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Se han encontrado 34 poemas con la palabra reyes

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José María Eguren

los reyes rojos

-- de José María Eguren --

Desde la aurora
combaten los reyes rojos,
con lanza de oro.

Por verde bosque
y en los purpurinos cerros
vibra su ceño.

Falcones reyes
batallan en lejanías
de oro azulinas.

Por la luz cadmio,
airadas se ven pequeñas
sus formas negras.

Viene la noche
y firmes combaten foscos
los reyes rojos.

Poema los reyes rojos de José María Eguren con fondo de libro

Amado Nervo

¡reyes!

-- de Amado Nervo --

¡oh reyes, me trajisteis hace un año un presente
excepcional: un gran dolor!
fuisteis conmigo pródigos, cual monarcas de
oriente,
baltasar, gaspar y melchor.
Durante las tristísimas horas de vuestra noche,
terribles horas de expiación,
mi solo bien, mi frágil azucena, su broche
plegaba ya sin remisión.
Todo fue inútil: llanto, plegarias. Y al siguiente
día vi agostarse mi flor.
Fuisteis conmigo pródigos, monarcas del oriente;
vuestros tres dromedarios trajéronme el presente
más grande, ¡oh baltasar, oh gaspar, oh melchor!

Poema ¡reyes! de Amado Nervo con fondo de libro

Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 74

-- de Francisco de Quevedo --

Tus decretos, señor, altos y eternos,
supieron fabricar, enamorados,
de nada tantos cielos, y, enojados,
hicieron de los ángeles infiernos.
El polvo de que tú quisiste hacernos,
advertidos nos tiene y castigados,
y tus años vivisteis despreciados,
más solos y más pobres los más tiernos.
Cuando naciste humilde, te llevaron
mirra los reyes; mueres rey, y luego
el tributo te vuelven en bebida.
Para morir, señor, te coronaron:
hallas muerte en palacio, guerra y fuego,
y en el pesebre, reyes, paz y vida.

Poema las tres musas últimas castellanas 74 de Francisco de Quevedo con fondo de libro

Abraham Valdelomar

Ofertorio (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

Cuando el rojo crepúsculo en la aldea ponía
la silenciosa nota de su melancolía,
desde la blanca orilla iba a mirar el mar.
Todo lo que él me dijo aún en mi alma persiste:
–«mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar»–

A veces, en la sombra, la vaguedad marina
cruzaba el blanco triángulo de una vela latina
y se esfumaba en el confín;
desgranaba las lágrimas de su espuma una ola
y una ave en el espacio se deslizaba sola
hacia la costa curva y gris.

El faro como un cíclope con el ojo encendido,
buscaba entre las sombras algún buque perdido,
–desnudo y fuerte como un pescador–,
ofreciendo su estela como un pródigo brazo
y sus férreas escalas como un duro regazo:
tal a los reyes magos la estrella del Señor...

Hoy, con mi barca débil navegando en la ignota
inmensidad brumosa, la blanca vela rota,
tu espíritu bueno me sepa guiar.
Tú, blanca, dulce, triste, pensativa, adorada,
recuerda y pon en estas palabras tu mirada
amorosa y profunda como el cielo y el mar...



Amado Nervo

esquiva

-- de Amado Nervo --

Para m. Larrañaga y portugal.
¡No te amaré! muriera de sonrojos
antes bien, yo que fui cantar maldito
de blancas hostias y de nimbos rojos;
yo que sólo he alentado los antojos
de un connubio inmortal con lo infinito.
¡No te amaré! mi espíritu atesora
el perfume sutil de otras edades
de realeza y de fe consoladora,
y ese noble perfume se evapora
al beso de mezquinas liviandades.
Mi mundo no eres tú: fueron los priores
militantes, caudillos de sus greyes;
el mundo en que, magníficos señores,
fulminaron los papas triunfadores
su anatema fatal contra los reyes.
Fue la etapa viril en que se cruza,
con bayardo que esgrime su tizona,
escot que sus dialécticas aguza:
la edad en que la negra caperuza
forjaba el silogismo en la sorbona.
Y no sé de pasión, y me contrista
vibrar la lira del amor precario.
¡Sólo brotan mis versos de amatista
al beso de daniel, el simbolista,
y al ósculo de juan, el visionario!



Lope de Vega

Alta sangre real, claro Felipe

-- de Lope de Vega --

Alta sangre real, claro Felipe,
a cuyo heroico y generoso pecho
el límite africano vino estrecho,
aunque en grandeza a Europa se anticipe,

porque el cielo ordenó que participe
de otro imperio mayor vuestro derecho
y que se ocupen en tan alto hecho
los cisnes de las fuentes de Aganipe;

tanto os estima a vos, Príncipe, solo,
que un día aventuró para ganaros
con cuatro reyes veinte mil personas,

trocando el bajo por el alto polo,
a Fez en Fe, y a vuestros montes claros
por claros cielos y por mil coronas.



Lope de Vega

Hombre mortal mis padres me engendraron

-- de Lope de Vega --

Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.
La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.
Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida:
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.
Un principio y un fin tiene la vida;
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.



Lope de Vega

No es mucho que Israel las aguas corte

-- de Lope de Vega --

No es mucho que Israel las aguas corte
del Rubio mar, si va Moisés delante
haciéndole dos muros de diamante,
que a Egipto emboten de la espalda el corte.
Ni que el peligro al pescador reporte,
para serlo del barco militante,
que Dios le llama, porque no le espante,
y está en la orilla el sol que alumbra el Norte.
Pero que tienda de Domingo el manto
Raimundo, y pase encima el mar profundo,
es fe que ha dado al mismo cielo espanto.
Pasad, profeta, ese Jordán segundo;
verán los reyes, que se ciegan tanto
que estima el mar a quien destierra el mundo.



Luis Cañizal de la Fuente

corral de luz hipnotizada

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Ropa tendida, humilde y pueblerinamente,
en el silencio deslumbrado de las cinco:
banderas derrotadas que no besan el polvo
pero dentro contienen personas bocabajo,
humilladas en su estatura modesta
como reyes antiguos que vendieron
el balandrán poluto a los museos.
Pero estos de ahora, y sobre todo éstas,
lavaron muy lavadas sus holgadas mudas
antes de resignarse pecho a tierra,
por si había que recibir a la muerte con decencia.
Y ahí están, en suspenso la respiración:
mandan un sano olor caliente a tonsura labriega.



Luis Lloréns Torres

carnaval

-- de Luis Lloréns Torres --

Bella ficción de reinas y de reyes...
Oh, carnaval, alegre carnaval,
que unces tus yuntas de mejores bueyes
y aras la carne en el vaivén del vals.

Arado quo revuelcas corazones,
en surcos de dolor y de placer,
y arrancas las raíces y tocones,
que dejaron las siembras del ayer.

Queda, desnuda, la cachonda era,
apta para la nueva primavera,
que vaticina el grito del amor.

Grito y clarín de la fecunda guerra
en que hasta las lombrices de la tierra
sueñan el sueño de la flor.



Manuel del Palacio

Revista de la prensa

-- de Manuel del Palacio --

Sigue El Pueblo los reyes combatiendo,
La Regeneración barbarizando,
La Época gimiendo y suspirando,
Gil Blas á los presbíteros mordiendo.

De sueños La Política viviendo.
De todo La Esperanza renegando,
La Iberia, como siempre, preguntando,
Y La Correspondencia respondiendo.

Hace El Universal su propaganda,
Defiende El Pensamiento su prebenda,
El Cascabel se burla del que manda,

Pide El Certámen parte en la merienda;
Y entre los de esta y los de aquella banda,
No hay en España nadie que se entienda.



Jorge Luis Borges

brunanburh, 937 a. d.

-- de Jorge Luis Borges --

Nadie a tu lado.
Anoche maté a un hombre en la batalla.
Era animoso y alto, de la clara estirpe de anlaf.
La espada entró en el pecho, un poco a la izquierda.
Rodó por tierra y fue una cosa,
una cosa del cuervo.
En vano lo esperarás, mujer que no he visto.
No lo traerán las naves que huyeron
sobre el agua amarilla.
En la hora del alba,
tu mano desde el sueño lo buscará.
Tu lecho está frío.
Anoche maté a un hombre en brunanburh.
Nota del autor: brunanburgh. Son las palabras de un sajón que se ha batido en la victoria que los reyes de wessex alcanzaron sobre una coalición de escoceses, daneses y britanos, comandados por anlaf (olaf) de irlanda. En el poema hay ecos de la oda contemporánea que tennyson tan admirablemente tradujo.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 22

-- de Jorge Manrique --

Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
↑ mandados por violencia
↑ alabada



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 14

-- de Jorge Manrique --

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.



