Buscar Poemas con Soberano


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 89 poemas con la palabra soberano

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.

Poema Águila, cuyo pico soberano de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Las águilas de Carlos soberano

-- de Lope de Vega --

Las Águilas de Carlos soberano,
al gran Filipo en cielo convertido,
quieren sobre un castillo hacer su nido
en la mitad del corazón hispano.

Ya de Clemente la sagrada mano
el cuello tiene al yugo de oro asido,
y con su bendición divina ungido
para columnas del valor cristiano.

Ya de diamantes, perlas y esmeraldas
cetro imperial adorna su alta frente,
que España ofrece en sus preciosas faldas.

Pero queda el blasón tan diferente
que sus águilas siempre están de espaldas,
y éstas han de mirarse eternamente.

Poema Las águilas de Carlos soberano de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Por celebrar, Domingo soberano

-- de Lope de Vega --

Por celebrar, Domingo soberano
vuestra fiesta mejor, Pedro divino,
a cantar a Milán el ''Credo'' vino,
llevándole el compás de Dios la mano.
Echó en efecto en vuestro canto llano
tan alto contrapunto en el camino,
que los coros celestes que previno,
fueron los ecos del acento humano.
Entróse por la Iglesia la herejía,
por suspender con pertinaz denuedo
del músico divino la armonía,
y cisne santo con el mismo dedo
mostró que el Evangelio dicho había,
pues que cantaba con su sangre el ''Credo''.

Poema Por celebrar, Domingo soberano de Lope de Vega con fondo de libro

Bartolomé de Argensola

Fabio, pensar que el Padre soberano

-- de Bartolomé de Argensola --

Fabio, pensar que el Padre soberano
en esas rayas de la palma diestra
(que son arrugas de la piel) te muestra
los accidentes del discurso humano,

es beber con el vulgo el error vano
de la ignorancia, su común maestra;
bien te confieso que la suerte nuestra,
mala o buena, la puso en nuestra mano.

Di, ¿quién te estorbará el ser rey, si vives
sin envidiar la suerte de los reyes,
tan contento y pacífico en la tuya,

que estén ociosas para ti sus leyes,
y cualquier novedad que el cielo influya
como cosa ordinaria la recibes?



Adelardo López de Ayala

En la duda

-- de Adelardo López de Ayala --

«Para ti, cuanto quieras...» -Te confieso
que, al leer estas letras de tu mano,
quedé como el avaro que cercano
viera el tesoro que guardaba Creso.

Recordé de tu boca el dulce beso,
de tus ojos el fuego soberano,
tu pródiga hermosura, y el arcano
en que el amor se enciende y vive preso.

Si es verdad que a que elija te acomodas
entre más joyas que mujer alguna
llevó jamás para alegrar sus bodas,

yo dudoso entre tantas, ¡oh fortuna!,
todas las quiero, todas, todas, todas...
¡Pero, por Dios, que no me falte una!



Adelardo López de Ayala

La música (en un album)

-- de Adelardo López de Ayala --

La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
dentro del lenguaje humano.

Dichosa tú que su palma
has llegado a merecer,
conmoviendo a tu placer
la mejor parte del alma.
Tu voz infunde la calma
y arrebata y enamora...
¡Ay de mí! Tu seductora
y celestial armonía,
¡cuántas veces calmaría
este afán que me devora!



Alberto Lista

A Filis

-- de Alberto Lista --

En vano, Filis bella, afectas ira,
que es dulce siendo tuya, y más en vano
nos insulta ese labio soberano
do entre claveles la verdad respira.

Un tierno pecho que por ti suspira
esa linda esquivez adora en vano,
y por ser tuyo se contenta insano
si, no pudiendo amor, desdén te inspira.

No esperes que ofendidos tus amores
huyan de tu halagüeño menosprecio
ni de sufrir se cansen tus rigores;

aun más esclavos los tendrás que amores,
pues vale más, oh Filis, tu desprecio
que de mil hermosuras mil favores.



Alfonsina Storni

Piedra miserable

-- de Alfonsina Storni --

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra...



Reverso de la medalla antecedente

-- de Alfonso Verdugo Castilla --

Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.

La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!

Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.

Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.



Amado Nervo

nadie conoce el bien

-- de Amado Nervo --

Había un ángel cerca de mí,
mas no le vi...
Posó las plantas maravillosas
entre las zarzas de mi erial, y
yo, en tanto, estaba viendo otras cosas.
Cuando, callado, tendió su vuelo
y quedó al irse torvo mi cielo,
mi vida huérfana, mi alma vacía,
comprendí todo lo que perdía.
Alcé los ojos despavorido,
llamé al ausente con un gemido,
plegó mis labios convulso gesto...
Mas pronto el ángel dejó traspuesto,
con vuelo de ímpetu soberano,
las lindes negras del mundo arcano,
y todo vano fué... ¡Todo vano!
¡quién del espacio devuelve un ave!
¡qué imán atrae a un dios ya ido!
dice el proloquio que nadie sabe
el bien que tiene... ¡Sino perdido!



Amado Nervo

renunciación

-- de Amado Nervo --

¡oh, siddharta gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
quien bebe como el cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
Y no hay paz comparable con su perenne paz!



Amado Nervo

el viaje

-- de Amado Nervo --

Para calmar a veces un poco el soberano,
el invencible anhelo de volverte a mirar,
me imagino que viajas por un país lejano
de donde es muy difícil, ¡muy difícil!, tornar.
Así mi desconsuelo, tan hondo, se divierte;
doy largas a mi espera, distraigo mi hosco esplín,
y, pensando en que tornas, en que ya voy a verte,
un día, en cualquier parte, me cogerá la muerte
y me echará en tus brazos, ¡por fin, por fin, por fin!



Amado Nervo

El metro de doce

-- de Amado Nervo --

El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa...

Eximia cuadriga de casco sonoro
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan...

¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa...



A la verdad

-- de León de Arroyal --

Sacrosanta verdad, virtud divina,
del mundo aborrecida y desterrada,
este pequeño don, que te destina
mi lealtad, recibe; y si te agrada,
puesto que ingrato el siglo te abomina,
y pretende dexarte desarmada,
para que en algun modo te defienda,
de mi laud te hago humilde ofrenda.

