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Se han encontrado 47 poemas con la palabra ufano

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Usurpa ufano ya el tirano viento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Usurpa ufano ya el tirano viento
a las velas los senos extendidos.
¡Adiós, playas, ya os pierdo! ¡Adiós, erguidos
montes a quien venció mi pensamiento!

Ya es mar también el uno y otro asiento
en mis ojos, de lágrimas ceñidos,
por perderos, oh montes, más perdidos:
tal pierdo, triste tal, así tal siento.

Ya esconde el ancho mar, en sí orgulloso,
las frentes de los cerros levantados,
en sus soberbias olas caudaloso.

Así divide ausencia mis cuidados;
mas no podrá jamás, ¡oh dueño hermoso!,
de ti, mis pensamientos abrasados.

Poema Usurpa ufano ya el tirano viento de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A una bañista

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!

Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.

Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,

en las costas del reino lusitano,
y en áfrica, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.

Poema A una bañista de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

así fue

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Lo sentí; no fue una
separación, sino un desgarramiento;
quedó atónita el alma, y sin ninguna
luz, se durmió en la sombra el pensamiento.

Así fue; como un gran golpe de viento
en la serenidad del aire. Ufano,
en la noche tremenda,
llevaba yo en la mano
una antorcha con que alumbraba la senda,
y que de pronto se apagó: la oscura
acechanza del mal y el destino
extinguió así la llama y mi locura.

Ví un árbol a la orilla del camino,
y me senté a llorar mi desventura.
Así fue, caminante
que me contemplas con mirada absorta
y curioso semblante.

Yo estoy cansado, sigue tú adelante;
mi pena es muy vulgar y no te importa.
Amé, sufrí, gocé, sentí el divino
soplo de la ilusión y la locura;
tuve la antorcha, la apagó el destino,
y me senté a llorar mi desventura
a la sombra de un árbol del camino.

Poema así fue de Luis Gonzaga Urbina con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: IX

-- de Manuel del Palacio --

Gracias, no á su valer, sino á su influjo,
(Que asi ganan renombre más de siete),
Corregido por Vega y por Cañete
Pudo imprimir un libro que tradujo.

Conservo de él un ejemplar de lujo
Que me vendió en diez reales un pobrete,
Y el cual duerme hace tiempo en mi retrete
Como duerme en el agua el somormujo.

Rico, noble, valiente, campechano.
Alumno ya del gremio de escritores
En la Academia entróse muy ufano;

Hoy le abruman los títulos y honores,
Y sigue traduciendo el italiano....
Cuando no hace otras cosas aun peores.



Jorge Isaacs

A orillas del torrente

-- de Jorge Isaacs --

Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente
Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra
Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!



En media hora un soneto

-- de Dionisio de Solís --

¡En media hora un soneto! ¿A qué cristiano
a tan bárbaro afán se le condena?
¿Y es Filis quien lo quiere? ¿A qué otra pena
me sentenciara un Fálaris tirano?

Pues qué, ¿no hay más? O ¿están tan a la mano
los consonantes como en esta amena
margen del Turia la menuda arena
en que tu blanco pie se imprime ufano?

No, cara Filis; mándame otra cosa,
ora de riesgo sea, ora de afrenta;
que a cuanto de mis órdenes concedo.

Pero ¿un soneto, y qué, por ser tú hermosa,
en ello, al fin, mi necedad consienta?
No, Filis, no; perdóname: ¡no puedo!



Duque de Ribas

El álamo derribado

-- de Duque de Ribas --

Gallardo alzaba la pomposa frente,
yedras y antiguas parras tremolando,
el álamo de Alcides, despreciando
la parada nube, y trueno y rayo ardiente;

cuando de la alta sierra de repente
desprendido huracán bajó silbando,
que el ancho tronco por el pie tronchando,
lo arrebató en su rápida corriente.

Ejemplo sea del mortal que en vano
se alza orgulloso hasta tocar la luna,
y se juzga seguro en su altiveza:

Cuando esté más soberbio y más ufano,
vendrá un contrario soplo de fortuna
y adiós oro, poder, favor, fortuna.



Arturo Borja

Mi juventud se torna grave...

