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-- de Amado Nervo --
Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.
Poema "predestinación" de Amado Nervo
-- de Amado Nervo --
Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...
En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!
Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...
Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.
Poema "Increpación" de Amado Nervo
-- de Adelardo López de Ayala --
Yo a Enriqueta le diría
que su gracia me subyuga,
que me encanta su talento,
y hasta su nombre me gusta...
Mas temo que Margarita,
al escucharme, presuma
que la agravio, y el respeto
me deja la lengua muda.
Yo también a Margarita,
en más feliz coyuntura,
de sus muchas perfecciones
pudiera elogiarle algunas...
Pero temo que Enriqueta
me diga con faz adusta,
que requiebros duplicados
no tienen gracia ninguna.
Niñas: ¿queréis que un momento,
para hablaros, os desuna?
Dos tórtolas en un árbol
están muy bonitas juntas...;
Pero, al volar, si son libres,
toman diferente ruta...
Y no es mucho mirar luego
cómo encuentra cada una
su dulce compaña, y cómo
se dan el pico y se arrullan.
Poema "Dos madrigales en uno" de Adelardo López de Ayala
-- de Alberti --
... antes de tiempo y casi en flor cortada.
G.DE LA V.
Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.
Poema "ELEGÍA A GARCILASO" de Alberti
-- de Alfonso Reyes --
Muchas sendas hollé, muchos caminos
solicitaron el afán creciente,
de contrastar los usos de la gente
y confundirme con los peregrinos.
Mezclaba los sabores de los vinos
en cada clima caprichosamente,
y yo no sé si ello fue prudente
o si mis pasos fueron desatinos.
Había que buscar la ruta cierta
y ceñir el desborde con el dique.
Volví cansado, procuré la puerta...
Y déjame, poeta, que lo explique
como quien se despoja y se liberta:
tú estabas a la puerta, claro enrique.
Poema "a enrique gonzález martínez" de Alfonso Reyes
-- de César Vallejo --
Así pasa la vida, como raro espejismo.
La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!
junto al dogma del fardo
matador, el sofisma del Bien y la Razón!
Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano;
los perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido
el moho que a mitad de la ruta ha crecido
en el manzano seco de la muerta Ilusión.
Así pasa la vida,
con cánticos aleves de agostada bacante.
Yo voy todo azorado, adelante..., Adelante,
rezongando mi marcha funeral.
Van al pie de brahmánicos elefantes reales,
y al sórdido abejeo de un hervor mercurial
parejas que alzan brindis esculpidos en roca
y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.
Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges
que arrojan al vacío su marcha funeral.
Poema "La voz del espejo" de César Vallejo
-- de César Vallejo --
Lirismo de invierno, rumor de crespones,
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que en la tarde rezan una despedida.
Visión del entierro de mis ilusiones
en la propia tumba de mortal herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierde la vida.
Cerca de la aurora partiré llorando;
y mientras mis años se vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.
Y ante fríos óleos de luna muriente,
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!
Poema "Sauce" de César Vallejo
-- de Delmira Agustini --
Mi musa tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de alboholes,
perfumando sus labios en la miel de la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los soles.
Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
engalanando espejos de lagos tornasoles.
La gran garza rosada de su forma impoluta.
Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.
Más pura; los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
de pájaro silvestre y en los labios más fuego.
Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
un gran aire salvaje y un perfume de espliego.
Poema "Mi musa" de Delmira Agustini
-- de Emilio Bobadilla --
La batalla ha cesado; la noche hospitalaria
al través de la lluvia isócrona se alonga,
sobre la inmensa mancha de tierra visionaria
que el fúnebre silencio con su ritmo prolonga.
La luna va saliendo y en la ruta desierta
traza sobre los charcos trémulos arabescos
y como estatuas rotas, en un jardín, abierta
la boca, vénse mútilos cadáveres grotescos.
Los árboles proyectan siluetas inquietantes;
el camino se alarga reluciente, aguanoso,
con reflejos sutiles; lucecillas distantes,
y a lo lejos —muy lejos— resuena todavía,
escondido en el bosque el cañón fragoroso,
—estertor del combate en su horrenda agonía—.
Poema "Después de la batalla (Bobadilla)" de Emilio Bobadilla
-- de Emilio Bobadilla --
En la ruta revuelta como el cauce de un río
los árboles deshechos se pudren a montones;
la iglesia en esqueleto, ruinoso el caserío...
Por doquiera dejaron su huella los cañones.
Caballos sin cabeza; muros llenos de balas,
sin puertas ni ventanas, con la techumbre solo;
aeroplanos en cada una de cuyas alas
los plomos imprimieron su mortífero alvéolo.
