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Se han encontrado 11 poemas con la palabra traer

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Cristóbal de Castillejo

a un caballero

-- de Cristóbal de Castillejo --

Por grosera cosa ser
los dexó toda la gente;
y vos, por bien parecer,
holgáis, señor, de traer
el vuestro públicamente;
por tanto, si no queréis
que reniegue la paciencia,
suplícoos que os le quitéis,
salvo si no le traéis
en señal de penitencia.

Qu'en traer tan sin razón
collar que tan poco pesa,
a muchos dais ocasión,
señor, de murmuración,
juzgándolo por empresa;
mas, pues para lo dexar
hay uso sobre razón,
no lo debéis dilatar,
porque tan pobre collar
peor es que de jubón.

Poema a un caballero de Cristóbal de Castillejo con fondo de libro

Ramón de Campoamor

La cruzada de Pachín

-- de Ramón de Campoamor --

Como cruzado, a Judea

fue de escudero Pachín

con el abad de la aldea

de Serín.

Para hacer un relicario

juró traer a su amor

un pedazo del sudario

del Señor.

Pero Pachín ¿no sabría

que, si Dios bajó a morir,

volvió al cielo al tercer día

a subir?

Y si la tumba sagrada

no encerró a Cristo jamás,

¿qué halló en ella? -¡Polvo y nada,

nada más!

-Por un sepulcro vacío

-Pachín se atrevió a decir-,

¡cuánto hombre viene, Dios mío,

a morir!-

Y, sin lograr los tesoros

que, al ir, pensaba traer,

le valpulearon los moros

al volver.

Perdió la fe en tal jornada...

Y se condenó por fin.

Así acabó la cruzada

de Pachín.

Poema La cruzada de Pachín de Ramón de Campoamor con fondo de libro

Alfonsina Storni

Un sol

-- de Alfonsina Storni --

Mi corazón es como un dios sin lengua,
Mudo se está a la espera del milagro,
He amado mucho, todo amor fue magro,
Que todo amor lo conocí con mengua.

He amado hasta llorar, hasta morirme.
Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
Pero yo espero algún amor natura
Capaz de renovarme y redimirme.

Amor que fructifique mi desierto
Y me haga brotar ramas sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse muerto.

¿En dónde está quien mi deseo alienta?
¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Distinto al tronco fiel que lo alimenta.

¿En dónde está el espíritu sombrío
De cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
Yo seré incontenible como un río.

¿En dónde está el que con su amor me envuelva?
Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.

Poema Un sol de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonso Reyes

arte poética

-- de Alfonso Reyes --

1
asustadiza gracia del poema:
flor temerosa, recatada en llema.
2
Y se cierra, como la sensitiva,
si la llega a tocar la mano viva.
3
Mano mejor que la mano de orfeo,
mano que la presumo y no la creo,
4
para traer la eurídice dormida
hasta la superficie de la vida.



Alfonso Reyes

la señal funesta

-- de Alfonso Reyes --

i
si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;
si otro juzga que cobro el dividendo
del tesoro invertido, y asegura
que vivo de mi propia sinecura
y sólo de mis hábitos dependo,
cítalos a la nueva primavera
que ha de traer retoños, de manera
que a los frutos de ayer pongan olvido;
pero si sabes que cerré los ojos
al desafío de unos labios rojos,
entonces puedes darme por perdido.

Ii
sin olvidar un punto la paciencia
y la resignación del hortelano,
a cada hora doy la diligencia
que pide mi comercio cotidiano.
Como nunca sentí la diferencia
de lo que pierdo ni de lo que gano,
siembro sin flojedad ni vehemencia
en el surco trazado por mi mano.
Mientras llega la hora señalada,
el brote guardo, cuido del injerto,
el tallo alzo de la flor amada,
arranco la cizaña de mi huerto,
y cuando suelte el puño del azada
sin preguntarlo me daréis por muerto.



Anónimo

Romance de la muerte del conde de Niebla

-- de Anónimo --

-Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me querais dar
de aquese conde de Niebla,
don Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros,
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre,
o don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
-Ningún grande ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
Mas es muerto un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes a los moros
en cuán poco vos ternán,
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír sólo su nombre,
por se oír sólo llamar.
Tornó en un batel pequeño
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor, los brocados,
no querades más solaz.
El rey oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó traer su hijo,
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fue a titular.



Miguel Unamuno

Ateísmo

-- de Miguel Unamuno --

Cómoda acusación la de ateísmo
para traer á un simple al estricote,
mas ello se reduce á un mero mote
que es el de Dios un insondable abismo.

En que todo es al cabo uno y lo mismo
y no hay por tanto quien de él agote
contrasentidos; en un pasmarote
hánosle convertido el catecismo.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 92

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Por olvidar la coyta, tristesa, et pesar
rogué a la mi vieja, que me quisiese casar:
fabló con una mora, non la quiso escuchar;
ella fiso buen seso, yo fis' mucho cantar.
Dixo trotaconventos a la mora por mí:
«ya amiga, ya amiga ¿quánto ha que non vos vi?
non es quien ver vos pueda ¿cómo sodes ansí?
salúdavos amor nuevo». Dixo la mora: «ysnedri.»
«Fija, mucho vos saluda uno, que es de alcalá,
envíavos una çidra con aqueste albalá,
el criador es convusco, que d'esto tal mucho ha,
tomaldo, fija señora.» Dixo la mora: «le alá.»
«Fija, si el criador vos dé pas con salud,
que non gelo desdeñedes, pues que más traer non pud',
aducho bueno vos adugo, fabladme a laúd,
non vaya de vos tan muda.» Dixo la mora: «asaút.»
Desque vido la vieja, que non recabda y,
dis': «quanto vos he dicho bien tanto me perdí,
pues que ál non me desides, quiérome ir de aquí.»
Cabeçeó la mora, díxole: «amxy, amxy.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
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Evaristo Carriego

Mambrú se fue a la guerra

-- de Evaristo Carriego --

— «Mambrú se fué a la guerra...» — ¡Vamos, linda ve-
¿Con su ronga catanga los chicos de la acera ciña
te harán llorar, ahora? No seas sensiblera
y piensa que esta noche de verano es divina

y hay luna, mucha luna. ¡Todo por esa racha
de recuerdos que llegan sin traer al causante!
¡Todo por el veleta que fué novio o amante
allá, en tus más lejanas locuras de muchacha!

¡Qué nunca en tantos años se te oyera una queja
y te aflijas ahora, cuando eres casi vieja,
por quien, al fin y al cabo, ¿dónde está, si es que está?

Seamos muchachitos... Empecemos el canto
sin que te ponga fea, como hace poco, el llanto:
— «Mambrú se fué a la guerra, Mambrú no volverá!»



José Cadalso

con motivo de haber encontrado en salamanca un nuevo poeta de exquisito gusto, particularmente en las composiciones tiernas

-- de José Cadalso --

Ya no verán, ¡oh tormes!,
tus áridas orillas
los manes de galeno
y del estagirita.
Alza la anciana frente
tanto tiempo oprimida,
y esparce por el campo
desde hoy jovial la vista.
¿No ves como se acercan
con música festiva
a tus arenas sacras
el gusto y la alegría?
en torno de ellas vuelan
los juegos y las risas,
cerca vienen las musas,
del gran febo seguidas.
En medio de aquel coro,
¿no ves cómo camina
un joven, de quien tiene
ganímedes envidia?
¿no escuchas que al acento
de su süave lira
las nueve musas cantan
y el verde prado pisan?
para adornar sus sienes
y cabellos, que brillan
más que el oro, tributo
de las lejanas indias,
tejiendo van guirnaldas;
y de flora las ninfas,
para traer las flores,
van y vienen a prisa.
Pues ese mismo joven
es por quien tus orillas
verán llegar las gracias,
el gusto y la alegría,
huyendo de sus voces
y célica armonía
los manes de galeno
y del estagirita.



Rubén Darío

cantos de vida y esperanza x

-- de Rubén Darío --

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo este.
¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?
se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, señor jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
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