-- de Arturo Borja --

Mi juventud se torna grave y serena como
un vespertino trozo de paisaje en el agua:
la ebullición sonora de aquel primer asomo
primaveral, deshízose lentamente en mi fragua

Tu risa de oro, de cristal, de plata,
rememora un scherzo ya lejano
en tu risa hay un eco de sonata,
de pizzicato de violín tzigano.

Jugueteando en el nido de tu boca,
tu fina carcajada es ritmo ufano
que me recuerda una fontana loca,
y el pizzicato de violín tzigano.

Límpidas, sonoras, cristalinas,
son cadencias del trío veneciano;
tienen reminiscencias argentinas
de pizzicato de violín tzigano.



Pedro Calderón de la Barca

Neso

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Apenas el invierno helado y cano
este monte con nieblas desvanece,
cuando la primavera le florece,
y el que helado se vio, se mira ufano.

Pasa la primavera, y el verano
los desprecios del sol sufre y padece;
llega alegre el otoño y enriquece
el monte de verdor, de fruta el llano.

Todo vive sujeto a la mudanza:
de un día y otro día los engaños
cumplen un año, y éste al otro alcanza.

Con esperanza sufre desengaños
un monte, que a faltarle la esperanza,
ya se rindiera al peso de los años.



Pedro Calderón de la Barca

Cantarcillo

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Ruiseñor que volando vas,
cantando finezas, cantando favores
¡oh, cuanta pena y envidia me das!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.
¡Qué alegre y desvanecido
cantas, dulce ruiseñor,
las venturas de tu amor
olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
al ver cuan ufano estás,
¡oh, cuanta envidia me das
publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.



Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.



José María Heredia

Vanidad de las riquezas

-- de José María Heredia --

Si la pálida muerte se aplacara
Con que yo mis riquezas le ofreciera,
Si el oro y plata para sí quisiera,
Y a mí la dulce vida me dejara;

¡Con cuánto ardor entonces me afanara
Por adquirir el oro, y si viniera
A terminar mis días la Parca fiera,
Cuán ufano mi vida rescatara!

Pero ¡ah! no se libertan de su saña
El hombre sabio, el rico ni el valiente:
En todos ejercita su guadaña.

Quien se afana en ser rico no es prudente:
Si en que debe morir nadie se engaña,
¿Para qué trabajar inútilmente?



Juan Bautista Arriaza

Brindando en un convite de bodas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

Constante Celia

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

La flor temprana

-- de Juan Bautista Arriaza --

Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores.

Mas, ay, que en breve vuelve a sus furores
el cierzo frío, y con funesto vuelo
del ufano arbolillo arroja al suelo
las delicadas hojas y verdores.

Si tú lo vieras, Silvia, «¡oh pobre arbusto
-dijeras con piedad-, la suerte impía
no te deja gozar ni un breve gusto!»

Pues repítelo, ingrata, cada día;
que el cierzo frío es tu rigor injusto,
y el triste almendro, la esperanza mía.



Juan de Arguijo

A Baco

-- de Juan de Arguijo --

A tí, de alegres vides coronado,
Baco, gran padre domador de Oriente,
He de cantar; á tí, que blandamente
Tiemplas la fuerza del mayor cuidado;

Ora castigues á Licurgo aírado,
O á Penteo en tus aras insolente,
Ora te mire la festiva gente
En sus convites dulce y regalado,

O ya de tu Ariadna al alto asiento
Subas ufano la mortal corona
Vén fácil, vén humano al canto mio;

Que si no desmerece el sacro aliento,
Mi voz penetrará la opuesta zona,
Y al Tibre envidiará el Hispalio rio.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXVI

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Garcilaso de la Vega

Siento el dolor menguarme poco a poco

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Gutierre de Cetina

mientras las tiernas alas, pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Mi nuevo desear firmes hacía,
mientra de mí alejarse no podía,
por ser nueva la pluma, a mayor vuelo,
obediente me estaba, y al señuelo,
a la primera voz, luego acudía,
ni de volar tan alto presumía,
que con los pies no fuese por el suelo.
Hasta que con el tiempo ya crecida
la pluma, por su mal, de puro ufano,
sacándolo a volar mi mala suerte,
le lanzó a una esperanza tan perdida
que ni el deseo vuelve ya la mano,
ni parará hasta hallar la muerte.



