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Se han encontrado 43 poemas con la palabra triunfo

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Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.

Poema ¿Quién es aquel Atleta esclarecido de Lope de Vega con fondo de libro

Blanca Andreu

me queda la mar media en el triunfo del agua

-- de Blanca Andreu --

Me queda la mar media en el triunfo del agua,
en el advenimiento de los espejos y de las aleaciones,
me queda la mar media y sus ahogados, cantiga y quemadura,
ebrios de agua profunda y profundo dolor.
Pero había un mar de la sangre más blanca
y del dolor apagado,
mar de la caza y muerte en montería, vino metal dormido
baja luna.
Mar de los ventanales empapados para el amor más duro
con quien la soledad se atreve y canta, con crines antorchadas
y dibujada hoguera,
mar del amor más duro que decae como decae tu nombre:
el nombre que en mí tiembla y tu nombre primero.

Poema me queda la mar media en el triunfo del agua de Blanca Andreu con fondo de libro

Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.

Poema última réplica a otra contestación a la anterior de Carolina Coronado con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A una bañista

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!

Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.

Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,

en las costas del reino lusitano,
y en áfrica, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.



Agustina Andrade

Después del triunfo

-- de Agustina Andrade --

A eso llaman triunfar: palmas y gritos,
algunos ramos de venal laurel,
y después... ¡El silencio y el olvido!
¿Y después? ¡Oh, qué horrible es el después!

Abrir el corazón, verter sin tasa
el perfume y la miel;
arrostrar la mirada indiferente
de las turbas sin fe!

Todo eso, ¿para qué? ¡Para que algunos,
con grosera avidez,
le claven los anteojos a la autora
y la aplaudan después!

¡Si eso es triunfar, la gloria es el martirio,
la gloria es la embriaguez!
¡Vale más la sonrisa de mi madre
que el más rico laurel!



Alfonso Reyes

lailye

-- de Alfonso Reyes --

Lailye ¿cuándo vuelves a méxico y me buscas,
ya sea en cuernavaca, ya sea en tepoztlán?
juntos recordaríamos aquellas cosas bruscas
del asno, el indio, el loro, la araña, el alacrán . . .
A ti que te sorprendes aunque jamás te ofuscas
con nuestros usos y nuestra agua y nuestro pan
¿qué te parecería si vuelves y me buscas,
ya sea en cuernavaca, ya sea en tepoztlán?
¿te acuerdas? era entonces tu ser surco en amagos,
flor de capullo, germen de amores y pasiones.
Y ahora que te abriste al triunfo y los halagos
¡oh suma de los pueblos, compendio de naciones!,
dime: ¿a qué te sabría volver por estos pagos,
estrella de los rumbos y de las tentaciones?



Lope de Vega

Codro, el temor con la piedad venciendo

-- de Lope de Vega --

Codro, el temor con la piedad venciendo,
el tronco helado de Pompeyo espera,
que, impelido del mar, a la ribera
sacó en los brazos y lloró diciendo:

«No está soberbio túmulo pidiendo
el gran Pompeyo aquí, Fortuna fiera,
ni que en la llama funeral postrera
suba aroma oriental el sol cubriendo».

No pide el hombre a su familia y gente.
Sepultura común y honor plebeyo
sin fuego y triunfo a sus desdichas basta.

«Ya basta, dioses, que, del cuerpo ausente,
no cubra las heridas de Pompeyo
el tierno llanto de Cornelia casta».



Lope de Vega

Sacó Moisés de Egipto al pueblo hebreo

-- de Lope de Vega --

Sacó Moisés de Egipto al pueblo hebreo,
pasó el Jordán seguro, y por memoria
comió el cordero, y celebró la gloria
de aquel divino general trofeo.
Instituyó la Pascua con deseo
de eternizar aquella dulce historia,
la libertad, el triunfo, la vitoria
figura deste pan que adoro y creo.
Memoria sois, Cordero soberano,
de la salida de otro Egipto fiero,
Pascua divina del linaje humano.
Y así como Moisés más verdadero,
nos da la bendición de vuestra mano
Pascua, pasto, pastor, pan y cordero.



Lope de Vega

Al triunfo de Judit

-- de Lope de Vega --

Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Betulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.

