Buscar Poemas con Serenas


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra serenas

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Miguel Unamuno

Horas serenas del ocaso breve

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.

Poema Horas serenas del ocaso breve de Miguel Unamuno con fondo de libro

Miguel Unamuno

Horas serenas

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.

Poema Horas serenas de Miguel Unamuno con fondo de libro

Alfredo Espino

La tórtola

-- de Alfredo Espino --

¡Cucú, cucú! ¿Estás gimiendo,
tórtola del arrozal?
¡Mira que me estás haciendo
con tu cantar, mucho mal!

¡Cucú, cucú! El caserío
se va llenando de calma,
¡Y un naranjo y una palma
se están besando en el río...!

Cantarito que te llenas
con el agua del riachuelo:
¡qué bello es mirar el cielo
bajo las tardes serenas!

Lirio del campo, morena
que hueles a leche y rosa:
¡Cómo el almas es tan dichosa
cuando la vida es serena!

Entre sonrosadas galas
la tarde se va durmiendo.
Tórtola que estás gimiendo:
¡Si eres madrigal con alas!

Poema La tórtola de Alfredo Espino con fondo de libro

Amado Nervo

poetas místicos

-- de Amado Nervo --

Para jesús e. Valenzuela.
Bardos de frente sombría
y de perfil desprendido
de alguna vieja medalla;
los de la gran señoría,
los de mirar distraído,
los de la voz que avasalla.
Teólogos graves e intensos,
vasos de amor desprovistos,
vasos henchidos de penas;
los de los ojos inmensos,
los de las caras de cristos,
los de las grandes melenas:
mi musa, la virgen fría
que vuela en pos del olvido,
tan sólo embelesos halla
en vuestra gran señoría,
vuestro mirar distraído
y vuestra voz que avasalla.
Mi alma que os busca entrevistos
tras de los leves inciensos,
bajo las naves serenas,
ama esas caras de cristos,
ama esos ojos inmensos
ama esas grandes melenas.



Amado Nervo

En paz

-- de Amado Nervo --

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas.

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



Luis Muñoz Rivera

parias

-- de Luis Muñoz Rivera --

Allá van, recatando en la sombra
la faz macilenta,
en que el miedo, fantasma impalpable,
grabara sus huellas.

Ellos son: los que ayer, pregonando
con tonos vibrantes su amor a la idea,
nos hablaron de nobles anhelos,
de alientos viriles, de heroicas empresas.

Ora brama sin vallas ni diques
la furia del déspota,
y ellos callan, los fuertes, los puros,
y abaten y rasgan la hermosa bandera
que juraron en días mejores
mantener triunfadora y enhiesta.

¡Patria! ¡patria! tus hijos te olvidan,
tus hijos te niegan,
mientras lloras con llanto de fuego
y claman venganza tus crueles afrentas.

Cuando pasen las horas terribles;
cuando lleguen las horas serenas;
si borinquen soporta la injuria;
si borinquen perdona la ofensa;
los que yen con desprecio profundo
rugir desbordadas las iras del césar,
mirarán a la pobre borinquen
con honda tristeza.

¿Dónde irán los que sienten al rostro
en olas de sangre subir la vergüenza
¿a qué climas remotos y extraños
cual ave que pierde su nido y su selva
llevará, con angustia infinita, su canto el poeta?



Jaime Torres Bodet

canción de las voces serenas

-- de Jaime Torres Bodet --

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...



Dulce María Loynaz

ana belinda

-- de Dulce María Loynaz --

Donde tú estás, están la paz y el sueño.

No más noches de lluvia ni alboradas serenas.

Tus fríos pies están fuera del mundo,
se quedaron colgando por el borde
del mundo... Y en tus manos, siempre llenas
de juguetes y besos, ya no hay nada.

Yo distraídamente contaré
un día:

-la ancha sombra
de sus pestañas
oscurecía las azucenas...



Julián del Casal

tras una enfermedad

-- de Julián del Casal --

Ya la fiebre domada no consume
el ardor de la sangre de mis venas,
ni el peso de sus cálidas cadenas
mi cuerpo débil sobre el lecho entume.
Ahora que mi espíritu presume
hallarse libre de mortales penas,
y que podrá ascender por las serenas
regiones de la luz y del perfume,
haz, ¡oh, dios!, que no vean ya mis ojos
la horrible realidad que me contrista
y que marche en la inmensa caravana,
o que la fiebre, con sus velos rojos,
oculte para siempre ante mi vista
la desnudez de la miseria humana.



Gabriela Mistral

palabras serenas

-- de Gabriela Mistral --

Ya en la mitad de mis días espigo
esta verdad con frescura de flor:
la vida es oro y dulzura de trigo,
es breve el odio e inmenso el amor.
Mudemos ya por el verso sonriente
aquel listado de sangre con hiel.
Abren violetas divinas, y el viento
desprende al valle un aliento de miel.
Ahora no sólo comprendo al que reza;
ahora comprendo al que rompe a cantar.
La sed es larga, la cuesta es aviesa;
pero en un lirio se enreda el mirar.
Grávidos van nuestros ojos de llanto
y un arroyuelo nos hace sonreír;
por una alondra que erige su canto
nos olvidamos que es duro morir.
No hay nada ya que mis carnes taladre.
Con el amor acabóse el hervir.
Aún me apacienta el mirar de mi madre.
¡Siento que dios me va haciendo dormir!



A un amigo (Castro)

-- de Vicenta Castro Cambón --

¿Por qué exigir que pulse mi lira enmudecida
si ayes sólo saben su cuerda exhalar?
Mi arpa vibró sólo por el dolor herida
en las amargas horas de mi azarosa vida,
y dió a mi llanto forma de fúnebre cantar.

Si apenas nace el día y encantos y primores,
la vida y la esperanza despiertan por doquier,
en tanto que celebran el día aves y flores,
quisiera que la noche sin astros ni fulgores
tornase ya de nuevo sus alas a extender.

Comprendo ese egoísmo, cantar así mis penas,
que a cada uno basta su propio padecer;
mas, como el prisionero que llora en sus cadenas,
gemir sólo supieron en horas aun serenas,
mi corazón de niña, mis labios de mujer.

No temo, no, que el eco de esta canción doliente,
en algún modo pueda turbar la ajena paz;
porque donde el bullicio de aves mil, se siente,
realzan su alegría gimiendo tristemente
la dulce tortolita, la tímida torcaz.



Manuel Reina

Andalucía

-- de Manuel Reina --

Cielo brillante, fuentes rumorosas,
ojos negros, cantares y verbenas,
altares adornados de azucenas,
rostros tostados, perfumadas rosas.

Bellas noches de amor esplendorosas,
mares de plata y luz, brisas serenas,
rejas de nardos y claveles llenas,
serenatas, mujeres deliciosas.

Cancelas orientales, miradores,
la guitarra y su triste melodía
vinos dorados, huertas, ruiseñores,

deslumbradora y plácida poesía...
He aquí al pueblo del sol y los amores,
la mañana del mundo: ¡Andalucía!



Rosalía de Castro

Era la última noche

-- de Rosalía de Castro --

I

Era la última noche,
La noche de las tristes despedidas,
Y apenas si una lágrima empañaba
Sus serenas pupilas.
Como el criado que deja
Al amo que le hostiga,
Arreglando su hatillo, murmuraba
Casi con la emoción de la alegría:

— ¡Llorar! ¿Por qué? Fortuna es que podamos
Abandonar nuestras humildes tierras;
El duro pan que nos negó la patria,
Por más que los extraños nos maltraten,
No ha de faltarnos en la patria ajena.

Y los hijos contentos se sonríen,
Y la esposa, aunque triste, se consuela
Con la firme esperanza
De que el que parte ha de volver por ella.
Pensar que han de partir, ese es el sueño
Que da fuerza en su angustia a los que quedan;



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Julio Flórez

ley implacable

-- de Julio Flórez --

¡ay! ¿cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?
¡y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú... Todo el zumo de sus penas!
¿cómo quieres, mortal, que en la existencia
tu esposa guarde fiel tus atributos...
Si tú mismo, al robarle la inocencia,
le enseñas el deleite de los brutos?
hombre, eres pasto de un rencor violento:
al mal te empujan invisibles manos;
vives, y te devora el sufrimiento;
mueres, y te devoran los gusanos.
Julio flórez



Julio Herrera Reissig

la vuelta de los campos

-- de Julio Herrera Reissig --

La tarde paga en oro divino las faenas...
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja en los umbrales.
Zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas serenas.
Un suspiro de arcadia peina los matorrales...

Cae un silencio austero... Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales lampos,

las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas...
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.



Evaristo Carriego

Ya sobre los hastíos

-- de Evaristo Carriego --

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,
como en fugas radiantes escucharás canciones
de músicas heráldicas, de las músicas locas
que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles
que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.
Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,
las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,
cuando al disipar todos tus más graves mutismos
mis estrofas de hierro torturen tu garganta,
has de pensar, acaso, si es un hierro que canta!



Francisco Sosa Escalante

Al amor (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Amor, inmenso amor, amor sublime
Que santo y puro el universo llenas;
Dulce amor que á las almas enajenas,
Amor que al mismo criminal redime:

Llena mi corazón; tu huella imprime
En él, borrando las amargas penas;
De grato bienestar y horas serenas
¿Por qué me niegas las delicias, díme?

Fuente es mi pecho de sin par ternura,
En la virtud de la beldad yo creo,
Y culto le consagro á la hermosura.

Amor, inmenso amor, no es devaneo
Mi férvida ambición; tu llama pura
Es la que aviva mi febril deseo.



Francisco Sosa Escalante

En el sepulcro de una joven

-- de Francisco Sosa Escalante --

Brillaban en sus sienes todavía
Del virginal candor las azucenas,
Y el dardo agudo de letales penas
Su tierno y casto corazon no hería.

Arroyo manso que en la selva umbría
Pasa entre flores de perfume llenas,
Era su vida en el hogar: serenas
Así las horas trascurrir veía.

De los amores la caricia ardiente
Su sangre no encendió, ni el beso impuro
De infame seductor manchó su frente.

Así vivió; del porvenir oscuro
Jamás temió la tempestad rugiente,
Y así tendió su vuelo al éter puro.



Ricardo Jaimes Freyre

lo fugaz

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.



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