Buscar Poemas con Sedientas


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra sedientas

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Octavio Paz

acabar con todo

-- de Octavio Paz --

v
dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

Poema acabar con todo de Octavio Paz con fondo de libro

Pablo Neruda

la tierra

-- de Pablo Neruda --

La tierra
la tierra verde se ha entregado
a todo lo amarillo, oro, cosechas,
terrones, hojas, grano,
pero cuando el otoño se levanta
con su estandarte extenso
eres tú la que veo,
es para mí tu cabellera
la que reparte las espigas.
Veo los monumentos
de antigua piedra rota,
pero si toco
la cicatriz de piedra
tu cuerpo me responde,
mis dedos reconocen
de pronto, estremecidos,
tu caliente dulzura.
Entre los héroes paso
recién condecorados
por la tierra y la pólvora
y detrás de ellos, muda,
con tus pequeños pasos,
eres o no eres?
ayer, cuando sacaron
de raíz, para verlo,
el viejo árbol enano,
te vi salir mirándome
desde las torturadas
y sedientas raíces.
Y cuando viene el sueño
a extenderme y llevarme
a mi propio silencio
hay un gran viento blanco
que derriba mi sueño
y caen de él las hojas,
caen como cuchillos
sobre mí desangrándome.
Y cada herida tiene
la forma de tu boca.

Poema la tierra de Pablo Neruda con fondo de libro

Pablo Neruda

12

-- de Pablo Neruda --

12
es cierto, amada mía, hermana mía, es cierto!
como las bestias grises que en los potreros pastan,
y en los potreros se aman, como las bestias grises!
como las castas ebrias que poblaron la tierra
matándose y amándose, como las castas ebrias!
como el latido de las corolas abiertas
dividiendo la joya futura de la siembra,
como el latido de las corolas abiertas!
empujado por los designios de la tierra
como una ola en el mar hacia ti va mi cuerpo.
Y tú, en tu carne, encierras
las pupilas sedientas con que miraré cuando
estos ojos que tengo se me llenen de tierra.

Poema 12 de Pablo Neruda con fondo de libro

José Ángel Buesa

último poema

-- de José Ángel Buesa --

Otra vez tus caminos me llevan hacia el alba,
cuando ya en mi sonrisa murió el último niño.
Otra vez esa flecha clavándose en la noche,
y esa lluvia de otoño para soñar contigo.
Otra vez esas manos alzándose hacia el sueño,
y estas sordas raices sedientas de rocío.
Y el profundo desastre de crecer en la sombra,
con los ojos cerrados y los brazos vacíos.
Otra vez esa antorcha que extenúa mi sangre,
y ese silencio oscuro que alarga su latido.
Oh, corazón de fiebre en la floresta negra,
muriendo lentamente y eternamente vivo.
Oh, si, otra vez y siempre, morir en cada estrella,
y encender esa lámpara que se apagó de frío.
¡Oh, si, otra vez y siempre, hasta morir la vida;
otra vez hacia el alba por todos los caminos!



Rosalía de Castro

Sedientas las arenas, en la playa

-- de Rosalía de Castro --

Sedientas las arenas, en la playa
Sienten del sol los besos abrasados,
Y no lejos, las ondas siempre frescas,
Ruedan pausadamente murmurando.
Pobres arenas, de mi suerte imagen;
No sé lo que me pasa al contemplaros,
Pues como yo sufrís, secas y mudas,
El suplicio sin término de Tántalo.

Pero ¿quién sabe?... Acaso luzca un día
En que, salvando misteriosos límites,
Avance el mar y hasta vosotras llegue
Á apagar vuestra sed inextinguible.
¡Y quién sabe también si tras de tantos
Siglos de ansias y anhelos imposibles
Saciará al fin su sed el alma ardiente
Donde beben su amor los serafines!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 17

-- de Francisco de Quevedo --

O ya descansas, guadiana, ociosas
tus corrientes en lagos que ennobleces,
o líquidas dilatas a tus peces
campañas en las lluvias procelosas;
o en las grutas sedientas tenebrosas
los raudales undosos despareces,
y de nacer a españa muchas veces
te alegras en las tumbas cavernosas;
émulos mis dos ojos a tus fuentes
ya corren, ya se esconden, ya se paran,
y nacen sin morir al llanto ardientes.
Ni mi prisión ni lágrimas se aclaran:
todo soy semejante a tus corrientes,
que de su propio túmulo se amparan.



Francisco Villaespesa

elegía de la juventud

-- de Francisco Villaespesa --

Sacar en hombros por mi puerta
miré ayer un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi juventud.
Perdida toda fuerza física
la vi en mis brazos expirar.
Como una pobre novia tísica
¡de tantoamar!
sobre su cuerpo, las postreras
rosas de otoño deshojé.
Y entre recuerdos y quimeras
laamortajé.
Para no ver su rostro amado
tendí un pañuelo por su faz.
Y exclamé en lágrimas bañado:
¡descansaen paz!
lenta la lluvia descendía...
La golondrina iba a partir...
Y hasta la brisa parecía
entre los árboles gemir.
Cármenes viejos de granada,
en un crepúsculo otoñal,
vieron perderse en la enramada
su funeral.
Almas sedientas de ideales
que tanto amó mi juventud...
¡Deshojar rosas otoñales
en suataúd!
y tú, incansable peregrino.
Que el mundo cruzas sin cesar,
¡si ves su entierro en tu camino,
ponte a rezar!
sacar en hombros por mi puerta
miré ayer tarde un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi juventud.



Carlos Pellicer

al dejar un alma

-- de Carlos Pellicer --

Agua crepuscular, agua sedienta,
se te van como sílabas los pájaros tardíos.
Meciéndose en los álamos el viento te descuentan
la dicha de tus ojos bebiéndose en los míos.
Alié mi pensamiento a tus goces sombríos
y gusté la dulzura de tus palabras lentas.
Tú alargaste crepúsculos en mis manos sedientas:
yo devolveré en el pan tus trágicos estíos.
Mis manos quedarán húmedas de tu seno.
De mis obstinaciones te quedará el veneno,
flotante flor de angustia que bautizó el destino.
De nuestros dos silencios ha de brotar un día
el agua luminosa que dé un azul divino
al fondo de cipreses de tu alma y de la mía.



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