;
te encumbras, y salvando el Amazonas,
en el remoto Potosí restribas.

Sellada por cien años enmudece
la tumba; pero el aire centellea,
y con clangor de trompas se estremece.

Huele sangre el Cóndor y el suelo otea;
mas sobre el sol el Héroe resplandece
y mirando la pompa se recrea.



Francisco de Quevedo

parnaso español 24

-- de Francisco de Quevedo --

Faltar pudo a scipión roma opulenta;
mas a roma scipión faltar no pudo;
sea blasón de su envidia, que mi escudo,
que del mundo triunfó, cede a su afrenta.
Si el mérito africano la amedrenta,
de hazañas y laureles me desnudo;
muera en destierro en este baño rudo,
y roma de mi ultraje esté contenta.
Que no escarmiente alguno en mí, quisiera,
viendo la ofensa que me da por pago,
porque no falte quien servirla quiera.
Nadie llore mi ruina ni mi estrago,
pues será a mi ceniza cuando muera,
epitafio aníbal, urna cartago.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 83

-- de Francisco de Quevedo --

De los misterios a los brindis llevas,
¡oh! baltasar, los vasos más divinos,
y de los sacrificios a los vinos,
porque injurias de dios, profano, bebas.
¡Qué a difamar los cálices te atrevas,
que vinieron del templo peregrinos,
juntando a ceremonias desatinos
y a ancianos ritos tus blasfemias nuevas!
después de haber, sacrílego, bebido
toda la edad a baco en urna santa,
mojado el seso y húmedo el sentido,
¿ver una mano en la pared te espanta,
habiendo tu garganta merecido,
no que escriba, que corte tu garganta?



José Antonio Porcel

Epitafio a una perrita llamada Armelinda

-- de José Antonio Porcel --

Bajo de este jazmín yace Armelinda,
perrita toda blanca, toda linda,
delicias de su ama,
que aún hoy la llora; llórala su cama,
la llora el suelto ovillo,
como el arrebujado papelillo
con que jugaba; llórala el estrado,
y hasta el pequeño can del firmamento,
de Erígone olvidado, muestra su sentimiento.
Solamente la nieve se ha alegrado,
pues si yace Armelinda en urna breve,
ya no hay cosa más blanca que la nieve.



José Martí

no leas en libros ajenos

-- de José Martí --

no leas en libros ajenos,
amores de gentes extrañas;
lee mejor los poemas que escribo
en tu frente gentil con mis miradas...
Y ve las de mirra e incienso
torres de humo azuladas,
que verde luz desde hoy que te he visto
de mí se escapan como de urna sagrada.



Rubén Darío

Ama tu ritmo

-- de Rubén Darío --

Ama tu ritmo y ritma tus acciones

bajo tu ley, así como tus versos;

eres un universo de universos

y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones

hará brotar en ti mundos diversos,

y al resonar tus números dispersos

pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina

del pájaro, del aire y la nocturna

irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna

y engarza perla y perla cristalina

en donde la verdad vuelca su urna.



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