Buscar Poemas con Tanto


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 89 poemas con la palabra tanto

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Nicolás Guillén

mulata...

-- de Nicolás Guillén --

Ya yo me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que yo tengo la narise
como nudo de cobbata.
Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca é bien grande,
y tu pasa, colorá.
Tanto tren con tu cueppo,
tanto tren;
tanto tren con tu boca,
tanto tren;
tanto tren con tu sojo,
tanto tren.
Si tú supiera, mulata,
la veddá;
¡que yo con mi negra tengo,
y no te quiero pa na!

Poema mulata... de Nicolás Guillén con fondo de libro

San Juan de la Cruz

Otras del mismo a lo divino

-- de San Juan de la Cruz --

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

1. Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

2. Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

3. Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

4. Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Poema Otras del mismo a lo divino de San Juan de la Cruz con fondo de libro

Juana de Ibarbourou

despecho

-- de Juana de Ibarbourou --

¡ah, qué estoy cansada! me he reido tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, qué estoy cansada! déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿cuándo más alegre que ahora me viste?

¡mentira! no tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reirme tanto...

Poema despecho de Juana de Ibarbourou con fondo de libro

Fernando de Herrera

Ardientes hebras do se ilustra el oro

-- de Fernando de Herrera --

Ardientes hebras do se ilustra el oro,
de celestial ambrosía rociado
tanto mi gloria sois y mi cuidado
cuanto sois del amor mayor tesoro,

luces que al estrellado y alto coro
prestáis el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos más estimado
tanto humildemente os honro más y adoro.

Purpúreas rosas, perlas de Oriente,
marfil terso y angélica armonía,
cuanto os contemplo tanto en vos me inflamo

y cuanta pena el alma por vos siente
tanto es mayor valor y gloria mía,
y tanto os temo cuanto más os amo.



Francisco de Aldana

Reconocimiento de la vanidad del mundo

-- de Francisco de Aldana --

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto variar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh, Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 58

-- de Francisco de Quevedo --

Tras arder siempre, nunca consumirme;
y tras siempre llorar, nunca acabarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme;
y tras siempre vivir, jamás morirme;
después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme;
y tras tanto dolor, nunca reírme;
en tantos laberintos, no perderme,
ni haber, tras tanto olvido, recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?
antes muerto estaré que escarmentado:
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.



Miguel Hernández

24

-- de Miguel Hernández --

24
fatiga tanto andar sobre la arena
descorazonadora de un desierto,
tanto vivir en la ciudad de un puerto
si el corazón de barcos no se llena.
Angustia tanto el son de la sirena
oído siempre en un anclado huerto,
tanto la campanada por el muerto
que en el otoño y en la sangre suena,
que un dulce tiburón, que una manada
de inofensivos cuernos recentales,
habitándome días, meses y años,
ilustran mi garganta y mi mirada
de sollozos de todos los metales
y de fieras de todos los tamaños.



Carolina Coronado

no hay reina querida tanto como tú

-- de Carolina Coronado --

Flor del mediodía, hermosa y lozana
semilla temprana, germen de virtud,
madre venturosa, alma bendecida,
no hay reina querida tanto como tú.
De reinas hermosas el trono fecundo
ostenta en el mundo gloria y juventud,
mas nunca en la historia la reina elegida
ha sido querida tanto como tú.
Cien reinas nacieron de regias matronas,
de aquellas coronas deslumbra la luz,
pero de tu seno la niña nacida
sólo fue querida tanto como tú.



Roberto Juarroz

tú no tienes nombre

-- de Roberto Juarroz --

Tú no tienes nombre.
Tal vez nada lo tenga.
Pero hay tanto humo repartido en el mundo,
tanta lluvia inmóvil,
tanto hombre que no puede nacer,
tanto llanto horizontal,
tanto cementerio arrinconado,
tanta ropa muerta
y la soledad ocupa tanta gente,
que el nombre que no tienes me acompaña
y el nombre que nada tiene crea un sitio
en donde está de más la soledad.



Lope de Vega

¿Quién sino yo tan ciego hubiera sido

-- de Lope de Vega --

¿Quién sino yo tan ciego hubiera sido,
que no viera la luz? ¿Quién aguardara
a que con tantas voces le llamara
aquel despertador de tanto olvido?
¿Quién sino yo por el abril florido
de caduco laurel se coronara,
y la opinión mortal solicitara
con tanto tiempo, en tanto error perdido?
¿Quién sino yo tan atrevido fuera
que descolgara de Sión la lira,
y al babilonio vil música diera?
¿Y quién, sino quien es verdad, la ira
templara en mí, porque al morir dijera
que toda mi esperanza fue mentira?



Lope de Vega

Quiero escribir y el llanto no me deja

-- de Lope de Vega --

Quiero escribir, y el llanto no me deja;
pruebo a llorar, y no descanso tanto;
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto:
todo me impide el bien, todo me aqueja.
Si el llanto dura, el alma se me queja;
si el escribir, mis ojos; y si en tanto
por muerte o por consuelo me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja.
Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra
el centro deste pecho que enciende
le di (si en tanto bien pudieres verte)
que haga de mis lágrimas la letra,
pues ya que no lo siente, bien entiende:
que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.



César Vallejo

Dios(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás..., Tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.



César Vallejo

dios

-- de César Vallejo --

Siento a dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, orfandad...
Pero yo siento a dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.
Oh, dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil creación.
Y tú, cuál llorarás..., Tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre.
Debe dolerte mucho el corazón.



César Vallejo

Dios (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás..., Tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.



Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y azucena

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Gutierre de Cetina

mientra el fiero dolor de su tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Con mayor soledad vandalio llora,
con voz de su morir denunciadora
dijo triste, lloroso y descontento:
«¡oh gloria de estas selvas y ornamento,
sombras que tanto ardor templáis agora!
¡oh tú, eco, perpetua habitadora
del bosque que este llanto escucha atento!
»quédese para vos sola guardado
mi tan secreto bien, mi buena suerte,
que tanto me costó por no mostralle.
»Y si tanto favor me niega el hado,
ya que a alguno contar queráis mi muerte,
dígase sólo el mal, el bien se calle».