Revuelto con el ansia el rojo velo
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible, convertido en hielo.

Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,
duermen las guardas, que tan mal emplea;

y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.



Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.



Manuel Acuña

a la patria

-- de Manuel Acuña --

Composición recitada por una niña en tacubaya de los mártires, el 11 de septiembre de 1873.
Ante el recuerdo bendito
de aquella noche sagrada
en que la patria aherrojada
rompió al fin su esclavitud;
ante la dulce memoria
de aquella hora y de aquel día,
yo siento que en el alma mía
canta algo como un láud.
Yo siento que brota en flores
el huerto de mi ternura,
que tiembla entre su espesura
la estrofa de una canción;
y al sonoroso y ardiente
murmurar de cada nota,
siendo algo grande que brota
dentro de mi corazón.
¡Bendita noche de gloria
que así mi espíritu agitas,
bendita entre benditas
noche de la libertad!
hora del triunfo en que el pueblo
vio al fin en su omnipotencia,
al sol de la independencia
rompiendo la oscuridad.
Yo te amo. . . Y al acercarme
ante este altar de victoria
donde la patria y la historia
contemplan nuestro placer,
yo vengo a unir al tributo
que en darte el pueblo se afana
mi canto de mexicana,
mi corazón de mujer.



Manuel Acuña

A la patria (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Ante el recuerdo bendito
de aquella noche sagrada
en que la patria aherrojada
rompió al fin su esclavitud;
ante la dulce memoria
de aquella hora y de aquel día,
yo siento que en el alma mía
canta algo como un láud.

Yo siento que brota en flores
el huerto de mi ternura,
que tiembla entre su espesura
la estrofa de una canción;
y al sonoroso y ardiente
murmurar de cada nota,
siendo algo grande que brota
dentro de mi corazón.

¡Bendita noche de gloria
que así mi espíritu agitas,
bendita entre benditas
noche de la libertad!
Hora del triunfo en que el pueblo
vio al fin en su omnipotencia,
al sol de la independencia
rompiendo la oscuridad.

Yo te amo. . . Y al acercarme
ante este altar de victoria
donde la patria y la historia
contemplan nuestro placer,
yo vengo a unir al tributo
que en darte el pueblo se afana
mi canto de mexicana,
mi corazón de mujer.



Manuel del Palacio

En la entrada en Madrid

-- de Manuel del Palacio --

Ese pueblo que llora entusiasmado
Y que alegre al pasar os victorea,
Tan firme y decidido en la pelea
Como noble en el triunfo y reposado:

Hoy al mirar su intento realizado,
Con sólo una esperanza se recrea:
La de que vuestra unión eterna sea
Y acabe de los vicios el reinado.

¡Viva la libertad! En cuanto abarca
La tierra á la que disteis nuevo abono,
Del bien y la virtud poned la marca:

Nada de fanatismo ni de encono;
¿De qué sirve arrojar un mal monarca
Si quedan los errores en el trono?



Joaquín Nicolás Aramburu

El componte

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Ved la víctima allí. Sangran sus brazos
bajo la cruel presión de las esposas;
hieren su oído frases injuriosas
y su espalda terrible latigazos.

Ya le arrancan las ropas a pedazos,
ya le imputan mil faltas bochornosas;
no son hombres: son águilas sañosas
que desgarran su carne a picotazos.

Ya rodó en tierra. De su triunfo ahíta
se yergue y ríe la insolente saña
y en pos de nuevas víctimas se agita.

¡Cómo nos burla la cultura extraña,
al ver que aún la Inquisición maldita
funciona en tierras de la pobre España!



Jorge Luis Borges

edgar allan poe

-- de Jorge Luis Borges --

Pompas del mármol, negra anatomía
que ultrajan los gusanos sepulcrales,
del triunfo de la muerte los glaciales
símbolos congregó. No los temía.
Temía la otra sombra, la amorosa,
las comunes venturas de la gente;
no lo cegó el metal resplandeciente
ni el mármol sepulcral sino la rosa.
Como del otro lado del espejo
se entregó solitario a su complejo
destino de inventor de pesadillas.
Quizá, del otro lado de la muerte,
siga erigiendo solitario y fuerte
espléndidas y atroces maravillas.



