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Federico García Lorca

Los reyes de la baraja

-- de Federico García Lorca --

Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.

Corre que te pillo,
corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.

Del olivo
me retiro,
del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.

Poema Los reyes de la baraja de Federico García Lorca con fondo de libro

José Martí

la imagen del rey, por ley,

-- de José Martí --

xxix
la imagen del rey, por ley,
lleva el papel del estado:
el niño fue fusilado
por los fusiles del rey.
Festejar el santo es ley
del rey: y en la fiesta santa
¡la hermana del niño canta
ante la imagen del rey!

Poema la imagen del rey, por ley, de José Martí con fondo de libro

Lope de Vega

Aquí del rey, señores. ¿Por ventura

-- de Lope de Vega --

Aquí del rey, señores. ¿Por ventura
fui yo Caín de mi inocente hermano?
¿Maté yo al rey don Sancho el castellano,
o sin alma signé falsa escritura?

¿Púsome acaso en la tablilla el cura?
¿No soy hidalgo y montañés cristiano?
¿Por qué razón, con maldecirme en vano,
no tengo vida ni ocasión segura?

De oír decir a todos me desmayo
«sin que haya lluvia o trueno resonante
que vaya a dar en casa de Tamayo».

Vuesamerced, rey mío, no se espante,
ni tenga pena que le mate el rayo:
que sólo va a buscar su consonante.

Poema Aquí del rey, señores. ¿Por ventura de Lope de Vega con fondo de libro

Anónimo

Por el val de las Estacas...

-- de Anónimo --

Por el val de las Estacas
pasó el Cid a mediodía,
en su caballo Babieca:
¡oh, qué bien que parecía!
El rey moro que lo supo
a recibirle salía,
dijo: -Bien vengas, el Cid,
buena sea tu venida,
que si quieres ganar sueldo,
muy bueno te lo daría,
o si vienes por mujer,
darte he una hermana mía.
-Que no quiero vuestro sueldo
ni de nadie lo querría,
que ni vengo por mujer,
que viva tengo la mía,
vengo a que pagues las parias
que tú debes a Castilla.
-No te las daré yo, el buen Cid,
Cid, yo no te las daría;
si mi padre las pagó,
hizo lo que no debía.
-Si por bien no me las das,
yo por mal las tomaría.
-No lo harás así, buen Cid,
que yo buena lanza había.
-En cuanto a eso, rey moro,
creo que nada te debía,
que si buena lanza tienes,
por buena tengo la mía;
mas da sus parias al rey,
a ese buen rey de Castilla.
-Por ser vos su mensajero,
de buen grado las daría.



Anónimo

Por Guadalquivir arriba...

-- de Anónimo --

Por Guadalquivir arriba
cabalgan caminadores,
que, según dicen las gentes,
ellos eran buenos hombres:
ricas aljubas vestidas,
y encima sus albornoces,
capas traen aguaderas,
a guisa de labradores.
Daban cebada de día
y caminaban de noche,
no por miedo de los moros,
mas por las grandes calores.
Por sus jornadas contadas
llegados son a las Cortes;
sálelos a recibir
el rey con sus altos hombres.
-Viejo que venís, el Cid,
viejo venís y florido.
-No de holgar con las mujeres,
mas de andar en tu servicio,
de pelear con el rey Búcar,
rey que es de gran señorío,
de ganarle las sus tierras,
sus villas y sus castillos;
también le gané yo al rey,
el su escaño tornido.



Anónimo

Romance del alcaide de Alhama

-- de Anónimo --

-Moro alcaide, moro alcaide,
el de la barba vellida,
el rey os manda prender
porque Alhama era perdida.
-Si el rey me manda prender
porque Alhama se perdía,
el rey lo puede hacer,
mas yo nada le debía,
porque yo era ido a Ronda
a bodas de una mi prima;
yo dejé cobro en Alhama
el mejor que yo podía.
Si el rey perdió su ciudad,
yo perdí cuanto tenía:
perdí mi mujer y hijos,
las cosas que más quería.



Anónimo

Romance del rey don Juan de Navarra

-- de Anónimo --

Los aires andan contrarios,
el sol eclipse hacía,
la luna perdió su lumbre,
el norte no parecía,
cuando el triste rey don Juan
en la su cama yacía,
cercado de pensamientos,
que valer no se podía.
-¡Recuerda, buen rey, recuerda,
llorarás tu mancebía!
¡Cierto no debe dormir
el que sin dicha nacía!
¡Quién eres tú, la doncella?
dímelo por cortesía.
-A mí me llaman Fortuna,
que busco tu compañía.
-¡Fortuna, cuánto me sigues,
por la gran desdicha mía,
apartado de los míos,
de los que yo más quería!
¡Qué es de ti, mi nuevo amor,
qué es de ti, triste hija mía?
que en verdad hija tú tienes,
Estella, por nombradía.
¿Que es de ti, Olite y Tafalla?
¿qué es de mi genealogía?
¡Y ese castillo de Maya
que el duque me lo tenía!
Pero si el rey no me ayuda,
la vida me costaría.



Anónimo

Romance que dice:Tres cortes armara el rey

-- de Anónimo --

Tres cortes armara el rey,
todas tres a una sazón:
las unas armara en Burgos,
las otras armó en León,
las otras armó en Toledo,
donde los hidalgos son,
para cumplir de justicia
al chico con el mayor.
Treinta días da de plazo,
treinta días, que más non,
y el que a la postre viniese
que lo diesen por traidor.
Veintinueve son pasados,
los condes llegados son;
treinta días son pasados,
y el buen Cid no viene, non.
Allí hablaran los condes:
-Señor, dadlo por traidor.
Respondiérales el rey:
-Eso non faría, non,
que el buen Cid es caballero
de batallas vencedor,
pues que en todas las mis cortes
no lo habría otro mejor.
Ellos en aquesto estando,
el buen Cid allí asomó
con trescientos caballeros,
todos hijosdalgo son,
todos vestidos de un paño,
de un paño y de una color,
si no fuera el buen Cid,
que traía un albornoz.
-Manténgaos Dios, el rey,
y a vosotros, sálveos Dios,
que no hablo yo a los condes,
que mis enemigos son.



