Buscar Poemas con Sabor


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Se han encontrado 51 poemas con la palabra sabor

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César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.

Poema Los pasos lejanos de César Vallejo con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Previsión inútil

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo vi, y aún me parece que la veo,
su mirada en amores encendida,
y entre mis manos, quieta y complacida,
su mano cual riquísimo trofeo.

Yo vi sus labios de sabor hybleo
brindar risueños celestial bebida...
¡Yo vi rasgado el cielo y prometida
toda la dicha que soñó el deseo!

Cantaba el alma, al presentir su gloria,
cual bosque alegre cuando el sol avanza
arrollando la noche en su victoria...

¡Todo cambió!... ¡Trocóse la bonanza
en tempestad!... -¡Infierno es la memoria
donde pena un amor sin esperanza!

Poema Previsión inútil de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

carrer del pou dolç

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Carrer del pou dolç
alegre y errabundo
sales de pozos lóbregos,
entras
al pañuelo del aire,
que te torea, muy considerado,
con flámula de seda
ligeramente húmeda.
Y cuando lo respiras, cuando embistes
hacia adentro, bebiendo
su sabor a placenta, a plaza lenta,
a pureza corrupta,
percibes que es verdad, que ahí está
el toro ensabanado de la mar,
sus delicados dedos sudorosos
y su toque en la sien.
Por la noche se encorva, se doblega
a entrar en la caverna de mi olfato
(o convertido en cuervo
da un apretón jovial de pico y ala
a mi torso, a mi pecho, y un mantazo
de talante torero tolerante
a mis pulmones) muy bienhumorado.
Torero del calor aceitunado
de la noche y la mar en barcelona.

Poema carrer del pou dolç de Luis Cañizal de la Fuente con fondo de libro

Luis Gálvez de Montalvo

Si a tanto llega el dolor

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si á tanto llega el dolor
De sospechas y recelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Dolor que siempre está verde,
Aunque vos mas no os sequeis,
Y adonde quiera que esteis,
Veis presente á quien os muerte:
Mal que para su rigor
Se conjurar hoy los cielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Pues derriba una sospecha
La vida mas poderosa,
Y una presunción celos
Deja una gloria deshecha,
Y á fuerza de su furor
Se aborrecen los consuelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

No valen fuerzas ni mañas
Contra mal tan inhumano,
Porque el hambriento gusano
Que se ceba en las entrañas
Alli vierte á su sabor
Sus centellas y sus hielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Si de este diente tocado
Debe un corazon rabiar,
Nadie lo podrá juzgar
Sino aquel que lo ha probado.
Yo que en medio del favor
Gusté tan enormes duelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.



Manuel González Prada

No me pidas una flor

-- de Manuel González Prada --

No me pidas una flor,
que en el jardín y el vergel
eres tú la flor mejor.

A mí -tu firme cantor-
pídeme laude y rondel;
no me pidas una flor.

Por tu aroma y tu color;
venciendo a rosa y clavel,
eres tú la flor mejor.

Diosa, pídeme el loor;
reina, pídeme el dosel,
no me pidas una flor.

Para dar sabor y olor
a los panales de miel,
eres tú la flor mejor.

Pídeme siempre el amor
y la constancia más fiel;
no me pidas una flor:
eres tú la flor mejor.



Jaime Torres Bodet

méxico canta en la ronda de mis canciones

-- de Jaime Torres Bodet --

Canta
en la ronda de mis canciones

méxico está en mis canciones,
méxico dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.

Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!

méxico canta en la ronda
de mis canciones de amor,
y en la guirnalda con la ronda
la tarde trenza su flor.

Lo conoceréis un día,
amigos de otro país:
¡tiene un color de alegría
y un acre sabor de anís!

es tan fecundo que huele
como vainilla en sazón
¡y es sutil! para que vuele
basta un soplo de oración...

En la duda arcana y terca,
méxico quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
Cómo será el porvenir?

¡el porvenir! ¡no lo espera!
prefiere, mientras, cantar,
que toda la vida entera
es una gota en el mar;

una gota pequeñita
que cabe en el corazón:
dios la pone, dios la quita...
(¡Cantemos nuestra canción!)



Jorge Cuesta

no aquel que goza, frágil y ligero

-- de Jorge Cuesta --

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.



Jorge Cuesta

paraíso perdido

-- de Jorge Cuesta --

Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprende,
no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangra una llama inextinguida.



Jorge Luis Borges

infierno, v, 129

-- de Jorge Luis Borges --

Dejan caer el libro, porque ya saben
que son las personas del libro.
(Lo serán de otro, el máximo,
pero eso qué puede importarles.)
Ahora son paolo y francesca,
no dos amigos que comparten
el sabor de una fábula.
Se miran con incrédula maravilla.
Las manos no se tocan.
Han descubierto el único tesoro;
han encontrado al otro.
No traicionan a malatesta,
porque la traición requiere un tercero
y sólo existen ellos dos en el mundo.
Son paolo y francesca
y también la reina y su amante
y todos los amantes que han sido
desde aquel adán y su eva
en el pasto del paraíso.
Un libro, un sueño les revela
que son formas de un sueño que fue soñado
en tierras de bretaña.
Otro libro hará que los hombres,
sueños también, los sueñen.



César Vallejo

Trilce: LVI

-- de César Vallejo --

Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.

El niño crecería ahito de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.

Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción,
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.

Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.



César Vallejo

todos los días amanezco a ciegas

-- de César Vallejo --

lvi
todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.
El niño crecería ahíto de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.
Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción,
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.
Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.



César Vallejo

Idilio muerto

-- de César Vallejo --

Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»
y llorará en las tejas un pájaro salvaje.



Delmira Agustini

Toque de oración

-- de Delmira Agustini --

Un pedazo de luna que no brilla
sino con timidez. Canta un marino,
y su triste canción, tosca y sencilla,
tartamudea con sabor de vino...

El mar, que el bíceps de la playa humilla,
tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un alejandrino.

Pienso en ti, pienso que te quiero mucho
porque me encuentro triste, porque escucho
la esquila del pequeño campanario

que se queja con un sollozo tierno,
mientras los sapos cantan el invierno
con una letra del abecedario...



Ernesto Noboa y Caamaño

Rosa de Francia

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

Francesita adorable de los locos excesos,
de los labios en llama y las carnes en flor,
de las crueles caricias y los sádicos besos
y los muslos sapientes en batallas de amor!

Roja flor del divino paraíso vedado,
inconstante y traidora como una ola de mar,
que sabes hacer dulce el sabor del pecado
y derrochas el vino del amor... Sin amar.

Las palomas de Venus se embriagan de fragancias
al deshojar tus pétalos!... Dulce Rosa de Francia!
y así adornas la senda que perfumó Ninón,

embrujando a la Vida y engañando a la Muerte
sin sentir las espinas con que hiere la suerte
ni la inútil tristeza de tener corazón!...



Pablo Neruda

i

-- de Pablo Neruda --

Odas y germinaciones
el sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo, fueron sin cesar a tu lado
por años y por viajes y por lunas y soles
y tierra y llanto y lluvia y alegría
o sólo ahora, sólo
salen de tus raíces
como a la tierra seca el agua trae
germinaciones que no conocía
o a los labios del cántaro olvidado
sube en el agua el gusto de la tierra?
no sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie sabe estas cosas.
Pero acercando todos mis sentidos
a la luz de tu piel, desapareces,
te fundes como el ácido
aroma de una fruta
y el calor de un camino,
el olor del maíz que se desgrana,
la madreselva de la tarde pura,
los nombres de la tierra polvorienta,
el perfume infinito de la patria:
magnolia y matorral, sangre y harina,
galope de caballos,
la luna polvorienta de la aldea,
el pan recién nacido:
ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y vuelvo a ser contigo
la tierra que tú eres:
eres en mi profunda primavera:
vuelvo a saber en ti cómo germino.



Pablo Neruda

soneto vii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto vii
«vendrás conmigo» dije sin que nadie supiera
dónde y cómo latía mi estado doloroso,
y para mí no había clavel ni barcarola,
nada sino una herida por el amor abierta.
Repetí: ven conmigo, como si me muriera,
y nadie vio en mi boca la luna que sangraba,
nadie vio aquella sangre que subía al silencio.
Oh amor ahora olvidemos la estrella con espinas!
por eso cuando oí que tu voz repetía
«vendrás conmigo» fue como si desataras
dolor, amor, la furia del vino encarcelado
que desde su bodega sumergida subiera
y otra vez en mi boca sentí un sabor de llama,
de sangre y de claveles, de piedra y quemadura.