César Vallejo

Trilce: LXXII

-- de César Vallejo --

Lento salón en cono, te cerraron, te cerré,
aunque te quise, tú lo sabes,
y hoy de qué manos penderán tus llaves.

Desde estos muros derribamos los últimos
escasos pabellones que cantaban.
Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando,
los cerros llenos de triunfo.
Y el mes y medio transcurrido alcanza
para una mortaja, hasta demás.

Salón de cuatro entradas y sin una salida,
hoy que has honda murria, te hablo
por tus seis dialectos enteros.
Ya ni he de violentarte a que me seas,
de para nunca; ya no saltaremos
ningún otro portillo querido.

Julio estaba entonces de nueve. Amor
contó en sonido impar. Y la dulzura
dió para toda la mortaja, hasta demás.



César Vallejo

lento salón en cono, te cerraron, te cerré

-- de César Vallejo --

lxxii
lento salón en cono, te cerraron, te cerré,
aunque te quise, tú lo sabes,
y hoy de qué manos penderán tus llaves.
Desde estos muros derribamos los últimos
escasos pabellones que cantaban.
Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando,
los cerros llenos de triunfo.
Y el mes y medio transcurrido alcanza
para una mortaja, hasta demás.
Salón de cuatro entradas y sin una salida,
hoy que has honda murria, te hablo
por tus seis dialectos enteros.
Ya ni he de violentarte a que me seas,
de para nunca; ya no saltaremos
ningún otro portillo querido.
Julio estaba entonces de nueve. Amor
contó en sonido impar. Y la dulzura
dió para toda la mortaja, hasta demás.



Diego de Torres Villarroel

a la memoria de d. juan domingo de haro y guzmán

-- de Diego de Torres Villarroel --

La tierra, el polvo, el humo, en fin, la nada,
al héroe más insigne y portentoso,
es el único triunfo, el más glorioso,
que robar has logrado, muerte airada.
La vida de su fama celebrada,
fe, virtud y valor y celo ansioso,
exentos de tu brazo pavoroso,
en lo eterno aseguran su morada.
Al honor, al aplauso, al ardimiento,
a la piedad, al culto y a la gloria
tocar no pudo tu furor violento.
Pues si de tantas vidas la memoria
eterna vive en este monumento,
¿en qué fundas, oh parca, tu victoria?



Emilio Bobadilla

A lo lejos...

-- de Emilio Bobadilla --

Era próspera Francia y sus horas, tranquilas;
sus campos florecientes —¡oh, las rosas de Francia!—;
del ganado, en la tarde, la música de esquilas;
de sus viñas ubérrimas, la báquica fragrancia!

Artística y escéptica, irónica y lasciva,
buena mesa, amoríos efímeros, risueños;
la palabra chispeante, fecunda la inventiva
y no muy cosmogónicos ni muy hondos los sueños!

Y de pronto la horda vandálica aparece:
tala bosques e incendia con furor de maníaco
y el horror la conciencia colectiva estremece...

Y tras épicas riñas, en celajes bermejos,
los colores del iris, de un iris elegiaco,
como un arco de triunfo se dibuja a lo lejos!



Emilio Bobadilla

Primavera lúgubre

-- de Emilio Bobadilla --

¡Oh mañana de triunfo, de cristalino ambiente!
Las rosas se entreabren como pidiendo besos;
y hay un aroma lúbrico en el aire caliente
y están de gordas frutas los árboles, obesos!

Y a la luz de esta diáfana matinal zambra de oro,
que ensancha de alegría los prietos corazones,
desfilan por las calles con lento andar sonoro,
camino de la muerte, miles de batallones!

Y el cielo es de azurita y la mar corre suave,
y todo está dormido como envuelto en un manto,
y no turba el sosiego de los aires un ave

y el valle está pidiendo caricias de zampoña,
y los hombres se matan sin compasión, en tanto,
cual si la vida fuese un árbol que retoña!



Emilio Bobadilla

Vanitas!

-- de Emilio Bobadilla --

Imperio poderoso de militar empuje
que aspiras al dominio del mundo en cruel batalla
y no dejas que nadie tu vigor sobrepuje,
so pena de arrojarle torrentes de metralla.

¡Cómo el triunfo te embriaga y tu sable sangriento
da tajos y mandobles sin piedad ni medida!
Agita tus banderas, como una tromba, el viento
y corres a la muerte deificando la vida!

Músicas y festejos, luminarias, banquetes
—apoteosis del daño que tu sevicia fragua—,
y hay arengas y versos y flores y cohetes...

Imperio, de dominio tu ambiciosa quimera
es la grandeza efímera de una montaña de agua
en que el sol de la tarde fastuoso reverbera.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



Pedro Soto de Rojas

Ausencia triste

-- de Pedro Soto de Rojas --

¿De qué te quejas, corazón? Resiste
los golpes duros de la ausencia fuerte,
pues dejaste la vida por la muerte,
cuyo triunfo en tu dolor consiste.

Mas, ay, que tanto la memoria asiste
-guerrero vigilante- en ofenderte,
que es fuerza que mi amor para valerte
en llanto te desate, en llanto triste.

Muda ya en mares, pues, los ojos míos
y este mi pecho en fuego: fuertes luchen
el agua y fuego con mi pecho roto;

viva muriendo en abrasados fríos,
donde los ecos de su voz escuchen
ausente Fénix y presente Cloto.



Pedro Soto de Rojas

Deprecación al tiempo

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si quiebras, tiempo, los peñascos duros,
si aceros comes, si metales bebes,
si firmes montes con tus fuerzas mueves
y a brazos rindes invencibles muros,

si los anfiteatros mal seguros
están al golpe de tus filos breves,
si Troyas das al viento en polvos leves
y Cartagos al suelo en llantos puros,

muda aquel pecho que a mi llanto ha sido
duro peñasco, alcanza tú la gloria
de un triunfo a los mortales prohibido,

goza la pompa de tan gran victoria;
pues tienes tanta fuerza y tanto olvido,
muda aquel pecho o vence mi memoria.



A la Magdalena

-- de José Somoza --

A la virtud, cuando habitara el suelo,
su imperio la belleza sometía,
la faz encantadora que atraía
el mundo al sonreír, lloró ante el Cielo.

Calmose el huracán que en raudo vuelo
el mar de las pasiones embestía;
fue la tiniebla luz, la noche día,
alzando la verdad su eterno velo.

La paz logró en la tierra una victoria,
y a las plantas del Justo por trofeos
se vieron los placeres, los amores;

las insignias del triunfo de más gloria,
las armas de la lid de los deseos,
suspiros, besos, lágrimas, olores.



Juan Bautista Arriaza

Brindando por la última batalla

-- de Juan Bautista Arriaza --

Venid, ticianos, a ilustrar pinceles:
Fidias, llegad a eternizar metales:
prevenid plumas, cisnes inmortales
prodigad, Musas, cantos y laureles.

Seréis divinos cuando seáis más fieles
pintando, ya de Galia en los umbrales,
al Cid britano; y d pavor mortales
huyendo de él los bárbaros crueles.

Unid al cuadro en mágicos colores
la independencia hispana, y su alta gloria,
como hermanas gozándose entre flores.

Y si queréis más timbre a su memoria,
llamadle vencedor de vencedores,
y a su triunfo victoria de Vitoria.



Juan de Arguijo

Psíquis a Cupido

-- de Juan de Arguijo --

A tu divina frente ¡oh poderoso
Niño! una venda con trabajo y arte
Teji de oro y colores, donde parte
Dibujé de tu triunfo glorioso;

En ella se ve atado al vitorioso
Carro el gran Febo, que la luz reparte,
Preso Mercurio, encadenado Marte,
Y Vulcano con muestras de celoso.

No se pudo librar con las reales
Insignias Jove; mal pudiera Psique
Resistir, si á estos rindes la fiereza.

Agraven mi prision mayores males,
Pues es fuerza que á un niño sacrifique
Mi firme amor, y á un ciego mi belleza.



A una dama muerta

-- de Juan de Moncayo --

Muerta la vida y vivo el escarmiento,
luz sin luz, entre horrores eclipsada,
el más tirano triunfo de la nada
y del cielo el más justo sentimiento,

el sol, que al soplo frágil de un aliento
mostró toda su pompa deshojada,
beldad del mayo, en polvo desatada,
de la muerte el despojo más violento

es hoy tu efigie al orbe peregrina,
donde se ven destrozos de cristales
que anuncian de bellezas la rüina.

Voz muda que, en extremos desiguales,
a los rigores de la parca inclina
el milagro mayor de los mortales.



Gerardo Diego

penúltima estación

-- de Gerardo Diego --

Penúltima estación
he aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos.
Qué soledad sin colores.
Oh, madre mía, no llores.
Cómo lloraba maría.
La llaman desde aquel día
la virgen de los dolores.
¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
yo, madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano.



Gutierre de Cetina

al duque de alba

-- de Gutierre de Cetina --

Señor, mientra el valor que en vos contemplo,
el ánimo, el saber, alabar quiero,
con el bajo decir, torpe y grosero,
del alto desear la furia templo.
Vuestras obras serán, pues, vuestro ejemplo;
vos vuestro coronista verdadero;
vuestra virtud será el más cierto homero
que a la inmortalidad os abre el templo.
No dejéis, señor, ser alabado;
mas al principio que lleváis tan alto
dad en lo por venir alegre efeto:
que si el triunfo del mundo es pobre y falto,
si corresponde mal con tal sujeto,
allá os le tiene el cielo aparejado.



Teófilo V. Méndez Ramos

El ensueño triunfal

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

2561921
Para el alma heroica de José Ríos Godenzi.

El Cóndor, desde un pico de los Andes,
contempla cómo hiende la barquilla
los aires; y orgulloso por ser grandes
sus alas, cree en una pesadilla.

El ave gigantesca, temerosa,
intenta detener el raudo vuelo
del alado bajel que, en prodigiosa
hazaña, frágil, cruza por el cielo.

El cóndor, ya vencido, deja el barco
su ruta milagrosa ¡Vano empeño!...
En tanto que el navío traza un arco
de triunfo, en el confín para el ensueño.



Manuel María de Arjona

A Cicerón

-- de Manuel María de Arjona --

Pende en el foro, triunfo de un malvado,
la cabeza de aquel que la ruina
evitó a Roma, muerto Catilina,
y padre de la patria fue aclamado.

La ve el pueblo en los Rostros conturbado,
y un mudo horror los ánimos domina;
en los Rostros, do aquella voz divina
fue de la libertad muro sagrado.

¡O Cicerón! si tantos beneficios
paga tu ingrata patria de esta suerte,
¿cómo espera magnánimos patricios?

Mas ¿qué importa el morir? Témante ¡o muerte!
los viles siervos del poder y vicios,
pero el sabio ¿qué tiene que temerte?



Medardo Ángel Silva

Crepúsculo de Asia

-- de Medardo Ángel Silva --

Vírgenes rosas inclinaron hacia
tus cabellos la red de sus pistilos
al beso de los astros, intranquilos,
por tus pupilas húmedas de gracia.

Tal una araña que a la luz espacia
las traidoras urdimbres de sus hilos,
se proyectó la sombra de los tilos
en tu balcón de vieja aristocracia...

Trémulas al prodigio de tu encanto,
como anegadas en celeste llanto
te contemplaron las estrellas fijas.

¡Y era un triunfo de reinas diademadas
en las Mil y Una Noches perfumadas
del mundo sideral de tus sortijas!



Miguel Unamuno

a mi buitre I

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.



Soneto con estrambote

-- de Juan Díaz Rengifo --

Este grandioso Túmulo erigido,
fúnebre pompa de cristiano afecto,
al más hermoso, y al mayor sujeto
que injusto triunfo de la Parca ha sido,

este consigo mismo competido,
de lealtad, y de amor piadoso efecto
funesto Ocaso es hoy del más perfecto
sol, que gozar España ha merecido.

Con un golpe mortal, en breve instante
al gran Philipo, su divina Aurora,
la Lis francesa, la beldad galante,

quitó, llevó la Muerte robadora:
Mas si en eterno imperio brillante,
tantos de gloria grados atesora.

Para que España llora
a Isabel de Borbón, que muerta yace,
si al Cielo Fénix inmortal renace.



