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Se han encontrado 33 poemas con la palabra tacto

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Francisco Villaespesa

la sabia mano a cuyo tacto ardiente

-- de Francisco Villaespesa --

La sabia mano a cuyo tacto ardiente
vibra la carne como un instrumento,
prolongó la agonía del momento
en una languidez intermitente...
¡Oh, el cálido contacto de tu frente!
¡oh, tu dorso desnudo y opulento
echado sobre mí, como un sediento
sobre la superficie de una fuente!
mis besos perfumaron el vacío
de un húmedo y mortal escalofrío...
¡Y bajo tu melena estremecida
en un áureo manojo de serpientes,
sentí sangrar y sucumbir mi vida,
entre el canibalismo de tus dientes!

Poema la sabia mano a cuyo tacto ardiente de Francisco Villaespesa con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

El sueño (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Sueño, que lento y pesado
mis sentidos acometes,
y uno a uno los sometes
a tu imperio dilatado:

tú en prisión pones la vista
y gusto y tacto en olvido:
pierde el olfato la pista,
y, aunque el último, el oído
también cede a tu conquista

Y así dominas el fuerte,
y dejas de guarnición
la eficaz respiración
para que impida a la muerte
quitarte su posesión.

Ya sé que al cuerpo te agrada
ver en nada transformado...
¡Y el cuerpo vil es muy dado
a transformarse en la nada!

Mas, cuando pones en calma
el corpachón, que es más fuerte,
dime, tití de la muerte:
¿en qué se entretiene el alma?

Poema El sueño (López de Ayala) de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Amado Nervo

cantos escolares. los sentidos

-- de Amado Nervo --

Niño, vamos a cantar
una bonita canción;
yo te voy a preguntar,
tu me vas a responder:
los ojos, ¿para qué son?
los ojos son para ver.
¿Y el tacto? para tocar.
¿Y el oído? para oír.
¿Y el gusto? para gustar.
¿Y el olfato? para oler.
¿El alma? para sentir,
para querer y pensar.

Poema cantos escolares. los sentidos de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Oh, qué secreto, damas; oh galanes

-- de Lope de Vega --

¡Oh, qué secreto, damas; oh galanes,
qué secreto de amor; oh, qué secreto,
qué ilustre idea, qué sutil conceto!
¡Por Dios que es hoja de me fecit Ioanes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

No es esto filosófica fatiga,
trasmutación sutil o alquimia vana,
sino esencia real, que al tacto obliga.

Va de secreto, pero cosa es llana,
que quiere el buen letor que se le diga:
pues váyase con Dios hasta mañana.



Jaime Torres Bodet

orquídea

-- de Jaime Torres Bodet --

Flor que promete al tacto una caricia
más que el otoño de un perfume, suave
y que, pensada en flor, termina en ave
porque su muerte es vuelo que se inicia.
Párpado con que el trópico precave
de su luz interior la ardua delicia,
música inmóvil, flámula en primicia,
aurora vegetal, estrella grave.
Remordimiento de la primavera,
conciencia del color, pausa del clima,
gracia que en desmentirse persevera,
¿por qué te pido un alma verdadera
si la sola fragancia que te anima
es, orquídea, el temor de ser sincera?



Jaime Torres Bodet

voluntad

-- de Jaime Torres Bodet --

Si yo pudiera acariciarte, oh fina
suavidad de esta música del viento,
en las ramas mecidas de la encina...
¡Oh, si tuviera tacto el pensamiento
para palpar la redondez del mundo,
el rumor de los cielos transparentes,
el pensar agobiado de las frentes
y el viaje del suspiro vagabundo!...
¡Si al corazón llegara
en su forma real, el infinito;
lo que fue llanto en la pupila clara
e insaciedad en la eclosión del grito;
si la verdad me hiriera
con su arista cruel, en tajo rudo,
si todo lo que viera
estuviera desnudo!
¿qué palabra soberbia y rebosante
daría esa expresión apetecida?
¡pensar que bastaría, así, un instante
para borrar las formas de la vida!



Jorge Cuesta

no aquel que goza, frágil y ligero

-- de Jorge Cuesta --

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.



Jorge Cuesta

paraíso perdido

-- de Jorge Cuesta --

Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprende,
no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangra una llama inextinguida.



César Vallejo

Trilce: IX

-- de César Vallejo --

Vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.

Busco volvver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.

Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!

Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.



César Vallejo

vusco volvvver de golpe el golpe

-- de César Vallejo --

ix
vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.
Busco volver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.
Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!
y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.



César Vallejo

quedeme a calentar la tinta en que me ahogo

-- de César Vallejo --

Quedeme a calentar la tinta en que me ahogo
y a escuchar mi caverna alternativa,
noches de tacto, días de abstracción.
Se estremeció la incógnita en mi amígdala
y crují de una anual melancolía,
noches de sol, días de luna, ocasos de parís.
Y todavía, hoy mismo, al atardecer,
digiero sacratísimas constancias,
noches de madre, días de biznieta
bicolor, voluptuosa, urgente, linda.
Y aún
alcanzo, llego hasta mí en avión de dos asientos,
bajo la mañana doméstica y la bruma
que emergió eternamente de un instante.
Y todavía,
aun ahora,
al cabo del cometa en que he ganado
mi bacilo feliz y doctoral,
he aquí que caliente, oyente, tierro, sol y luno,
incógnito atravieso el cementerio,
tomo a la izquierda, hiendo
la yerba con un par de endecasílabos,
años de tumba, litros de infinito,
tinta, pluma, ladrillos y perdones.



Octavio Paz

la caída ii

-- de Octavio Paz --

Prófugo de mi ser, que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me dejan tacto y ojos sólo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué soy, sino la sima en que me abismo,
y qué, si no el no ser, lo que me puebla?
el espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad iii

-- de Octavio Paz --

A la orilla, de mí ya desprendido,
toco la destrucción que en mí se atreve,
palpo ceniza y nada, lo que llueve
el cielo en su caer oscurecido.
Anegado en mi sombra-espejo mido
la deserción del soplo que me mueve:
huyen, fantasma ejército de nieve,
tacto y color, perfume y sed, ruido.
El cielo se desangra en el cobalto
de un duro mar de espumas minerales;
yazgo a mis pies, me miro en el acero
de la piedra gastada y del asfalto:
pisan opacos muertos maquinales,
no mi sombra, mi cuerpo verdadero.



Octavio Paz

iv. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iv
un cuerpo, un cuerpo solo, sólo un cuerpo,
un cuerpo como día derramado
y noche devorada;
la luz de unos cabellos
que no apaciguan nunca
la sombra de mi tacto;
una garganta, un vientre que amanece
como el mar que se enciende
cuando toca la frente de la aurora;
unos tobillos, puentes del verano;
unos muslos nocturnos que se hunden
en la música verde de la tarde;
un pecho que se alza
y arrasa las espumas;
un cuello, sólo un cuello,
unas manos tan sólo,
unas palabras lentas que descienden
como arena caída en otra arena
esto que se me escapa,
agua y delicia obscura,
mar naciendo o muriendo;
estos labios y dientes,
estos ojos hambrientos,
me desnudan de mí
y su furiosa gracia me levanta
hasta los quietos cielos
donde vibra el instante:
la cima de los besos,
la plenitud del mundo y de sus formas.



Octavio Paz

hermosura que vuelve

-- de Octavio Paz --

En un rincón del salón crepuscular
o al volver una esquina en la hora indecisa y blasfema,
o una mañana parecida a un navío atado al horizonte,
o en morelia, bajo los arcos rosados del antiguo acueducto,
ni desdeñosa ni entregada, centelleas.
El telón de este mundo se abre en dos.
Cesa la vieja oposición entre verdad y fábula,
apariencia y realidad celebran al fin sus bodas,
sobre las cenizas de las mentirosas evidencias
se levanta una columna de seda y electricidad,
un pausado chorro de belleza.
Tú sonríes, arma blanca a medias desenvainada.
Niegas al sueño en pleno sueño,
desmientes al tacto y a los ojos en pleno día.
Tú existes de otro modo que nosotros,
no eres la vida pero tampoco la muerte.
Tú nada más estás,
nada más fulges, engastada en la noche.



Octavio Paz

v. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

V
deja que una vez más te nombre, tierra.
Mi tacto se prolonga
en el tuyo sediento,
largo, vibrante río
que no termina nunca,
navegado por hojas digitales,
lentas bajo tu espeso sueño verde.
Tibia mujer de somnolientos ríos,
mi pabellón de pájaros y peces,
mi paloma de tierra,
de leche endurecida,
mi pan, mi sal, mi muerte,
mi almohada de sangre:
en un amor más vasto te sepulto.



Oliverio Girondo

la mezcla

-- de Oliverio Girondo --

La mezcla
no sólo
el fofo fondo
los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales senos
y sus líquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los suspiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos en pleno plexo trópico
ni las exellas menos ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla que me merme los machimbres el almamasa tensalas tercas hembras tuercas
la mezcla

la mezcla con que adherí mis puentes



Pedro Salinas

don de la materia

-- de Pedro Salinas --

Entre la tiniebla densa
el mundo era negro: nada.
Cuando de un brusco tirón
forma recta, curva forma
le saca a vivir la llama.
Cristal, roble, iluminados,
¡qué alegría de ser tienen,
en luz, en líneas, ser
en brillo y veta vivientes!
cuando la llama se apaga,
fugitivas realidades,
esa forma, aquel color,
se escapan.
¿Viven aquí o en la duda?
sube lenta una nostalgia
no de luna, no de amor,
no de infinito. Nostalgia
de un jarrón sobre una mesa.
¿Están?
yo busco por donde estaban.
Desbrozadora de sombras
tantea la mano. A oscuras
vagas huellas, sigue el ansia.
De pronto, como una llama
sube una alegría altísima
de lo negro: la luz del tacto.
Llegó al mundo de lo cierto.
Toca el cristal, frío, duro,
toca la madera, áspera.
¡Están!
la sorda vida perfecta,
sin color, se me confirma,
segura, sin luz, la siento:
realidad profunda, masa.



Juan Bautista Arriaza

A Olimpia cantando

-- de Juan Bautista Arriaza --

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.



Gerardo Diego

sucesiva

-- de Gerardo Diego --

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.
Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.
Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.



Gerardo Diego

nocturno

-- de Gerardo Diego --

Nocturno
a manuel machado.
Están todas
también las que se encienden en las noches de moda
nace del cielo tanto humo
que ha oxidado mis ojos
son sensibles al tacto las estrellas
no sé escribir a máquina sin ellas
ellas lo saben todo
graduar el mar febril
y refrescar mi sangre con su nieve infantil
la noche ha abierto el piano
y yo las digo adiós con la mano



Gerardo Diego

giralda

-- de Gerardo Diego --

Giralda
giralda en prisma puro de sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples ay, narcisa, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.



Mario Benedetti

a tientas

-- de Mario Benedetti --

Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba



Mario Benedetti

chau número tres

-- de Mario Benedetti --

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.



Miguel Hernández

9

-- de Miguel Hernández --

9
fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera.
Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
miera, mi voz para la tuya miera.
Zarza es tu mano si la tiento, zarza,
ola tu cuerpo si la alcanzo, ola,
cerca una vez pero un millar no cerca.
Garza es mi pena, esbelta y triste garza,
sola como un suspiro y un ay, sola,
terca en su error y en su desgracia terca.



Juan Ramón Jiménez

el otoñado

-- de Juan Ramón Jiménez --

Estoy completo de naturaleza,
en plena tarde de áurea madurez,
alto viento en lo verde traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
el fuego, el agua, el aire), el infinito.
Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmito olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.
Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción. Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.



Francisco de Aldana

Otro aquí no se ve que frente a frente

-- de Francisco de Aldana --

Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.

Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.

El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,

hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!



Francisco de Aldana

Otro aquí no se ve que, frente a frente

-- de Francisco de Aldana --

Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.

Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.

El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,

hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!



Blas de Otero

[cuerpo de mujer; río de oro]. ángel fieramente humano (1950)

-- de Blas de Otero --

... tántalo en fugitiva fuente de oro.
F. De quevedo
cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de tántalo es la pena.
Suena la soledad de dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en dios almas y limos.



Carlos Pellicer

recinto. fin del nombre amado

-- de Carlos Pellicer --

xv
un soneto de amor que nunca diga
de quién y cómo y cuándo, y agua dé a
quien viene por noticia y en sí lea
clave caudal que sin la voz consiga.
Que en cada verso pierda y gane y siga
ritmo a la cifra en luz que el agua arquea,
y suba el espendor que así desea
música lengua y tacto a flor de espiga.
Ya la línea sandalia del terceto
abre camino al alma del objeto
que adoro y cuyo nombre dicen todos.
Nadie sabe el valor de su grandeza,
pero al decirlo de inconscientes modos
me transfiguran, pues me dan belleza.



Carlos Pellicer

recinto XIII

-- de Carlos Pellicer --

viii
tú eres más que mis ojos porque ves
lo que en mis ojos llevo de tu vida.
Y así camino ciego de mí mismo
iluminado por mis ojos que arden
con el fuego de ti.
Tú eres más que mi oído porque escuchas
lo que en mi oído llevo de tu voz.
Y así camino sordo de mí mismo
lleno de las ternuras de tu acento.
¡La sola voz de ti!
tú eres más que mi olfato porque hueles
lo que mi olfato lleva de tu olor.
Y así voy ignorando el propio aroma,
emanando tus ámbitos perfumes,
pronto huerto de ti.
Tú eres más que mi lengua porque gustas
lo que en mi lengua llevo de ti sólo,
y así voy insensible a mis sabores
saboreando el deleite de los tuyos,
sólo sabor de ti.
Tú eres más que mi tacto porque en mí
tu caricia acaricias y desbordas.
Y así toco en mi cuerpo la delicia
de tus manos quemadas por las mías.
Yo solamente soy el vivo espejo
de tus sentidos. La fidelidad
del lago en la garganta del volcán.



Claudio Rodríguez

salvación del peligro

-- de Claudio Rodríguez --

Esta iluminación de la materia,
con su costumbre y con su armonía,
con sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.
Salva mi amor este metal fundido,
este lino que siempre se devana
con agua miel,
y el cerro con palomas,
y la felicidad del cielo,
y la delicadeza de esta lluvia,
y la música del
cauce arenoso del arroyo seco,
y el tomillo rastrero en tierra ocre,
la sombra de la roca a mediodía,
la escayola, el cemento,
el zinc, el níquel,
la calidad del hierro, convertido, afinado
en acero,
los pliegues de la astucia, las avispas del odio,
los peldaños de la desconfianza,
y tu pelo tan dulce,
tu tobillo tan fino y tan bravío,
y el frunce del vestido,
y tu carne cobarde...
Peligrosa la huella, la promesa
entre el ofrecimiento de las cosas
y el de la vida.
Miserable el momento si no es canto.



Rosario Castellanos

dos meditaciones

-- de Rosario Castellanos --

Considera, alma mía, esta textura
áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

Ii

hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿castrar al potro dios?
pero dios rompe el freno y continua engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.



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Ariiba