Y no desprecies, no, mi ofrecimiento,
pues ya vendrá algun dia en que á tu mano
restituya su clava, que esto intento,
dándome vida el cielo soberano.

Y en tanto con debido acatamiento
en tu ara, á que no toca el vicio insano,
quemaré incienso, que hasta el cielo llegue
y al feroz opresor del mundo ciegue.



Lope de Vega

Desata el capirote, y las pigüelas

-- de Lope de Vega --

Desata el capirote y las pigüelas,
águila de Filipo soberano,
verá el antiguo y nuevo mundo hispano
que al sol te acercas y a su lado vuelas.

El aire dejen, cuando el aire impelas,
el pardo azor, belígero otomano,
y aquel sacre o sacrílego cristiano
que tiembla ya de que su nombre celas.

Muestra, subido al cielo, al bajo mundo
las nuevas uñas con que alzarle puedes,
ahora asidas a una débil caña.

Porque, tercero de tan gran segundo,
podrás, como su espada y cetro heredes,
vencer al mundo y gobernar España.



Lope de Vega

La antigua edad juzgó por imposibles

-- de Lope de Vega --

La antigua edad juzgó por imposibles
tres cosas celebradas en el mundo,
o hallar jamás artífice segundo
a quien segunda vez fuesen posibles:

la clava, con que Alcides tan horribles
mostros venció en la tierra y el profundo,
de Júpiter el rayo furibundo
y los versos de Homero inaccesibles.

Otras tres hay en nuestra edad presente:
las hazañas de Carlos soberano;
del nuevo Salomón, el nuevo templo;

y vuestros versos, Conde, en cuya fuente
resplandece el laurel ingrato en vano:
que no teniendo igual, sirven de ejemplo.



Lope de Vega

La santa Virgen, que en la sacra idea

-- de Lope de Vega --

La santa Virgen, que en la sacra idea
de Dios fue fabricada antes que el cielo,
del Verbo en carne original modelo,
que su estudio santísimo hermosea,
naciendo en la dichosa Galilea
fue cuadro celestial, en cuyo velo
de tela humana y de divino celo
Dios los pinceles de su ciencia emplea.
Lucas, gloria y honor de la pintura,
fue sólo digno de copiar un día,
con envidia del cielo su hermosura
¡Oh soberano Apeles de María,
pues retrató la virginal figura,
adonde Dios mostró lo que sabía.!



Lope de Vega

Los que fuera del curso y armonía

-- de Lope de Vega --

Los que fuera del curso y armonía,
que con ley inmortal gobierna el suelo,
vistes el sol entristecer el cielo,
y suceder la noche al medio día
los que vistes con triste melodía
llorar las piedras y romperse el velo,
morir la vida y convertirse en hielo
a la luz del mundo, que en sí misma ardía,
mirad el Sol que la prisión levanta
al luminoso cuerpo soberano;
mirad la Vida que a la muerte espanta.
Pues con los rayos de su eterna mano
renueva de su templo el alma santa
el cinco veces roto velo humano.



Lope de Vega

Luz de mis ojos, yo juré que había

-- de Lope de Vega --

Luz de mis ojos, yo juré que había
de celebrar una mortal belleza,
que de mi verde edad la fortaleza
como enlazada yedra consumía.
Si me ha pesado y si llorar querría
lo que canté, con inmortal tristeza
y si la que tenéis en la cabeza
corona agora de laurel la mía,
Vos lo sabéis a quien está presente
el más oculto pensamiento humano
y que desde hoy, con nuevo celo ardiente,
cantaré vuestro nombre soberano,
que a la hermosura vuestra eternamente
consagro pluma y voz, ingenio y mano.



Lope de Vega

Sacó Moisés de Egipto al pueblo hebreo

-- de Lope de Vega --

Sacó Moisés de Egipto al pueblo hebreo,
pasó el Jordán seguro, y por memoria
comió el cordero, y celebró la gloria
de aquel divino general trofeo.
Instituyó la Pascua con deseo
de eternizar aquella dulce historia,
la libertad, el triunfo, la vitoria
figura deste pan que adoro y creo.
Memoria sois, Cordero soberano,
de la salida de otro Egipto fiero,
Pascua divina del linaje humano.
Y así como Moisés más verdadero,
nos da la bendición de vuestra mano
Pascua, pasto, pastor, pan y cordero.



Las honras, la osadía del Verano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Las honras, la osadía del Verano,
con que se ennobleció y atrevió al cielo,
al mejor cielo del más fértil suelo
hoy las traslada mi atrevida mano.

Parece es por demás al que es tirano,
de cuanto presunción honra su vuelo,
dar flores, si tus flores son recelo
a las del cielo, rostro soberano.

Dallas es por demás, si estás segura
envidian de tu rostro las más bellas
partes (y partes no, por no atreverse).

¡Ay, cuales, Celia, son!. ¡Da vida el vellas!
Flor eres; mientras flor, de tu hermosura
coge la flor, que es flor, y ha de perderse.



Góngora

Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que, católico, se alienta

-- de Góngora --

En este occidental, en este, ¡oh Licio!,
climatérico lustro de tu vida,
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida.
¿Qué prudencia, del polvo prevenida,
la ruina aguardó del edificio?

La piel no sólo sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre, no, ¡ciego discurso humano!

¡Oh aquel dichoso, que, la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!



Luis Muñoz Rivera

cuba rebelde

-- de Luis Muñoz Rivera --

Cuba, el país de las cañas,
de las selvas seculares,
de las profundas marismas
y de las vegas feraces,
supo arrojar en sus campos
ardientes lluvias de sangre,
para afirmar sus derechos
y salvar sus libertades.

Cuba, la sílfide indiana
envuelta en níveos celajes,
triste como el sol que muere,
bella como el sol que nace,
se yergue fiera y altiva
al sentir en el semblante,
más que la traza del golpe,
la ignominia del ultraje.

Cuba, la tierra bendita
de los poetas brillantes,
de las mujeres heroicas
y de los dulces cantares,

graba con buril de fuego
en páginas de diamante
las fechas de sus victorias
y los nombres de sus mártires.

Cuba, la esclava orgullosa,
alzándose formidable
con empuje soberano,
romperá un día su cárcel;
porque hay plomo en sus montañas;
porque hay acero en sus valles,
porque en sus campos hay pueblo,
porque en sus venas hay sangre.



Manuel de Zequeira

El destino

-- de Manuel de Zequeira --

Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,
haciendo venturoso al delincuente;

y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.



Manuel del Palacio

De gustos no hay nada escrito

-- de Manuel del Palacio --

Otros envidien el dorado sólio
Donde el poder reside soberano,
Ó del guerrero la robusta mano
Que le puede llevar al Capitolio.

Envidie el erudito el raro infólio
Que guarda su pariente el escribano;
Y el pobre que fortuna buscó en vano
Envidie á los que medran del espólio.

Yo, que al pisar del mundo los umbrales
Ni soñé con los lauros de Belona,
Ni tuve más herencia que mis males,

Envidio solamente á la persona
que digiere el cubierto de ocho reales
Que sirven en la fonda de Perona.



Manuel del Palacio

Puerto Rico

-- de Manuel del Palacio --

Este que siglos há fué Puerto Rico
Hoy debiera llamarse Puerto Pobre,
Pues quien oro en él busque ó plata ó cobre,
Seguro tiene soberano mico.

Comer mofongo ó educar un chico,
Morir de inercia aunque el esfuerzo sobre,
Ver siempre en calma el piélago salobre
Y no soltar jamás el abanico:

Tales son los placeres deliciosos
De este verjel de suegras y de suegros,
Do muchas tienen hijos y no esposos;

Do no cesan del guiro los allegros,
Y son los negros sucios y asquerosos...
¡Y lo mejor de todo son los negros!



Jorge Isaacs

Colombia

-- de Jorge Isaacs --

Colombia, que de América es el faro ...
Juan de Arona

En las noches azules de verano
Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
Huella no más de su divina planta!.

Raudales y torrentes abrillanta,
Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.

De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre
Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;

El mundo de Colón es tu horizonte
Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.



Diego de Torres Villarroel

a francisca de castro, cómica y cantora

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bella madre de amor dádiva hermosa
que hizo a la tierra jove soberano
embeleso del chiste cortesano
y reina del donaire poderoso
¡oh! mil veces felice la dichosa
hora en que el cielo dio con larga mano
para deleite del linaje humano
al mundo tu belleza prodigiosa
¡oh! si fuese la voz de mi instrumento
émula de los cantos más gloriosos
y no desagradable ronca y triste
pasara yo mi vida y que contento
celebrando com himnos armoniosos
la fortunada aurora en que naciste.



Duque de Ribas

Un buen consejo

-- de Duque de Ribas --

Con voz aguardentosa parla y grita
contra todo Gobierno, sea el que fuere.
Llama a todo acreedor que te pidiere,
servil, carlino, feota, jesuíta.

De un diputado furibundo imita
la frase y ademán. Y si se urdiere
algún motín, al punto en él te injiere,
y a incendiar y matar la turba incita.

Lleva bigote luengo, sucio y cano;
un sablecillo, una levita rota,
bien de realista, bien de miliciano.

De nada razonable entiendas jota,
vivas da ronco al pueblo soberano
y serás eminente patriota.



Enrique Álvarez Henao

La abeja

-- de Enrique Álvarez Henao --

Miniatura del bosque soberano
y consentida del vergel y el viento,
los campos cruza en busca del sustento,
sin perder nunca el colmenar lejano.

De aquí a la cumbre, de la cumbre al llano,
siempre en ágil, continuo movimiento
va y torna, como lo hace el pensamiento
en la colmena del cerebro humano.

Lo que saca del cáliz de las flores
lo conduce a su celda reducida,
y sigue sin descanso sus labores,

sin saber, ¡ay! que en su vaivén incierto
lleva la miel para la amarga vida
y el blanco cirio para el pobre muerto!



Pedro Antonio de Alarcón

A Fray Luis de León

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Qué bien que conociste
el Amor soberano,
augustino León, Fray Luis divino!

(Lope de Vega.)

«¡Gloria!» las arpas, los salterios «¡gloria!»
resuenen por doquier... ¡Ved al Poeta
surgir triunfante, coronado atleta
del seno de la noche mortuoria!
¡Él es! —Un sueno de dolor han sido
trescientos años de pasada historia...
La tumba en pedestal se ha convertido,
y el pedestal en cátedra... ¡Silencio!
¡León, libre otra vez, como algun dia,
sube al alzado puesto,
mira al concurso con afable calma...
La multitud le aclama como entonce...
Y, con acento que percibe el alma,
«Decíamos ayer...» Prorumpe el bronce.

¡Él es, que torna á la vital arena,
no ya del fondo de prisión impia,



Pedro Bonifacio Palacios

La Yapa

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el oceano;
ni una falange rígida, la mano;
ni una brizna de paja, el santo suelo,

tu gimnasia de cárcel no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano.
Ni nunca podrá ser anhelo humano
tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas;
de las borrascas de la mar, la gota;
de puñetazos, la falange rota;

de harina y pan, la paja de las eras?...
¡Detente por piedad, pluma, no quieras
que abandone sus armas el ilota!



José Zorrilla

aparta de tus ojos la nube perfumada

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el páramo está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza;
tú, flor de paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres, oh maría!, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela, oh madre augusta!, tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



José Zorrilla

a maría plegaria

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el paraíso está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza:
tú, flor del paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres ¡oh maría! un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela ¡oh madre augusta! tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



Juan de Arguijo

Júpiter a Ganimédes

-- de Juan de Arguijo --

No temas ¡oh bellísimo troyano!
Viendo que, arrebatado en nuevo vuelo,
Con corvas uñas te levanta al cielo
La feroz ave por al aire vano.

¿Nunca has oido el nombre soberano
Del alto olimpo, la piedad y el celo
De Júpiter, que da la pluvia al suelo
Y arma con rayos la tonante mano,

A cuyas sacras aras humillado,
Gruesos toros ofrece el teucro en Ida,
Implorando remedio á sus querellas?

El mismo soy; no al águila eres dado
En despojo; mi amor te trae, olvida
Tu amada Troya y sube á las estrellas.



Juan de Tassis y Peralta

bellísima sirena deste llano

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Estrella superior de esfera ardiente,
animado cometa floreciente,
con rayos negros serafín humano;
sol que a la lumbre de tu luz en vano
resistir puede el lince más valiente,
fénix que, peregrina, únicamente
logra región de cluma soberano.
Aunque la envidia exhale los alientos
de tu veneno, el mérito seguro
luce en símbolo claro de constancia.
Revuélvanse ambiciosos elementos,
que el cielo es siempre cielo, siempre puro,
y accidentes no alteran su sustancia.



Juan de Tassis y Peralta

al príncipe de españa

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Émulo al sol saldrá del cielo hesperio
un rayo de las armas, y cometa
que con agüero de feliz planeta
al asia librará de cautiverio.
Y revelando al mundo el gran misterio
verá el levante ocasos de su seta;
uno el ovil, una la ley perfeta;
habrá un solo pastor y unsolo imperio.
Y la hidra inhumana, que no pudo
ver extinta con fuego ni cortada
el celo y el valor de sus abuelos,
al resplandor del soberano escudo
muerta caerá de miedo de la espada
que con filos de fe templan los cielos.



Gutierre de Cetina

pincel divino, venturosa mano,

-- de Gutierre de Cetina --

Perfecta habilidad única y rara;
concepto altivo do la envidia avara
si te piensa enmendar, presume en vano.
Delicado matiz que el ser humano
nos muestra cual el cielo lo mostrara;
beldad cuya beldad se ve tan clara
que al ojo engaña el arte soberano.
Artífice ingenioso, ¿qué sentiste
cuando tan cuerdamente contemplabas
el subjeto que muestran tus colores?
dime, si como yo la vi, la viste,
el pincel y la tabla en que pintabas,
y tú, ¿cómo no ardéis, cual yo, de amores?



Gutierre de Cetina

a doña cecilia millás

-- de Gutierre de Cetina --

El amoroso piélago corría
la nave del curioso entendimiento,
y no sin ocasión miraba atento
las islas más hermosas que en él vía.
Al fin de navegar arribé un día,
cansado ya de ver islas sin cuento,
en la bella sicilia, do contento
quedé de aquel deseo que tenía.
Y visto todo el bien que puede verse,
exclamaba diciendo: «¡oh soberano
aquél que habrá de ti la alta corona!
»si por milagro, amor, puede hacerse,
haz que sea una hora siciliano,
ya que no puede ser de barcelona».



Gutierre de Cetina

a la condesa laura gonzaga

-- de Gutierre de Cetina --

Laura, si cuando en la gran selva idea
hizo el juicio aquel pastor troyano,
donde a venus fue dado el soberano
premio a pesar de la una y otra dea,
fuérades vos, ante vos fuera fea
la más hermosa, y presumiera en vano
haber lo que están vuestro y que tan llano
confesará cualquier dama que os vea.
Si zeúxis de vos sola tomara
cuanto bueno entre mil tomar pudiera,
cuando en crotón la bella imagen hizo,
más gracia, más beldad, más ser mostrara,
y a juno más perfecta pareciera:
¡tanto el cielo de vos se satisfizo!



Salvador Díaz Mirón

A Piedad

-- de Salvador Díaz Mirón --

Llegas a mí con garbo presumido,
tierna y gentil. ¡Cuán vario es el orgullo!
Ostenta en el león crin y rugido,
y en la paloma tornasol y arrullo.

Brillas y triunfas, y a carnal deseo
cierras la veste con seguro alarde,
y en el fulgor de tu mirada veo
sonreír al lucero de la tarde.

Hay minutos de gracia, que suspenden
el dolor con alivio soberano,
que de la paz divina se desprenden
para cruzar el infortunio humano.

Virtud celeste a la miseria mía
viene contigo, y en el antro asoma
y entra y cunde como una melodía,
como una claridad, como un aroma.

Al triste impartes, como buena maga,
tregua feliz, y en dulce desconcierto,
bendigo por el bálsamo la llaga
y amo por el oasis el desierto.

Y me vuelvo a mi cítara y la enfloro
y la pulso, y el son que arranco a ella
se va, tinto en la púrpura y el oro
del puesto sol, a la primera estrella.



El anillo (Calderón)

-- de El Solitario --

Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:

Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.



Sor Juana Inés de la Cruz

Día de Comunión

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que adoro
hoy que tan propicio os miro
que me animás a la osadía
de poder llamaros mío;
hoy, que en unión amorosa,
pareció a vuestro cariño,
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;
hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado vos mismo,
pregunto ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y que de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos;
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.
Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro,
el infinito pasado,
hasta el presente finito;
luego no necesitabais,
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,
entrar a mirarlo fino;
luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.



Sor Juana Inés de la Cruz

La sentencia de Justo

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.



Tomás de Iriarte

Vióse un guerrero

-- de Tomás de Iriarte --

Viose un guerrero en lides y rüinas,
páganle en fama, voz que lleva el viento.
Desvelose un autor, y está contento
sólo con ver su nombre en las esquinas.

Cede un indiano el fruto de las minas
por que le den de conde el tratamiento.
Surca un viajero el pérfido elemento
para decir: «Estuve en Filipinas».

Sacrifica en palacio un cortesano
su salud, libertad, descanso y rentas,
sólo porque le mire el soberano.

Así yo sufro amor, celos, afrentas;
sirvo, pretendo, y tú, dueño tirano,
con sola una mirada me contentas.



Antonio Machado

Coplas elegiacas

-- de Antonio Machado --

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!
¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!



Antonio-Plaza-Llamas

a inés nataly

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Quiso mostrarte la clemencia santa
y te infundió su soberano aliento,
puso en tus ojos luz de firmamento
y del ángel el trino en tu garganta.
Y admirándose al ver belleza tanta,
baja te dijo al valle del tormento,
y cuando el hombre en negro desaliento
clame: ¡no existe dios! mírale y ¡canta!
y tú, cisne del cielo, la armonía
nos revelas del cielo al escucharte;
yo, que olvidando al cielo ya tenía,
enviada del señor, quiero cantarte,
que aunque la fe del alma apagó el llanto,
donde dios se revela, allí le canto.
Antonio plaza llamas



Mariano José de Larra

Con motivo de hallarse encinta nuestra muy amada reina Doña Cristina de Borbón

-- de Mariano José de Larra --

Bastante tiempo, oh Rey, la refulgente
Antorcha de Himeneo ardiste en vano,
Y un sucesor al Trono inútilmente
Esperó de tres Reinas el Hispano.
Sí: salud a Cristina que esplendente
Vino a partir tu solio soberano;
Que ella es, Fernando, la que al Trono Ibero
Dos veces le asegura un heredero.