Bartolomé de Argensola

romances 1

-- de Bartolomé de Argensola --

¿qués de ti, rey de granada?
¿qués de tu tierra y tus moros?
¿dónde tienes tu morada?

reniega ya de mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

2



Leandro Fernández de Moratín

soneto. el rey d. sebastián

-- de Leandro Fernández de Moratín --

el rey d. Sebastián
cede al temor el luso fugitivo,
y el rey cercado de enemiga gente,
desnuda ya la coronada frente,
resiste y lidia con esfuerzo altivo.
Los que le quieren prisionero y vivo
(aunque solo morir matando intente)
discordes en su cólera insolente,
sangre derraman por el gran cautivo.
Amor, que visto el mal partió derecho
con treinta lanzas de gomeles bravos,
para estorbar el bélicoso trance:
«qué importa», dijo (y le atraviesa el pecho)
«un hombre más al número de esclavos?
muera... Toca añadir: siga el alcance».



Jorge Luis Borges

fragmento

-- de Jorge Luis Borges --

Una espada,
una espada de hierro forjado en el frío del alba
una espada con runas
que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,
una espada que los poetas
igualarán al hielo y al fuego,
una espada que un rey dará a otro rey
y este rey a un sueño,
una espada que será leal
hasta una hora que ya sabe el destino,
una espada que iluminará la batalla.
Una espada para la mano
que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,
una espada para la mano
que enrojecerá los dientes del lobo
y el despiadado pico del cuervo,
una espada para la mano
que prodigará el oro rojo,
una espada para la mano
que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,
una espada para la mano
que ganará un reino y perderá un reino,
una espada para la mano
que derribará la selva de lanzas.
Una espada para la mano de beowulf.



Antonio Ros de Olano

Funerales

-- de Antonio Ros de Olano --

«¡El Rey ha muerto!» «¡Viva el Rey!»-Corrieron
a ensordecer el ámbito estos gritos;
las galas con los lutos se fundieron
en el aplauso y funerales ritos.

¡Oh página del tiempo en que escribieron
privados y magnates sus delitos!...
«¡¡El Rey ha muerto!!... ¡Ha muerto!» respondieron
las tumbas en airados plebiscitos.

Y entonces el furor con mano fuerte,
¡epopeya cruel del vulgo zafio!
¡venganza de la vida y de la muerte!

Grabó en la losa con cincel de encono,
convirtiendo la historia en epitafio:
«¡Divinidad mortal, éste es tu trono!»



Anónimo

Buen Conde Fernán González...

-- de Anónimo --

-Buen conde Fernán González,
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde,
daros han buen galardón:
daros ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las nueve villas,
con ellas a Carrión,
daros ha a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde, si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
poblélos de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey
dábale otro, que eran dos,
al que casaba su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían por el rey,
que no lo merece, non,
él les puso muchos pechos
y quitáraselos yo.



Anónimo

En las almenas de Toro...

-- de Anónimo --

En las almenas de Toro,
allí estaba una doncella,
vestida de negros paños,
reluciente como estrella;
pasara el rey don Alonso,
namorado se había de ella,
dice: -Si es hija de rey
que se casaría con ella,
y si es hija de duque
serviría por manceba.
Allí hablara el buen Cid,
estas palabras dijera:
-Vuestra hermana es, señor,
vuestra hermana es aquella.
-Si mi hermana es, dijo el rey,
fuego malo encienda en ella.
Llámenme mis ballesteros,
tírenle sendas saetas,
y aquel que la errare
que le corten la cabeza.
Allí hablara el buen Cid,
de esta suerte respondiera:
-Mas aquel que la tirare,
pase por la misma pena.
-Ios de mis tiendas, Cid,
no quiero que estéis en ellas.
-Pláceme, respondió el Cid,
que son viejas, y no nuevas;
irme he yo para las mías
que son de brocado y seda,
que no las gané holgando,
ni bebiendo en la taberna,
ganélas en las batallas
con mi lanza y mi bandera.



Anónimo

Romance del duque de Arjona

-- de Anónimo --

En Arjona estaba el duque
y el buen rey en Gibraltar,
envióle un mensajero
que le viniese a hablar.
Malaventurado el duque
vino luego sin tardar;
jornada de quince días
en ocho la fuera a andar.
Hallaba las mesas puestas
y aparejado el yantar,
y desque hubieron comido,
vanse a un jardín a holgar.
Andándose paseando,
el rey comenzó a hablar:
-De vos, el duque de Arjona,
grandes querellas me dan:
que forzades las mujeres
casadas y por casar,
que les bebíaides el vino
y les comíades el pan,
que les tomáis la cebada,
sin se la querer pagar.
-Quien os lo dijo, buen rey,
no os dijera la verdad.
-Llamaisme a mi camarero
de mi cámara real,
que me trajese unas cartas
que en mi barjuleta están.
Védeslas aquí, el duque,
no me lo podéis negar.
Preso, preso, caballeros,
preso de aquí lo llevad:
entregadlo al de Mendoza,
ese mi alcalde el leal.



Anónimo

Romance del rey don Fernando primero

-- de Anónimo --

Doliente se siente el rey,
este buen rey don Fernando;
los pies tiene hacia el oriente
y la candela en la mano.
A su cabecera tiene
arzobispos y perlados,
a su man derecha tiene
a sus hijos todos cuatro.
Los tres eran de la reina
y el uno era bastardo:
ese que bastardo era
quedaba mejor librado.
Arzobispo es de Toledo,
Maestre de Santiago,
Abad era en Zaragoza,
de las Españas primado.
-Hijo si yo no muriera
vos fuérades Padre Santo,
mas con la renta que os queda
vos bien podéis alcanzarlo.
Ellos estando en aquesto
entrara Urraca Fernando
y vuelta hacia su padre
desta manera ha hablado.



Anónimo

Romance del rey Ramiro

-- de Anónimo --

Ya se asienta el rey Ramiro,
ya se asienta a sus yantares,
los tres de sus adalides
se le pararon delante:
al uno llaman Armiño,
al otro llaman Galvane,
al otro Tello, lucero,
que los adalides trae.
-Mantengaos Dios, señor.
-Adalides, bien vengades.
¿Qué nuevas me traedes
del campo de Palomares?
-Buenas las traemos, señor,
pues que venimos acá;
siete días anduvimos
que nunca comimos pan,
ni los caballos cebada,
de lo que nos pesa más,
ni entramos en poblado,
ni vimos con quién hablar,
sino siete cazadores
que andaban a cazar.
Que nos pesó o nos plugo,
hubimos de pelear:
los cuatro de ellos matamos,
los tres traemos acá,
y si lo creéis, buen rey,
si no, ellos lo dirán.



Anónimo

Romance de Bovalías el infante

-- de Anónimo --

Durmiendo está el rey Almanzor
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete moros
que las habían de armar,
que amores de la condesa
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño que duermo
luego me has de recordar.
Ya le dan las escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los siete mulos
que las habían de llevar,
ya le dan los siete moros
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.



