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Se han encontrado 85 poemas con la palabra suave

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Pedro Bonifacio Palacios

Brisa

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Llega a mis sienes, tímida, temblando,
tan perfumada como un rosal
la tibia brisa, su andar es blando.
¡Primer suspiro primaveral!

Llega tan suave, tan dilatada
cual de la linfa el correr fugaz,
o de la amante ruborizada
púdica y suave pasión veraz.

Cuando en mi pecho, tierna se posa,
bebo su tierna tribulación,
entonces, dicha un instante goza,
pobre, dolido, mi corazón.

Poema Brisa de Pedro Bonifacio Palacios con fondo de libro

Hernando de Acuña

En muy suave aunque en muy gran tormento

-- de Hernando de Acuña --

En muy suave aunque en muy gran tormento
vivo, y arderme siento en dulce fuego,
do en vivas llamas hallo un gran sosiego
y en extrema pasión contentamiento.

¿Con qué manera de agradecimiento
pagaré amor que en tal desasosiego,
y en le extremo de pasión do llego,
me tiene con su causa tan contento?

Sólo mostrarme puedo agradecido
en contentarme ahora y en pesarme
que me halla Amor tal pena dilatado;

que pues tal ocasión había de darme,
con razón llamaré tiempo perdido
el que sin padecer se me ha pasado.

Poema En muy suave aunque en muy gran tormento de Hernando de Acuña con fondo de libro

Medardo Ángel Silva

Reminiscencia griega

-- de Medardo Ángel Silva --

Pan recobró su otoñal caramillo
y hace vibrar la dorada floresta
y es en un claro del bosque amarillo
danza rosada de ninfas en fiesta.

Sombras desnudas temblando en la brisa
siempre más fina, más suave, más leve,
mientras el agua la imagen precisa
de piernas rosas y cuerpos de nieve.

De lo más negro del bosque fragante,
como la sangre se va de la herida,
fluye la voz pastoril y galante
del armonioso instrumento panida.

Suave se riza la yerba menuda
bajo el jazmín de los pies nacarados
y va borrando la danza desnuda
la sombra gris de los sueños pasados...

¡Y es un dolor armonioso, una angustia
imprecisible, una amargura ambigua
ver tan lejana la dulce edad mustia
y la belleza de esta tarde antigua...!

Poema Reminiscencia griega de Medardo Ángel Silva con fondo de libro

Fernando de Herrera

El suave color que dulcemente

-- de Fernando de Herrera --

El suave color que dulcemente
espira, el tierno ardor de rosa pura,
la viva luz de eterna hermosura,
el sereno candor y alegre frente;

el semblante do yace amor presente,
la mano que a la nieve de blancura
orna, pueden volver la noche oscura
en día y claridad resplandeciente.

En vos el sol se ilustra, y se colora
el blanco cerco, y ledas las estrellas
fulguran, y las puntas de Diana.

Tal vos contemplo, que la roja aurora
y de Venus la lumbre soberana,
en vuestra faz ardiendo son más bellas.



Fernando de Herrera

El suave esplendor de la belleza

-- de Fernando de Herrera --

El suave esplendor de la belleza,
que alegre en vos espira dulcemente,
y la serena luz do Amor presente
templa los puros rayos de terneza,

en el más claro asiento de la alteza
vos hacen entre tantas diferente,
que por vos glorioso el Occidente
su nombre sólo ensalza con grandeza.

Mas el valor, el noble entendimiento,
el espíritu, el intento generoso,
asciende a la región de luz serena;

y fuera del humano sentimiento
de envidia, sin temor llamaros oso
¡oh sola en nuestra edad, bella sirena!



Fernando de Herrera

Pura, bella, suave Estrella mía

-- de Fernando de Herrera --

Pura, bella, suave Estrella mía,
que sin temor de oscuridad profana,
vestís de luz serena la mañana,
y la tierra encendéis desnuda y fría;

pues vos, a quien mi alma triste envía
mil suspiros, movéis la soberana
vuestra empresa, cual ínclita Diana,
contra Venus y Amor con osadía,

yo seré como aquel que su belleza
con hierro amancilló, y el casto hecho
lo mostró con más gloria y hermosura;

pero, si luna sois, tendré en la alteza
latmia del cazador el triste pecho,
y no del que honró Arcadia la figura.



Rubén Darío

Era un aire suave

-- de Rubén Darío --

Un aire suave, de pausados giros;
El hada Harmonía ritmaba sus vuelos;
E iban frases vagas y tenues suspiros
Entre los sollozos de los violoncelos.



Abraham Valdelomar

Los pensadores vencidos

-- de Abraham Valdelomar --

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora...
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas...

Pasan sátiros, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles...

En la Puerta Nomentana y en el viejo Capitolio
el eco de un himno eolio,
deja una nota sonora.

...Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...



Adelardo López de Ayala

Sin palabras

-- de Adelardo López de Ayala --

Mil veces con palabras de dulzura
esta pasión comunicarte ansío:
mas ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?

Penetre en ti callada mi ternura
sin detenerse en el menor desvío;
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.

Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas.

Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.



Adelardo López de Ayala

La música (en un album)

-- de Adelardo López de Ayala --

La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
dentro del lenguaje humano.

Dichosa tú que su palma
has llegado a merecer,
conmoviendo a tu placer
la mejor parte del alma.
Tu voz infunde la calma
y arrebata y enamora...
¡Ay de mí! Tu seductora
y celestial armonía,
¡cuántas veces calmaría
este afán que me devora!



