Buscar Poemas con Rudos


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 16 poemas con la palabra rudos

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Leandro Fernández de Moratín

oda. a don gaspar de jovellanos

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de mantua excelsa.
Id, y al ilustre jovino, tanto
de vos amigo, caro a las musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.

Poema oda. a don gaspar de jovellanos de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Lope de Vega

Levantaréme de la seca tierra

-- de Lope de Vega --

Levantaréme de la seca tierra
que pacen estos rudos animales,
¡oh, Padre!, a tus entrañas paternales,
de donde mi locura me destierra.
Iré al palacio, dejaré la sierra,
donde estos rotos míseros sayales
me trocarán en púrpuras reales:
que a nadie que llamó las puertas cierra.
Confesaréle que perdido anduve,
y aun que temo el llegar, pues lo más verde
de mis pasados años me detuve
Para que llegue, basta que me acuerde;
que si perdí lo que de hijo tuve,
lo que tiene de padre no lo pierde.

Poema Levantaréme de la seca tierra de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel de Zequeira

A la brisa

-- de Manuel de Zequeira --

Rompe en oriente sus prisiones Eolo,
Tiende sus alas, y con blando aliento
Bate en la concha del neptúneo carro
Lleno de Pompa.

Siguen su rumbo los tritones, siguen
Cándidas ninfas sus etéreos pasos
Liras templando de cristal sonoro
Dulces sirenas.

Bajo sus alas el campeón ibero
Llega a regiones peregrinas donde
Guarda su gloria y su memoria el ancho
Valle de Otumba.

Sobre tapices de esmeralda Ceres
Dulces placeres con Pomona parte
Cuando reparte la risueña brisa
Gratos aromas.

Puesto a la sombra del abeto, entonces
Oigo los mirtos y laureles santos
Cómo conversan con el aire, y cómo
Flora se anima.

La ave de Venus con amante pico
Llama al consorte de su nido ausente,
Dando al ambiente el parabién, y dando
Tiernos arrullos.

Todo se mueve con festivo enlace,
Driades y Faunos en sus verdes templos
Danzan los unos, y los otros tocan
Rudos silbatos.

Cuando tú soplas oh sagrada brisa,
Todo revive con tu aliento, y cuando
Vienes se alegra la fecunda en oro
Tórrida zona.

Poema A la brisa de Manuel de Zequeira con fondo de libro

César Vallejo

Nochebuena (Vallejo)

-- de César Vallejo --

Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.

Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el Niño-Jesús de tu amor.



César Vallejo

nochebuena

-- de César Vallejo --

Nochebuena
al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.
Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.
Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el niño-jesús de tu amor.



César Vallejo

Nochebuena (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.

Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el Niño-Jesús de tu amor.



Diego de Torres Villarroel

a antonia mejía célebre cómica y cantora, apludida en malas coplas de ruines poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

De esos sucios poetas malandrines
que con puercos y rudos jeringones
tiran agua de charcos y pilones
en vez de agua de rosas y jazmines.
Antonia mía no te determines
a escuchar los conceptos garañones
porque se comparan en las funciones
como perros de falda los mastines.
Tu voz han confundido con su bulla
siendo tú la más blanda trompetilla
que de apolo en el órgano se halla.
Siendo tu voz la que el sentido arrulla
la más suave y dulce mantequilla
con que si llora amor venus le acalla.



Pedro Bonifacio Palacios

En un abanico

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Si con la masa doliente
de mi corazón herido
pudiese hacer un tejido
perfumado y transparente,
yo lo hiciera diligente,
y aunque hacerlo me matara,
para que usted fabricara
un abanico chinesco,
para echarse grato fresco,
para taparse la cara.

Mas como no puede ser
por más que yo lo quisiera,
mas como si yo pudiera
no habría usted de querer,
me contento con poner
después de rudos esfuerzos
estos versos tan perversos
en este abanico humilde,
para que al menos, Matilde,
se abanique con mis versos.



Juan Pablo Forner

El año de 1793

-- de Juan Pablo Forner --

Cruje feroz el carro furibundo
del implacable Marte, y desquiciada
la tierra, en sangre y en sudor bañada,
puebla de horror los ámbitos del mundo.

Impía la Parca con aspecto inmundo,
no en los campos de Marte fatigada,
destroza en prado y monte, encarnizada,
greyes sin fin con ímpetu iracundo.