Anónimo

Romance del rey don Sancho

-- de Anónimo --

Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,

que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;

llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,

cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco;

si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.

Gritos dan en el real: -¡A don Sancho han mal herido,

muerto le ha Vellido Dolfos, gran traición ha cometido!

Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo;

por las calle de Zamora va dando voces y gritos:

-Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.



Amado Nervo

a felipe ii

-- de Amado Nervo --

Para rafael delgado.
Ignoro qué corriente de ascetismo,
qué relación, qué afinidad impura
enlazó tu tristura y mi tristura
y adunó tu idealismo y mi idealismo.
Más sé por intuición que un astro mismo
ha presidido nuestra noche oscura,
y que en mí como en ti libra la altura
un combate fatal con el abismo.
¡Oh, rey; eres mi rey! hosco y sañudo
también soy; en un mar de arcano duelo
mí luminoso espíritu se pierde,
y escondo como tú, soberbio y mudo,
bajo el negro jubón de terciopelo,
el cáncer implacable que me muerde.



Lope de Vega

Al rey Nino, Semíramis famosa

-- de Lope de Vega --

Al rey Nino, Semíramis famosa
por último pidió de tantos dones
el cetro, que tan bárbaras naciones
redujo a paz y a sujeción forzosa.

Rendida pues la mano victoriosa
a la lasciva, humillan sus blasones
los capitanes, y entre mil pendones
corona de laurel su frente hermosa.

«Pasadle el pecho, dijo, pues ya reino,
con una flecha de una persa aljaba,
que no quiere el gobierno compañía».

Perdiendo Nino, en fin, vida, honor, reino,
dijo muriendo: «Justamente acaba
con muerte vil quien de mujer se fía».



Manuel del Palacio

En el aniversario de la revolución de Setiembre

-- de Manuel del Palacio --

Un año cumple que la inmunda tropa
De moderados, frailes y Borbones,
Del poder arrojada á pescozones
Pasó á la emigración con viento en popa.

Dejando de ser fábula de Europa
Reconquistó la España sus blasones,
Y entre vivas, y aplauso, y ovaciones
Bobimos del placer la dulce copa.

Hoy, pueblo, te amenazan nuevos daños
Los que cual rey te adulan á porfía,
Te envuelven en la red de sus engaños.

¡Tú, de tí mismo rey! No todavía;
¡Has llevado la albarda muchos años,
Para vestir la púrpura en un dia!



Jorge Luis Borges

ajedrez

-- de Jorge Luis Borges --

i
en su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
Ii
tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?



Pedro Calderón de la Barca

Hermosura

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mi beldad hermosa y pura;
ni al rey envidio, ni sus triunfos quiero,
pues más imperio ilustre considero
que es el que mi belleza me asegura.

Porque si el rey avasallar procura
las vidas, yo, las almas, luego infiero
con causa que mi imperio es el primero,
pues que reina en las almas la hermosura.

Pequeño mundo la filosofía
llamó la hombre; sin en él mi imperio fundo,
como el cielo lo tiene, como el suelo,

bien puede presumir la deidad mía
que al que al hombre llamó pequeño mundo,
llamará a la mujer pequeño cielo.



Juan Bautista Arriaza

Virtudes militares más dignamente premiadas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Tú que audaz recorriste sin cansarte
los reinos de Cibeles y Neptuno,
superando los riesgos uno a uno
que al constante valor presenta Marte.

Tú que de Iberia un tiempo baluarte,
y hoy rayo a los rebeldes importuno,
lidias porque en el orbe no haya alguno
que de tu patria insulte al estandarte.

Yo te saludo ¡oh bravo sin pretextos!
Soldado entre soldados sin segundo,
norma igual de leales y modestos;

y de mi pecho digo en lo profundo:
ciña mi rey muchos laureles de estos,
y yo le fío rey de todo el mundo.



Gabriela Mistral

canción amarga

-- de Gabriela Mistral --

¡ay! ¡juguemos, hijo mío,
a la reina con el rey!
este verde campo es tuyo.
¿De quién más podría ser?
las oleadas de la alfalfa
para ti se han de mecer.
Este valle es todo tuyo.
¿De quién más podría ser?
para que los disfrutemos
los pomares se hacen miel.
(¡Ay! ¡no es cierto que tiritas
como el niño de belén
y que el seno de tu madre
se secó de padecer!)
el cordero está espesando
el vellón que he de tejer.
Y son tuyas las majadas,
¿de quién más podrían ser?
y la leche del establo
que en la ubre ha de correr,
y el manojo de las mieses
¿de quién más podrían ser?
(¡ay! ¡no es cierto que tiritas
como el niño de belén
y que el seno de tu madre
se secó de padecer!)
¡sí! ¡juguemos, hijo mío,
a la reina con el rey!



Anónimo

Pérdida de Antequera

-- de Anónimo --

De Antequera salió el moro
tres horas antes del día,
con cartas en las sus manos
en que socorro pedía.
Por los campos de Archidona
a grandes voces decía:
—¡Oh buen rey, si tú supieses
mi triste mensajería!
El rey, que venir lo vido,
a recebirlo salía
con trescientos de a caballo,
la flor de la morería.



Anónimo

Crianza de Fernán González

-- de Anónimo --

En Castilla no había rey,
ni menos emperador,
sino un infante niño,
(niño) y de poco valor;
andábanlo por hurtar
caballeros de Aragón.
Hurtado le ha un carbonero
de los que hacen carbón.
No le muestra a cortar leña,
ni menos hacer carbón,
muéstrale a jugar las cañas
y muéstrale justador,
también a jugar los dados
y las tablas muy mejor.
—Vámonos, dice, mi ayo,
a mis tierras de Aragón;
a mí me alzarán por rey
y a vos por gobernador.



Anónimo

Romance de la muerte del conde de Niebla

-- de Anónimo --

-Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me querais dar
de aquese conde de Niebla,
don Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros,
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre,
o don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
-Ningún grande ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
Mas es muerto un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes a los moros
en cuán poco vos ternán,
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír sólo su nombre,
por se oír sólo llamar.
Tornó en un batel pequeño
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor, los brocados,
no querades más solaz.
El rey oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó traer su hijo,
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fue a titular.



Anónimo

Romance de la reina de Nápoles

-- de Anónimo --

La triste reina de Nápoles
sola va, sin compañía;
va llorando y gritos dando
do su mal contar podía;
¡Quién amase la tristeza
y aborreciese alegría,
porque sepan los mis ojos
cuanto lloro yo tenía!
Yo lloré el rey, mi marido,
las cosas que yo más quería:
lloré al príncipe don Pedro,
que era la flor de Castilla.
Vínome lloro tras lloro,
sin haber consuelo un día.
Yo me estando en esos lloros,
vínome mensajería
de aquese buen rey de Francia,
que el mi reino me pedía.
Subiérame a una torre,
la más alta que tenía,
vi venir siete galeras
que en mi socorro venían;
dentro venía un caballero,
almirante de Castilla.
¡Bien vengas, el caballero,
buena sea tu venida!



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Anónimo

Romance del rey de Aragón

-- de Anónimo --

Miraba de Campo-Viejo
el rey de Aragón un día,
miraba la mar de España
cómo menguaba y crecía;
miraba naos y galeras,
unas van y otras venían:
unas venían de armada,
otras de mercadería;
unas van la vía de Flandes,
otras la de Lombardía;
esas que vienen de guerra
¡oh, cuán bien le parecían!
Miraba la gran ciudad
que Nápoles se decía,
miraba los tres castillos
que la gran ciudad tenía:
Castel Novo y Capuana,
Santelmo, que relucía,
aqueste relumbra entre ellos
como el sol de mediodía.
Lloraba de los sus ojos,
de la su boca decía:
-¡Oh ciudad, cuánto me cuestas
por la gran desdicha mía!
Cuéstasme duques y condes,
hombres de muy gran valía,
cuéstasme un tal hermano,
que por hijo le tenía;
de esotra gente menuda
cuento ni par no tenía;
cuéstame ventidós años,
los mejores de mi vida,
que en ti me nacieron barbas,
y en ti las encanecía.



Anónimo

Romance de Gerineldo

-- de Anónimo --

Levantóse Gerineldo
que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta
donde estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora,
abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois vos, el caballero,
que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora,
vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano,
en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando
Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey
de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado,
ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerineldo,
mi camarero pulido,
si me andas en traición,
trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta
o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano,
en gran saña va encendido,
fuérase para la cama
donde a Gerineldo vido.
Él quisiéralo matar,
mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada,
entre entrambos la ha metido,
porque desque recordase
viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta
y la espada ha conocido.
-Recordaos, Gerineldo,
que ya érades sentido,
que la espada de mi padre
yo me la he bien conocido.



Anónimo

Romance del conde Lombardo

-- de Anónimo --

En aquellas peñas pardas,
en las sierras de Moncayo
fue do el rey mandó prender
al conde Grifos Lombardo,
porque forzó una doncella
camino de Santiago,
la cual era hija de un duque,
sobrina del Padre Santo.
Quejábase ella del fuerzo,
quéjase el conde del grado;
allá van a tener pleito
delante de Carlo Magno,
y mientras el pleito dura
al conde han encarcelado
con grillones a los pies,
sus esposas en las manos,
una gran cadena al cuello
con eslabones doblados;
la cadena era muy larga,
rodea todo el palacio,
allá se abre y se cierra
en la sala del rey Carlos.
Siete condes la guardaban,
todos se han juramentado
que si el conde se revuelve,
todos serán a matarlo.
Ellos estando en aquesto,
cartas habían llegado
para que casen la infanta
con el conde encarcelado.



Anónimo

Seducción de la Cava

-- de Anónimo --

Amores trata Rodrigo,
descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice
de quien anda enamorado;
-Mira, Cava; mira, Cava;
mira, Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón
y estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta,
a burlas lo habla echado;
respondió muy mesurada
y el gesto muy abajado:
-Como lo dice tu alteza,
debe estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza,
que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando;
sacándole está aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey dormir la siesta,
por la Cava había enviado;
cumplió el rey su voluntad
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre lo ha contado.
Don Julián, que es traidor,
con los moros se ha concertado
que destruyen España
por le haber así injuriado.



Juan Nicasio Gallego

Parabién al rey Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Al clamor de la pública alegría
en que el pecho español su aliento apura,
de cuyos ecos a su cueva oscura
huye bramando la Discordia impía,

gozad ¡oh Rey! en tan dichoso día,
nuncio veraz de siglos de ventura,
la flor de gentileza y hermosura
que la bella Parténope os envía.

Nunca el vivo placer, Fernando augusto,
que en vuestra frente generosa brilla,
altere de fortuna el ceño adusto;

y a tan plácida unión deba Castilla
un príncipe feliz, clemente, justo,
a quien doblen dos mundos la rodilla.



Francisco de Aldana

Al rey don Felipe, nuestro señor

-- de Francisco de Aldana --

Desde la eternidad, antes que el cielo
amaneciese al mundo el primer día,
nombrado —¡oh gran Felipe!— Dios te había
por rey universal de todo el suelo.

Y así como esparció con tanto celo
Bautista la venida del Mesía,
así ora Juan de un polo al otro envía
tras su fama inmortal tu cetro a vuelo

Ha seis mil años casi que camina
el mundo con el tiempo a consagrarte
la grey diversa reducida en una.

¡Oh cómo en ti paró la edad más dina
bien dinamente, y va tras tu estandarte
la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 81

-- de Francisco de Quevedo --

Llámanle rey, y véndanle los ojos,
y quieren que adivine, y que no vea;
cetro le dan, que el viento le menea;
la corona, de juncos y de abrojos.
Con tales ceremonias y despojos,
quiere su rey el reino de judea:
que mande en caña, que dolor posea,
y que ciego padezca sus enojos.
Mas el señor, que, en vara bien armada
de hierro, su gobierno justo cierra,
muestra en su amor clemencia coronada.
La paz compra a su pueblo con su guerra;
en sí gasta las puntas y la espada:
aprended de él los que regís la tierra.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 80

-- de Francisco de Quevedo --

Señor, si es el reinar se escupido,
y en tu cara lo muestran los escribas,
¿qué rey se librará de las salivas,
si las padece el hombre y dios ungido?
tan coronado estás como herido,
pues que tu frente suda venas vivas;
golpes y afrentas quieren que recibas,
y que des gloria al pueblo endurecido.
Llámante rey, y véndante los ojos,
hieren tu faz, y dicen que adivines,
y en tu sangre descansan sus enojos.
Si tal hacen con dios vasallos ruines,
¿en cuál corona faltarán abrojos?
¿qué cetro habrá seguro de estos fines?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 78

-- de Francisco de Quevedo --

¿no ves a behemoth, cuyas costillas
son láminas finísimas de acero,
cuya boca al jordán presume entero
con un sorbo enjugar fondo y orillas?
¿por dientes no le ves blandir cuchillas,
morder hambriento y quebrantar guerrero;
que tiene por garganta y tragadero
del infierno las puertas amarillas?
¿no ves arder la tierra que pasea,
y que, como a caduco, tiene en menos
el abismo que en torno le rodea?
sus fuerzas sobre todos son venenos:
él es el rey que contra dios pelea,
rey de los hijos de soberbia llenos.



