Buscar Poemas con Surgir


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra surgir

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Luis Muñoz Rivera

patriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Con las ropas en bello desorden,
la frente marmórea de rizos poblada,
balbuciendo los trémulos labios
confusas palabras,
un niño dormía
soñando una patria.

Oh! ¡qué hermosa, riente y espléndida,
altiva y heroica, viril y gallarda
la veía surgir de las ondas
rugientes y bravas,
con su veste de espumas cubiertos
el torso de ninfa, las formas de estatua!

corrieron los años;
el niño, en su tierra, creció como un paria;
vio la fusta estallar implacable
del siervo en la espalda;
mirar pudo en el rostro del césar
sonrisas de lástima;
la sangre, rebelde,
subió a sus mejillas en brusca oleada;
y después... En sus noches de insomnio,
evocando a la ninfa soñada
¡qué mezquina, qué pobre, qué triste
solía mirarla!

¡ay! el sueño... ¡Qué dulce y alegre!
la verdad... ¡Qué desnuda y amarga!
por eso el mancebo
pensando en la patria,
sintió muchas veces sus ojos marchitos
llenarse de lágrimas.

Poema patriota de Luis Muñoz Rivera con fondo de libro

Julián del Casal

tristissima nox

-- de Julián del Casal --

Noche de soledad. Rumor confuso
hace el viento surgir de la arboleda,
donde su red de transparente seda
grisácea araña entre las hojas puso.
Del horizonte hasta el confín difuso
la onda marina sollozando rueda
y, con su forma insólita, remeda
tritón cansado ante el cerebro iluso.
Mientras del sueño bajo el firme amparo
todo yace dormido en la penumbra,
sólo mi pensamiento vela en calma,
como la llama de escondido faro
que con sus rayos fúlgidos alumbra
el vacío profundo de mi alma.

Poema tristissima nox de Julián del Casal con fondo de libro

Pedro Antonio de Alarcón

A Fray Luis de León

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Qué bien que conociste
el Amor soberano,
augustino León, Fray Luis divino!

(Lope de Vega.)

«¡Gloria!» las arpas, los salterios «¡gloria!»
resuenen por doquier... ¡Ved al Poeta
surgir triunfante, coronado atleta
del seno de la noche mortuoria!
¡Él es! —Un sueno de dolor han sido
trescientos años de pasada historia...
La tumba en pedestal se ha convertido,
y el pedestal en cátedra... ¡Silencio!
¡León, libre otra vez, como algun dia,
sube al alzado puesto,
mira al concurso con afable calma...
La multitud le aclama como entonce...
Y, con acento que percibe el alma,
«Decíamos ayer...» Prorumpe el bronce.

¡Él es, que torna á la vital arena,
no ya del fondo de prisión impia,

Poema A Fray Luis de León de Pedro Antonio de Alarcón con fondo de libro

Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



Gutierre de Cetina

corre con tempestad furiosa y fuerte

-- de Gutierre de Cetina --

El más cuerdo piloto, el más experto,
y en viendo cerca el deseado puerto,
el miedo en esperanza se convierte;
mas queriendo surgir la mala suerte,
lo torna con extraño desconcierto;
sale un viento cruel, contrario, incierto,
que atrás lo vuelve a recelar la muerte.
Así yo, en la fortuna del deseo
a vos vengo, que sois el puerto mío,
donde de tanto mal pienso salvarme;
mas, ¡ay, hado cruel!, que apena os veo,
cuando un contrario viento de un desvío
hace que en el dolor vuelva a engolfarme.



Medardo Ángel Silva

La muerte enmascarada

-- de Medardo Ángel Silva --

Silenciosa y eternamente va a nuestro lado,
con paso sin rumor, enigmático y ledo,
grávido de misterios el rostro enmascarado,
seguido del horror, la tiniebla y el miedo.

Pasan las horas dulces en cortejo rosado,
y sonríen. Yo intento sonreír... Y no puedo,
porque, al saberme siempre por ella acompañado,
como quien ve un abismo súbitamente quedo.

Cuando pueblan la estancia las horribles visiones
que hace la neurastenia surgir en los rincones,
entre los cortinajes de azul desconocido,

¡ay, apagad las luces y velad los espejos!
Temo ver en sus lunas de borrosos reflejos,
junto a la Enmascarada, mi faz de aparecido.



Julio Zaldumbide Gangotena

El llanto (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Cuando yo considero que en la vida
no he cogido de amor ninguna rosa;
cuando no miro en duda tenebrosa
surgir lejana una ilusión querida;

cuando de hiel colmada la medida
de mi dolor el cálice rebosa;
cuando el alma en su lucha tormentosa
se postra al fin sin fuerzas abatida,

la frente inclino; en abundante vena
desátase mi llanto, y baña el suelo,
y mi alma poco a poco se serena.

De la tormenta así el nubloso velo,
revuelto en confusión, se rompe, truena,
desciende en lluvia, y resplandece el cielo.



Evaristo Carriego

El clavel

-- de Evaristo Carriego --

Fué al surgir de una duda insinuativa
cuando hirió tu severa aristocracia,
como un símbolo rojo de mi audacia,
un clavel que tu mano no cultiva.

Quizás hubo una frase sugestiva,
o viera una intención tu perspicacia,
pues tu serenidad llena de gracia
fingió una rebelión despreciativa...

Y, así, en tu vanidad, por la impaciente
condena de un orgullo intransigente,
mi rojo heraldo de amatorios credos

mereció, por su símbolo atrevido,
como un apóstol o como un bandido
la guillotina de tus nobles dedos.



José Asunción Silva

Suspiro

-- de José Asunción Silva --

Si en tus recuerdos ves algún día
entre la niebla de lo pasado
surgir la triste memoria mía
medio borrada ya por los años,
piensa que fuiste siempre mi anhelo
y si el recuerdo de amor tan santo
mueve tu pecho; nubla tu cielo,
llena de lágrimas tus ojos garzos;
¡ah! ¡no me busques aquí en la tierra
donde he vivido, donde he luchado,
sino en el reino de los sepulcros
donde se encuentran paz y descanso!



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad iv

-- de Claudio Rodríguez --

iv
así el deseo. Como el alba, clara
desde la cima y cuando se detiene
tocando con sus luces lo concreto
recién oscura, aunque instantáneamente.
Después abre ruidosos palomares
y ya es un día más. ¡Oh, las rehenes
palomas de la noche conteniendo
sus impulsos altísimos! y siempre
como el deseo, como mi deseo.
Vedle surgir entre las nubes, vedle
sin ocupar espacio deslumbrarme.
No est en mí, está en el mundo, estáahí enfrente.
Necesita vivir entre las cosas.
Ser añil en los cerros y de un verde
prematuro en los valles. Ante todo,
como en la vaina el grano, permanece
calentando su labor enardecido
para después manifestarlo en breve
más hermoso y radiante. Mientras, queda
limpio sin una brisa que lo aviente,
limpio deseo cada vez más mío,
cada vez menos vuestro, hasta que llegue
por fin a ser mi sangre y mi tarea,
corpóreo como el sol cuando amanece.



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