Pedro Salinas

versos 2089 a 2123

-- de Pedro Salinas --

Versos 2089 a 2123
tú no las puedes ver;
yo, sí.
Claras, redondas, tibias.
Despacio
se van a su destino;
despacio, por marcharse
más tarde de tu carne.
Se van a nada; son
eso no más, su curso.
Y una huella, a lo largo,
que se borra en seguida.
¿Astros?

no las puedes besar.
Las beso yo por ti.
Saben; tienen sabor
a los zumos del mundo.
¡Qué gusto negro y denso
a tierra, a sol, a mar!
se quedan un momento
en el beso, indecisas
entre tu carne fría
y mis labios; por fin
las arranco. Y no sé
si es que eran para mí.
Porque yo no sé nada.
¿Son estrellas, son signos,
son condenas o auroras?
ni en mirar ni en besar
aprendí lo que eran.
Lo que quieren se queda
allá atrás, todo incógnito.
Y su nombre también.
(Si las llamara lágrimas,
nadie me entendería.)



José Pedroni

confidencia

-- de José Pedroni --

En fragante mudanza el limonero
destaca tu rubor.
Tú no sabes, amiga, pero hueles
a limonero en flor.
En un tronco caído una avecilla
le hizo casa al amor.
Tú no sabes, amiga, pero anidas
lo mismo en mi dolor.
Del arroyo una fría pedrezuela
me trajo el pescador.
Guardé la piedra en mi cerrada mano,
y sentí su frescor.
La harina del molino me empolva el alma
la harina de tu amor.
En el monte encontramos uva crespa
y una flor y otra flor;
cada flor con tu aroma y cada uva
con tu mismo sabor.
Con su fresco algodón venda la piedra
el musgo trepador.
También es como el musgo tu ternura
en mi piedra interior.
Por el camino baja suavemente
un lugareño son.
Así también, amiga, tu palabra
baja a mi corazón.



José Ángel Buesa

elegía

-- de José Ángel Buesa --

Golondrina del alba sombría,
mariposa del alba radiante:
cuánto puede durar un instante,
un instante de noche en el día.
Yo, que supe ignorar tantas cosas,
ahora sé que jamás nos veremos,
pues te fuiste, empuñando los remos,
en tu barca cubierta de rosas.
Ahora sé la verdad de la tierra,
que florece aunque nadie la labre,
y la puerta de luz que se abre
si una puerta de sombra se cierra.
Ahora sé que la noche no miente
cuando deja de caer su rocío:
fue un rosal a la orilla de un río,
y quizás lo arrastró la corriente...
Y te fuiste, luciérnaga loca,
golondrina del alba sombría,
con el tibio sabor de tu boca
¡de tu boca que nunca fue mía!



José Ángel Buesa

elegía iv

-- de José Ángel Buesa --

Me llegas en la brisa y en la espuma,
tú, la perdida para siempre...
Tú, la que ennoblecías el sabor del recuerdo,
que ahora llegas más casta y más ausente...
Me llegas en el viento que huele a lejanía,
me llegas en la sal que sabe a muerte,
tú, sombra arrinconada en un silencio;
tú, la perdida para siempre...
Ya no sé por qué sordo camino de la ausencia,
bajo qué estrellas moribundas vienes,
con los pies inseguros llenos de polvo y de rocío,
tú, la perdida para siempre...



José Ángel Buesa

ah, si, ya abrí mi casa

-- de José Ángel Buesa --

Ah, sí, ya abrí mi casa
para todo el que llega, para todo el que pasa.
Sobran salud y pan, y, sin embargo,
hay algo en esta miel con sabor amargo.
Y desdeño mis bienes,
estos bienes ganados con sangre y con lamentos,
y envidio el hombre sucio que despide los trenes
viendo crecer sus hijos alegremente hambrientos.



José Ángel Buesa

me llegabas en la brisa y en la espuma

-- de José Ángel Buesa --

Me llegabas en la brisa y en la espuma,
tú, la perdida para siempre...
Tú, la que ennoblecías el sabor del recuerdo,
que ahora llegas más casta y más ausente...
Me llegas en el viento que huele a lejanía,
me llegas en la sal que sabe a muerte,
tú, sombra arrinconada en un silencio;
tú, la perdida para siempre...
Ya no sé por qué sordo camino de la ausencia
bajo que estrellas moribundas vienes,
con los pies inseguros llenos de polvo y de rocío,
tú, la perdida para siempre...



José Ángel Buesa

yo la vi anoche ardiendo

-- de José Ángel Buesa --

Yo la vi anoche ardiendo en su tamaño,
y yo crecía hacia la noche pura
en un afán secreto de estatura,
uniendo mi alegría con mi daño.
Y aquella realidad era un engaño,
en un sabor de ensueño y de aventura;
y abrí los ojos en la noche oscura,
y yo era yo, creciendo en un extraño.
Y yo era yo, pequeño en mi amargura,
muriendo en sombra bajo el cielo huraño
y cada vez más lejos de la altura.
Y odié mi realidad y amé mi engaño,
y entonces descendió la noche pura,
y sentí en mi estatura su tamaño.



Gabriela Mistral

coplas

-- de Gabriela Mistral --

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas;
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
¡boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!
¡carne de miseria,
gajo vergonzante, muerto de fatiga,
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trélmulo,
al impuro pezón de la vida!



Idea Vilariño

ya en la desnudez total

-- de Idea Vilariño --

Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.

Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.



Salvador Novo

tema de amor

-- de Salvador Novo --

Dentro de estos cuatro muros
pretendí ocultar mi dicha:
pero el fruto, pero el aire
¿cómo me los guardaría?

hora mejor que pospuse,
voces que eran para mí,
camino que no elegí
destino que no dispuse;
¡cómo os volvisteis oscuros!
¡qué amargo vuestro sabor
cuando nos encerró mi amor
dentro de estos cuatro muros!

entre tu aurora y mi ocaso
el tiempo desaparecía
y era nuestra y era mía
sangre, labio, vino y vaso.

En perdurar se encapricha
mi sombra junto a tu luz
y bajo negro capuz
pretendí ocultar mi dicha.
Pero el fruto, pero el aire,
pero el tiempo que no fluya,
pero la presencia tuya
fuerte, joven, dulce, grande;
sangre tuya en vena mía,
lazos a instantes maduros,
dentro de estos cuatro muros
cómo me los guardaría?



San Juan de la Cruz

glosa

-- de San Juan de la Cruz --

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo
todo me voy consumiendo.
Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su dios arrimada.
Por eso ya se dirá
la cosa que más estimo
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.
Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal
porque si de luz carezco
tengo vida celestial
porque el amor da tal vida
cuando más ciego va siendo
que tiene al ama rendida
sin luz y a oscuras viviendo.
Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.



San Juan de la Cruz

Glosa (San Juan de la Cruz)

-- de San Juan de la Cruz --

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo
todo me voy consumiendo.

Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.

Por eso ya se dirá
la cosa que más estimo
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.

Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal
porque si de luz carezco
tengo vida celestial
porque el amor da tal vida
cuando más ciego va siendo
que tiene al ama rendida
sin luz y a oscuras viviendo.

Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.



Vicente Aleixandre

posesión

-- de Vicente Aleixandre --

Negros de sombra. Caudales
de lentitud. Impaciente
se esfuerza en armar la luna
sobre la sombra sus puentes.
(¿De plata? son levadizos
cuando, bizarro, de frente,
de sus puertos despegado
cruzar el día se siente.)
Ahora los rayos desgarran
la sombra espesa. Reciente,
todo el paisaje se muestra
abierto y mudo, evidente.
Húmedos pinceles tocan
las superficies, se mueven
ágiles, brillantes; tensos
brotan a flor los relieves.
Extendido ya el paisaje
está. Su mantel, no breve,
flores y frutos de noche,
en dulce peso, sostiene.
La noche, madura toda,
gravita sobre la nieve
hilada. ¿Qué zumos densos
dará en mi mano caliente?
su pompa rompe la cárcel
exacta, y la pulpa ardiente,
constelada de pepitas
iluminadas, se vierte.
Mis rojos labios la sorben.
Hundo en su yema mis dientes.
Toda mi boca se llena
de amor, de fuegos presentes.
Ebrio de luces, de noche,
de brillos, mi cuerpo extiende
sus miembros, ¿pisando estrellas?,
temblor pisando celeste.
La noche en mí. Yo la noche.
Mis ojos ardiendo. Tenue,
sobre mi lengua naciendo
un sabor a alba creciente.