Francisco de Quevedo

parnaso español 20

-- de Francisco de Quevedo --

Decimotercio rey, esa eminencia
que tu alteza a sus pies tiene postrada
querrá ver la ascendencia coronada,
pues osó coronar la descendencia.
Casamiento llamó la inteligencia,
y en él sólo de ha visto colorada
la desvergüenza. Díselo a tu espada,
y dale al cuarto mandamiento audiencia.
Si te derriba quien a ti se arrima,
su fábrica en tus ruinas adelanta,
y en cuanto te aconseja, te lastima.
¡Oh muy cristiano rey!, en gloria tanta,
ya el azote de dios tienes encima:
mira que el cardenal se te levanta.



Francisco de Quevedo

parnaso español 18

-- de Francisco de Quevedo --

Sabe, ¡oh rey tres cristiano!, la festiva
púrpura, sediciosa por tus alas,
deshojarse las lises con las balas,
pues cuanto te aventura, tanto priva.
Sabe, ¡oh humana deidad!, también tu oliva
armar con su minerva a marte y palas,
y, laurel, coronar prudentes galas,
y, próvida, ilustrar paz vengativa.
Saber poner tu púrpura en tus manos,
decimotercio rey, con prisión grave,
tu esclarecida madre y tus hermanos.
Tu oliva, ¡oh gran monarca!, poner sabe
en tu pecho los tuyos soberanos,
con la unidad que en los imperios cabe.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante IV)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hubo en Thule, ¿te acuerdas, Margarita?
Un rey á quien su dama en el instante
Postrero de la vida, dióle amante
Copa áurea en prenda de pasion bendita.

El tiempo que á la nada precipita
Cuanto ilumina el sol con luz brillante,
Vencer no pudo la pasion constante
Ni disipar del rey la amarga cuita.

Al entregar el trono á su heredero
A la hora de morir, la copa de oro
Lanzó del mar hasta el abismo fiero....

Cuando te alejes, ruiseñor canoro,
Y triste escuche tu cantar postrero,
Arrojaré mi lira al mar sonoro.



José Martí

con la primavera

-- de José Martí --

Con la primavera
viene la canción,
la tristeza dulce
y el galante amor.
Con la primavera
viene una ansiedad
de pájaro preso
que quiere volar.
No hay cetro más noble
que el de padecer:
sólo un rey existe:
el muerto es el rey.



Ramón López Velarde

La saltapared

-- de Ramón López Velarde --

Volando del vértice
del mal y del bien,
es independiente
la saltapared.

Y su principado,
la ermita que fue
granero después.

Sobre los tableros
de la ruina fiel
la saltapared
juega su ajedrez,
sin tumbar la reina,
sin tumbar al rey...

Ave matemática
nivelada es
como una ruleta
que baja y que sube
feliz, a cordel.

Su voz vergonzante
llora la doblez
con que el mercader
se llevó al canario
y al gorrión también
a la plaza pública,
a sacar la suerte
del señor burgués.

Del tejado bebe
agua olvidadiza
de los aguaceros,
porque transparente
su cuerpo albañil
gratuito nivel.

Y al ángel que quiere
reconstruir la ermita
del eterno Rey
sirve de plomada
la saltapared.



Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.



Alberti

alba de noche oscura

-- de Alberti --

Sobre la luna inmóvil de un espejo,
celebra una redonda cofradía
de verdes pinos, tintos de oro viejo,
la transfiguración del rey del día.

La plata blanda, ayuna del reflejo,
muere ya. Del cristal -lámina fría-
dice la voz del vaho en agonía:
-doró mi lengua el sol, ¿de qué me quejo?

la puertas del ocaso, ya cerradas,
tapina de luto el campo. Negros perros,
a lo que nadie sabe, ocultos, gritan.

Decapitando sueños, fatigadas,
sobre el túmulo alto de los cerros
las estrellas del valle se marchitan.



Alfonsina Storni

Duerme tranquilo

-- de Alfonsina Storni --

Dijiste la palabra que enamora
A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
Y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
Debe ser fresca, su decir ameno;
Para tu oficio de amador no es bueno
El rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
Que el de llevar, entre los negros pozos
De las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
De algún bárbaro rey Y tiene estatua.



Amado Nervo

a la católica majestad de paul verlaine

-- de Amado Nervo --

Para rubén darío
padre viejo y triste, rey de las divinas canciones:
son en mi camino focos de una luz enigmática
tus pupilas mustias, vagas de pensar y abstracciones,
y el límpido y noble marfil de tu testa socrática.
Flota, como el tuyo, mi afán entre dos aguijones:
alma y carne; y brega con doble corriente simpática
para hallar la ubicua beldad con nefandas uniones,
y después expía y gime con lira hierática.
Padre, tú que hallaste por fin el sendero, que, arcano,
a jesús nos lleva, dame que mi numen doliente
virgen sea, y sabio, a la vez que radioso y humano.
Tu virtud lo libre del mal de la antigua serpiente,
para que, ya salvos al fin de la dura pelea,
laudemos a cristo en vida perenne. Así sea.



Amado Nervo

transmigración

-- de Amado Nervo --

Mmmm ant. Christ.
Mdccc post christ.
A veces, en sueños, mi espíritu finge
escenas de vidas lejanas:
yo fui
un sátrapa egipcio de rostro de esfinge,
de mitra dorada, y en menfis viví.
Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático,
ciñendo en solima, y a osiris infiel,
la mitra bicorne y el éfod hierático
del gran sacerdote del dios de israel.
Después, mis plegarias alcé con el druida
y en bosque sagrado velleda me amó.
Fui rey merovingio de barba florida;
corona de hierro mi sien rodeó.
Más tarde, trovero de nobles feudales.
Canté sus hazañas, sus lances de honor,
yanté a la su mesa, y en mil bacanales
sentime beodo de vino y de amor.
Y ayer, prior esquivo y austero los labios
al dios eucarístico, temblando acerqué:
por eso conservo piadosos resabios,
y busco el retiro siguiendo a los sabios
y sufro nostalgias inmensas de fe.



Amado Nervo

Mi verso

-- de Amado Nervo --

Querría que mi verso, de guijarro,
en gema se trocase y en joyero;
que fuera entre mis manos como el barro
en la mano genial del alfarero.

Que lo mismo que el barro, que a los fines
del artífice pliega sus arcillas,
fuese cáliz de amor en los festines
y lámpara de aceite en las capillas;

que, dócil a mi afán, tomase todas
las formas que mi numen ha soñado,
siendo alianza en el rito de las bodas,
pastoral en el índex del prelado;

lima noble que un grillo desmorona
o eslabón que remata una cadena,
crucifijo papal que nos perdona
o gran timbre de rey que nos condena;

que fingiese a mi antojo, con sus claras
facetas en que tiemblan los destellos,
florones para todas las tiaras
y broches para todos los cabellos;

emblemas para todos los amores,
espejos para todos los encantos
y coronas de astrales resplandores
para todos los genios y los santos.

Yo trabajo, mi fe no se mitiga,
y, troquelando estrofas con mi sello,
un verso acuñaré del que se diga:
Tu verso es como el oro sin la liga:
radiante, dúctil, poliforme y bello.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la noche de montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿adónde adónde está, dice el infante,
ese feroz tirano de castilla?
pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.
Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla
beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados el temido instante.
Herido el rey por la fraterna mano,
joven espira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.
No aguarde premios en el mundo vano
la inocente virtud; si da la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. a la muerte de joaquín murat

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ese que yace en la sangrienta arena
espantoso cadáver destrozado
fue siervo obscuro intrépido sold
caudillo de las águilas del sena.
Por él la gran madrid de horrores
su celo y su valor vio castigado
cuando ministro de un feroz malvado
los nudos de amistad trocó en cadena.
Rey se llamó en parténope, su intento
fue del apóstol trastornar la silla
y alcanzar de los césares victoria.
Vedle añadir al mundo un escarmiento,
ved como el cielo su soberbia humilla
y confunde en oprobio su memoria.



Leandro Fernández de Moratín

La noche de Montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿Adónde, adónde está, dice el Infante
ese feroz tirano de Castilla?
Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.

Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla:
Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados del temido instante.

Herido el rey por la fraterna mano,
joven expira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.

No aguardes premios en el Mundo vano
la inocente virtud; si das la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leopoldo Lugones

Tonada

-- de Leopoldo Lugones --

Las tres hermanas de mi alma
novio salen a buscar.
La mayor dice: yo quiero,
quiero un rey para reinar.
Esa fue la favorita,
favorita del sultán.

La segunda dice: yo
quiero un sabio de verdad,
que en juventud y hermosura
me sepa inmortalizar.
Ésa casó con el mago
de la ínsula de cristal.

La pequeña nada dice,
sólo acierta a suspirar.
Ella es de las tres hermanas
la única que sabe amar.
No busca más que el amor,
y no lo puede encontrar.



Lope de Vega

Amor, no se engañaba el que decía

-- de Lope de Vega --

Amor, no se engañaba el que decía
que eres monstruo engendrado de la tierra,
que de los elementos eres guerra,
luz de la noche, escuridad del día,

dios por temor, y rey por tiranía,
hijo de Marte, que la paz destierra,
y de una errada, por quien siempre yerra,
vencida la razón de tu porfía.

No te espantes de ver que te adoramos:
que de gentiles a temor sujetos,
la Muerte fue adorada por dios fuerte.

Así como a la muerte, altar te damos,
pues todos dicen, viendo tus efetos,
que eres hijo del tiempo y de la muerte



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



Lope de Vega

Con lágrimas escucha Masinisa

-- de Lope de Vega --

Con lágrimas escucha Masinisa
al grave Scipión, y ardiendo en saña
maldice la amistad hecha en España
y de Numidia los laureles pisa.

Arde el amor, y la virtud remisa
no se resuelve a tan heroica hazaña
mas, cuando el justo honor le desengaña,
a Sofonisba de su muerte avisa.

Un veneno le envía que formalle
pudiera bien del agua que lloraba;
no sé que corazón pudo bastalle.

Pero, ¿cuál hizo más, el rey que amaba
en darle aquel veneno, o en tomalle
la que era reina y vino a ser su esclava?



Lope de Vega

Con pálido calor, ardiendo en ira

-- de Lope de Vega --

Con pálido color, ardiendo en ira,
en los brazos de Avero y de Alencastro,
de la difunta doña Inés de Castro
el bravo portugués el rostro mira.

Tierno se allega, airado se retira,
(trágico fin de amor, infeliz astro)
y abrazado a su imagen de alabastro,
con este llanto y voz habla y suspira:

«Si ves el alma, Nise, de mis ojos
desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
más que en este laurel y fe constante,

verás que soy, honrando tus despojos,
portugués en amor, en rigor Pedro,
rey en poder, y en la venganza amante».



Lope de Vega

Del templo de la fama en alta parte

-- de Lope de Vega --

Del templo de la Fama en alta parte
vi diez, los que hasta ahora fueron nueve;
aquél por quien Apolo no se mueve
formaba un mármol excediendo el arte.

Con el rey de Sión estaba aparte
Gedeón, cuya gente en Acab bebe;
el que a rendir la tierra y mar se atreve,
y Arturo con el ánglico estandarte;

Héctor, César, y Carlos, con Gofredo,
que el gran sepulcro libertó de Cristo;
mas cuando entre los diez, (para alabarlos),

reconocer el último no puedo,
oigo una voz que dijo: «A los que has visto
dio luz, y quito fama el Quinto Carlos».



Lope de Vega

Padre de los humanos, Amor ciego

-- de Lope de Vega --

Padre de los humanos, Amor ciego,
de quien nació la vida de dos vidas,
y por quien tantas fueron consumidas,
destierro de la paz y del sosiego.

Amor, que a un tiempo eres troyano y griego,
breve placer, tesoro del rey Midas,
divino ensalmador de tus heridas,
luna, que porque crece, mengua luego,

¿por qué te llaman padre, si no eres
como Saturno que sus hijos come?
Que, en efeto, aborreces lo que quieres.

Amor, pues no hay quien residencia tome
a la poca verdad de tus placeres,
mi muerte será Alcides que te dome.



Lope de Vega

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma

-- de Lope de Vega --

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma,
espíritus divinos, del cordero,
de cuyo sacrificio verdadero
el humo sube en oloroso aroma.
Color de rosa en las parrillas toma;
sazón le ha dado amor, servidle entero;
vuele a mejor Arabia y hemisfero
deste fénix la cándida paloma.
Está sin corazón, asóse presto,
y que le vuelvan de otro lado avisa,
para llevar mejor el fuego impreso.
Ángeles, si la mesa se habéis puesto,
decidle que la carne coma aprisa,
que el más cristiano Rey espera un hueso.



Lope de Vega

Si amare cosa yo que Dios no sea

-- de Lope de Vega --

Si amare cosa yo que Dios no sea,
y de lo que su amor también procede,
que en odio al cielo y la tierra quede,
que sí estaré, como sin Él me vea
¿Y qué de mucho que el alma, que desea
el centro, donde sólo parar puede,
ame aquel bien que todo excede,
pues no hay descanso que sin Dios posea?
Tú, Rey del cielo, que mi amor procuras,
serás el centro de las ansias mías,
de aquel eterno bien prendas seguras.
Son las del mundo breves tiranías
que no merecen nombre de hermosuras,
sujetas al imperio de los días.



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Remataba en los cielos su belleza

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Remataba en los cielos su belleza,
alivio, un alto chopo, a un verde prado,
amante de una vid y de ella amado,
que amor halló aposento en su dureza.

Soberbia, exenta, altiva su cabeza
era lengua de Céfiro enojado;
del verde campo rey, pues coronado
daba leyes de amor en su corteza.

Le robó su corona, airado, el viento;
sintió tanto su mal, que fue tornada
en verde oscura su esperanza verde.

Yo, sin los lazos de mi Celia amada,
¿qué mucho a mal me traiga un pensamiento,
si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?



Góngora

Determinado a dejar sus pretensiones y volverse a Córdoba

-- de Góngora --

De la Merced, señores, despedido,
—pues lo ha querido así la suerte mía—
de mis deudos iré a la Compañía
no poco de mis deudas oprimido.

Si haber sido del Carmen culpa ha sido,
sobra el que se me dio hábito un día:
huélgome que es templada Andalucía,
ya que vuelvo descalzo al patrio nido.

Mínimo, pues, si capellán indino
del mayor rey, monarca al fin de cuanto
pisa el sol, lamen ambos oceanos,

la fuerza obedeciendo del destino,
el cuadragesimal voto en tus manos,
desengaño, haré, corrector santo.



Góngora

Rey de los otros, río caudaloso

-- de Góngora --

Rey de los otros, río caudaloso,
que en fama claro, en ondas cristalino,
tosca guirnalda de robusto pino
ciñe tu frente, tu cabello undoso:

pues dejando tu nido cavernoso
de Segura en el monte más vecino
por el suelo andaluz tu real camino
tuerces soberbio, raudo y espumoso,

a mí, que de tus fértiles orillas
piso, aunque ilustremente enamorado,
tu noble arena con humilde planta,

dime si entre las rubias pastorcillas
has visto, que en tus aguas se han mirado,
beldad cual la de Clori, o gracia tanta.



Góngora

A Córdoba

-- de Góngora --

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran rio, gran rey de Andalucia,
de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquella ruinas y despojos
que enriquece Genil y Darro baña
tu memoria no fue alimento mío,

¡nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tus muros, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!



Luis Lloréns Torres

la negra(a félix matos bernier)

-- de Luis Lloréns Torres --

Bajo el manto de sombras de la primera noche,
la mano de elohím, ahíta en el derroche
de la bíblica luz del fiat omnifulgente,
te amasó con la piel hosca de la serpiente.

Puso en tu tez la tinta del cuero del moroco
y en tus dientes la espuma de la leche del coco.
Dio a tu seno prestigios de montañesa fuente
y a tus muslos textura de caoba incrujiente.

Virgen, cuando la carne te tiembla en la cadera,
remedas la potranca que piafa en la pradera.
Madre, el divino chorro que tu pecho desgarra,

rueda como un guarismo de luz en la pizarra.
Oh, tú, digna de aquel ebrio de inspiración
cántico de los cánticos del rey salomón.



Manuel de Zequeira

A Narcisa en sus días

-- de Manuel de Zequeira --

¡Qué estupendo banquete, qué función
te preparo, oh Narcisa, qué festín!
Tendrás las ricas frutas de Turín,
las tortas te vendrán desde Tolón.

El rey de Esparta tocará el violón,
el de Palmira trinará un violín
y Alejandro vendrá con el flautín
que tocaba el ilustre Agamenón.

Treinta mil reposteros te vendrán
de Pekín, de Moscú y de Jaén
y un millón de princesas de Tetuán:

De Sajonia será el dorado tren;
y contigo los dioses beberán
del licor que bebió Matusalén.



Manuel del Palacio

La vida del pavo

-- de Manuel del Palacio --

¡Vedle! Descuella en la gentil manada
Como el lirio descuella entre las flores,
Y al recordar su dicha y sus amores
Brilla con fuego oculto su mirada.

Estrecha le parece la morada
Donde va á disfrutar nuevos favores,
Y soberbio se ostenta á sus señores
Cual rey cautivo de la edad pasada.

Le envidian, en la jaula prisioneros,
El triste grillo, la infeliz marica,
Los pintados y tímidos gilgueros.

¡Nueces le ofrece sin cesar la chica,
Y en la calle al sentir sus compañeros
Ni una lágrima tierna les dedica!



Manuel del Palacio

Mensaje

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Sabes, niña gentil, lo que murmura
El cefirillo que las hojas mueve,
Cuando á besar en tu jardín se atreve
De la violeta la corola pura?

¿Sabes lo que del campo en la espesura
Persigue el ruiseñor con vuelo leve,
Y lo que anuncia con su canto breve
El rey alado de la noche oscura?

Pues lo mismo las brisas que las aves
Himnos modulan en que Dios revela
Su alto poder y sus designios graves;

Sueño que el alma descifrar anhela,
¿Lo sabes, niña, dí? Pues si lo sabes,
Puedes ir á contárselo á tu abuela.



Manuel del Palacio

Semblanzas: I

-- de Manuel del Palacio --

Es madre y de sus hijos se murmura;
Es vieja, y con enredos se entretiene;
Es rica, y nadie sabe lo que tiene;
Es enferma de amor, y pide cura.

Aunque pocos le han visto la figura
Dicen que con su espíritu se aviene;
Y tímida ó viril, según conviene,
El eco de su voz vibra en la altura.

Pilláronla una vez en un renuncio,
Y aun puedes ver impreso en los diarios
De su historia fatal el triste anuncio;

Vive en la córte haciendo calendarios,
Y en la plaza del Rey, ó en la del Nuncio,
Admite flete á precios ordinarios.



Jaime Torres Bodet

nunca

-- de Jaime Torres Bodet --

Nunca me cansará mi oficio de hombre.
Hombre he sido y seré mientras exista.
Hombre no más: proyecto entre proyectos,
boca sedienta al cántaro adherida,
pies inseguros sobre el polvo ardiente,
espìritu y materia vulnerables
a todos los oprobios y las dichas...
Nunca me sentiré rey destronado
ni ángel abolido mientras viva,
sino aprendiz de hombre eternamente,
hombre con los que van por las colinas
hacia el jardín que siempre los repudia,
hombre con los que buscan entre escombros
la verdad necesaria y prohibida,
hombre entre los que labran con sus manos
lo que jamás hereda un alma digna,
¡porque de todo cuanto el hombre ha hecho
la sola herencia digna de los hombres
es el derecho de inventar su vida!



Jorge Luis Borges

la pesadilla

-- de Jorge Luis Borges --

Sueño con un antiguo rey. De hierro
es la corona y muerta la mirada.
Ya no hay caras así. La firme espada
lo acatará, leal como su perro.
No sé si es de nortumbria o de noruega.
Sé que es del norte. La cerrada y roja
barba le cubre el pecho. No me arroja
una mirada su mirada ciega.
¿De qué apagado espejo, de qué nave
de los mares que fueron su aventura,
habrá surgido el hombre gris y grave
que me impone su antaño y su amargura?
sé que me sueña y que me juzga, erguido.
El día entra en la noche. No se ha ido.



Jorge Luis Borges

un lobo

-- de Jorge Luis Borges --

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de inglaterra.
Odín y thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en américa. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.



Jorge Luis Borges

el desterrado (1977)

-- de Jorge Luis Borges --

(1977)
alguien recorre los senderos de ítaca
y no se acuerda de su rey, que fue a troya
hace ya tantos años;
alguien piensa en las tierras heredadas
y en el arado nuevo y el hijo
y es acaso feliz.
En el confín del orbe yo, ulises,
descendí a la casa de hades
y vi la sombra del tebano tiresias
que desligó el amor de las serpientes,
y la sombra de heracles
que mata sombras de leones en la pradera
y así mismo está en el olimpo.
Alguien hoy anda por bolívar y chile
y puede ser feliz o no serlo.
Quién me diera ser él.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Jorge Luis Borges

alhambra

-- de Jorge Luis Borges --

Grata la voz del agua
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.



Jorge Luis Borges

los borges

-- de Jorge Luis Borges --

Nada o muy poco sé de mis mayores
portugueses, los borges: vaga gente
que prosigue en mi carne, oscuramente,
sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
y ajenos a los trámites del arte,
indescifrablemente forman parte
del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
son portugal, son la famosa gente
que forzó las murallas del oriente
y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.



Jorge Luis Borges

una mañana de 1649

-- de Jorge Luis Borges --

Carlos avanza entre su pueblo. Mira
a la izquierda y a la derecha. Ha rechazado
los brazos de la escolta. Liberado
de la necesidad de la mentira,
sabe que hoy va a la muerte, no al olvido,
y que es un rey. La ejecución lo espera;
la mañana es atroz y verdadera.
No hay temor en su carne. Siempre ha sido,
a fuer de buen tahúr, indiferente.
Ha apurado la vida hasta las heces;
ahora está solo entre la armada gente.
No lo infama el patíbulo. Los jueces
no son el juez. Saluda levemente
y sonríe. Lo ha hecho tantas veces.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 32

-- de Jorge Manrique --

Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de portugal
y en castilla quien siguió
su partido.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 16

-- de Jorge Manrique --

¿qué se hizo el rey don juan?
los infantes de aragón
¿qué se hicieron?
¿qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 33

-- de Jorge Manrique --

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



Enrique Lihn

gallo I

-- de Enrique Lihn --

Este gallo que viene de tan lejos en su canto,
iluminado por el primero de los rayos del sol;
este rey que se plasma en mi ventana con su corona viva, odiosamente,
no pregunta ni responde, grita en la sala del banquete
como si no existieran sus invitados, las gárgolas
y estuviera más solo que su grito.
Grita de piedra, de antigüedad, de nada,
lucha contra mi sueño pero ignora que lucha;
sus esposas no cuentan para él ni el maíz que en la tardelo hará besar el polvo.
Se limita a aullar como un hereje en la hoguera de sus plumas.
Y es el cuerno gigante
que sopla la negrura al caer al infierno.



Arturo Borja

Melancolía, madre mía

-- de Arturo Borja --

Melancolía, madre mía,
en tu regazo he de dormir,
y he de cantar, melancolía,
el dulce orgullo de sufrir.

Yo soy el rey abandonado
de una Thulé dorada donde nunca viví
y al verme pobre y desterrado
vuelvo los ojos hacia ti.

Melancolía, tú eres buena,
tú aliviarás este dolor;
para esta pena,
serán tus lágrimas de amor.

¿Qué me ha quedado de aquella hora
primaveral?
La melodía pasó. Ahora
sólo hay un eco funeral.

¿Y la mujer a quien quisimos?
¡Ay! se fue ya.
¿Y la mujer que en sueños vimos?
Nunca vendrá.
(...)
Y así, la vida:
las estrellas mintiendo amores con su luz,
cuando muy bien pudiera que ellas
sean los clavos de una cruz.
(...)
Melancolía, madre mía,
en tu regazo he de dormir,
y he de cantar, melancolía,
el dulce orgullo de sufrir.



Pablo Neruda

el joven monarca

-- de Pablo Neruda --

Como continuación de lo leído y precedente de lapágina que sigue debo encaminar mi estrella al territorioamoroso.
Patria limitada por dos largos brazos cálidos, de largapasión paralela, y un sitio de oros defendidos por sistema ymatemática ciencia guerrera. Sí, quiero casarme con lamás bella de mandalay, quiero encomendar mi envoltura terrestrea ese ruido de la mujer cocinando, a ese aleteo de falda y pie desnudoque se mueven y mezclan como viento y hojas.
Amor de niña de pie pequeño y gran cigarro, flores deámbar en el puro y cilíndrico peinado, y de andar enpeligro, como un lirio de pesada cabeza, de gruesa consistencia.
Y mi esposa a mi orilla, al lado de mi rumor tan venido de lejos, miesposa birmana, hija del rey.
Su enrollado cabello negro entonces beso, y su pie dulce y perpetuo: yacercada ya la noche, desencadenado su molino, escucho a mi tigre ylloro a mi ausente.



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