Cadáveres son hoy de hombres y brutos
cosecha horrenda de la tierra, males
con que esta edad su mérito señala.

Niéganse al hombre hasta los rudos frutos;
¡ay! según lo merecen los mortales,
así el cielo, Teodoro, los regala.



Julio Herrera Reissig

El entierro

-- de Julio Herrera Reissig --

Cuatro rudos gañanes, sobre el hombro herculoso
sustentan el humilde féretro descubierto.
El cura ronca el salmo del eterno reposo,
y redobla la esquila desde el valle hasta el huerto.

Las melenas volcadas de dolor, con incierto
ritmo tardo y solemne adelantan al foso...
Y los torvos ancianos, con la vista en el muerto,
se arrodillan en medio de un silencio espantoso.

"Adiós, alma bendita, paloma de los cielos",
reza el cura. Y unánimes desdoblan los pañuelos...
Por fin, sobre la caja, con íntimo reproche,

cada cual un puñado de tierra vil derrumba...
Todo duerme. A intervalos lastiman en la noche,
los aullidos del perro que vela ante la tumba.



Julio Herrera Reissig

La noche (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

La noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que vela ante su cría;
y como si asumiera un don de profecía,
en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en éxtasis... Un gallo desvaría,
reloj de media noche. La grave luna amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la conciencia pura de la montaña...
A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna...
Aúllan a los diablos los perros del convento.



Julio Herrera Reissig

la noche

-- de Julio Herrera Reissig --

La noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que vela ante su cría;
y como si asumieran un don de profecía,
en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en éxtasis... Un gallo desvaría,
reloj de medianoche. La grave luna amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la conciencia pura de la montaña...
A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna...
Aúllan a los diablos los perros del convento.



Evaristo Carriego

A doña Sylla Silva de Más y Pi

-- de Evaristo Carriego --

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,
le resultasen ásperos sus rendidos saludos,
y quieres blandos ritmos de credos idealistas,
aguarda delicados poetas modernistas
que alabarán en oro tus posibles desdenes,
coronando de antorchas tus olímpicas sienes,
devotos de la blanca lis de tu aristocracia,
con que ilustro los rojos claveles de mi audacia;
o espera, seductora, decadentes orfebres
que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:
yo, trabajo el acero de temples soberanos:
los sonantes cristales se rompen en mis manos.

Palmera brasileña, que al caminante herido
ofrendaras tus dátiles de Pasión y de Olvido,



Evaristo Carriego

Si de estas cuerdas mías

-- de Evaristo Carriego --

A Doña Sylla da Silva

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,
te resultan en ásperos sus rendidos saludos,
y quieres blandos ritmos de credos idealistas,
aguarda delicados poetas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,
coronando de antorchas tus olímpicas sienes,
devotos de la blanca lis de tu aristocracia,
con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

o espera, seductora, decadentes orfebres
que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:
trabajo el acero de temples soberanos:
los sonantes cristales se rompen en mis manos.



José Martí

mis versos van revueltos...

-- de José Martí --

Mis versos van revueltos y encendidos
como mi corazón: bien es que corra
manso el arroyo que en fácil llano
entre céspedes frescos se desliza:
¡ay! ; pero el agua que del monte viene
arrebatada; que por hondas breñas
baja, que la destrozan; que en sedientos
pedregales tropieza, y entre rudos
troncos salta en quebrados borbotones,
¿cómo, despedazada, podrá luego
cual lebrel de salón, jugar sumisa
en el jardín podado con las flores,
o en pecera de oro ondear alegre
para querer de damas olorosas?
inundará el palacio perfumado,
como profanación: se entrará fiera
por los joyantes gabinetes, donde
los bardos, lindos como abates, hilan
tiernas quintillas y rimas dulces
con aguja de plata en blanca seda.
Y sobre sus divanes espantadas
las señoras, los pies de media suave
recogerán, en tanto el agua rota,
falsa, como todo lo que expira,
besa humilde el chapín abandonado,
y en bruscos saltos destemplada muere!



Rubén Darío

cantos de vida y esperanza x

-- de Rubén Darío --

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo este.
¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?
se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, señor jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
Lt;lt;lt;
gt;gt;gt;



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba