Buscar Poemas con Soledades


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Se han encontrado 19 poemas con la palabra soledades

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Lope de Vega

Entre las soledades, don Francisco

-- de Lope de Vega --

Entre las soledades, don Francisco,
donde el último Nilo se derrama,
ni vive fiera en campo, ni ave en rama,
ni gitano pastor conduce aprisco.

Apenas nace al sol verde lentisco
cuando es ceniza de su ardiente llarna
aquí llorando me llamó una dama
desde la punta de un excelso risco.

Enternecido yo (piedad humana),
mas si queréis que os cuente alguna cosa
sabed que lo soñaba esta mañana,

cuando el rocío del aurora hermosa
en copa de cristal teñida en grana
con brindis al jazmín, bebió la rosa.

Poema Entre las soledades, don Francisco de Lope de Vega con fondo de libro

Carlos Pellicer

recinto VIII

-- de Carlos Pellicer --

xii
en el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.
Todo a puertas cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.
Ya no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner los labios junto a mis preguntas
sencilla, eterna flor de preguntarte
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!
Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.
Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema.

Poema recinto VIII de Carlos Pellicer con fondo de libro

Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

Poema A FEDERICO GARCÍA LORCA de Alberti con fondo de libro

Lope de Vega

Lágrimas, que partiendo de mi cielo

-- de Lope de Vega --

Lágrimas que partiendo de mi cielo
los rayos de su sol oscurecistes,
bañando el rostro mío, en que imprimistes
cristal, aljófar, llanto, fuego y hielo;

dulce seguridad de mi recelo
en quien mil firmes de lealtad me distes,
de tanta ausencia y soledades tristes
vosotras sois el último consuelo.

En fin bebí vuestro licor suave,
con cuya lluvia, como firme palma,
nació en el alma la esperanza mía.

Que no es posible que sin causa grave
se viera el cielo entonces todo en calma,
llorara el sol y se turbara el día.



Lope de Vega

Ir y quedarse, y con quedar partirse

-- de Lope de Vega --

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.



Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Rafael María Arízaga

Orellana

-- de Rafael María Arízaga --

Ni el áspid con que el trópico abrasado
defiende de sus frondas la maraña,
ni el abrupto peñón de la montaña,
en hirientes jarales erizado;

ni la eterna ventisca del nevado
que en las cumbres graníticas se ensaña;
nada frustró la temerosa hazaña
que en la historia tu nombre ha perpetuado.

Cual de Alighieri por la selva oscura
descendiste del monte a la llanura,
por círculos de endriagos y gorgonas.

Y cruzando infinitas soledades,
te engolfaste en el mar sin tempestades,
el mar del porvenir: ¡el Amazonas!...



Rafael María Baralt

El mar

-- de Rafael María Baralt --

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.



Vicente Gerbasi

bosque de música

-- de Vicente Gerbasi --

Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.
¿Cómo olvidar que soy oculta melodía
y tu adusta penumbra voz de los misterios?
he interrogado los aires que besan la sombra,
he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,
y todo eleva mis sueños a músicas celestes.
Voy con las primaveras que te visitan de noche,
que dan vida a las flores en tus sombras azules
y me revelan el vago sufrir de tus secretos.
Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía
que gira en mi susurro de follaje en el viento
y alas da a los suspiros de las almas que escondes.
¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,
el cazador nostálgico por tu magia embriagado?
oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades
¿adonde va en la noche el hondo suspirar?



Mario Benedetti

como un milagro

-- de Mario Benedetti --

La linda parejita que transcurre
por el viejo teclado de baldosas
sabe y no sabe de su amor a término
o de las marcas que impondrán los días
la linda parejita en su burbuja
no quiere saber nada de cenizas
ni de cuevas ajenas ni de fobias
sólo pide quererse a encontronazos
asume su pasión como una ergástula
nada de libertad condicionada
con sus dos soledades basta y sobra
con sus dos cuerpos y sus cuatro manos
tiene razón la linda parejita
no es fácil instalarse en la excepción
el plazo del amor es un instante
y hay que hacerlo durar como un milagro



Mario Benedetti

habanera

-- de Mario Benedetti --

Es preciso ponernos brevemente de acuerdo
aquí el buitre es un aura tiñosa y circulante
las olas humedecen los pies de las estatuas
y hay mulatas en todos los puntos cardinales
los autos van dejando tuercas en el camino,
los jóvenes son jóvenes de un modo irrefutable
aquí el amor transita sabroso y subversivo
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.
Nada de eso es exceso de ron o de delirio
quizá una borrachera de cielo y flamboyanes
lo cierto es que esta noche el carnaval arrolla
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.
Es preciso ponernos brevemente de acuerdo
esta ciudad ignora y sabe lo que hace.
Cultiva el imposible y exporta los veranos
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.
Aquí flota el orgullo como una garza invicta,
nadie se queda fuera y todo el mundo es alguien.
El sol identifica relajos y candores
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.
Como si marx quisiera bailar el mozambique
o fueran abolidas todas las soledades.
La noche es un sencillo complot contra la muerte
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.



Miguel Hernández

27

-- de Miguel Hernández --

27
lluviosos ojos que lluviosamente
me hacéis penar: lluviosas soledades,
balcones de las rudas tempestades
que hay en mi corazón adolescente.
Corazón cada día más frecuente
en para idolatrar criar ciudades
de amor que caen de todas mis edades
babilónicamente y fatalmente.
Mi corazón, mis ojos sin consuelo,
metrópolis de atmósfera sombría
gastadas por un río lacrimoso.
Ojos de ver y no gozar el cielo,
corazón de naranja cada día,
si más envejecido, más sabroso.



Miguel Unamuno

Al Pagazarri

-- de Miguel Unamuno --

Ceñudo Pagazarri, viejo amigo
de la tristeza de mis mocedades
tu soledá amparó mis soledades
con su rasa verdura como abrigo.

Tu adusta paz, de mi anhelar testigo,
al verte hoy á mi recuerdo añades
y con el aire de tu cumbre invades
este pecho que hiciste tú conmigo.



Francisco Sosa Escalante

Al mar (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tú en realidad tornaste los ardientes
Ensueños de Colon embriagadores,
Cuando del génio un dia á los fulgores
Sus naves entregaba á tus corrientes.

Tú eres lazo de unión: los Continentes
De fuerza y esplendor te son deudores,
Y la Ciencia por tí sus resplandores
En dos mundos derrama indeficientes.

Canten otros tus negras tempestades
Y teman tu furor: yo me extasío
Cruzando tus inmensas soledades.

Ya te ostentes en calma, ó ya bravío,
Grande ¡oh mar! á través de las edades
Te admira absorto el pensamiento mío.



Francisco Sosa Escalante

La siesta (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tras el regio festin de la mañana
De aromas, y de luz, y de armonías,
Parece que á tan dulces alegrías
Natura, tregua, por brindar se afana.

La vocinglera turba cortesana
De aves canoras, busca las umbrías
Soledades do corren mansas, frías,
Las aguas puras que la roca mana.

Los brazos de la ninfa encantadora
Busca el amante con febril empeño
Y ardiente jura que sin tin la adora.

Ella le llama con pasión su dueño,
Se embriagan con su dicha seductora
Y el ángel del amor vela su sueño.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo I

-- de Francisco Villaespesa --

Igual que en un sepulcro me he encerrado
en tu eterno recuerdo, y en él vivo,
la frente entre las manos, pensativo,
evocando las glorias del pasado.
¿Será posible que un amor tan fuerte
se haya para mi amor desvanecido?
¡el amor es más fuerte que la muerte,
y la muerte más fuerte que el olvido!
largas horas de espera... Eternidades
que llenan de ansiedad mis soledades.
Solo y soñando con tu amor me tienes;
solo y soñando con tu vuelta muero...
Si nunca has de venir, ¿por qué te espero?
y si te espero aún, ¿por qué no vienes?



Carlos Pellicer

recinto XV

-- de Carlos Pellicer --

x
ya nada tengo yo que sea mío:
mi voz y mi silencio son ya tuyos
y los dones sutiles y la gloria
de la resurrección de la ceniza
por las derrotas de otros días.
La nube
que me das en el agua de tu mano
es la sed que he deseado en todo estío,
la abrasadora desnudez de junio,
el sueño que dejaba pensativas
mis manos en la frente
del horizonte... Gracias por los cielos
de indiferencia y tierras de amargura
que tanto y mucho fueron. Gracias por
las desesperaciones, soledades.
Ahora me gobiernas por las manos
que saben oprimir las claras mías.
Por la voz que me nombra con el nombre
sin nombre... Por las ávidas miradas
que el inefable modo sólo tienen.
Al fin tengo tu voz por el acento
de saber responder a quien me llama
y me dice tu nombre
mientras en los pinares se oye el viento
y el sol quiere ser negro entre las ramas.



Carlos Pellicer

recinto XVIII

-- de Carlos Pellicer --

vi
con cuánta luz camino
junto a la noche a fuego de los días.
Otros soles no dieron sino ocasos,
sino puertas sin dueño, soledades.
En ti está la destreza de mis actos
y la sabiduría de las voces
del buen nombrar; lo claro del acento
que nos conduce al vértice del ámbito
que gobierna las cosas.
Gracias a ti soy yo quien me descubre
a mi mismo, después de haber pasado
el serpentino límite que dios
puso a su gran izquierda. Sólo tú
has sabido decirme y escucharme.
Sólo tu voz es ave de la mía,
sólo en tu corazón hallé la gloria
de la batalla antigua.
¡Ten piedad
de nuestro amor y cuídalo, oh vida!



Rosario Castellanos

destino

-- de Rosario Castellanos --

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
el aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es anima de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo del tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.

Damos la vida sólo a lo que odiamos



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