Buscar Poemas con Renuevo


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra renuevo

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Amado Nervo

cuando dios lo quiera

-- de Amado Nervo --

Santa florecita, celestial renuevo,
que hiciste mi alma una primavera,
y cuyo perfume para siempre llevo:
¿cuándo en mi camino te hallaré de nuevo?
¡cuándo dios lo quiera, cuando dios lo quiera!
¡qué abismo tan hondo! ¡qué brazo tan fuerte
desunirnos pudo de tan cruel manera!
mas ¡qué importa! todo lo salva la muerte
y en otra ribera volveré yo a verte...
¡En otra ribera..., Sí! ¡cuando dios quiera!
corazón herido, corazón doliente,
mutilada entraña: si tan tuya era
(carne de tu carne, mente de tu mente,
hueso de tus huesos), necesariamente
has de recobrarla... ¡Sí, cuando dios quiera!

Poema cuando dios lo quiera de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

nihil novum...

-- de Amado Nervo --

¡cuántos, pues, habrán amado
como mi alma triste amó...
Y cuántos habrán llorado
como yo!
¡cuántos habrán padecido
lo que padecí,
y cuántos habrán perdido
lo que perdí!
canté con el mismo canto,
lloro con el mismo llanto
de los demás,
y esta angustia y este tedio
ya los tendrán sin remedio
los que caminan detrás.
Mi libro sólo es, en suma,
gotícula entre la bruma,
molécula en el crisol
del común sufrir, renuevo
del gran dolor: ¡nada nuevo
bajo el sol!
mas tiene cada berilo
su manera de brillar,
y cada llanto su estilo
peculiar.

Poema nihil novum... de Amado Nervo con fondo de libro

Emilio Bobadilla

El año 1916

-- de Emilio Bobadilla --

Saltan los bosques hechos astillas;
surcos enormes rajan la tierra;
huyen los hombres, arden las villas;
clamor de angustia, gritos de guerra!

¡Ya no hay crepúsculos suaves, risueños;
ya no hay arpegios de ruiseñores;
ya no hay canciones, ya no hay ensueños,
sino metralla, sangre y rencores!

Y el año expira y el año nuevo
viene impregnado también de saña
—del año viejo digno renuevo—.

¡La Muerte en medio de tanto escombro
pasa a lo lejos con su guadaña
como un labriego, la azada al hombro!

Poema El año 1916 de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Esteban Manuel de Villegas

De la lira

-- de Esteban Manuel de Villegas --

Quiero cantar de Cadmo,
quiero cantar de Atridas:
mas ¡ay! que de amor solo
sólo canta mi lira.
Renuevo el instrumento,
las cuerdas mudo aprisa;
pero si yo de Alcides,
ella de amor suspira.
Pues, héroes valientes,
quedaos desde este día,
porque ya de amor solo
sólo canta mi lira.



Fernando de Herrera

De mi blanca sirena la luz pura

-- de Fernando de Herrera --

De mi blanca sirena la luz pura
de tierna y bella nieve se vestía,
y entre aquel frío dulce Amor traía
llamas en que mi alma ardiendo apura:

Al son suave, lleno de dulzura,
mi preso corazón con gloria mía
deja el cuerpo, y las alas, de alegría,
a perderse en sus ojos se apresura,

cuando el hielo se rompe y encendido
reluce, y el color de ardiente rosa
y el precio afina en su beldad serena;

y yo, con tanto bien enriquecido,
me renuevo con vida gloriosa
en la inmensa virtud de mi sirena.



Cristóbal de Castillejo

respuesta

-- de Cristóbal de Castillejo --

No sé si huya de vos
o busque quien me defienda;
porqu'en tan estrecha senda
no ternéis en mucho a dos
si corréis suelta la rienda.

Y aunqu'el mote no fué nuevo,
nueva querella me llama
de vengarme con renuevo,
si en mí prueba vuestra dama
cuán justamente os desama.



Ricardo Güiraldes

Leyenda (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

El río dijo al sauce: «Yo soy la vida y, en mi incesante correr, renuevo emociones».

El sauce dijo al río: «Yo soy el poeta, ¿no ves como te embellezco, rezando sobre ti las estrofas de mis ramas?»

Dijo el río: «Pues ven conmigo, tú me darás la belleza de tu canto, yo el encanto de nuevas bellezas».

Y aceptó el sauce; pero en la primer caída, la frágil armazón de verdura se desgarró sobre las toscas.

Y dijo el sauce: «Déjame, que si bien soy un momento de alegría en tu carrera, no puedo, sin romperme, seguirte todo el tiempo».

Y el río, para quien el sauce empezaba a ser carga, le depositó en un rincón sereno.

El sauce ha reverdecido y sus hojas besan el agua.

El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.

Un encanto fatal, envuelve aquel sitio dormido. La doncella que pasa, no debe ceder al llamado tranquilo.

«La Porteña», 1913.



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