Buscar Poemas con Roe


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra roe

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Alfonsina Storni

Marcha en silencio

-- de Alfonsina Storni --

La mole negra
del buque, avanza.

Se abren en silencio
los valles de agua.

Ojos fosforescentes
asoman a los pozos de las aguas:

¿Sirenas en hileras,
hacen, acaso, guardia?

Unica voz del mar,
una cadena, roe la planchada.

Un fantasma blanco,
sobre el puente, comanda.

Poema Marcha en silencio de Alfonsina Storni con fondo de libro

Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas

Poema elegía* de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.

Poema el hambre de Jorge Luis Borges con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: L

-- de César Vallejo --

El cancerbero cuatro veces
al día maneja su candado, abriéndonos
cerrándonos los esternones, en guiños
que entendemos perfectamente.

Con los fundillos lelos melancólicos,
amuchachado de trascendental desaliño,
parado, es adorable el pobre viejo.
Chancea con los presos, hasta el tope
los puños en las ingles. Y hasta mojarrilla
les roe algún mendrugo; pero siempre
cumpliendo su deber.

Por entre los barrotes pone el punto
fiscal, inadvertido, izándose en la falangita
del meñique,
a la pista de lo que hablo,
lo que como,
lo que sueño.
Quiere el corvino ya no hayan adentros,
y cómo nos duele esto que quiere el cancerbero.

Por un sistema de relojería, juega
el viejo inminente, pitagórico!
a lo ancho de las aortas. Y sólo
de tarde en noche, con noche
soslaya alguna su excepción de metal.
Pero, naturalmente,
siempre cumpliendo su deber.



César Vallejo

el cancerbero cuatro veces

-- de César Vallejo --

l
el cancerbero cuatro veces
al día maneja su candado, abriéndonos
cerrándonos los esternones, en guiños
que entendemos perfectamente.
Con los fundillos lelos melancólicos,
amuchachado de trascendental desaliño,
parado, es adorable el pobre viejo.
Chancea con los presos, hasta el tope
los puños en las ingles. Y hasta mojarrilla
les roe algún mendrugo; pero siempre
cumpliendo su deber.
Por entre los barrotes pone el punto
fiscal, inadvertido, izándose en la falangita
del meñique,
a la pista de lo que hablo,
lo que como,
lo que sueño.
Quiere el corvino ya no hayan adentros,
y cómo nos duele esto que quiere el cancerbero.
Por un sistema de relojería, juega
el viejo inminente, pitagórico!
a lo ancho de las aortas. Y sólo
de tarde en noche, con noche
soslaya alguna su excepción de metal.
Pero, naturalmente,
siempre cumpliendo su deber.



César Vallejo

Huaco

-- de César Vallejo --

Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.

Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.

Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto en los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.

Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.

Un fermento de Sol;
levadura de sombra y corazón!



Oliverio Girondo

destino

-- de Oliverio Girondo --

Destino
y para acá o allá
y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquelloo de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en plenovuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y de cuartos
al entrevero exhausto de los lechos deshechos
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios delmisterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparenteo lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás



Oliverio Girondo

venecia

-- de Oliverio Girondo --

Se respira una brisa de tarjeta postal.
¡Terrazas! góndolas con ritmos de cadera. Fachadas quereintegran tapices persas en el agua. Remos que no terminan nunca dellorar.
El silencio hace gárgaras en los umbrales, arpegia unpizzicato en las amarras, roe el misterio de las casas cerradas.
Al pasar debajo de los puentes, uno aprovecha para ponerse colorado.
Bogan en la laguna, dandys que usan un lacrimatorio en el bolsillocon todas las iridiscencias del canal, mujeres que han traídosus labios de viena y de berlín para saborear una carne de coloraceituna, y mujeres que sólo se alimentan de pétalos derosa, tienen las manos incrustadas de ojos de serpiente, y la quijadafatal de las heroínas d'annunzianas.
¡Cuando el sol incendia la ciudad, es obligatorio ponerse un almade nerón!
en los piccoli canali los gondoleros fornican con la noche,
anunciando su espasmo con un triste cantar, mientras la luna engorda,como en cualquier parte, su mofletudo visaje de portera.
Yo dudo que aún en esta ciudad de sensualismo, existan falosmás llamativos, y de una erección más precipitada,que la de los badajos del campanile de san marcos.



Pablo Neruda

soneto lx cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lx
a ti te hiere aquel que quiso hacerme daño,
y el golpe del veneno contra mí dirigido
como por una red pasa entre mis trabajos
y en ti deja una mancha de óxido y desvelo.
No quiero ver, amor, en la luna florida
de tu frente cruzar el odio que me acecha.
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno
olvidada su inútil corona de cuchillos.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando



Gutierre de Cetina

el triste recordar del bien pasado

-- de Gutierre de Cetina --

Me representa el alma a mi despecho,
y el pensar que pasó me tiene hecho
de esperar que será, desesperado.
Ando de un no sé qué mal aquejado,
que me paresce que me roe el pecho;
pienso que es desear, pero sospecho
que no da el desear tanto cuidado.
Pues, si no es desear, ¿qué es lo que siento?
yo sé que no es temor, tampoco es celo,
que no me da vuestro valor licencia.
¿Si es fuerza de amoroso pensamiento?
no, que el pensar consigo trae consuelo.
Mas, ¡ay!, que ya sé que es: no es sino abstencia.



Teófilo V. Méndez Ramos

Noche de cabaret

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Noche de cabaret, fiebre de tango,
noche de divino aturdimiento;
voluptuosa embriaguez en el momento
del beso, a la mujer bañada en fango.

Aire de lupanar, suprema calma
en los brazos piadosos de Afrodita,
olvidando un instante a la maldita
vida angustiosa, que nos roe el alma.

Acércate a mi lado, almita buena,
junta tus labios a los míos trémulos,
que quiero olvidar secreta pena.

¿Cómo saben tus besos a ambrosia?
¡OH, la dicha infinita de tus ósculos!
¡Cuánta luz en tu ser, amada mía!



Nicolás Fernández de Moratín

El león y el ratón (Moratín)

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un león; el desdichado
en la tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino porque con otros molestaba
al león, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia;
al oír implorar la real clemencia,
responde el Rey en majestuoso tono
(no dijera más Tito): «Te perdono.»

Poco después, cazando, el león tropieza
en una red oculta en la maleza;
quiere salir, mas queda prisionero;
atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega; roe diligente
los nudos de la red de tal manera
que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso;
tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.



Evaristo Carriego

Murría

-- de Evaristo Carriego --

Con un blando rezongo soñoliento
el perro se amodorra de pereza,
y por sus fauces el esplín bosteza
la plenitud de un largo aburrimiento.

En la bruma de mi hosco abatimiento,
como un ratón enorme la tristeza
me roe tenazmente la cabeza,
forjándole una cueva al desaliento.

Lleno de hastío, al mirador me asomo:
un cielo gris con pesadez de plomo
vuelca su laxitud sobre las cosas ...

Y porque estoy así, fatal, envidio
y deseo las dichas bulliciosas,
las ansias de vivir... ¡Ah, qué fastidio!



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