Gutierre de Cetina

si jamás el morir se probó en vida

-- de Gutierre de Cetina --

Yo triste soy el que lo pruebo y siento
con extraño dolor, pena y tormento,
en esta trabajosa mi partida.
Mi alma en vuestro gesto embebecida,
mirándoos se henchía de un contento
tal, que de ufano ya mi sufrimiento
gloria le era la pena más crecida.
Mas hora que de vos me alejo tanto,
¿cuál consuelo será que me consuele,
que no sienta en partir la misma muerte,
si me muestra el temor visión de espanto,
que asombrándome hace que recele
de vos, de amor, del tiempo y de la suerte?



Gutierre de Cetina

debajo de un pie blanco y pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Tenía el corazón enamorado
vandalio, tan ufano en tal cuidado,
que tiene en poco el mayor bien del suelo.
Cuando movido amor de un nuevo celo,
envidioso de ver tan dulce estado,
mirando el pie hermoso y delicado,
el fuego del pastor muestra de hielo.
En tanto, el corazón que contemplaba
el pie debajo el cual ledo se vía,
con lágrimas de gozo lo bañaba.
Y el alma, que mirando se sentía,
con fogosos suspiros enjugaba
las mancillas que el llanto en el ponía.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de la cerda sobre un retrato

-- de Gutierre de Cetina --

Si por prueba mayor de su victoria
mostrando va perseo la peligrosa
cabeza de medusa, y por tal cosa
fue consagrado a la inmortal memoria,
¡cuánto sois digno vos de mayor gloria,
que otra nueva medusa y más hermosa
os ha vencido, y cuanto más honrosa
que fue su vencimiento, es vuestra historia!
estad, señor, con tal retrato ufano;
que si perseo lo viese, él trocaría
en vos su vencimiento y sus loores.
Pero no lo mostréis tan a la mano,
que si aquella mató mientras vivía,
la sombra de esta matará de amores.



Gutierre de Cetina

al duque de sessa II

-- de Gutierre de Cetina --

Como al salir del sol se muestra el cielo
más claro y más alegre y más gozoso,
y como en el venir de abril hermoso
de flores se matiza y lustra el suelo,
tal, movido por vos de honesto celo,
se muestra ufano el mundo, deseoso
de veros ya llegar al glorioso
término que llegó el único abuelo.
Sólo en veros salir, sólo del nombre
de gonzalo hernández tiene espanto
cuanto ciñe apenín, adria y tirreno.
¿Cuál será, pues, señor, que no se asombre
viéndoos volver con el honrado manto
de palmas, de trofeos, de glorias lleno?



Gutierre de Cetina

venturoso ventalle a quien ha dado

-- de Gutierre de Cetina --

Fortuna todo el bien que pudo darte,
tus obras y color han sido en parte
pronóstico a mi mal desventurado.
Yo en los efectos soy enamorado,
tú lo muestras estar con algún arte;
viento sacas al fin de trabajarte,
yo de mi trabajar viento he sacado.
Si el favor de que gozas conocieses,
¿quién podría contigo de contento,
ya que de ufano no ensoberbecieses?
envidia habría de ti si el mal que siento
sintieras; pero ya que lo sintieses,
tú la deberías haber de mi tormento.



Hernando de Acuña

Cierto no puede ser sino buen hora

-- de Hernando de Acuña --

Cierto no puede ser sino buen hora
en la que yo tomé tal presupuesto,
como ver la hermosura de aquel gesto
que con tanta razón esta alma adora;

mas no penséis que no la veo ahora,
que el espíritu siempre está dispuesto
a ver la ausente, y mi memoria en esto
se engrandece, se ensalza, y se mejora,

ved cuánto, que no puedo ya conmigo,
pensando que estos ojos lo han de ver
como con los del alma ya la veo;

y pensando este bien, de ufano digo:
¡quién pudo jamás tanto merecer,
o que más alto fin, tiene el deseo!



Sor Juana Inés de la Cruz

Envía una rosa a la virreina

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Ésa, que alegra y ufana
de carmín fragante esmero,
del tiempo al ardor primero,
se encendió llama de grama;
preludio de la mañana
del rosicler más ufano
es primicia del verano,
Lisi divina, que en fe
de que la debió a tu pie
la sacrifica tu mano.



Mariano Melgar

Figurarme solía un magistrado

-- de Mariano Melgar --

Figurarme solía un magistrado
que hoy sostuviese a la nación entera:
¡qué luces, qué virtudes no exigiera
un empeño tan grande y elevado!

