Buscar Poemas con Rezo


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra rezo

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Líber Falco

Apunte (Falco, 1954)

-- de Líber Falco --

Cantan allá abajo.
Unos muchachos cantan
mientras la Luna arriba,
como una blanca flor nocturna
derrama su esplendor sobre la Tierra.

Canta allá abajo
y el canto sube.
Entre la noche sube
como un rezo.

Poema Apunte (Falco, 1954) de Líber Falco con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Modernismo bélico

-- de Emilio Bobadilla --

Llanuras y llanuras, hoscas, desiertas,
que se alargan y alargan como un bostezo;
las horas tienen algo de cosas muertas;
son lentas y monótonas como un rezo.

A lo lejos el humo de un estampido,
como guiño de un ojo de humo y de llamas,
y unos cuervos que vuelan dando un graznido
y se esconden posándose en unas ramas.

¡Un campo de batalla! ¡Quién lo diría!
¿Dónde están los guerreros con sus fusiles,
dónde está de la guerra la poesía?

Metidos en las zanjas se tirotean.
De frío y no de bala, mueren a miles....
¿Son topos o son hombres los que pelean?

Poema Modernismo bélico de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Arturo Borja

Voy a entrar al olvido

-- de Arturo Borja --

Voici le masque pour la fête du mensonge.

HENRY DE REGNIER

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas
notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la Aurora
que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta
el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!

Poema Voy a entrar al olvido de Arturo Borja con fondo de libro

Antonio Machado

Otro clima

-- de Antonio Machado --

¡ Oh cámaras del tiempo y galerías
del alma, tan desnudas!,
dijo el poeta. De los claros días
pasan las sombras mudas.
Se apaga el canto de las viejas horas
cual rezo de alegrías enclaustradas;
el tiempo lleva un desfilar de auroras
con séquito de estrellas empañadas.
¿Un mundo muere? ¿Nace
un mundo? ¿En la marina
panza del globo hace
nueva nave su estrella diamantina?
¿Quillas al sol la vieja flota yace?
¿Es el mundo nacido en el pecado,
el mundo del trabajo y la fatiga?
¿Un mundo nuevo para ser salvado
otra vez? ¡Otra vez! Que Dios lo diga.
Calló el poeta, el hombre solitario,
porque un aire de cielo aterecido
le amortecía el fino estradivario.
Sangrábale el oído.
Desde la cumbre vio el desierto llano
con sombras de gigantes con escudos,
y en el verde fragor del oceano
torsos de esclsvos jadear desnudos,
y un nihil de fuego escrito
tras de la selva huraña,
en áspero granito,
y el rayo de un camino en la montaña...



Marilina Rébora

diálogo con dios

-- de Marilina Rébora --

Diálogo con dios
ya no sé qué decirte, señor: lo he dicho todo;
mis lamentos se apagan en el labio callado,
no doy con la manera, ni acierto con el modo
de dirigirme a ti como en tiempo pasado.
No puedo ni rezar, las palabras no encuentro
de aquellas viejas preces de los años de infancia;
me ahoga como un algo que se enraíza adentro
y me torna impotente para expresar mi ansia.
Mas se opera el prodigio: sin rezo ni plegaria
me dirijo al señor lo más sencillamente.
Le cuento que estoy triste, que estoy sola le digo,
que no tengo en la vida la fuerza necesaria
y le oigo a mi lado contestar dulcemente:
con sólo el corazón se conversa conmigo!



Miguel Unamuno

Templo de carne

-- de Miguel Unamuno --

Tu pecho, de esplendor dórico-jónico,
tiene en el corazón el relicario
en que guardas las hojas del breviario
del rezo lento del amor canónico.

Lleva tu cara de perfil armónico
cual lámparas tus ojos del sagrario
y tu boca, de corte lapidario,
una sonrisa de vigor irónico.



José Asunción Silva

nocturno

-- de José Asunción Silva --

Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
a quien los másaudaces, en locos devaneos
jamás se hanacercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
y en cuyos dulceslabios abiertos sólo al rezo
jamás se habráposado ni la sombra de un beso...
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
si entrevieras ensueños a aquél con quien tú sueñas
tras las horas debaile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca
besar todos sus plieguesde tibio aroma llenos
y las rígidaspuntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñaras de placer en sus brazos,
por aquel de quieneres todas las alegrías,
¡oh dulce niñapálida!, di, ¿te resistirías?...



José Asunción Silva

Nocturno 1 (Silva)

-- de José Asunción Silva --

Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
a quien los más audaces, en locos devaneos
jamás se han acercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
y en cuyos dulces labios -abiertos sólo al rezo-
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso...
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas
tras las horas de baile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca
besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos
y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñaras de placer en sus brazos,
por aquel de quien eres todas las alegrías,
¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?...



Ramón María del Valle Inclán

rosas astrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡eternos imperios! ¡dorados sagrarios!
¡claves del gran todo! ¡rezo en sus laúdes!
¡voluntades quietas! ¡solemnes virtudes!
¡entrañas del mundo! ¡ardientes ovarios!

¡encendidos ritos de celestes lames!
¡sellados destinos del humano coro!
¡soles que las normas guardan del tesoro
¡demiúrgico! ¡arcanas rosas estelares!

arcano celeste, agnóstico arcano
donde los enigmas alzó el trymegisto:
por querer leerte abrió juliano

en su imperio el cisma, y se hizo anticristo,
exégeta, gnóstico del cielo pagano
una metamórfosis solar vio en el cristo.



Ricardo Güiraldes

Aconcagua

-- de Ricardo Güiraldes --

Cima. Altura. Cono tendencioso, que escapas de la tierra, hacia la coronación rala de aires eternos.

Aspiración a lo perfecto.

Gran tranquilo. Eterno mojón de cataclismo, cernido de nubes que lloran en tus flancos pétreos, desflocando sobre tu dureza la impotencia blanduzca de sus velámenes, esclavos del viento.

Indiferente.

Caótica cristalización.

Rezo de piedra.

Véngame tu firmeza inconmovible. Dios del silencio. Dios de aspiraciones hacia la perfección sideral.

¡Oh! tú que escapas a la tierra.

Impulso en catalepsia.

Borbotón solidificado.

Serenidad, hecha materia, que duermes al través de los siglos, imperturbablemente.

Vuelo en letargo.

Véngame tu estabilidad perenne, oh, pacificador inerte; dame tu sopor inmutable y la paz de tu quietismo de esfinge geológica.

¡Aconcagua!

Mendoza, 1913.



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