Buscar Poemas con Rosa


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Se han encontrado 92 poemas con la palabra rosa

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Dulce María Loynaz

rosa

-- de Dulce María Loynaz --

Hueles a rosa y se te abre en rosa
toda el alma rosada:
¿de qué rosal celeste desprendida
viniste a rozar, rosa, mi alma?
rosa, lento rosario de perfumes...
Rosa tú eres... Y una rosa larga
que durara mañana y después de
mañana...

Poema rosa de Dulce María Loynaz con fondo de libro

Meira Delmar

soneto a la rosa

-- de Meira Delmar --

En las manos del alba vi la rosa.
Huía de sí misma perseguida
por su propia hermosura repetida
en pétalos y en rosa jubilosa.
Con un alto vaivén de mariposa
la rosa, ya en el aire, detenida
quedaba entre la luz, estremecida
de aromas y de fuga luminosa.
Inmóvil sobre el viento desvelado
en rosa de vitral se convertía
la rosa del temblor atormentado.
El día la tocaba. Y era el día
en torno de la rosa, desalado
arroyo de insistente melodía.
!--Img

Poema soneto a la rosa de Meira Delmar con fondo de libro

Miguel Unamuno

La luna y la rosa

-- de Miguel Unamuno --

En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
y el aroma de la noche
le henchía -sedienta boca-
el paladar del espíritu,
que adurmiendo su congoja
se abría al cielo nocturno
de Dios y su Madre toda...

Toda cabellos tranquilos,
la Luna, tranquila y sola,
acariciaba a la Tierra
con sus cabellos de rosa
silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
exhalaba sus entrañas
fundidas de amor, su aroma ...

Entre las zarzas, su nido,
era otra luna la rosa,
toda cabellos cuajados
en la cuna, su corola;
las cabelleras mejidas
de la Luna y de la rosa
y en el crisol de la noche
fundidas en una sola...

En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
mientras la rosa se daba
a la Luna, quieta y sola.

Poema La luna y la rosa de Miguel Unamuno con fondo de libro

Dulce María Loynaz

tierra cansada

-- de Dulce María Loynaz --

La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar semillas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...

La mariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de miel...

Ya no son las frutas
tan dulces como eran otras...
Las canas enjutas hacen
azúcar flojo... Y la poca
uva, vino que no alegra...
La rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de la raíz a las hojas,
la tierra se va cansando.
(Rosa, rosita de aromas...,
La de la virgen de mayo,
la de mi blanca corona...
¿Que viento la deshojo?)
¡me duele el alma de sola!...

(La virgen se qued6 arriba
toda cubierta de rosas...)

¡No me esperes si me esperas,
rosa mas linda que todas!...

La tierra se va cansando...
El corazón quiere sombra...



Nicolás Guillén

rosa tú melancolía

-- de Nicolás Guillén --

El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
va el campo humedeciendo,
y el día es como un niño
que despierta en el cielo,
rosa tú, melancólica,
ojos de sombra llenos,
desde mi estrecha sábana
toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
ardió con su alto fuego,
cuando la tarde cae
del ocaso deshecho,
yo en mi lejana mesa
tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
de ardoroso silencio,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo,
dorada, viva y húmeda,
bajando vas del techo,
tomas mi mano fría
y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
pero siempre te veo
clavada allí, clavando
tu mirada en mi pecho,
larga mirada fija,
como un puñal de sueño.



Roberto Juarroz

una rosa en el florero

-- de Roberto Juarroz --

Una rosa en el florero,
otra rosa en el cuadro
y otra más todavía en mi pensamiento.
¿Cómo hacer un ramo
con esas tres rosas?
¿o cómo hacer una sola rosa
con las tres?
una rosa en la vida.
Otra rosa en la muerte.
Y otra más todavía.



José Ángel Buesa

la dama de la rosa

-- de José Ángel Buesa --

Los que vieron la dama luciendo aquella rosa
que era como el fragante cóagulo de una llama,
no supieron decirme cuál era más hermosa:
si la rosa o la dama.
Los que vieron la dama llevar la flor aquella,
como un broche de fuego sobre su piel sedosa,
no supieron decirme cual era la más bella:
si la dama o la rosa.
Cuando pasó la dama, fue un perfume su huella.
Nadie supo decirme si fue la flor, o ella,
la que dejó la noche perfumada.
Y yo, yo, que la tuve desnuda sobre el lecho,
yo, que corté la rosa para adornar su pecho,
tampoco dije nada.



Federico García Lorca

Casida de la rosa

-- de Federico García Lorca --

La rosa
no buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo
¡buscaba otra cosa!



Jorge Luis Borges

una rosa y milton

-- de Jorge Luis Borges --

De las generaciones de las rosas
que en el fondo del tiempo se han perdido
quiero que una se salve del olvido,
una sin marca o signo entre las cosas
que fueron. El destino me depara
este don de nombrar por vez primera
esa flor silenciosa, la postrera
rosa que milton acercó a su cara,
sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
o blanca rosa de un jardín borrado,
deja mágicamente tu pasado
inmemorial y en este verso brilla,
oro, sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.



Juan Bautista Aguirre

A una rosa (Aguirre)

-- de Juan Bautista Aguirre --

En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuanto en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz altiva.

De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.

Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor, que si autoriza,
aniquila también el sol, ¡oh rosas!

Naced y vivir lentas; no en la prisa
os confundáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.

II

De púrpura vestida ha madrugado
con presunción de sol la rosa bella,
siendo sólo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.

Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella,
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
que golfo de la luz inundó al prado.

¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;

y escarmienta la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.



Tirso de Molina

Que el clavel y la rosa

-- de Tirso de Molina --

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?

El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;
el jazmín de honesto olor,
la azucena religiosa,
¿Cuál es la más hermosa?

La violeta enamorada,
la retama encaramada,
la madreselva mezclada,
la flor de lino celosa.
¿Cuál es la más hermosa?