Miguel Unamuno

La sangre de mi espíritu

-- de Miguel Unamuno --

La sangre de mi espíritu es mi lengua,
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene.

Ya Séneca la preludió aún no nacida
y en su austero latín ella se encierra;
Alfonso a Europa dio con ella vida.
Colón con ella redobló la Tierra.

Y esta mi lengua flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes,
que las flores en ella hallaron brote,

de Juárez y Rizal, pues ella abarca
legión de razas, lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.



Miguel Unamuno

La sangre del espíritu

-- de Miguel Unamuno --

La sangre de mi espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene.

Ya Séneca la preludió aun no nacida,
y en su austero latín ella se encierra,
Alfonso á Europa dió con ella vida
Colón con ella redobló la tierra.



Miguel Unamuno

Habla, que lo quiere el niño

-- de Miguel Unamuno --

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!

El Hijo del Hombre, el Verbo
encarnado
se hizo Dios en una cuna
con el canto
de la niñez campesina,
canto alado.

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Hable tu papel, mi pájaro!

Háblale al niño que sabe
voz del alto,
La voz que se hace silencio
sobre el fango...
Háblale al niño que vive
en su pecho a Dios criando...

Tú eres la paloma mística,
tú el Santo
Espíritu que hizo el hombre
con sus manos...

Habla a los niños, que el reino
tan soñado
de los cielos es del niño
soberano,
del niño, rey de los sueños,
¡corazón de lo creado!

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!



Nicolás Fernández de Moratín

Un alto y generoso pensamiento

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Un alto y generoso pensamiento,
inspiración del cielo soberano,
me puso la áurea cítara en la mano
para cantar el dulce mal que siento.

Y fue tan grato mi sonoro acento,
que la ancha vega, el apacible llano
y el cavernoso monte carpetano
mostraron compasión de mi tormento.

Turbose el río de cerúleo manto,
oculto entre los álamos sombríos,
al ver su cisne lamentarse tanto.

Moviéronse los brutos más impíos
y los ásperos troncos a mi llanto;
y no la que causó los males míos.



A la circuncisión de Cristo Nuestro Señor

-- de Juan Díaz Rengifo --

¿Jesús circuncidado? ¿Dios herido?
La vida con prenuncios de la muerte?
de sangre el soberano Sol teñido?
Sagrado el sano enflaquecido el fuerte?

Subjeto el libre, el vencedor rendido?
Con suma dignidad tan baja suerte?
Herrado el Rey, el siervo esclarecido?
O Dios, porque así quieres deshacerte?

Sin duda humana fuerza no bastara
juntar en uno extremos tan distantes:
mas aquestas tan heroicas hazañas

descubren el ardor de tus entrañas,
que para amar mil mundos son bastantes,
y aun de ellas infinito amor sobrara.



Juan Meléndez Valdés

la paloma

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Meléndez Valdés

Al señor don Mariano Luis de Urquijo

-- de Juan Meléndez Valdés --

La lira de marfil que tierno un día
pulsar, Musas, osé con diestra mano
cuando de Otea en el florido llano
joven Lusindo suspirar me oía,

atempladme, volved; la amistad mía
hoy el timbre celebra soberano
con que su cuello resplandece ufano,
merced a un rey de buenos alegría.

Rayos de luz el vellocino de oro
despide, ornando el generoso pecho
de alta prudencia y pundonor morada.

Veló la envidia con amargo lloro,
pero el nombre feliz a su despecho
crece y sube a la bóveda estrellada.



Juan Meléndez Valdés

La paloma (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.

Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.

Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,

lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Juan Nicasio Gallego

A un barrilito de jerez

-- de Juan Nicasio Gallego --

Jugo Divino, honor de Andalucía
y envidia del flamenco y del britano;
tú por quien el Olimpo soberano
torciera el gesto al néctar y ambrosía.

¡Cual me colmara el verte de alegría
(más que con Hebe Júpiter, ufano)
si a henchir mi copa con su blanca mano
se hallase aquí la hermosa que te envía!

El rubio Febo en sus collados tiene
puro cristal: mi labio lo rehúsa,
que a tan helados sorbos no se aviene.

Sé pues mi numen tú, y ella mi musa,
y al diablo doy los brindis de Hipocrene
y el chorro de Castalia y de Aretusa.



Juan Nicasio Gallego

Al Duque de Rivas

-- de Juan Nicasio Gallego --

Tú a quien afable concedió el destino,
digna ofrenda a tu ingenio soberano,
manejar del Aminta castellano
la dulce lira y el pincel divino.

Vibrando el plectro y animando el lino,
logra Saavedra, con dichosa mano,
vencen las glorias del cantor troyano,
robar las gracias del pintor de Urbino.

Lógralo, y logre yo, si más clemente
se muestra acaso la áspera fortuna
que hoy no me deja en blando son loarte,

tejer nuevas coronas en tu frente
ya esclarecida por tu ilustre cuna,
ya decorada del laurel de Marte.



Juan Nicasio Gallego

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano
de mi triste prisión fácil salida,
por generoso impulso dirigida
tú me tendiste protectora mano.

Por ti recobro, ilustre Soberano
cuanto me puede hacer grata la vida.
Familia tierna, libertad perdida,
el sol de España, el suelo carpetano.

Que admiras hoy benévolo confío,
de mi tosco buril escaso fruto,
estos humildes rasgos que te envío,

mientras exento ya de pena y luto
por tanto alto favor el pecho mío
te da en su gratitud mejor tributo.



Julio Flórez

Deshielo

-- de Julio Flórez --

Nunca mayor quietud se vió en la muerte;
ni frío más glacial que el de esa mano
que tú alargaste al expirar, en vano!
y que cayó en las sábanas, inerte!

¡Ah.... Yo no estaba allí! Mi aciaga suerte,
no quiso que en el trance soberano,
cuando tú entrabas en el hondo arcano,
yo pudiera estrecharte.... Y retenerte!

Al llegar, me atrajeron tus despojos;
cogí esa mano espiritual y breve
y la junté á mis labios y á mis ojos!....

Y en ella, al ver mi llanto que corría,
pensé que aquella mano, hecha de nieve,
de mi boca al calor se derretía!



Julio Herrera Reissig

Llegada de los meses y de las horas

-- de Julio Herrera Reissig --

(Terpsícore puede más que Morfeo)

Saludando cortésmente a la buena Mamá Juno
(Son las XII de la noche, del mes doce a 31)
Entran: Junio, Julio, Agosto, Setiembre, Octubre y Noviembre.
Enero, Marzo y Abril, Mayo, Febrero y Diciembre.

Síguelos el Viejo Tiempo, con traje de soberano.
(El Patriarca de los Siglos a quien ninguno conoce).
Y tomadas de la mano,
Formando rueda y bailando la vieja danza del brinco:
La seis, la ocho, la nueve, la diez, la once, la doce,
La una, la dos, la cuatro, la tres, la siete y la cinco.

(Anuncian: está Terpsícore.) Todos despiertan y ríen:
El gran salón se ilumina con mil resplandores blancos;
Barba Azul corre en sus zancos;
Raras macabras armónicas los instrumentos deslíen,
Y sin que haya espiritistas saltan las mesas y bancos.
Byron, Tirteo y Quevedo se olvidan de que son cojos,
Rabelais y el gran Leopardi no saben ya sus defectos;
Homero y Milton se muestran, ambos, con grandes anteojos;
los cuerdos se vuelven locos y arlequines los proyectos.
(Por bailar a misia Parca también se le van los ojos).



Julio Herrera Reissig

el enojo

-- de Julio Herrera Reissig --

Todo fue así: sahumábase de lilas
y de heliotropo el viento en tu ventana;
la noche sonreía a tus pupilas,
como si fuera su mejor hermana...

Mi labio trémulo y tu rostro grana
tomaban apariencias intranquilas,
fingiendo tú mirar por la persiana,
y yo, soñar al son de las esquilas.

¡Vibró el chasquido de un adiós violento!...
Cimbraste a modo de una espada al viento;
y al punto en que iba a desflorar mi tema,

gallardamente, en ritmo soberano,
desenvainada de su guante crema,
como una daga, me afrentó tu mano.



Fernando de Herrera

Ardía, en varios cercos recogido

-- de Fernando de Herrera --

Ardía, en varios cercos recogido,
del crispante cabello en torno, el oro,
que en bellos lazos coronado adoro,
dichoso en el dolor del mal sufrido.

Vibraba el esplendor esclarecido
y dulces rayos, del amor tesoro,
por quien en pérdida busco fiel y lloro
la gloria de mi daño consentido.

Veste negra, descuido recatado,
suave voz de angélica armonía
era, mesura y trato soberano.

Yo, que tal no esperaba, transportado,
dije, en la pura luz que me encendía:
«No encierra tal valor semblante humano».



Fernando de Herrera

El duro hierro agudo que la mano

-- de Fernando de Herrera --

El duro hierro agudo que la mano,
rica de mis despojos por vos siente,
y la sangre esparció que amor ardiente
guardó cual néctar puro y soberano;

guiolo amor, y abrió manso y humano
lugar al dolor vuestro tiernamente;
que el mal que siento grave y vehemente,
blando siente el cruel pecho tirano.

La herida terrible que en mis ojos
de los vuestros entró, y causó mi pena,
venganza toma ahora en vuestro yerro.

No es culpa vuestra, es gloria a mis despojos;
y así, que os hiera el dulce amor ordena,
como a mí vuestros ojos, vuestro hierro.



Fernando de Herrera

Las hebras que cogía en lazos de oro

-- de Fernando de Herrera --

Las hebras que cogía en lazos de oro
con arte vuestra blanca y tierna mano,
miraba, y el semblante altivo y llano
y la florida luz que amando adoro.

Creía en vos del sacro excelso coro
que el esplendor se unía soberano;
porque en sombra, aunque bella, y traje humano
no vio tal bien el orbe y tal tesoro.

Cuando rompiste leda el dulce espanto,
que de vos parte ausente y solo apena,
preguntando: «¿Qué fuerza me arrebata?»

Yo, que temo partirme, suelto en llanto,
digo: «Pienso que a muerte me condena
del cruel vuestro amor la saña ingrata».



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 91

-- de Francisco de Quevedo --

Pues hoy pretendo ser tu monumento,
porque me resucites del pecado,
habítame de gracia, renovado
el hombre antiguo en ciego perdimiento.
Si no, retratarás tu nacimiento
en la nieve de un ánimo obstinado
y en tu corazón pesebre, acompañado
de brutos apetitos que en mí siento.
Hoy te entierras en mí, siervo villano,
sepulcro, a tanto huésped, vil y estrecho,
indigno de tu cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me sirve de gusano;
mármol para cubrirte da mi pecho.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 90

-- de Francisco de Quevedo --

Atlante, que en la cruz sustentas cielo,
hércules que descansas sumo atlante,
alivia con tu fuerza el tierno amante
que, humilde, mide con la boca el suelo.
Mas no le des ayuda, que recelo
que das prisa a su muerte vigilante;
mas dásela, simón, que es importante
para la redención de todo el suelo.
Pero si con tus brazos se aligera
la carga, con tu culpa, del manzano,
también añades peso a su madera.
Llevar parte del leño soberano
es a la redención, que los espera,
llevarte tus pecados con tu mano.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 99

-- de Francisco de Quevedo --

Arde lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece,
cuanto crecen las llamas amarillas.
Las brasas multiplica en maravillas,
y el sol entre carbones amanece,
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio, sus costillas.
A cristo imita en darse en alimento
a su enemigo: esfuerzo soberano
y ardiente imitación del sacramento.
Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento,
menos abrasa que arde vil tirano.



