Buscar Poemas con Sacrificio


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Se han encontrado 28 poemas con la palabra sacrificio

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Alfonso Reyes

caravana

-- de Alfonso Reyes --

Hoy tuvimos noticia del poeta:
entre el arrullo de los órganos de boca
y colgados los brazos de las últimas estrellas,
detuvo su caballo.
El campamento de mujeres batía palmas,
aderezando las tortillas de maíz.
Las muchachas mordían el tallo de las flores,
y los viejos sellaban amistades lacrimosas
entre las libaciones de la honda madrugada.
Acarreaban palanganas de agua,
y el jefe se aprestaba
a lavarse los pechos, la cabeza y las barbas.
Los alfareros de las siete esposas
acariciaban ya los jarros húmedos.
Los hijos del país que no hace nada
encendían cigarros largos como bastones.
Y en el sacrificio matinal,
corderos para todos
giraban ensartados en las picas
sobre la lumbrarada de leños olorosos.
Hoy tuvimos noticia del poeta,
porque estaba dormido a lomos de caballo.
Dijo que llevan a dios sobre las astas
y que tiene la noche ácidas rosas
en las alfombras de los dos crepúsculos.

Poema caravana de Alfonso Reyes con fondo de libro

Lope de Vega

Estas postreras lágrimas te ofrezco

-- de Lope de Vega --

Estas postreras lágrimas te ofrezco,
ídolo de metal, imagen dura,
por diezmo de mis penas y locura,
si recibirlas tu piedad merezco.

Con este don tus aras enriquezco
de la cosecha de mi desventura,
que en sacrificio de mi sangre pura,
como en el falso dios, indio parezco.

Responde como Oráculo, enemiga,
pues eres piedra, y diosa, y adorada,
¿dime si es bien que esta jornada siga?

Mas, ¿que responderás estando airada,
si fuiste cuando más, mi dulce amiga,
alma de fuego en una piedra helada?

Poema Estas postreras lágrimas te ofrezco de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma

-- de Lope de Vega --

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma,
espíritus divinos, del cordero,
de cuyo sacrificio verdadero
el humo sube en oloroso aroma.
Color de rosa en las parrillas toma;
sazón le ha dado amor, servidle entero;
vuele a mejor Arabia y hemisfero
deste fénix la cándida paloma.
Está sin corazón, asóse presto,
y que le vuelvan de otro lado avisa,
para llevar mejor el fuego impreso.
Ángeles, si la mesa se habéis puesto,
decidle que la carne coma aprisa,
que el más cristiano Rey espera un hueso.

Poema Poned la limpia mesa a Cristo, y coma de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Riechmann

verwisch die spuren

-- de Jorge Riechmann --

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de california
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
Pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.



Efraín Huerta

eres, amor...

-- de Efraín Huerta --

Eres, amor, el brazo con heridas
y la pisada en falso sobre un cielo.

Eres el que se duerme, solitario,
en el pequeño bosque de mi pecho.

Eres, amor, la flor del falso nombre.

Eres el viejo llanto y la tristeza,
la soledad y el río de la virtud,
el brutal aletazo del insomnio
y el sacrificio de una noche ciega.

Eres, amor, la flor del falso nombre.

Eres un frágil nido, recinto de veneno,
despiadada piedad, ángel caído,
enlutado candor de adolescencia
que hubiese transcurrido como un sueño.

Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres lo que me mata, lo que ahoga
el pequeño ideal de ir viviendo.

Eres desesperanza, triste estatua
de polvo nada más, de envidia sorda.
Eres, amor, la flor del falso nombre.



Emilio Bobadilla

¡Al fin!

-- de Emilio Bobadilla --

¡Al fin tu sueño se realiza, Francia:
vuelven a ti la Alsacia y la Lorena,
vencida del tudesco la arrogancia!
¡Patriótico entusiasmo tu alma llena!

¡Cuánto luchar y cuánto sacrificio
y cada vez más lejos la quimera!
Y hoy, rota en sol, aromas y bullicio,
te prodiga sus dones primavera.

Tierra de amor lascivo y poesía
—tu cielo dulce y plañidero canta
de las cosas la irónica elegía—

tus triunfos saborea, aunque te atriste
tanto luto: en el Rhin tienes la planta,
¡tú que la planta del teutón sufriste!



Pablo Neruda

arte poética

-- de Pablo Neruda --

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente,
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente,
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores,
posiblemente de otro modo aún menos melancólico,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio,
me piden lo profético que hay en mí, conmelancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.



Pedro Antonio de Alarcón

Promesa de una esposa

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Estoy, señor, de mí tan desprendida,
y de toda afición tan apartada,
que, por el don que os intereso, nada
sacrificar pudiera agradecida.

Voto os hiciera de dejar la vida,
si antes no fuera vuestra, y tan cuitada,
que, al perderla, creyérame premiada
con no vivir y verme a Vos unida.

Mas, pues no hay meritorio sacrificio
en quien vive sin dichas, yo os ofrezco,
si volvéis la salud al moribundo,

ceñirme la existencia cual silicio,
codiciar una vida que aborrezco,
abrazarme a la cruz de aqueste mundo.



Rafael María Baralt

Adán en la redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando al morir Jesús, en su cimiento
retiembla el orbe, y con fragor y susto
se abren las tumbas, soñoliento, adusto,
Adán en pie se pone al caso atento.

Mira absorto en redor, mira al portento,
e inquiere con afán quien es el justo
que en medio a chusma vil, sublime, augusto,
así se ofrece en sacrificio cruento.

Sábelo, en fin, y al punto la rugosa
frente, y el rostro, y los cabellos canos,
con rudo brazo arrepentido hiere.

Y mostrando la Cruz, dice a la esposa:
«Yo recibí la muerte de tus manos,
y Él por tu culpa y por mi culpa muere.»



Juan de Tassis y Peralta

amor es un alterno beneficio

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Que recíprocos lazos multiplica,
unión de voluntades que se aplica
a felizmente acepto sacrificio;
gloriosa diversión, atento oficio
de un alma ya de afectos nobles rica,
dulcísima abusión que califica
en sublime concordia alto ejercicio;
vïolenta opresión que se dispone
a lograr en sí misma, interiormente,
fe que en gémina luz rayos enciende;
pasto que la ambición del gusto pone,
dulce dolor que aplaude lo que siente,
arte en que ignora más, quien más entiende.



Juan de Tassis y Peralta

¡oh cuánto dice en su favor quien calla

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Porque, de amor, sufrir es cierto indicio,
y el silencio, el más puro sacrificio
y adonde siempre amor mérito halla!
morir en su pasión, sin declaralla,
es de quien ama el verdadero oficio,
que un callado llorar por ejercicio
da más razón por sí no osando dalla.
Quien calla amando, sólo amando muere,
que el que acierta a decirse no es cuidado;
menos dice y más ama quien más quiere.
Porque si mi silencio no os ha hablado,
no sé deciros más que, si muriere,
harto os ha dicho lo que yo he callado.



Juan de Tassis y Peralta

es tan glorioso y alto el pensamiento

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Que me mantiene en vida y causa muerte,
que no sé estilo o medio con que acierte
a declarar el mal y el bien que siento.
Dilo tú, amor, que sabes mi tormento,
y traza un nuevo modo que concierte
estos varios extremos de mi suerte
que alivian con su causa el sentimiento;
en cuya pena, si es glorioso efecto
el sacrificio de la fe más pura
que está ardiendo en las alas del respeto,
ose el amor, si teme la ventura,
que entre misterios de un amor secreto
amar es fuerza y esperar locura.



Félix María Samaniego

Décimas (El jardín de Venus, Samaniego)

-- de Félix María Samaniego --

Una fe con testimonio
del pecado original
tendrá, alma virginal,
la noche del matrimonio.
No divise a Marco Antonio 5
Tácito, que vas perdida;
llora mucho por tu vida,
cena poco por tu alma,
y para ganar la palma
o haya lámpara encendida. 10

Ten tu lecho conyugal
con su mancha de artificio,
penitente sacrificio
sobre el ara original;
haya suspiro mortal, 15
y si Adán cogiera a Eva,
que toda fruta se prueba
en el jardín de la vida
dile con ansia afligida:
- Ay, señor, ¿dónde me lleva? 20

Si la piadosa madrina
al tálamo te llevare
y al esposo llamare,
dile: - Señor, no soy digna;
mas si el pobre determina 25
no parecer impotente,
dile con mucho dolor:
- Misericordia, Señor,
que soy cordera inocente.

Que con esto y con callar, 30
suspirar y presumir,
llorar, dudar y gemir,
el pobre la ha de tragar;
y si no quiere pasar
el agosto por abril, 35
para aliviar tu fortuna
di: - No hubo virgen ninguna
después de las once mil.



Gaspar Melchor de Jovellanos

a la noche

-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --

Ven, noche amiga; ven, y con tu manto
mi amor encubre y la esperanza mía;
ven, y mi planta entre tus sombras guía
a ver de clori el peregrino encanto;
ven, y movida a mi ardoroso llanto,
envuelve y llena en tu tiniebla fría
el malicioso resplandor del día,
testigo y causador de mi quebranto.
Ven esta vez no más; que si piadosa
tiendes el velo a mi pasión propicio,
y el don que pide otorgas a mi ruego,
tan solo a ti veneraré por diosa,
y para hacerte un grato sacrificio
mi corazón dará materia al fuego.



Gutierre de Cetina

si mientra el hombre al sol los ojos gira

-- de Gutierre de Cetina --

Ciego del resplandor, busca un desvío,
¿cómo un flaco mirar ante el sol mío,
cuanto se ciega más, tanto más mira?
si una sola gloria un alma aspira,
puesto que mi deseo es desvarío,
visto un suave mirar, honesto y pío,
¿adónde el desear me lleva y tira?
si de lo que ha de ser certeza tengo,
de mil almas que arder en vivo fuego
he visto, ¿para qué busco otro indicio?
¿a qué me trae el amor? ¿dó voy, dó vengo,
haciendo de mi vida, al vulgo juego
del alma, lastimero sacrificio?



Gutierre de Cetina

como el que enfermedad de muerte tiene II

-- de Gutierre de Cetina --

Del cuidado mayor, que más quería,
un sospiro secreto en que abscondía
la hermosa ocasión de su tormento,
todo cuanto favor, cuanto contento
tuvo jamás, cuanto tener podría,
vandalio, pastor bético, ofrecía
al amor, muy lloroso y descontento.
«Señor dijo al fin si el sacrificio
miras cuál puede ser que mayor sea,
si a la intención tú sabes bien mi historia,
»sólo te pido, en premio del servicio,
la salud de amarílida: no vea
el mundo así perder su mayor gloria».



Gutierre de Cetina

siendo de vuestro bien, ojos ausentes

-- de Gutierre de Cetina --

¿qué veréis donde vais que no os ofenda?»
«oscuro sol, monstruosa luna horrenda,
tigres, osos, leones y serpientes».
«Oídos, ¿qué oiréis entre las gentes?»
«llanto, suspiros, lágrimas, contienda».
«Por el cuál camino iréis o por cuál senda
que espinas no piséis, pies diligentes?»
«boca, ¿qué gustarás?» «mortal veneno».
«Manos, ¿qué haréis» «cruel oficio».
«¿Y tú, mi corazón?» «dolor sin alma».
«Alma, ¿qué haréis vos?» «penar cual peno».
«Pues, ¡sus!, aparejaos al sacrificio,
oídos, ojos, pies, manos, boca, alma».



Miguel Unamuno

Luciérnaga celeste

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



Miguel Unamuno

La estrella polar

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



Julio Flórez

Caos

-- de Julio Flórez --

Poem

No hay miedo en sombra para el hombre fuerte que ve, sin pestañar, el precipicio; que conoce las úlceras del vicio y no tiembla jamás ni ante la muerte!

Para el que al cabo de la vida, advierte la sinrazón de todo sacrificio; para el que nunca halló nada propicio y fue siempre vejamen de la suerte.

¡Ah qué puede temer el que por huellas de los pies dejó sangre!... El que, contrito, pide alivio a sus múltiples querellas,

y ve solo, ante el eco de su grito, la inmutabilidad de las estrellas en medio del sopor del infinito!



Evaristo Carriego

En la sombra

-- de Evaristo Carriego --

Llegaba la noche con tono violento.
Llorando de miedo la tarde caía,
y, en hondas y abiertas prisiones, se oía
correr desbocados los potros del viento

Tomaba infinito contorno sangriento
el áspero traje que todo cubría.
Misterio en un símbolo negro reía,
mostrando en su risa terrible contento.

El Mal, desataba los monstruos del Vicio.
Marchaba un apóstol hacia el sacrificio...
Cantando sus grandes, sus fuertes ideales,

sus fuertes ideales cantando muy quedo...
Y, allá, amenazada por sombras fatales,
la tarde caía llorando de miedo...



Evaristo Carriego

La viejecita

-- de Evaristo Carriego --

Sobre la acera, que el sol escalda,
doblado el cuerpo — la cruz obliga —
lomo imposible, que es una espalda
desprecio y sobra de la fatiga,
pasa la vieja, la inconsolable,
la que es, apenas, un desperdicio
del infortunio, la lamentable
carne cansada de sacrificio.
La viejecita, la que se siente
un sedimento de la materia,
deshecho inútil, salmo doliente
del Evangelio de la Miseria.
Luz de pesares, propios o ajenos,
sobre la pena de su faz mustia
dejan estigmas, de dolor llenos,
entristeciendo su misma angustia;
su misma angustia que ha compartido,
como el mendrugo que no la sacia,
con esa niña que ha recogido,



Francisco de Aldana

Hase movido, dama, una pasión

-- de Francisco de Aldana --

Hase movido, dama, una pasión
entre Venus, Amor y la Natura
sobre vuestra hermosísima figura,
en la cual todos tres tienen razón;

buscan quien les absuelva esta quistión
con viva diligencia y suma cura,
y es tan alta, tan honda y tan oscura
que no hay quien dalle pueda solución

Ponen estas querellas contra vos:
Venus, que le usurpáis su sacrificio,
Amor, que no lo conocéis por dios,

Natura dice, y jura por su oficio,
que de vuestra impresión nunca hizo dos
y que ingrata le sois del beneficio.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 5

-- de Francisco de Quevedo --

Ya que huyes de mí, lísida hermosa,
imita las costumbres de esta fuente,
que huye de la orilla eternamente,
y siempre la fecunda generosa.
Huye de mí cortés, y, desdeñosa,
sígate de mis ojos la corriente;
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una yerba y una rosa.
Pues mi pena ocasionas, pues te ríes
del congojoso llanto que derramo
en sacrificio al claustro de rubíes,
perdona lo que soy por lo que amo;
y cuando, desdeñosa, te desvíes,
llévate allá la voz con que te llamo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 38

-- de Francisco de Quevedo --

Petrarca celebró su laura bella
con ingenio, y estilo levantado,
y hizo al mundo eterno su cuidado,
y la rara belleza, que vio en ella.
Viven y envidiosas muchas de ella,
porque es digno de ser muy envidiado
un bien tan alto, y tan dichoso estado,
que nunca pueda el tiempo contra ella.
Yo solo a ti gallarda silvia hermosa,
a quien di el corazón en sacrificio,
querría dejarte de la misma suerte.
Que esta alma en adorarte venturosa
sólo te puede hacer este servicio,
que no te ofenda el tiempo, ni la muerte.



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Ramón López Velarde

Gavota

-- de Ramón López Velarde --

Señor, Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.

Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.

No me hieras ningún costado,
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y junto a los vertebrales
espejos de la belleza.

Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.

Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.

No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco,
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.

Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.

Para que me encomiende a Dios,
en la hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós,
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los peroles cristalinos.
Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.



Ricardo Güiraldes

El verbo

-- de Ricardo Güiraldes --

¿En la tierra, por la edad de piedra? ¿En el paraíso, antes de la expulsión?

Qué sé yo. Pero lo he visto, como veo mi pluma amar la virginidad blanca, del papel.

Un lago quieto, como espejo, que árboles multiformes esmaltan de verde.

¿Ambiente?... El de una flor en eclosión.

Una forma femenina está en la naturaleza, lista a expandir sus ondas vibrátiles. Y la mano que ha de motivar el sonido asoma entre el verdor circundante. Un hombre.

Es el primer encuentro.

Ella se sobrecoge, inmóvil, perforada por novísima congoja. Él avanza, atraído por una debilidad más fuerte que la fuerza de todos sus corajes.

Y son las primeras palabras:

Él alarga sus brazos, sus hombros imploran, las rodillas rezan y fluye el vocablo «mujer».

Ella levanta al cenit su rostro, su cráneo pesa en la nuca, los párpados cierran el mundo exterior, el sacrificio dilata su vida y la palabra diviniza sus labios «amor».

Buenos Aires, 1915.



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