Humberto Megget

Yo mi sobretodo verde

-- de Humberto Megget --

Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
yo en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mii inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.



Vicente García de la Huerta

La firmeza de Filis desarma la envidia

-- de Vicente García de la Huerta --

La envidia con su aliento venenoso,
Filis, pretende emponzoñar mi gusto,
haciéndome vivir con tanto susto
que no alcanza consuelo ni reposo.

Mas, quien a ser llegó tan venturoso
que mereció tu amor no fuera justo
que tanto bien gozase sin disgusto,
ni sin tanta pensión fuese dichoso.

Tanto bien es, mi bien, ser de ti amado
que mereciera ser aborrecido,
si pudiera extrañar ser envidiado.

Vengan envidias pues, calumnias pido,
promuevan maliciosos mi cuidado,
que yo en lo firme de mi bien descuido.



Marilina Rébora

vértigo

-- de Marilina Rébora --

Vértigo
¿y esta melancolía? ¿por qué tanto abandono
si no hay una razón o por lo menos nueva,
si no existen rencores ni nos muerde el encono?
¿de qué ese sentimiento que al ánimo subleva?
¿a qué causa atribuir tan ciego pesimismo?
¿qué motivo encontrar a esta tenaz congoja
si son nuestros estados un puro fatalismo?
¿qué es, por fin, lo que al alma tanto y tanto la enoja?
la ansiedad de vivir en vértigo, de prisa,
exacerba la mente a punto culminante,
ya que ante el tiempo escaso en todo se improvisa
y el destino de un ser se juega en un instante.
Y es eso lo que al cabo del día nos aplasta
para cuyo consuelo la oración sólo basta.



Mario Benedetti

sólo mientras tanto

-- de Mario Benedetti --

Vuelves, día de siempre,
rompiendo el aire justamente donde
el aire había crecido como muros.
Pero nos iluminas brutalmente
y en la sencilla náusea de tu claridad
sabemos cuándo se nos caerán los ojos,
el corazón, la piel de los recuerdos.
Claro, mientras tanto
hay oraciones, hay pétalos, hay ríos,
hay la ternura como un viento húmedo.
Sólo mientras tanto.



Juan Ramón Jiménez

ese día, ese día

-- de Juan Ramón Jiménez --

En que yo mire el mar los dos tranquilos,
confiado a él; toda mi alma
vaciada ya por mí en la obra plena
segura para siempre, como un árbol grande,
en la costa del mundo;
con la seguridad de copa y de raíz
del gran trabajo hecho!
¡ese día, en que sea
navegar descansar, porque haya yo
trabajado en mí tanto, tanto, tanto!
¡ese día, ese día
en que la muerte ¡negras olas! ya no me corteje
y yo sonría ya, sin fin, a todo,
porque sea tan poco, huesos míos,
lo que le haya dejado yo de mí!



Roberto Juarroz

hemos amado juntos tantas cosas

-- de Roberto Juarroz --

Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.
Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos andado tanto sin movernos
que los viajes ahora se descuelgan
como abrigos inútiles.
Movimiento y quietud se han desunido
como grados de dos temperaturas.
Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos substitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.



Alejandra Pizarnik

la enamorada

-- de Alejandra Pizarnik --

Esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.

Hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!



Amado Nervo

tanto amor

-- de Amado Nervo --

Hay tanto amor en mi alma que no queda
ni el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde quieres que ponga los rencores
que tus vilezas engendrar podrían?
impasible no soy: todo lo siento,
lo sufro todo... Pero como el niño
a quien hacen llorar, en cuanto mira
un juguete delante de sus ojos
se consuela, sonríe,
y las ávidas manos
tiende hacia él sin recordar la pena,
así yo, ante el divino panorama
de mi idea, ante lo inenarrable
de mi amor infinito,
no siento ni el maligno alfilerazo
ni la cruel afilada
ironía, ni escucho la sarcástica
risa. Todo lo olvido,
porque soy sólo corazón, soy ojos
no más, para asomarme a la ventana
y ver pasar el inefable ensueño,
vestido de violeta,
y con toda la luz de la mañana,
de sus ojos divinos en la quieta
limpidez de la fontana...



Lope de Vega

Cuando lo que he de ser me considero

-- de Lope de Vega --

Cuando lo que he de ser me considero,
¿cómo de mi bajeza me levanto?
Y si de imaginarme tal me espanto,
¿por qué me desvanezco y me prefiero?
¿Qué solicito, qué pretendo y quiero,
siendo guerra el vivir y el nacer llanto?
¿Por qué este polvo vil estimo en tanto,
si dél tan presto dividirme espero?
Si en casa que se deja, nadie gasta,
pues pierde lo que en ella se reparte,
¿qué loco engaño mi quietud contrasta?
Vida breve y mortal, dejad el arte:
que a quien se ha de partir tan presto, basta
lo necesario, en tanto que se parte.



Lope de Vega

Del corazón los ojos ofendidos

-- de Lope de Vega --

Del corazón los ojos ofendidos
hacen batalla sobre cuál me mata.
El corazón con agua los maltrata,
que los quiere cegar por atrevidos.

Los ojos, por quien entran encendidos
espíritus de amor, que amor dilata,
dan fuego al corazón porque los trata
con tanto mal, en tanto bien perdidos.

Ojos, si el corazón con llanto os ciega,
corazón, si los ojos con el fuego,
un contrario abrasado, y otro frío,

sin duda que mi fin de acerca y llega,
que no puede durar ni hallar sosiego
reino tan dividido como el mío.



