Buscar Poemas con Silueta


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra silueta

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Pablo Neruda

el ciego de la pandereta

-- de Pablo Neruda --

Ciego, siempre será tu ayer mañana?
siempre estará tu pandereta pobre
estremeciendo tus manos crispadas?
yo voy pasando y veo tu silueta
y me parece que es tu corazón
el que se cimbra con tu pandereta.
Yo pasé ayer y supe tu dolor:
dolor que siendo yo quien lo ha sabido
es mucho mayor.
No volveré por no volverte a ver,
pero mañana tu silueta negra
estará como ayer:
la mano que recibe,
los ojos que no ven,
la cara parda, lastimosa y triste,
golpeando en cada salto la pared.
Ciego, ya voy pasando y ya te miro,
y de rabia y dolor qué sé yo qué!
algo me aprieta el corazón,
el corazón y la sien.
¡Por tus ojos que nunca han mirado
cambiara yo los míos que te ven!

Poema el ciego de la pandereta de Pablo Neruda con fondo de libro

Amado Nervo

la bruma

-- de Amado Nervo --

La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la bruma!
la bruma es el ensueño del agua, y en su empeño
de inmaterializarse lo vuelve todo ensueño.
A través de su velo mirífico, parece
como que la materia brutal se desvanece:
la torre es un fantasma de vaguedad que pasma,
todo, en su blonda envuelto, se convierte en fantasma,
y el mismo hombre que cruza por su zona quieta
se convierte en fantasma, es decir, en silueta.
La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la bruma,
de la bruma que sueña con la aurora lejana!
y yo dije: ¡ensalcemos a dios, oh bruma hermana!

Poema la bruma de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Tan rubia es la niña que...

-- de Amado Nervo --

¡Tan rubia es la niña, que
cuando hay sol no se la ve!

Parece que se difunde
en el rayo matinal,
que con la luz se confunde
su silueta de cristal
tinta en rosas y parece
que en la claridad del día
se desvanece
la niña mía.

Si se asoma mi Damiana
a la ventana y colora
la aurora su tez lozana
de albérchigo y terciopelo,
no se sabe si la aurora
ha salido a la ventana
antes de salir al cielo.

Damiana en el arrebol
de la mañanita se
diluye y si sale el sol,
por rubia... ¡No se la ve!

Poema Tan rubia es la niña que... de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Palés Matos

día nublado

-- de Luis Palés Matos --

Bajo las nubes plúmbeas y letíferas
brinca el recuerdo, fugitivo y rancio,
y en las calmas beatas y somníferas
palpita una fatiga de cansancio.

Recorta el monte su silueta bruna
en una fiebre mística de asceta,
pues lejos de guayama, goza una
hiperbólica paz de anacoreta.

La conciencia del dombo se ennegrece,
cual la de un criminal, y desfallece
en la seda de exótico desmayo;

le nacen al dolor siete raíces,
y en la pizarra de los cielos grises
dios escribe su nombre con el rayo.



César Vallejo

la punta del hombre

-- de César Vallejo --

La punta del hombre,
el ludibrio pequeño de encojerse
tras de fumar su universal ceniza;
punta al darse en secretos caracoles,
punta donde se agarra uno con guantes,
punta el lunes sujeto por seis frenos,
punta saliendo de escuchar a su alma.
De otra manera,
fueran lluvia menuda los soldados
y ni cuadrada pólvora, al volver de los bravos desatinos,
y ni letales plátanos; tan sólo
un poco de patilla en la silueta.
De otra manera, caminantes suegros,
cuñados en misión sonora,
yernos por la vía ingratísima del jebe,
toda la gracia caballar andando
puede fulgir esplendorosamente!
¡oh pensar geométrico al trasluz!
i oh no morir bajamente
de majestad tan rauda y tan fragante!
¡oh no cantar; apenas
escribir y escribir con un palito
o con el filo de la oreja inquieta!
acorde de lápiz, tímpano sordísimo,
dondoneo en mitades robustas
y comer de memoria buena carne,
jamón, si falta carne,
y un pedazo de queso con gusanos hembras,
gusanos machos y gusanos muertos.



César Vallejo

Aldeana

-- de César Vallejo --

Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!

Al muro denla huerta
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja,
al ver que la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!



Delmira Agustini

La estatua (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Miradla, así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta soberana...
¡No parece el retoño prematuro
de una gran raza que será mañana?

¡Así una raza inconmovible, sana,
tallada a golpes sobre mármol duro,
de las vastas campañas del futuro
desalojará a la familia humana.

¡Miradla así -¡de hinojos!- en augusta
calma imponer la desnudez que asusta!...
¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!

ved la grandeza que en su forma duerme...
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme.
Más pobre que un gusano, siempre en calma!



Emilio Bobadilla

El Kaiser

-- de Emilio Bobadilla --

Era la noche infausta, víspera de la guerra:
un gesto imperativo bastó para que ardiese
en unánime incendio consternada la tierra
y una voz de exterminio doquier repercutiese.

Y empezó la catástrofe: los campos sin labriegos;
las ciudades, sin fábricas; los jardines, sin flores
y, cogidos del brazo, por las calles los ciegos
¡y en el hogar de luto, taciturnos dolores...!

Y en su altivez el Kaiser de sojuzgar al mundo,
—¿qué le importa que llore, que suplique, que ruja?—
va de un frente a otro frente, el rostro furibundo,

imponiéndose a todos brutal y sanguinario,
¡y su silueta lúgubre corriendo se dibuja
al través de las llamas, en el inmenso osario!



Pablo Neruda

soneto xlv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

No estés lejos de mí un solo día, porque cómo,
porque, no sé decirlo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxx

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡cuántas veces trazo mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!
cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras;
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!



Julio Herrera Reissig

la fuga

-- de Julio Herrera Reissig --

Temblábamos al par... En el austero
desorden que realzaba tu hermosura,
acentuó tu peinado su negrura
inquietante de pájaro agorero...

¡Nadie en tus ojos vio el enigma, empero
calló hasta el mar en su presencia oscura!
inaccesible y ebria de aventura,
entre mis brazos te besó el lucero.

Apenas subrayó el esquife vago
su escuálida silueta sobre el lago,
te sublimaron trágicos sonrojos...

Sacramentó dos lágrimas postreras
mi beso al consagrar sobre tus ojos.
¡Y se durmió la tarde en tus ojeras!...



Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre vi. almería

-- de Francisco Villaespesa --

vi. Almería
en el espejo de tu mar tranquila
la mole secular de la alcazaba,
como en el fondo azul de una pupila,
su morisca silueta recortaba.
En el áureo fluir del mediodía,
reclinada en mi seno su cabeza,
hinchaba el pecho y la pupila
abría para aspirar tu cálida belleza.
Y había besos y cánticos y risas
en su boca, en mi boca y en tus brisas...
Pasó el ensueño de la juventud...
Y, enlutado y sin fe, surco tus olas
en negra barca, con mi pena a solas,
¡igual que un muerto sobre un ataúd!



Francisco Villaespesa

la sombra de beatriz

-- de Francisco Villaespesa --

El crepúsculo está lleno de aromas,
de campanas de plata y de cantares...
Zumban abejas en los azahares.
Baja un temblor de esquilas por las lomas.
El aire sabe a miel de abiertas pomas,
y al tornar a sus blancos palomares
proyectan en los verdes olivares
sus sombras fugitivas las palomas.
Yo sueño con tu amor... Una infinita
dulzura sube del florido huerto...
¿Por qué el ensueño de una margarita,
hoja tras hoja mi saudade arranca,
si en la penumbra del balcón abierto
falta esta tarde tu silueta blanca?



José Asunción Silva

crepúsculo II

-- de José Asunción Silva --

En la tarde, en las horas del divino
crepúsculosereno,
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños.
Sobre un fondo de tonos nacarados
la silueta del templo
las altas tapias del jardín antiguo
y los árbolesnegros,
cuyas ramas semejan un encaje
movidas por el viento
se destacan oscuras, melancólicas
como un extrañoespectro!
en estas horas de solemne calma
vagan los pensamientos
y buscan a la sombra de lo ignoto
la quietud y el silencio.
Se recuerdan las caras adoradas
de los queridos muertos
que duermen para siempre en el sepulcro
y hace tanto no vemos.
Bajan sobre las cosas de la vida
las sombras de loeterno
y las almas emprenden su viaje
al país delrecuerdo.
También vamos cruzando lentamente
de la vida el desierto
también en el sepulcro helada sima
más tarde dormiremos.
Que en la tarde, en las horas del divino
crepúsculosereno
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños!



José Asunción Silva

Crepúsculo1

-- de José Asunción Silva --

En la tarde, en las horas del divino
crepúsculo sereno,
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños.

Sobre un fondo de tonos nacarados
la silueta del templo
las altas tapias del jardín antiguo
y los árboles negros,
cuyas ramas semejan un encaje
movidas por el viento
se destacan oscuras, melancólicas
como un extraño espectro!

En estas horas de solemne calma
vagan los pensamientos
y buscan a la sombra de lo ignoto
la quietud y el silencio.
Se recuerdan las caras adoradas
de los queridos muertos
que duermen para siempre en el sepulcro
y hace tanto no vemos.

Bajan sobre las cosas de la vida
las sombras de lo eterno
y las almas emprenden su viaje
al país del recuerdo.
También vamos cruzando lentamente
de la vida el desierto
también en el sepulcro helada sima
más tarde dormiremos.

Que en la tarde, en las horas del divino
crepúsculo sereno
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños!



José Eustasio Rivera

esta noche

-- de José Eustasio Rivera --

Esta noche el paisaje soñador se niquela
con la blanda caricia de la lumbre lunar;
en el monte hay cocuyos, y mi balsa que riela
va borrando luceros sobre el agua estelar.

El fogón de la prora, con su alegre candela,
me enciende en oro trémulo como a un dios tutelar;
y unos indios desnudos, con curiosa cautela,
van corriendo en la playa para verme pasar.

Apoyado en el remo avizoro el vacío,
y la luna prolonga mi silueta en el río;
me contemplan los cielos, y del agua al rumor

alzo tristes cantares en la noche perpleja,
y a la voz del bambuco que en la sombra se aleja,
la montaña responde con un vago clamor.



Roque Dalton García

el gran despecho

-- de Roque Dalton García --

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
norte y sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti
ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios
soy pues un diosecillo a tu costa
(quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex-patria)



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