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?



Vicente Gallego

alguien trajo una rosa

-- de Vicente Gallego --

A carlos aleixandre
alguien trajo una rosa
hace ya algunos días, y con ella
trajo también algo de luz;
yo la puse en un vaso y poco a poco
se ha apagado la luz y se apagó la rosa.
Y ahora miro esa flor
igual que la miraron los poetas barrocos,
cifrando una metáfora en su destino breve:
tomé la vida por un vaso
que había que beber
y había que llenar al mismo tiempo,
guardando provisión para días oscuros;
y si ese vaso fue la vida,
fue la rosa mi empeño para el vaso.
Y he buscado en la sombra de esta tarde
esa luz de aquel día, y en el polvo
que es ahora la flor, su antiguo aroma,
y en la sombra y el polvo ya no estaba
la sombra de la mano que la trajo.
Y hoy veo que la dicha, y que la luz,
y todas esas cosas que quisiéramos
conservar en el vaso,
son igual que las rosas: han sabido los días
traerme algunas, pero
¿qué quedó de esas rosas en mi vida
o en el fondo del vaso?



Juan Ramón Jiménez

la única rosa

-- de Juan Ramón Jiménez --

Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.
Juan ramón jiménez



Delmira Agustini

El surtidor de oro

-- de Delmira Agustini --

Vibre, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
de las espumas armoniosoas surja
vivo, supremo, misterioso, eterno,
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos;
debe ser vivo a fuerza de soñado,
que sangre y alma se me va en los sueños;
ha de nacer a deslumbrar la Vida,
¡y ha de ser ser un dios nuevo!
Las culebras azules en sus venas
se nutren del milagro en mi cerebro...
Selle, mi musa, el sutidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos,
arraigando las uñas extrahumanas
en mi carne, solloza en mis ensueños:
-Yo no quiero más vida que tu vida,
son en ti los supremos elementos;
¡déjame bajo el cielo de tu alma,
en la cálida tierra de tu cuerpo!-
-¡Selle, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos!



Dulce María Loynaz

el niño quiere jugar...

-- de Dulce María Loynaz --

Para que el niño de los ojos mansos juegue
arranqué del jardín mis rosas blancas.
Y mis rosas rojas...

Para que juegue con sus hojas
el niño de los ojos mansos
-obscuros remansos
donde el alma sueña
que se ve otra vez
diáfana y risueña...-

Para que juegue el niño
de cuello de encaje, de capa de armiño...
Como todos los niños
que se ven en los cuadros:
¡inocente y cruel como todos los niños !...

En esta mañana de luz y fragancia
corté para el juego del niño que amo
las más frescas rosas, las rosas de francia.
Para que el niño juegue, las rosas mas blancas...
- ¡Última blancura! -:
la rosa más pura.

Para que juegue el niño
en esta brillante mañana olorosa,
la rosa más roja...

(¡Aun tengo sangre para teñir una rosa!...)



Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y azucena

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Mario Benedetti

el soneto de rigor

-- de Mario Benedetti --

Las rosas están insoportables en el florero
jaime sabines
tal vez haya un rigor para encontrarte
el corazón de rosa rigurosa
ya que hablando en rigor no es poca cosa
que tu rigor de rosa no te harte.
Rosa que estás aquí o en cualquier parte
con tu rigor de pétalos, qué sosa
es tu fórmula intacta, tan hermosa
que ya es de rigor desprestigiarte.
Así que abandonándote en tus ramos
o dejándote al borde del camino
aplicarte el rigor es lo mejor.
Y el rigor no permite que te hagamos
liras ni odas cual floreros, sino



Meira Delmar

la hoguera

-- de Meira Delmar --

Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.
Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.
Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.
Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.
!--Img



Juan Ramón Jiménez

sol y rosa

-- de Juan Ramón Jiménez --

Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).
Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡triste sol con la mujer!



Evaristo Ribera Chevremont

canción en blanco y en rosa

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Mujer blanca, mujer rosa.

Se me acerca o se va lejos.
Por virtud maravillosa,
se me vuelve mariposa
en un mundo de reflejos.

Mujer blanca, mujer rosa.

Se me acerca o se va lejos.
Incendiándose, se endiosa
en la luna misteriosa
del país de los espejos.



Federico García Lorca

Muerte

-- de Federico García Lorca --

¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!
Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!
Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!
Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
Y los puñales dimínutos,
¡qué luna sin establos, qué desnudos,
piel eterna y rubor, andan buscando!
Y yo, por los aleros,
¡qué serafín de llamas busco y soy!
Pero el arco de yeso,
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!,
sin esfuerzo.



José Martí

cultivo una rosa blanca

-- de José Martí --

xxxix
cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni oruga cultivo:
cultivo la rosa blanca.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de alejandría

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Docta en los secretos de la abracadabra,
dispersó en el aire, tus letras, mi mano,
y al caer, formóse aquella palabra,
cifra de tu enigma y luz de tu arcano.

¿Por qué ley se juntan en nueva escritura
los signos dispersos? ¿qué azar hizo el juego?
¿qué ciencia de magos alzó la figura
y leyó el enigma? sierpe, rosa, fuego.

¡Sierpe! ¡rosa! ¡fuego! tal es tu armonía:
gracia de tres formas es tu gracia inquieta,
tu esencia de monstruo en la alegoría

se descubre. Antonio el anacoreta
huyó de tu sombra por alejandría.
¡Antonio era santo! ¿si fuese poeta?...



Ramón María del Valle Inclán

rosa panida

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡cómo me hablaste en las rosas
cuando rosas segó mi hoz,
voz de las cosas,
lejana voz!

¡cuántas victorias me contaste,
con cuántas divinas batallas
mi alma alumbraste,
voz que callas!

¡cómo encendiste mis deseos,
cómo me hablaste del placer
con tus trofeos
de mujer!

¡verso dorado y pitagórico
como el verso que dice el mar!
¡verso eufórico!
¡verso solar!

¡rosa! ¡divina flor del rito
de amar, cantar y adormecer!
¡amor en grito!
¡boca de mujer!

flor tu enigma reminiscente
pasa el recuerdo venusino
del beso ardiente
como el vino.

Rosa ungida, ¿por qué no exuda
la carne que amamos, tu olor,
cuando es desnuda
para el amor?



Ramón María del Valle Inclán

rosa métrica

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡número celeste! ¡geometría dorada!
¡verso pitagórico! ¡clave de cristal!
¡canto de divina boca en llamarada!
¡verso del ardiente pentáculo astral!

las pomas dcl seno diana cinegética
timbra con tu ardiente alusión carnal,
divina promesa que enciende la estética
del fauno, rugiente de furia nupcial.

Con feliz congoja, con mítico insulto
panida, arrebatas mi sangre en tumulto,
áurea solfa del dorado facistol.

Rosa alejandrina, tu sentido oculto
promueve los ritmos heroicos del culto
apolíneo. ¡Rosa métrica del sol!



Ricardo Jaimes Freyre

lo fugaz

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.



Ricardo Jaimes Freyre

entre la fronda

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el deseo con su mirada impura;
en el lago profundo de sus ojos reposa
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno
de escopas o de fidias, que sorprende en un signo,
una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,
junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura.



Adelardo López de Ayala

La rosa de la aldeana

-- de Adelardo López de Ayala --

Donosa aldeana
de negro cabello,
de rostro más bello
que fresca mañana:
detente; te llamo
temblando de amor;
desata ese ramo
y dame una flor.

Marchito y sin vida
tu ramo, aldeana,
acaso mañana
ninguno lo pida;
mas hoy que lo pinta
la luz del amor,
desata esa cinta
y dame una flor.

No llores, amada,
no muestres despecho;
que llevo en el pecho
tu imagen grabada.
¡Dichosa mañana!
¡Dichoso mi amor!
Me dio la aldeana
la rosa mejor.



Alberto Lista

Regalo a una nueva esposa

-- de Alberto Lista --

Esta que aun lleva la encarnada espina,
gloria de su vergel, purpúrea rosa,
y esta blanca azucena y olorosa
bañada de la lluvia matutina.

Un pastorcillo a tu beldad divina
ofrece, pobre don a nueva esposa;
y no mal te dispone, Lesbia hermosa,
cuando a adornar tu seno las destina.

Del virgíneo carmín la rosa llena
retrata tu candor, y en sus albores
tu casta fe la cándida azucena;

y ese mirto que enlaza las dos flores
en felices esposos la cadena
con que os ensalza el Dios de los amores.



Alejandro Sux

Feliz tú, hermano mío

-- de Alejandro Sux --

Al espíritu fraternal de Arturo Borja

Poeta, hermano mío,
que como yo sufriste,
el frío del vacío
y la grandeza triste
de saberte una nube en prisión de rocío;

tu buen hermano en lira,
en rosa, azul y luna
que inspira la mentira
de la verde laguna,
sabe envidiar tu suerte porque tu suerte admira.

Lloro tu vida breve
por lo que dado hubieras,
pero la leve nieve
de tus quimeras
en nube se transforma y desde lo alto llueve.

Poeta, hermano mío,
ya no estarás más triste,
ni el frío del vacío
sentirás que sentiste...
Ya no eres una nube encerrada en rocío;
después de que partiste
tu lluvia se hizo un río
que da savia a tu rosa y a tu bulbul alpiste...
¡Feliz tú, hermano mío!



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Ignacio María de Acosta

Nace fragante

-- de Ignacio María de Acosta --

Nace fragante, delicada, hermosa,
rica en colores, tímida y galana,
entre perlas que riega la mañana
en verde tallo la encendida rosa.

El aura la acaricia voluptuosa;
en agradarla el colibrí se afana;
y la rosa gentil de la sabana
es el hechizo y la adorada diosa.

Pero si envuelto en polvoroso aliento
con torpe labio y bárbara inclemencia
besa la flor el huracán violento,

entonces mustia, sin color ni esencia
muere infeliz, cual muere en un momento
al contacto del vicio la inocencia.



Jacinto de Salas y Quiroga

El ingrato (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

(Música de Romagnesi.)

Ese ingrato que tanto quieres
imita al fin tu ligereza;
él te abandona, y tú prefieres
su veleidad a mi firmeza.
¡Ay! El que te hace así penar
no merece, no, tu ternura;
a mí, que adoro tu hermosura,
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Amable Rosa, ¿por qué lloras?
Ese cruel que te entristece,
al ver cuan firme tú le adoras,
de ti se ríe y se envanece.
¡Ah! Más valiera despreciar
al que tus penas ha causado;
yo nunca olvido lo pasado;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Si largo tiempo en mi dolor
tu alevosía he repetido;
si fuiste ingrata con mi amor,
padeces ya... Todo lo olvido.
Bella Rosa, vuelve a tomar
mi corazón y mi fortuna;
deja el rubor... Amor nos una;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.



Jaime Torres Bodet

en abril. ambición

-- de Jaime Torres Bodet --

Tuve una novia... ¡Me parece que fue en abril!
ricardo arenales
i
dame, señor, la fuerza de un pétalo de rosa
capaz de sostener el perfume de un bosque...
Ii
nada más, poesía:
la más alta clemencia
está en la flor sombría
que da toda su esencia.
No busques otra cosa.
Corta, abrevia, resume,
¡no quieras que la rosa
dé más que su perfume!



Jorge Guillén

los nombres

-- de Jorge Guillén --

Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? nombres.
Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del instante, tan ágil
que en llegando a su meta
corre a imponer después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
pero quedan los nombres.



Jorge Luis Borges

el ingenuo

-- de Jorge Luis Borges --

Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas
capaces de torcer la más terca fortuna;
hay pisadas humanas que han medido la luna
y el insomnio devasta los años y las millas.
En el azul acechan públicas pesadillas
que entenebran el día. No hay en el orbe una
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna.
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.
Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,
me asombra que del griego la eleática saeta
instantánea no alcance la inalcanzable meta,
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,
y que la rosa tenga el olor de la rosa.



César Vallejo

Trilce: XLII

-- de César Vallejo --

Esperaos. Ya os voy a narrar
todo. Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza. Esperaos.

¿Dónde os habéis dejado vosotros
que no hacéis falta jamás?

Nadie hace falta! Muy bien.

Rosa, entra del último piso.
Estoy niño. Y otra vez rosa:
ni sabes a dónde voy.

¿Aspa la estrella de la muerte?
O son extrañas máquinas cosedoras
dentro del costado izquierdo.
Esperaos otro momento.

No nos ha visto nadie. Pura
búscate el talle.
¡A dónde se han saltado tus ojos!

Penetra reencarnada en los salones
de ponentino cristal. Suena
música exacta casi lástima.

Me siento mejor. Sin fiebre, y ferviente.
Primavera. Perú. Abro los ojos.
Ave! No salgas. Dios, como si sospechase
algún flujo sin reflujo ay.

Paletada facial, resbala el telón
cabe las conchas.
Acrisis. Tilia, acuéstate.



César Vallejo

esperaos. ya os voy a narrar

-- de César Vallejo --

xlii
esperaos. Ya os voy a narrar
todo. Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza. Esperaos.
¿Dónde os habéis dejado vosotros
que no hacéis falta jamás?
nadie hace falta! muy bien.
Rosa, entra del último piso.
Estoy niño. Y otra vez rosa:
ni sabes a dónde voy.
¿Aspa la estrella de la muerte?
o son extrañas máquinas cosedoras
dentro del costado izquierdo.
Esperaos otro momento.
No nos ha visto nadie. Pura
búscate el talle.
¡A dónde se han saltado tus ojos!
penetra reencarnada en los salones
de ponentino cristal. Suena
música exacta casi lástima.
Me siento mejor. Sin fiebre, y ferviente.
Primavera. Perú. Abro los ojos.
Ave! no salgas. Dios, como si sospechase
algún flujo sin reflujo ay.
Paletada facial, resbala el telón
cabe las conchas.
Acrisis. Tilia, acuéstate.



César Vallejo

verano

-- de César Vallejo --

Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
Verano! y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores, verano! en aquel surco
muere una rosa que renace mucho...



Delmira Agustini

Por tu musa

-- de Delmira Agustini --

Cuando derrama en los hombros puros
de tu musa la túnica de nieve,
yo concentro mis pétalos oscuros
y soy el lirio de alabastro leve.

Para tu musa en rosa, me abro en rosa;
mi corazón es miel, perfume y fuego,
y vivo y muero de una sed gloriosa:
tu sangre viva debe ser mi riego.

Cuando velada con un tul de luna
bebe calma y azur en la laguna,
yo soy el cisne que soñando vuela;

y si en luto magnífico la vistes
para vagar por los senderos tristes,
soy la luz o la sombra de una estela.



Enrique González Martínez

¿te acueras de la tarde...

-- de Enrique González Martínez --

¿te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal? . . .
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .

Mis ojos eran hechos para formas sensibles;
me embriagaba la línea, adoraba el color;
apartaba mi espíritu de sueños imposibles,
desdeñaba las sombras enemigas del sol.

Del jardín me atraían el jazmín y la rosa
(la sangre de la rosa, la nieve del jazmín)
sin saber que a mi lado pasaba temblorosa,
hablándome en secreto, el alma del jardín.

Halagaban mi oído las voces de las aves,
la balada del viento, el canto del pastor,
y yo formaba coro con las notas suaves,
y enmudecían ellas y enmudecía yo. . .

Jamás seguir lograba el fugitivo rastro
de lo que ya no existe, de lo que ya se fue. . .
Al fenecer la nota, al apagarse el astro,
¡oh sombras, oh silencio, dormitabais también!

¿te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal?
yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .



Arturo Borja

C. Chaminade

-- de Arturo Borja --

Una tela de araña temblorosa
bajo el pálido beso de la luna.
Una rosa otoñal, un lirio, una
rosa que se deshoja silenciosa.

La queja apasionada y dolorosa
de Pierrot que suplica. La importuna
serenata fatal que la Fortuna
va cantando fugaz y veleidosa.

Ronda armoniosa de mujeres. Ronda
acariciante y apacible bajo
el arábigo encaje de la fronda.



Arturo Borja

En el blanco cementerio

-- de Arturo Borja --

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste

Tu voz fina y temblorosa
se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente

Íbamos por la avenida
llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban
como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,
y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;
tuviste miedo y llorando
yo te dije:– Estoy muriendo
porque tú me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.



Arturo Borja

Rosa lírica

-- de Arturo Borja --

Prenda sobre tu seno esta rosada rosa,
ebria de brisa y ebria de caricia de sol;
para que su alma entera se deshoje amorosa
sobre la roja y virgen flor de tu corazón.

Tu hermana Primavera cante un aria gloriosa
ensalzando tus quince años en flor;
y las Hadas, en coro, celebren la armoniosa
gracia de tu mirada de luz y de fulgor.

Que el Ideal te guíe por todos tus caminos,
él, a su vez, guiado por tus ojos divinos
y que anide por siempre en tu alma el amor.

Para que sea tu vida bella como la rosa
rosada y perfumada que se muere amorosa
sobre la roja y virgen flor de tu corazón.



Julián del Casal

el anhelo de una rosa

-- de Julián del Casal --

A manuel de la cruz
yo era la rosa que, en el prado ameno,
abrí mi cáliz de encendida grana,
donde vertió sus perlas la mañana,
como en un cofre de perfumes lleno.
Del lago azul en el cristal sereno
vi mi corola retratarse ufana,
como ante fina luna veneciana
ve una hermosura su marmóreo seno.
Teniendo que morir, porque el destino
hizo que breve mi existencia fuera,
arrojándome al polvo del camino;
anhelo estar en mi hora postrimera,
prendida en algún seno alabastrino
o en los rizos de oscura cabellera.



Octavio Paz

viento

-- de Octavio Paz --

Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.



Pablo Neruda

poema 8 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Abeja blanca zumbas ebria de miel en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
he aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!



Pablo Neruda

en ti la tierra

-- de Pablo Neruda --

Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.



Pablo Neruda

dime, la rosa está desnuda

-- de Pablo Neruda --

Dime, la rosa está desnuda
o sólo tiene ese vestido?
por qué los árboles esconden
el esplendor de sus raíces?
quién oye los remordimientos
del automóvil criminal?
hay algo más triste en el mundo
que un tren inmóvil en la lluvia?



Pedro Calderón de la Barca

Imagen de María inmaculada

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Pensad con su Hijo en brazos a María
que en un trono de nubes se sentaba,
cuyo Alba y cuyo Sol a un tiempo daba
luz a la noche, oscuridad al día.

Temor y amor, grave y hermosa, unía
con ojos de paloma que miraba,
y su madeja el corazón postraba
con un solo cabello que le hería.

De esta idea, formad la bella copia,
flor a flor, rosa a rosa, estrella a estrella,
que aunque de original siempre se copia,

hoy sin original habéis de hacella;
que mal podrá salir la imagen propia
de Original que nunca cupo en ella.



Pedro Salinas

fe mía

-- de Pedro Salinas --

Fe mía
no me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.



José Zorrilla

Lectura del cuento de las flores

-- de José Zorrilla --

Episodio de la mía
es la historia de una rosa,
tan punzante como hermosa;
una Rosa a quien yo amé.
En mi huerto se abrió un día;
de mi huerto la arrancaron,
a la corte la llevaron,
y tras ella mi alma fué.

De una reina al pie del trono
la pusieron, y aromaba
el palacio donde estaba
como un búcaro oriental;
a la corte daba tono
y adorada era en la corte:
era la luz, era el norte,
el encanto universal.

No había noble mancebo
ni millonario hacendista
que a la suprema conquista
no aspirara de su amor.
No salía un libro nuevo
que su nombre no llevara,
ni un poeta que cantara
ni otra mujer ni otra flor.

Yo era pobre, mas mi acento
que melódico y canoro
encerraba en sí un tesoro
de armonía y de pasión,
una noche fió al viento
esta amante serenata,
que al oído de mi ingrata
penetró por un balcón.



José Ángel Buesa

con la simple palabra

-- de José Ángel Buesa --

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.
Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.
Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.
Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.
Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás.



José Ángel Buesa

poema final por nosotros

-- de José Ángel Buesa --

Está bien, vas con otro, y me apeno y sonrío,
pues recuerdo las noches que temblaste en mi mano,
como tiembla en la hoja la humedad del rocío,
o el fulgor de la estrella que desciende al pantano.
Te perdono, y es poco. Te perdono, y es todo,
yo que amaba tus formas, más amaba tu amor,
y empezó siendo rosa lo que luego fue lodo,
a pesar del perfume y a pesar del color.
Hoy prefiero mil veces sonreír aunque pierda,
mientras pierda tan solo el derecho a tu abrazo,
y no ser el que olvida, mientras él quien recuerda,
y tú bajes el rostro y él lo vuelva si paso.
Quien te lleva no sabe que pasó mi tormento,
y me apena su modo de aferrarse a lo vano,
él se aferra a la rosa, pero olvida que el viento,
todavía dirige su perfume a mi mano.
Y por ser quien conozco tus angustias y anhelos,
te perdono si pasas y si no me saludas,
pues prefiero el orgullo de perderte con celos,
a la angustia que él siente de tenerte con dudas.
Y mañana quien sabe, no sabré si fue rubia,
si canela, o si blanca la humedad de esta pena,
y quizás te recuerde si me adentro en la lluvia,
o tal vez me dé risa si acaricio la arena.



Gabriela Mistral

riqueza

-- de Gabriela Mistral --

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída;
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
como el doble contorno
de dos frutas mellizas
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Salvador Díaz Mirón

En el álbum de la señorita Ana Markoe

-- de Salvador Díaz Mirón --

Espléndida rosa de mágico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.

Dejé mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un árbol dejé mi rabel;
tendí en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.

Es flor de los cielos la pálida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,
es flor del recuerdo mi dulce querella,
es flor que se muere si en tu alma no está.



Antonio-Plaza-Llamas

amor

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

¿por qué si tus ojos miro
me miras tú con enojos,
cuando por ellos deliro,
y a la luz del cielo admiro
en el éter de tus ojos?

cansado de padecer
y cansado de cansarte,
y queriendo sin querer,
finjo amor a otra mujer
con la ilusión de olvidarte.

No es mi estrella tan odiosa:
que en fugaces amoríos,
como ave de rosa en rosa
yo voy de hermosa en hermosa
y no lamento desvíos;

pero el favor de las bellas
irrita mas la pasión
que ardiente busca tus huellas,
y al ir mis ojos tras ellas
vuela a ti mi corazón.

Asi un proscrito tenía
goces en extraño suelo
y volvió a su patria un día
por mirar en su agonía
la linda luz de su cielo.

De ti proscrito y dejando
las rosas por tus abrojos,
vuelvo a tus pies suspirando,
por mirar agonizando
la linda luz de tus ojos.



Antonio Ros de Olano

Eva (Antonio Ros de Olano)

-- de Antonio Ros de Olano --

Era, el Edén: la Creación, naciente,
tipos aislados del Autor divino,
y el Arte vislumbraba su destino
en la forma inicial de la serpiente.

Abrió la rosa al margen de la fuente:
mujer desnuda, en plácido camino,
llegó a mirarse el rostro peregrino
al limpio espejo de agua transparente.

Entonces fue la femenil flaqueza;
primera envidia, en donde al Arte cupo
enmendar la infantil naturaleza.

Eva la flor en su cabello supo
prender, y fueron de la ideal belleza
la mujer y la rosa el primer grupo.



Anónimo

¿Dónde vas Alfonso XII?

-- de Anónimo --

¿Dónde vas, Alfonso XII,
dónde vas triste de tí?
Voy en busca de Mercedes
que hace tiempo no la ví.

Ya Mercedes está muerta,
muerta está, que yo la ví,
cuatro duques la llevaban
por las calles de Madrid.

Su carita era de cera
y sus manos, de marfil,
y el velo que la cubría,
de color carmesí.

Sandalias bordadas de oro
llevaba en sus lindos pies,
que se las bordó la infanta,
la infanta doña Isabel.

El manto que la envolvía
era rico terciopelo
y en letras de oro decía:
«Ha muerto cara de cielo».

Los caballos de Palacio
ya no quieren pasear,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.

Los faroles de las calles
con gasas negras están,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.

Ya murió la flor de Mayo,
ya murió la flor de Abril,
ya murió la blanca rosa,
rosa de todo Madrid.



Manuel Reina

El insecto y la estrella

-- de Manuel Reina --

Mirad aquel insecto
de transparentes alas
en los brillantes pétalos posado
de aquella rosa blanca.

El cielo contemplando
las largas noches pasa,
fija la vista en la hermosura y brillo
de cierta estrella pálida.

¡Amor de un pobre insecto!
¡amor sin esperanza!
la estrella no lo mira, es insensible;
las estrellas no aman.

En la nevada rosa
se ven, por las mañanas,
mil gotas cristalinas que parecen
abrasadoras lágrimas.



Rosalía de Castro

Viéndome perseguido por la alondra

-- de Rosalía de Castro --

Viéndome perseguido por la alondra
Que en su rápido vuelo
Arrebatarme quiso en su piquillo
Para dar alimento a sus polluelos,

Yo, diminuto insecto de alas de oro,
Refugio hallé en el cáliz de una rosa,
Y allí viví dichoso desde el alba
Hasta la nueva aurora.

Mas aunque era tan fresca y perfumada
La rosa, como yo no encontró abrigo
Contra el viento, que alzándose en el bosque
Arrastróla en revuelto torbellino.

Y rodamos los dos en fango envueltos
Para ya nunca levantarse ella,
Y yo para llorar eternamente
Mi amor primero y mi ilusión postrera.



Medardo Ángel Silva

Danza oriental

-- de Medardo Ángel Silva --

Danza la danza caprichosa...
(¿Tórtola...?) ¿Salomé...?
Y tras el fino velo rosa
sonríe Astarté.

En el crepúsculo amatista
llena la gracia del jardín
Bablbul saluda la imprevista
danza... ¡Salve Mahanaím...!

Panderos y timbalería.
Kaleidoscopio es el pie
rosa vibrante de harmonía
(Tórtola y Samolé).

Es Occidente y es el Asia,
pálida y desnuda,
si bien se mira esa su gracia
es un don de Buda.

Acompaña a sus deliciosas
maneras rituales,
un desplegar de alas fastuosas,
de pavos reales.

Como a compás de una rapsodia
mueve las túnicas brillantes;
son su custodia
ceremoniosos elefantes.

Junta a los graves ademanes
burla de los labios;
y saben más que los brahamanes
esos labios sabios.

Hipnotizados la ven los
siete vicios —siete leopardos—
Y, en cada mano, mueren dos
sedientos nardos.



Medardo Ángel Silva

Votos

-- de Medardo Ángel Silva --

Al verte, sin pensar, se dice ¡Ave María...!
Y pues es tuyo el reino de la estrella y la rosa
y está en tu corazón la sacra Poesía
por gracia de una antigua virtud maravillosa;

que suenen tiorbas y arpas; y Psalmo y Letanía
se digan en tu elogio; que la lira y la rosa
y el ciego ruiseñor, al expirar el día,
unánimes saluden tu aparición gloriosa.

Que con voz auroral de fuente diamantina,
y con luz vesperal de estrella cristalina
y con apasionada voz de brisas y mares.

Cielo y Tierra consagren tu venusino imperio...
¡O sonaré en tu gloria mi místico salterio
en otro salomónico Cantar de los Cantares!



Meira Delmar

la ausencia

-- de Meira Delmar --

Se me perdió tu huella.
Un viento
huracanado y frío la borró del sendero,
dejándome los pasos
sin rumbo alguno ahora,
sin saber hacia dónde
orientar el destino.
En torno de esta inmensa
soledad gira y gira
el desmedido anillo
del horizonte en vano.
Me llaman los caminos
pero no los encuentro:
tu voz, mi rosa náutica,
mi rosa de los vientos,
se me apagó en la noche.
!--Img



Meira Delmar

ausencia de la rosa

-- de Meira Delmar --

Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nombre, amor,
la llamaría
el corazón.
Nada queda en el sitio
de su perfume. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiempo.
Sólo yo sé que si la mano
deslizo por el aire, todavía
me hieren sus espinas.
!--Img



Juan Ramón Jiménez

primavera

-- de Juan Ramón Jiménez --

Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera;
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
mi corazón recojerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...



Juan Ramón Jiménez

juego (el día y robert browning)

-- de Juan Ramón Jiménez --

(el día y robert browning)
el chamariz en el chopo
¿y qué más?
el chopo en el cielo azul
¿y qué más?
el cielo azul en el agua
¿y qué más?
el agua en la hojita nueva
¿y qué más?
la hojita nueva en la rosa
¿y qué más?
la rosa en mi corazón
¿y qué más?
¡mi corazón en el tuyo!



Juan Ramón Jiménez

el día bello

-- de Juan Ramón Jiménez --

Y en todo desnuda tú.
He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.
Y en todo desnuda tú.
Desnuda en la noche azul,
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.
Y en todo desnuda tú.



Juan Ramón Jiménez

cancioncillas espirituales rosa

-- de Juan Ramón Jiménez --

rosa
sólo eres tú
(aquella tú)
cuando me hieres.
Juan ramón jiménez



Juan Ramón Jiménez

rosa, niña

-- de Juan Ramón Jiménez --

Todo el otoño, rosa,
es esa sola hoja tuya
que cae.
Niña, todo el dolor
es esa sola gota tuya
de sangre.



La blanca nieve y la purpúrea rosa

-- de Francisco de la Torre --

La blanca nieve y la purpúrea rosa,
que no acaba su ser calor ni invierno,
el sol de aquellos ojos, puro, eterno,
donde el amor como en su ser reposa;

la belleza y la gracia milagrosa
que descubren del alma el bien interno,
la hermosura donde yo discierno
que está escondida más divina cosa;

los lazos de oro donde estoy atado,
el cielo puro donde tengo el mío,
la luz divina que me tiene ciego;

el sosiego que loco me ha tornado,
el fuego ardiente que me tiene frío,
yesca me han hecho de invisible fuego.



Francisco Sosa Escalante

Apariencia engañosa

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ah! no es la tuya, Rosa, la alegría
Que inunda al alma con su amor dichosa:
Es la máscara no más con que afanosa
Ocultas la tenaz melancolía.

Como la luz al espirar el día
Es la luz de tus ojos, misteriosa,
Y hasta el acento de tu voz, ¡oh Rosa!
El dejo tiene de tristeza impía.

El beso de tus labios no es el beso
Que al sueño dulce del amor provoca;
La frente quema donde fuera impreso.

En vano buscas anhelante y loca
La dicha, del festin en el exceso:
La muerte allí tu corazon invoca.



José Gautier Benítez

como tú quieras

-- de José Gautier Benítez --

Bajo el sol tropical de las antillas
marchítase la flor;
como ella palidecen tus mejillas
al fuego del amor.

Mas la pálida rosa, vida mía,
la reina es del pensil,
y la besan, temblando de alegría,
las auras del abril.

Sé, en buen hora, la rosa que fragante
al aura da su olor,
y yo seré... La brisa susurrante,
la brisa del amor.



José Hierro

como la rosa: nunca con las piedras, con el viento... (1950)

-- de José Hierro --

Como la rosa: nunca
te empañe un pensamiento.
No es para ti la vida
que te nace de dentro.
Hermosura que tenga
su ayer en su momento.
Que en sólo tu apariencia
se guarde tu secreto.
Pasados no te brinden
su inquietante misterio.
Recuerdos no te nublen
el cristal de tus sueños.
Cómo puede ser bella
flor que tiene recuerdos.



José Martí

cuando me vino el honor

-- de José Martí --

xli
cuando me vino el honor
de la tierra generosa,
no pensé en blanca ni en rosa
ni en lo grande del favor.
Pensé en el pobre artillero
que está en la tumba, callado:
pensé en mi padre, el soldado:
pensé en mi padre, el obrero.
Cuando llegó la pomposa
carta, en su noble cubierta,
pensé en la tumba desierta,
no pensé en blanca ni en rosa.



José Martí

brazos fragantes

-- de José Martí --

Sé de brazos robustos,
blandos, fragantes;
y sé que cuando envuelven
el cuello frágil,
mi cuerpo, como rosa
besada, se abre.
Y en su propio perfume
lánguido exhálase.
Ricas en sangre nueva
las sienes laten;
mueven las rojas plumas
internas aves;
sobre la piel, curtida
de humanos aires,
mariposas inquietas
sus alas baten;
savia de rosa enciende
las muertas carnes!
y yo doy los redondos
brazos fragantes,
por dos brazos menudos
que halarme saben,
y a mi pálido cuello
recios colgarse,
y de místicos lirios
collar labrarme!
¡lejos de mí por siempre,
brazos fragantes!



Carolina Coronado

La rosa blanca

-- de Carolina Coronado --

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de mi abril

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Fui por el mar de las sirenas
como antaño rudel de blaya,
y ellas me echaron las cadenas
sonoras de la ciencia gaya.

¡Divina tristeza, fragante
de amor y dolor! ¡dulce espina!
¡soneto que hace el estudiante
a los ojos de una vecina!

la vecina que en su ventana
suspiraba de amor. Aquella
dulce niña, que la manzana
ofrecía como una estrella.

¡Ojos cándidos y halagüeños,
boca perfumada dc risas,
alma blanca llena de sueños
como un jardín lleno de brisas!

era el abril, cuando la llama
de su laurel adolescente,
daba el sol como un oriflama,
en el navío de mi frente.

¡Clara mañana de estudiante
con tristezas de amor ungida,
y aquella furia de gigante
por llenar de triunfos la vida!

en mi pecho daba su canto
el ave azul de la quimera,
y me coronaba de acanto
una lírica primavera.

Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.

¡Clara mañana de mi historia
de amor, tu rosa deshojada,
en los limbos de mi memoria
perfuma una ermita dorada!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de pecado

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡e1 gato que runfla! ¡la puerta que cruje!
1la gotera glo-glo-glo!
¡solos en la casa! a la puerta ruge
la bestia abortada cuando nací yo.

¡La noche de octubre! dicen que de luna,
con un viento recio y saltos de mar:
bajo sus estrellas se alzó mi fortuna,
mar y vientos recios me vieron llegar.

¡La noche de octubre! ¡mi muerte anunciada!
¡noche mía, abierta entre tierra y sal!
revistióse el mago la veste estelada,
desnudo un gigante, sopló el caracol.

La bestia a la puerta brama estremecida,
en sus ojos queda la noche otoñal
y lejana, aquella noche de mi vida,
con sus dos caminos. ¡Y seguí el del mal!

¡me llamó tu carne, rosa del pecado!
solos en la casa, desvelado yo,
la noche de octubre, el mar levantado...
¡La gotera glo-glo-glo!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de melancolía

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.

Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.

Me daba epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de arcadia, miel de sus colmenas.

Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de melancolía.



Abraham Valdelomar

Desolatrix

-- de Abraham Valdelomar --

Un álbum... Una dama que entre los folios tersos
ha de buscar inquieta la ofrenda primorosa...
La pluma está en mi mano vacilante y medrosa,
pero en mi corazón no florecen los versos.

Yo no creo que el lírico valor de mis esfuerzos
haga brotar en mi alma la ofrenda primorosa:
un secreto dolor, cual pétalos de rosa,
mis más amados ritmos se ha llevado dispersos.

Hoy quisiera, señora, cantar vuestros hermosos
prestigios, el divino don de vuestra belleza,
vuestro selecto espíritu elogiar en mi canto,

pero a mi derredor sólo escucho sollozos,
ya sólo me acompañan mi perenne tristeza
y este mi corazón que se deshace en llanto...



Alberti

A ROSA DE ALBERTI

-- de Alberti --

Rosa de Alberti allá en el rodapié
del mirador del cielo se entreabría,
pulsadora del aire y prima mía,
al cuello un lazo blanco de moaré.

El barandal del arpa, desde el pie
hasta el bucle en la nieve, la cubría.
Enredando sus cuerdas, verdecía,
alga en hilos, la mano que se fue.

Llena de suavidades y carmines,
fanal de ensueño, vaga y voladora,
voló hacia los más altos miradores.

¡Miradla querubín de querubines,
del vergel de los aires pulsadora.
Pensativa de Alberti entre las flores!



Alberti

ELEGÍA A GARCILASO

-- de Alberti --

... antes de tiempo y casi en flor cortada.

G.DE LA V.

Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.



Alberti

MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA

-- de Alberti --

Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva
el finado clavel, si la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.



Alberto Lista

A Delia

-- de Alberto Lista --

Si vi tus ojos, Delia, y no abrasaron
mi corazón en amorosa llama;
si en tus labios, que el abril inflama
de ardiente rosa, y no me enajenaron;

si vi el seno gentil, do se anidaron
las gracias; do el carmín, que Venus ama,
sobre luciente nieve se derrama,
e inocentes mis ojos lo miraron;

no es culpa, no, de tu beldad divina,
culpa es del infortunio que ha robado
la ilusión deliciosa al pecho mío.

Mas si en el tuyo la bondad domina,
más querrás la amistad que un desgraciado
que de un dichoso el tierno desvarío.



Alberto Lista

La belleza

-- de Alberto Lista --

¿Dónde cogió el Amor, o de qué vena,
el oro fino de su trenza hermosa?
¿En qué espinas halló la tierna rosa
del rostro, o en qué prados la azucena?

¿Dónde las blancas perlas con que enfrena
la voz suave, honesta y amorosa?
¿Dónde la frente bella y espaciosa
más que el primer albor pura y serena?

¿De cuál esfera en la celeste cumbre
eligió el dulce canto, que destila
al pecho ansioso regalada calma?

Y ¿de qué sol tomó la dulce lumbre
de aquellos ojos que la paz tranquila
para siempre arrojaron de mi alma?



Alejandra Pizarnik

noche

-- de Alejandra Pizarnik --

Correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir

salvación

se fuga la isla.
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidas en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche.
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesiacutea.



Alejandro Tapia y Rivera

El ángel del amor

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Dios hizo el mundo; con su voz divina
del caos lo sacó,
y admirando su obra peregrina
se dice que la amó.

Su grandioso querer cumplido estaba
magnífico, inmortal;
pero amante, colmar aun le faltaba
su afecto celestial.

Y ante el dulce mirar de su ternura
la esfera se extasió,
y el ángel de la luz y la hermosura
en luna se trocó.

Y el grato aroma de su noble aliento
lanzó sobre el Abril,
y el ángel del perfume en el momento
fue rosa del pensil.

Y emanando su labio regalado
al ángel de la miel,
fue emblema de su néctar delicado
la dulce abeja fiel.

Y formó de su voz la simpatía,
un eco seductor,
y el ángel de la plácida armonía
trocose en ruiseñor.

Empero deseaba el Dios potente
formar un nuevo ser;
y un ángel de su Edén trajo clemente
y fuiste tú, mujer.

Y te ornó con diadema de hermosura,
te alzó como deidad;
dio a tus ojos mil perlas de ternura,
de gozo y de piedad.

Y emblema, oh Celia, del amor divino
te quiso el Hacedor
consagrar al benéfico destino
del ángel del amor.



Alfonsina Storni

Cara copiada

-- de Alfonsina Storni --

Es la cara de un niño transparente, azulosa,
Como si entre los músculos y la piel de la cara
Una napa de leche lentamente rodara.
En ella solamente la boca es una rosa.

Y detrás de ese cutis de lavada azucena
Otra cara se esconde, fuertemente esculpida;
Es aquella del hombre que le ha dado la vida
Y se mueve en sus rasgos y los gestos le ordena:

Mira con inocencia y es dura su mirada.
Su sonrisa es tranquila y en el fondo es taimada:
Hay huellas en la fresca ternura de su pulpa.

Ya en la boca se pinta la blandura redonda
Que dan los besos largos y en su nariz la honda
Codicia de la especie. ¡Y carece de culpa!



Alfonsina Storni

Noche divina

-- de Alfonsina Storni --

Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el árbol de manzanas lleno.
Fuente de dioses a la sed propicia,
pan del instinto, para el hambre, bueno.

Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en nosotros su mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la luz que lo acaricia.

Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus manos impalpables tules
y algo divino te levanta en vuelo.

No cortemos la fruta deleitosa
y mira el alma en una nube rosa,
cómo es de azul la beatitud del cielo.



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



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