Alberto Lista

La belleza

-- de Alberto Lista --

¿Dónde cogió el Amor, o de qué vena,
el oro fino de su trenza hermosa?
¿En qué espinas halló la tierna rosa
del rostro, o en qué prados la azucena?

¿Dónde las blancas perlas con que enfrena
la voz suave, honesta y amorosa?
¿Dónde la frente bella y espaciosa
más que el primer albor pura y serena?

¿De cuál esfera en la celeste cumbre
eligió el dulce canto, que destila
al pecho ansioso regalada calma?

Y ¿de qué sol tomó la dulce lumbre
de aquellos ojos que la paz tranquila
para siempre arrojaron de mi alma?



Alejandro Tapia y Rivera

A una señorita

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

I
El sol de la ventura
no ha dado aún a mis ojos
tu imagen; mis antojos
perciben tu hermosura,
perciben en la altura
de un ángel el destello,
de un hada el rostro bello...
Para llamar feliz mi triste suerte,
ángel, hada o mujer, anhelo verte.

II
Amor me inspira el ave
del aire mensajera,
que lleva al alta esfera
como celeste nave
de amor el canto suave;
también amor me inspira
la flor que aroma espira,
y tal dicha en mi ser tu nombre vierte,
que flor, ave o mujer, muero por verte.

III
No sé si eres lucero
que anuncia alegre día,
o en tempestad umbría
ofrece un derrotero
al triste marinero;
empero ángel o hada,
o ave o flor preciada,
o mágico lucero;
para amar más la vida que la muerte,
es mi anhelo, señora, conocerte.



Alfonsina Storni

Soy

-- de Alfonsina Storni --

Soy suave y triste si idolatro, puedo
Bajar el cielo hasta mi mano cuando
El alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
Ni se acurruca tanto en un ensueño,
Ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
Un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
Como pájaros vivos, un momento,
Aletear bajo mis dedos blancos.

Sé la frase que encanta y que comprende
Y sé callar cuando la luna asciende
Enorme y roja sobre los barrancos.



Amado Nervo

a quien va a leer

-- de Amado Nervo --

Laudatu si, mi signore, per sor acqua...
San francisco de asís.
Un hilo de agua que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea toda la noche y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella me acompaña; un hilo de agua: ¡qué cosa tan sencilla! y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras me han enseñado más que los libros.
El alma del agua me ha hablado en la sombra el alma santa del agua y yo la he oído, con recogimiento y con amor. Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así: ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas; y tales páginas han formado un poema
yo sé que quien lo lea sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de sor acqua; y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen en la gracia de dios.



Amado Nervo

el retorno

-- de Amado Nervo --

Vivir sin tus caricias es mucho desamparo;
vivir sin tus palabras es mucha soledad;
vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro,
es mucha oscuridad...
Vuelvo pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como ésta: desmayada
en un lecho de lilas, e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.
¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo
-como siempre-, y mis labios no cansados
de alabarte, y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!
recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el deje suave de una hermana;
murmura un apacible: te perdono ,
y déjame dormir con abandono,
en tu noble regazo, hasta mañana...



Amado Nervo

la bella del bosque durmiente

-- de Amado Nervo --

Tu amada muerta es como una princesa que duerme.
Su alma, en un total olvido de sí misma, flota en la noche.
Mas si tú persistes en quererla,
un día esta persistencia de tu amor la recordará.
Su espíritu tornará a la conciencia de su ser, ysentirás en lo íntimo de tu cerebro el suave latido de sudespertar y el influjo inconfundible de su vieja ternura que vuelve...
Comprenderás entonces, merced a estos signos misteriosos, queuna vez más el amor ha vencido a la muerte.



Amado Nervo

El retorno (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Vuelvo, pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.

Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como esta, desmayada
en un lecho de lilas e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.

Vuelvo a ti con mis dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo,
como siempre, y mis labios, no cansados
de alabarte ¡y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!

Recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el dejo suave de una hermana;
murmura un apacible: «Te perdono»,
y déjame dormir con abandono
en tu noble regazo hasta mañana...



Amado Nervo

Esta niña dulce y grave...

-- de Amado Nervo --

Esta niña dulce y grave,
tiene un largo cuello de ave,
cuello lánguido y sutil
cuyo gálibo suave
finge prora de una nave,
de una nave de marfil.

Y hay en ella cuando inclina
la cabeza arcaica y fina,
-que semeja peregrina
flor de oro- al saludar,
cierto ritmo de latina,
cierto porte de menina
y una gracia palatina
muy difícil de explicar...



Leopoldo Lugones

valse noble

-- de Leopoldo Lugones --

En la tarde suave y cálida,
desde el diván carmesí,
alzas fielmente hasta mí
tus lentos ojos de pálida.

Con la espectral ilusión
de la hora que te importuna
un vago pavor de luna
te acerca a mi corazón.

Por el cielo angelical
se ahonda en místico ascenso
la soledad de un inmenso
plenilunio inmaterial;

que encantando los jardines
viene casi lastimero,
delirado en un ligero
frenesí de violines.

En escena baladí,
te infunde su poesía
tan dulce melancolía,
que quieres morir así.

Con el mimo de estar triste,
buscas mi arrullo más blando,
y te sorprendes llorando
lágrimas que no sentiste.

(....)

Algo eleva nuestro ser,
y la calma de la luna,
nos embarga como una
blanca nave ... A no volver.



Leopoldo Lugones

El nido (Lugones)

-- de Leopoldo Lugones --

Una arista, una cerda, un hilo, un copo
De lana ocasional, y mucha espina.
Una honda suavidad de pluma fina,
Y un triple gajo de cimbreño chopo.

Y al declinar la vespertina hora,
En la puerta del tálamo sencillo,
Dorándose de sol, el pajarillo
Con gorjeo más suave se enamora.



Lope de Vega

Lágrimas, que partiendo de mi cielo

-- de Lope de Vega --

Lágrimas que partiendo de mi cielo
los rayos de su sol oscurecistes,
bañando el rostro mío, en que imprimistes
cristal, aljófar, llanto, fuego y hielo;

dulce seguridad de mi recelo
en quien mil firmes de lealtad me distes,
de tanta ausencia y soledades tristes
vosotras sois el último consuelo.

En fin bebí vuestro licor suave,
con cuya lluvia, como firme palma,
nació en el alma la esperanza mía.

Que no es posible que sin causa grave
se viera el cielo entonces todo en calma,
llorara el sol y se turbara el día.



Lope de Vega

Si ya después de Leviatán vencido

-- de Lope de Vega --

Si ya después de Leviatán vencido
y atravesado con la dura armella;
teñida en sangre Babilonia bella
la púrpura y el oro del vestido;
rota la copa, y el licor vertido,
que dio veneno a la mayor estrella,
en cítara suave, que con ella
cesara el llanto del eterno olvido,
el vencedor con dulce voz cantaba,
admirada de todas las naciones,
¿Quién no te teme, gran Señor, y alaba?
¡Oh cordero Divino, qué canciones
te cantará quien a sus pies estaba,
si en el sagrado de tu Cruz le pones!



Luis Gonzaga Urbina

aantifona

-- de Luis Gonzaga Urbina --

En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.

Ríe en mi tedio sepulcral guarida
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.

Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;

enciende la razón en mi locura,
¡tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura.....



Luis Gonzaga Urbina

a thais

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Beso tus ojos tristes como suele
sus reliquias besar, en tanto reza,
una anciana piadosa. Y tu cabeza
que a perfumadas liviandades huele,

beso, porque mi beso te consuele,
mi beso que es unción y que es tristeza,
mi beso que está limpio de impureza,
mi beso que no mancha y no duele.

Yo bien sé que es romántica locura
besarte así, con beso que no alcanza
a encender la pasión sensual e impura;

mas gusto de juntar, en suave alianza,
mi aspiración de amor y de ternura
a tu ideal de ensueño y esperanza.



Luis Gonzaga Urbina

dones

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.



Luis Gonzaga Urbina

metamorfosis

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.



Luis Muñoz Rivera

abismos

-- de Luis Muñoz Rivera --

Dios puso en los abismos del espacio
esos vapores tenues,
que, en nube convertidos, se coloran
con tinta suave cuando el alba viene.

La nube engendra el rayo
que esparce por doquier estrago y muerte:
¡culpad a dios, que derramó en la altura
del huracán el germen!

dios puso en el cerebro esas ideas
que poderosas crecen
y, comprimidas sin piedad, estallan
soberbias, indomables y rebeldes.

La rebelión engendra
brisas de fuego y ráfagas de muerte:
¡culpad a dios que puso en el cerebro
del huracán el germen!



Luis Palés Matos

místico (para la muerta niña)

-- de Luis Palés Matos --

Envuelta en una magia de rosados candores,
sobre un reclinatorio de nardos y azahares,
tu cuerpecito lleno de inocentes temblores
dormía su narcisismo, ajeno a las pesares.

Velaba tu alma honesta vago romanticismo:
doradas mariposas, quiméricos jardines,
fuentecillas gimiendo en su solitarismo
como un encantamiento de notas de violines.

Abismada en el prisma que la niñez ponía
ante tus ojos, negros como los sinsabores,
tu vida era crátera de rica fantasía.

Y, núcleo de una alegre cáfila de rumores,
eras como el preludio de suave melodía
que el céfiro nocturno remeda entre las flores.



Luis Palés Matos

guayamesa

-- de Luis Palés Matos --

Suave como los tallos del papiro,
con una vaga irradiación de fresa
es tu talle de egipcia, en el que admiro
toda la majestad de una princesa.

El ensueño y el mar, en el zafiro
de tus ojos, se tiñen guayamesa;
y como turquesino es el suspiro,
en tus ojos se baña de turquesa.

Cabellera auroral y frente blanca
donde el pudor alguna vez se estanca...
Cuando tu cabellera rizos llueve.

Al caer en tu frente ese tesoro,
urde un desborde de flamante oro
sobre un albino témpano de nieve.



Líber Falco

En un baldío

-- de Líber Falco --

En un baldío,
cinco muchachos juegan a la pelota.
Un hombre pasa.
Lleva una carretilla. Pasa.
Un aire suave
abanica el rostro de la tarde.
A lo lejos, allá...
Los palacios del Centro
muestran su espalda al Sol.
La tarde se va.
Lleva un aire de doncella defraudada.

En un baldío,
cinco muchachos juegan a la pelota.
Montevideo vive.
No sueña. No espera nada.
Vive.
Lejos suena una bocina.
Qué triste es todo.
Y sin embargo, qué bello es verlo,
mirarlo, oírlo y verlo.



Jaime Sabines

adán y eva xv

-- de Jaime Sabines --

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave,infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo;bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti,redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto,lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil.Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para quemadures en paz.



Jaime Sabines

mi corazón emprende...

-- de Jaime Sabines --

Mi corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes,
quiero esa tensa humedad que te palpita ,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.



Jaime Sabines

tu cuerpo está a mi lado

-- de Jaime Sabines --

Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.



Jaime Sabines

no es nada de tu cuerpo

-- de Jaime Sabines --

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.



Jaime Torres Bodet

la primavera de la aldea

-- de Jaime Torres Bodet --

La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.
Traía nidos en las manos
y le cantaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.
Tenía, como los duraznos,
de nieve y rosa hecha la piel
y sobre el lomo de los asnos
llevaba su panal de miel.
A la ciudad, la primavera
trajo del campo un suave olor
en las tinas de la lechera
y los jarros del aguador...



Jaime Torres Bodet

orquídea

-- de Jaime Torres Bodet --

Flor que promete al tacto una caricia
más que el otoño de un perfume, suave
y que, pensada en flor, termina en ave
porque su muerte es vuelo que se inicia.
Párpado con que el trópico precave
de su luz interior la ardua delicia,
música inmóvil, flámula en primicia,
aurora vegetal, estrella grave.
Remordimiento de la primavera,
conciencia del color, pausa del clima,
gracia que en desmentirse persevera,
¿por qué te pido un alma verdadera
si la sola fragancia que te anima
es, orquídea, el temor de ser sincera?



Jorge Cuesta

dibujo

-- de Jorge Cuesta --

Suaviza el sol que toca su blancura,
disminuye la sombra y la confina
y no tuerce ni quiebra su figura
el ademán tranquilo que la inclina.

Resbala por la piel llena y madura
sin arrugarla, la sonrisa fina
y modela su voz blanda y segura
el suave gesto con que se combina.

Sólo al color y la exterior fragancia
su carácter acuerda su constancia
y su lenguaje semejanza pide;

como a su cuerpo no dibuja y cuida
sino la música feliz que mide
el dulce movimiento de su vida.



César Vallejo

Trilce: LXVIII

-- de César Vallejo --

Estamos a catorce de Julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.

Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha seis días
está en los lagrimales helado.

Se ha degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.

Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafío,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y respondimos desde dónde los míos no son los tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto.)

Y era negro, colgado en un rincón,
sin proferir ni jota, mi paletó,
a
t
o
d
a
s
t
A



César Vallejo

por último, sin ese buen aroma sucesivo

-- de César Vallejo --

Por último, sin ese buen aroma sucesivo,
sin él,
sin su cuociente melancólico,
cierra su manto mi ventaja suave,
mis condiciones cierran sus cajitas.
¡Ay, cómo la sensación arruga tánto!
¡ay, cómo una idea fija me ha entrado en una uña!
albino, áspero, abierto, con temblorosa hectárea,
mi deleite cae viernes,
mas mi triste tristumbre se compone de cólera y tristeza
y, a su borde arenoso e indoloro,
la sensación me arruga, me arrincona.
Ladrones de oro, víctimas de plata:
el oro que robara yo a mis víctimas,
¡rico de mí olvidándolo!
la plata que robara a mis ladrones,
¡pobre de mí olvidándolo!
execrable sistema, clima en nombre del cielo, del bronquio y laquebrada,
la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre...



César Vallejo

estamos a catorce de julio

-- de César Vallejo --

lxviii
estamos a catorce de julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.
Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha seis días
está en los lagrimales helado.
Se ha degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.
Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafío,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y respondimos desde dónde los míos no son los tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto.)
Y era negro, colgado en un rincón,
sin proferir ni jota, mi paletó,
a
t
o
d
a
s
t
a



César Vallejo

y no me digan nada

-- de César Vallejo --

Y no me digan nada,
que uno puede matar perfectamente,
ya que, sudando tinta,
uno hace cuanto puede, no me digan..
Volveremos, señores, a vernos con manzanas;
tarde la criatura pasará,
la expresión de aristóteles armada
de grandes corazones de madera,
la de heráclito injerta en la de marx,
la del suave sonando rudamente...
Es lo que bien narraba mi garganta:
uno puede matar perfectamente.
Señores,
caballeros, volveremos a vernos sin paquetes;
hasta entonces exijo, exijiré de mi flaqueza
el acento del día, que,
según veo, estuvo ya esperándome en mi lecho.
Y exijo del sombrero la infausta analogía del recuerdo,
ya que, a veces, asumo con éxito mi inmensidad llorada,
ya que, a veces, me ahogo en la voz de mi vecino
y padezco
contando en maíces los años,
cepillando mi ropa al son de un muerto
o sentado borracho en mi ataúd...



César Vallejo

primavera tuberosa

-- de César Vallejo --

Esta vez, arrastrando briosa sus pobrezas
al sesgo de mi pompa delantera,
coteja su coturno con mi traspié sin taco,
la primavera exacta de picotón de buitre.
La perdí en cuanto tela de mis despilfarros,
juguéla en cuanto pomo de mi aplauso;
el termómetro puesto, puesto el fin, puesto el gusano,
contusa mi doblez del otro tia,
aguardéla al arrullo de un grillo fugitivo
y despedía uñoso, somático, sufrido.
Veces latentes de astro,
ocasiones de ser gallina negra,
entabló la bandida primavera
con mi chusma de aprietos,
con mis apocamientos en camisa,
mi derecho soviético y mi gorra.
Veces las del bocado lauríneo,
con símbolos, tabaco, mundo y carne,
deglusión translaticia bajo palio,
al són de los testículos cantores;
talentoso torrente el de mi suave suavidad,
rebatible a pedradas, ganable con tan sólo suspirar...
Flora de estilo, plena,
citada en fangos de honor por rosas auditivas...
Respingo, coz, patada sencilla,
triquiñuela adorada... Cantan... Sudan...



César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



Delmira Agustini

Amor (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
despues rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
que todas las tinieblass y todo el iris viste,
que frágil como un ídolo y eterno como un Dios

Sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos...



Diego de Torres Villarroel

a antonia mejía célebre cómica y cantora, apludida en malas coplas de ruines poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

De esos sucios poetas malandrines
que con puercos y rudos jeringones
tiran agua de charcos y pilones
en vez de agua de rosas y jazmines.
Antonia mía no te determines
a escuchar los conceptos garañones
porque se comparan en las funciones
como perros de falda los mastines.
Tu voz han confundido con su bulla
siendo tú la más blanda trompetilla
que de apolo en el órgano se halla.
Siendo tu voz la que el sentido arrulla
la más suave y dulce mantequilla
con que si llora amor venus le acalla.



Dulce María Loynaz

el juego de la muerte

-- de Dulce María Loynaz --

Tu mano dura, rígida, apretando...
Apretando, apretando hasta exprimir
la sangre gota a gota...
Tu mano, garra helada, garfio lento
que se hunde... Tu mano.
¿Ya?...

La sangre...
No he gritado. No lloré apenas.
Acabemos pronto ahora: ¿ves?,
estoy quieta y cansada.
De una vez acabemos este juego
horrible de tu mano deslizándose
-¡todavía!...-Suave y fría por mi espalda.



Emilio Bobadilla

Primavera lúgubre

-- de Emilio Bobadilla --

¡Oh mañana de triunfo, de cristalino ambiente!
Las rosas se entreabren como pidiendo besos;
y hay un aroma lúbrico en el aire caliente
y están de gordas frutas los árboles, obesos!

Y a la luz de esta diáfana matinal zambra de oro,
que ensancha de alegría los prietos corazones,
desfilan por las calles con lento andar sonoro,
camino de la muerte, miles de batallones!

Y el cielo es de azurita y la mar corre suave,
y todo está dormido como envuelto en un manto,
y no turba el sosiego de los aires un ave

y el valle está pidiendo caricias de zampoña,
y los hombres se matan sin compasión, en tanto,
cual si la vida fuese un árbol que retoña!



Arturo Borja

Mujer de bruma

-- de Arturo Borja --

Comme le souvenir

d'un grand cygne de neige

aux longues,

longues plumes.

SAMAIN

Fue como un cisne blanco que se aleja
y se aleja, suave, dulcemente
por el cristal azul de la corriente,
como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja
tarde fría de lluvia intermitente;
ella, bajo la máscara indolente
de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una
aparición nostálgica y alada,
entrevista ilusión de la fortuna...

Fue como un cisne blanco y misterioso
que en la leyenda de un país brumoso,
surge como la luna inmaculada.



José María Blanco White

A Dorila

-- de José María Blanco White --

Te engañas, mi Dorila,
si juzgas que rendido
de amar sin esperanza
se verá el pecho mío;
que no, no es tan tirano,
cual dicen, el Dios niño,
y sabe aun con las ansias
dar premios exquisitos.
Son necios los amantes
que llaman su dominio
cruel, y que maldicen
sus cadenas y grillos.
Dorila, yo te adoro;
y el ardor en que vivo,
es el premio y la gloria
que el adorarte pido.
Peno ¡ay triste! mas tengo
en tu rostro divino
de mis crueles ansias
un dulce y cierto alivio:
pues aun cuando mi pecho
más agitado miro,
volviendo a ti los ojos
ledo que da y tranquilo.
Y si del rostro amable
el influjo benigno
me es negado, y ausente
mi fuego es más activo,
tu dulce nombre entonces
tiernamente repito,
y un nuevo fuego enciendo,
con que aplaco el antiguo.
¡Ay! de esta suave llama
los amantes deliquios
sólo es dado gozarlos
a quien sabe sentirlos.
Zagala, no te engañes,
que aun el más afligido
pagado está, si logra
dar a tiempo un suspiro.



Julián del Casal

flores

-- de Julián del Casal --

Mi corazón fue un vaso de alabastro
donde creció, fragante y solitaria,
bajo el fulgor purísimo de un astro
una azucena blanca: la plegaria.
Marchita ya esa flor de suave aroma,
cual virgen consumida por la anemia,
hoy en mi corazón su tallo asoma
una adelfa purpúrea: la blasfemia.



Julián del Casal

salomé

-- de Julián del Casal --

En el palacio hebreo, donde el suave
humo fragante por el sol deshecho,
sube a perderse en el calado techo
o se dilata en la anchurosa nave,
está el tetrarca de mirada grave,
barba canosa y extenuado pecho,
sobre el trono, hierático y derecho,
como dormido por canciones de ave.
Delante de él, con veste de brocado
estrellada de ardiente pedrería,
al dulce son del bandolín sonoro,
salomé baila y, en la diestra alzado,
muestra siempre, radiante de alegría,
un loto blanco de pistilos de oro.



Rafael Obligado

semejanzas

-- de Rafael Obligado --

Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.

Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.

Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.

Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.

Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.



Oliverio Girondo

balaúa

-- de Oliverio Girondo --

Balaúa
de oleaje tú de entrega de redivivas muertes
en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda
tus bipanales senos de suave plena luna
con su eromiel y zumbos y ritmos y mareas
tus tús y más que tús
tan eco de eco mío
y llamarada suya de la muy sacra cripta mía tuya
dame tu
balaúa



Pablo Neruda

soneto x cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto x
suave es la bella como si música y madera,
ágata, telas, trigo, duraznos transparentes,
hubieran erigido la fugitiva estatua.
Hacia la ola dirige su contraria frescura.
El mar moja bruñidos pies copiados
a la forma recién trabajada en la arena
y es ahora su fuego femenino de rosa
una sola burbuja que el sol y el mar combaten.
Ay, que nada te toque sino la sal del frío!
que ni el amor destruya la primavera intacta.
Hermosa, reverbero de la indeleble espuma,
deja que tus caderas impongan en el agua
una medida nueva de cisne o de nenúfar
y navegue tu estatua por el cristal eterno.



Pablo Neruda

el olvido

-- de Pablo Neruda --

El olvido
todo el amor en una copa
ancha como la tierra, todo
el amor con estrellas y espinas
te di, pero anduviste
con pies pequeños, con tacones sucios
sobre el fuego, apagándolo.
Ay gran amor, pequeña amada!
no me detuve en la lucha.
No dejé de marchar hacia la vida,
hacia la paz, hacia el pan para todos,
pero te alcé en mis brazos
y te clavé a mis besos
y te miré como jamás
volverán a mirarte ojos humanos.
Ay gran amor, pequeña amada!
entonces no mediste mi estatura,
y al hombre que para ti apartó
la sangre, el trigo, el agua
confundiste
con el pequeño insecto que te cayó en la falda.
Ay gran amor, pequeña amada!
no esperes que te mire en la distancia
hacia atrás, permanece
con lo que te dejé, pasea
con mi fotografía traicionada,
yo seguiré marchando,
abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo
suave la tierra, repartiendo
la estrella para los que vienen.
Quédate en el camino.
Ha llegado la noche para ti.
Tal vez de madrugada
nos veremos de nuevo.
Ay gran amor, pequeña amada!



José María Eguren

la canción del regreso

-- de José María Eguren --

Mañana violeta.

Voy por la pista alegre
con el suave perfume

del retamal distante.
En el cielo hay una
guirnalda triste.

Lejana duerme
la ciudad encantada
con amarillo sol.

Todavía cantan los grillos
trovadores del campo
tristes y dulces
señales de la noche pasada;

mariposas oscuras
muertas junto a los faroles;

en la reja amable
una cinta celeste;
tal vez caída
en el flirteo de la noche.

Las tórtolas despiertan,
tienden sus alas;
las que entonaron en la tarde
la canción del regreso.

Pasó la velada alegre
con sus danzas

y el campo se despierta
con el candor; un nuevo día.

Los aviones errantes,
las libélulas locas
la esperanza destellan.

Por la quinta amanece
dulce rondó de anhelos.

Voy por la senda blanca
y como el ave entono,

por mi tarde que viene
la canción del regreso.



José Pedroni

cuando me ves así

-- de José Pedroni --

Cuando me ves así, con estos ojos
que no quieren mirarte,
es que al oírte hablar pienso en la lluvia
sin dejar de escucharte.

Porque tu voz, amiga, como el agua
rumorea el amor,
y pensando en la lluvia me parece mejor
que te escucho mejor.

Cuando me ves así, con estos ojos
que te miran sin verte,
es que a través de ti miro a mi sueño,
sin dejar de quererte.

Porque en tu suave transparencia tengo
un milagroso tul,
con el cual, para dicha de mis ojos,
todo lo veo azul.



José Ángel Buesa

ya era muy viejecita

-- de José Ángel Buesa --

Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola... Sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel «hasta pronto» que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
ni su hijo guillermo, ni su hijo fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.



Juan Bautista Arriaza

A Olimpia cantando

-- de Juan Bautista Arriaza --

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.



Juan Cruz Varela

A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola

-- de Juan Cruz Varela --

¡Providencia adorable! ¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable, hermosa vida
del pastor más amante a sus ovejas?

Insensible a su llanto ¿por qué alejas
al dulce padre, que a sus hijos cuida,
a una región en donde nunca oída
será la voz de sus sentidas quejas?

¡Oh providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú lo hiciste.
Conformes recibimos el terrible

desapiadado golpe con que heriste
al pastor y al rebaño. Premio eterno
al pastor vigilante, al padre tierno.

II

Rebaño humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna ausencia.
Su caridad, su celo, su paciencia
harán su pérdida siempre irreparable.

Su carácter suave, dulce, amable,
su apacible genial condescendencia,
su candidez con visos de inocencia,
le hicieron ejemplar inimitable.

¿Oh tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en aumento,
empapa en llanto sus cenizas frías.

Víctima del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad lleno
salva el rebaño, salva al pastor bueno.



Félix María Samaniego

Soneto de Manuel

-- de Félix María Samaniego --

Ardiente una muchacha el otro día,
en tanto que su madre en misa estaba,
llena de miedo y turbación dudaba
si a su amante Manuel se lo daría.

Temiendo si preñada quedaría,
entre darlo y no darlo vacilaba,
y el valiente mozuelo la animaba
diciendo que al venir lo sacaría.

Fueron tan poderosos los ataques,
que consiguió, por fin, verla en el suelo,
y dijo al derramar de los zulaques:

-Qué suave es la sustancia del ciruelo:
por tu vida, Manuel, no me la saques,
y más que llegue la barriga al cielo.



Gabriela Mistral

manitas

-- de Gabriela Mistral --

Manitas de los niños,
manitas pedigüeñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.
Manitas de los niños
que al granado se tienden,
por vosotros las frutas
se encienden.
Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no entienden!
manitas blancas, hechas
como de suave harina,
la espiga por tocaros
se inclina.
Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡bendito!
benditos los que oyendo
que parecéis un grito,
os devuelvan al mundo:
¡benditos!



Garcilaso de la Vega

¡Oh celos de amor, terrible freno

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh celos, de amor terrible freno
quen un punto me vuelve y tiene fuerte;
hermanos de crueldad, deshonrada muerte
que con tu vista tornas el cielo sereno!

¡Oh serpiente nacida en dulce seno
de hermosas flores, que mi esperanza es muerte:
tras prósperos comienzos, adversa suerte,
tras suave manjar, recio veneno!

¿De cuál furia infernal acá saliste,
oh cruel monstruo, oh peste de mortales,
que tan tristes, crudos mis días heciste?

Tórnate al infierno sin mentar mis males;
desdichado miedo, ¿a qué veniste?,
que bien bastaba amor con sus pesares.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xiii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Primera voz
las ondas tienen vaga armonía,
las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo algo mejor:
¡yo tengo amor!
segunda voz
aura de aplausos, nube rabiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡Dulce embriaguez
la gloria es!
tercera voz
ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad,
todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la libertad!
así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción,
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
¿Te embarcas? , gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo
la ropa en la playa tendida a secar.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
¡Duerme!
despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
¡Duerme!
despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:
de tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!



Gutierre de Cetina

al príncipe [de ascoli]

-- de Gutierre de Cetina --

Deje el estilo ya la usada vena,
mude el suave en doloroso canto;
mudar conviene el llanto en mayor llanto
y pasar de una grande a mayor pena.
Muerto es el que hacer solía serena
la vida, y nuestra edad alegre tanto;
muerta es virtud, muerto es el vivir santo;
no viva puede haber ya cosa buena.
Eterno lamentar, lloroso verso,
lágrimas de dolor, obscuro luto
hagan al mundo fe de común daño.
Lloran, príncipe invicto, a quien adverso
hado cortó, en el dar de primer fruto,
el árbol más hermoso. ¡Ay, fiero engaño!



Gutierre de Cetina

si mientra el hombre al sol los ojos gira

-- de Gutierre de Cetina --

Ciego del resplandor, busca un desvío,
¿cómo un flaco mirar ante el sol mío,
cuanto se ciega más, tanto más mira?
si una sola gloria un alma aspira,
puesto que mi deseo es desvarío,
visto un suave mirar, honesto y pío,
¿adónde el desear me lleva y tira?
si de lo que ha de ser certeza tengo,
de mil almas que arder en vivo fuego
he visto, ¿para qué busco otro indicio?
¿a qué me trae el amor? ¿dó voy, dó vengo,
haciendo de mi vida, al vulgo juego
del alma, lastimero sacrificio?



Gutierre de Cetina

si no socorre amor la frágil nave

-- de Gutierre de Cetina --

Combatida de vientos orgullosos,
que entre bravos peñascos peligrosos
la hizo entrar un fresco aire suave,
tal carga de dolor lleva y tan grave
de pensamientos tristes, congojosos,
que no pueden durar tan enojosos
días sin que el morir me desagrave.
Desdén rige el timón, furor la vela,
trabajo el mástil y la escota el celo;
lágrimas hacen mar, suspiros viento.
Nublado escuro de soberbia cela
el norte mío, y sólo veo en el cielo
pena, dolor, afán, rabia y tormento.



Hernando de Acuña

Cantad, pastores, este alegre día

-- de Hernando de Acuña --

«Cantad, pastores, este alegre día
porque en las selvas memorable sea
y, pues tan altamente aquí se emplea,
de amor se canten versos a porfía;

que hoy hinchen nuestros campos de alegría
con su vista la bella Galatea;
hoy huye en parte do jamás se vea
la gran tristeza que sin ella había».

Así dijo Damón, y los pastores,
al son de sus zampoñas, comenzaron
a alabar aquel día tan venturoso;

la ninfas del Tesín, llenas de flores,
con su suave concepto acompañaron
el canto pastoral dulce y sabroso.



Idea Vilariño

el olvido

-- de Idea Vilariño --

Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.

Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...

Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.



Salvador Díaz Mirón

Despedida al piano

-- de Salvador Díaz Mirón --

Tristes los ojos, pálido el semblante,
de opaca luz al resplandor incierto,
una joven con paso vacilante
su sombra traza en el salón incierto.

Se sienta al piano: su mirada grave
fija en el lago de marfil que un día
aguardó el beso de su mano suave
para rizarse en olas de armonía.

Agitada, febril, con insistencia
evoca al borde del teclado mismo,
a las hadas que en rítmica cadencia
se alzaron otra vez desde el abismo.

Ya de Mozart divino ensaya el estro,
de Palestrina el numen religioso,
de Weber triste el suspirar siniestro
y de Schubert el canto melodioso.

-¡Es vano! -exclamó la joven bella,
y apagó en el teclado repentino
su último son, porque sabía ella
que era inútil luchar contra el destino.

-Adiós -le dice-, eterno confidente
de mis sueños de amor que el tiempo agota,
tú que guardabas en mi edad riente
para cada ilusión alguna nota;

hoy mudo estás cuando tu amiga llega,
y al ver mi triste corazón herido,
no puedes darme lo que Dios me niega:
¡la nota del amor o del olvido!



Salvador Novo

junto a tu cuerpo

-- de Salvador Novo --

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
junto a tus hombros tersos
de que nacen las rutas de tu abrazo,
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.

Si todos estos años que me falta
como una planta trepadora que se coge del viento
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y ávidamente rasgo todos los días un mensaje
que nada contiene sino una fecha
y su nombre se agranda
y vibra cada vez más profundamente
porque su voz no era más que para mí oído,
porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos
y mi alma es como un gran templo deshabitado.

Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
suave de mi tersura, grande por mis deseos,
máscara, estatua que he erigido a su memoria.



San Juan de la Cruz

Llama de amor viva

-- de San Juan de la Cruz --

Canciones del alma en la íntima comunicación, de unión de amor de Dios.

1. ¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

2. ¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando. Muerte en vida la has trocado.

3. ¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

4. ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!



Teófilo V. Méndez Ramos

Con el oído atento

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Con el oído atento voy marchando en la vida,
auscultando el rumor que emerge de las cosas,
en espera angustiosa de la estrofa, aprendida
a la lírica fuente de notas armoniosas.

Mientras tanto el silencio, alma mía, alma ansiosa
de encontrar el sendero que te lleve a la cima
promisoria y serena. Al silencio acuciosa...
Mañana, al alba hermana, te ofrecerá su rima.

Si acaso la palabra, como el mármol, desnuda,
Se resiste a dar forma al pensamiento grave,
tornarase la lira trágicamente muda
hasta que llegue el verso transparente y suave.

Con el oído atento voy marchando en la vida
auscultando el rumor que emerge de las cosas,
en espera angustiosa de la estrofa aprendida
a la lírica fuente de notas armoniosas.



A una mariposa

-- de Vicenta Castro Cambón --

MARIPOSITA sutil
tú lejos del lodo habitas
porque tus tenues alitas
te elevan a cimas mil.

En cada flor un panal
te prodiga la Natura
con miel de suave dulzura
que no ha de saberte mal.

Para tu sed, en las hojas
hallas gotas de rocío,
y vuelas a tu albedrío
sin ansias y sin congojas.

Nadie envidiará tus galas
ni tu existencia dichosa,
pero yo sé, mariposa,
que alguien envidia tus alas...

Te elevas a cimas mil
por gracia de esas alitas,
y lejos del lodo habitas,
mariposita sutil.



Cuéntame tu pena

-- de Vicenta Castro Cambón --

CUÉNTAME tu pena,
porque aunque lo calles
yo sé que en el alma,
hondo, donde nadie
llega con los pobres
ojos de la carne,
tienes una herida,
una herida grande.
Con fibras de mi alma
yo haré venda suave;
de tu herida déjame
restañar la sangre;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
yo sé que abundantes
serian tus lágrimas
si las derramases.
Llora sobre mi alma;
que en mis lagrimales
las lágrimas tuyas
sus crisoles hallen;
y si amargas quejas
a Dios has de darle
deja que tus quejas
por mis labios pasen;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
tengo sed, tengo hambre
de las amarguras
que llenan tu cáliz;
pero séme dócil
cual niño a su madre.
Deja que la copa
de tu mano arranque:
temo que tu mano
sea —no te enfades—
la que en esa copa
hiel pone y vinagre.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



Antonio Machado

Desde el umbral de un sueño me llamaron

-- de Antonio Machado --

Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?....
Llegó a mi corazón una caricia.
-Contigo siempre....Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.



Antonio Machado

Era una mañana y abril sonreía

-- de Antonio Machado --

Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
........................................
Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
......................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió: —La alegría
pasó por tu puerta-y luego, sombría—:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.



Antonio Machado

Los sueños

-- de Antonio Machado --

El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.
La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.



Manuel María Flores

ausencia

-- de Manuel María Flores --

¡quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas... Besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡quién me diera sentir sobre mi pecho
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como enantes, tus suspiros,
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso que dejara en ellos!

¡quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego
con qué alumbrar la soledad del alma!

oh! quién me diera ser tu misma sombra
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña.

Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores.

Pero en su triste soledad el alma
es sombra y nada mas, sombra y enojos...
¿Cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos?...



Mariano José de Larra

A una hermosa que dio en hacer buenos versos

-- de Mariano José de Larra --

¿No te bastan los rayos de tus ojos,
de tu mejilla la purpúrea rosa,
la planta breve, la cintura airosa,
ni el suave encanto de tus labios rojos?

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos,
ni esa tu esquiva condición de esposa,
que también nuestras armas, Nise hermosa,
coges para rendir nuevos despojos?

¿A celebrar de tantos amadores
ingrata el fin acerbo te previenes
que a manos morirán de tus rigores?

Ya que en tus redes nuestras almas tienes,
la lira déjanos, ya que no amores,
para cantar al menos tus desdenes.



Mariano Melgar

Yaraví V

-- de Mariano Melgar --

«Donde quiera que vayas
Te seguiré mi dueño»
Así en eco halagüeño
Mi bien me consoló!
¡ O suave, ó dulce acento!
Pero para que canto?
Callado, placer tanto
Guste mi corazón.



Marilina Rébora

la música

-- de Marilina Rébora --

La música
dan ritmo a la faena los trozos musicales;
combate la tristeza la suave melodía;
cuando preocupaciones asedian, habituales,
cantares apaciguan la mente, todavía.
La música es así, remedio de los males,
inagotable fuente a escanciar cada día;
sosiego de palacios, templanza de arrabales,
y placidez del alma, armonizante guía.
Si acaso preguntaras, qué en la hora postrera
ansío oír de nuevo, mi gusto no vacila:
aurora, de panizza canción a la bandera,
y la muerte de isolda, el aria de dalila,
también de mefistófeles el dantesco monólogo
o el coro de los angeles, divinizando el prólogo.



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