Buscar Poemas con Rigores


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Se han encontrado 44 poemas con la palabra rigores

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Adelardo López de Ayala

Mi pensamiento

-- de Adelardo López de Ayala --

Bendigo el pensamiento, que no cesa
de abrasarse en tus ojos seductores,
y alado, como el dios de los amores,
siempre a tu oído mi pasión te expresa;

que te sigue constante, y se embelesa
en vagar por las hojas de tus flores,
y te abraza, a pesar de tus rigores,
y cuanto más te enojas, más te besa.

Pájaro que del vuelo sostenido
gime cansado, reposar ansía
entre las pajas del oculto nido...

¡Oh Madre del Amor! En este día
confúndanse en un trémulo gemido
mi pensamiento y la adorada mía.

Poema Mi pensamiento de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Alberto Lista

A Filis

-- de Alberto Lista --

En vano, Filis bella, afectas ira,
que es dulce siendo tuya, y más en vano
nos insulta ese labio soberano
do entre claveles la verdad respira.

Un tierno pecho que por ti suspira
esa linda esquivez adora en vano,
y por ser tuyo se contenta insano
si, no pudiendo amor, desdén te inspira.

No esperes que ofendidos tus amores
huyan de tu halagüeño menosprecio
ni de sufrir se cansen tus rigores;

aun más esclavos los tendrás que amores,
pues vale más, oh Filis, tu desprecio
que de mil hermosuras mil favores.

Poema A Filis de Alberto Lista con fondo de libro

Alberto Lista

Del amor

-- de Alberto Lista --

Alcino, quien los ásperos rigores
de una ingrata beldad vencer procura,
ni encantos a la tésela espesura,
ni a la remota Colcos pida flores.

Amar es el hechizo, que en amores
la victoria y las dichas asegura,
y somete el pudor y la hermosura,
y corona al amante de favores.

Mas si el vil seductor quiere que sea
una impura pasión amor hermoso,
no se admire de verla desdeñada.

Que no es amante el que gozar desea,
sino el que sacrifica generoso
su bien y su placer al de su amada.

Poema Del amor de Alberto Lista con fondo de libro

Alfonsina Storni

Sugestión de una cuna vacía

-- de Alfonsina Storni --

Un pájaro de luna hasta la tierra
la trajo. Inhabitada. Pero un nimbo...
Y se veía alzar desde su fondo
una ranilla humana al rosal abriendo.

Con los párpados bajos del ocaso
los barrotes doblaban sus rigores
y se agitaba la ranilla rosa
en cárcel presa ya y aún no nacida.

A la luz de noche, franjas estelares
le dibujaban triángulos y cruces
de sombras y fulgor en nudo triste.

Y se acunaba sola, dulcemente,
como si arriba una celeste mano
le diera viento mecedor de flores.



Ana Francisca Abarca de Bolea

A un retrato de la Reina Nuestra Señora

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Retóricos pretenden los colores

persuadir a los ojos su fineza,

Íncaros siendo a la mayor alteza

que del arte aniquila los primores.

Pero al amor acuden por favores

Para poder copiar un belleza,

temiendo de lo hermoso la grandeza

que,aunque anima,fulmina mil rigores.

De Mariana mirando el candor puro

el cuarto sol de España,en el translado

reverberando en si las luces bellas

y con ser mucho menos pintado,

abrasado quedó de sus centellas.



Leandro Fernández de Moratín

Sabia Polimnia

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Sabia Polimnia en razonar sonoro
verdades dicta, disipando errores;
mide Urania los cercos superiores
de los planetas y el luciente coro.

Une en la historia el interés decoro
Clío y Euterpe canta los pastores;
mudanzas de la suerte y sus rigores
Melpómene feroz, bañada en lloro;

Calíope victorias; danzas guía
Terpsícore gentil; Erato en rosas
cubre las flechas del amor y el arco;

pinta vicios ridículos Talía
en fábulas que anima deleitosas;
y ésta le inspira al español Inarco.



Lope de Vega

En señal de la paz que Dios hacía

-- de Lope de Vega --

En señal de la paz que Dios hacía
con el hombre, templando sus rigores,
los cielos dividió con tres colores
el arco hermoso que a la tierra envía
lo rojo señalaba el alegría,
lo verde paz y lo dorado amores;
secó las aguas, y esmaltaron flores
el pardo limo que su faz cubría,
Vos sois en esa cruz, Cordero tierno,
arco de sangre y paz que satisfizo
los enojos del padre sempiterno;
vos sois, mi buen Jesús quien los deshizo;
ya no teman los hombres el infierno,
pues sois el arco que las paces hizo.



Manuel de Zequeira

Contra el amor

-- de Manuel de Zequeira --

Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:

es un néctar que quema y da quebrantos,
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores
es jardín que se riega con los llantos:

Es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,
donde el más racional pierde su instinto:

Jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.



Jorge Isaacs

Tus ojos

-- de Jorge Isaacs --

Son mi ley vuestros antojos
E Infierno vuestros rigores,
Ojos negros soñadores
Más queridos que mis ojos.

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

Soñé que os encontraría
Y os hallé para perderos,
Ojos que negáis severos
Lo que implora el alma mía.

Bajo sus luengas pestañas
Vuestra luz sorprendí en vano,
¡Bellas noches de verano
De mis nativas montañas!

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?



Jorge Luis Borges

ajedrez

-- de Jorge Luis Borges --

i
en su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
Ii
tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?



Jorge Luis Borges

los borges

-- de Jorge Luis Borges --

Nada o muy poco sé de mis mayores
portugueses, los borges: vaga gente
que prosigue en mi carne, oscuramente,
sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
y ajenos a los trámites del arte,
indescifrablemente forman parte
del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
son portugal, son la famosa gente
que forzó las murallas del oriente
y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.



Dolores Veintimilla

Sufrimiento

-- de Dolores Veintimilla --

Pasaste, edad hermosa
En que rizó el ambiente
Las hebras del cabello por mi frente
Que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa,
De los felices años,
Y contigo mis gratas ilusiones....
Quedan en su lugar los desengaños
Que brotó el huracán de las pasiones.

Entonces ay! entonces, madre mía,
Tus labios enjugaban
Lágrimas infantiles que surcaban
Mis purpúreas mejillas....Y en el día
¡Ay de mí! no estás cerca para verlas....
¡Son del color alquitaradas perlas....

Madre! madre! no sepa la amargura
Que aqueja el corazón de tus Dolores,
Saber mi desventura
Fuera aumentar tan solo los rigores
Con que en ti la desgracia audaz se encona.
En mi nombre mi sino me pusiste!
Sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
De espinas ya cambiada....
Es tu Dolores ay! tan desdichada!!!



Julián del Casal

mi padre

-- de Julián del Casal --

Rostro de asceta en que el dolor se advierte
como el frío en el disco de la luna,
mirada en que al amor del bien se aduna
la firme voluntad del hombre fuerte.
Tuvo el alma más triste que la muerte
sin que sufriera alteración alguna,
ya al sentir el favor de la fortuna,
ya los rigores de la adversa suerte.
Abrasado de férvido idealismo,
despojada de sombras la conciencia,
sordo del mundo a las confusas voces,
en la corriente azul del misticismo
logró apagar, al fin de la existencia,
su sed ardiente de inmortales goces.



Julián del Casal

ante el retrato de juana samary

-- de Julián del Casal --

Ante el retrato de juana samary
nunca te conocí, mas yo te he amado
y, en mis horas amargas de tristeza,
tu imagen ideal he contemplado
extasiándome siempre en su belleza.
Aunque en ella mostrabas la alegría
que reta a los rigores de la suerte,
detrás de tus miradas yo advertía
el terror invencible de la muerte.
Y no te amé por la sonrisa vana
con que allí tu tristeza se reviste;
te amé, porque en ti hallaba un alma hermana,
alegre en lo exterior y dentro triste.
Hoy ya no atraes las miradas mías
ni mi doliente corazón alegras,
en medio del cansancio de mis días
o la tristeza de mis noches negras;
porque al saber que de tu cuerpo yerto
oculta ya la tierra tus despojos,
siento que algo de mí también ha muerto
y se llenan de lágrimas mis ojos.
¡Feliz tú que emprendiste el raudo vuelo
hacia el bello país desconocido
donde esparce su aroma el asfodelo
y murmura la fuente del olvido!
igual suerte en el mundo hemos probado,
mas ya contra ella mi dolor no clama:
si tú nunca sabrás que yo te he amado
tal vez yo ignore siempre quién me ama.



José María Heredia

para grabarse en un árbol. soneto

-- de José María Heredia --

Para grabarse en un árbol
soneto
árbol, que de fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.
Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.
A dios, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.
Aquí moró el placer: aquí premiado
miró fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron, fue dichoso.



José María Heredia

Para grabarse en un árbol

-- de José María Heredia --

Árbol, que de Fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.

Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.

Adiós, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.

Aquí moró el placer: aquí premiado
miró Fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron fue dichoso.



Juan Arolas

El navegante

-- de Juan Arolas --

Apartado de ti surco los mares,
¡oh cándida mujer!
Triste víctima he sido en tus altares,
¿y mía no has de ser?
¡Qué terrible en sus tétricos horrores
se muestra el mar, mi bien!
Pues yo temo más que sus rigores,
tu enfado o tu desdén.
El bramido de recios vendavales
no me intimida a mí;
no temo todo el peso de los males;
tu olvido, hermosa, sí.
Tú, sobre leves plumas reclinada
no sientes aflicción;
sostiene mi cabeza acalorada
la dura tablazón.
Si de volverte a ver tengo el consuelo,
te juro, por mi fe,
que tú serás mis glorias y mi cielo,
y al mar no volveré.
Si Dios me da que pueda coronarte
la sien de albo jazmín,
y un ósculo tomar al despertarte
del labio de carmín;
que en cambio de una lágrima muy pura
me des tus alegrías,
y cubras con un velo de ventura
mis noches y mis días,
jamás será que fíe en la bonanza
del mar y sus arenas,
ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza
de débiles antenas.



Juan Bautista Arriaza

Católico monarca

-- de Juan Bautista Arriaza --

Católico monarca, que has vencido,
siendo escudo a la fe de tus mayores,
más que del fiero Marte los rigores,
las perfidias de un siglo corrompido.

Tú, que Fernando y español nacido,
colmaste nuestros votos y clamores,
doblando a sí la afrenta a los traidores
con dos títulos más de ser querido;

Hoy renueva, Señor, Madrid el gusto
de haberte visto regresar triunfante
de la opresión de un invasor injusto.

Cuánta gloria no encierra un solo instante,
pues da a tu sacra sien lauro el más justo,
y al pueblo libre palma de constante!



Juan Bautista Arriaza

La flor temprana

-- de Juan Bautista Arriaza --

Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores.

Mas, ay, que en breve vuelve a sus furores
el cierzo frío, y con funesto vuelo
del ufano arbolillo arroja al suelo
las delicadas hojas y verdores.

Si tú lo vieras, Silvia, «¡oh pobre arbusto
-dijeras con piedad-, la suerte impía
no te deja gozar ni un breve gusto!»

Pues repítelo, ingrata, cada día;
que el cierzo frío es tu rigor injusto,
y el triste almendro, la esperanza mía.



A una dama muerta

-- de Juan de Moncayo --

Muerta la vida y vivo el escarmiento,
luz sin luz, entre horrores eclipsada,
el más tirano triunfo de la nada
y del cielo el más justo sentimiento,

el sol, que al soplo frágil de un aliento
mostró toda su pompa deshojada,
beldad del mayo, en polvo desatada,
de la muerte el despojo más violento

es hoy tu efigie al orbe peregrina,
donde se ven destrozos de cristales
que anuncian de bellezas la rüina.

Voz muda que, en extremos desiguales,
a los rigores de la parca inclina
el milagro mayor de los mortales.



Salvador Díaz Mirón

La nube (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. Verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!



Salvador Rueda

coplas 1

-- de Salvador Rueda --

Has de ser con los rigores,
si un rudo golpe recibes
suelta una lluvia de flores.



Sor Juana Inés de la Cruz

soneto cxlv a su retrato

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.



Sor Juana Inés de la Cruz

de amor y de discreción

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

En que satisface un recelo con la retórica del llanto.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



Sor Juana Inés de la Cruz

Soneto CXLV - A su retrato

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

Éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

Es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

Es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.



Sor Juana Inés de la Cruz

Esta tarde, mi bien

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



Tomás de Iriarte

Ay de ti, si proféticos amores

-- de Tomás de Iriarte --

¡Ay de ti, si proféticos amores
manteniendo de verdes esperanzas,
ausencias sufres, y desconfianzas,
hecho el ánimo a prueba de rigores!

¡Ay de ti, si después que los favores
de tu hermosura idolatrada alcanzas,
empiezas a inferir de sus mudanzas
que se ha cansado ya de que la adores!

El que de amor la tiranía siente,
ya al principio, ya al fin, es desgraciado;
sólo es feliz quien goza el bien presente,

sin que a su idea sirvan de cuidado
los males que pasó de pretendiente,
ni los que pasará de jubilado.



Mariano José de Larra

A una hermosa que dio en hacer buenos versos

-- de Mariano José de Larra --

¿No te bastan los rayos de tus ojos,
de tu mejilla la purpúrea rosa,
la planta breve, la cintura airosa,
ni el suave encanto de tus labios rojos?

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos,
ni esa tu esquiva condición de esposa,
que también nuestras armas, Nise hermosa,
coges para rendir nuevos despojos?

¿A celebrar de tantos amadores
ingrata el fin acerbo te previenes
que a manos morirán de tus rigores?

Ya que en tus redes nuestras almas tienes,
la lira déjanos, ya que no amores,
para cantar al menos tus desdenes.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

Haces grande merced en despreciarme

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Haces grande merced en despreciarme,
en mostrárteme dura y desdeñosa
y en ser para conmigo escrupulosa
me haces merced pensando tú injuriarme.

Te obligas más queriendo desdeñarme
y te das la sentencia rigurosa
queriendo presumida y cautelosa
según tu corto juicio condenarme.

Porque en medio de todos tus rigores,
de esas tus esquiveces y desdenes
permaneciendo yo siempre constante

sin que se disminuyan mis amores
a acreditarte tú de ingrata vienes
y yo de firme y verdadero amante.



Juan Meléndez Valdés

renunciando a la poesía

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.
Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.
Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;
ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Meléndez Valdés

A don Gaspar de Jovellanos

-- de Juan Meléndez Valdés --

Las blandas quejas de mi dulce lira,
mil lágrimas suspiros y dolores
me agrada renovar, pues sus rigores
piadoso el cielo por mi bien retira.

El dichoso zagal que tierno admira
su linda zagaleja entre las flores,
y de su llama goza y sus favores,
alegre cante lo que amor le inspira.

Yo lloré solo de mi Fili airada
el altivo desdén con triste canto,
que el eco lleve al mayoral Jovino;

alternando con cítara dorada,
ya en blando verso o dolorido llanto,
las dulces ansias de un amor divino.



Juan Meléndez Valdés

Renunciando a la poesía (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.

Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.

Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;

ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Meléndez Valdés

Señora mía, si porque yo os quiero

-- de Juan Meléndez Valdés --

Señora mía, si porque yo os quiero
con una fe tan verdadera y pura
cada vez en mi daño más segura
vos gustáis de acabarme y yo ya muero,

¿qué os queda más que hacer con aquel fiero
que intente desdeñar vuestra hermosura
y el duro pecho, más que piedra dura,
negar os quiera ya por prisionero?

Si el amor me pagáis con mil rigores
y mi honesta afición es desdeñada,
¿con qué castigaréis a quien no os quiera?

Volved, que amor solo merece amores
y una tal voluntad ser bien pagada
y quien fiero no os ame solo muera.



Juan Nicasio Gallego

Para el álbum (Juan Nicasio Gallego)

-- de Juan Nicasio Gallego --

Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta,

Tula cruel, ¿pretendes indiscreta
que salga a relucir la musa mía?
¿Dónde hallará calor mi fantasía?
¿Quién con setenta abriles es poeta?

¡Ay, que del estro se extinguió la llama!
Pasó la edad del canto y los amores,
y ya la ávida huesa me reclama.

Sólo del crudo invierno en los rigores
trocar es dado al numen que te inflama
las nieblas en fulgor, la escarcha en flores.



Julio Herrera Reissig

La siesta (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

No late más un único reloj: el campanario,
que cuenta los dichosos hastíos de la aldea,
el cual, al sol de enero, agriamente chispea,
con su aspecto remoto de viejo refractario...

A la puerta, sentado se duerme el boticario...
En la plaza yacente la gallina cloquea
y un tronco de ojaranzo arde en la chimenea,
junto a la cual el cura medita su breviario.

Todo es paz en la casa. Un cielo sin rigores,
bendice las faenas, reparte los sudores...
Madres, hermanas, tías, cantan lavando en rueda

las ropas que el domingo sufren los campesinos...
Y el asno vagabundo que ha entrado en la vereda
huye, soltando coces, de los perros vecinos.



Julio Herrera Reissig

la siesta

-- de Julio Herrera Reissig --

No late más un único reloj: el campanario,
que cuenta los dichosos hastíos de la aldea,
el cual, al sol de enero, agriamente chispea,
con su aspecto remoto de viejo refractario...

A la puerta, sentado se duerme el boticario...
En la plaza yacente la gallina cloquea
y un tronco de ojaranzo arde en la chimenea,
junto a la cual el cura medita su breviario.