Lope de Vega

En tanto que deshace el claro Apolo

-- de Lope de Vega --

En tanto que deshace el claro Apolo
de la sierra de Béjar la alta cumbre,
y por Gibraleón su menor lumbre
pasa por nuestro mar al otro polo;

y mientras sobre el oro de Pactolo
su líquido cristal Tormes encubre,
y de Atlante la excelsa pesadumbre
oprime el hombro, que sustenta solo:

con mil despojos, armas y laureles,
después que otro Virgilio Eneidas cante
del gran Sotomayor de Benalcázar,

con nuevo timbre y nuevos coroneles
vuestro nombre con letras de diamante
pondrá la fama en su dorado alcázar.



Lope de Vega

Fugitivo cristal, el curso enfrena

-- de Lope de Vega --

Fugitivo cristal, el curso enfrena
en tanto que te cuento mis pesares;
pero ¿cómo te digo que te pares,
si lloro y creces por la blanda arena?

Ya de la sierra que de nieves llena
te da principio humilde Manzanares,
por dar luz al que tiene tantos mares,
mi sol hizo su ocaso en la Morena.

Ya del Betis la orilla verde adorna
en otro bosque de árboles desnudos,
que en aire dan por fruto plata en barras.

Yo, triste, en tanto que a tu margen torna,
de aquestos olmos, a mis quejas mudos,
nidos deshago y desenlazo parras.



Lope de Vega

¡Oh quién te amara, dulce vida mía

-- de Lope de Vega --

¡Oh quién te amara, dulce vida mía,
como mereces tú que yo te amara!.
Pero infinito amor, ¿donde se hallara,
que a tu infinito ser correspondía?
Amemos, alma, amemos a porfía,
con infinito amor, con fe tan rara,
que de él saldrá el amor, pues en él para,
y nunca ha dado por Raquel a Lía.
¿Por qué te olvido yo, si tu amor muere
de amor por mí, si tú me das la vida?
¿Qué tiempo es bien, que para amarse espere?
¿Mas quién habrá que la distancia mida,
pues nadie como tú tanto me quiere,
y nadie como yo tanto te olvida?



Lope de Vega

Si es tanta gloria estar a los umbrales

-- de Lope de Vega --

Si es tanta gloria estar a los umbrales
de tu puerta, mi Dios, el estar dentro
¿cómo será, pues en tan alto centro
se deben gozar las celestiales
Yo estoy entre los términos mortales
con tanto bien, que me parece que entro,
sino que al cuerpo en el camino encuentro
cargado de estorbos desiguales.
Miro por los resquicios los dichosos
que caminan a Ti perdido el miedo
a los trances del mundo peligrosos.
Y como caminar tanto no puedo,
baño en llanto mis ojos envidiosos
de ver que van delante y yo me quedo.



Alto estoy, tanto que me niega el velo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Alto estoy, tanto que me niega el velo
pardo el suelo a mis ojos, por airado,
en mirar que por nubes le he trocado
o porque niega, en fin, humano cielo.

Águila en vista fui, águila en vuelo,
mas como ajena salas he volado
temo me falten: miro que han parado
en ejemplos, mis émulos, del suelo.

Desprecio, altivos, dieron a su suerte,
al tiempo, a la fortuna: si han caído,
sus manos dieron puertas al mal suyo.

Conozco mi verdad, merezco acierte.
¡Desdicha, si me humillas, habrá sido
no por mi mal o culpa: por ser tuyo!



Luis Cernuda

adolescente fui en días idénticos a nubes,

-- de Luis Cernuda --

Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



Luis Gálvez de Montalvo

Si a tanto llega el dolor

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si á tanto llega el dolor
De sospechas y recelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Dolor que siempre está verde,
Aunque vos mas no os sequeis,
Y adonde quiera que esteis,
Veis presente á quien os muerte:
Mal que para su rigor
Se conjurar hoy los cielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Pues derriba una sospecha
La vida mas poderosa,
Y una presunción celos
Deja una gloria deshecha,
Y á fuerza de su furor
Se aborrecen los consuelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

No valen fuerzas ni mañas
Contra mal tan inhumano,
Porque el hambriento gusano
Que se ceba en las entrañas
Alli vierte á su sabor
Sus centellas y sus hielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Si de este diente tocado
Debe un corazon rabiar,
Nadie lo podrá juzgar
Sino aquel que lo ha probado.
Yo que en medio del favor
Gusté tan enormes duelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.



Luis Gálvez de Montalvo

Si tanto gana, pastora

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si tanto gana, pastora,
Quien mira tus ojos bellos,
¿Qué hara el mirado dellos?
Entre mirarse y mirar
La ventaja es conocida,
Como de buscar la vida,
A venir ella á buscar.
No le queda que hallar
A aquel que merece vellos,
Sino ser mirado dellos.
Aunque en su luz sin igual
No puede haber competencia,
Por oficio hay diferencia
De mas, y menos caudal;
Que si el medio principal
Del deseo es conocellos,
El fin ser mirado dellos.



Líber Falco

Deseo (Falco)

-- de Líber Falco --

A veces quisiera uno
sin días que lo nombren,
perderse, camino hacia el olvido.
Porque para qué alumbra el día
si tantas muecas de los hombres,
como un mapa de angustias
e indescifrables signos
de mariposas muertas,
giran sin término.

También quisiera uno,
luego de tanto y tanto
amor al aire,
que un árbol se recline
a bebernos la frente



Jorge Debravo

hombre

-- de Jorge Debravo --

Soy hombre , he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.
No pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan, casa...

Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.



Jorge Manrique

canción quien tanto veros desea

-- de Jorge Manrique --

I
quien tanto veros desea,
señora, sin conoceros,
¿qué hará después que os vea,
cuando no pudiere veros?
ii
gran temor tiene mi vida
de mirar vuestra presencia,
pues amor en vuestra ausencia
me hirió de tal herida;
aunque peligrosa sea,
deliro de conoceros,
y si muero porque os vea,
mi victoria será veros.



Jorge Riechmann

8

-- de Jorge Riechmann --

Renuncia al centro.
El sol succiona la sangre de los muertos; la acuña
en monedas de luz con que engaña a los vivos.
La gran ciudad diluye tanto el sueño
que éste deja de reparar fuerzas y purificar el sudor;
en la gran ciudad el pan supura arena;
los ojos de las mujeres se vidrian de mudez.
Renuncia al centro.
Un punto que no existe imanta todas las miradas:
mientras tanto se siegan cuerpos
los árboles pierden la memoria
las parturientas mastican cristal.
Renuncia al centro.
Puedes buscar las manos fértiles de los ancianos
las manos inventoras de los niños
el gozoso misterio en las manos de tus hermanos y hermanas:
renuncia al centro.



Jorge Riechmann

24

-- de Jorge Riechmann --

Unos pocos hacen historia:
los más la sufren.
De tanto en tanto quienes sufren la historia
tras sufrir demasiado
se exasperan, y eruptivamente
se echan a la calle a hacer historia:
son días de grandes borracheras
grandes carnicerías
grandes revoluciones.
Días que son horas y luego son minutos.
Después, quienes hacen historia
recuperan las posiciones
desde las que pueden hacer historia.
¿A ti qué te parece:
podemos desuncirnos de esta noria?



César Vallejo

Masa

-- de César Vallejo --

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar...

Regresar a España, aparta de mí este cáliz (1939)


Anterior

Siguiente



Dulce María Loynaz

el perdedor

-- de Dulce María Loynaz --

Has perdido jugando una canción:

yo te la iré a buscar junto a la fuente
donde el agua es más honda y el sopor
más largo...
Hoy la devolveré a tu pecho ardiente
hecha sombra... ¡O hecha sol!

has perdido jugando tu mejor
perla, la que era un coágulo de aurora,
la llamada alba triste:
no llores por tu perla, perdedor...
Yo te la buscaré hora tras hora,
guijarro tras guijarro y flor tras flor...

Has perdido-jugando...-El resplandor
de una estrella: ¡has perdido hasta una estrella!
y hasta una estrella he de encontrarte yo...

Tanto puedo por ti, tanto... Voy a seguir la huella
sobre el mar de una estrella
que se perdió...

Has perdido jugando un gran amor...



Oliverio Girondo

yolleo

-- de Oliverio Girondo --

Yolleo
eh vos
tatacombo
soy yo

no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollandosiempre
por qué
si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
y hasta cuándo



Pablo Neruda

establecimientos nocturnos

-- de Pablo Neruda --

Difícilmente llamo a la realidad, como el perro, ytambién aúllo. Cómo amaría establecer eldiálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa, describirlos acordeones, celebrar mi musa desnuda y enroscada a mi cintura deasalto y resistencia. Así es mi cintura, mi cuerpo en general,una lucha despierta y larga, y mis riñones escuchan.
Oh dios, cuántas ranas habituadas a la noche, silbando yroncando con gargantas de seres humanos a los cuarenta años, yqué angosta y sideral es la curva que hasta lo más lejosme rodea! llorarían en mi caso los cantores italianos, losdoctores de astronomía ceñidos por esta alba negra,definidos hasta el corazón por esta aguda espada.
Y luego esa condensación, esa unidad de elementos de la noche,esa suposición puesta detrás de cada cosa, y esefrío tan claramente sostenido por estrellas.
Execración para tanto muerto que no mira, para tanto herido dealcohol o infelicidad, y loor al nochero, al inteligente que soy yo,sobreviviente adorador de los cielos.



Pablo Neruda

a callarse

-- de Pablo Neruda --

Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos.
Sería un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en un inquietud instantánea.
Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.
Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.
No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es sólo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.
Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.
Ahora contaré hasta doce
y tú te callas y me voy.



Pedro Antonio de Alarcón

El fruto de bendición

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Cuántas veces fugaz la Primavera
vistió de flores mil el campo abierto,
hora tornado en árido desierto,
ni sombra ya de lo que en Mayo fuera!

En tanto aquella flor, la flor primera,
logro de afanes en cerrado huerto,
ve trocada el colono en fruto cierto,
de árboles mil semilla duradera.

¡Así la juventud! ¡Así la vida!
La que en vanos placeres se consume,
olvidada a la tarde desfallece:

en tanto que la fiel y recogida
que a un solo amor consagra su perfume,
más allá de la tumba reverdece.



Pedro Calderón de la Barca

Laura

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Qué género de ardor es el que llego
hoy a sentir, que más parece encanto,
pues luciendo tampoco abrasa tanto
y abrasando tan mudo, arde tan ciego?

¿Qué género de llanto es sin sosiego
éste, que a tanto incendio no da espanto,
pues al fuego apagar no puede el llanto,
ni al llanto puede consumir el fuego?

Donde materia no hay, no se da llama.
Mas ¡ay! que sin materia en el abismo
una y otra aprensión es quien la inflama.

Luego cierto será este silogismo:
si fuego de aprensión tiene quien ama,
amor y infierno todo es uno mismo.



Pedro Calderón de la Barca

Soneto a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Los campos de Madrid, Isidro santo,
emulación divina son del cielo,
pues humildes los ángeles su suelo
tanto celebran y veneran tanto.

Celestes labradores, en cuanto
son amorosa voz, con santo celo
vos enviáis en angélico consuelo
dulce oración, que fertiliza el llanto.

Dichoso agricultor, en quien se encierra
cosecha de tan fértiles despojos,
que divino y humano os da tributo,

no receléis el fruto de la tierra,
pues cogerán del cielo vuestros ojos,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.



Pedro Salinas

el contemplado

-- de Pedro Salinas --

Tema
de mirarte tanto y tanto,
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
contemplado!



Rafael de León

centinela de amor

-- de Rafael de León --

Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

un día me dijiste: -no te quiero...
Y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.



José Tomás de Cuellar

Attila

-- de José Tomás de Cuellar --

CRUEL, que á todo tu poder domeñas,
Rudo salvaje de mirada ardiente,
Bravo león de fuerza prepotente
Que tus uñas afilas en las peñas:

Tanto en el crimen sin cesar te empeñas.
Tanto es terrible tu furor rujiente
Que huye temblando la azorada gente
Si tus dientes agudos les enseñas.

