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Se han encontrado 89 poemas con la palabra tantas

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Francisco de Quevedo

salmo xxvi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Después de tantos ratos mal gastados,
tantas obscuras noches mal dormidas;
después de tantas quejas repetidas,
tantos suspiros tristes derramados;
después de tantos gustos mal logrados
y tantas justas penas merecidas;
después de tantas lágrimas perdidas
y tantos pasos sin concierto dados,
sólo se queda entre las manos mías
de un engaño tan vil conocimiento,
acompañado de esperanzas frías.
Y vengo a conocer que en el contento
del mundo, compra el alma en tales días,
con gran trabajo, su arrepentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.

Poema salmo xxvi quevedo de Francisco de Quevedo con fondo de libro

Juan Bautista Aguirre

A una dama imaginaria

-- de Juan Bautista Aguirre --

Qué linda cara que tienes,
válgate Dios por muchacha,
que site miro, me rindes
y si me miras, me matas.

Esos tus hermosos ojos
son en ti, divina ingrata,
harpones cuando los flechas,
puñales cuando los clavas.

Esa tu boca traviesa,
brinda entre coral y nácar,
un veneno que da vida
y una dulzura que mata.

En ella las gracias viven;
novedad privilegiada,
que haya en tu boca hermosura
sin que haya en ella desgracia.

Primores y agrados hay
en tu talle y en tu cara
todo tu cuerpo es aliento,
y todo tu aliento es alma.

El licencioso cabello
airosamente declara,
que hay en lo negro hermosura,
y en lo desairado hay gala.

Arco de amor son tus cejas,
de cuyas flechas tiranas,
ni quien se defiende es cuerdo,
ni dichoso quien se escapa.

¡Qué desdeñosa te burlas!
y ¡qué traidora te ufanas,
a tantas fatigas firme,
y a tantas finezas falsa!

¡Qué mal imitas al cielo
pródigo contigo en gracias,
pues no sabes hacer una
cuando sabes tener tantas!

Poema A una dama imaginaria de Juan Bautista Aguirre con fondo de libro

Alfonsina Storni

Una mirada

-- de Alfonsina Storni --

La perdí de mi vida; en vano en los plurales
rostros, el fulgor busco de su fluído divino;
no hay copias de sus ojos; tan sólo un hombre vino
con ellas a la tierra; no hay pupilas iguales:

Redondo el globo blanco, mundo que anda despacio;
y la pupila aguda, cazadora y ceñida;
y la cuenca de sombras por rayos recorrida.
(Pretextos de que nazca la llama y logre espacio.)

No más bellas que tantas otras bellas pupilas.
Tantas. Si las prendieran en desusadas filas,
como collar del mundo, serían su atavío.

Pero lo que adoraba no es lo mejor: yo busco
un modo de asomarse; el luminoso y fusco
resplandor de dos únicos orbes: lo que era mío.

Poema Una mirada de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

su trenza

-- de Amado Nervo --

Bien venga, cuando viniere,
la muerte: su helada mano
bendeciré si hiere...
He de morir como muere
un caballero cristiano.
Humilde, sin murmurar,
¡oh muerte!, me he de inclinar
cuando tu golpe me venza;
¡pero déjame besar,
mientras expiro, su trenza!
¡la trenza que le corté
y que, piadoso guardé
(impregnada todavía
del sudor de su agonía)
la tarde en que se me fue!
su noble trenza de oro:
amuleto ante quien oro,
ídolo de locas preces,
empapado por mi lloro
tantas veces..., Tantas veces...
Deja que, muriendo, pueda
acariciar esa seda
en que vive aún su olor:
¡es todo lo que me queda
de aquel infinito amor!
cristo me ha de perdonar
mi locura, al recordar
otra trenza, en nardo llena,
con que se dejó enjugar
los pies por la magdalena...



Lope de Vega

Probemos esta vez el sufrimiento

-- de Lope de Vega --

Probemos esta vez el sufrimiento,
tantas veces rendido a la fortuna;
quizá podrá de tantas veces una
resistir a la fuerza del tormento.

Y vos, rebelde y dulce pensamiento
que aun tiempo os engendraste con la luna,
¿de qué sirve tener firmeza alguna,
pues la mayor del mundo imita al viento?

Salid del alma, confianza vana,
esperanza fundada en apariencias,
si os falta calidad, ¿qué importa el nombre?

Quien hoy pasare, pasará mañana:
si enojada Lucinda sufre ausencias,
¿qué más vergüenza que rendirse un hombre?



Lope de Vega

Rompe las conchas Hércules famoso

-- de Lope de Vega --

Rompe las conchas Hércules famoso
de la Hidra feroz, y el campo esmalta
de veneno y de sangre, el tronco salta
por la violencia del bastón ñudoso;

pero súbitamente el escamoso
cuello brota, en lugar de aquella falta,
siete cabezas de cerviz más alta,
temblando el eco al silbo temeroso.

Así yo, triste (que vencer deseo
esta sierpe cruel de mi fortuna
en tantas diferencias de batallas),

con mis desdichas sin cesar peleo;
mas donde quiero remediar alguna,
resultan tantas que es mejor dejallas.



Manuel del Cabral

donde la voz parece más del árbol

-- de Manuel del Cabral --

Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...

Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.

Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.



Hernando de Acuña

Mil veces de tu mano me he escapado

-- de Hernando de Acuña --

Mil veces de tu mano me he escapado
y al punto de la muerte y fin venido,
y tantas he tornado y te he seguido,
Amor, y nunca quedo escarmentado;

mil veces he propuesto y he jurado
de no seguir tu bando y tu partido,
viéndome en tu poder triste y perdido,
y tantas mi palabra y fe he quebrado.

Ahora, en este trance y mal que siento,
causado de tus manos crudamente,
bien justo era cumplir el juramento;

mas, triste, ¿qué haré, que no consiente
la dura suerte, el áspero tormento,
que el siervo del señor se halle ausente?



Hernando de Acuña

Ribera un dulce río, a mediodía

-- de Hernando de Acuña --

Ribera un dulce río, a mediodía,
con un peine de plata se peinaba
sus cabellos una ninfa que quitaba
con ellos el poder que el sol tenía.