Juan Nicasio Gallego

A Lord Wellington

-- de Juan Nicasio Gallego --

A par del grito universal que llena
de gozo y gratitud la esfera hispana,
y del manso, y ya libre, Guadiana
al caudaloso Támesis resuena;

tu gloria ¡oh Conde! a la región serena
de la inmortalidad sube, y ufana
se goza en ella la nación britana;
tiembla y se humilla el vándalo del Sena.

Sigue; y despierte el adormido polo
al golpe de su espada; en la pelea
te envidie Marte y te corone Apolo;

y si al triple pendón que al aire ondea
osa Alecto amagar, tu nombre solo
prenda de unión, como de triunfo, sea.



Juan Nicasio Gallego

A Zaragoza

-- de Juan Nicasio Gallego --

Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

y juró cruel venganza, y de repente
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora
fiebre salieron y el contagio inmundo.

Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!



Bartolomé de Argensola

Dime, Padre común, pues eres justo

-- de Bartolomé de Argensola --

«Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?

»¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?

»Vemos que vibran vitoriosas palmas
manos inicas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo.»

Esto decía yo, cuando, riendo,
celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego!, ¿es la tierra el centro de las almas?»



Carolina Coronado

en otro. traducido de pastorini

-- de Carolina Coronado --

Si con tranquila faz, génova mía
tu bello cuerpo destrozado miro,
no es por ingratitud, es que un suspiro
me parece en tus hijos cobardía.
Trofeos de constancia y valentía
en tus ruinas orgullosa admiro,
pues dondequiera que la vista giro,
encuentro en tu peligro tu osadía.
Más que el triunfo valió tu sufrimiento,
y te vengaste bien del que te infama.
Quedando destruida hasta el cimiento:
así la libertad gozosa exclama
tus reliquias besando en las arenas:
ruinas... Sí; pero jamás cadenas.



Clemente Althaus

A Méjico

-- de Clemente Althaus --

Desgraciada Nación, tan sólo rea
de ser menor en armas y pujanza,
en cuya reconquista hoy hace alianza
la codicia famélica europea:

no el universo sucumbir te vea,
cual res cobarde, sin blandir la lanza;
y, aunque del triunfo falte la esperanza,
entra en la cruda desigual pelea.

Cae a lo menos con honor y gloria,
y en el mayor conflicto nunca olvides
que es la lucha el deber, no la victoria;

mas, si defensa al patriotismo pides,
tal vez en ti renovará la Historia
de Salamina y Maratón las lides.



Clemente Althaus

Aniversario (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sigue un día a otro día,
oh dulce patria, y el rubor los cuenta;
que, impune todavía
injuria tan sangrienta,
son dos años la edad de nuestra afrenta.
Como el hijo que llora
de la madre la pública mancilla,
bañe tu prole ahora
en llanto la mejilla,
al ver, patria, la mengua que te humilla.
No en brazos de Amor duerma
el buen peruano, ni descanse o ría,
estando tu honra enferma:
destierre la alegría
hasta que llegue de tu triunfo el día.
Tal día en fin cercano
contemplas, patria; que la armada ibera
ya surca el océano,
pidiendo tu ribera
do el escarmiento y el baldón la espera.
Oh Abril, oh Abril, tú viste
el ultraje del pérfido enemigo
y nuestro oprobio triste:
sé tú también testigo
de la justa venganza y del castigo.

14 De Abril de 1866.



Ramón López Velarde

Mi corazón amerita

-- de Ramón López Velarde --

Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Placer, amor, dolor... Todo le es ultraje
y estimula su cruel carrera logarítmica
sus ávidas mareas y su eterno oleaje.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo a conocer el día,
la estola de violetas en los hombros del alba,
el cíngulo morado de los atardeceres,
los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
como sangriento disco a la hoguera solar.
Asi extirparé el cáncer de mi fatiga dura,
seré impasible por el Este y el Oeste,
asistiré con una sonrisa depravada
a las ineptitudes de la inepta cultura,
y habrá en mi corazón la llama que le preste
el incendio sinfónico de la esfera celeste.



Rubén Darío

Del campo

-- de Rubén Darío --

¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
Quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
Hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
Respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
Que brota de las ramas de tu durazno en flor;
Formada de rosales tu calle de Florida
Mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.



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