Sólo el poder de un Dios a tanto grado
las prendas de un mortal llevar pudiera;
mas ya en nuestras desdichas ¿quién espera
un prodigio tan raro y acabado?

Dije: y «miradlo aquí», contesta ufano,
señalándome el gran Vista - Florida,
el genio tutelar del pueblo indiano;

la América no más será oprimida
con este Consejero, y el hispano
a este patricio deberá la vida.



Juan Meléndez Valdés

Al señor don Mariano Luis de Urquijo

-- de Juan Meléndez Valdés --

La lira de marfil que tierno un día
pulsar, Musas, osé con diestra mano
cuando de Otea en el florido llano
joven Lusindo suspirar me oía,

atempladme, volved; la amistad mía
hoy el timbre celebra soberano
con que su cuello resplandece ufano,
merced a un rey de buenos alegría.

Rayos de luz el vellocino de oro
despide, ornando el generoso pecho
de alta prudencia y pundonor morada.

Veló la envidia con amargo lloro,
pero el nombre feliz a su despecho
crece y sube a la bóveda estrellada.



Juan Nicasio Gallego

A Bernardina el día que cumplió catorce años

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dorando alegre en la oriental ribera
frescos racimos que el otoño cría,
otra vez torna el apacible día
que abrió tus ojos a la luz primera.

¡Oh si tan grande mi ventura fuera
que en él gozar te viese, Dina mía,
esa edad de inocencia y alegría
triscando como sílfide ligera!

Si de tu vida en el risueño oriente
el dulce nombre de tu madre bella
formar te oí con labio balbuciente,

¿por qué me ha de negar infausta estrella
te mire ufano en tu verdor naciente,
y en gracias tantas competir con ella?



Juan Nicasio Gallego

A un barrilito de jerez

-- de Juan Nicasio Gallego --

Jugo Divino, honor de Andalucía
y envidia del flamenco y del britano;
tú por quien el Olimpo soberano
torciera el gesto al néctar y ambrosía.

¡Cual me colmara el verte de alegría
(más que con Hebe Júpiter, ufano)
si a henchir mi copa con su blanca mano
se hallase aquí la hermosa que te envía!

El rubio Febo en sus collados tiene
puro cristal: mi labio lo rehúsa,
que a tan helados sorbos no se aviene.

Sé pues mi numen tú, y ella mi musa,
y al diablo doy los brindis de Hipocrene
y el chorro de Castalia y de Aretusa.



Juan Nicasio Gallego

Al primer pintor de Camara don Vicente López

-- de Juan Nicasio Gallego --

Si plugo a Carlos con la regia mano,
que a Marte arrebató palmas sin cuento,
alzar del suelo el mágico instrumento
a que gloria inmortal debe Tiziano;

si vio Velázquez de su dicha ufano
premiar todo a Filipo su talento,
dando a su efigie en ínclito ornamento
la roja insignia del Patrón hispano:

hoy a despecho de la envidia injusta
te ofrece, López, tan feliz destino
de otro monarca la bondad augusta,

que a favor desusado y peregrino
da a tus desvelos recompensa justa
y nuevos timbres al pincel divino.



Julio Herrera Reissig

la huerta

-- de Julio Herrera Reissig --

Por la teja inclinada de las rosas techumbres
descienden en silencio las horas... El bochorno
sahúma con bucólicas fragancias el contorno
ufano como nunca de vistosas legumbres.

Hécuba diligente da en reparar las lumbres...
Llegan por el camino cánticos de retorno.
Iris, que no ve casi, abandona su torno,
y suspira a la tarde, libre de pesadumbres.

Oscurece. Una mística majestad unge el dedo
pensativo en los labios de la noche sin miedo...
No llega un solo eco, de lo que al mundo asombra,

a la almohada de rosas en que sueña la huerta...
Y en la sana vivienda se adivina la sombra
de un orgullo que gruñe como un perro a la puerta.



Fernando de Herrera

A Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano,
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte
despojos y coronas de victoria;

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria
ni resta más honor al fiero Marte.



Fernando de Herrera

Al Betis

-- de Fernando de Herrera --

Igual al Tebro, al Arno y al Metauro;
superior al Tajo, Duero y Ebro,
sagrado Ispalo río, a quien celebro,
corre ufano al ondoso ponto mauro.