Diego Hurtado de Mendoza

Domado ya el Oriente, Saladino

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Domado ya el Oriente, Saladino,
Desplegando las bárbaras banderas
Por la orilla del Nilo, le convino
Asentar su real en las riberas.

Lenguas le rodeaban lisonjeras,
Compaña que á los reyes de contino
Sola sigue en las burlas y en las veras,
Loándoles el bueno y mal camino.

Contaban el Egipto sojuzgado,
Francia rota y el mar Rojo en cadena
Mostrábanle su ejército y poder.

Respondióles: «Aquí se puede ver
Dónde acabó su gloria, en esta arena,
El gran Pompeo, muerto y no enterrado.»



Emilio Bobadilla

El capitán homicida

-- de Emilio Bobadilla --

Militar, incestuoso y homicida, conoces
—triste conocimiento que la vida te cuesta—
las sensaciones lívidas, los enervantes goces
que al vulgo sólo arrancan unánime protesta.

¿Quién mide lo insondable y oscuro de tu alma?
Tu silencio sombrío, tu voluntad de hierro
—cual náufragos que miran el peligro con calma—
no han flaqueado en tus horas de soledad y encierro.

En pintoresco siglo de intrépidas conquistas,
hubieran encontrado tus instintos diabólicos
galardones, aplausos sin fin y apologistas...

¡Cuán diferente hubiera quizás sido tu caso!
Hubieras sido en tiempo de los Reyes Católicos
tal vez otro Pizarro, otro Valdivia acaso...



Pedro Bonifacio Palacios

Como los bueyes

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano
y concilia deber, altruismo y gusto:
con el que pasa lejos, casi adusto,
con el que viene a mi, tierno y humano.
Hallo razón al triste y al insano,
mal que reviente mi pensar robusto;
y en vez de andar buscando lo más justo
hago yunta con otro y soy su hermano.
Sin meterme a Moisés de nuevas leyes,
doy al que pide pan, pan y puchero;
y el honor de salvar al mundo entero
se lo dejo a los genios y a los reyes:
Hago, vuelvo a decir, como los bueyes,
mutualidad de yunta y compañero.



Pedro Bonifacio Palacios

Verano

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Velado por fulíginos elásticos de llamas,
con galas y atavíos y aromas turbadores,
de ignotos lares llega con áureas oriflamas,
el príncipe verano, custodiado de amores.
¡Salud, príncipe indigno, laureolado de flores,
guirnaldas y diademas os brindarán las damas,
proyectan tus pupilas fúlgidos resplandores
que a reina primavera revelan que la amas!
Al manto de celajes aéreos y movibles,
ninfáticos poemas le engalanan sus bordes,
cánticos eufónicos, bemoles indecibles,
églogas siderales, himnos indefinibles,
se mezclan en los mágicos, quiméricos acordes,
de laúdes dorados, de reyes invisibles.



José Tomás de Cuellar

Jesucristo en la cruz

-- de José Tomás de Cuellar --

El que ha podido hacer adorar una
cruz, el que ha ofrecido por culto á
los hombres la humanidad doliente y
la virtud perseguida, éste, lo juramos,
no puede menos de ser un Dios.

CHATEAUBRIAND.

¡Calle el mundo á mi voz! El arpa mía
Va á repetir el eco del Calvario
Con mágico concento,
Que en alas de la mística poesía
Se eleve presuroso y solitario
Hasta tocar el alto firmamento.

¡Calle el mundo á mi voz! Altivos reyes,
Pueblos que venerais la augusta enseña
Con júbilo infinito,



Juan Bautista Arriaza

La crueldad de la muerte

-- de Juan Bautista Arriaza --

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Anónimo

Romance de Bovalías el infante

-- de Anónimo --

Durmiendo está el rey Almanzor
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete moros
que las habían de armar,
que amores de la condesa
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño que duermo
luego me has de recordar.
Ya le dan las escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los siete mulos
que las habían de llevar,
ya le dan los siete moros
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.



Mauricio Bacarisse

La tortuga del catolicismo

-- de Mauricio Bacarisse --

La cúpula del Escorial, bajo el bautismo
del agresivo sol que irrita, ciega y daña,
es el caparazón de hipocondría y saña
de la inmensa tortuga del catolicismo.

Tartamudea el esquilón en la espadaña...
Guarda el macizo templo que se agobia a sí mismo
el detestable gusto del jesuitismo
sobre el triste panteón de los reyes de España.

... Un inquisitorial esfuerzo de pigricia
de Felipe y de Herrera. La fe que ajusticia
le ha dado al Monasterio color de ictericia.

¡Siniestro galápago, grave, ocre y moroso,
simbolizas la fuerza estéril del coloso
que al encontrarse feo se torna bilioso!



Juan Nicasio Gallego

A San Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Desciende de las fúlgidas mansiones,
ilustre leonés, santo guerrero;
muévate a compasión el trono ibero
que en el Betis plantaron tus legiones.

No tiene ya Corteses ni Colones
que rindan a sus pies otro hemisferio:
el que era envidia ayer del orbe entero
ludibrio es hoy de reyes y naciones.

Mira a tu nieta, cándida, inocente,
que en infantiles juegos divertida
ni aun el rumor de la borrasca siente.

Guarda y protege su preciosa vida,
y esa corona trémula en su frente
de mi contrarios vientos combatida.



Julio Herrera Reissig

Terminación de la fiesta. Despedidas y quejas. Llueve. Desfile de la concurrencia

-- de Julio Herrera Reissig --

Suenan galanteos y besos y adioses:
Se marchan los Papas de ceño fruncido.
Las Brujas, los Duendes de acento fingido,
Se marchan los Reyes, se marchan los Dioses,
Y todos se marchan... Ya todos se han ido...!
Pasaron volando las cuatro Estaciones,
Los bellos Ocasos, las bellas Auroras,
Endriagos, Quimeras, Esfinges, Dragones,
Hidras y Centauros y Furias traidoras
Y Gnomos y Faunos y Meses y Horas.
Se apagan las luces. El viejo Castillo
Se esfuma, se borra. Cuatro campanadas
Da el Reloj. (Sus botas perdió Pulgarcillo
Y una bruja loca lo lleva a la grupa).
Negras Amazonas pasan a horcajadas
En palos de escoba; y el negro corrillo
De sombras eternas zumbando se agrupa...!
Zumbando se agrupa...!
(Llueve). Los Ciclones tocan en sus flautas
Su inmenso silbido.
Los viejos Ciclones tocan en sus flautas,
las Sirenas lloran, las Ninfas se quejan.
(El viejo Patriarca se queda dormido).
Pasan Unicornios, Monstruos y Argonautas...
Ya todos se han ido, ya todos se alejan,
Ya todos se alejan, ya todos se han ido...
Se quejan
se alejan...
Se han ido...!



Julio Herrera Reissig

la misa cándida

-- de Julio Herrera Reissig --

Jardín de rosa angélico, la tierra guipuzcoanal
edén que un fra doménico soñara en acuarelas...
Los hombres tienen rostros vírgenes de manzana,
y son las frescas mozas óleos de antiguas telas.

Fingen en la apretura de la calleja aldeana,
secretearse las casas con chismosas cautelas,
y estimula el buen ocio un trin-trin de campana,
un pum-pum de timbales y un fron-fron de vihuelas.

¡Oh campo siempre niño! ¡oh patria de alma proba!
como una virgen, mística de tramonto, se arroba...
Aves, mar, bosques: todo ruge, solloza y trina

las bienaventuranzas sin código y sin reyes...
Y en medio a ese sonámbulo coro de palestrina,
oficia la apostólica dignidad de los bueyes!



Federico García Lorca

Los reyes de la baraja

-- de Federico García Lorca --

Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.

Corre que te pillo,
corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.

Del olivo
me retiro,
del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.



José Joaquín de Olmedo

Dedicatoria

-- de José Joaquín de Olmedo --

A J. R. O.

Y tú, mi dulce amigo,
que con la caza alegre
el afanoso estudio
alternas y entretienes,
sigue, sigue gozando
el placer de los reyes;
la diosa de los bosques
su gracia te promete.

Mas si en la selva umbrosa
dos palomitas vieres
acariciarse tiernas,
el tiro, cruel, suspende;
perdón a sus caricias,
y diles cuando vuelen:

«Si acaso sois de aquellas
que en Chipre tiran siempre
el carro de la madre
del amor y el deleite,
id allá desaladas,
palomas inocentes,
y en vuestro dulce arrullo
que Venus sola entiende,
decidle: Tu poeta
nos libró de la muerte»



Bartolomé de Argensola

Fabio, pensar que el Padre soberano

-- de Bartolomé de Argensola --

Fabio, pensar que el Padre soberano
en esas rayas de la palma diestra
(que son arrugas de la piel) te muestra
los accidentes del discurso humano,

es beber con el vulgo el error vano
de la ignorancia, su común maestra;
bien te confieso que la suerte nuestra,
mala o buena, la puso en nuestra mano.

Di, ¿quién te estorbará el ser rey, si vives
sin envidiar la suerte de los reyes,
tan contento y pacífico en la tuya,

que estén ociosas para ti sus leyes,
y cualquier novedad que el cielo influya
como cosa ordinaria la recibes?



Bartolomé de Argensola

Suelta el cabello al Céfiro travieso

-- de Bartolomé de Argensola --

Suelta el cabello al céfiro travieso,
para que recompense, Cintia, un rato
de los muchos que usurpa el aparato
que le añade, no gracia, sino peso.

¡Cuánta más luz que coronado o preso
nos descubre ondeando sin recato!
Y dime si en las leyes del ornato
respondió al arte con tan gran suceso.

A cabellos de mal seguros reyes
ofrezcan ambiciosos resplandores
las ondas y las minas del oriente;

los tuyos ni los crespes ni los dores;
y pues crecieron en tan libre frente,
imiten su altivez, no guarden leyes.



Bartolomé de Argensola

romances 1

-- de Bartolomé de Argensola --

¿qués de ti, rey de granada?
¿qués de tu tierra y tus moros?
¿dónde tienes tu morada?

reniega ya de mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

2



Clemente Althaus

A Martín de Porres

-- de Clemente Althaus --

En vano, gran Martín, la Noche fría
vistió tu rostro con su sombra oscura;
mas que la nieve era tu alma pura,
y más clara que sol de mediodía.
Y hoy en la gloria perennal te alegras,
mientras gimen sin tregua en el profundo
mil y mil que tuvieron en el mundo
los rostros blancos y las almas negras.
Si, como vil, el orgulloso suelo
y como infame, tu color rechaza,
igual es en honores cada raza
en la feliz república del cielo.
Y hasta permiten las divinas leyes
que aquellos cuya vida más se humilla
allá reciban más augusta silla,
del mundo esclavos y del cielo reyes.
¿Qué corona de sol resplandeciente
hay que perder su resplandor no tema,
ante la luz de la inmortal diadema
que hoy enguirnalda tu gloriosa frente?
Y son nuestras mas fúlgidas estrellas
bosquejo apenas y confusa sombra
de esas que tú, como brillante alfombra,
o cual dorado pavimento, huellas.



Cristóbal de Castillejo

el mismo

-- de Cristóbal de Castillejo --

El navidad es pasado,
y reyes otro que sí;
mas del copla que le di
ya le tienes olvidado.

Prometido pues'me había
el aguinaldo, señor,
mande vuestra señoría
que la cumpla todavía
con machín, su servidor.



Ramón López Velarde

la tónica tibieza

-- de Ramón López Velarde --

La tónica tibieza
¿cómo será esta sed constante de veneros
femeninos, de agua que huye y que regresa?
¿será este afán perenne, franciscano o polígamo?
yo no sé si está presa
mi devoción en la alta
locura del primer
teólogo que soñó con la primera infanta,
o si, atávicamente, soy árabe sin cuitas
que siempre está de vuelta de la cruel continencia
del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes,
las halla a todas bellas y a todas favoritas.
No sé... Mas que en la hora reseca e impotente
de mi vejez, no falte la tónica tibieza
mujeril, providente
con los reyes caducos que ligaban las hoces
de israel, y cantaban
en salmos, y dormían sobre pieles feroces.



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Ariiba