Buscar Poemas con Turbado


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra turbado

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Lope de Vega

El ánimo solícito y turbado

-- de Lope de Vega --

El ánimo solícito y turbado,
como se ve en el mar la inquieta boya
miraba Albano el campo en que fue Troya
de fuego un tiempo y de dolor cercado.

Adonde el Ilión se vio fundado,
que ya la fama en su grandeza apoya,
y estuvo la greciana, hurtada joya,
vio la ceniza convertida en prado.

Estuvo un rato así, mas dijo luego:
¡Oh campos, ya de fuego, en mis dolores
y en vuestro ejemplo mis consuelos fío!

Que si en lugar que cupo tanto fuego,
ahora veo verde hierba y flores,
también podrá tener templanza el mío.

Poema El ánimo solícito y turbado de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando el mejor planeta en el diluvio

-- de Lope de Vega --

Cuando el mejor planeta en el diluvio
templa de Etna y volcán la ardiente fragua,
y el mar pasado el límite desagua,
encarcelando al sol dorado y rubio;

Cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
mil cuerpos entre verdes ovas y agua,
cuando balas de nieve y rayos fragua,
y el Gange se juntó con el Danubio;

cuando el tiempo perdió su mismo estilo
y el infierno pensó tener sosiego
y excedió sus pirámides el Nilo;

cuando el mundo quedó turbado y ciego,
¿dónde estabas, Amor, cuál fue tu asilo,
que en tantas aguas se escapó tu fuego?

Poema Cuando el mejor planeta en el diluvio de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Dormido, Manzanares discurría

-- de Lope de Vega --

Dormido, Manzanares discurría
en blanda cama de menuda arena,
coronado de juncia y de verbena,
que entre las verdes alamedas cría,

cuando la bella pastorcilla mía,
tan sirena de Amor, como serena,
sentada y sola en la ribera amena,
tanto cuanto lavaba; nieve hacía .

Pedíle yo que el cuello me lavase,
y ella sacando el rostro del cabello,
me dijo que uno de otro me quitase.

Pero turbado de su rostro bello,
al pedirme que el cuello le arrojase,
así del alma, por asir del cuello.

Poema Dormido, Manzanares discurría de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Salió Faetón y amaneció el Oriente

-- de Lope de Vega --

Salió Faetón y amaneció el Oriente
vertiendo flores, perlas y tesoro,
pasó por alto del mar indio al moro
turbado de su luz resplandeciente.

Las montañas de nubes, al poniente,
iban subiendo, y de la Libra al Toro,
cuando cayó, sembrando el carro de oro,
del Erídano claro en la corriente.

Recibióle llorando la ribera,
de su temeridad castigo justo:
que tan alto subir, tan bajo para.

Pero mísero dél, ¿dónde cayera,
si con freno de fuerza, y no de gusto,
la voluntad de una mujer guiara?



Lope de Vega

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!

-- de Lope de Vega --

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!,
hermosura mortal, ¿cómo ignoraba
la tuya celestial, pues me enseñaba
lo invisible, Señor, por lo visible?
Tu gloria, eterno Dios, incorruptible,
cuando ídolos humanos fabricaba,
como gentil y bárbaro trocaba
en imagen del hombre corruptible.
¡Ay, Dios, y cuán escuro que tenía
entonces mi turbado entendimiento,
sin ver la luz en la mitad del día!
¿Qué excusa te dará mi entendimiento?
Pero con tu piedad la más tardía
halla en tu pecho dulce acogimiento.



Juan de Arguijo

La recaida

-- de Juan de Arguijo --

Otras dos veces del furioso noto
Probé las iras en el mar turbado,
Y no volver jamás á tal estado,
Arrepentido, prometí y devoto.

De la deshecha jarcia y leño roto
Dí los despojos al altar sagrado,
Y apenas pisé el puerto deseado,
Cuando olvidé el peligro y rompí el voto;

Y ahora, que continua y fiera lucha,
Mar y vientos se esfuerzan en mi daño,
Y sus enojos aplacar porfía,

Mis sordas voces sin piedad escucha
El justo cielo. ¡Oh inútil desengaño,
Cuán tarde llegas al remedio mío!



Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



Félix María Samaniego

La vergüenza

-- de Félix María Samaniego --

En casa de un labrador

vivían Blas y Lorenza:

se profesaban amor;

pero él tenía vergüenza

y ella tenía rubor.

A la aurora en el corral

se encontraron en camisa.

El encuentro fue casual:

cubrióse ella a toda prisa

la cosa con el pañal.

Turbado Blas desde luego

se remanga el camisón,

y de vergüenza hecho un fuego

tápase con el faldón

y como ella queda ciego.

Al huir tropieza Blas

con la cuitada Lorenza,

y... ¡ Válgate Barrabás!

Yo también tengo vergüenza;

no me atrevo a contar más.



Gutierre de Cetina

luz de estos ojos tristes que solía

-- de Gutierre de Cetina --

Alegrarlos mirando alegremente,
vida por quien la mía ahora siente
harto más que el morir vuestra porfía,
¿por cual razón, ¡ay, bien del alma mía!
turbado por un súbito accidente
luego a mi verdad no se consiente?
¿cual injusta ocasión de mí os desvía?
si mi vivir, señora, os desagrada,
si dura mucho ya una buena suerte,
si privarme queréis del bien pasado,
no os me enojéis, no os me mostréis airada:
que como me quitasteis de la muerte,
me la podéis volver de vuestro grado.



Gutierre de Cetina

hiere el puerco montés cerdoso y fiero

-- de Gutierre de Cetina --

Y la alterada sangre detenida
tarda del corazón a la herida
y una blanca señal muestra primero.
Así del amador que es verdadero,
en lágrimas la sangre convertida,
no llegan así presto a su salida
en llorando un pesar muy lastimero.
Da el corazón señal que está alterado;
hace que de dolor el fiero diente
en lo vivo del alma ha penetrado.
Entonces muestra el daño el accidente,
y la blanca señal de estar turbado
matiza con el llanto el mal que siente.



Gutierre de Cetina

ay, falso burlador, sabroso sueño

-- de Gutierre de Cetina --

Malamente traidor, me has ofendido!
¡ay, nunca hubiera yo jamás dormido
o nunca se acabara tu beleño!
la saña injusta y el turbado ceño
me mostraste en amor ya convertido,
y en llegándome al vivo del sentido
el mal, me huyó el bien como su dueño.
¿Para qué fue, traidor, aquel mostrarme
tan llena de piedad a mi señora
y tan de su crueldad arrepentida?
dejárasme así estar sin engañarme,
o fuera un sueño tal, no por un hora,
mas lo poco que queda de mi vida.



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Gutierre de Cetina

si vos pensáis que por un ceño airado

-- de Gutierre de Cetina --

Por abajar los ojos y enojaros,
o por huir de mí, por alejaros,
torcer el rostro con mirar turbado,
saldréis del alma mía, o que el cuidado
pueda en otro ocupar que en adoraros,
justa causa será para apartaros
estar en ella vos sin vuestro grado.
Tal gracia, tal beldad, cierto, se ofende
pues, en un alma rústica, grosera,
tan pobre de valor, tan defectuosa.
Pero si el hado vuestro a vos defiende,
mejor morada proveed, siquiera:
que ésta os pueda agradar, pues forzosa.



Gutierre de Cetina

ay, qué contraste fiero

-- de Gutierre de Cetina --

Señora, hay entre el alma y los sentidos,
por decir que os doláis de los gemidos!
ninguno dellos osa:
cada cual se acobarda y se le excusa
al alma deseosa,
que de su turbación la lengua acusa.
Ella dice confusa
que os dirá el dolor mío,
si la deja el temor de algún desvío;
pero de un miedo frío
la cansa el corazón, y de turbada,
cuando algo os va a decir, no dice nada.
Al corazón no agrada
la excusa, y dice que es della la mengua,
que el quejarse es efecto de la lengua.
El uno al otro amengua;
el vano pensamiento
no sabe dar consejo al desatiento.
La razón sierva siento,
que sabía un tiempo entre ellos ser señora,
y el esfuerzo enflaquece de hora en hora.
La mano no usa agora
del medio que solía;
que el temor la acobarda y la desvía.
La sangre corre fría
a la parte más flaca, y de turbado,
el triste cuerpo tiembla y suda helado.
¡Ay, rabioso cuidado!
pues si el alma contrasta a los sentidos,
¿quién dirá que os doláis de mis gemidos?



Juan Meléndez Valdés

Los tristes recuerdos

-- de Juan Meléndez Valdés --

En este valle, do sin seso ahora
en muda soledad tu malhadado
nombre, ¡ay Fili!, repito, afortunado
decirte osé: «Mi corazón te adora».

Junto a este arroyo, que tu muerte llora,
te hallé cogiendo flores; y turbado
la guirnalda nupcial en tu dorado
cabello puse, y te juré señora.

Allí nos reveló sus deliciosos
misterios la alma Venus, la sagrada
tea encendiendo plácido Himeneo.

¡Ay, dejadme recuerdos dolorosos!
Mi Fili al claro Olimpo fue robada,
y yo en mil ansias fenecer me veo.



Fernando de Herrera

Si el fuego idalio el tierno canto inspira

-- de Fernando de Herrera --

Si el fuego idalio el tierno canto inspira,
y en tu pecho, Amalteo, algún cuidado
la estrella infunde ya que en mar turbado
te guía, osa herir tu culta lira.

Por ti Betis humilde al Tebro admira,
Tebro, mayor que el Arno celebrado,
y entre lucientes astros colocado,
envidioso Erídano lo mira.

Contigo calla el coro de Elicona,
que baña el cuerpo en su cristal corriente,
y pierde el dulce niño los despojos;

que del materno mirto la corona
teje para ceñir tu sabia frente,
o canta o cierre siempre Amor sus ojos.



¡Cuántas veces te me has engalanado

-- de Francisco de la Torre --

¡Cuántas veces te me has engalanado,
clara y amiga noche! ¡Cuántas, llena
de oscuridad y espanto, la serena
mansedumbre del cielo me has turbado!

Estrellas hay que saben mi cuidado
y que se han regalado con mi pena;
que, entre tanta beldad, la más ajena
de amor tiene su pecho enamorado.

Ellas saben amar, y saben ellas
que he contado su mal llorando el mío,
envuelto en los dobleces de tu manto.

Tú, con mil ojos, noche, mis querellas
oye y esconde, pues mi amargo llanto
es fruto inútil que al amor envío.



Francisco de Quevedo

muestra el error de lo que se desea

-- de Francisco de Quevedo --

Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
mirad el ciego error en que he vivido!
con mis aumentos proprios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.



Francisco Sosa Escalante

La mañana (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del sol la luz esplendorosa baña
Del monte altivo la argentada nieve;
La rubia espiga del trigal se mueve
Los vientos al llegar de la montaña;

El ágil labrador de su cabaña
Al campo sale tras descanso breve
Que no ha turbado torcedor aleve:
Pues que nada ambiciona y nada extraña;

La verde grama que tapiza el suelo
Ostenta, con orgullo, del rocío
Las blancas perlas que lloró la noche;

Se eleva el ave hasta el azul del cielo,
Gozoso corre murmurando el río
Y la rosa gentil abre su broche.



Cristóbal de Castillejo

a un hermafrodito

-- de Cristóbal de Castillejo --

Cuando mi madre cuitada
en el vientre me traía,
viéndose grave, pesada,
diz que a los dioses, penada,
consultó qué pariría.
Febo dixo: varón es.
Marte hembra, y neutro juno.
Yo, nasciendo, era después
hermafrodito, y de tres,
dixo verdad cada uno.

Preguntando el fin que habría
tras esto, dixo la diosa
que con armas moriría.
Marte dixo que sería
muerto de cruz espantosa.
Febo dixo: en agua espera
acabar su triste vida .
La suerte, en fin, de cualquiera
dellos en mí fué cumplida,
y por mi mal valedera.

En un árbol que hacía
sombra al agua me subió
la triste ventura mía,
do la espada que ceñía
abaxo se me cayó;
y yo, acaso desdichado,
también allí desbarré;
y cayendo así turbado,
sobre ella quedé colgado
de las ramas por el pie.

La cabeza encontinente
fué en el agua çapuzada,
y el cuerpo quedó pendiente,
quedando yo juntamente
mal herido de mi espada.
Y desta suerte pendiendo,
perdí la vida y la luz,
y al fin acabé sufriendo.
Hembra, macho y neutro siendo,
muerte de agua, hierro y cruz.



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