Buscar Poemas con Torbellino


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra torbellino

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Amado Nervo

El torbellino

-- de Amado Nervo --

»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;

»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;

»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.

»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?

»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;

»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,

»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»

Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,

Y clamé, después de oír
«¡Oh mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»

Poema El torbellino de Amado Nervo con fondo de libro

Octavio Paz

sonetos v

-- de Octavio Paz --

Sonetos - v
cielo que gira y nube no asentada
sino en la danza de la luz huidiza,
cuerpos que brotan como la sonrisa
de la luz en la playa no pisada.
¡Qué fértil sed bajo tu luz gozada!,
¡qué tierna voluntad de nube y brisa
en torbellino puro nos realiza
y mueve en danza nuestra sangre atada!
vértigo inmóvil, avidez primera,
aire de amor que nos exalta y libra:
danzan los cuerpos su quietud ociosa,
danzan su propia muerte venidera,
arco de un solo son en el que vibra
nuestra anudada desnudez gozosa.

Poema sonetos   v de Octavio Paz con fondo de libro

Rafael Carvajal

Impresión a la vista del mar

-- de Rafael Carvajal --

Infeliz y entregado al torbellino
de tristes pensamientos viome el cielo,
sin patria, sin amigos, sin consuelo
y postrado al rigor de mi destino.

Vagando, como suele, de contino,
quien la copa bebió de la amargura,
mi vista se extendió por la llanura,
que no tiene ni huella ni camino.

¡Era el mar! y su aspecto majestuoso
largo tiempo detúvome absorbido
en éxtasis profundo, misterioso.

¡Era el mar! que agitado por los vientos
mi suerte retrataba enfurecido
o, en su calma, mis tristes pensamientos.

Poema Impresión a la vista del mar de Rafael Carvajal con fondo de libro

Gabriel García Moreno

A la patria (García Moreno)

-- de Gabriel García Moreno --

Patria adorada, que el fatal destino
en fácil presa a la ambición condena;
donde en eterno, oscuro torbellino,
el huracán del mal se desenfrena:

¡ay! ¿para ti no guarda el Ser Divino
alguna aurora sin dolor serena,
alguna flor que adorne tu camino,
alguna estrella de esperanza llena?

Si dicha y paz propicio te reserva,
que su potente mano te liberte 1
del férreo yugo de ambición proterva;

o si no, que los rayos de la muerte
mi pecho hieran, antes que, vil sierva,
pueda infeliz encadenada verte.



Gerardo Diego

la sombra del nogal

-- de Gerardo Diego --

La sombra del nogal
homenaje a vicente aleixandre.
La sombra del nogal es peligrosa
tupido en el octubre como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces
por las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van sucidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable
pero ¿quién pasa quién posa?
¿de quién los pies piadosos redentores?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Al destino

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y otra la fatal cadena,
Y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
A tornar siempre al cautiverio rudo,
Y yo obediente acudo,
Restaurando eslabones
Que cada vez más rígidos me oprimen;
Pues del yugo fatal no me redimen
De mi altivez postreras convulsiones.

¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja seca al raudo torbellino
Que la arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa falaz que hoy me concedes.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego encienden las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!



Al propio asunto

-- de El Solitario --

Un cachidiablo toro, el vil Patillas,
a un alma salva atájale el camino,
tizón en asta, en furia torbellino,
por ojos y narices cuatro hornillas.

El aire troncha en átomos y astillas,
según derrota en fiero desatino,
mas el genio tremola en blanco lino,
con púrpuras orladas las orillas.

Gallea a lo galán de arrastre y vuelo,
y Patillas con él un rudo topo;
lo tronza, lo quebranta y rinde al suelo.

«Cáscaras -dijo el diablo alzando el hopo-,
este es Montes, me cuco y vaya al cielo,
que temo más su capa que un hisopo.»



Antonio Machado

A un olmo seco

-- de Antonio Machado --

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas, de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Soria 1912



Antonio Machado

Coplas mundanas

-- de Antonio Machado --

Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
Sin placer y sin fortuna,
pasó como una quimera
mi juventud, la primera...,
La sola, no hay más que una;
la de dentro es la de fuera.
Pasó como un torbellino,
bohemia y aborrascada,
harta de coplas y vino,
mi juventud bien amada.
Y hoy miro a las galerías
del recuerdo, para hacer
aleluyas de elegías
desconsoladas de ayer.
¡Adiós, lágrimas cantoras,
lágrimas que alegremente
brotabais, como en la fuente
las limpias aguas sonoras!
¡Buenas lágrimas vertidas
por un amor juvenil,
cual frescas lluvias caídas
sobre los campos de abril!
No canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena;
sanamos del mal de amor
que sabe llorar sin pena.
Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.



Rosalía de Castro

Viéndome perseguido por la alondra

-- de Rosalía de Castro --

Viéndome perseguido por la alondra
Que en su rápido vuelo
Arrebatarme quiso en su piquillo
Para dar alimento a sus polluelos,

Yo, diminuto insecto de alas de oro,
Refugio hallé en el cáliz de una rosa,
Y allí viví dichoso desde el alba
Hasta la nueva aurora.

Mas aunque era tan fresca y perfumada
La rosa, como yo no encontró abrigo
Contra el viento, que alzándose en el bosque
Arrastróla en revuelto torbellino.

Y rodamos los dos en fango envueltos
Para ya nunca levantarse ella,
Y yo para llorar eternamente
Mi amor primero y mi ilusión postrera.



Miguel Unamuno

Al toque de oración

-- de Miguel Unamuno --

Campanas que al pasado que no pasa
le dais lengua de bronce, peregrino
que una vida descanso aquí, en mi casa,
os oigo me llamáis; de mi camino

vuelvo la vista al cielo donde abrasa
á las nubes el sol y allí adivino
lo que antes de ser fuí, cuando mi masa
era parte del igneo torbellino.



Francisco Sosa Escalante

La caída de las hojas (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cayendo están las hojas; por el suelo
Las arrastra impetuoso torbellino;
Perdió la selva su esplendor divino,
Sus nubes de oro nuestro limpio cielo.

En las ramas del árbol no su duelo
Lamenta el ave en armonioso trino,
Ni halla sombra el viandante en su camino,
Ni hay para el pecho bienhechor consuelo.

Tristeza nada más! el alma mía
Al ver marchitas las hermosas flores
Que grata primavera ayer vestía,

Recuerda que así pasan los amores
Dejando solo la memoria impía
Del goce disfrutado en dias mejores.



José Martí

es rubia: el cabello suelto

-- de José Martí --

xvii
es rubia: el cabello suelto
da más luz al ojo moro:
voy, desde entonces, envuelto
en un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
más ágil por la flor nueva,
no dice, como antes, «tumba»:
«eva» dice: todo es «eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
raudal de la catarata:
¡y brilla el iris, tendido
sobre las hojas de plata!
miro, ceñudo, la agreste
pompa del monte irritado:
¡y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado!
voy, por el bosque, a paseo
a la laguna vecina:
y entre las ramas la veo,
y por el agua camina.
La serpiente del jardín
silba, escupe, y se resbala
por su agujero: el clarín
me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
donde vibra el universo:
vengo del sol, y al sol voy:
soy el amor: soy el verso!



Carlos Guido y Spano

Hojas al viento

-- de Carlos Guido y Spano --

¡Allá van! son hojas sueltas
De un árbol escaso en fruto;
Humildísimo tributo
Que da al mundo un corazón.

Allá van, secas, revueltas
En confuso torbellino,
Sin aroma, sin destino,
A merced del aquilón.

Esas hojas los ensueños
De la vida simbolizan,
Cuando puros divinizan,
La ventura o el afán;

Son emblemas de risueños
Devaneos que en su aurora
La ilusión virgen colora,
¡Y que nunca ¡ay! volverán!

¡Hojas mustias y sombrías!
ya las ramas que adornaron,
Tristemente se doblaron;
El pampero sopló allí.

Las agrestes armonías
Que otro tiempo al aire dieron,
De la tarde se perdieron
En la bruma carmesí.

Allá van, sí, desprendidas
Por las ráfagas de otoño.
Sin que dejen ni un retoño
En su tránsito fugaz;

¡Pobres hojas esparcidas,
Por el viento arrebatadas,
de las vegas encantadas
A que dieron sombra y paz!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de llamas

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.

¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!

lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.



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