Buscar Poemas con Ufana


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Se han encontrado 31 poemas con la palabra ufana

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Alejandro Arango y Escandón

Rosaura (Escando)

-- de Alejandro Arango y Escandón --

Risueña, ufana, sobre el césped blanco,
de abril en tarde plácida y serena
está Rosaura en la floresta amena,
al son de alegre tamboril bailando.

Rosas, jazmines, a su paso echando,
aplaude el pueblo y la comarca atruena,
y va la vida de donaire llena,
rosas, jazmines, a su paso hollando.

Pero ¿y mañana? al despuntar la aurora
y no bien aparezca su lucero,
tendrá ya dueño que en el alma adora.

Y si dice su señor: «No quiero»,
por más que gima la gentil pastora,
será este su bailar postrero.

Poema Rosaura (Escando) de Alejandro Arango y Escandón con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori histrionisa, en coche simón

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ésa que veis llegar máquina lenta,
de fatigados brutos arrastrada,
que en vano de rigor la diestra armada
vinoso auriga acelerar intenta:
no menos va dichosa y opulenta,
que la de cisnes cándidos tirada
concha de venus, cuando en la morada
celeste al padre ufana se presenta.
Clori es esta: mirad las poderosas
luces, el seno de alabastro, el breve
labio que aromas del oriente espira.
Flores al viento esparcen las hermosas
gracias, y el virgen coro de las nueve
y entorno de ella amor vuela, y suspira.

Poema soneto. a clori histrionisa, en coche simón de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Manuel Gutiérrez Nájera

A un Triste

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¿Por qué de amor la barca voladora
con ágil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamándote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crótalos agitan las mujeres.

¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!

Poema A un Triste de Manuel Gutiérrez Nájera con fondo de libro

Jorge Isaacs

Las flores de la hija de caro en el bazar de los pobres

-- de Jorge Isaacs --

Eran como las que haces, esas flores
Que en ignoradas vegas recogía,
Para ufana ceñir la frente mía,
La púdica deidad de mis amores.

Esas que de sus bucles temporales
Caer dejaba, cuando huir fingía
De mis halagos en la selva umbría,
Tuvieron de las tuyas los colores.

Aun en mis sueños el aroma aspiro
De las que ajó mi labio enamorado...
¿Por qué las tuyas reverente miro?

Desprecia el indigente las del prado,
Desdeña aquellas que en tu huerto admiro:
¡Por eso flores para el pobre has criado!



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Julián del Casal

el anhelo de una rosa

-- de Julián del Casal --

A manuel de la cruz
yo era la rosa que, en el prado ameno,
abrí mi cáliz de encendida grana,
donde vertió sus perlas la mañana,
como en un cofre de perfumes lleno.
Del lago azul en el cristal sereno
vi mi corola retratarse ufana,
como ante fina luna veneciana
ve una hermosura su marmóreo seno.
Teniendo que morir, porque el destino
hizo que breve mi existencia fuera,
arrojándome al polvo del camino;
anhelo estar en mi hora postrimera,
prendida en algún seno alabastrino
o en los rizos de oscura cabellera.



Pedro Antonio de Alarcón

La moña

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

(A la señora Marquesa del Salar)

¡Cuán airosa y ufana en la corrida
irá la noble fiera, engalanada
con tan bella divisa, regalada
por tan ilustre dama y tan garrida!

Cárdena sangre de la oculta herida
matizará la seda recamada,
y aun el toro, al mirarla disputada,
más sentirá el perderla que la vida.

¡Oh, si al coger la codiciada prenda,
tu corazón ganara y tu albedrío
el esforzado justador! ¡Oh gloria!

¡Todos fueran al par en la contienda!
Y yo ante todos redoblando el brío,
diera la vida allí por la victoria.



Rafael Carvajal

A una poetisa

-- de Rafael Carvajal --

Ni el dulce murmurar del arroyuelo
que se desliza con variado encanto,
ni el triste arrullo con que eleva al cielo
la tórtola afligida su quebranto,

ni al descorrer el misterioso velo
natura ufana con su rico manto,
me ofrecieron jamás ese consuelo
que ofrecen las dulzuras de tu canto.

Canta feliz, de un cielo bonancible
hija privilegiada, que tu lira
te muestra hermosa cuanto más sensible.

¡Por Dios! canta, otra vez y el alma inspira
de un triste trovador que en su amargura
halla en tus versos celestial ternura.



Rafael María Baralt

A la memoria de don Alberto Lista y Aragón

-- de Rafael María Baralt --

¡Levanta de tu tumba, oh de la hispana
ilustre juventud émulo guía!
¡Tú a cuya voz absorto detenía
Betis sagrado el onda soberana!

¡Tú a quien Minerva de su oliva, ufana,
la noble frente coronaba un día
y el rubio Apolo del laurel ceñía
que en la pompa circense el vate gana!

¡Vives, sí, vives; de esplendor vestido
templo el mundo a tu fama es dilatado
y altar augusto la marmórea losa!

¡Alce otra vez tu plectro el gran sonido,
y en hombros de las Musas levantado,
sube triunfante a la mansión gloriosa!



Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Al pendón castellano

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¡Salve, oh pendón ilustre de Castilla,
Que hoy en los muros de Tetuán tremolas,
Y haces llegar a la cubana Antilla
Reflejos de las glorias españolas!
La media luna -que ante ti se humilla,-
Recuerda ya que entre revueltas olas,
De la raza de Agar con hondo espanto,
Se hundió al lucir el astro de Lepanto.

Y esa morisma -de la Europa afrenta-
Que el rugido olvidó de tus leones,
Hoy al golpe cruel -que la escarmienta,-
Forjando en su pavor fieras visiones,
De siete siglos a la luz sangrienta
Juzga que mira alzarse entre blasones,
-Sus turbantes teniendo por alfombras,-
Del Cid, de Alfonso y de Guzmán las sombras.

¡Oh! ¡sí! contigo van, por ti pelean
Esos nombres augustos; de su gloria
Los rayos en tus pliegues centellean,
Como fulguran en la hispana historia.
¡Que así triunfantes para siempre sean
Símbolos del honor y la victoria,
La civilización mirando ufana,
Que hoy te hospeda Tetuán, Tánger mañana!



Gutierre de Cetina

tan alta al desear hallo la vía

-- de Gutierre de Cetina --

Tanto peligro en ella yo comprendo,
que ni contrasto ya, ni me defiendo,
rendido a la cruel señora mía.
Mas, si bien siento, el fin de mi porfía
es irme poco a poco deshaciendo,
y que lo que me está mejor, entiendo.
No se verá mudar mi fantasía;
no se dirá jamás que de inconstante
no osé seguir tan gloriosa empresa,
ni que me puso algún temor la pena.
Tan ufana está el alma en verse presa,
que si a limar probase la cadena,
hallará que es del más duro diamante.



Hernando de Acuña

A una dama (Hernando de Acuña)

-- de Hernando de Acuña --

Obrando Claramente la natura
perfición, que parece más que humana,
en vos sola ha mostrado, señora Ana,
que del bien general poco se cura;

pues hizo que de gracia y hermosura
viváis vos sola justamente ufana,
y viendos, Claro está que es cosa vana
esperar de ver otra tal pintura.

También sería yo vano en alabaros,
si en vuestra hermosura hubiese parte
que pensase con versos igualalla;

pero sólo diré que en el formaros
dejó natura tan vencida el arte,
que vos sola podéis menosprecialla.



La soberbia

-- de El Solitario --

Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.

Yo vi el oro del sol con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:

Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto:

La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.



Sor Juana Inés de la Cruz

Envía una rosa a la virreina

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Ésa, que alegra y ufana
de carmín fragante esmero,
del tiempo al ardor primero,
se encendió llama de grama;
preludio de la mañana
del rosicler más ufano
es primicia del verano,
Lisi divina, que en fe
de que la debió a tu pie
la sacrifica tu mano.



Teófilo V. Méndez Ramos

Risa loca

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Tu alma desolada de algazara viste,
llena tu alma enferma de la risa loca;
liba, cual abeja, la miel de otra boca,
que hoy es año nuevo, peregrino triste.

Mira como el mundo se muere de risa
y agita los brazos en son de alegría;
como olvida presto, la melancolía
de los años idos... Vividos deprisa...

Y salía a la calle, listo a prodigarme,
a gustar la copa de la vida ufana,
y beber sin taza la dicha cercana,
pero, ¡Risa Loca pasó sin mirarme!



Vicente García de la Huerta

Al oráculo de Manzanares

-- de Vicente García de la Huerta --

Vierte sus abundancias Amaltea
sobre el suelo español, Ceres ufana
las trojes llena y la codicia insana
del labrador, por ávido que sea.

Vuela la paz, y en tanto que recrea
a Europa su ocio, la nación hispana
en castigar la audacia Mauritania
su celo ejerce y su valor emplea.

Los astros que faltaban a la esfera
y robó el cielo al carpetano suelo
resarce hoy Luisa a la región ibera

en uno y otro cándido gemelo.
¡Oh, qué felicidad si estable fuera!
¡Pues qué! ¿No basta un géminis al cielo?



Marqués de Santillana

Menga de Manzanares

-- de Marqués de Santillana --

Por todos estos pinares
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.
Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso,
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".
Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.
Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".
Desque vi que non podía,
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía,
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.



Juan Nicasio Gallego

A Lesbia en su cumpleaños

-- de Juan Nicasio Gallego --

Del nacarado Oriente a los umbrales
entre ráfagas bellas de oro y grana
torna a lucir la espléndida mañana
que al mundo abrió tus ojos celestiales.

Pura brille y feliz: huyan los males
de ti, divina Lesbia, como vana
niebla al sol estival, o cual ufana
disipas la aridez si al campo sales.

Meció tu cuna en la estación amena
el arrullo del céfiro, y más flores
que sus halagos con tu aliento crías.

Arda a tus pies la juventud de amores,
y tu lozana edad goza sin pena,
que cuanto gracias da, no aumenta días.



Juan Nicasio Gallego

A Lord Wellington

-- de Juan Nicasio Gallego --

A par del grito universal que llena
de gozo y gratitud la esfera hispana,
y del manso, y ya libre, Guadiana
al caudaloso Támesis resuena;

tu gloria ¡oh Conde! a la región serena
de la inmortalidad sube, y ufana
se goza en ella la nación britana;
tiembla y se humilla el vándalo del Sena.

Sigue; y despierte el adormido polo
al golpe de su espada; en la pelea
te envidie Marte y te corone Apolo;

y si al triple pendón que al aire ondea
osa Alecto amagar, tu nombre solo
prenda de unión, como de triunfo, sea.



Juan Pablo Forner

Pequeñez de las grandezas humanas

-- de Juan Pablo Forner --

Salgo del Betis a la ondosa orilla
cuando traslada el sol su nácar puro
al polo opuesto, y en el cielo oscuro
la luna ya majestüosa brilla.

Entre la opaca luz su honor humilla
la soberbia ciudad y el roto muro
que, al rigor de los siglos mal seguro,
reliquia funeral, ciñe a Sevilla.

Pierde la sombra su grandeza ufana;
la altiva población y sus destrozos
lúgubres se divisan y espantables.

Fía, Licino, en la grandeza humana;
contémplala en la noche de sus gozos,
y los verás medrosos, miserables.



Juan Pablo Forner

Salgo del Betis a la ondosa orilla

-- de Juan Pablo Forner --

Salgo del Betis a la ondosa orilla
cuando traslada el sol su nácar puro
al polo opuesto, y en el cielo oscuro
la luna ya majestuosa brilla.

Entre la opaca luz su honor humilla
la soberbia ciudad y el roto muro
que, al rigor de los siglos mal seguro,
reliquia funeral, ciñe a Sevilla.

Pierde la sombra su grandeza ufana;
la altiva población y sus destrozos
lúgubres se divisan espantables.

Fía, Licinio, en la grandeza humana;
contémplala en la noche de sus gozos,
y los verás medrosos, miserables.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 76

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Día de quasimodo iglesias et altares
vi llenos de alegrías, de bodas e cantares,
todos avíen grand' fiesta, fasíen grandes yantares,
andan de boda en boda clérigos e juglares.
Los que antes son solos, desque eran casados
veíalos de dueñas estar acompañados,
pensé cómo oviese de tales gasajados,
ca omen que es solo siempre piensa coydados.
Fis' llamar trotaconventos la mi vieja sabida,
presta e plasentera de grado fue venida,
roguel' que me catase alguna tal garrida,
ca solo, sin compaña, era penada vida.
Díxome, que conosçía una viuda loçana,
muy rica, e bien moça, e con mucha ufana:
dis': «arçipreste, amad ésta, yo iré allá mañana,
et si esta recabdamos, nuestra obra non es vana.»
Con la mi vejesuela enviele ya qué
con ella estas cántigas que vos aquí trobé,
ella non la erró, e yo non le pequé,
si poco ende trabajé, muy poco ende saqué.
Asás fiso mi vieja quanto ella faser pudo,
mas non pudo trabar, atar, nin dar nudo,
tornó a mí muy triste e con corazón agudo;
dis': «do non te quieren mucho, non vayas a menudo.»
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índice de la obra
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Julio Herrera Reissig

rendición

-- de Julio Herrera Reissig --

Evidenciaban en moderna gracia
tu fina adolescencia de capullo,
el corpiño y la falda con orgullo
ceñidos a tu esbelta aristocracia.

Henchíase tu alma de la audacia
de la naturaleza y del murmullo
erótico del mar, y era un arrullo
el vago encanto de tu idiosincracia...

Lució la tarde, ufana de tu moño,
ojeras lilas, en toilette de otoño...
Ante el crespo neptuno de la fuente,

en el cielo y tu faz brotaron rosas
mientras, como dos palmas fervorosas,
rindiéronse tus manos, dulcemente...



Fernando de Herrera

Después que en mí tentaron su crudeza

-- de Fernando de Herrera --

Después que en mí tentaron su crudeza
de Amor y vos las flechas y los ojos,
di honra al uno, al otro los despojos,
y sufrí saña de ambos y aspereza.

El fuego que encendió vuestra belleza
hizo dulces y alegres mis enojos,
y suave entre espinas y entre abrojos
el dolor que causaba mi tristeza.

Tuve esperanza incierta de mi ufana
muerte, viendo el valor de mi tormento;
y confié este error de mi osadía.

Mas ¡ay! que tanta gloria suerte humana
no alcanza, y no se debe al mal que siento
el bien que me negáis, Estrella mía.



Fernando de Herrera

Inmenso ardor de eterna hermosura

-- de Fernando de Herrera --

Inmenso ardor de eterna hermosura
en vuestra dulce faz se me aparece,
y en mis entrañas arde y siempre crece
con inmortal incendio virtud pura.

Con alteza y valor vuestra figura
sin igual en mi alma resplandece,
y pues ufana sufre, bien merece
algún corto favor de su ventura.

No puede ser mayor vuestra belleza,
y no es ya justo que ceguéis mis ojos,
su flaca luz gastando en tanto fuego;

que si al pecho mostráis vuestra grandeza,
muriendo en llama no daré despojos,
los que pudiera dar viviendo ciego.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 34

-- de Francisco de Quevedo --

A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía;
vuelvo con una fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.



Francisco Sosa Escalante

A Luisa

-- de Francisco Sosa Escalante --

El cielo con sus dones te engalana,
Lisonjas te prodigan los cantores,
Te brinda la riqueza sus favores,
Y vives, niña, de tu suerte ufana.

Altiva como egregia soberana
El mundo cruzas desdeñando amores,
Y pasas como pasa entre las flores
La brisa juguetona en la mañana.

Mas ay! ignoras que la dicha dura
Lo que el aroma de la flor que luce
En el prado sus galas y hermosura.

Y en medio al esplendor que te seduce
Olvidas por tu mal la desventura
A que la loca vanidad conduce.



José Manuel de Navarrete

Influjo de amor

-- de José Manuel de Navarrete --

Célebres calles de la corte indiana,
grandes plazas, soberbios edificios,
templos de milagrosos frontispicios,
elevados torreones de arte ufana,

altos palacios de la gloria humana,
fuentes de primorosos artificios,
chapiteles, pirámides, hospicios,
que arguyen la grandeza americana:

¡Oh México!, sin duda yo gozara
del gusto que me brinda tu grandeza,
si causa superior no lo estorbara.

De tu suelo me arranca con presteza
el suave influjo de la dulce cara
de una agraciada rústica belleza.



José Martí

abril

-- de José Martí --

Juega el viento de abril gracioso y leve
con la cortina azul de mi ventana:
da todo el sol de abril sobre la ufana
niña que pide al sol que se la lleve.
En vano el sol contemplará tendidos
hacia su luz sus brazos seductores,
estos brazos donde cuelgan las flores
como en las ramas cuelgan los nidos.
También el sol, también el sol ha amado
y como todos los que amamos, miente:
puede llevar la luz sobre la frente,
pero lleva la muerte en el costado.



Clemente Althaus

A la quina

-- de Clemente Althaus --

Febrífuga corteza, de la humana
enferma gente celestial tesoro,
por el que más que por su plata y oro
el mundo debe a la región peruana:

¡Cuántas gracias te rinde el alma ufana!
Por ti se enjuga mi encendido lloro;
tú vuelves la salud a la que adoro,
y a su semblante la nativa grana.

Por ti de nuevo blancos velos viste,
y sus divinas perfecciones muestra
a Lima, con sil ausencia sola y triste;

por ti en el baile alegre con su diestra
mi diestra junto, y venturoso enlazo
su talle estrecho con mi amante brazo.



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