Tu bello mirto rinde al verde lauro
y a las mejores hojas del enebro;
cuanto es mayor el lauro que el enebro
tanto es el mirto inferior el lauro.

Sólo falta, conforme a tu alta gloria,
lugar en el luciente y firme cielo
con el nombre de Eridano trocado.

Mas, ya que se te niegue esta victoria,
serás en el dichoso hesperio suelo
cual Eliconio Olmeo venerado.



Fernando de Herrera

Cuando mi pecho ardió en su dulce fuego

-- de Fernando de Herrera --

Cuando mi pecho ardió en su dulce fuego,
osé cantar, Mosquera, el mal que siento,
y diome al tierno canto ufano aliento
el sol en cuyo ardor estuve ciego.

Osé mostrar mi llanto en blando ruego
a quien amor desprecia y su tormento,
y el humilde quejar de mi lamento
me dio osadía y dio esperanza luego.

Ahora, que la luz yo pierdo ausente,
y crece mi dolor con su belleza,
notad el grande error de mi porfía.

Lloro el pasado bien y el mal presente,
y puesto en soledad de mi tristeza,
la esperanza me falta y la osadía.



Fernando de Herrera

Flaca esperanza en todas mis porfías

-- de Fernando de Herrera --

Flaca esperanza en todas mis porfías,
vano deseo en desigual tormento,
y inútil fruto del dolor que siento,
lágrimas sin descanso y ansias mías.

Una hora alegre en tantos tristes días
sufrid que tenga un triste descontento,
y que pueda sufrir tal vez contento
la gloria de fingidas alegrías.

No es justo, no, que siempre quebrantando
me oprima el mal y me deshaga el pecho
nueva pena de antiguo desvarío.

Mas, ¡oh! que temo tanto el dulce estado,
que como al bien no esté enseñado y hecho,
abrazo ufano el grave dolor mío.



Fernando de Herrera

La púrpura en la nieve desteñida

-- de Fernando de Herrera --

La púrpura en la nieve desteñida,
el dulce ardor con tibia luz perdía,
y en los cercos y oro parecía
Venus desfallecer con voz vencida.

La enemiga cruel de humana vida
su niebla alegremente esclarecía,
y mi alma el fin último traía
en vuestros graves ojos escondida.

Mas aspirando amor suave y tierno
en el hielo y las rosas, la victoria
porfió y consiguió en dichosa suerte.

Centelló en vuestra faz su fuego eterno,
y a la belleza ufano dio la gloria
que en vida volvió leda la impía muerte.



Fernando de Herrera

Nunca mi mal terrible sentiría

-- de Fernando de Herrera --

Nunca mi mal terrible sentiría,
ni descansar querría de mi pena,
si cuidase tal vez que mi serena
luz alegre y suave me sería;

mas no sufre la indina suerte mía
esta gloria, y de sí la aparta ajena,
y a rendir la esperanza me condena,
porque osé y di lugar a esta osadía.

Haga el cielo que pierda en menor daño
la memoria de aquel atrevimiento
que tuve en ver mi afán no aborrecido,

cuando agradó a mi bien que en dulce engaño
sufriese ufano y ledo el mal que siento:
mas ¿qué vale a quien muere en tibio olvido?



Fernando de Herrera

Si trasformar pudiese mi figura

-- de Fernando de Herrera --

Si trasformar pudiese mi figura
como el Ideo Júpiter solía,
en blanco cisne vuelto ya sería,
mirando de mi Leda la luz pura,

y sin algún temor de muerte oscura
en honra suya el canto ensalzaría,
su frente y bellos ojos tocaría,
ensandeciendo, ufano, en tal ventura.

Mas en luciente pluvia convertido
perdería el electro la fineza,
si el velo esparce, suelto en rayos de oro;

pero siendo en la falda recogido,
y junto al esplendor de la belleza,
tendría el precio del mayor tesoro.



Fernando de Herrera

Tal alto esforzó el vuelo mi esperanza

-- de Fernando de Herrera --

Tal alto esforzó el vuelo mi esperanza,
que mereció perderse en su osadía;
yo bien lo sospechaba y le temía
de su atrevida empresa la venganza.

No me escuchó, y siguió con confianza
que huyó con los bienes que tenía;
y conmigo en tal cuita y agonía
se adolece y lamenta en la mudanza.

