Buscar Poemas con Sonar


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Se han encontrado 25 poemas con la palabra sonar

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Luis Lloréns Torres

alta mlra

-- de Luis Lloréns Torres --

Para asomarme, desde mi alma, al mundo
ábrete y serás tu la única puerta.
Ábrete en un amor tan ultrahumano
que se salga del caso de la tierra.

Ábrete en el temblor de la mirada
que más en tu alma que en tus ojos tiembla,
y en el rocío de sangre de lucero
que te untas en los labios cuando besas.

Ábrete en el incendio del dorado
enjambre que en tus rizos se desmiela,
y en las dos zarcas aves que en la paja
de tus pestañas a sonar se echan.

Ábrete en un amor tan ultrahumano,
que haga polvo el cristal de tus caderas,
y que tan dulce el corazón me endulce,
que al morirme lo piquen las abejas.

Poema alta mlra de Luis Lloréns Torres con fondo de libro

Líber Falco

Drama

-- de Líber Falco --

En aquel pueblo ya lejano,
circuído de cielo,
miraba hacia las tardes
caer tranquilo el día.
Y era un ángel posible,
hacia el atardecer.

Pasaron días. Tiempo y tiempo.
Con minerales brazos buscó ceñir la noche
y perderse entre los vientos.

Ahora, ¿quién gime por los pasillos
desde un décimo piso?

Oh ángel no nacido
y cielo y sueño ya lejanos.
Sobre el filo del vértigo está;
golpeadlo hacia atrás,
porque no puedo no, ahora,
sentir sonar sus dientes contra el suelo.

Poema Drama de Líber Falco con fondo de libro

Manuel de Zequeira

A Lelio

-- de Manuel de Zequeira --

Lleva, Lelio, a la sombra
De la fuente vecina,
Los vasos, las botellas,
Y la sonora lira:

De yedra coronados
Sentados a la orilla
Alegres beberemos
Con las campestres ninfas.

No cantaré el azote
De guerras numantinas
Ni la sangrienta espada
Del invencible Anibal;

No en púrpura tenidos
Los mares de Sicilia,
Ni el Cíclope asaltando
La esfera cristalina.

No al héroe macedonio
De Marte imagen viva,
Sobre el triunfante carro
Talando por las Indias.

No, Lelio, no, estos cantos
Mis cabellos erizan,
Las cuerdas se revientan,
Y crujen las clavijas;

Pero, sí cantaremos
Las tres hermanas ninfas
Con el hijo vendado:
Y a su madre divina;

Cantaremos a Baco
De vid la sien ceñida,
Con amorosas hojas
Y derramando risas:

El céfiro halagüeño,
Las dulces avecillas,
El arroyo plateado
Y el rumor de las guijas:

Todos estos placeres
En la fuente vecina,
Bebiendo llenos vasos,
harán sonar la lira.

Poema A Lelio de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

nocturno iii

-- de Jaime Torres Bodet --

Iii
tiempo y figura fui, mientras la esquiva
curiosidad de ser distinto, en cada
minuto de la frívola jornada
arrojaba mi anhelo a la deriva.
Tiempo y figura: cólera pasiva,
impaciencia de luz en llamarada,
alma a todos los cauces derramada
y, aunque a ninguno fiel, siempre cautiva.
Pero de pronto, ay, conciencia armada,
coraza de amazona pensativa,
toco de nuevo, en bronce, tu alborada
¡y descubro por fin que la hora ansiada
estaba en mí, pretérita y furtiva,
y, al oírla sonar, siento mi nada!



José Tomás de Cuellar

Los desgraciados

-- de José Tomás de Cuellar --

SI en las tranquilas horas de la tarde,
Del viento en el monótono sonar,
Oís entre las hojas de los árboles,
Gemir ó suspirar,

Y os parece ilusión de los sentidos
Y que es rumor de hojas nada más;
Pensad en los que lloran en el mundo
Con angustioso afán,

Y sabréis como el viento ha arrebatado
Al tedio, á la miseria, á la orfandad,
Esas notas tristísimas que suenan
Allá en la soledad.

Si os asomais al cristalino arroyo
En una hora de calma y de soláz,



Juan Bautista Arriaza

A Olimpia cantando

-- de Juan Bautista Arriaza --

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.



Gabriela Mistral

la tierra

-- de Gabriela Mistral --

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...
Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
el tambor indio de la tierra.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima liii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡No volverán!
volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
Ésas... ¡No volverán!
volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a dios ante su altar,
como yo te he querido..., Desengáñate,
¡así no te querrán!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando
guarde obscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me lo diga.



Vicente Gerbasi

en el fondo forestal del día

-- de Vicente Gerbasi --

El acto simple de la araña que teje una estrella
en la penumbra,
el paso elástico del gato hacia la mariposa,
la mano que resbala por la espalda tibia del caballo,
el olor sideral de la flor del café,
el sabor azul de la vainilla,
me detienen en el fondo del día.
Hay un resplandor cóncavo de helechos,
una resonancia de insectos,
una presencia cambiante del agua en los rincones pétreos.
Reconozco aquí mi edad hecha de sonidos silvestres,
de lumbre de orquídea,
de cálido espacio forestal,
donde el pájaro carpintero hace sonar el tiempo.
Aquí el atardecer inventa una roja pedrería,
una constelación de luciérnagas,
una caída de hojas lúcidas hacia los sentidos,
hacia el fondo del día,
donde se encantan mis huesos agrestes.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



Antonio Machado

Renacimiento

-- de Antonio Machado --

Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
*
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.



Antonio Machado

Tal vez la mano, en sueños

-- de Antonio Machado --

Tal vez la mano, en sueños,
del sembrador de estrellas,
hizo sonar la música olvidada
como una nota de la lira inmensa,
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabras verdaderas.



Antonio Machado

Y era el demonio de mi sueño, el ángel

-- de Antonio Machado --

Y era el demonio de mi sueño, el ángel
más hermoso. Brillaban
como aceros los ojos victoriosos,
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma.
-¿Vendrás conmigo? -No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
-Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño,
cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
y rebullir de fieras enjauladas.



Antonio Machado

¡Y esos niños en hilera...

-- de Antonio Machado --

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...
*
De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna, sobre la plaza!
*
Duro ceño.
Pirata, rubio africano,
barbitaheño.
Lleva un alfanje en la mano.
Estas figuras del sueño...
*
Donde las niñas cantan en corro,
en los jardines del limonar,
sobre la fuente, negro abejorro
pasa volando, zumba al volar.
Se oyó su bronco gruñir de abuelo
entre las claras voces sonar,
superflua nota de violoncelo
en los jardines del limonar.
Entre las cuatro blancas paredes,
cuando una mano cerró el balcón,
por los salones de sal-si-puedes
suena el rebato de su bordón.
Muda en el techo, quieta, ¿dormida?,
la negra nota de angustia está,
y en la pradera verdiflorida
de un sueño niño volando va...



Medardo Ángel Silva

Reminiscencia siglo XVIII

-- de Medardo Ángel Silva --

Vaga el olor por la antigua vereda,
donde marmóreo Sileno retoza,
del dieciochesco vestido de seda
en la ducal y dorada carroza.

Erán Trianón y la Arcadia —artificio
que hizo más suaves las ásperas horas—
el pastorial y bucólico vicio
de las divinas marquesas pastoras.

Eran los iris, las joyas temblantes
y las espumas de los surtidores:
la sombra azul en los kioskos galantes
y el sonreír de los lindos Amores.

Eran los mórbidos brazos de lira,
inclinaciones de blancas pelucas
y Pompadour y la cruel Lindamira
y los lunares en las rubias nucas.

Ardiente roce de la mano cauta
y acariciante boca diminuta...
Era el idilio al sonar de la flauta
del verde fauno de la barba hirsuta...

¡Oh, siglo lindo! —amarilla viñeta,
rasos, perfumes, risas, terciopelos,—
que tuvo un viejo y galante poeta:
Pablo Verlaine que se encuentra en los cielos.



Juan Nicasio Gallego

A mi Caramillo

-- de Juan Nicasio Gallego --

Rómpase ya la mísera flautilla,
que entonando de amor tiernos cantares,
si no aplacó su voz soberbios mares,
supo alegrar los campos de Castilla.

En son festivo el Tormes a su orilla
sonar la oyó sin sustos ni pesares,
y hora escucha sus quejas Manzanares,
y el llanto ve correr por mi mejilla.

Mas si cantar de aquélla sólo sabe,
que ya no osa nombrar el labio mío,
la belleza gentil, los garzos ojos;

como mi dicha y mi esperanza, acabe
y envueltos con mis lágrimas el río
lance al Tajo profundo sus despojos.



Julia de Burgos

¡oh lentitud del mar!

-- de Julia de Burgos --

He tenido que dar, multiplicarme,
despedazarme en órbitas complejas...
Aquí en la intimidad, conmigo misma,
¡qué sencillez me rompe la conciencia!

para salvarme el mundo del espíritu,
he tenido que armar mis manos quietas,
¡cómo anhelo la paz, la hora sin ruido,
cuando nada conturbe mi existencia!

todo sonar se ha muerto en mis pupilas,
a mis ojos no inquietan las estrellas,
los caminos son libres de mi rumbo,
y hasta el nombre del mar, sorda me deja.

¡Y aún me piden canciones por palabras,
no conciben mi pulso sin poemas,
en mi andar buscan, trémulos, los astros,
como si yo no fuese por la tierra!

¡oh lentitud del mar! ¡oh el paso breve
con que la muerte avanza a mi ala muerta!
¿cómo haría yo para salvarte el tiempo?
¿qué me queda del mundo? ¿que me queda...?



Julio Flórez

A Bogotá

-- de Julio Flórez --

Poem

I

Oh mi ciudad querida, hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana!

Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte, sin cesar te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud de la sabana.

Y al pensar que en ti van, hora tras hora, sucumbiendo los seres que amé tanto y que la tierra sin cesar devora,

surges bajo la nube de mi llanto, no como ayer: alegre y tentadora, sino como un inmenso camposanto.

II

¡Oh mi bella ciudad! Cómo en tu seno vibró mi ser y aleteó mi rima cuando en tu corazón hallé la cima que asalta el rayo y que apostrofa el trueno.

Te poseí bajo tu azul sereno, entre el halago dulce de tu clima, y te ofrendé mi juventud opima con tanto ahínco y con amor tan pleno,

que en las tinieblas de tus noches frías y hasta en tus más recónditos rincones deben sonar, cual ecos de otros días:

los sollozos de todas mis canciones, los estruendos de todas mis orgías y los gritos de todas mis pasiones!



Carolina Coronado

para un obelisto en honor de la princesa de asturias

-- de Carolina Coronado --

Hoy princesa inocente el bravo marte,
en holocausto a tu brillante suerte
como ha sido el primero en anunciarte,
es también el primero en protegerte.
El cañón que resuena al aclamarte
sólo sabrá sonar por defenderte,
que sin temer sus rayos en la tierra
segura estás en paz, segura en guerra.
De una reina adorada en el regazo
dormita en paz, angélica maría,
mientras tu nave la gobierna y guía
del buen piloto el incansable brazo.
Unido al trono con estrecho lazo
en su lealtad tu porvenir confía,
que bogando por ti con rumbo cierto
ya no descansa hasta llevarte al puerto.



Carolina Coronado

respuesta a un poeta

-- de Carolina Coronado --

Cuando exhala de esa suerte
vuestra lira dormitando
un eco tan dulce y blando
¿a qué queréis que despierte?
dejadlo siempre soñando.
Ni vos debéis lamentar
que estén sus cuerdas rompidas,
pues que las sabéis pulsar
tan bien que por vos heridas
aun rotas quieren sonar.
Ni digáis que los azares
apagan vuestros destellos,
cantad con vuestros pesares,
porque los tristes cantares
son los cantares más bellos.
Mas no queráis vuestro acento
rendir, cantor a mis pies,
elévese al firmamento
que su camino es el viento
y el cielo su trono es.



Clemente Althaus

A media noche en chorrillos

-- de Clemente Althaus --

En hondo sueño reposa
la vasta mortal familia:
yo sólo gimo en vigilia
sempiterna y dolorosa.
Y escucho desde mi lecho
el ronco son con que el mar
no cesa de acompañar
los suspiros de mi pecho.
Somos, oh mar, parecidos:
tú de sonar nunca dejas,
ni yo de exhalar mis quejas
y mis profundos gemidos.



Ramón López Velarde

En un jardín

-- de Ramón López Velarde --

Al decir que las penas son fugaces
En tanto que la dicha persevera,
Tu cara es sugestiva y hechicera
Y juegan a los novios los rapaces.

Al escuchar la apología que haces
Del mejor de los mundos, se creyera
Que lees a Abelardo... En voz parlera
Dialogas con los pájaros locuaces.

De pronto, sin que tu me lo adivines,
Cual por un sortilegio se contrista
Mi alma con la visión de los jardines,

Mientras oigo sonar plácidamente
Los trinos de tu plática optimista
Y el irisado chorro de la fuente.



Ramón López Velarde

Mi prima Águeda

-- de Ramón López Velarde --

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto...

Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda, que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos...
(Creo que hasta la debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).

A la hora de comer, en la penumbra
quieta del refectorio,
me iba embelesando un quebradizo
sonar intermitente de vajilla
y el timbre caricioso
de la voz de mi prima.

Águeda era
(luto, pupilas verdes y mejillas
rubicundas) un cesto policromo
de manzanas y uvas
en el ébano de un armario añoso.

(De La sangre devota, 1916)



Rubén Bonifaz Nuño

yo seguiré cantando, tú habrás muerto...

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto.
Habré yo muerto y seguiré cantando.
Ha de sonar mi voz de vida, cuando
la muerte en celo me haya descubierto.

Como surgidas del sepulcro abierto,
mis palabras; en ellas, abrasando,
irá este amor, hoy pasajero y blando;
entonces ya, definitivo y cierto.

Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
estaremos. Es triste nuestra vida.

Sólo mi voz hará la primavera
que quisimos; los cálices difuntos
que arderán con tu nombre y su medida.



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Ariiba