Un gato por el lírico silencio de la aldea
—fosforescencia irónica— tranquilo se pasea
y entre la hierba roja por la sangre aún caliente
—democrática mezcla de bruto y combatiente-
unos soldados muertos con los ojos abiertos.
¡Qué tristes son los ojos abiertos de los muertos!
Poema "Después del bombardeo" de Emilio Bobadilla
-- de Emilio Bobadilla --
Un cielo heterodermo, álgido el aire;
los campos dormilentos y vacíos;
una luna tamaña de un albaire,
sin labriegos los tristes caseríos.
La noche, como un tigre, paso a paso
se acerca; ya la luna se perfila
y la arboleda, a su fulgor escaso,
la ruta melancólica vigila.
¡Ni un canto, ni una risa, ni un ladrido...!
De la aldea, del pueblo y las montañas,
los hombres y las bestias han huído...
Reina una paz de cementerio agreste.
¡Es la guerra, la guerra sin entrañas,
hermana del incendio y de la peste!
Poema "¡Es la guerra!" de Emilio Bobadilla
-- de Julián del Casal --
En el seno radioso de su gruta,
alfombrada de anémonas marinas,
verdes algas y ramas coralinas,
galatea, del sueño el bien disfruta.
Desde la orilla de dorada ruta
donde baten las ondas cristalinas,
salpicando de espumas diamantinas
el pico negro de la roca bruta,
polifemo, extasiado ante el desnudo
cuerpo gentil de la dormida diosa,
olvida su fiereza, el vigor pierde,
y mientras permanece, absorto y mudo,
mirando aquella piel color de rosa,
incendia la lujuria su ojo verde.
Poema "galatea" de Julián del Casal
-- de José María Eguren --
En la niebla del lago,
canto las finas trovas,
va en su góndola encantada
de papel a la misa
verde de la mañana.
Y en su ruta va cogiendo
las dormidas umbelas
y los papiros muertos.
Los sueños rubios de aroma
despiertan blandamente
su sardana en las hojas.
Y parte dulce, adormida,
a la borrasca iglesia
de la luz amarilla.
Poema "la dama i" de José María Eguren
-- de José Tomás de Cuellar --
BLANCA la tez, y dulce la mirada
Cual de casta paloma;
Grave y noble el andar en la escarpada
Ruta que amante toma;
Pobre su vestidura,
Descalzo el pié sobre la peña dura.
Cerrado el labio; y la serena frente
Limpia como ese cielo
Que en invierno inclemente
No mancha torvo y nebuloso velo.
Poema "La caridad (II)" de José Tomás de Cuellar
-- de Teófilo V. Méndez Ramos --
2561921
Para el alma heroica de José Ríos Godenzi.
El Cóndor, desde un pico de los Andes,
contempla cómo hiende la barquilla
los aires; y orgulloso por ser grandes
sus alas, cree en una pesadilla.
El ave gigantesca, temerosa,
intenta detener el raudo vuelo
del alado bajel que, en prodigiosa
hazaña, frágil, cruza por el cielo.
El cóndor, ya vencido, deja el barco
su ruta milagrosa ¡Vano empeño!...
En tanto que el navío traza un arco
de triunfo, en el confín para el ensueño.
Poema "El ensueño triunfal" de Teófilo V. Méndez Ramos
-- de Rosalía de Castro --
Camino blanco, viejo camino,
Desigual, pedregoso y estrecho,
Donde el eco apacible resuena
Del arroyo que pasa bullendo,
Y en donde detiene su vuelo inconstante,
O el paso ligero,
De la fruta que brota en las zarzas
Buscando el sabroso y agreste alimento,
El gorrión adusto,
Los niños hambrientos,
Las cabras monteses
Y el perro sin dueño...
Blanca senda, camino olvidado,
¡Bullicioso y alegre otro tiempo!
Del que solo y a pie de la vida
Va andando su larga jornada, más bello
Y agradable a los ojos pareces
Cuanto más solitario y más yermo.
Que al cruzar por la ruta espaciosa
Donde lucen sus trenes soberbios
Los dichosos del mundo, descalzo,
Poema "Camino blanco, viejo camino" de Rosalía de Castro
-- de Medardo Ángel Silva --
Señor, ved nuestras almas, en sus duros encierros
donde no hacen la luz vagas filosofías,
vírgenes arrojadas desnudas a los perros
cuando apenas se encienden las rosas de sus días.
En vano no hemos buscado, por diversos caminos,
la ruta azul que lleva a la ideal Bizancio...
Y hoy vamos hacia el puerto de tus brazos divinos,
pobres de voluntad y exangües de cansancio...
A idolatrías locas nuestro amor ofrendamos,
cuando Placer y Vida creímos infinitos...
Y hoy, a tus pies, aquellos despojos arrojamos,
atados con la cinta de los sueños marchitos.
Poema "De Profundis Clamavi" de Medardo Ángel Silva
-- de Medardo Ángel Silva --
A los que hemos mirado –en una noche horrenda–
a nuestra cabecera la faz de la Ignorancia,
puesto que comprendimos, se nos cayó la venda
y tenemos la ciencia de la sonrisa helada.
Y vimos –presentimos más– la cosa estupenda
y la tiniebla en que se hundirá nuestra nada
y la noche absoluta en la perdida senda
sin amores, sin albas, sin fin de la jornada.
No obstante, cautelosos, en nuestra ceguedad,
vamos hacia la fuente de Piedad y Verdad...
¡Pero el mayor suplicio es ignorar el puerto
y, en la tormenta hostil que nuestro sueño enluta,
al ser como un navío, cuyo piloto muerto
y aferrado al timón, no puede darle ruta!
Poema "El viajero y la sombra" de Medardo Ángel Silva
-- de Medardo Ángel Silva --
A José María Egas
Aúnan mi pensamiento
inquietud y serenidad.
Mi orientación es la del viento,
la del mar mi estabilidad.
El ojo negro de mi abismo
para mí guiña dondequier;
mas, de la noche de mí mismo
hago un continuo amanecer.
Y como una hojita liviana
voy camino de mi verdad:
al que es hoy, ayer y mañana,
Nunca, Siempre y Eternidad.
Mi amor siempre ha sido por las leves formas,
por las sutilezas... No busquéis las normas
de mi pensamiento:
no las ha tenido;
si algo lo condujo, su mentor ha sido
el mismo de la onda, la nube y el viento.
Poema "Por la ruta verdadera" de Medardo Ángel Silva
-- de Miguel Unamuno --
Al salir de bilbao, lloviendo, el 20-ix-10
desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
montes y valles, los de mis entrañas,
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
de amor, compañero de la ruta.
Poema "de vuelta a casa. al salir de bilbao, lloviendo" de Miguel Unamuno
-- de Julia de Burgos --
Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.
No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.
No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.
Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.
Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.
Poema "yo fui la más callada" de Julia de Burgos
-- de José Eustasio Rivera --
Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.
Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.
Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,
resoplan, roncos, ante el sol violento,
y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.
Poema "atropellados..." de José Eustasio Rivera
-- de José Eustasio Rivera --
Grabando en la llanura las pisadas,
y ambos, uncida al yugo la cabeza,
dos bueyes de humillada fortaleza
pasan ante las tímidas vacadas.
Por el pincho las pieles torturadas
fruncen con una impávida entereza;
y al canto del boyero, con tristeza
revuelven las pupilas agrandadas.
Mientras flora la rueda, el correaje
chirría en los cuernos, y la ruta queda
bordada, a trechos, de espumoso encaje;
y ellos, bajo el topacio vespertino,
parecen en la errante polvareda
dos tardas pesadumbres del camino.
Poema "grabando en la llanura" de José Eustasio Rivera
-- de Ramón López Velarde --
Tu paz -¡oh paz de cada día!-
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.
Quizá en un Viernes de Dolores
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por los siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.
Fuensanta: al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbitas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.
Yo te convido, dulce Amada
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
Amén.
Poema "Cuaresmal" de Ramón López Velarde
-- de Ramón López Velarde --
Con planta imponderable
Cruzas el mundo y cruzas mi conciencia,
Y es tu sufrido rostro como un éxtasis
Que se dilata en una transparencia.
¡Pobrecilla sonámbula!
Pareces, en tu ruta de novicia,
Ir diciendo al azar: "No me hagáis daño;
Temo que me maltrate una caricia."
Devuelves su matiz inmaculado
Al paisaje ilusorio en que te posas
Y restituyesen su integridad
Inocente a los hombres y a las cosas.
Así cruzas el mundo,
Con ingrávidos pies, y en una transparencia
De éxtasis se adelgaza tu perfil,
Y vas diciendo: "Marcho en la clemencia
Soy la virginidad del panorama
Y la clara embriaguez de tu conciencia."
Poema "Pobrecilla sonámbula" de Ramón López Velarde
-- de Rubén Bonifaz Nuño --
Y nuevamente abril a flor de cielo
abre tus manos tibias, y yo canto
el júbilo entrañable y el espanto
que en mi sangre derramas con tu anhelo.
Amo la gravidez del alma, el vuelo
por la caricia que hasta ti levanto,
y el fuego triste hallado en el quebranto
de la distancia - aborrecible velo - .
Amor: abril, tu cómplice, desvía
la ruta del temor que disminuye
y disfraza de fiesta su agonía.
Eres abril de nuevo, amor, y nada
escapa de tu ser: todo confluye
a cobrar plenitud en tu mirada.
Poema "y nuevamente abril a flor de cielo..." de Rubén Bonifaz Nuño