Vicente Espinel

Pedir celos no es cordura

-- de Vicente Espinel --

Pedir celos no es cordura
En el que de veras ama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.

Los celos es un tormento
Que nace de puro amor,
Y así nos fuerza el temor
A tener celos del viento:
Mas pedirlos es locura
Aunque mas arda la llama,
Porque es despertar la dama, c.

Muchos celosos se quedan
Privados de sus placeres,
Porque siempre las mugeres
Se van tras lo que las vedan:
Mejor es dalles anchura,
Que mirarán por su fama,
Y no despertar la dama, c.

Mas vale por complacellas
Dejarlas á su sabor,
Que ellas miran por su honor
Mas que nosotros por ellas:
Y la que es mas casta y pura,
Cuando á su galan mas ama,
Si con celos la disfama
No la tendrá muy segura.



Vicente Gallego

una historia vulgar

-- de Vicente Gallego --

Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
y ése ha sido el regalo más grande de la vida
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.



Vicente Gallego

descabalada ciencia

-- de Vicente Gallego --

Descabalada ciencia misteriosa
nuestra felicidad:
esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu,
breve tregua del alma con los cielos azules
que fomentan acaso el inmortal anhelo
de una alada conciencia más allá de la muerte.
Dulce engaño del cuerpo que ha gozado
su alto vuelo de sal sobre otro cuerpo,
y ligero se siente, y sus alas procuran
espantar un instante su condición orgánica
para soñarse un día
corrompida la fruta
sabor agradecido, aroma al menos,
ingrávida memoria de la dicha
que es ahora en la tarde.
Parece hoy suficiente salvación
albergar la esperanza
de una muerte que sea duermevela,
cansancio vespertino en el verano
satisfecho y redondo de haber sido,
contemplativo exilio, amortiguado eco
lejano y cadencioso de nosotros.
Firmamento irisado de los días felices,
quién pudiera salvarte,
como imagen cumplida del trayecto,
en la hueca retina del no ser,
o siquiera preñar el negativo
estricto de la nada que seremos
con el polen de luz de esta alegría.



Vicente Gerbasi

en el fondo forestal del día

-- de Vicente Gerbasi --

El acto simple de la araña que teje una estrella
en la penumbra,
el paso elástico del gato hacia la mariposa,
la mano que resbala por la espalda tibia del caballo,
el olor sideral de la flor del café,
el sabor azul de la vainilla,
me detienen en el fondo del día.
Hay un resplandor cóncavo de helechos,
una resonancia de insectos,
una presencia cambiante del agua en los rincones pétreos.
Reconozco aquí mi edad hecha de sonidos silvestres,
de lumbre de orquídea,
de cálido espacio forestal,
donde el pájaro carpintero hace sonar el tiempo.
Aquí el atardecer inventa una roja pedrería,
una constelación de luciérnagas,
una caída de hojas lúcidas hacia los sentidos,
hacia el fondo del día,
donde se encantan mis huesos agrestes.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



Anónimo

Lanzarote y el orgulloso

-- de Anónimo --

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino,
que dueñas curaban de él,
doncellas del su rocino.
Esa dueña Quintañona,
ésa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo;
y estando al mejor sabor,
que sueño no había dormido,
la reina toda turbada
un pleito ha conmovido:
-Lanzarote, Lanzarote,
si antes hubieras venido,
no hablara el orgulloso
las palabras que había dicho,
que a pesar de vos, señor,
se acostaría conmigo.
Ya se arma Lanzarote
de gran pesar conmovido,
despídese de su amiga,
pregunta por el camino.
Topó con el orgulloso
debajo de un verde pino,
combátense de las lanzas,
a las hachas han venido.
Ya desmaya el orgulloso,
ya cae en tierra tendido.
Cortárale la cabeza,
sin hacer ningún partido;
vuélvese para su amiga
donde fue bien recibido.



Anónimo

Romance de Bovalías el infante

-- de Anónimo --

Durmiendo está el rey Almanzor
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete moros
que las habían de armar,
que amores de la condesa
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño que duermo
luego me has de recordar.
Ya le dan las escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los siete mulos
que las habían de llevar,
ya le dan los siete moros
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.



Meira Delmar

promesa

-- de Meira Delmar --

En alguna mañana azul y florecida
iremos dulcemente, con las manos unidas
a escuchar las historias que el arroyo murmura
ante el fácil asombro de las piedras desnudas...
No diremos, amado, una sola palabra:
hablarán nuestros ojos su lenguaje de magia,
y la brisa curiosa llegará muy callada
sin romper el embrujo de la hora encantada
después... Como un racimo de hermosas uvas nueva
tronchadas de la vid por manos tempraneras
yo dejaré en tu boca con un poco de miedo,
el sabor ignorado de mis besos primeros...
!--Img



Miguel Hernández

al soldado internacional caído en españa

-- de Miguel Hernández --

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Con un sabor a todos los soles y los mares,
españa te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.



Miguel Hernández

17

-- de Miguel Hernández --

17
el toro sabe al fin de la corrida,
donde prueba su chorro repentino,
que el sabor de la muerte es el de un vino
que el equilibrio impide de la vida.
Respira corazones por la herida
desde un gigante corazón vecino,
y su vasto poder de piedra y pino
cesa debilitado en la caída.
Y como el toro tú, mi sangre astada,
que el cotidiano cáliz de la muerte,
edificado con un turbio acero,
vierte sobre mi lengua un gusto a espada
diluida en un vino espeso y fuerte
desde mi corazón donde me muero.



Juan Ramón Jiménez

el otoñado

-- de Juan Ramón Jiménez --

Estoy completo de naturaleza,
en plena tarde de áurea madurez,
alto viento en lo verde traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
el fuego, el agua, el aire), el infinito.
Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmito olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.
Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción. Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.



Juana de Ibarbourou

raiz salvaje

-- de Juana de Ibarbourou --

Me ha quedado clavada en los ojos
la visión de ese carro de trigo
que cruzó rechinante y pesado
sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!
¡tu no sabes en qué hondos recuerdos
estoy abstraida!

desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé que fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!

soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.



Evaristo Carriego

A carcavallo

-- de Evaristo Carriego --

Porque esta hora todos la vivimos contigo,
y es propicia la noche y el ambiente es cordial,
vaya el trovar, gustado en el rincón amigo,
con un antiguo y vago sabor sentimental.

Por los que todavía creen un poco en la Luna,
por los que riman una canción de juventud,
por las damas que escuchan, suaves como en alguna
primavera de versos, ¡compañero, salud!

Salud, por esta hora que vivimos contigo,
salud, porque al conjuro del verso que te digo
realicen su serena gloriosa comunión

la Amistad y la Lira, la gracia femenina,
un puñado de rosas de la tierra Argentina
y una copa del rojo vino del corazón.



Evaristo Carriego

El ensueño

-- de Evaristo Carriego --

Porque después del golpe vino la airada
retahila de insultos con que la veja,
ella tornó a callarse, sin una queja,
ya a las frases más torpes acostumbrada.

Y por fin, en el lecho cayó, cansada,
conteniendo esa horrible tos que no ceja
y de nuevo a la boca sube y le deja
el sabor de su enferma sangre afiebrada.

Y mientras el padre grita, brutal, borracho
como siempre que vuelve de la cantina,
ella piensa en el dulce sueño irreal

que sonara al recuerdo de aquel muchacho
que vio junto a la cama de su vecina
en la tarde de un jueves del hospital.



Evaristo Carriego

Exótica

-- de Evaristo Carriego --

Tiene un rico sabor de canela
el encanto andaluz que derrama
ese hermoso donaire flamenco,
que trajiste del barrio de Triana.
— En su patio de sol, vió Sevilla
adornarse por ti las guitarras,
hoscos ceños de majos celosos
y torneos de fieras navajas. —
A tu lado, me envuelve en perfumes
la mantilla que cubre tus gracias,
y tu sangre, de ardor y misterio,
su bravia pasión me contagia.
Y me pongo a pensar en heridas
de claveles y frutas moradas,
cuando se abre la flor de tus labios
en el carmen de todas las ansias.
Y me llenan de luz la cabeza,
yo no sé que canciones bizarras



Francisco Villaespesa

ofelia

-- de Francisco Villaespesa --

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.



Blanca Andreu

duermo, pájaro vivo, pájaro de babilonia y pájaro vienés

-- de Blanca Andreu --

Duermo, pájaro vivo, pájaro de babilonia y pájaro vienés,
pájaro acunado en siena,
pájaro de las californias, duermo,
y la poesía huye de mí como de una frase acabada.
Duermo,
pájaro,
sábana,
palabra esdrújula,
para acabar con los venenos raros,
y así mira el espíritu de la avispa,
llora la plaga de mi cerebro y sus costumbres de ameba,
siente por mí el sabor de la impaciencia y di los tactos tristes que eran míos,
araña y roza, desde la niña antigua,
todo lo que soñé hasta la dicha de la muerte.



Carlos Pellicer

recinto XIII

-- de Carlos Pellicer --

viii
tú eres más que mis ojos porque ves
lo que en mis ojos llevo de tu vida.
Y así camino ciego de mí mismo
iluminado por mis ojos que arden
con el fuego de ti.
Tú eres más que mi oído porque escuchas
lo que en mi oído llevo de tu voz.
Y así camino sordo de mí mismo
lleno de las ternuras de tu acento.
¡La sola voz de ti!
tú eres más que mi olfato porque hueles
lo que mi olfato lleva de tu olor.
Y así voy ignorando el propio aroma,
emanando tus ámbitos perfumes,
pronto huerto de ti.
Tú eres más que mi lengua porque gustas
lo que en mi lengua llevo de ti sólo,
y así voy insensible a mis sabores
saboreando el deleite de los tuyos,
sólo sabor de ti.
Tú eres más que mi tacto porque en mí
tu caricia acaricias y desbordas.
Y así toco en mi cuerpo la delicia
de tus manos quemadas por las mías.
Yo solamente soy el vivo espejo
de tus sentidos. La fidelidad
del lago en la garganta del volcán.



Ramón López Velarde

Elogio a Fuensanta

-- de Ramón López Velarde --

Tú no eres en mi huerto la pagana
Rosa de los ardores juveniles;
Te quise como a una dulce hermana

Y gozoso dejé mis quince abriles.
Cual un ramo de flores de pureza
Entre tus manos blancas y gentiles.

Humilde te ha rezado mi tristeza,
Como en los pobres templos parroquiales
El campesino ante la virgen reza.

Antífona es su voz, y en los corales
De tu mística boca he descubierto
El sabor de los besos maternales.

Tus ojos tristes, de mirar incierto,
Recuérdanme dos lámparas prendidas
En la penumbra de un altar desierto.

Las palmas de tus manos son ungidas
Por mi, que provocando tus asombros
Las beso en las ingratas despedidas.

Soy débil, y al marchar por entre escombros
Me dirige la fuerza de tu planta
Y reclino las sienes en tus hombros.

Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
Que en tus brazos beatíficos me duermo
Como sobre los senos de una Santa.

¡Quien me otorgara en mi retiro yermo
Tener, Fuensanta, la condescendencia
De tus bondades a mi amor enfermo
Como plenaria y última indulgencia!



Roberto Juarroz

nocturnamente único

-- de Roberto Juarroz --

Nocturnamente único,
el corazón, sin cuello, en la cabeza,
caminas por el mundo con un traje sonoro,
sabor vestido de aguas vivas,
machacando la luna sepia de los muertos.
Andanza que es estar,
sin girasol ni tumbas por los astros,
un pie raíz y otro pie nube,
los ojos corazón palabra cosa,
las manos animales
en su selva de manos.
Y entre cuervos, lisiados e instrumentos,
tu puño en la montaña de ser uno,
despierto aunque te duermas,
aclaración de la palabra hombre
en el lugar humano de la duda de todo.
Al verte, sí, me acuerdo.
No importa de qué, de quién: me acuerdo.
La piel es un viento sólido
que comunica por adentro y afuera
con la piel.



Rosario Castellanos

lo cotidiano

-- de Rosario Castellanos --

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.



Rosario Castellanos

soneto del emigrado

-- de Rosario Castellanos --

Cataluña hilandera y labradora,
viñedo y olivar, almendra pura,
patria: rememorada arquitectura,
ciudad junto a la mar historiadora.

Ola de la pasión descubridora,
ola de la sirena y la aventura
-mediterráneo- hirió tu singlatura
la nave del destierro con su proa.

Emigrado, la ceiba de los mayas
te dio su sombra grande y generosa
cuando buscaste arrimo ante sus playas.

Y al llegar a la mesa del consejo
nos diste el sabor noble de tu prosa
de sal latina y óleo y vino añejo.



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