Y así podéis juzgar que sentiría
un pastor que de lejos la miraba,
que sin poder llegar donde ella estaba,
con suspiros y lágrimas decía:

«Si tantas como tú tienes cabellos
tuviera vidas yo, me las llevaras
colgada cada cual de uno de ellos;

y pues que tú a quitármelas bastaras,
verás no es mucho darte una por vellos
de tantas como en tantos me quitaras».



Vicente Huidobro

Es un astro apagado

-- de Vicente Huidobro --

Tantas plumas,

tantas plumas,

y mi pecho desierto,

ayer henchido de versos.



Roberto Juarroz

hemos amado juntos tantas cosas

-- de Roberto Juarroz --

Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.
Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos andado tanto sin movernos
que los viajes ahora se descuelgan
como abrigos inútiles.
Movimiento y quietud se han desunido
como grados de dos temperaturas.
Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos substitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.



Adelardo López de Ayala

A Carmela

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Vengan hijos de ti, cuya ternura
se hará apacible del vivir la senda,
si luce en cada uno alguna prenda
de tantas como adornan tu hermosura!

Imiten los varones la bravura
con que al potro andaluz sueltas la rienda;
y enamore en las hembras y suspenda
tu dulce trato, tu virtud segura.

Mire el mundo sin fin reproducidas
tu faz hermosa, tus contornos bellos,
alma sencilla y corazón valiente:

y en tus nietos tus gracias esparcidas,
la edad futura te amará por ellos,
como por ti te adora la presente.



Adelardo López de Ayala

En la duda

-- de Adelardo López de Ayala --

«Para ti, cuanto quieras...» -Te confieso
que, al leer estas letras de tu mano,
quedé como el avaro que cercano
viera el tesoro que guardaba Creso.

Recordé de tu boca el dulce beso,
de tus ojos el fuego soberano,
tu pródiga hermosura, y el arcano
en que el amor se enciende y vive preso.

Si es verdad que a que elija te acomodas
entre más joyas que mujer alguna
llevó jamás para alegrar sus bodas,

yo dudoso entre tantas, ¡oh fortuna!,
todas las quiero, todas, todas, todas...
¡Pero, por Dios, que no me falte una!



Alfonsina Storni

La inquietud del rosal

-- de Alfonsina Storni --

El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal;
tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.



Lope de Vega

no tiene tanta miel ática hermosa

-- de Lope de Vega --

No tiene tanta miel ática hermosa,
algas la orilla de la mar, ni encierra
tantas encinas la montaña y sierra,
flores la primavera deleitosa,
lluvias el triste invierno, y la copiosa
mano del seco otoño por la tierra
graves racimos, ni en la fiera guerra
más flechas media en arcos belicosa,
ni con más ojos mira el firmamento
cuando la noche calla más serena,
ni más olas levanta el oceano,
peces sustenta el mar, aves el viento,
ni en libia hay granos de menuda arena,
que doy suspiros por lucinda en vano.



Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.



Lope de Vega

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra

-- de Lope de Vega --

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra,
y sobre piedra fuerte está fundada,
y con sangre por ella derramada
de tantos huesos su cimiento en piedra;
aunque con tantos Sacramentos medra,
en gracia y fe con Cristo desposada,
y tantas ramas de su Cruz sagrada
tienen sus muros firmes como yedra;
mientras que la persiguen militante,
a defenderla con sus rayos viene
la luz que al mismo fuego tuvo impreso.
Que aunque partido Cristo por Atlante
quedó la piedra que la tuvo y tiene,
carga en los hombros de Domingo el peso.



Lope de Vega

Caen de un monte a un valle, entre pizarras

-- de Lope de Vega --

Caen de un monte a un valle, entre pizarras
guarnecidas de frágiles helechos,
a su margen carámbanos deshechos,
que cercan olmos y silvestres parras.

Nadan en su cristal ninfas bizarras
compitiendo con él cándidos pechos
dulces naves de Amor, en más estrechos
que las que salen de españolas barras.

Tiene este monte por vasallo a un prado
que para tantas flores le importuna:
sangre las venas de su pecho helado.

Y en este monte y líquida laguna
para decir verdad como hombre honrado
jamás me sucedió cosa ninguna.



Lope de Vega

Cesen tus aguas, conjurado cielo

-- de Lope de Vega --

Cesen tus aguas, conjurado cielo,
que está doliente por tu causa el mío;
sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,
cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
que será su Faetón con mayor brío:
¡ay rompan los suspiros que te envío
de tantas nubes el oscuro velo!

Deja reinar a la serena boca
cuyos dientes esconden los enojos
de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

Amaina el tiempo que su mal provoca,
salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.
Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.



Lope de Vega

¿Cómo podré, Señor, querer quereros

-- de Lope de Vega --

¿Cómo podré, Señor, querer quereros
cuánto deseo por poder serviros?
¿Qué lágrimas, qué afectos, qué suspiros
derramaré, tendré, daré por veros?
¿Qué requiebros diré para moveros
y de tantas ofensas divertiros?
¿Cómo podrá mi alma recebiros,
siendo tan imposible mereceros?
¿Cómo las tiernas quejas que os envío,
podrán, Jesús dulcísimo, obligaros?
Mas ¿que os pregunto yo? ¡Qué desvarío!
Amaros quiero ya, no preguntaros,
porque el modo de amaros, Jesús mío
Bernardo dice que es sin modo amaros.



Lope de Vega

Cuando del mundo universal las llaves

-- de Lope de Vega --

Cuando del mundo universal las llaves
tuviste, y sus cabezas humilladas,
rendido Mitridates, y alcanzadas
tantas victorias, y tres triunfos graves,

¿quién dijera, oh Pompeyo, que (las naves
en las peñas del Nilo quebrantadas)
quemaran tus reliquias, arrojadas
a los peces, y dellos a las aves?

Y a ti, César dichoso, que en Farsalia
por la toga trocaste el blanco acero,
todos los enemigos sosegados,

¿quién te dijera, gobernando a Italia,
tu amargo fin, a no saber primero
que no se pueden resistir los hados?



Lope de Vega

Cuando el mejor planeta en el diluvio

-- de Lope de Vega --

Cuando el mejor planeta en el diluvio
templa de Etna y volcán la ardiente fragua,
y el mar pasado el límite desagua,
encarcelando al sol dorado y rubio;

Cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
mil cuerpos entre verdes ovas y agua,
cuando balas de nieve y rayos fragua,
y el Gange se juntó con el Danubio;

cuando el tiempo perdió su mismo estilo
y el infierno pensó tener sosiego
y excedió sus pirámides el Nilo;

cuando el mundo quedó turbado y ciego,
¿dónde estabas, Amor, cuál fue tu asilo,
que en tantas aguas se escapó tu fuego?



Lope de Vega

Cuando elegante, de los dos idiomas

-- de Lope de Vega --

Cuando elegante, de los dos idiomas,
Bernarda celestial, versos imprimas,
con que los montes y árboles animas,
las penas mueves y las fieras domas;

si lira en soledad, si bronce tornas
del estruendo marcial heroicas rimas,
rindan a tu laurel remotos climas,
oro, perlas, coral, palmas y aromas.

Pues ya con más honor que al cisne en Tracia,
¡oh Safo lusitana!, a las difusas
regiones tu valor la fama espacia,

serás, pues tantas te dio el cielo infusas,
con la excelencia de la cuarta gracia,
la décima del coro de las musas.



Lope de Vega

¡Cuantas veces, Señor, me habéis llamado!

-- de Lope de Vega --

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.
Besos de paz os di para ofenderos;
pero si fugitivos de su dueño,
hierran cuando los hallan los esclavos,
hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendreisme seguro con tres clavos.



Lope de Vega

De hoy más las crespas sienes de olorosa

-- de Lope de Vega --

De hoy más las crespas sienes de olorosa
verbena y mirto coronarte puedes,
juncoso Manzanares, pues excedes
del Tajo la corriente caudalosa.
Lucinda en ti bañó su planta hermosa;
bien es que su dorado nombre heredes
y que con perlas por arenas quedes
mereciendo besar su nieve y rosa.
Y yo envidiar pudiera tu fortuna,
mas he llorado en ti lágrimas tantas,
(tú, buen testigo de mi amargo lloro),
que mezclada en tus aguas pudo alguna
de Lucinda tocar las tiernas plantas,
y convertirse en tus arenas de oro.



Lope de Vega

En esta tabla de tu Cruz divina

-- de Lope de Vega --

En esta tabla de tu Cruz divina
saldré de la tormenta del mar fiero
con el aliento del vivir postrero,
a donde el Norte de su luz me inclina.
La nave de mi vida peregrina,
que en las Sirenas no temió primero,
en los bancos del mundo lisonjero
sin gobierno zozobra y desatina.
Tú sola en tal peligro, tú me alientas,
tabla dichosa, que mi vida entabla
por tantas olas de mi error violentas.
Cobréme en Ti, y a Ti llegue sin habla:
que no puedo anegarse en sus tormentas
quien se abrazare a tu divina tabla.



Lope de Vega

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

-- de Lope de Vega --

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?.



Lope de Vega

Padre de los humanos, Amor ciego

-- de Lope de Vega --

Padre de los humanos, Amor ciego,
de quien nació la vida de dos vidas,
y por quien tantas fueron consumidas,
destierro de la paz y del sosiego.

Amor, que a un tiempo eres troyano y griego,
breve placer, tesoro del rey Midas,
divino ensalmador de tus heridas,
luna, que porque crece, mengua luego,

¿por qué te llaman padre, si no eres
como Saturno que sus hijos come?
Que, en efeto, aborreces lo que quieres.

Amor, pues no hay quien residencia tome
a la poca verdad de tus placeres,
mi muerte será Alcides que te dome.



Lope de Vega

Pleitos, a vuestros dioses procesales

-- de Lope de Vega --

Pleitos, a vuestros dioses procesales
confieso humilde la ignorancia mía;
¿cuándo ser de vuestro fin el día?
Que sois, como las almas, inmortales.

Hasta lo judicial, perjudiciales;
hacéis de la esperanza notomía:
que no vale razón contra porfía
donde sufre la ley trampas legales.

¡Oh monte de papel y de invenciones!
Si pluma te hace y pluma te atropella,
¿qué importan Dinos, Baldos y Jasones?

¡Oh justicia, oh verdad, oh virgen bella!,
¿cómo entre tantas manos y opiniones
puedes llegar al tálamo doncella?



Lope de Vega

¿Quién sino yo tan ciego hubiera sido

-- de Lope de Vega --

¿Quién sino yo tan ciego hubiera sido,
que no viera la luz? ¿Quién aguardara
a que con tantas voces le llamara
aquel despertador de tanto olvido?
¿Quién sino yo por el abril florido
de caduco laurel se coronara,
y la opinión mortal solicitara
con tanto tiempo, en tanto error perdido?
¿Quién sino yo tan atrevido fuera
que descolgara de Sión la lira,
y al babilonio vil música diera?
¿Y quién, sino quien es verdad, la ira
templara en mí, porque al morir dijera
que toda mi esperanza fue mentira?



Lope de Vega

Sirvan de ramo a sufridora frente

-- de Lope de Vega --

Sirvan de ramo a sufridora frente
las aspas de la tuya, hosquillo fiero,
no a sepancuantos de civil tintero,
ni en pretina escolástica pendiente.

Jamás humano pie la planta asiente
sobre la piel del arrugado cuero,
antes al mayo que vendrá primero
corra dos toros el planeta ardiente.

Tú solo el vulgo mísero vengaste
de tanto palo, y con tu media esfera,
la tudesca nación atropellaste;

pues desgarrando tanta calza y cuera
tantas con el temor calzas dejaste
tan amarillas dentro como fuera.



Lope de Vega

Tantas virtudes, honras, glorias, famas

-- de Lope de Vega --

Tantas virtudes, honras, glorias, famas,
sólo se hallarán, Álvaro famoso,
en sangre de Guzmán, que el generoso
tronco produce siempre iguales ramas.

Que muestre el sol al Austro ardientes llamas
es fuerza, está en la suya poderoso,
pero al Oriente es caso prodigioso;
tal es la luz con que al nacer te inflamas.

En el mirar al sol claro y sereno,
para que de sus dudas se confirme,
es del águila el hijo conocido.

Probándote a su sol, Guzmán el Bueno,
llamarte puede, viéndote tan firme,
corona y gloria de su excelso nido.



Lope de Vega

Trece son los tudescos que el hosquillo

-- de Lope de Vega --

Trece son los tudescos que el hosquillo
hirió en la fiesta, aunque en conciencia jura
que no lo hizo adrede, y me asegura
que él iba a sus negocios al Sotillo.

Mas, descortés, el socarrón torillo,
sin hacer al balcón de oro mesura,
desbarató la firme arquitectura
del muro colorado y amarillo.

Y como el polvo entre las nubes pardas
no le dejaba ejecutar sus tretas,
por tantas partes se metió en las guardas,
que muchos que mostraron las secretas
en vez de las rompidas alabardas
llevaban en las manos las bra etc.



Lope de Vega

Céfiro blando que mis quejas tristes

-- de Lope de Vega --

Céfiro blando, que mis quejas tristes
tantas veces llevaste; claras fuentes,
que con mis tiernas lágrimas ardientes
vuestro dulce liquor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcites,
ásperos montes a mi mal presentes,
ríos, que de mis ojos siempre ausentes,
veneno al mar como tirano distes:

pues la aspereza de rigor tan fiero
no me permite voz articulada,
decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada
en el laurel, que por dureza espero,
de ella veréis mi frente coronada.



Lope de Vega

La primera vez que vio la mar

-- de Lope de Vega --

¡Válate Dios, el charco, el que provocas
con verte a helar el alma de las venas,
Adán de tirubones y ballenas,
almejas viles y estupendas focas!

Cerúleo sorbedor por tantas bocas
de más naves que vio tu centro arenas;
teatro en quien oyó trágicas scenas,
sentada la Fortuna entre estas rocas.

Tú, que enseñaste al Draque, a Magallanes
lo más estrecho de tu campo oblico,
a pesar de sirenas y caimanes,

en España nací con solo el pico,
cansado estoy de trajinar desvanes,
dime, ¿por dónde van a Puerto Rico?



Esta cordera, que tornó en abrojos

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Esta cordera, que tornó en abrojos
su corta juventud los gustos míos,
medio anegada de los hondos ríos,
¡oh honor!, de tantas lágrimas y enojos,

ofrezco a tu deidad; estos despojos
—-como ya de piedad, de miedo fríos,
de tu poder ejemplo y de mis bríos—-
de hoy más ocupen peregrinos ojos.

Quede en tus aras la segur colgando,
cuyo afilado acero, ¡oh honor!, entiendo
la humilde sangre le ha dejado blando.

Mas no cures de mí, que, si venciendo
mi fe cumplí contigo, ¡oh honor!, dejando,
voy a cumplir con el amor muriendo.



Luis Cernuda

he venido para ver

-- de Luis Cernuda --

He venido para ver
he venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.
He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.
He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.
He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.
Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;
los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.
Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.



Góngora

Al tramontar del sol la ninfa mía

-- de Góngora --

Al tramontar del sol la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale, el viento que corría,
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
(término puesto al oro y a la nieve),

juraré que lució más su guirnalda,
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.



Góngora

En la muerte de una señora que murió moza en Córdoba

-- de Góngora --

Fragoso monte, en cuyo vasto seno
duras cortezas de robustas plantas
contienen aquel nombre en partes tantas
de quien pagó a la tierra lo terreno:

así cubra de hoy más cielo sereno
la siempre verde cumbre que levantas,
que me escondas aquellas letras santas
de que a pesar del tiempo has de estar lleno.

La corteza do están desnuda, o viste
su villano troncón de hierba verde,
de suerte que mis ojos no las vean.

Quédense en tu arboleda, ella se acuerde
de fin tan tierno, y su memoria triste,
pues en troncos está, troncos la lean.



Líber Falco

Deseo (Falco)

-- de Líber Falco --

A veces quisiera uno
sin días que lo nombren,
perderse, camino hacia el olvido.
Porque para qué alumbra el día
si tantas muecas de los hombres,
como un mapa de angustias
e indescifrables signos
de mariposas muertas,
giran sin término.

También quisiera uno,
luego de tanto y tanto
amor al aire,
que un árbol se recline
a bebernos la frente



Líber Falco

Extraña compañía

-- de Líber Falco --

Porque estoy solo a veces,
porque sin Dios estoy, sin nada,
ella viene y muestra su rostro y ríe
con su risa helada.
Viene, golpea en mis rodillas,
huye la tierra entonces
y todo acaba sin memoria, y nada.

Sin embargo, con ella a mi costado
yo amé la vida, las cosas todas;
lo que viene y lo que va.
Yo amé las calles donde,
ebrio como un marino,
secretamente fui de su brazo.

Y a cada instante, siempre, en cada instante
con ella a mi costado,
del mundo todo, de mis hermanos
lejano y triste me despedía.

Mas tocaba a veces la luz del día.
Con ella a mi costado,
ebrio de tantas cosas que el amor nombraba,
como a una fruta
tocaba a veces la luz del día.

Y era de noche a veces y estaba solo,
con ella y solo;
pero la muerte calla
cuando el amor la ciñe a su costado.

Oh triste, ho dulce tiempo cuando acaso
velaba Dios desde muy lejos.

Mas hoy ha de venir y ha de encontrarme solo,
ya para siempre desasido y solo.



Líber Falco

Regreso (Falco)

-- de Líber Falco --

Allí golpea lejos sobre el mar la lluvia.
Desde siempre y siempre.
Desde quién sabe qué oscuro designio,
allí golpea y golpea la lluvia sobre el mar.

Oh! inmemorial paisaje.
Monstruo paciente y solitario,
mar amargo, agua última
donde un hombre y su miedo
huyen, beben y vuelven
en secreto y solos.

Cuando de allí se vuelve
nada alcanza en la Tierra y todo es triste.
Sin embargo, con ugencias de ahogado
uno pregunta y llama, y otros nos oyen;
porque es preciso juntos, enterrar la muerte.

Y aunque llueve también sobre la Tierra
y sobre los campos y ciudades llueve,
lejos quedó lo que no tiene nombre
y alguien, con visceral memoria
se rescata y vive.

Entonces, sí, qué alegría, sentir que estamos vivos,
ir por las calles con cantos de borracho
y sobre tantas cosas inefables y tristes,
poder de nuevo y otra vez, recuperar los días.

Así de oscuro, de embebido o muerto,
un hombre lleva su alegría por la tierra.



Manuel Acuña

La ausencia del olvido

-- de Manuel Acuña --

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores."

Que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella".
Oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"
Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya no gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.



Jorge Luis Borges

1964

-- de Jorge Luis Borges --

i
ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
Ii
ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.



Jorge Luis Borges

snorri sturluson (1179 1241)

-- de Jorge Luis Borges --

(1179-1241)
tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,
sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.
En la noche de islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces
el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.



Jorge Luis Borges

una mañana de 1649

-- de Jorge Luis Borges --

Carlos avanza entre su pueblo. Mira
a la izquierda y a la derecha. Ha rechazado
los brazos de la escolta. Liberado
de la necesidad de la mentira,
sabe que hoy va a la muerte, no al olvido,
y que es un rey. La ejecución lo espera;
la mañana es atroz y verdadera.
No hay temor en su carne. Siempre ha sido,
a fuer de buen tahúr, indiferente.
Ha apurado la vida hasta las heces;
ahora está solo entre la armada gente.
No lo infama el patíbulo. Los jueces
no son el juez. Saluda levemente
y sonríe. Lo ha hecho tantas veces.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 33

-- de Jorge Manrique --

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,



Jorge Riechmann

¿pero qué dice el anhelo

-- de Jorge Riechmann --

Siguiendo el hilo tenue
del anhelo que enhebra
esto y aquello con sus variaciones,
el molusco y la justicia, el beso
con el borde del escarnio, la luz con la otra luz,
el anhelo que tira suavísimo
de lo que existe hacia lo otro, ese hilo
no se rompe, se pierde tantas veces
pero nunca se rompe: no sirve
para salir del laberinto,
sí para repartir la harina de las estrellas.



César Vallejo

Trilce: XV

-- de César Vallejo --

En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.

Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.

Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

en el rincón aquel, donde dormimos juntos

-- de César Vallejo --

xv
en el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

y si después de tantas palabras...

-- de César Vallejo --

¡y si después de tántas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡Ni palabra!



Diego de Torres Villarroel

a la memoria de d. juan domingo de haro y guzmán

-- de Diego de Torres Villarroel --

La tierra, el polvo, el humo, en fin, la nada,
al héroe más insigne y portentoso,
es el único triunfo, el más glorioso,
que robar has logrado, muerte airada.
La vida de su fama celebrada,
fe, virtud y valor y celo ansioso,
exentos de tu brazo pavoroso,
en lo eterno aseguran su morada.
Al honor, al aplauso, al ardimiento,
a la piedad, al culto y a la gloria
tocar no pudo tu furor violento.
Pues si de tantas vidas la memoria
eterna vive en este monumento,
¿en qué fundas, oh parca, tu victoria?



Emilio Bobadilla

Flandes

-- de Emilio Bobadilla --

Llanuras jugosas, verdes, maternales;
cortadas en línea recta por canales;
tranquilas aldeas, tapias conventuales;
ruidosas kermeses, que eran bacanales:

besos, tamboriles, risas y cerveza...
Procesiones rústicas en que el pueblo reza;
fúlgidos hogares de insólita limpieza,
primitivos cuadros de sin par belleza...

Y ahora son eriales tus campos fecundos,
sembrados de muertos y de moribundos,
o de hambrientos seres, locos o errabundos...

Ahora todo es lágrimas, ruinas numantinas,
en que ya no vienen ni las golondrinas,
que anidar no quieren entre tantas ruinas.



Ernesto Cardenal

epigrama XXII

-- de Ernesto Cardenal --

Recuerdo tantas
muchachas bellas
que han existido
todas las bellazas
de troya y las de acava
y las de tebas y
de la roma de propercio
y muchas de ellas
dejaron pasar el amor,
y murieron, y hace
siglos que no existen
tú que eres bella
ahora en las calles de
managua
un día serás como ellas
de un tiempo lejano,
cuando las gasolineras
sean ruinas románticas.
¡Acuérdate de las
bellezas de las
calles de troya!
ah tu despiada
más cruel



Oliverio Girondo

las puertas

-- de Oliverio Girondo --

Las puertas
absorto tedio abierto
ante la fosanoche inululada
que en seca grieta abierta subsonríe su más agrísrecato
abierto insisto insomne a tantas muertesones de inciensosónrevuelo
hacia un destiempo inmóvil de tan ya amargas manos
abierto al eco cruento por costumbre de pulso no mal digo
pero mero nimio glóbulo abierto ante lo extraño
que en voraz queda herrumbre circunroe las parietales costas
abiertas al murmurio del masombra
mientras se abren las puertas



Oliverio Girondo

aridandantemente

-- de Oliverio Girondo --

Aridandantemente
sigo
solo me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro



Pablo Neruda

soneto lvii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lvii
mienten los que dijeron que yo perdí la luna,
los que profetizaron mi porvenir de arena,
aseveraron tantas cosas con lenguas frías:
quisieron prohibir la flor del universo.
«Ya no cantará más el ámbar insurgente
de la sirena, no tiene sino pueblo.»
Y masticaban sus incesantes papeles
patrocinando para mi guitarra el olvido.
Yo les lancé a los ojos las lanzas deslumbrantes
de nuestro amor clavando tu corazón y el mío,
yo reclamé el jazmín que dejaban tus huellas,
yo me perdí de noche sin luz bajo tus párpados
y cuando me envolvió la claridad
nací de nuevo, dueño de mi propia tiniebla.



Pablo Neruda

soneto iii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto iii
áspero amor, violeta coronada de espinas,
matorral entre tantas pasiones erizado,
lanza de los dolores, corola de la cólera,
por qué caminos y cómo te dirigiste a mi alma?
por qué precipitaste tu fuego doloroso,
de pronto, entre las hojas frías de mi camino?
quién te enseñó los pasos que hasta míte llevaron?
qué flor, qué piedra, qué humo mostraron mi morada?
lo cierto es que tembló la noche pavorosa,
el alba llenó todas las copas con su vino
y el sol estableció su presencia celeste,
mientras que el cruel amor me cercaba sin tregua
hasta que lacerándome con espadas y espinas
abrió en mi corazón un camino quemante.



Pablo Neruda

quién puede convencer al mar

-- de Pablo Neruda --

Quién puede convencer al mar
para que sea razonable?
de qué le sirve demoler
ámbar azul, granito verde?
y para qué tantas arrugas
y tanto agujero en la roca?
yo llegué de detrás del mar
y dónde voy cuando me ataja?
por qué me he cerrado el camino
cayendo en la trampa del mar?



Pablo Neruda

si todos los ríos son dulces

-- de Pablo Neruda --

Si todos los ríos son dulces
de dónde saca sal el mar?
cómo saben las estaciones
que deben cambiar de camisa?
por qué tan lentas en invierno
y tan palpitantes después?
y cómo saben las raíces
que deben subir a la luz?
y luego saludar al aire
con tantas flores y colores?
siempre es la misma primavera
la que repite su papel?



Pablo Neruda

si he muerto y no me he dado cuenta

-- de Pablo Neruda --

Si he muerto y no me he dado cuenta
a quién le pregunto la hora?
de dónde saca tantas hojas
la primavera de francia?
dónde puede vivir un ciego
a quien persiguen las abejas?
si se termina el amarillo
con qué vamos a hacer el pan?



Pablo Neruda

soneto xxx cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Tienes del archipiélago las hebras del alerce,
la carne trabajada por los siglos del tiempo,
venas que conocieron el mar de las maderas,
sangre verde caída de cielo a la memoria.
Nadie recogerá mi corazón perdido
entre tantas raíces, en la amarga frescura
del sol multiplicado por la furia del agua,
allí vive la sombra que no viaja conmigo.
Por eso tú saliste del sur como una isla
poblada y coronada por plumas y maderas
y yo sentí el aroma de los bosques errantes,
hallé la miel oscura que conocí en la selva,
y toqué en tus caderas los pétalos sombríos
que nacieron conmigo y construyeron mi alma.



Pablo Neruda

con quevedo, en primavera

-- de Pablo Neruda --

Todo ha florecido en
estos campos, manzanos,
azules titubeantes, malezas amarillas,
y entre la hierba verde viven las amapolas.
El cielo inextinguible, el aire nuevo
de cada día, el tácito fulgor,
regalo de una extensa primavera.
Sólo no hay primavera en mi recinto.
Enfermedades, besos desquiciados,
como yedras de iglesia se pegaron
a las ventanas negras de mi vida
y el sólo amor no basta, ni el salvaje
y extenso aroma de la primavera.
Y para ti qué son en este ahora
la luz desenfrenada, el desarrollo
floral de la evidencia, el canto verde
de las verdes hojas, la presencia
del cielo con su copa de frescura?
primavera exterior, no me atormentes,
desatando en mis brazos vino y nieve,
corola y ramo roto de pesares,
dame por hoy el sueño de las hojas
nocturnas, la noche en que se encuentran
los muertos, los metales, las raíces,
y tantas primaveras extinguidas
que despiertan en cada primavera.



Pablo Neruda

soneto ii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto ii
amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
qué soledad errante hasta tu compañía!
siguen los trenes solos rodando con la lluvia.
En taltal no amanece aún la primavera.
Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos,
juntos desde la ropa a las raíces,
juntos de otoño, de agua, de caderas,
hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.
Pensar que costó tantas piedras que lleva el río,
la desembocadura del agua de boroa,
pensar que separados por trenes y naciones
tú y yo teníamos que simplemente amarnos,
con todos confundidos, con hombres y mujeres,
con la tierra que implanta y educa los claveles.



Pedro Bonifacio Palacios

Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!



Pedro Calderón de la Barca

David

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?

Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?

Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;

para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



Pedro Calderón de la Barca

La primera flor del Carmelo

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién eres, oh mujer, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los Cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?

Pero, ¿qué mucho, si del sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?

Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;

para que en Ti tuviesen tierra y cielo,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.



Pedro Salinas

fe mía

-- de Pedro Salinas --

Fe mía
no me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.



Pedro Salinas

el poema

-- de Pedro Salinas --

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
en esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.



José Tomás de Cuellar

Última miñoneta

-- de José Tomás de Cuellar --

CREÍ que de la vida
Lo peor, lo más negro, era la muerte;
Pero he probado tantas amarguras
Y penas tan crueles;
De tal modo el dolor y el desengaño
Me han perseguido siempre,
Que he llegado á pensar que de esta vida
Lo mejor es la muerte.



José Ángel Buesa

elegía

-- de José Ángel Buesa --

Golondrina del alba sombría,
mariposa del alba radiante:
cuánto puede durar un instante,
un instante de noche en el día.
Yo, que supe ignorar tantas cosas,
ahora sé que jamás nos veremos,
pues te fuiste, empuñando los remos,
en tu barca cubierta de rosas.
Ahora sé la verdad de la tierra,
que florece aunque nadie la labre,
y la puerta de luz que se abre
si una puerta de sombra se cierra.
Ahora sé que la noche no miente
cuando deja de caer su rocío:
fue un rosal a la orilla de un río,
y quizás lo arrastró la corriente...
Y te fuiste, luciérnaga loca,
golondrina del alba sombría,
con el tibio sabor de tu boca
¡de tu boca que nunca fue mía!



José Ángel Buesa

poema nocturno

-- de José Ángel Buesa --

Muchacha de una noche de viento y hojas secas,
que una sonrisa tuya pobló de mariposas,
como si aún recordaras tus últimas muñecas
junto a un hombre lejano que olvidó tantas cosas...
Muchacha de una noche de cigarrillos lentos,
cuando quedó en la mesa la flor de tu corpiño:
tú eras la pastorcita de los libros de cuentos,
y yo fui el niño triste que no supo ser niño.
Muchacha de una noche par ael amor errante,
cuando crece el otoño con su vaho profundo,
y el alma es el navío de un solo tripulante
que despliega sus lonas al viento de otro mundo.
Muchacha de un noche: yo pienso todavía
que hubiera sido hermoso que nunca amaneciera,
ahora que, fatalmente, comienza un nuevo dia,
que ha de ser, para tantos, otro dia cualquiera...



José Ángel Buesa

canción a la mujer lejana

-- de José Ángel Buesa --

En ti recuerdo una mujer lejana,
lejana de mi amor y de mi vida.
A la vez diferente y parecida,
como el atardecer y la mañana.
En ti despierta esa mujer que duerme
con tantas semejanzas misteriosas,
que muchas veces te pregunto cosas,
que sólo ella podría responderme.
Y te digo que es bella, porque es bella,
pero no sé decir, cuando lo digo,
si pienso en ella porque estoy contigo,
o estoy contigo por pensar en ella.
Y sin embargo si el azar mañana
me enfrenta con ella de repente,
no seguiría a la mujer ausente
por retener a la mujer cercana.
Y sin amarte más, pero tampoco
sin separar tu mano de la mía,
al verla simplemente te diría:
«esa mujer se te parece un poco».



José Ángel Buesa

canción de la búsqueda

-- de José Ángel Buesa --

Todavía te busco, mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
de lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: «¡es ella!» como diría ahora
seguiré mi camino, murmurando: «era ella...»



José Ángel Buesa

tercer poema del río

-- de José Ángel Buesa --

El agua del río pasaba indolente,
reflejando noches y arrastrando días
tú, desnuda en la fresca corriente,
reías
yo te contemplaba desde la ribera,
tendido a la sombra de un árbol sonoro;
y resplandecía tu áurea cabellera,
desatada en el agua ligera,
como un remolino de espuma de oro
y pasaban las nubes errantes,
mientras tú te erguías bajo el sol de estío,
con los blancos hombros llenos de diamantes,
en la rumorosa caricia del río.
Y tú te reías
y mirando mis manos vacías,
pensé en tantas cosas que ya fueron mías,
y que se me han ido, como tú te irás
y tendí mis brazos hacia la corriente,
hacia la corriente cantarina y clara,
porque tuve miedo, repentinamente,
de que el agua feliz te arrastrara
y ya no reías
bajo el sol de estío,
ni resplandecías de oro y de rocío.
Y saliste corriendo del río,
y llenaste mis manos vacías
y al sentir tu cuerpo tan cerca y tan mío,
al vivir en tu amor un instante
más allá del placer y del hastío,
vi pasar la sombra de una nube errante,
de una nube fugaz sobre el río



José Ángel Buesa

la fuga infinita

-- de José Ángel Buesa --

Se fue mi niñez...
Batiendo sus alas de rosa partió...
Le rogué, llorando: «¡vuelve a mí otra vez!»
volveré me dijo... Pero no volvió...
Después, mi inocencia, cual mística flor,
se mustió entre las
llamaradas locas del pagano amor,
y a mi alma su aroma no tornó jamás...
Y, al llegar mis dudas, se marchó mi fe...
«¿Volverás?» le dije... No sé si me oyó:
hizo un gesto vago me miró y se fue.
Luego, acurrucada, sufrió mi ilusión
de los desengaños el flagelo cruel:
me miró con húmedos ojos de lebrel
y se fue en silencio de mi corazón...
Y yo sé que un día también tú te irás,
sin que mis caricias puedan retenerte,
pues ya hacia otros brazos, o ya hacia la muerte,
no te detendrás...
Porque sé que un día llegará el olvido,
y sé que ese día te me irás, mujer,
como tantas cosas que ya se me han ido:
¡para no volver!...



José Ángel Buesa

último amor

-- de José Ángel Buesa --

Yo andaba entre la sombra,
cuando como un fulgor llegaste tú; de pronto,
con el último amor.
Pero bastó un efluvio de antiguas primaveras
para reconocerte, para saber quién eras.
Y eras la misteriosa mujer desconocida
que entristeció de un sueño lo mejor de mi vida;
la de las tardes grises y los claros de luna,
la que busqué entre tantas y no encontré en ninguna.
Y hoy tal vez como un premio, tal vez como un castigo,
lo mejor de mi vida será morir contigo.
He pensado esta noche, sintiéndote tan mía
que así como llegaste, pudieras irte un día.
Lo he pensado eso es todo, pero si sucediera,
dejaré que te vayas sin un adiós siquiera.
Y cuando te hayas ido yo que nunca me quejo,
me vestiré de luto y aprenderé a ser viejo.
Pero si me muriera sin poder olvidarte
y después de la muerte se llega a alguna parte;
preguntaré si hay sitio, para mí, junto a ti.
Y dios, seguramente, responderá que sí.



José Ángel Buesa

la mujer sin nombre

-- de José Ángel Buesa --

Por ti escribo estos versos, aunque no sé quién eres;
estos versos que acaso tú nunca leerás...
Quizás estés ahora junto al hombres que quieres,
o el hombre que tú quieres no te quiere quizás.
Yo he de olvidarte pronto, como a tantas otras mujeres,
y tú, al hombre que hoy amas, también lo olvidarás,
y vendrán otras noches y otros amaneceres,
sin que nos encontremos nuevamente jamás...
Y te escribo estos versos, mujer desconocida,
con la extraña certeza de haberte amado en vano,
aunque te vi un instante solamente en la vida.
Y si acaso lo lees, tú, la mujer sin nombre,
quizás sientas la angustia de un recuerdo lejano,
y entornarás los ojos, pensando en otro hombre...



Gutierre de Cetina

si os amo, si os he amado y si he de amaros

-- de Gutierre de Cetina --

Más que es o fue mujer ni será amada,
no me lo agradezcáis, ni os pido nada,
ni vale el ardor mío para obligaros.
Aquel que tantas partes quiso daros
cubiertas de beldad tan extremada,
a solo aquel podéis ser obligada
que puso tanto en vos para adoraros.
No pudo yo llamarme en esto a engaño:
muy claro vi el camino de perderme,
tanto que agora me paresce extraño.
Lo que vos no podéis negar deberme
es que entendí al principio el desengaño
y no quise, aunque pude, defenderme.



Gutierre de Cetina

como la obscura noche al claro día

-- de Gutierre de Cetina --

Sigue con inefable movimiento,
así sigue al contento el descontento
de amor y la tristeza al alegría;
sigue al breve gozar luenga porfía,
al dulce imaginar sigue el tormento,
y al alcanzado bien el sentimiento
del perdido favor que lo desvía.
De contrarios está su fuerza hecha;
sus tormentas he visto y sus bonanzas,
y nada puedo ver que me castigue.
Ya sé qué es lo que daña y aprovecha;
mas ¿cómo excusará tantas mudanzas
quien ciego tras un ciego a ciegas sigue?



Gutierre de Cetina

si tantas partes hay por vuestra parte

-- de Gutierre de Cetina --

Para que os ame y que por vos sospire,
¿cómo queréis, mi bien, que me retire
de tal empresa y que de amar me aparte?
si el cielo en sola vos muestra y reparte
tal gracia y tal beldad que el mundo admire,
¿cómo queréis, mi bien, que el alma aspire
a nueva hermosura o con cuál arte?
si son nieve, oro, perlas y corales
los cabellos, la boca, el cuello, el pecho,
¿cómo queréis, mi bien, que no me encienda?
si vuestros modos más que naturales
me tienen tan vencido y tan estrecho,
¿cómo queréis, mi bien, que me defienda?



Gutierre de Cetina

dulce, sabrosa, cristalina fuente

-- de Gutierre de Cetina --

Refugio al caluroso ardiente estío,
adonde la beldad del ídol mío
hizo tu claridad más transparente,
¿qué ley permite, qué razón consiente
un pecho refrescar helado y frío,
en quien fuego de amor, fuerza ni brío
ni muestra de piedad jamás se siente?
cuánto mejor harías si lavases
de este mi corazón tantas mancillas
y el ardor que lo abrasa mitigases.
Aquí serían, amor, tus maravillas,
si en estas ondas un señal mostrases
de mis penas a quien no quiere oíllas.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de urrea

-- de Gutierre de Cetina --

Ni la africana sierra excelsa y brava,
ni las bárbaras armas, crudas, fieras,
ni tu sangre esparcida en sus riberas,
que el cielo de la honra derramaba,
ni la furia cruel que trastornaba
ante ti tantas naves y galeras,
ni el viento que en el campo las banderas
del fiero marte a su pesar postraba,
ni la gálida espada y torre fuerte,
ni en dura el duro asalto y duro hado,
contra del cual no hay fuerza que resista,
pudieron por más mal darte la muerte,
iberino pastor desventurado,
y agora mueres de una dulce vista.



Gutierre de Cetina

tanto espacio de tierra y tan gran seno

-- de Gutierre de Cetina --

De mar, tantas naciones tan extrañas,
tantos tormentos y ásperas montañas,
ni el alpe de terror y fieras lleno;
ni tanta soledad, ni el verme ajeno
de aquel bien que me rasga las entrañas,
ni los males, las iras, ni las sañas
de amor, ni el no tener un rato bueno;
ni el temor de la muerte que presente
traigo de cada hora, diferencia
harán en mí de aquél que ser solía.
Era mi fe, señora, indiferente,
¿pero quién me asegura en tanta ausencia
que la vuestra será cual es la mía?



Hernando de Acuña

Después, Amor, que me privó tu mano

-- de Hernando de Acuña --

Después, Amor, que me privó tu mano
de aquella vista en que vivía seguro,
es vuelto en escabroso estilo y duro
el mío, que antes era humilde y llano;

y en tal extremo, que si el más liviano
dolor que siento declarar procuro,
voy por áspera peña o alto muro
para haber de llegar al más cercano.

La lengua al pronunciar está turbada,
que en tantas tan dañosas ocasiones
cada cual se le ofrece por primera:

así sale la voz flaca y cansada,
y tan confusa de entre mil pasiones,
que de ninguna da razón entera.



Humberto Megget

Cuando tú estés dispuesta

-- de Humberto Megget --

Cuando tú estés dispuesta
comeremos
un pedazo de manzana en automóvil
y cuando regresemos
de una higuera recogeremos higos
y alimentaremos a gorriones vagabundos
cuando tú estés dispuesta
se sobrentiende
nos entretendremos en aprender el idioma de lombrices
en dibujar con carbones caravanas de hormigas
y luego subiremos como por un tronco hacia la montaña
y plantaremos la primera flor para sonrisa de los aviadores.
Cuando tú estés dispuesta haremos tantas cosas
nos pondremos a descansar bajo las palmeras
y a descubrir cómo se hacen el amor los grillos
luego correremos con nuestras alforjas al mar
y las llenaremos de espumas
que agitaremos en el espacio para que formen sobre
nuestros cuerpos techos
que cobijarán el secreto de nuestras representaciones nocturnas
siempre
claro está
cuando tú estés dispuesta.



Idea Vilariño

quiero morir

-- de Idea Vilariño --

Quiero morir. No quiero oír ya más campanas.
La noche se deshace, el silencio se agrieta.
Si ahora un coro sombrío en un bajo imposible,
si un órgano imposible descendiera hasta donde.

Quiero morir, y entonces me grita estás muriendo,
quiero cerrar los ojos porque estoy tan cansada.
Si no hay una mirada ni un don que me sostengan,
si se vuelven, si toman, qué espero de la noche.

Quiero morir ahora que se hielan las flores,
que en vano se fatigan las calladas estrellas,
que el reloj detenido no atormenta el silencio.

Quiero morir. No muero.

No me muero. Tal vez
tantos, tantos derrumbes, tantas muertes, tal vez,
tanto olvido, rechazos,
tantos dioses que huyeron con palabras queridas
no me dejan morir definitivamente.



Salvador Novo

un año más

-- de Salvador Novo --

Un año más sus pasos apresura;
un año más nos une y nos separa;
un año más su término declara
y un año más sus límites augura.

Un año más diluye su amargura;
un año más sus dones nos depara;
un año más, que con justicia avara
meció una cuna, abrió una sepultura.

¡Oh! dulce amigo, cuya mano clara
en cifra de cariño y de ternura
la mía tantas veces estrechara!

un año más el vínculo asegura
de su noble amistad, alta y preclara.
¡Dios se lo otorgue lleno de ventura!



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