Todo es paz en la casa. Un cielo sin rigores,
bendice las faenas, reparte los sudores...
Madres, hermanas, tías, cantan lavando en rueda

las ropas que el domingo sufren los campesinos...
Y el asno vagabundo que ha entrado en la vereda
huye, soltando coces, de los perros vecinos.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 96

-- de Francisco de Quevedo --

¿ves que se precia dios de juez severo,
que no admite personas ni semblantes,
que iguala los tiranos fulminantes
con la pobreza vil del jornalero?
¿ves que desprecia el oro y el dinero,
y el centellear metido en los diamantes?
pues como tiene hijos mendicantes
se deja cosechar del limosnero.
Si al juez que la soberbia del oriente
desprecia, los rigores lisonjeas,
con migajas que admite en el doliente,
da al pobre un jarro de agua, si deseas
que dios te sea deudor, no juez ardiente,
pues por tan poco precio le granjeas.



Francisco Sosa Escalante

A una madre

-- de Francisco Sosa Escalante --

La luz de aquel tu hogar donde sus flores
El tierno amor y la virtud sencilla
Derraman, oh señora! ya no brilla;
Es la noche fatal de los dolores.

Cual huye del invierno á los rigores
Presurosa la tímida avecilla,
La niña huyó tambien y sin mancilla
Al cielo se elevó; mas no la llores.

¿Por qué llorarla? sinsabor y pena
En herencia fatal cupo al mundano
En esta vida de tormentos llena.

Y pues fué ese el designio soberano
Del que al mar y á los astros encadena,
Acata humilde su divino arcano.



Francisco Sosa Escalante

Mis versos

-- de Francisco Sosa Escalante --

No la sublime inspiración, no el canto
Que vence los rigores del olvido,
Encontrareis aquí, sino el sentido
Arrullo del amor, ó el triste llanto.

Amor de patria, fervoroso y santo;
Recuerdos dulces del placer perdido
Y queja funeral, en su sonido
Mi laüd traduce, ó pasajero encanto.

No la esperanza de Ícaro, ilusoria,
Aliento dió á mi voz y fortaleza,
Ni lauros nunca ambicioné de gloria.

Si este libro carece de belleza,
Es arca donde guardo la memoria
De mis horas de amor ó de tristeza.



Francisco Sosa Escalante

Remordimiento

-- de Francisco Sosa Escalante --

Acaso, Lélia, al espirar la tarde,
Mirando sus postreros resplandores
A la orilla del mar, en mis amores
Piensas, y treme el corazon cobarde.

Es inútil tu afan de hacer alarde
De tu olvido crüel y tus rigores,
Pues tiene la conciencia aterradores
Tormentos de que no hay quien te resguarde.

Era en tarde otoñal clara y serena;
¿Te acuerdas bien? tu boca con mi boca,
Y tú en mis brazos con ferviente anhelo.

Del mar azul en la movible arena.
Movible como tú, de dicha loca
Mentiste amor ante la faz del cielo.



Francisco Sosa Escalante

Resignación (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No importa; sigue, mísera fortuna
Hiriendo sin piedad con tus rigores,
Y cual secaste las primeras flores
Que brotaron á orillas de mi cuna,

Seca así las demás; cuando ninguna
Mi senda alfombre ni me brinde olores,
El consuelo hallaré de mis dolores
En la virtud y fé que mi alma aduna.

Pasan los goces de la breve vida,
La amistad, el amor, cuanto hay de hermoso,
Y acaba el débil cual sucumbe el fuerte.

Mas el que lleva la virtud de egida
Feliz encuentra bienhechor reposo
En el seno tranquilo de la muerte.



Francisco Sosa Escalante

Último adiós

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tal como queda solitario el huerto
De invernal estacion á los rigores,
Sin la dulce ilusión de tus amores
Está mi triste corazón desierto.

Como suspira el navegante el puerto
De negra tempestad en los horrores,
Buscaba ansioso del hogar las flores
Do tus excelsas cualidades cierto.

Ay! todo en vano fué! seguí tu huella
Ansiando, ingrata, proclamarte mía,
Y escuchar no quisiste mi querella.

Murió la luz de la esperanza mía,
De mi ventura se nubló la estrella
Y eterno adios mi corazón te envía.



José de Espronceda

a un ruiseñor

-- de José de Espronceda --

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.
Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.
Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío;
y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.
Publicado en la revista el pensamiento
el 30 de junio de 1841.



José de Espronceda

A un ruiseñor (Espronceda)

-- de José de Espronceda --

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío;

y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.



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