Buscar Poemas con Resta


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra resta

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Carolina Coronado

Nada resta de ti

-- de Carolina Coronado --

Nada resta de ti... Te hundió el abismo...
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.
Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
¡¡Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
es la maldad más grande de la suerte!!

Cádiz, 1848

Poema Nada resta de ti de Carolina Coronado con fondo de libro

Amado Nervo

por miedo

-- de Amado Nervo --

La dejé marcharse sola...
Y, sin embargo, tenía
para evitar mi agonía
la piedad de una pistola.
¿Por qué no morir? pensé.
¿Por qué no librarme desta
tortura? ¿ya qué me resta
despúés que ella se me fue?
pero el resabio cristiano
me insinuó con voces graves:
¡pobre necio, tú que sabes!
y paralizó mi mano.
Tuve miedo..., Es la verdad;
miedo, sí, de ya no verla,
miedo inmenso de perderla
por toda una eternidad.
Y preferí, no vivir,
que no es vida la presente,
sino acabar lentamente,
lentamente, de morir.

Poema por miedo de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.

Poema Engaño es grande contemplar de suerte de Lope de Vega con fondo de libro

José María Blanco White

A la amistad (Blanco White)

-- de José María Blanco White --

¿Qué resta al infeliz que acongojado
en alma y cuerpo, ni una sola hora
espera de descanso o de mejora
cual malhechor a un poste aherrojado?

Por el dolor y la endeblez atado
me ofrece en vano en arrebola Aurora,
y el sol en vano el ancho mundo dora:
tal gozo inmole, en vida sepultado.

¡Infeliz! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no abrigo
del sepulcro una voz que dice: «Abierta
tienes la cárcel en que gimes: vente».

¿Por qué? pregunto. Porque en tierno amigo,
en imagen vivísima a la puerta
se alza, y llorando, dice: «No detente».



José María Heredia

el ay de mí. letrilla

-- de José María Heredia --

¡cuán difícil es al hombre
hallar un objeto amable
con cuyo amor inefable
pueda llamarse feliz!
y si este objeto resulta
frívolo, duro, inconstante
¿qué resta al mísero amante
sino exclamar ¡ay de mí!
el amor es un desierto
sin límites, abrasado,
en que a muy pocos fue dado
pura delicia sentir.
Pero en sus mismos dolores
guarda mágica ternura,
y hay siempre cierta dulzura
en suspirar ¡ay de mí!



José María Heredia

El ay de mí

-- de José María Heredia --

¡Cuán difícil es al hombre
hallar un objeto amable
con cuyo amor inefable
pueda llamarse feliz!

Y si este objeto resulta
frívolo, duro, inconstante
¿Qué resta al mísero amante
sino exclamar ¡ay de mí!

El amor es un desierto
sin límites, abrasado,
en que a muy pocos fue dado
pura delicia sentir.

Pero en sus mismos dolores
guarda mágica ternura,
y hay siempre cierta dulzura
en suspirar ¡ay de mí!



José Ángel Buesa

soneto ii

-- de José Ángel Buesa --

Mi corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído:
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.
Jamás te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído:
así ese bien fugaz no ha convertido
un ancho amor en un placer estrecho.
Cuando el deleite suma a lo vivido
acrecentado se lo resta el pecho,
pues la ilusión se va por el sentido.
Y, en ese hacer y deshacer lo hecho,
solo un amor se salva del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima li

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal... Y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.



Vicente García de la Huerta

Soneto tercero del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Bien sé que en vano mi dolor violento
lanza suspiros, lágrima derrama,
y que no resta a mi amorosa llama
más que sola mi pena, otro alimento.

Bien conozco el empleo a que me aliento,
y cuán en vano el corazón se inflama,
mas a un amor que heroico se llama,
ni aterra lo imposible ni el tormento.

Y si fuera mi amor menos altivo
por tu desdén, bien mío, sin segundo
desdijera de mí naturaleza;

que aunque parezca término excesivo,
solas tres cosas grandes tiene el mundo:
mi soberbia, mi amor, y tu belleza.



Miguel Unamuno

La intrusa

-- de Miguel Unamuno --

Aprieta mas y tápeme tu abrazo;
que no me vea cuando llega y pasa
avizorando en torno de mi casa
por si prenderme puede con su lazo.

Deja que hunda mi frente en tu regazo
pues su mirada el corazón me arrasa
y si es la vida que me resta escasa
que no lo sepa, no, nada de plazo!



Fernando de Herrera

A Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano,
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte
despojos y coronas de victoria;

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria
ni resta más honor al fiero Marte.



Fernando de Herrera

Vuela y cerca la lumbre y no reposa

-- de Fernando de Herrera --

Vuela y cerca la lumbre y no reposa,
y huye y vuelve, a su beldad rendida,
figura simple suya, y encendida
siente que fue a su muerte presurosa;

mas yo, alegre en mi luz maravillosa,
a consagrar osando voy mi vida,
que espera, de su bello ardor vencida,
o perderse o cobrarse venturosa.

Amor, que en mí engrandece su memoria,
entibia mi esperanza en lento engaño
y en llama ingrata ufano me consumo.

Cuidé (¡tal fue mi mal!) ganar la gloria
del bien que vi, y al fin hallo en mi daño
que sólo de mi incendio resta el humo.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven I

-- de Francisco Villaespesa --

¿el bien y el mal? ¿quién sabe su camino...?
El crimen de la abeja se transforma
en miel. En tu anhelar sigue la norma
del instinto, lo único divino
que resta al barro humano. Peregrino
del ensueño y creyente de la forma,
comulga con tu espíritu y conforma
el ritmo de tu paso a tu destino.
Armoniza en tu voz, grave y sonora,
los ecos más remotos y diversos,
y al resplandor glorioso de tu aurora,
del aislamiento en la fecunda calma,
talla en la carne viva de tus versos
todo el lírico olimpo de tu alma.



Blanca Andreu

extraño no decirlo y hablar hidras pensadas

-- de Blanca Andreu --

Extraño no decirlo y hablar hidras pensadas
o hacer poesía y cálculo,
extraño no contarte que el cianuro cifran viene sobre las diez,
o viene rilke el poeta
a contarme que sí, que de veras tú pasas a mi sangre
pero de qué nos sirve.
Veneno y sombra extraña, extraño no decirlo, de metales muy fríos
y faltos de latido:
amor, es eso, yo bebo violas rotas,
pienso cosas quebradas,
en verdad yo me bebo la infancia del coñac,
bebo las locas ramas virginales,
bebo mis venas que se adormecen para querer morir,
bebo lo que me resta cuando dejo mi cuello
bajo la luna de guillotina,
bebo la sábana de los sacrificios y bebo el amor que salpica sueño
pero de qué nos sirve.



Roberto Juarroz

hay días en que el aire no existe

-- de Roberto Juarroz --

Hay días en que el aire no existe.
Mineros de la desolación,
respiramos entonces sustancias escondidas.
Y a punto de asfixiarnos,
vagamos con la boca abierta
y no encendemos ningún fuego,
para no consumir el poco oxígeno que nos resta
como un pedazo de pan del día anterior.
No recordamos ya el nombre de nuestra calle,
ni la medida de nuestra ropa,
ni el sonido de nuestra voz,
ni la sensación de nuestro cuerpo.
Pero de pronto,
como si también se hubieran quedado sin aire,
se vacían a la vez la memoria y el olvido
y encontramos entonces
la mínima densidad posible,
las partículas sabias donde entran en contacto
el vacío y la vida.
Y es allí, sólo allí,
donde descubrimos la salvación por el vacío.



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