Para aliviar la culpa en tanto daño,
de Faetón el rayo le recuerdo,
y de su intento ufano la memoria;

que solo ya me sirvo del engaño,
en mi mal, y en mi error, penando pierdo
sin razón, las promesas de mi gloria.



Fernando de Herrera

Vuela y cerca la lumbre y no reposa

-- de Fernando de Herrera --

Vuela y cerca la lumbre y no reposa,
y huye y vuelve, a su beldad rendida,
figura simple suya, y encendida
siente que fue a su muerte presurosa;

mas yo, alegre en mi luz maravillosa,
a consagrar osando voy mi vida,
que espera, de su bello ardor vencida,
o perderse o cobrarse venturosa.

Amor, que en mí engrandece su memoria,
entibia mi esperanza en lento engaño
y en llama ingrata ufano me consumo.

Cuidé (¡tal fue mi mal!) ganar la gloria
del bien que vi, y al fin hallo en mi daño
que sólo de mi incendio resta el humo.



Fernando de Herrera

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho

-- de Fernando de Herrera --

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho
ufano dulcemente con mi pena,
y que anudarnos pudo en su cadena
el ya cortés amor con lazo estrecho.

Yo veo el bien que tuve ya deshecho,
y mi segura fe de cuitas llena,
y que el ingrato en impío afán condena
a quien halla en su agravio satisfecho.

Yo vi que no fui indigno de la gloria
que en su rigor me usurpa la mudanza,
y en sombra del olvido ya me veo.

Entristézcome siempre en la memoria,
desfallezco medroso en la esperanza,
y al fin pierdo la vida en el deseo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 62

-- de Francisco de Quevedo --

O dulces, frescas aguas, transparentes,
que vuestra claridad a celia hurtaste,
cuando otra vez mis glorias murmuraste,
haciéndote dicho entere las gentes.
Si acaso, río ufano, acaso sientes
mi mal, y vos, o flores escuchaste
mis quejas, y algún tiempo acompañaste
vergonzosas mi fe con las corrientes.
Decid, pues sois testigos, este río
a mí, y a celia todo en un momento
no representa con dibujo raro:
murmurando decís a favor mío,
que a ella se parece en movimiento,
y a mí tan solamente en el ser claro.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hay en la luz de tus azules ojos,
¡Oh reina de la gracia y gentileza!
Irresistible imán, y tu belleza
Inspira glorias y disipa enojos.

Hay en la rosa de tus labios rojos
La dulzura que borra la tristeza,
Y pródiga te dió Naturaleza
Hechizos seductores por despojos.

Feliz quien pueda proclamar ufano
Que es dueño de tan cándida hermosura
Y escuche que le llames soberano;

Feliz quien goce tan sin par ventura,
Y desdichado aquel que implore en vano
El dulce beso de tu boca pura.



Francisco Sosa Escalante

Sor Juana Inés de la Cruz (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Le dió la hermosa juventud sus flores:
Era bella y gentil; su gallardía
Allí en la corte vireinal lucía
Hiriendo pechos, inspirando amores.

Brillaban en sus sienes los fulgores
Del sacro fuego que en su mente ardia,
Y nunca el ave remedar podia
Las notas de sus cantos seductores.

Y cuando más el pueblo mexicano
Sus gracias, su virtud y su talento
Lleno de orgullo proclamaba ufano,

Dominada de oculto pensamiento,
Teniendo, acaso, horror al mundo insano,
Ocultóse en las sombras de un convento.



José Lezama Lima

una oscura pradera me convida

-- de José Lezama Lima --

Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.



Clemente Althaus

A un cóndor enjaulado

-- de Clemente Althaus --

Un tiempo, allá en el suelo americano,
rey te aclamó la voladora plebe,
y de los Andes la más alta nieve
atrás dejabas en tu vuelo ufano:

el espacio sin fin del aire vano
era tu imperio; mas en cárcel breve
hoy en vano tus alas alza y mueve
tu no perdido instinto soberano.

¡Cuánto, al mirarte, oh cóndor, me apïadas
preso, y en suelo, como yo, extranjero!
Mas yo pronto a las playas adoradas

de mi dulce Perú tornar espero,
y tú, blanco curioso a las miradas,
ausente morirás y prisionero.



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