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Adelardo López de Ayala

Al oído

-- de Adelardo López de Ayala --

Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y en el rincón más hondo de tu pecho
deja que labre mi amoroso nido.

Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo satisfecho...
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!

Yo no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...

Quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.

Poema Al oído de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Sin palabras

-- de Adelardo López de Ayala --

Mil veces con palabras de dulzura
esta pasión comunicarte ansío:
mas ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?

Penetre en ti callada mi ternura
sin detenerse en el menor desvío;
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.

Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas.

Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.

Poema Sin palabras de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso

-- de Lope de Vega --

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quien lo probó lo sabe.

Poema Desmayarse, atreverse, estar furioso de Lope de Vega con fondo de libro

Lupercio Leonardo de Argensola

Dentro quiero vivir de mi fortuna

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Dentro quiero vivir de mi fortuna
y huir los grandes nombres que derrama
con estatuas y títulos la Fama
por el cóncavo cerco de la luna.

Si con ellos no tengo cosa alguna
común de las que el vulgo sigue y ama,
bástame ver común la postrer cama,
del modo que lo fue la primer cuna.

Y entre estos dos umbrales de la vida,
distantes un espacio tan estrecho,
que en la entrada comienza la salida,

¿qué más aplauso quiero, o más provecho,
que ver mi fe de Filis admitida
y estar yo de la suya satisfecho?



Jacinto de Salas y Quiroga

La amistad peligrosa

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

¿Por qué, Corina, has engañado
con tu candor mi tierno pecho?
De ti yo estaba satisfecho...
El encanto se ha disipado.
¡Con qué dulzura la esperanza
me ha consolado en mi dolor!
¡Ah! Me engañó la semejanza
de la amistad y del amor.

Cuando a mirarte yo acertaba
tú con placer te sonreías,
y algunas veces conocías
cuánto mi pecho te adoraba.
Yo conseguí tu confianza,
dulce premio del amador.
¡Ah! Me engañó la semejanza
de la amistad y del amor.
Más de una vez miré tu llanto,
cuando de ti yo me apartaba,
y en mis angustias encontraba
amables lloros mi quebranto.
¡Ay infelice, qué mudanza
me reservaba tu rigor!
Sí, me engañó la semejanza
de la amistad y del amor.

Ya que, en pago de mi ternura,
no quieres darme el corazón,
ya que me quitas la ilusión,
amarte más fuera locura.
A Dios, amor... ¡Ay esperanza,
cual te burlas de mi dolor!
Sí, me engañó la semejanza
de la amistad y del amor.



Jorge Manrique

canción cada vez que mi memoria

-- de Jorge Manrique --

I
cada vez que mi memoria
vuestra beldad representa,
mi penar se torna gloria.
Mis servicios en victoria,
mi morir, vida contenta.
Ii
y queda mi corazón
bien satisfecho en serviros;
el pago de sus suspiros
halo por buen galardón;
porque vista la memoria
en que a vos os representa,
su penar se torna gloria,
sus servicios en victoria,
su morir, vida contenta.



José Ángel Buesa

la dama de las perlas

-- de José Ángel Buesa --

Yo he visto perlas claras de inimitable encanto,
de esas que no se tocan por temor a romperlas;
pero sólo en tu cuello pudieron valer tanto
las burbujas de nieve de tu collar de perlas.
Y más, aquella noche de amor satisfecho,
del amor que eterniza lo fugaz de las cosas,
cuando fuiste un camino que comenzó en mi lecho
y el rubor te cubría como un manto de rosas.
Yo acaricié tus perlas sin desprender su broche,
y las vi como nadie nunca más podrá verlas,
pues te tuve en mis brazos, al fin, aquella noche,
vestida solamente con tu collar de perlas.



José Ángel Buesa

soneto ii

-- de José Ángel Buesa --

Mi corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído:
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.
Jamás te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído:
así ese bien fugaz no ha convertido
un ancho amor en un placer estrecho.
Cuando el deleite suma a lo vivido
acrecentado se lo resta el pecho,
pues la ilusión se va por el sentido.
Y, en ese hacer y deshacer lo hecho,
solo un amor se salva del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.



José Ángel Buesa

canción del transeúnte

-- de José Ángel Buesa --

Te envidio, hombre que pasas en el atardecer;
hombre de un solo anhelo y una sola mujer.
Sin que nadie te mire, sin que nadie te hable,
pasas, con tu sonrisa de animal saludable.
Desde tus pasos firmes hasta tu erguido pecho,
transpira por tus poros un hombre satisfecho.
Nunca miras las nubes que van quien sabe a dónde...
Tu alma nada pregunta. Tu alma nada responde.
Y acaso, hombre que pasas, nos vemos día a día,
yo, envidiando tu suerte; tú, envidiando la mía...



Juan Boscán

Si el corazón de un verdadero amante

-- de Juan Boscán --

Si el corazón de un verdadero amante,
y un continuo morir por contentaros,
y un extender mi alma en desearos,
y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,
satisfecho y contento con miraros,
y un derramar mis pasos por buscaros,
preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,
en hablándoos, sin más, luego turbarme,
con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme
con público pregón a morir presto,
la culpa es vuestra y el dolor es mío.



Juan de Arguijo

Dido y Enéas

-- de Juan de Arguijo --

De la fenisa reina importunado
El teucro huésped, le contaba el duro
Estrago que asoló el troyano muro
Y echó por tierra el Ilíon sagrado;

Contaba la traición y no esperado
Engaño de Sinon falso y perjuro,
El derramado fuego, el humo oscuro,
Y Anquíses en sus hombros reservado;

Contó la tempestad que, embravecida,
Causó á sus naves lamentable daño,
Y de Juno el rigor no satisfecho;

Y mientras Dido escucha enternecida
Las griegas armas y el incendio extraño,
Otro nuevo y mayor le abrasa el pecho.



Juan de Arguijo

Lucrecia (de Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Baña llorando el ofendido lecho
De Colatino la consorte amada,
Y en la tirana fuerza disculpada,
Si no la voluntad, castiga el hecho.

Rompe con hierro agudo el casto pecho,
Y abre camino al alma, que indignada
Baja á la obscura sombre, do vengada.
Aun duda si su agravio ha satisfecho.

Venció al paterno llanto endurecida,
Y de su esposo el ruego, que no basta,
Menospreció con un fatal desvío.

«Ceda al debido honor la dulce vida;
Que no es bien, dijo, que otra menos casta
Ose vivir con el ejemplo mio.»



Garcilaso de la Vega

SONETO XVII

-- de Garcilaso de la Vega --

Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.

En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.



Garcilaso de la Vega

Pensando que el camino iba derecho

-- de Garcilaso de la Vega --

Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.

En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli IX

-- de Gutierre de Cetina --

Lavinio, si el hallarme el alma ajena
del ardor en que había hábito hecho,
te hace de mi fe mal satisfecho,
sin saber la ocasión que el hado ordena,
la historia de disculpa y razón llena,
que me tiene ya en lágrimas deshecho,
podrás leer, do hallarás que el pecho
el objeto mudó, mas no la pena.
Baste, pues, un recaudo, el más honrado:
la más justa ocasión para mudarme
que pudo un corazón mudar cuidado.
Sola una razón hay para culparme:
que las alas de bajo vuelo usado
no debieran tan alto levantarme.



Gutierre de Cetina

solía cantar de amor dulces clamores

-- de Gutierre de Cetina --

Ahora lloro triste, y de año en año
se seca la esperanza y crece el daño,
falta seguridad, sobran temores.
Vosotros, que al frescor de los favores
vivís alegres, sin temor de engaño,
sabed que nuevo mal, tormento extraño,
se os apareja al fin de los amores.
¡Dichoso aquél a quien concede el cielo
medir con su fortuna sus cuidados
y vive en un estado satisfecho!
las altas esperanzas vanse a vuelo
con el humo del mundo y los estados,
y pierde más quien más aquesto ha hecho.



Hernando de Acuña

Si a decirte verdad voy obligado

-- de Hernando de Acuña --

Si a decirte verdad voy obligado,
don Martín, pues sé bien la de tu pecho
y estás de mi amistad tan satisfecho
cuanto yo de la tuya confiado,

te amonesto que dejes el errado
camino por do vas, que a poco trecho,
si le sigues, verás el mortal lecho
que para el sueño eterno está guardado.

No apacientes tu hato en la ribera
del pequeño Sebeto, aunque te sea
agradable su agua y campo llano;

mas huye de su ninfa Galatea,
que, aunque es hermosa, es cruda, ingrata y fiera.
No es Silvia, no, con su pastor Silvano.



El anillo (Calderón)

-- de El Solitario --

Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:

Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.



Sor Juana Inés de la Cruz

Detente sombra

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.



Vicente Gallego

descabalada ciencia

-- de Vicente Gallego --

Descabalada ciencia misteriosa
nuestra felicidad:
esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu,
breve tregua del alma con los cielos azules
que fomentan acaso el inmortal anhelo
de una alada conciencia más allá de la muerte.
Dulce engaño del cuerpo que ha gozado
su alto vuelo de sal sobre otro cuerpo,
y ligero se siente, y sus alas procuran
espantar un instante su condición orgánica
para soñarse un día
corrompida la fruta
sabor agradecido, aroma al menos,
ingrávida memoria de la dicha
que es ahora en la tarde.
Parece hoy suficiente salvación
albergar la esperanza
de una muerte que sea duermevela,
cansancio vespertino en el verano
satisfecho y redondo de haber sido,
contemplativo exilio, amortiguado eco
lejano y cadencioso de nosotros.
Firmamento irisado de los días felices,
quién pudiera salvarte,
como imagen cumplida del trayecto,
en la hueca retina del no ser,
o siquiera preñar el negativo
estricto de la nada que seremos
con el polen de luz de esta alegría.



Marilina Rébora

san goar

-- de Marilina Rébora --

San goar
preséntase san goar y suspende la capa
en un rayo de sol, al suponerlo un «palo»,
pues que no advierte cómo desde un cristal escapa,
satisfecho, después de encontrar tal regalo.
Del haz de luz entonces el atavío cuelga,
frente al mirar atónito de todo circunstante
que conviene en silencio, ya que la duda huelga
al ver aquel prodigio que tiene por delante.
San goar nada ve: obediente se inclina
ante el obispo trémulo que se ha quedado mudo
y para quien el santo la información termina.
Luego y mientras testigos lanzan voces a coro
de la percha de luz, toma, con un saludo,
la capa que lo envuelve en un halo de oro.



Fernando de Herrera

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho

-- de Fernando de Herrera --

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho
ufano dulcemente con mi pena,
y que anudarnos pudo en su cadena
el ya cortés amor con lazo estrecho.

Yo veo el bien que tuve ya deshecho,
y mi segura fe de cuitas llena,
y que el ingrato en impío afán condena
a quien halla en su agravio satisfecho.

Yo vi que no fui indigno de la gloria
que en su rigor me usurpa la mudanza,
y en sombra del olvido ya me veo.

Entristézcome siempre en la memoria,
desfallezco medroso en la esperanza,
y al fin pierdo la vida en el deseo.



Francisco Sosa Escalante

Tus ojos

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Qué negros son tus ojos, Lélia mía!
Son como el manto de la noche oscura;
Tan negros cual la horrible desventura
De aquel que en vano tu cariño ansía.

Ante tus ojos, de la luz del día
El brillo cede, y en su llama pura
Se enciende el corazón, y con ternura
El ruego ardiente del amor te envía.

Están de luto porque no en tu pecho
Al vendado rapaz brindas asilo,
Y vénle herido de mortal despecho.

De luto visten porque está tranquilo
Tu tierno corazón y satisfecho
Mientras que corre de mi llanto el hilo.



Francisco Villaespesa

galantería

-- de Francisco Villaespesa --

Por ver quién recogía tu pañuelo,
que dejaste caer a unos truhanes,
con el más bravo de los capitanes
al pie de tus balcones tuve un duelo.
Me hirió su espada bajo el ferreruelo,
y para contener nuevos desmanes
le hundí el acero hasta los gavilanes
y cayó, desangrándose, en el suelo.
Y tu pañuelo recogí galante
con ademán del que recoge un guante.
Y envainando la espada enrojecida,
me alejé sonriente y satisfecho,
apretando el pañuelo contra el pecho
para enjugar la sangre de mi herida.



José Martí

antes de trabajar

-- de José Martí --

Antes de trabajar, como el cruzado
saludaba a la hermosa en la arena,
la lanza de hoy, la soberana pluma
embrazo, a la pasión, corcel furioso
con mano ardiente embrido, y de rodillas
pálido domador, saludo al verso.
Después, como el torero, al circo salgo
a que el cuerno sepulte en mis entrañas
el toro enfurecido. Satisfecho
de la animada lid, el mundo amable
merendará, mientras expiro helado,
pan blanco y vino rojo, y los esposos
nuevos se encenderán con las miradas.
En las playas el mar dejará en tanto
nuevos franos de arena: nuevas alas
asomarán ansiosas en los huevos
calientes de los nidos: los cachorros
del tigre echarán diente: en los preñados
arboles de la huerta, nuevas hojas
con frágil verde poblarán las ramas.
Mi verso crecerá: bajo la yerba
yo también creceré: ¡cobarde y ciego
quien del mundo magnífico murmura!



Clemente Althaus

A mi tío el varón don Augusto Althaus

-- de Clemente Althaus --

No expresa mi placer lenguaje humano:
al fin antiguo anhelo he satisfecho,
y entre mis brazos vuestro cuello estrecho,
¡oh de mi padre idolatrado hermano!

Pero de tanto júbilo a un insano
dolor pasa de súbito mi pecho;
y, en encendidas lágrimas deshecho,
pienso en mi padre, y le apellido en vano.

Pienso que, como a vos en este instante,
nunca abrazarle a su hijo dio la suerte
ni conocer su voz y su semblante;

pienso que, como vos, anciano fuerte,
aún hoy, consuelo de su prole amante,
¡burlar pudiera la terrible muerte!



Ramón López Velarde

La lágrima

-- de Ramón López Velarde --

Encima
de la azucena esquinada
que orna la cadavérica almohada;
encima
del soltero dolor empedernido
de yacer como imberbe congregante
mientras los gatos erizan el ruido
y forjan una patria espeluznante;
encima
del apetito nunca satisfecho,
de la cal
que demacró las conciencias livianas,
y del desencanto profesional
con que saltan del lecho
las cortesanas;
encima
de la ingenuidad casamentera
y del descalabro que nada espera;
encima de la huesa y del nido,
la lágrima salobre que he bebido.

Lágrima de infinito
que eternizaste el amoroso rito;
lágrima en cuyos mares
goza mi áncora su náufrago baño
y esquilmo los vellones singulares
de un compungido rebaño;
lágrima en cuya gloria se refracta
el iris fiel de mi pasión exacta;
lágrima en que navegan sin pendones
los mástiles de las consternaciones;
lágrima con que quiso
mi gratitud salar el Paraíso;
lágrima mía, en ti me encerraría,
debajo de un deleite sepulcral,
como un vigía
en su salobre y mórbido fanal.



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