Buscar Poemas con Ronco


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Se han encontrado 28 poemas con la palabra ronco

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Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.

Poema La ausencia de Alberto Lista con fondo de libro

Alfonsina Storni

Palabras a mi madre

-- de Alfonsina Storni --

No las grandes verdades yo te pregunto, que
No las contestarías; solamente investigo
Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y si, cuando en tu seno de fervores latinos
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste, en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera,
Y la envuelve una nube de locura ligera
Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros.
Arrullada en un claro cantar de marineros
Mirar las grandes aves que pasan sin destino.

Poema Palabras a mi madre de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amós de Escalante

Un dolmen

-- de Amós de Escalante --

Rústico altar que a un Dios desconocido
el religioso cántabro erigía;
sepulcro que los huesos escondía
del muerto capitán y no vencido.

Silla de excelso juez, cadalso erguido
donde la sangre criminal corría,
donde el bígaro ronco repetía,
llamando a guerra, su montés bramido,

rayendo el musgo que tus lomos viste,
en vano el arte codicioso indaga
señales que declaren lo que fuiste;

en ti la antorcha del saber se apaga,
yerto gigante de la cumbre triste,
envuelto en ondas de la niebla vaga.

Poema Un dolmen de Amós de Escalante con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leopoldo Lugones

La torcaz

-- de Leopoldo Lugones --

El pleno sol goza enhiesta
Sobre un seco y alto tronco.
Desgrana en su arrullo ronco
Su áurea mazorca la siesta.

El follaje, más umbrío,
Le ofrece en vano su toldo,
Y en palpitante rescoldo
Mulle su pluma el estío...



Lope de Vega

Tan vergonzosa Venus, tan mirlada

-- de Lope de Vega --

Tan vergonzosa Venus, tan mirlada
Iris salió del sol, que parecía
que, celosa de Dafnes, daba al día
escrúpulos de luz anticipada.

Ni agua ardiente francés, desentonada
vocal crepusculaba chirimía,
ni despertaba el alba a la poesía,
ni el pájaro marcial su prenda amada.

Tan ronco un búho del gaznate arranca
la arteria en voz, con tal agüero en ella,
que le quisiera dar con una tranca.

Dulce reinaba la amorosa estrella.
Yo finalmente amanecí sin blanca:
debió de ser que me acosté sin ella.



Góngora

amarrado al duro banco

-- de Góngora --

Amarrado al duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de dragut
en la playa de marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«¡oh sagrado mar de españa,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!,
»pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
»tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
»porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del sur
vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua,
»pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado
a nadie matarán penas!»
en esto se descubrieron
de la religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.



Góngora

Habla con Don Luis Gaytán de Ayala

-- de Góngora --

Ya que con más regalo el campo mira,
pues del hórrido manto se desnuda,
purpúreo el sol, y aunque con lengua muda
süave Filomena ya suspira,

templa, noble garzón, la noble lira,
honren tu dulce plectro y mano aguda
lo que al son torpe de mi avena ruda
me dicta Amor, Calíope me inspira.

Ayúdame a cantar los dos extremos
de mi pastora y, cual parleras aves
que a saludar al sol a otros convidan,

yo ronco, tú sonoro, despertemos
cuantos en nuestra orilla cisnes graves
sus blancas plumas bañan y se anidan.



Jorge Isaacs

Colombia

-- de Jorge Isaacs --

Colombia, que de América es el faro ...
Juan de Arona

En las noches azules de verano
Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
Huella no más de su divina planta!.

Raudales y torrentes abrillanta,
Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.

De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre
Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;

El mundo de Colón es tu horizonte
Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.



Duque de Ribas

A Lucianela

-- de Duque de Ribas --

Cuando, al compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco, Lucianela,
bailando la gallarda tarantela,
ostenta de sus gracias el tesoro;

y, conservando el natural decoro,
gira y su falda con recato vuela,
vale más el listón de su chinela
que del rico Perú las minas de oro.

¡Cómo late tu seno! ¡Cuán gallardo
su talle ondea! ¡Qué celeste llama
lanzan los negros ojos brilladores!

¡Ay! Yo en su fuego me consumo y ardo,
y en alta voz mi labio la proclama
de las gracias deidad, reina de amores.



Duque de Ribas

Un buen consejo

-- de Duque de Ribas --

Con voz aguardentosa parla y grita
contra todo Gobierno, sea el que fuere.
Llama a todo acreedor que te pidiere,
servil, carlino, feota, jesuíta.

De un diputado furibundo imita
la frase y ademán. Y si se urdiere
algún motín, al punto en él te injiere,
y a incendiar y matar la turba incita.

Lleva bigote luengo, sucio y cano;
un sablecillo, una levita rota,
bien de realista, bien de miliciano.

De nada razonable entiendas jota,
vivas da ronco al pueblo soberano
y serás eminente patriota.



Emilio Bobadilla

La paz de la aldea

-- de Emilio Bobadilla --

En la paz virgiliana de la aldea
corre el arroyo silenciosamente;
en el ramaje el pájaro gorjea,
y pasa la carreta lentamente.

El gallo da la hora; la campana
de la iglesia minúscula solloza
al declinar la tarde, y una anciana
a la puerta se sienta de su choza.

El trueno del cañón súbito suena
y la calma bucólica importuna
y al campesino de temores llena,

que ya presiente el próximo saqueo,
y sobre el ronco estrépito la luna
brilla ungiendo de paz el bombardeo...!



Rafael María Baralt

A Sevilla

-- de Rafael María Baralt --

Deja los juegos ya; deja de amores
la liviana canción que te adormía
con blando arrullo en la ribera umbría
del Betis claro, entre galanas flores.

Ya probaste del arte los ardores
y al ronco son de bélica armonía
lidiar supiste en temeroso día,
ganar laureles, merecer loores.

Ciñe pues, a tu frente la corona
de inmarcesible lauro con que el cielo
de potente y de justo en ti blasona.

Y ya libre del yugo el patrio suelo
por tu esfuerzo feliz, lleva a Helicona
de más noble cantar el raudo vuelo.



José Zorrilla

con el hirviente resoplido moja

-- de José Zorrilla --

Con el hirviente resoplido moja
el ronco toro la tostada arena,
la vista en el jinete ata y serena,
ancho espacio buscando el asta roja.
Su arranque audaz a recibir se arroja,
pálida de valor la faz morena,
e hincha en la frente la robusta vena
el picador, a quien el tiempo enoja.
Duda la fiera, el español la llama;
sacude el toro la enastada frente,
la tierra escarba, sopla y desparrama;
le obliga el hombre, parte de repente,
y herido en la cerviz, húyele y brama,
y en grito universal rompe la gente.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Llegó la noche y no encontré un asilo,
¡y tuve sed...!, Mis lágrimas bebí;
¡y tuve hambre! ¡los hinchados ojos
cerré para morir!
¡estaba en un desierto! aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba
desierto... Para mí!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul.
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento.
Del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!



Salvador Díaz Mirón

El predestinado

-- de Salvador Díaz Mirón --

Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.

Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!

En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!

A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.

Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!

Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!

Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!

Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!



Antonio Machado

El sueño bajo el sol que aturde y ciega

-- de Antonio Machado --

El sueño bajo el sol que aturde y ciega,
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El terrible caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba la testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío,
dormido bajo el cielo fanfarrón.
...............................
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón.
................................



Manuel Reina

Los rojos

-- de Manuel Reina --

Retruena el tambor; la turba avanza
terrible el rostro y la mirada fiera;
flota, teñida en sangre, la bandera;
silba el ronco fusil; cruje la lanza.

La multitud, sedienta de venganza,
crímenes va sembrando por do quiera;
convierte al pueblo en colosal hoguera
y se entrega, iracunda, a la matanza.

-¡Viva la libertad! la turba grita,
cuando, furiosa, al mar se precipita
y todo cuanto ve quema y destruye...

¡Oh libertad! ¡Oh libertad sagrada!
¡Maldita sea la hueste degradada
que tu precioso nombre prostituye.



Julio Herrera Reissig

la llavera

-- de Julio Herrera Reissig --

Viste el hábito rancio y habla ronco en voz densa;
sigue un perro la angustia de su sombra benigna;
mascullando sus votos, reverente, consigna
un espectro achacoso de rutina suspensa...

Al repique doméstico de sus llaves, se piensa
en las brujas de rembrandt... Sin embargo, es tan digna
que luzbel la chamusca, por lo cual se persigna
y con aguas benditas neutraliza su ofensa...

Ella sabe la historia de los santos patrones,
de syllabus, de ritos y de kirieleysones...
Ella sufre nostalgias sordas del santo oficio.

En la gloria del padre será libre de expurgo.
Y se tiene por cierto que en la noche del juicio
dará fe de los buenos moradores del burgo...



Francisco de Quevedo

Salmo XXIII Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

¿Alégrate, Señor, el Ruido ronco
deste Recibimiento que miramos?
Pues mira que hoy, mi Dios, te dan los Ramos
por darte el Viernes más desnudo el tronco.

Hoy te reciben con los Ramos bellos;
aplauso sospechoso, si se advierte;
pues de aquí a poco, para darte muerte,
te irán con armas a buscar entre ellos.

Y porque la malicia más se arguya
de nación a su Propio Rey tirana,
hoy te ofrecen sus capas, y mañana
suertes verás echar sobre la tuya.



Francisco Sosa Escalante

Al Popocatepetl

-- de Francisco Sosa Escalante --

No te quiero pedir tu lava ardiente
Para inundar con ella la campiña,
Ni que tu aliento abrasador constriña
Al invasor á doblegar la frente.

Baste al Anáhuac el amor ferviente
De sus hijos mejores, cuando riña
En combate feral; su frente ciña
Del vencedor el lauro refulgente.

Gran Popocatepetl! si fiero estalla
De la guerra implacable el ronco estruendo,
Ilumina con tu lumbre la batalla;

Anuncie al mundo tu bramar horrendo
Que nadie al mexicano le avasalla,
Que su honra sabe defender muriendo.



José de Diego

de mi vida

-- de José de Diego --

Prendido lo vi cuando estaba el carpintero
el nido trabajando con su agudo puñal
y era un ronco y constante picotear de acero
en el tronco astillante de la palma real.

Mecientes de las auras el soplo matinal
o en tierra ya las fibras del profundo agujero,
se las iba llevando en ci pico un jilguero
que en la copa tejiera su pequeño nidal.

Mi vida es como el árbol erguido y altanero;
devora sus entrañas un feroz carpintero,
alegra su ramaje un lírico jilguero.

Es el árbol del bien y es el árbol del mal;
el dolor sus reliquias ofrece al ideal
y resuena en la cumbre el cántico triunfal.



José Joaquín de Olmedo

Parodia épica

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!



Blas de Otero

basta. redoble de conciencia (1951)

-- de Blas de Otero --

Imaginé mi horror por un momento
que dios, el solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.
Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.
Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? basta la muerte.
Basta. Termina, oh dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre ti ronco río que revierte.



Clemente Althaus

A media noche en chorrillos

-- de Clemente Althaus --

En hondo sueño reposa
la vasta mortal familia:
yo sólo gimo en vigilia
sempiterna y dolorosa.
Y escucho desde mi lecho
el ronco son con que el mar
no cesa de acompañar
los suspiros de mi pecho.
Somos, oh mar, parecidos:
tú de sonar nunca dejas,
ni yo de exhalar mis quejas
y mis profundos gemidos.



Clemente Zenea

Adiós (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

¿Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta
un suspiro de amor desesperado,
mis pálidos laureles de poeta
y mis sueños de mártir emigrado!

Vengo a brindarte una esperanza tierna
para pagarle a mi pasión tributo,
y a pronunciar mi despedida eterna
vistiendo el arpa con crespón de luto.

Amargo adiós entre mis labios vaga,
como rueda en el aire el eco incierto
del gemido de un hombre que naufraga
cuando corta el bajel ondas del puerto.

¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo
levanta mi conciencia, y yo indignado
imponiendo cadenas a mi orgullo
perdón te pido por haberte amado!

¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana,
que mi tormento y mi dolor mitiga
la promesa de hallar en ti una «hermana,»
o el pensamiento de llamarte «amiga.»

Olvida el loco afán y el entusiasmo
con que tu imagen adoré de hinojos,
y no pagues con risas de sarcasmo
las gotas más acerbas de mis ojos.

Olvida si es posible, las pasadas
noches, en que al cruzar junto a tus rejas
blanquearon mis cabellos las nevadas,
y el viento se llevó mis tristes quejas!



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Ariiba