Francisco de Quevedo

parnaso español 1

-- de Francisco de Quevedo --

¡oh cuánta majestad! ¡oh cuánto numen,
en el tercer filipo, invicto y santo,
presume el bronce que le imita! ¡oh cuánto
estos semblantes en su luz presumen!
los siglos reverencian, no consumen,
bulto que igual adoración y espanto
mereció amigo y enemigo, en tanto
que de su vida dilató el volumen.
Osó imitar artífice toscano
al que a dios imitó de tal manera,
que es, por rey y por santo, soberano.
El bronce, por su imagen verdadera,
se introduce en reliquia, y éste, llano,
en majestad augusta reverbera.



Francisco de Quevedo

salmo xxii quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Pues le quieres hacer el monumento
en mis entrañas a tu cuerpo amado,
limpia, suma limpieza, de pecado,
por tu gloria y mi bien, el aposento.
Si no, retratarás tu nacimiento,
pues entrado en mi pecho disfrazado,
te verán en pesebre acompañado
de brutos apetitos que en mí siento.
Hoy te entierras en mí con propia mano,
que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho,
indigno de tu cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me presta su gusano;
mármol para cubrirte dé mi pecho.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco Sosa Escalante

A Carmen (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sin freno ni pudor, encenegada
Allí en las ondas del deleite impuro,
Tú vives sin pensar en lo futuro,
De tus deberes santos olvidada.

¿Quién puede contener la arrebatada
Corriente que te arrastra á un mal seguro?
Para volverte al bien ya no hay conjuro,
Y ruedas al abismo, despeñada.

¡Qué horrible despertar el que te espera
Tras ese sueño del amor insano!
¡Qué horrenda realidad tras la quimera

Del goce que imaginas soberano,
Al llegar la vejez adusta y fiera
Con sus arrugas y cabello cano....!



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hay en la luz de tus azules ojos,
¡Oh reina de la gracia y gentileza!
Irresistible imán, y tu belleza
Inspira glorias y disipa enojos.

Hay en la rosa de tus labios rojos
La dulzura que borra la tristeza,
Y pródiga te dió Naturaleza
Hechizos seductores por despojos.

Feliz quien pueda proclamar ufano
Que es dueño de tan cándida hermosura
Y escuche que le llames soberano;

Feliz quien goce tan sin par ventura,
Y desdichado aquel que implore en vano
El dulce beso de tu boca pura.



Francisco Sosa Escalante

A una madre

-- de Francisco Sosa Escalante --

La luz de aquel tu hogar donde sus flores
El tierno amor y la virtud sencilla
Derraman, oh señora! ya no brilla;
Es la noche fatal de los dolores.

Cual huye del invierno á los rigores
Presurosa la tímida avecilla,
La niña huyó tambien y sin mancilla
Al cielo se elevó; mas no la llores.

¿Por qué llorarla? sinsabor y pena
En herencia fatal cupo al mundano
En esta vida de tormentos llena.

Y pues fué ese el designio soberano
Del que al mar y á los astros encadena,
Acata humilde su divino arcano.



Francisco Sosa Escalante

Adela

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del Cantábrico mar en la ribera
Y de sus olas al amante arrullo,
Primoroso y gentil brotó un capullo
De rosa purpurina y hechicera.

Le dió su beso el aura lisonjera,
La fuente mansa plácido murmullo,
Y le vió con amor, con noble orgullo
La aurora y le brindó su luz primera.

Así creció la flor; mas plugo un día
Al Señor de los mundos soberano,
Que fuese gala de la patria mía.

Trájola aquí la omnipotente mano,
Y hoy luce su esbeltez y bizarría
Bajo el hermoso cielo mexicano.



Francisco Sosa Escalante

Ayer y hoy (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ayer los dias en mazmorra oscura
Miraba trascurrir con faz serena,
Pues él no ignora que la vida llena
Se encuentra de tormentos y amargura.

Hoy que en el sólio del poder fulgura,
Que está de miel henchida la colmena,
La torpe adulación ¡cómo le atruena!;
De él ya no se huye cual de lepra impura.

Dejad que yo me aparte; contamina
Del necio adulador la sucia mano,
O hiere como infame guillotina.

Llevadme donde el rostro soberano
Ostente hermosa la verdad divina,
Do el hombre no se arrastre cual gusano.



Francisco Sosa Escalante

Los terremotos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sordo rugido, cual rumor lejano
Del bravo mar que la ribera azota,
Se escucha resonar; su causa ignota
Pretende el hombre descubrir en vano.

Y crece más y más, y al soberano
Impulso que las aguas alborota,
La madre tierra se abre, y de ella brota
En negras espirales humo insano.

Clamor inmenso que traduce el ruego,
El llanto, y el pavor, y la agonía
De un pueblo todo, hasta el Señor se eleva.

Un rayo brilla de esperanza, y luego
Renuévase el temblor, con saña impía
Volviendo á difundir angustia nueva.



Francisco Sosa Escalante

Trasformación

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Y eres tú, y eres tú, la ninfa hermosa,
Mi dulce amor en los risueños dias
De mi temprana edad, cuando vivias
En mí pensando amante y cariñosa?

Eran, ¿te acuerdas? para mi alma ansiosa
Nido de amor tus labios, armonías
Los ecos de tu voz; resplandecías
Por bella y por gentil y por graciosa.

Por contemplar tu rostro soberano
Quise mil veces arrostrar la muerte,
De mi pasión en el delirio insano;

Y hoy que á mi paso la voluble suerte
Te vuelve á colocar, anhelo en vano
En esta sombra triste conocerte.



José de Diego

tu nombre

-- de José de Diego --

Dulce es tu nombre en nuestro dulce idioma;
suena en las preces del fervor cristiano,
y es verso en el lenguaje soberano
con que aun nos habla en su sepulcro roma.

De un pie latino la cadencia toma
cuando vibra en el ritmo castellano
cual breve arrullo de cantar lejano
o eco de amor con alas de paloma.

Dos silabas; un beso; algo muy triste
para el que te ha perdido; la elegía
del sueño muerto, que en la muerte existe.

Carmen el mundo te llamó algún día;
pero después de lo que a ml me hiciste...
¿Cómo te llamaremos, alma mía?.



José Eustasio Rivera

en la estrellada noche...

-- de José Eustasio Rivera --

En la estrellada noche de vibración tranquila
descorre ante mis ojos sus velos el arcano,
y al giro de los orbes en el cenit lejano
ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Ávido de la pléyade que en el azul rutila,
sube con ala enorme mi numen soberano,
y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,
mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:
cuando en la paz sin límites al cosmos interpelo,
lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna
al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,
es insondable al vuelo de mi ambición eterna.



José Eustasio Rivera

en un bloque saliente

-- de José Eustasio Rivera --

En un bloque saliente de la audaz cordillera
el cóndor soberano los jaguares devora;
y olvidando la presa, las alturas explora
con sus ojos de un vivo resplandor de lumbrera.

Entre locos planetas ha girado en la esfera;
vencedor de los vientos, lo abrillanta la aurora,
y al llenar el espacio con su cauda sonora,
quema el sol los encajes de su heroica gorguera.

Recordando en la roca los silencios supremos,
se levanta al empuje colosal de sus remos;
zumban ráfagas sordas en las nubes distantes,

y violando el misterio que en el éter se encierra,
llega al sol, y al tenderle los plumones triunfantes
va corriendo una sombra sobre toda la tierra.



Carolina Coronado

en el álbum de una señora que quería que acabasen los consonantes en ío y en ía

-- de Carolina Coronado --

Señora, un álbum cuando yo me río
por la extraña y ridícula manía,
de escribir en los álbumes poesía
teniendo tan mal genio como el mío;
ya que no encuentre consonante en ío,
ya que no acierte a rematarlo en ía,
un dolor soberano de cabeza
me ha costado escribir esta simpleza.



Clemente Althaus

A Jesucristo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¿A quién acudiré, cuando estoy triste,
en busca de remedio y de consuelo,
si no a ti, que comprendes nuestro duelo,
del que experiencia tan crüel hiciste,

Cuando la mortal carne que nos viste,
te vio vestir el asombrado cielo,
y las miserias del mezquino suelo
todas por larga prueba conociste?

Me espanta de tu Padre soberano
la majestad tremenda; más contigo,
que te muestras tan dulce y tan humano,

me es dado hablar cual con estrecho amigo,
o cual pudiera hermano con hermano,
y mis dolores íntimos te digo.



Clemente Althaus

A un cóndor enjaulado

-- de Clemente Althaus --

Un tiempo, allá en el suelo americano,
rey te aclamó la voladora plebe,
y de los Andes la más alta nieve
atrás dejabas en tu vuelo ufano:

el espacio sin fin del aire vano
era tu imperio; mas en cárcel breve
hoy en vano tus alas alza y mueve
tu no perdido instinto soberano.

¡Cuánto, al mirarte, oh cóndor, me apïadas
preso, y en suelo, como yo, extranjero!
Mas yo pronto a las playas adoradas

de mi dulce Perú tornar espero,
y tú, blanco curioso a las miradas,
ausente morirás y prisionero.



Clemente Althaus

A Consuelo

-- de Clemente Althaus --

Razón, consuelo, has tenido
al decir que tu traslado
ningún artista ha logrado
que te salga parecido.
Pero no es justo que estés
demostrando airado pecho
con ellos, por no haber hecho
lo que posible no es:
ya que cincel y pinceles
en tu rostro soberano
probado hubieran en vano
el claro Fidias y Apeles.
Y si ves de las demás
los parecidos retratos,
que a sus modelos son gratos,
por mejorados quizás,
Es que de la tuya dista
mucho su beldad, y así
quéjate sólo de ti,
pues de que ningún artista
que tu retrato hacer osa
le pinte bien o le esculpa,
no tiene el arte la culpa
sino el ser tú tan hermosa.



Clemente Althaus

A Rossini

-- de Clemente Althaus --

Aún me parece que en el Cielo santo
con desusada gloria
en medio de los ángeles estuve
a donde de tu canto
la constante memoria
de nuevo el alma estremecida sube:
mas di Rossini, dime
si propicio querube,
celeste amigo que tu canto inspira,
en noche solitaria
te enseñó el más ardiente y más sublime
himno que sabe su divina lira,
en esa pura celestial plegaria;
o si tú mismo al cielo suspendido,
al angélico coro
¿la escuchaste cantar en harpas de oro,
con ella absorto el soberano oído?
Por esa hora dichosa,
por el celeste olvido
del mundo, de mí mismo, de mis males;
por el alto placer que mi alma endiosa,
a tu valor divino desiguales,
estos versos te envío agradecido,
¡oh delicia y amor de los mortales!



Cristóbal de Castillejo

A una dama llamada Ana

-- de Cristóbal de Castillejo --

A NAdie mirais, Señora,
Que, si no le falta el seso,
No quede luego á la hora
De vuestros amores preso;
Que os hizo Dios soberano
Tan hermosa y escogida,
Que es partido muy mas sano
La muerte de vuestra mano
Que de otra mano la vida.

Y con tal conocimiento,
Despues que yo triste os ví,
Sin placer vivo contento,
Pues que por vos lo perdí;
Y tengo por buena andanza
El dolor que se me ordena;
Que aunque me falte esperanza,
Harto es bienaventuranza
Ser vos causa de mi pena.



Rubén Darío

La Dea

-- de Rubén Darío --

LBERTO, en el propíleo del tiempo soberano
Donde Renan rezaba, Verlaine cantado hubiera.
Primavera una rosa de amor tiene en la mano
Y cerca de la joven y dulce Primavera



Rubén Darío

Leconte de Lisle

-- de Rubén Darío --

De las eternas musas el reino soberano
Recorres, bajo un soplo de vasta inspiración,
Como un rajá soberbio en su elefante indiano
Por sus dominios pasa de rudo viento al son.

Tú tienes en tu canto como ecos de Oceano;
Se ven en tu poesía la selva y el león;
Salvaje luz irradia la lira que en tu mano
Derrama su sonora, robusta vibración.

Tú el faquir conoces secretos y avatares;
A tu alma dio el Oriente misterios seculares,
Visiones legendarias y espíritu oriental.

Tu verso está nutrido con savia de la tierra;
Fulgor de Ramayanas tu viva estrofa encierra,
Y cantas en la lengua del bosque colosal.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba