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Se han encontrado 24 poemas con la palabra sexo

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César Vallejo

pienso en tu sexo.

-- de César Vallejo --

Xiii
pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la sombra,
aunque la muerte concibe y pare
de dios mismo.
Oh conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
¡Odumodneurtse!

Poema pienso en tu sexo. de César Vallejo con fondo de libro

Jorge Riechmann

10

-- de Jorge Riechmann --

(y perdona que alargue un momento más la prédica
pero tú ya sabes el tono zumbón con que hablo
hiperbólicamente desde mi casa en ruinas:)
piensa
no solo con la cabeza
piensa también con los brazos
con el vientre
los pulmones
el sexo
piensa también con los brazos
de tu compañera
con su sexo
sus pulmones
su vientre
su cabeza
piensa también con la cabeza de tu amigo
con su vientre y su sexo
con sus pulmones y sus brazos
no dejes nunca
de pensar con la cabeza.

Poema 10 de Jorge Riechmann con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: XIII

-- de César Vallejo --

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

Odumodneurtse!

Poema Trilce: XIII de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: XXX

-- de César Vallejo --

Quemadura del segundo
en toda la tierna cabecilla del deseo,
picadura de ají vagoroso,
a las dos de la tarde inmoral.

Guante de los bordes borde a borde.
Olorosa verdad tocada en vivo, al conectar
la antena del sexo
con lo que estamos siendo sin saberlo.

Lavaza de máxima ablución.
Calderas viajeras
que se chocan y salpican de fresca sombra
unánime, el color, la fracción, la dura vida,
la dura vida eterna.
No temamos. La muerte es así.

El sexo sangre de la amada que se queja
dulzorada, de portar tánto
por tan punto ridículo.
Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
a las dos de la tarde inmoral.



César Vallejo

quemadura del segundo

-- de César Vallejo --

xxx
quemadura del segundo
en toda la tierna cabecilla del deseo,
picadura de ají vagoroso,
a las dos de la tarde inmoral.
Guante de los bordes borde a borde.
Olorosa verdad tocada en vivo, al conectar
la antena del sexo
con lo que estamos siendo sin saberlo.
Lavaza de máxima ablución.
Calderas viajeras
que se chocan y salpican de fresca sombra
unánime, el color, la fracción, la dura vida,
la dura vida eterna.
No temamos. La muerte es así.
El sexo sangre de la amada que se queja
dulzorada, de portar tánto
por tan punto ridículo.
Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
a las dos de la tarde inmoral.



Octavio Paz

iii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iii
mira el poder del mundo,
mira el poder del polvo, mira el agua.
Mira los fresnos en callado círculo,
toca su reino de silencio y savia,
toca su piel de sol y lluvia y tiempo,
mira sus verdes ramas cara al cielo,
oye cantar sus hojas como agua.
Mira después la nube,
anclada en el espacio sin mareas,
alta espuma visible
de celestes corrientes invisibles.
Mira el poder del mundo,
mira su forma tensa,
su hermosura inconsciente, luminosa.
Toca mi piel, de barro, de diamante,
oye mi voz en fuentes subterráneas,
mira mi boca en esa lluvia oscura,
mi sexo en esa brusca sacudida
con que desnuda el aire los jardines.
Toca tu desnudez en la del agua,
desnúdate de ti, llueve en ti misma,
mira tus piernas como dos arroyos,
mira tu cuerpo como un largo río,
son dos islas gemelas tus dos pechos,
en la noche tu sexo es una estrella,
alba, luz rosa entre dos mundos ciegos,
mar profundo que duerme entre dos mares.
Mira el poder del mundo:
reconócete ya, al reconocerme.



Oliverio Girondo

me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo

-- de Oliverio Girondo --

Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo,con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosame iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cadauno de sus poros surgía una especie de uña que meperforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Unaexudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas;hasta que su sexo lleno de espinas y de tentáculos seincrustaba en mi sexo, precipitándome en una serie de espasmosexasperantes.
Era inútil que le escupiese en los párpados, en lasconcavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y midesprecio. Hasta que la última gota de esperma no se medesprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gotade lacre derretido, sus encías continuaban sorbiendo midesesperación; y antes de abandonarme me dejaba sus millones deuñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio quepasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poderecharme una gota de yodo en cada una de las heridas...
¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de lapredilección de los súcubos!



Alfonsina Storni

A Eros

-- de Alfonsina Storni --

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.



Amado Nervo

antífona. anima loquens

-- de Amado Nervo --

Anima loquens
para antenor lescano.
¡Oh, señor! yo en tu cristo busqué un esposo que me quisiera;
le ofrendé mis quince años, mi sexo núbil;violó mi boca,
y por él ha quedado mi faz de nácar como la cera,
mostrando palideces de viejo cirio bajo mi toca.
¡Mas satán me persigue y es muy hermoso! viene de fuera
y ofreciéndome el cáliz de la ignominia, me vuelve loca...
¡Oh, señor!, no permitas que bese impío mi faz decera,
que muestra palideces de viejo cirio bajo mi toca...
Ya en las sombras del coro cantar no puede mi voz austera
los litúrgicos salmos, mi alma está estéril comouna roca;
mi virtud agoniza, mi fe sucumbe, satán espera...
¡Oh, señor!, no permitas que bese impío mi faz decera,
que muestra palidez de viejo cirio bajo mi toca!



Jaime Sabines

no es nada de tu cuerpo

-- de Jaime Sabines --

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.



Jorge Debravo

desvestido

-- de Jorge Debravo --

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
Y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y -hablando de un amor vago, inconexo-

porque sí y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche
la noche pequeñita de tu sexo.



César Vallejo

un hombre está mirando a una mujer

-- de César Vallejo --

Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres.
Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿ y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo?
puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio.
Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡felicidad seguida
tardíamente del padre,
del hijo y de la madre!
¡instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡de qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡de qué tronco, el florido carpintero!
¡de qué perfecta axila, el frágil remo!
¡de qué casco, ambos cascos delanteros!



César Vallejo

Desnudo en barro

-- de César Vallejo --

Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!



Oliverio Girondo

paisaje bretón

-- de Oliverio Girondo --

Douarnenez,
en un golpe de cubilete,
empantana
entre sus casas corrió dados,
un pedazo de mar,
con un olor a sexo que desmaya.
¡Barcas heridas, en seco, con las alas plegadas!
¡tabernas que cantan con una voz de orangután!
sobre los muelles,
mercurizados por la pesca,
marineros que se agarran de los brazos
para aprender a caminar,
y van a estrellarse
con un envión de ola
en las paredes;
mujeres salobres,
enyodadas,
de ojos acuáticos, de cabelleras de alga,
que repasan las redes colgadas de los techos
como velos nupciales.
El campanario de la iglesia,
es un escamoteo de prestidigitación,
saca de su campana
una bandada de palomas.
Mientras las viejecitas,
con sus gorritos de dormir,
entran a la nave
para emborracharse de oraciones,
y para que el silencio
deje de roer por un instante
las narices de piedra de los santos.



Oliverio Girondo

el puro no

-- de Oliverio Girondo --

El puro no
el no
el no inóvulo
el no nonato
el noo
el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
sin poros ya sin nódulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no



Oliverio Girondo

exvoto

-- de Oliverio Girondo --

A las chicas de flores
las chicas de flores, tienen los ojos dulces, como las almendrasazucaradas de la confitería del molino, y usan moños deseda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de flores, se pasean tomadas de los brazos, paratransmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en laspupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga enla vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje dehierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren alsentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas empavesadascomo fragatas van a pasearse por la plaza, para que los hombres leseyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes seenciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de flores, viven en la angustia de que las nalgas se lespudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de loshombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse deél como de un corsé, ya que no tienen el coraje decortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los queles pasan la vereda.



Pablo Neruda

sueño de gatos

-- de Pablo Neruda --

Qué bonito duerme un gato,
duerme con patas y peso,
duerme con sus crueles uñas,
y con su sangre sanguinaria,
duerme con todos los anillos
que como círculos quemados
construyeron la geología
de una cola color de arena.
Quisiera dormir como un gato
con todos los pelos del tiempo,
con la lengua del pedernal,
con el sexo seco del fuego
y después de no hablar con nadie,
tenderme sobre todo el mundo,
sobre las tejas y la tierra
intensamente dirigido
a cazar las ratas del sueño.
He visto cómo ondulaba,
durmiendo, el gato: corría
la noche en él como agua oscura,
y a veces se iba a caer,
se iba tal vez a despeñar
en los desnudos ventisqueros,
tal vez creció tanto durmiendo
como un bisabuelo de tigre
y saltaría en las tinieblas
tejados, nubes y volcanes.
Duerme, duerme, gato nocturno
con tus ceremonias de obispo,
y tu bigote de piedra:
ordena todos nuestros sueños,
dirige la oscuridad
de nuestras dormidas proezas
con tu corazón sanguinario
y el largo cuello de tu cola.



Gastón Fernando Deligne

josefa a. perdomo

-- de Gastón Fernando Deligne --

Ya se integró al espíritu fecundo
que un tiempo hiciera palpitar su lira,
ya es átomo y celaje y blando efluvio
del perfume, la luz y la armonía.

Nos deja en sus melódicos cantares
inmaculado resplandor celeste,
como el halo divino de una estrella
cuando traspone trémula el poniente.

Enamorada del ameno valle
y del florido soto fue calandria
que alguna vez al éter ascendiera
con la serena majestad del águila.

Gloria y honor del sexo en que el futuro
vincula honor y gloria y alegría,
fue de aquellas que irradian las virtudes
prez del hogar, que los hogares nimban.

Y es de aquellas criaturas venturosas
cuya vida fue salmo, hermoso y noble;
y ante cuyo sepulcro esparce adelfas
y cíñese la patria de crespones.



Tomás de Iriarte

Del oro, como muchos, no dependo

-- de Tomás de Iriarte --

Del oro, como muchos, no dependo,
Fabio, pues ni le guardo ni codicio;
ni dependo jamás del vulgar juicio,
pues dar a luz mis obras no pretendo.

Del sexo mujeril casi no pendo,
pues amo por placer, no por oficio;
y aun menos de la corte y su bullicio,
pues de fingir y de adular no entiendo.

Solamente dependo de la muerte,
ya que discurso no hay ni diligencia
que de su despotismo nos liberte.

Mas la espero sin miedo y con paciencia,
vivo sin desearla; y de esta suerte,
amigo, se acabó la dependencia.



Mario Benedetti

hombre que mira la luna

-- de Mario Benedetti --

Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo
con su brillo reticente la luna
durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli
cuando los amantes ricos la miraban
desde sus tedios y sus pabellones
satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural
pero si los amantes pobres la contemplaban
desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella
hasta que una noche casualmente de luna
con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén
y libres para siempre de la luna lunática
fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.



Mauricio Bacarisse

Nisus

-- de Mauricio Bacarisse --

Este noble deleite de sudar y esforzarme
para luego morir, sin querer recompensa...
Ebrio de dinamismo, no me disperso nunca.
Mi vida es simple y lineal.

He donado mis tierras; he quemado mis ropas.
Con mi mandil de cuero, en mi gruta, en mi fragua
martillando en el yunque, junto a una fresca fuente
puedo a mi gusto jadear.

Soy más casto que el gneis. Agonizó la Amada.
Un enjambre de avispas acribilló sus senos
como manzanas núbiles. Me libré del castigo
del Sexo estúpido y cruel.

Desprecio las contiendas de Ahrimán y de Ormuz
y los considerandos del Gran Juicio Final,
las leyes del Areópago y de la soldadesca
y los Dioses borrosos...

Le he arrancado ya todos los denominadores
a la ecuación del mundo. Idéntico y sencillo
en mi labor penosa de terco Demiurgo
encuentro mi finalidad.

Contra el tremendo espanto de presumir los noúmenos
golpeo los fenómenos, machaco la apariencia;
cada diástole mía es una gran plegaria
de rebeldía y voluntad.



Juana de Ibarbourou

te doy mi alma desnuda

-- de Juana de Ibarbourou --

Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda con el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;
de todas esas cosas que tienen la infinita
serenidad de eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas,
que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
¡que tuviera una intensa blancura de azucena!

desnuda, y toda abierta de par en par
¡por el ansia del amar!



Evaristo Ribera Chevremont

a una cubana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Cubana de caña de azúcar,
cubana de rosa y clavel,
cubana de río y palmera,
con sol y salina en la piel.

Especias que pican y encienden
son menos que tú en el danzón,
cubana de dientes preciosos,
precioso y febril corazón.

Cubana, guajira y meneo
con rítmico y rápido pie,
la falda incendiada de sexo,
la boca olorosa a café.

El seno apretado y mordiente,
de brusco y carnoso temblor,
cortado de beso y mordisco,
quemado de sangre y sudor.

Cubana caliente y bonita,
bonita y caliente eres tú,
suave de hierbas y erguida
en tallo de fino bambú.

Y el dejo en la voz cariciosa,
untada de tórtolas
y sedosa de plumas y espumas
al darme los mimos a mí.

Cubana en la espesa manigua
con negro, mosquito y calor,
sonidos de huecas maracas
y truenos de congo tambor.

Cubana, guajira y refresco
de piña y de coco, y el son
batido, el tabaco veguero
y el vaso amarillo de ron.



Ramón López Velarde

Que adorable manía

-- de Ramón López Velarde --

¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy más rico, muy más que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!

Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi sexo, en su perenne rogativa,
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...

Y mi alma en pena bebe un negro vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino.

Por darme el santo y seña, la viajera
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora

En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
Y al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro.



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