Contemplando tu encono irresistible
Te demandan el fin de la jornada:
Tronchas la yerba que tu planta mueve

Con la sangre de víctima mojada
Y... «¡Vamos!» les respondes impasible
«A donde la ira del Señor me lleve.»



Juan Boscán

Ha tanto ya que mi desdicha dura

-- de Juan Boscán --

SONETO LIV

Ha tanto ya que mi desdicha dura,
que en esto solo tuve mi esperanza;
esperé de fortuna su mudanza,
que por mí no negara su natura.

Entendióme, yo pienso, la ventura,
y ha tornado al revés mi confianza;
que por tenerme siempre so la lanza,
firme se ha hecho, y de su ser no cura.

Para bien destruirme, se destruye;
deja de ser, por ser contra mí fuerte;
sus leyes naturales en mí vence.

Pensé do no hay razón, que hubiera suerte;
agora sé que el mundo ya me huye;
y es fuerza que otro mundo se comience.



Juan de Arguijo

Ariadna

-- de Juan de Arguijo --

«¿A quién me quejaré del cruel engaño,
Arboles mudos, en mi triste duelo?
¡Sordo mar! ¡Tierra extraña! ¡Nuevo cielo!
¡Fingido amor! ¡Costoso desengaño!

»Huyó el pérfido autor de tanto daño,
Y quedé sola en peregrino suelo,
Do no espero á mis lágrimas consuelo;
Que no permite alivio mal tamaño.

»Dioses, si entre vosotros hizo alguno
De un desamor ingrato amarga prueba,
Vengadme, os ruego, del traidor Teseo.»

Tal se queja Ariadna en importuno
Lamento al cielo, y entre tanto lleva
El mar su llanto, el viento su deseo.



Garcilaso de la Vega

SONETO I

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Garcilaso de la Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Garcilaso de la Vega)

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Garcilaso de la Vega

No pierda más quien ha tanto perdido

-- de Garcilaso de la Vega --

No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.



Garcilaso de la Vega

Si quejas y lamentos pueden tanto

-- de Garcilaso de la Vega --

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.



Tan alegres sentimientos

-- de Gaspar Gil Polo --

Tan alegres sentimientos
Recibo, que no me espanto
Si cuesta dos mil tormentos,
Un placer que vale tanto.

Yo aguardé, y el bien tardó,
Mas cuando el alma lo alcanza,
Con su deleite pagó
Mi aguardar y su tardanza.

Vengas las penas á cuentos;
No hago caso del llanto
Si ma dan por mil tormentos
Un placer que vale tanto.



Gutierre de Cetina

si os amo, si os he amado y si he de amaros

-- de Gutierre de Cetina --

Más que es o fue mujer ni será amada,
no me lo agradezcáis, ni os pido nada,
ni vale el ardor mío para obligaros.
Aquel que tantas partes quiso daros
cubiertas de beldad tan extremada,
a solo aquel podéis ser obligada
que puso tanto en vos para adoraros.
No pudo yo llamarme en esto a engaño:
muy claro vi el camino de perderme,
tanto que agora me paresce extraño.
Lo que vos no podéis negar deberme
es que entendí al principio el desengaño
y no quise, aunque pude, defenderme.



Gutierre de Cetina

respuesta de vandalio [a cariteo]

-- de Gutierre de Cetina --

Ni la fuerza del mal, ¡oh cariteo!,
ni estar lejos del bien desposeído,
ni la mente, verdugo del sentido
cuando más apretada es del deseo,
atormenta tu alma, a lo que creo,
tanto, aunque tanto lo has encarecido,
que si te acuerdas quién la causa ha sido
no juzgues tu llorar por caso feo.
Consuélate, ¡oh pastor tan venturoso!,
pues que éstas del amor solas las flores
y sólo el ser ausente te atormenta.
Déjame a mí llorar, que en los amores
un solo recelar fiero, rabioso,
hace que los demás apenas sienta.



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli VII

-- de Gutierre de Cetina --

No es falta de dolor faltarme el llanto,
antes dulce memoria enamorada,
que mientras contemplando está ocupada,
del usado llorar se deja al cuanto.
Estoy de este mi mal pagado tanto
por la gloria que entre él viene mezclada,
que mi propio sentir me desagrada
si la fuerza del mal le causa espanto.
Así viene el dolor a adelgazarse,
así el mal se transforma y se enajena
y hace que del llanto el uso pierda.
Mas ¿quién podrá, señor, desagradarse
del mal que tanto bien causa y ordena,
ni llorar mientra en él piensa y se acuerda?



Gutierre de Cetina

dos sonetos a la muerte de pedro mexía ii

-- de Gutierre de Cetina --

ii
«¿qué pérdida, qué mal, qué sentimiento,
qué voces, qué gemido es el que suena?
¿qué gente, de color, de angustia llena,
llora sobre este triste monumento?»
«aquellas, que con tanto desatiento
muestran señales tristes de su pena,
las musas son, y aquél que el llanto ordena
febo». «Y éste, ¿quién es?» «conocimiento».
«Y la que llora más, ¿quién es?» «españa».
«¿Y aquel que muestra haber perdido tanto
«carlo, cuya inmortal tela tejía».
«¿Quién la tejía, pues?» «¡ay, pena extraña!
lee el verso, que a mí me ahoga el llanto».
Aquí reposa el gran pero mexía.



Gutierre de Cetina

si de una piedra fría enamorado

-- de Gutierre de Cetina --

Pudo pigmalión mover el cielo,
si pudo a tanto ardor poner consuelo
falso espíritu en ella transformado,
siendo retrato vos tan bien sacado
de la mayor beldad que hay en el suelo,
y siendo ante mi ardor el suyo un hielo,
¿por qué no me ha el amor a mí engañado?
¡ay de mí! ¿para qué? ¿qué es lo que pido?
¿si espíritu tuviese esa pintura,
podría mejorarse mi partido?
no, porque en caso tal ¿quién me asegura,
si os hubiese en las mañas parecido
tanto como os parece en la hermosura?



Gutierre de Cetina

de la contemplación del pensamiento

-- de Gutierre de Cetina --

Crece la voluntad mi fantasía;
del dulce imaginar del alma mía
hace el amor en mí firme cimiento;
del pensar nace en mí el contentamiento
que da más viva fuerza a mi porfía;
tanto mi desear las alas cría
cuanto nacen de más conocimiento.
Las partes que de vos esta alma entiende,
mientra que más las voy considerando
mayor ardor al corazón envío:
como fuego que tanto más se enciende
cuanto más leña en él irán echando.
¡Ved, pues, si es inmortal el fuego mío!



Hernando de Acuña

Amor y un gran desdén, que le guerrea

-- de Hernando de Acuña --

Amor y un gran desdén, que le guerrea,
han ya venido a singular combate;
no hay quien entre ellos de concierto trate,
por do fuerza será que el fin se vea.

Mas mi razón vencida, que desea
que el fiero vencedor se desbarate,
para que tanto mal no se dilate,
de nuevo armada, en mi favor pelea.

Ya Amor con dos contrarios se congoja,
y en su poder, do tanto confiaba,
no se asegura ya ni se confía.

Del arco tiene ya la cuerda floja,
ya vuelve las saetas a su aljaba,
ya de mi libertad se acerca el día.



Hernando de Acuña

Como al tiempo al llover aparejado

-- de Hernando de Acuña --

Como al tiempo al llover aparejado
se conforman con él la tierra y viento,
así todo dolor, todo tormento,
halla conformidad en mi cuidado.

Que en tanto el mal de amor es extremado,
en cuanto se parece al que yo siento,
y en tanto es congojoso el pensamiento,
en cuanto con el mío es comparado.

Por do, viendo en cualquiera que padece
dolor conforme por alguna vía,
es fuerza que de entrambos sienta pena.

Así descanso nuca se me ofrece,
que si acaso se alivia el ansia mía,
Amor me la renueva con la ajena.



Salvador Díaz Mirón

Confidencias

-- de Salvador Díaz Mirón --

Una flor por el suelo,
un cielo de hojas empapado en lloro
y encima de ese cielo, el otro cielo
lleno de luna y de brillantes y oro...
Un arroyo que el aura acariciaba;
un banco... Sobre el banco
así, como quien flota, se sentaba;
y vestida de blanco,
bella como un arcángel, me esperaba.
Aún flotan en mis noches de desvelo
con la luz de una luna como aquélla,
el verde y el azul de cielo y cielo,
y aura y arroyo y flor y banco y ella.

¿No te acuerdas, mujer, cuántos delirios
yo me forjaba, junto a ti de hinojos,
al resplandor de los celestes cirios,
al resplandor de tus celestes ojos?
¿Te acuerdas, alma mía?
¡Entonces inocente
me jurabas amor y yo podía
besar tu corazón sobre tu frente!

¡Ayer, unos tras otros,
mil delirios así pude fingirme;
hoy no puede haber nada entre nosotros,
hoy tú vas a casarte... Y yo a morirme!
¡Y tanto sol y porvenir dorado,
tanto cielo soñado,
en una inmensa noche se derrumba!
¡Hoy me dijiste tú: no hay esperanza;
hoy te digo: en paz goza; y, en mi tumba,
mañana me dirás: en paz descansa!



Santiago Montobbio

memorial para mi único agravio

-- de Santiago Montobbio --

Memorial para mi único agravio
haber perdido la vida ya muy pronto,
y en cualquier esquina; haber sentido
cómo escapaba poco a poco
el agua de los ojos,
haber tenido tanto miedo y tanto frío
como para acabar siendo nada más
que miedo y frío. Haber tenido
sombra y garganta seca, haber
tenido o no haber tenido
y no haber sido nunca nada fuera de unos dedos,
no haber, no, no haber conseguido jamás salir
de esta ciudad oscura y siendo sólo
que de la derrota el heredero
únicamente arrepentirme por no haber compuesto,
cuando sobraba el tiempo, un poema que no tuviera
cristal en exceso, un poema sencillo y sin motivo
pero en el cual vaciara el agua su sentido
y que una vez enviado por el invisible correo de los huesos
pudieras para siempre ya tenerlo como olvidado amigo
o azulado perro que te diera
buenas noches con la irreprochable
puntualidad de las ausencias.



Tomás de Iriarte

El que de su quietud tanto se olvida

-- de Tomás de Iriarte --

El que de su quietud tanto se olvida,
que entrega a bravo mar frágil navío;
el que en la guerra, por mostrar su brío,
pone contra mil balas una vida;

quien todo su caudal de un lance envida;
quien no esgrime, y se arriesga a un desafío;
quien se opone al capricho, o al desvío
de una mujer hermosa y presumida;

el que sube a una cátedra sin ciencia,
y el que al púlpito saca sus sermones,
fundando en su memoria su elocuencia,

todos ellos de ti tomen lecciones
en materia de arrojo y de imprudencia;
pues al Teatro das composiciones.



Vicente García de la Huerta

Agradecimiento a la memoria del amor

-- de Vicente García de la Huerta --

Acostumbrado, Filis, a tu halago
y privado ya de él por tiranía
de mi suerte, las glorias de algún día
con doblados tormentos satisfago.

¿Quién tan mortal y tan acerbo trago
de tan grade dulzura esperaría,
que ni tan corto tiempo trocaría
tanto placer en tan terrible estrago?

Pero, ¿cómo es posible que yo sienta
pesar alguno tras de gusto tanto,
por más que amor me niegue ya su gloria?

Pues para disipar cualquier tormenta,
en el mar proceloso del quebranto,
tengo un iris seguro en mi memoria.



Anónimo

Yo me adamé una amiga...

-- de Anónimo --

Yo me adamé una amiga
dentro de mi corazón,
Catalina había por nombre,
no la puedo olvidar, no.
Rogóme que la llevase
a las tierras de Aragón.
-Catalina, sois muchacha,
no podréis caminar, no.
-Tanto andaré, el caballero,
tanto andaré como vos;
si lo dejáis por dineros,
llevaré para los dos:
ducados para Castilla,
florines para Aragón.
Ellos en aquesto estando,
la justicia que llegó.



Mario Benedetti

currículum

-- de Mario Benedetti --

El cuento es muy sencillo
usted nace en su tiempo
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
y el temerario insecto
que será pisoteado
por su zapato nuevo
usted sufre de veras
reclama por comida
y por deber ajeno
o acaso por rutina
llora limpio de culpas
benditas o malditas
hasta que llega el sueño
y lo descalifica
usted se transfigura
ama casi hasta el colmo
logra sentirse eterno
de tanto y tanto asombro
pero las esperanzas
no llegan al otoño
y el corazón profeta
se convierte en escombros
usted por fin aprende
y usa lo aprendido
para saber que el mundo
es como un laberinto
en sus momentos claves
infierno o paraíso
amor o desamparo
y siempre siempre un lío
usted madura y busca
las señas del presente
los ritos del pasado
y hasta el futuro en cierne
quizá se ha vuelto sabio
irremediablemente
y cuando nada falta
entonces usted muere



Rosalía de Castro

Orillas del Sar

-- de Rosalía de Castro --

I

Á través del follaje perenne
Que oir deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho.

II

¡Otra vez! Tras la lucha que rinde
Y la incertidumbre amarga
Del viajero que errante no sabe
Dónde dormirá mañana,



Meira Delmar

vende mar

-- de Meira Delmar --

1
de tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
Aquí la voz, la canción.
El corazón a lo lejos,
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.
De tanto quererte mar,
ausente me estás doliendo
casi hasta hacerme llorar...
2
¡Mar!
y es como si, de pronto,
se hiciera la claridad.
Ángeles desnudos. Ángeles
de brisa con luz. Cantar
del agua que danza una
zarabanda de cristal.
Islas, olas, caracolas.
Grito blanco de la sal...
Y el corazón, de latido
en latido, dice ¡mar!
!--img



Miguel Hernández

20

-- de Miguel Hernández --

20
no me conformo, no: me desespero
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava
o en el penal colgante de un jilguero.
Besarte fue besar un avispero
que me clama al tormento y me desclava
y cava un hoyo fúnebre y lo cava
dentro del corazón donde me muero.
No me conformo, no: ya es tanto y tanto
idolatrar la imagen de tu beso
y perseguir el curso de tu aroma.
Un enterrado vivo por el llanto,
una revolución dentro de un hueso,
un rayo soy sujeto a una redoma.



Miguel Hernández

16

-- de Miguel Hernández --

16
si la sangre también, como el cabello,
con el dolor y el tiempo encaneciera,
mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera
pálida hasta el temor y hasta el destello.
Desde que me conozco me querello
tanto de tanto andar de fiera en fiera
sangre, y ya no es mi sangre una nevera
porque la nieve no se ocupa de ello.
Si el tiempo y el dolor fueran de plata
surcada como van diciendo quienes
a sus obligatorias y verdugas
reliquias dan lugar, como la nata,
mi corazón tendría ya las sienes
espumosas de canas y de arrugas.



Miguel Moreno

Si volvieras

-- de Miguel Moreno --

¡Viva, te amé tanto, tanto!
Muerta, te amo mucho más;
mañana, resucitada...
¡Cómo te pudiera amar!



Nicolás Guillén

cómo no ser romántico

-- de Nicolás Guillén --

Cómo no ser romántico y siglo xix,
no me da pena,
cómo no ser musset
viéndola esta tarde
tendida casi exangüe,
hablando desde lejos,
lejos de allá del fondo de ella misma,
de cosas leves, suaves, tristes.
Los shorts bien shorts
permiten ver sus detenidos muslos
casi poderosos,
pero su enferma blusa pulmonar
convaleciente
tanto como su cuello-fino-modigliani,
tanto como su piel-margarita-trigo-claro,
margarita de nuevo (así preciso),
en la chaise longue ocasional tendida
ocasional junto al teléfono,
me devuelven un busto transparente
(nada, no más un poco de cansancio).
Es sábado en la calle, pero en vano.
Ay, cómo amarla de manera
que no se me quebrara
de tan espuma tan soneto y madrigal,
me voy no quiero verla,
de tan musset y siglo xix
cómo no ser romántico.



Juan Meléndez Valdés

El deseo y la desconfianza

-- de Juan Meléndez Valdés --

¡Oh, si el dolor que siento se acabara,
y el bien que tanto anhelo se cumpliese!
¡Cómo, por desdichado que ahora fuese
la más alta ventura no envidiara!

Con la esperanza sola me aliviara;
y por mucho que en tanto padeciese,
el gozo de que el mal su fin tuviese,
lo amargo de la pena al fin templara.

Por un instante de placer que hubiera,
con júbilo mis ansias sufriría,
ni en su eterno durar desfalleciera.

Pero si es tal la desventura mía,
que huyendo el bien, el daño persevera,
¡qué aguardo puedo en mi letal porfía!



Juan Pablo Forner

Desordenado en desaliño airoso

-- de Juan Pablo Forner --

Desordenado en desaliño airoso
al bullicioso céfiro permite
Nisa el cabello, porque no limite
su nativo esplendor lazo industrioso.

Velo sutil sobre su pecho hermoso
al gusto esconde lo que al gusto incite;
ni tanto que el tesoro facilite,
ni tanto que de él dude el ojo ansioso.

Así en traje sucinto reclinada
en alcatifa generosa yace
su gentileza y gala peregrina;

así la halla Cendón y la taimada
del necio que su pompa satisface
cobra el oro, y a Alexi lo destina.



Juan Pedro López

Quemá esas cartas

-- de Juan Pedro López --

Quemá esas cartas donde yo he grabado
Sólo y enfermo, mi desgracia atroz
Que nadie sepa que te quise tanto,
Que nadie sepa solamente Dios.

Quémalas pronto y que el mundo ignore
la inmensa pena que sufriendo está
un hombre joven que mató el engaño
un hombre bueno que muriendo va.

Te amaba tanto, que a mi santa madre
casi la olvido por pensar en tí
y mira ingrata como terminaron
todos los sueños que vivían en mí.

Yo ya no espero que tu amor retorne
al dulce nido donde ayer nació;
yo ya no creo que tu blanca mano
cierre la llaga que en mi pecho abrió.

Y te perdono... Porque aquel que quiso
nunca maldice lo que ayer besó;
gime y se arrastra sin tomar venganza
muere... En silencio... Como muero yo.

Más cuando en brazos de otro ser dichoso
caigas rendida de placer y amor
recuerda al menos que has dejado trunca
una existencia que mató el dolor.



Julio Flórez

A Bogotá

-- de Julio Flórez --

Poem

I

Oh mi ciudad querida, hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana!

Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte, sin cesar te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud de la sabana.

Y al pensar que en ti van, hora tras hora, sucumbiendo los seres que amé tanto y que la tierra sin cesar devora,

surges bajo la nube de mi llanto, no como ayer: alegre y tentadora, sino como un inmenso camposanto.

II

¡Oh mi bella ciudad! Cómo en tu seno vibró mi ser y aleteó mi rima cuando en tu corazón hallé la cima que asalta el rayo y que apostrofa el trueno.

Te poseí bajo tu azul sereno, entre el halago dulce de tu clima, y te ofrendé mi juventud opima con tanto ahínco y con amor tan pleno,

que en las tinieblas de tus noches frías y hasta en tus más recónditos rincones deben sonar, cual ecos de otros días:

los sollozos de todas mis canciones, los estruendos de todas mis orgías y los gritos de todas mis pasiones!



Fernando de Herrera

Acabe ya el lamento grande mío

-- de Fernando de Herrera --

Acabe ya el lamento grande mío,
con quien inundo, Betis, tu corriente;
que mi dolor acerbo no consiente
perpetuo estado a tanto desvarío.

Este fuego en quien ardo gaste el frío,
rompa este yugo estrecho ya mi frente,
y amor en sus rendidos no me cuente;
que del a luengo paso me desvío.

No me tendrá en confuso error su olvido,
su desdén, su rigor y su tormento,
que tanto se cansaron en mi pena.

Mas yo ¿qué digo, ausente y ofendido,
si el impío ofrece siempre al pensamiento
de mi astro fatal la luz serena?



Fernando de Herrera

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío

-- de Fernando de Herrera --

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío
conformas, y resuenas a mi llanto,
murmurando con sordo y triste canto
entre estas duras peñas, alto río.

Óigame este desnudo cielo frío
si tanto con mis quejas me levanto;
mas, pues no espero bien en daño tanto,
vana es la queja y mal en que porfío.

Rompa del corazón más tierna parte
mi gran pesar, acábese encubierto,
y a tal agravio falte la memoria;

que no es justo que en esta u otra parte
se diga que perdí, sin culpa muerto,
las debidas promesas de mi gloria.



Fernando de Herrera

¿Dó vas? ¿dó vas cruel, dó vas? Refrena

-- de Fernando de Herrera --

"¿Dó vas? ¿dó vas cruel, dó vas? Refrena,
refrena el presuroso paso en tanto
que de mi dolor grave el largo llanto
a abrir comienza esta honda vena.

"Oye la voz de mil suspiros llena
y de mi mal sufrido el triste canto,
que no podrás ser fiera y dura tanto
que no te mueva esta mi acerba pena.

Vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos
antes que quede oscuro en ciega niebla".
Decía en sueño o en ilusión perdido.

Volví, halléme solo y entre abrojos,
y en vez de luz, cercado de tiniebla
y en lágrimas ardientes convertido.



Fernando de Herrera

Pues la flor do crecía mi esperanza

-- de Fernando de Herrera --

Pues la flor do crecía mi esperanza
quemó duro rigor de ingrato hielo,
y a mi ardiente deseo negó el cielo
de fortuna mejor más confianza,

do el sol con tibio rayo tarde alcanza,
y luenga sombra ofende el mustio suelo,
daré ausente, olvidado, sin consuelo,
a mi injusta osadía igual venganza.

Mas no sufre la fuerza que padezco
tan corta paga en tanto atrevimiento;
que en la ausencia el dolor es menos fiero.

Llega ya a estrecho tal, que no merezco
alabanza ni culpa en mi tormento;
tanto es grande mi mal, que desespero.



Fernando de Herrera

Voy por esta desierta, estéril tierra

-- de Fernando de Herrera --

Voy por esta desierta, estéril tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra,
de una ardua cumbre a un cerro do enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, sólo principio de mi guerra.

Tanto bien representa la memoria
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crueles despojos de mi gloria!
desconfianza, olvido, celo, ausencia,
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Fernando de Herrera

Yo voy por esta solitaria tierra

-- de Fernando de Herrera --

Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.

Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Francisco de Aldana

Es tanto el bien

-- de Francisco de Aldana --

Es tanto el bien que derramó en mi seno,
piadoso de mi mal, vuestro cuidado,
que nunca fue tras mal bien tan preciado
como este tal, por mí de bien tan lleno.

Mal que este bien causó jamás ajeno
sea de mí, ni de mí quede apartado,
antes, del cuerpo al alma trasladado,
se reserve de muerte un mal tan bueno.

Mas paréceme ver que el mortal velo,
no consintiendo al mal nuevo aposento,
lo guarda allá en su centro el más profundo;

sea, pues, así: que el cuerpo acá en el suelo
posea su mal, y al postrimero aliento
gócelo el alma y pase a nuevo mundo.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba